LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 12
Carta del Mahatma M.
a A. P. Sinnett.
Su hipótesis está
mucho más cerca de la verdad que la del señor Hume.
Hay que tener en cuenta
dos factores:
(a) un período
determinado y
(b) un ritmo de
desarrollo exactamente adaptado a él.
Por
inimaginable que resulte el período de tiempo de un Mahayug, sin embargo, es un
período determinado, y en él ha de llevarse a cabo todo el orden de desarrollo o
bien, para expresarlo en el lenguaje del Ocultismo, ha de llevarse a cabo el
descenso del Espíritu a la materia y su vuelta a la re-emergencia.
Una sarta de cuentas, y cada cuenta un mundo, es un
símil ya familiar para usted. Usted ya ha reflexionado sobre el impulso de vida
que empieza con cada Manvántara para que evolucione el primero de esos
mundos; para perfeccionarlo; para poblarlo sucesivamente con todas las formas
aéreas de vida. Y después de haber completado los siete ciclos evolutivos de
desarrollo en este primer mundo —en cada reino, como usted sabe— avanzando
hacia abajo en el arco descendente, este impulso evoluciona análogamente en el
siguiente y el siguiente y el siguiente —hasta que la séptima ronda de la
evolución del mundo a lo largo de la cadena se ha completado y el Mahayug llega
a su fin. Después, el caos nuevamente —el Pralaya. A medida que este
impulso de vida (en la séptima y última ronda de planeta a planeta) sigue
avanzando, deja tras de sí planetas moribundos que —muy pronto— se convertirán
en "planetas muertos".
Cuando el último
hombre de la séptima ronda ha pasado al mundo subsiguiente, el mundo precedente,
con toda su vida mineral, vegetal y animal (excepto el hombre) empieza a morir gradualmente
y entonces, con la desaparición del último animal microscópico, la vida se extingue,
o como ha dicho H.P.B. —se extingue como una bujía (pralaya menor o parcial).
Cuando el
hombre-Espíritu llega a la última cuenta de la sarta y entra en el Nirvana
final, este último mundo también desaparece o pasa a la subjetividad. De esta
manera, entre las galaxias estelares tienen lugar nacimientos y muertes de
mundos, siempre en ordenada sucesión siguiendo el orden de la Ley natural. Y,
según ya se ha dicho, la última cuenta está ensartada en el hilo del
"Mahayuga".
Cuando el último
ciclo de gestación humana ha sido completado por parte de aquella fecunda tierra,
y cuando la humanidad ha alcanzado en conjunto la etapa del Buddhado, y ha
pasado de la existencia objetiva al misterio del Nirvana —entonces, "suena
la hora": lo visible se hace invisible, lo concreto reasume su estado
pre-cíclico de distribución atómica.
Pero los mundos
muertos que quedan atrás por el impulso arrollador no están muertos.
El movimiento es el
orden eterno de las cosas y la afinidad o atracción es su servidora en toda obra.
La vibración de la
vida reunirá nuevamente los átomos y ésta se avivará otra vez, cuando llegue el
momento, en el planeta inerte. Aunque
todas sus fuerzas han permanecido en statu quo y ahora están dormidas, sin
embargo, poco a poco, cuando vuelva a sonar la hora, se reagruparán para un
nuevo ciclo de maternidad gestadora de hombres y darán nacimiento a algo
todavía más elevado en cuanto a tipos morales y físicos, que durante el
manvántara precedente.
Y sus "átomos
cósmicos, ya en un estado diferenciado" (diferenciándose en la fuerza que
producen, en el sentido mecánico, los movimientos y los efectos) permanecen en statu
quo, al igual que los globos y todo lo demás que esté en proceso de formación.
Tal es la "hipótesis, totalmente de acuerdo con (su) (mi) nota".
Porque, al ser el desarrollo planetario tan progresivo como el de la raza o
evolución humana, el momento de la llegada del Pralaya sorprende a la serie de
mundos en sucesivas etapas de evolución; es decir, cada uno ha alcanzado alguno
de los períodos de progreso evolutivo —cada uno se detiene allí hasta que el impulso
hacia fuera del manvántara siguiente lo pone en movimiento desde ese mismo punto—
igual que un reloj parado al que se le vuelve a dar cuerda. Por esta razón he
utilizado la palabra "diferenciado".
