LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 9
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
De K.H., primera
carta recibida a mi regreso a la India el 8 de julio de 1881, en que estuve algunos
días con Madame Blavatsky en Bombay.
¡Bienvenido, buen
amigo y brillante autor, bienvenido a su regreso! Tengo a mano su carta y celebro
ver que su experiencia personal con el "Elegido" de Londres tuviera
tanto éxito. Pero, preveo que usted se convertirá, ahora más que nunca, en la
encarnación del interrogante.
¡Cuidado!
Si sus preguntas son consideradas prematuras por parte de los poderes
existentes, en vez de recibir mis respuestas en su prístina pureza, puede que
las encuentre transformadas en una sarta de desatinos. Me he excedido
hasta el punto de sentir una mano en mi garganta cuando abuso de los límites de
los temas prohibidos; no lo bastante como para dejar de sentirme —muy incómodamente—
como un gusano nacido ayer, ante nuestra "Roca de las Edades", mi
Cho-Khan. Todos debemos ir a ciegas antes de poder seguir adelante; de lo contrario
tenemos que permanecer al margen.
¿Y si ahora habláramos
del libro? Le
quart d'heure de Rabelais es impresionante y me encuentra, si no totalmente
insolvente, sí casi temblando ante la idea de que el primer pago a cuenta
ofrecido pueda ser juzgado insuficiente; que el precio reclamado sea demasiado para mis pobres recursos y que yo
mismo me vea impulsado a transgredir pro bono público, el terrible "hasta
aquí llegarás y no más allá"; ¡y la oleada de cólera del enfado del
Cho-Khan inundándome de tinta azul y todo lo demás! Espero de todo corazón que
usted no me hará perder "mi posición",
De acuerdo. Porque
tengo la vaga idea de que usted se impacientará conmigo, y tengo una idea muy
clara de que no necesita sentirse así. Es una desafortunada exigencia de la
vida el que las necesidades imperiosas le obliguen a uno algunas veces a ignorar,
en apariencia, la llamada de la amistad; no a dejar de cumplir la palabra
dada, sino a aplazarla y a prescindir, por el momento, de las impacientes
esperanzas de los neófitos, como si se tratara de cosas de importancia secundaria.
Una de esas necesidades que yo llamo imperiosas, es la necesidad de su futura
felicidad; la realización del sueño entrevisto por usted en compañía de S.M.
(Staiton Moses) Este sueño — ¿podemos
llamarle visión?— fue
que usted y la señora K. — ¿y
por qué olvidar la Sociedad Teosófica?— "todos son partes de un gran
plan destinado a procurar al mundo las manifestaciones de la filosofía
oculta". Sí,
tiene que llegar el momento, y no está lejos, en que todos ustedes comprenderán
con claridad las frases aparentemente contradictorias de esas manifestaciones,
y se verán obligados ante la evidencia, a adaptarse a ellas. Pero éste no es el
caso por ahora y, mientras tanto, recuerde que se trata de jugar una partida
arriesgada y las apuestas son almas humanas, y por eso le pido que controle la
suya con paciencia. Teniendo en cuenta
que he de ocuparme de su "Alma" y de la mía también, me propongo
hacerlo al precio que sea, incluso corriendo el riesgo de ser mal interpretado
por ustedes, igual como lo fui por el señor Hume. La tarea se convierte en más
difícil para mí al trabajar en solitario en ese campo; y eso durará mientras yo
no consiga demostrar a mis superiores que, al menos usted, habla en serio, que
está en buena disposición. Al igual que se me ha negado ayuda superior, a usted
también le costará encontrar ayuda en esa Sociedad en la que se mueve y a la
que trata de hacer progresar. Y durante bastante tiempo, tampoco encontrará
mucha satisfacción en aquellos que están directamente interesados.
Nuestra "vieja
dama" está débil y sus nervios están tan tensos como las cuerdas de un
violín; su cerebro está agotado. H.S.O. (Olcott) se ha ido muy lejos —al
exilio— defendiendo su camino hacia la salvación, —comprometido más de lo que
usted piensa por sus indiscreciones de Simla— y estableciendo escuelas
teosóficas. El señor Hume —que una vez prometió convertirse en un vencedor en
esa Batalla de la Luz contra las Tinieblas— mantiene ahora una especie de neutralidad
armada, digna de contemplarse. Habiendo hecho el mirífico descubrimiento de que
somos una corporación de fósiles antediluvianos o de jesuitas coronándose a sí
mismos con floridas oratorias, no le quedaba más que ¡acusarnos de interceptar
sus cartas a H.P.B.! Sin embargo, encuentra reconfortante pensar "qué
jocoso argumento esgrimirá en alguna otra parte (tal vez ante la Sociedad
Ornitológica Ángel Linneo) contra la entidad designada con el nombre de
Koothoomi". Realmente, nuestro muy intelectual y en un tiempo mutuo amigo,
dispone de un torrente de palabras que bastarían para mantener a flote un
barco-transporte de sofismas oratorios. Y sin embargo — yo le respeto. . . .
Pero, ¿quién viene
ahora? ¿C. C. Massey? Pero, por otra parte, se trata del desventurado padre de
una media docena de arrapiezos ilegítimos. El es el más fiel y devoto de los
amigos; un místico profundo; un hombre generoso, de nobles intenciones, un
caballero —como se dice— de pies a cabeza; puro como el oro, y reúne todos los
requisitos para ser un estudiante de ocultismo, pero ninguno para ser un
adepto, mi buen amigo. Pero, sea como sea, su secreto le pertenece y no tengo
ningún derecho a divulgarlo. ¿El Dr. Wyld? —un cristiano hasta la médula de los
huesos. ¿Hood? —una naturaleza plácida, tal como usted dice; un soñador y un
idealista en cuestiones místicas, pero no un trabajador. ¿S. Moses? —¡Ah! ya
hemos llegado. S.M. (Staiton Moses) casi
llegó a hacer zozobrar el arca de la Teosofía puesta a flote tres años antes, y
hará todo lo que esté en su mano para repetirlo, a pesar de nuestro Imperator.
¿Lo pone en duda? Escuche:
La suya es una
naturaleza excepcional y fantástica. Sus energías psíquicas ocultas son prodigiosas;
pero estaban latentes, encerradas en su interior sin que él lo sospechara
cuando hace unos ocho años Imperator lanzó una mirada sobre él y ordenó a su
espíritu que remontara el vuelo. Desde entonces, ha habido en él una nueva
vida, una existencia dual, pero su naturaleza no podía cambiarse. Educado como
estudiante de teología, su mente estaba devorada por las dudas. Con anterioridad,
se había trasladado al Monte Athos donde se enclaustró en un monasterio y
estudió la religión greco-oriental y es allí donde, por primera vez, fue
descubierto por su "Espíritu-gala" (!!) Evidentemente, como la
casuística griega no consiguió resolverle sus dudas, se apresuró a ir a Roma,
donde tampoco el papismo le satisfizo. A partir de ahí deambuló por Alemania,
con los mismos resultados negativos.
Abandonó la árida
teología cristiana, pero con ella no abandonó sin embargo a su presunto fundador.
Necesitaba un ideal y lo encontró en este último. Para él. Jesús es una
realidad, un Espíritu antaño encarnado y ahora desencarnado, que le
"proporcionó la evidencia de su identidad personal" —piensa él— en el
mismo grado que lo hicieron otros "Espíritus" — Imperator entre
ellos. Sin embargo, ni las religiones de Jesús, ni tampoco sus palabras, tal como
están descritas en la Biblia y que S.M. admite como auténticas, son totalmente aceptadas
por ese inquieto Espíritu suyo. Imperator, en quien más tarde recayó la misma suerte,
no lo pasa mejor. La mente de S.M. es demasiado positiva. Una vez impresionada,
resulta más fácil hacer desaparecer las letras grabadas en titanio que borrar
las impresiones hechas en su cerebro.
Cuando se encuentra
bajo la influencia de Imperator, es completamente consciente de las realidades del Ocultismo y de la superioridad
de nuestra Ciencia sobre el Espiritismo. Pero tan pronto se queda solo y a
merced de la guía perniciosa de aquellos que él cree firmemente haber identificado
con almas incorpóreas, ¡todo se convierte en confusión otra vez! Su mente no
quiere ceder ante ninguna sugerencia, ante ningún razonamiento que no sean los
suyos y éstos son todos para defender las teorías espiritistas. Cuando se hubo
librado de sus antiguos grilletes teológicos se imaginó que ya era un hombre
libre. ¡Unos meses más tarde se convirtió en humilde esclavo e instrumento de
los "Espíritus"! Sólo cuando se encuentra frente a frente con su Yo
interno, se da cuenta de que existe algo más elevado y más noble que la
verborrea de los pseudo-Espíritus. Fue en un momento de éstos cuando escuchó
por primera vez la voz de Imperator y, tal como él lo expresa, fue "como
la voz de Dios hablando a su Yo interno". Esa voz se hizo familiar para él
durante años y, sin embargo, muy a menudo no le presta atención. Una simple
pregunta: si Imperator fuera lo que él cree que es, mejor aún —lo que él cree
saber que es— ¿acaso
no hubiera sometido totalmente la voluntad de S.M. a la suya, a estas alturas? Sólo que a los
adeptos, es decir a los espíritus encarnados, nos está prohibido por nuestras
sabias e inquebrantables leyes apoderarnos de la voluntad de otro más débil —la
voluntad de un hombre que ha nacido libre. Este último procedimiento es uno de aquellos
a los que recurren los "Hermanos de la Sombra", los Hechiceros, los
Espectros Elementarios y, excepcionalmente, los Espíritus Planetarios más
elevados, aquellos que no pueden ya equivocarse. Pero éstos no
aparecen en la Tierra más que a cada nuevo ciclo de humanidad, en la conjunción
y cierre de los dos extremos del gran ciclo. Y no permanecen con el hombre más
que el tiempo necesario para que las verdades eternas que enseñan queden tan
fuertemente impresas en las dúctiles mentes de las nuevas razas para garantizar
que no se pierdan o no sean olvidadas totalmente en épocas venideras para las
futuras generaciones. La misión del Espíritu Planetario es sólo hacer
sonar la NOTA CLAVE DE LA VERDAD. Una vez que el Espíritu Planetario ha
encauzado la vibración de esta última para que siga su curso, ininterrumpidamente,
a lo largo de las cadenas de esa raza y hasta el fin del ciclo —el morador de
la esfera habitada más elevada desaparece de la superficie de nuestro planeta— hasta
la siguiente "resurrección de la carne". Las
vibraciones de la Verdad Primitiva son lo que vuestros filósofos denominan
"ideas innatas".
Imperator, pues, le
había dicho repetidamente que "sólo tenía que buscar en el Ocultismo y descubriría
un aspecto de la verdad todavía desconocido para él". Pero ésto no evitó
en absoluto que S.M. volviera la espalda al Ocultismo cada vez que una teoría
de éste chocaba con alguna de sus propias ideas espiritistas preconcebidas.
Para él, la mediumnidad representaba el Certificado de libertad de su Alma,
como el resucitar Espiritualmente desde la muerte. Se le había permitido disfrutar
de ella, sólo en la medida en que fuera necesario para reafirmar su fe con la
promesa de que lo anormal daría paso a lo normal; se le había ordenado que se
preparara para el momento en que su Yo interno llegara a ser consciente de su existencia
espiritual independiente, en que actuaría y hablaría cara a cara con su
Instructor y su vida transcurriría normalmente en las Esferas Espirituales y
sin ningún tipo de mediumnidad externa o interna. Y sin embargo, cuando tuvo
conciencia de lo que él denomina "acción externa del Espíritu" fue
incapaz de distinguir la alucinación de la verdad, lo falso de lo real,
confundiendo a veces a los Elementales con los Elementarios, a los espíritus
encarnados con los desencamados, aunque a menudo su "Voz de Dios" le
había hablado y le había puesto en guardia contra "esos espíritus que
flotan alrededor de la esfera terrestre". A pesar de todo, él está plenamente
convencido de haber actuado, invariablemente, bajo las órdenes directas de
Imperator, y que esos espíritus que se iban acercando hasta él lo hacían con la
autorización de su "guía".