A la
llegada del Pralaya no quedará con vida ningún elemento humano, animal o ni
siquiera vegetal para presenciarlo, pero estará la tierra o los globos con sus
reinos minerales; y todos estos planetas se desintegrarán físicamente en el
pralaya, pero no quedarán destruidos porque cada uno de ellos tiene su lugar en
la siguiente evolución, y sus "particularidades", saliendo de nuevo
del estado subjetivo, encontrarán el punto exacto desde el cual tienen que
avanzar alrededor de la cadena de "formas manifestadas". Esto, como
sabemos, se repite indefinidamente durante la ETERNIDAD. Cada uno de nosotros,
los hombres, ha seguido esta incesante ronda, y la repetirá por los siglos de
los siglos. La desviación de la trayectoria de cada uno y su proporción de
progreso, de Nirvana a Nirvana, está determinado por las causas que él mismo
crea de las necesidades en las que se encuentra inmerso.
Esta
imagen de una eternidad en acción puede asombrar a aquellas mentes que han
estado acostumbradas a esperar una existencia de reposo sin fin. Pero este
último concepto no está apoyado por ninguna analogía en la naturaleza y —aunque
pueda pensarse de mí que soy un ignorante respecto a la Ciencia Occidental, ¿me
permite que lo diga?— tampoco está apoyado por las enseñanzas de esa Ciencia.
Nosotros
sabemos que los períodos de actividad y de reposo se suceden unos a otros en
todas las cosas de la naturaleza, desde el macrocosmo con sus Sistemas Solares
hasta el hombre y su madre tierra, que tiene sus períodos de actividad seguidos
por los de reposo; y, en resumen, que toda la naturaleza, igual que sus formas
vivas engendradas, tiene sus períodos de recuperación.
Lo
mismo ocurre con la individualidad espiritual, la Mónada, que pone en
movimiento su rotación cíclica de descenso y ascenso. Los períodos intermedios
entre cada gran "ronda" manvantárica son proporcionalmente largos para
compensar los millares de existencias pasadas en diferentes globos; mientras
que el tiempo destinado entre cada "nacimiento de una raza" —o
anillos, como usted los llama— es suficientemente largo como para compensar
cualquier vida de lucha y sufrimiento durante ese lapso de tiempo transcurrido
en la felicidad consciente después del renacimiento del Ego.
Imaginar una
eternidad de felicidad o de infortunio y compensarla con cualquier acción concebible
de mérito o demérito de un ser que pueda haber vivido encarnado durante un
siglo, o incluso un milenio, sólo puede tenerlo en cuenta aquel que nunca ha
comprendido la tremenda realidad de la palabra Eternidad, ni se ha detenido a
pensar jamás en la ley de justicia y equilibrio perfectos que penetra la
naturaleza.
Es posible que se
le proporcionen a usted conocimientos ulteriores que le demostrarán de qué modo
tan preciso actúa la justicia, no sólo para el hombre, sino también para las
criaturas inferiores, y espero que arrojarán alguna luz sobre la debatida
cuestión del bien y del mal.
Y
ahora, para coronar este esfuerzo mío (el de escribir) puedo, a la vez, pagar
una vieja deuda y contestar una antigua pregunta suya relativa a las encarnaciones
en la tierra. Koothumi contesta algunas de sus preguntas —al menos empezó a
escribir ayer, cuando fue reclamado por el deber— pero, de todos modos, yo
puedo ayudarle. Confío que no encontrará mucha dificultad (no tanta como hasta
ahora) para descifrar mi carta. Me he convertido en un escritor muy fácil de
entender desde que él me reprochó que le hiciera perder a usted su valioso tiempo
con mis garabatos. Su reproche hizo mella en mí y, como usted ve, he corregido
mi torpeza.