Siendo así, ¿estuvo H.P.B. allí
con el consentimiento de Imperator? ¿Y cómo se entienden entonces las
contradicciones siguientes? Desde 1876, actuando bajo órdenes directas,
ella ha tratado de que despertara a la realidad de lo que estaba ocurriendo a
su alrededor y en él mismo. El debe saber si ella actuó de acuerdo o no con la voluntad
de Imperator, ya que en este último caso ella podría haberse vanagloriado de
ser más fuerte, más poderosa que el "guía" de él que todavía no ha
protestado nunca por la intromisión. Ahora bien, ¿qué es lo que pasó? Cuando le
escribió a ella, desde la Isla deWight, en 1876, sobre una visión que él tuvo y
que duró más de 48 horas seguidas, y durante la cual él andaba y hablaba como
de costumbre, pero sin conservar el más mínimo recuerdo de nada externo, le
pidió que le dijera si se trataba de una visión o de una alucinación. ¿Por qué
no se lo preguntó a +I-r? "Usted puede decírmelo porque usted estaba
allí", dice él... — "Cambiada, pero era usted misma—, si es que tiene
usted un Yo... Supongo que sí lo tiene, pero eso no me incumbe". ... En
otra ocasión la vio en su propia biblioteca mirándole, acercándose a él y
haciéndole algunos signos masónicos de la Logia, que él conoce. El admite que
"la he visto tan claramente como vi a Massey —que estaba allí".
La vio en diferentes ocasiones, y algunas veces, aún sabiendo que se trataba de
H.P.B., no podía reconocerla. "Por sus cartas y por su apariencia usted me
parece tan diferente a veces, las actitudes mentales tan variadas, que es
totalmente razonable para mí, como se me ha afirmado de buena tinta, el que piense
que es usted un compendio de Entidades.... Tengo una fe absoluta en
usted". En cada una de sus cartas él clamaba por un "Hermano
viviente", y hacía grandes objeciones ante la inequívoca afirmación de
ella de que ya había uno que se cuidaba de él. Cuando se le ayudaba a liberarse
de su cuerpo demasiado material, al que había abandonado durante horas y a
veces durante días, su máquina vacía funcionaba dirigida desde lejos durante
ese período y mediante una influencia viviente externa; pero, tan pronto como
se reintegraba a su cuerpo era como si empezara de nuevo a actuar bajo la
imborrable impresión de haber sido, durante todo ese tiempo, el vehículo de
otra inteligencia, de un Espíritu desencarnado, no encarnado, sin que ni una
sola vez la verdad cruzara por su mente. El le escribió a ella: "Imperator frustra el concepto de usted
sobre la mediumnidad. El dice que no existe un verdadero antagonismo entre el
médium y el adepto". Si hubiera empleado la palabra
"Vidente", en lugar de "médium", la idea hubiera sido
expresada más correctamente, porque raramente un hombre se convierte en adepto
sin haber nacido como Vidente natural.
Sigamos. En
septiembre de 1875, él no
conocía nada de los Hermanos de la Sombra —nuestros más grandes y despiadados Enemigos
y, —por qué no confesarlo— los más potenciales. (Nos preguntamos si
no debería decir los más poderosos.).
Ese año, en
realidad, él le preguntó a la vieja dama si Bulwer había estado comiendo
chuletas de cerdo medio crudas y luego había soñado lo que había descrito como
"ese espantoso Morador del Umbral".
"Prepárese
usted", le contestó ella, —"dentro de unos doce meses tendrá que
enfrentarse con ellos y luchar". En octubre de 1876 ellos ya habían
empezado a actuar sobre él. "Durante estas tres últimas semanas"
—escribió— "estoy librando una batalla cuerpo a cuerpo con todas las legiones
Diabólicas. Mis noches se han vuelto espantosas con sus tormentos, sus
tentaciones y sus obscenas sugerencias. ¡Las veo a todas girando a mi
alrededor, clavando en mí sus miradas intensas, graznando, aullando, riendo
irónicamente! Me asaltan toda clase de insinuaciones inmundas, de confusas
dudas, de desesperado y escalofriante terror... Ahora puedo comprender al
Morador de Zanoni.. . Sin embargo, no he vacilado... y sus tentaciones son más
débiles, su presencia menos próxima, el horror es menor...."
Una
noche, ella se había postrado ante su Superior, uno de los pocos que ellos
temen, pidiéndole que extendiera su mano a través del océano para que S.M. no
muriera y evitar que la Sociedad Teosófica perdiera su mejor miembro. La
respuesta fue: "Debe ser puesto a prueba". El se imagina que + Imperator
envió a los tentadores porque le tomaba a él, S.M., por uno de esos Tomases que
necesitan ver; él no quiere creer que + no pudiera evitar su llegada. Lo que
hizo fue velar por él, pues no podía obligarles a alejarse a menos que la
víctima, el mismo neófito, demostrara que era el más fuerte.
Pero, ¿es que esos demonios
humanos, aliados con los Elementarios, le prepararon para una nueva vida, tal
como él pensaba que lo harían? Las personificaciones
de esas influencias adversas que acosan al Yo interno cuando lucha para liberarse
y progresar, no se hubieran presentado de nuevo si él hubiera conseguido
dominarlas con éxito, afirmando su propia VOLUNTAD independiente,
desprendiéndose de su mediumnidad, de su voluntad pasiva. Sin embargo,
volvieron.
Usted
dice que + "Imperator no es, ciertamente, su alma astral (la de S.M.) y
que seguramente tampoco pertenece a un mundo inferior al nuestro —es decir, no
es un Espíritu encadenado a la Tierra". Nadie dijo nunca que él fuera algo
por el estilo. H.P.B. nunca le dijo a usted que él fuese el alma astral de
S.M., sino que aquello que él confundía a menudo con + / era su propio Yo
superior, su atinan divino —no el linga Saríra o el Alma astral, —ni tampoco el
Kamarupa, el doble independiente + no puede contradecirse a sí mismo; + "o
puede ignorar la verdad, tan a menudo mal interpretada por S.M.; + no puede
predicar las Ciencias ocultas y después defender la mediumnidad, ni tan
siquiera en esa forma más superior descrita por su discípulo.
La
mediumnidad es anormal. Cuando en el curso de un desarrollo progresivo lo anormal
ha cedido el paso a lo natural, los controles son repelidos, y la obediencia
pasiva deja de ser necesaria; entonces el médium aprende a utilizar su
voluntad, a ejercer su propio poder, y se convierte en adepto. El proceso es un
proceso de desarrollo, y el neófito tiene que ir hasta el final. Mientras sigue
sujeto al estado de trance ocasional, no puede ser un adepto. S.M. pasa las dos
terceras partes de su vida en estado de trance.
A su pregunta de, ¿es Imperator
"un Espíritu Planetario" y "puede un Espíritu Planetario haber
estado encarnado como ser humano?" Primero
le diré que no puede haber ningún Espíritu Planetario que no haya sido en otro
tiempo material, o lo que usted llama humano.
Cuando nuestro gran Buddha —el jefe de todos los
Adeptos el reformador y codificador del sistema oculto, alcanzó por primera vez
el Nirvana en la Tierra, se convirtió en un Espíritu Planetario, es decir, —su
espíritu podía, a la vez y al mismo tiempo, deambular con plena conciencia por
los espacios interestelares y continuar, a voluntad, su existencia en la Tierra
en su cuerpo original e individual. Porque el Yo divino se había desembarazado
tan completamente de la materia que podía crear, a voluntad, un sustituto
interno para sí y dejarlo en la forma humana durante días, semanas, y algunas
veces años, no afectando en modo alguno con este cambio ni el principio vital
ni la mente física de su cuerpo. Dicho sea de paso, esa es la forma más elevada
de adoptado a la que el hombre puede aspirar en nuestro planeta.
Sólo que es tan
rara como los Buddhas mismos. El último Khobilgan
que la alcanzó fue Tsong-ka-pa de Kokonor (siglo XIV) el reformador tanto del
Lamaísmo esotérico como del vulgar. Son
muchos los que "rompen el cascarón del huevo"; pero pocos los que,
una vez fuera, son capaces de utilizar plenamente su Nirira namastaka, cuando
están por completo fuera del cuerpo. La vida consciente del Espíritu es tan difícil para
algunas naturalezas como lo es la natación para algunos cuerpos. Y aunque la
estructura de la masa humana es más ligera que el agua, y aunque toda persona
nace con esa facultad, sólo unos cuantos desarrollan en ellos el arte de
moverse en el agua para mantenerse a flote, y morir ahogado es el más frecuente
de los accidentes.
Un Espíritu
Planetario de esa categoría (como la del Buddha) puede pasar a voluntad a otros
cuerpos —de mayor o menor densidad etérea, que habitan en otras regiones del
Universo. Existen muchos otros grados y órdenes, pero no existe ninguna orden
separada y eternamente constituida de Espíritus Planetarios. No soy más libre de decirle si Imperator es un "Planetario"
encarnado o desencarnado, si es un adepto en carne y hueso, o si no lo es, de
lo que el mismo Imperator lo sería para decirle a S.M. quien soy yo o quién puedo
ser, o incluso quién es H.P.B.
Si él prefiere
guardar silencio sobre este particular, S.M. no tiene ningún derecho a
preguntármelo a mí. Por lo demás, nuestro amigo S.M. debería saberlo. Pero hay
más, él cree firmemente que lo sabe. Porque hubo un tiempo en su relación con
ese personaje en que al no sentirse satisfecho con las afirmaciones de + m conforme con respetar
sus deseos de que él, Imperator y Co., se mantuvieran aparte y sin darse a
conocer, salvo por sus supuestos títulos, luchó con él durante meses, como un
Jacob, para conocer la identidad de ese espíritu. Una vez más, se trataba de la
típica farsa bíblica. "Te ruego que me digas tu nombre" —y aunque
contestó: "¿Cómo es que me preguntas mi nombre?" — ¿Qué es un
nombre?— él dejó que S.M. le etiquetara como si se tratara de una maleta. Y de
este modo, S.M. está tranquilo porque "ha visto a Dios cara a cara";
cuyo Dios, después de luchar con él, y viendo que no vencía, le dijo:
"Déjame marchar" y se vio obligado a aceptar las condiciones
ofrecidas por Jacob S. Moses. Para su propia información le aconsejo con mucha insistencia
que haga esta pregunta a su amigo: ¿Por qué ha de estar "esperando ansiosamente"
mi respuesta, puesto que lo sabe todo respecto a +? Ese Espíritu, ¿no le contó,
acaso, un relato cierto día, una historia singular, algo que él no puede
divulgar sobre sí mismo, prohibiéndole mencionarlo jamás? ¿Qué más quiere? El
hecho de que trate de averiguar a través de mí la verdadera naturaleza de + es,
en sí, una buena prueba de que no está tan seguro de su identidad como él cree,
o mejor, como querría hacer creer. ¿O bien, se trata de un pretexto, o qué?
Yo puedo
contestarle lo que le dije un día a G. Th. Fechner cuando quiso conocer el
punto de vista hindú sobre lo que había escrito: "Usted tiene razón;... 'además
del hombre y del animal, cada diamante, cada cristal, cada planta y cada
estrella poseen su propia alma individual. . .' y 'existe una jerarquía de
almas desde la forma más inferior de la materia hasta el Alma del Mundo'; pero usted se
equivoca cuando a lo que antecede le añade la afirmación de que 'los espíritus
de los que se fueron sostienen una comunicación psíquica directa con las Almas
que todavía están unidas a un cuerpo humano' —porque no es así". La
posición relativa de los distintos mundos habitados de nuestro Sistema Solar
excluiría por sí sola esa posibilidad. Porque confío que usted ha desechado la
peregrina idea —resultado natural de su primera educación cristiana— de que,
posiblemente, ¡pueden existir inteligencias humanas habitando en regiones
puramente espirituales'. Entonces, usted comprenderá tan rápidamente la falacia
del concepto de los cristianos —que hacen arder las almas inmateriales en un infierno
material físico— como el error de los espiritistas más ilustres, que se mecen
en el pensamiento de que nadie más sino los moradores de los dos mundos
inmediatamente conectados con el nuestro, pueden comunicarse eventualmente con
ellos. Por más eterices que puedan ser, y por más purificados de materia tosca
que puedan estar, los Espíritus puros todavía están sujetos a las leyes físicas
universales de la materia. Aunque lo quisieran, no podrían sortear el abismo
que separa sus mundos del nuestro. Se les puede visitar en Espíritu, pero su
Espíritu no puede descender hasta nosotros. Ellos atraen, pero no pueden ser
atraídos porque su polaridad Espiritual es una dificultad insuperable en el
camino.
(Por lo demás, usted
no debe aceptar Isis en sentido literal. El libro no es más que el esfuerzo de
una tentativa para desviar la atención de los espiritistas de sus ideas preconcebidas
y hacerles ver la verdadera situación de las cosas. A la autora se le insinuó
que señalara el verdadero sentido, que dijera no lo que son las cosas, sino lo
que no son. De la mano del corrector de pruebas se han deslizado en la obra
unos cuantos errores auténticos, como el de la página 1, Capítulo 1, volumen I,
donde la Esencia Divina se hace emanar de Adán, en lugar de a la inversa).
Una vez iniciado
objetivamente este tema, voy a tratar de explicarle con más claridad si cabe, dónde
radica la imposibilidad. De esta manera
quedará contestada su pregunta con relación a los Espíritus Planetarios y a los
"Espíritus" de las sesiones espiritistas.
El
ciclo de las existencias inteligentes comienza en los mundos o planetas más
elevados —el término "más elevado"
significa aquí los más perfectos espiritualmente. El hombre, al evolucionar desde
la materia cósmica —que es el akasa, el primordial medio dúctil, no el medio resultante o Éter de la Ciencia,
instintivamente sospechado, no comprobado, como todo el resto— lo hace
primero a partir de esta materia en su estado más sublimal, apareciendo en el umbral de la Eternidad como
una Entidad perfectamente Etérica —no como una Entidad Espiritual— es decir,
aparece como un Espíritu Planetario.
Este Espíritu
Planetario no es sino una transferencia de la Esencia Espiritual y Universal
del Mundo —el Anima Mundí de los griegos, o aquello a lo que la humanidad, en
su decadencia espiritual ha rebajado hasta un Dios mítico personal.
De aquí que en esa
etapa, el hombre-Espíritu es, en el mejor de los casos, un Poder
activo, un Principio inmutable y, como consecuencia, irreflexivo. (De nuevo aquí la
palabra "inmutable" se emplea sólo para indicar por lo pronto ese
estado, aplicándose aquí la inmutabilidad sólo al principio interno, que se
desvanecerá y desaparecerá tan pronto como la chispa de materia que hay en él
empiece el trabajo cíclico de Evolución y transformación).
En su
subsiguiente descenso y en proporción al aumento de materia, irá afirmando cada
vez más su actividad.
Ahora bien, el
conjunto de los mundos estelares (incluyendo nuestro propio planeta), habitados
por seres inteligentes puede compararse a un globo o más bien a un
epicicloide formado por anillos, como una cadena de mundos entrelazados unos
con otros representando en su totalidad un anillo imaginario o un círculo sin
fin. El progreso del hombre a lo largo de todo el conjunto con el punto de
origen y el punto final coincidiendo en el punto más elevado de su
circunferencia, —es lo que nosotros llamamos el Maha Yug o Gran Ciclo, el
Kuklos, cuya cabeza se pierde en una corona de Espíritu absoluto, y el punto
más inferior de la circunferencia se pierde en la materia absoluta— o sea, el
punto donde el principio activo deja de actuar.
Si, empleando un
término más familiar, llamamos Macrocosmos
al Gran Ciclo, y Microkosmos a sus partes componentes o mundos estelares
entrelazados entre ellos, entonces
resulta evidente lo que los ocultistas quieren significar al representar a cada
uno de estos últimos como copias perfectas del primero.
El Gran Ciclo es el
Prototipo de los ciclos menores y como a tales, cada mundo estelar tiene a su
vez su propio ciclo de Evolución, que empieza con una naturaleza más pura y
termina con una más tosca o más material. A medida que
desciende, cada mundo se presenta, naturalmente, más opaco cada vez,
convirtiéndose en los "antípodas" en materia absoluta.
Empujado por el
irresistible impulso cíclico, el Espíritu Planetario tiene que descender antes
de que pueda ascender otra vez.
En su camino, tiene que pasar a través de toda la
escala de Evolución, sin omitir un peldaño, deteniéndose en cada mundo estelar,
como lo haría en una estación; y además del ciclo inevitable de esa estrella
particular y de cada mundo estelar respectivo, debe llevar a cabo su propio
"ciclo de vida" también, es decir, debe volver a reencarnar tantas
veces como haga falta para completar su ronda de vida en él, cuando muere allí
antes de haber alcanzado la edad de la razón, según se explicó correctamente en
Isis.
Hasta aquí la idea
de la señora Kingsford de que el Ego humano se reencarna sucesivamente en
diferentes cuerpos humanos, es la verdadera. En
cuanto a renacer en formas animales después de una encarnación humana, esto es
el resultado de su confusa manera de expresar las ideas y las cosas. De nuevo topamos
con otra MUJER.
Porque
ella confunde "Alma y Espíritu" y se niega a diferenciar el ego
animal del Espiritual; entre el Jivatma (o Linga Sharira) y el Kama-rupa (o
Atma-Rupa), ¡dos cosas tan diferentes como son el cuerpo y la mente, o la mente
y el pensamiento'. Esto es lo que ocurre. Después de circundar, por así
decirlo, a lo largo del arco del ciclo, girando a lo largo y dentro de él (la rotación
diaria y la rotación anual de la Tierra es una ilustración tan buena como
cualquier otra), cuando el hombre-Espíritu alcanza nuestro planeta, que es uno
de los más inferiores, después de haber perdido en cada etapa algo de lo etéreo
y de haber obtenido un incremento de naturaleza material, tanto el espíritu
como la materia han quedado bastante equilibrados en él.
Pero entonces,
tiene que realizar el ciclo de la Tierra; y, al igual que en el proceso de involución
o evolución descendente, la materia está siempre
esforzándose para sofocar al espíritu, cuando llega
al punto más bajo de su peregrinaje, el que una vez fue Espíritu Planetario
puro se encontrará reducido a lo que la Ciencia ha dado en llamar el hombre primitivo
o Primordial —en medio de una naturaleza igualmente primitiva— hablando en términos puramente geológicos,
porque en su carrera cíclica, la naturaleza física se mantiene en armonía tanto
con el hombre fisiológico como con el hombre espiritual.
En este punto, la gran Ley
empieza su trabajo de selección. La materia, que se encuentra totalmente
divorciada del espíritu, se precipita hacia mundos todavía más inferiores —hacia el sexto
"GATI" o "camino de renacimiento" de los mundos vegetal y
mineral y de las formas primitivas de animales.
A partir de ahí, la materia se
desintegra totalmente en el taller de la naturaleza y, sin alma, seguirá su camino
de regreso hacia su Fuente Madre; mientras tanto, los Egos purificados de sus
escorias están en situación de reanudar, una vez más, su progreso ascendente.
Es aquí, pues, donde los Egos perezosos perecen a
millones. Es el momento solemne de la "supervivencia de los más
aptos", de la aniquilación de los que no están cualificados. Pero sólo es
la materia (o el hombre material) la que se ve obligada, por su propio peso, a
descender hasta el mismo corazón del "círculo de necesidad" para
asumir allí una forma animal; por lo que respecta al vencedor en esta carrera a
través de los mundos, el Ego Espiritual, éste ascenderá de estrella en estrella,
de un mundo a otro, en círculos progresivos para convertirse de nuevo en el
antiguo Espíritu puro planetario que fue; después, todavía más alto, alcanzará
finalmente su primer punto de partida y desde ese momento —se sumergirá en el
MISTERIO.
Ningún
adepto ha penetrado jamás más allá del velo de la materia Kósmica primitiva.
La
visión más elevada, la más perfecta, queda limitada al universo de la Forma y
de la Materia.
Pero mi explicación
no termina aquí. Usted quiere saber por qué se considera extremadamente difícil,
si no totalmente imposible, que los Espíritus puros desencarnados se comuniquen
con los hombres por medio de médiums o a través de la Fantasmosofia.
Yo digo que es:
(a) A causa de las
atmósferas antagónicas que rodean respectivamente a estos mundos;
(b) Por la completa
disparidad de las condiciones fisiológicas y espirituales; y —
(c) Porque esta
cadena de mundos, de la que acabo de hablarle, no es sólo un epicicloide, sino también
una órbita elíptica de existencias que tiene, como toda la elipse, no uno, sino
dos puntos —dos focos, que no pueden acercarse jamás el uno al otro; el Hombre
se encuentra en un foco y el Espíritu puro en el otro.
Usted podrá poner
objeciones a esto. No puedo ni evitarlo ni cambiar los hechos; pero todavía existe
otro impedimento mucho más poderoso.
Al igual que un rosario compuesto de cuentas blancas y negras en alternancia la una con la
otra, esa concatenación de mundos está compuesta
de mundos de CAUSAS y de mundos de EFECTOS, siendo estos últimos —el resultado
directo producido por los primeros.
Así pues, queda demostrado que cada esfera de Causas —y nuestra Tierra es una de ellas— no
sólo está entrelazada con y rodeada por su vecina más próxima —la esfera
superior de Causalidad— sino que, en realidad, está separada de ella por una
atmósfera impenetrable (en el sentido espiritual) de efectos colindantes y
hasta entrelazados, nunca mezclándose con la esfera siguiente, porque una es activa, la otra pasiva,
el mundo de las
causas, positivo, el mundo de los efectos, negativo.
Esta resistencia pasiva puede vencerse, pero bajo
condiciones de las cuales sus más versados espiritistas no tienen la menor
idea. Todo movimiento es, por así decirlo, polar.
Es muy difícil, en
este punto, transmitirle lo que quiero decir, pero llegaré hasta el fin. Soy consciente de mi incapacidad para
presentarle a usted estas —para nosotros— verdades axiomáticas, en ninguna
otra forma que no sea la de un simple postulado lógico —si es que llega a
tanto— pues no son susceptibles de una absoluta e inequívoca demostración
excepto para los más grandes videntes. Pero si no otra cosa, al menos le proporcionaré
materia para pensar.
Las esferas
intermedias, al no ser más que las sombras reflejas de los Mundos de las Causas
—son neutralizadas por estos últimos.
Ellas
son los principales lugares de parada, las estaciones donde se gestan los que
han de ser los nuevos Egos Auto-Conscientes —la progenie auto-engendrada de los
antiguos Egos desencarnados de nuestro Planeta.
Antes de que el
nuevo Fénix, renacido de las cenizas de sus padres, pueda remontarse hacia lo
alto, hacia un mundo mejor, más espiritual y perfecto —un mundo de materia
todavía— tiene que pasar por el proceso de un nuevo nacimiento, por así
decirlo; y tal como ocurre en nuestra Tierra, donde las dos terceras partes de niños nacen
muertos o mueren en la infancia, lo mismo pasa en nuestro "mundo de
efectos".
En la Tierra son
los defectos fisiológicos y mentales, los
pecados de los progenitores que recaen en su progenie; en esa tierra de
sombras, el nuevo Ego-feto todavía inconsciente se convierte en la víctima
propiciatoria de las transgresiones de su antiguo Yo, cuyo karma —mérito y
demérito— será el único que forjará su futuro destino.
En
ese mundo, mi buen amigo, no encontramos más que máquinas inconscientes,
automáticas, máquinas que albergaron un ser humano, almas en estado de transición,
cuyas facultades latentes y cuya individualidad se hallan como una mariposa en
su crisálida; ¡y sin embargo, los espiritistas quisieran dar sentido a sus palabras!
Atrapados a veces
en el vórtice de la corriente "mediummistica" anormal, los espiritistas se convierten en los ecos
inconscientes de los pensamientos e ideas cristalizadas alrededor de los que se
encuentran presentes. Toda mente positiva y
bien enfocada es capaz de neutralizar esos efectos secundarios en una sesión
espiritista. El mundo que está por debajo del nuestro es peor todavía. El primero,
por lo menos, es inofensivo; se peca más contra él al perturbarlo de lo que él
mismo peca; pero el segundo, permitiendo la retención de la plena conciencia,
como que es cien veces más material, es absolutamente peligroso.
Todas
las ideas de infiernos y purgatorios, de paraísos y resurrecciones, son ecos
caricaturizados y distorsionados de la Verdad primordial una, enseñada a la
humanidad en la infancia de sus razas por cada Primer Mensajero y cuyo recuerdo perduró en la memoria del hombre como
el Elu de los caldeos, el Osiris de los egipcios, Vishnú, los primeros Buddhas,
etc.
El mundo inferior
de los efectos es la esfera de esos Pensamientos distorsionados; de los conceptos
y de las imágenes más sensuales; de las deidades antropomórficas, expresiones externas
de sus creadores, las sensuales mentes de personas que nunca pasaron de su
etapa animal en la tierra.
Si se
tiene en cuenta que los pensamientos son cosas —que tienen tenacidad, coherencia
y vida— que son entidades reales— lo demás resultará claro. Desencarnado, el
creador es atraído de un modo natural hacia su creación y hacia sus criaturas, absorbido
por el Maelstrom desencadenado por sus propias manos....
Pero debo
detenerme, porque no habría suficientes volúmenes para explicar todo lo que he
dicho en esta carta. Y por lo que respecta a su extrañeza de que las opiniones
de los tres místicos "estén muy lejos de coincidir",
¿qué es lo que este
hecho demuestra?
¿No serían las
mismas las enseñanzas si fueran instruidos por Espíritus desencarnados, puros y
sabios —aunque se tratara de uno de esos que se trasladan desde nuestra tierra
a un plano más elevado?
Y la pregunta que
se plantea: "¿Es
que los Espíritus, lo mismo que los hombres, no pueden tener ideas
diferentes?"
Pues bien, sus
enseñanzas —las de los más elevados de ellos, ya que son los "guías"
de los tres grandes Videntes de Londres— nunca tendrán más autoridad que las de
los hombres mortales. "Sin embargo, ¿pueden pertenecer a esferas diferentes?"
Bien; si en las distintas
esferas se plantean doctrinas contradictorias, estas doctrinas no pueden contener
la Verdad, porque la Verdad es Una y no puede admitir puntos de vista
diametralmente opuestos; y los Espíritus
puros, que la ven tal como es con el velo de la materia completamente levantado
— no pueden equivocarse.
Ahora bien, si admitimos que distintos aspectos o
partes de la Verdad Total son visibles para distintas entidades o
inteligencias, encontrándose cada una de
ellas en diferentes condiciones como si, por ejemplo, se tratara de las
diferentes partes del mismo paisaje que se extiende ante varias personas, a
diferentes distancias y desde ángulos de visión distintos
- si admitimos la realidad de diversas o diferentes
entidades (por ejemplo, determinados Hermanos) que se esfuerzan por desarrollar
los Egos de diferentes individuos, sin someter por completo sus voluntades a
las suyas propias (puesto que está prohibido), pero aprovechando sus idiosincrasias
físicas, morales e intelectuales;
- si añadimos a esto las incontables influencias
cósmicas que distorsionan y desvían todos los esfuerzos para alcanzar unos
fines determinados;
- si tenemos presente, además, la hostilidad directa
de los Hermanos de la Sombra, siempre en guardia para confundir y fatigar el
cerebro del neófito, yo creo que no tendremos ninguna dificultad para comprender de
qué manera, incluso un claro adelanto espiritual, hasta cierto punto, puede
llevar a distintas personas a conclusiones y teorías manifiestamente distintas.
Habiéndole
confesado que yo no tenía derecho a inmiscuirme en los secretos y en los planes
de Imperator, debo decir que, sin embargo, hasta ahora, él ha demostrado ser el
más sabio de nosotros.
Si
nuestra política hubiera sido la misma, si por ejemplo, yo le hubiera
autorizado a usted a sacar conclusiones y luego le dejara creer (sin que yo
mismo dijera nada en contra) que yo era un "ángel desencarnado" —un
Espíritu de diáfana esencia electroidal de la fantasmagórica zona Super-Estelar—
los dos seríamos más felices. Usted no hubiera atormentado su cabeza en cuanto
a "si siempre serán necesarias entidades de esa clase" y yo mismo no
me hubiera encontrado en ladesagradable necesidad de tener que negar a un amigo
una "entrevista personal y una comunicación directa". Usted no podría
haber creído tácitamente cualquier cosa que llegara de mí; y yo me hubiera
sentido menos responsable de usted ante mis GUIAS.
Sin
embargo, el tiempo demostrará lo que puede o lo que no puede hacerse al
respecto.
El
libro ya ha salido, y hemos de esperar pacientemente los resultados de este
primer disparo serio contra el enemigo. Art Magíc e Isis, procediendo de
mujeres, y según se creía, espiritistas —no podía esperarse que merecieran una
atención seria. Sus efectos, al principio, serán bastante desastrosos porque el
fusil reculará y el disparo, al rebotar, golpeará al autor y a su humilde
héroe, los cuales no es probable que se amilanen.
Pero rozará también
a la vieja dama, resucitando el clamor del año pasado en la prensa angloindia. Los
tersitas y los filisteos literarios tratarán la obra con dureza, y las burlas y
pullas y los coups de bec arremeterán contra
ella —aunque le apunten sólo a usted, puesto que, como editor del Pioneer está
muy lejos de ser apreciado por sus colegas de la India. Los periódicos espiritistas
ya han empezado la campaña en Londres, y los editores yanquis de los Órganos de
los "Ángeles" seguirán el ejemplo, mientras los "Controles"
celestiales expelen su "scandalum magnatum" más selecto. No es probable que algunos hombres
de ciencia —al menos algunos de sus admiradores— (los parásitos que se
complacen con el sol y sueñan que ellos mismos son ese sol) le perdonen a usted
la frase —realmente no demasiado halagadora— que sitúa la comprensión de un
pobre hindú desconocido "Tan por encima de la ciencia y de la filosofía de
Europa, que sólo las mentes más preclaras que representan a éstas serían capaces
de descubrir la existencia de semejantes poderes en el hombre, etc."
Bueno, ¿Y qué más da? Todo estaba previsto, y era de esperar. Cuando se acallen
los primeros zumbidos y sonsonetes de la crítica adversa, los hombres que
piensan leerán y reflexionarán sobre el libro como jamás reflexionaron sobre
los esfuerzos más científicos de Wallace y Crookes para reconciliar la ciencia
moderna con los Espíritus y —la pequeña semilla crecerá y medrará.
Mientras tanto, no
olvido las promesas que le hice. Tan pronto como esté instalado en su dormitorio
trataré de... (Aquí,
tres líneas de la carta original han sido completamente borradas, aparentemente
por quien las escribió.)
Espero que se me
permita hacer mucho por usted.
Si durante
generaciones nosotros hemos "mantenido al mundo ignorante del Conocimiento
de nuestra Sabiduría", se debe a la absoluta falta de preparación de éste;
y si, a pesar de las pruebas que se dan, el mundo sigue negando todavía la
evidencia, entonces, al Final de este ciclo, nosotros nos reintegraremos a la
soledad y a nuestro reino de silencio una vez más. . . . Hemos ofrecido exhumar
los estratos primarios de la existencia, su naturaleza básica, y revelar los
maravillosos entresijos de su Ser interno — algo que la fisiología y ni
siquiera la psicología podrán alcanzar nunca en su máxima expresión— ni podrán
demostrarlo científicamente.
A los
hombres de ciencia les tiene sin cuidado el que las excavaciones sean tan
profundas, que las rocas sean tan duras y puntiagudas, que al zambullirse en
ese océano para ellos insondable, la mayoría de nosotros perezca en la
peligrosa aventura; porque somos nosotros los que
fuimos los buceadores y los pioneros, y los hombres de ciencia no hacen más que
recoger donde nosotros hemos sembrado. Nuestra misión es sumergirnos y sacar
a la superficie las perlas de la Verdad; la de ellos —limpiarlas y engarzarlas
como joyas científicas. Y si ellos se niegan a tocar la conchamal formada de la
ostra, insistiendo que [no] hay ni puede haber ninguna perla preciosa en su interior,
entonces, una vez más, nos lavaremos las manos de cualquier responsabilidad
ante el género humano.
Durante
incontables generaciones, el adepto edificó un templo de rocas imperecederas,
una Torre gigantesca de PENSAMIENTO INFINITO, donde moró el Titán y donde, si
fuera necesario, todavía viviría solo, sin salir más que al final de cada
ciclo, para invitar a los elegidos de la humanidad a cooperar con él, y para
ayudar, a su vez, a iluminar al hombre supersticioso. Y nosotros proseguiremos
con ese nuestro trabajo periódico; no permitiremos que se frustren nuestros
intentos filantrópicos hasta el día en que los cimientos de un nuevo continente
de pensamiento estén tan firmemente asentados que ninguna acumulación de
malicia ignorante y de oposición, guiadas por los Hermanos de la Sombra, puedan
prevalecer.
Pero hasta ese día
del triunfo final alguien tiene que sacrificarse —si bien sólo aceptamos víctimas
voluntarias. La ingrata tarea la dejó postrada y desolada entre los vestigios
del sufrimiento, de la incomprensión y del aislamiento; pero ella tendrá su
recompensa en el futuro, porque nosotros nunca fuimos desagradecidos.
Con relación al
Adepto —no uno de mi categoría, mi buen amigo, sino uno mucho más elevado—
podría usted haber terminado su libro con aquellas líneas de "El Soñador
Despierto" de Tennyson — usted no lo reconoció:
"¿Cómo podríais
reconocerle? Estabais todavía dentro
Del círculo más
limitado; y él casi había alcanzado
El último, el cual,
con una zona de llama blanca,
Pura y sin calor,
ardiendo en un espacio más grande
Y en un éter de un
azul oscuro
Envuelve y ciñe todas
las demás vidas...."
Pondré punto final.
Recuerde, pues, el 17 de julio (Aquí,
otra vez hay seis líneas suprimidas en el original) ......, para usted
se convertirá en la más sublime de las realidades. ¡Adiós!
Sinceramente suyo,
K.H.
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