Veamos lo que su
Ciencia tiene que decimos sobre la Etnografía y otras cuestiones. Las últimas
conclusiones a las que sus sabios occidentales parecen haber llegado,
resumidas, son las siguientes. …
(1) Las huellas más
antiguas del hombre que ellos pueden descubrir desaparecen más allá del final
de un período del cual los fósiles de las rocas proporcionan la única clave que
ellos poseen.
(2) Partiendo de
ésto, descubren cuatro razas humanas que han habitado sucesivamente Europa: (a)
la raza del río Driñ —poderosos cazadores (¿por ventura Nimrod?) que vivieron en
el clima entonces subtropical de Europa Occidental, y usaron utensilios de
piedra tallada de la clase más primitiva, y fueron contemporáneos del
rinoceronte y del mamut;
(b) los llamados
hombres de las cavernas, raza desarrollada durante el período glacial, (y de la
que los esquimales son ahora, según dicen, los únicos representantes) y que
poseían armas y útiles de piedra tallada más perfectos, con los que plasmaron,
con maravillosa exactitud, representaciones de diversos animales con los que
estaban familiarizados, con la simple ayuda de agudos pedernales, de astas de
reno y de huesos y piedras;
(c) se descubre que
la tercera raza —los hombres de la era neolítica— ya pulimentaban sus
utensilios de piedra, construían casas y embarcaciones y trabajaban el barro;
resumiendo, fueron los habitantes lacustres de Suiza; y por último,
(d) aparece la
cuarta raza, que llega desde Asia Central. Estos son los arios de tez clara que
se mezclaron con el resto de los íberos de piel oscura, representados actualmente
por los vascos de tez morena en España. Esta es la raza que ellos consideran la
progenitora de los pueblos modernos de Europa.
(3) Añade, además,
que los hombres del río Driñ precedieron al período glacial, conocido en geología
como el Pleistoceno, y que tuvo su origen hace unos 240.000 años, y que seres humanos
ocuparon Europa en general al menos 100.000 años antes. (Véase Geikie, Dawkins,
Fiske y otros).
Con una sola
excepción, todos están equivocados.
Se acercan bastante
a la verdad, pero se equivocan en cada caso.
No hubo cuatro,
sino cinco razas; y nosotros somos esa quinta raza con restos de la cuarta. (Hay una evolución
o raza más perfecta en cada ronda mahacíclica).
Además, la primera
raza no apareció en la tierra hace medio millón de años (según la teoría
de Fiske), sino
varios millones de años antes.
La más reciente de
las teorías científicas es la de los profesores alemanes y americanos que,
apoyándose en Fiske, dicen: "Vemos al hombre viviendo sobre la Tierra
posiblemente desde hace medio millón de años, prácticamente mudo". Tiene y no tiene razón. Tiene razón en
cuanto a que la raza era "muda", porque fueron necesarias largas
edades de silencio para la evolución y la mutua comprensión del lenguaje, desde
los gemidos y murmullos del principio, para que el hombre se remontara por
encima del antropoide más superior (una raza extinguida puesto que, en más de
un sentido, "la naturaleza cierra la puerta tras ella" a medida que
avanza) —hasta el primer hombre que articuló monosílabos. Pero se equivoca al
decir todo lo demás.
De
paso, ustedes deberían llegar a algún acuerdo en cuanto a los términos
utilizados cuando se discuten las evoluciones cíclicas. Nuestros términos son intraducibles;
y sin un buen conocimiento de todo nuestro sistema (el cual no puede darse más
que a los verdaderos iniciados), no le sugerirían nada definido a su
comprensión, sino que únicamente resultaría una fuente de confusión, como
ocurre con todos sus autores metafísicos —especialmente con los espiritistas—
en el caso de los vocablos "Alma" y "Espíritu".
Debe usted tener
paciencia con Subba Row. Déle tiempo. Ahora está en su tapas y no desea ser molestado. Le diré que no se olvide de
usted, aunque es muy receloso y considera un sacrilegio enseñar a un inglés.
Suyo, M. (Morya)
P.D.— Mi escritura
es clara, pero el papel es demasiado fino para escribir con pluma. Aunque no
puedo escribir en inglés con un pincel; resultaría peor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario