domingo, 26 de abril de 2015

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 12

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 12
Carta del Mahatma M. a A. P. Sinnett.


Su hipótesis está mucho más cerca de la verdad que la del señor Hume.
Hay que tener en cuenta dos factores:
(a) un período determinado y
(b) un ritmo de desarrollo exactamente adaptado a él.
Por inimaginable que resulte el período de tiempo de un Mahayug, sin embargo, es un período determinado, y en él ha de llevarse a cabo todo el orden de desarrollo o bien, para expresarlo en el lenguaje del Ocultismo, ha de llevarse a cabo el descenso del Espíritu a la materia y su vuelta a la re-emergencia.

Una sarta de cuentas, y cada cuenta un mundo, es un símil ya familiar para usted. Usted ya ha reflexionado sobre el impulso de vida que empieza con cada Manvántara para que evolucione el primero de esos mundos; para perfeccionarlo; para poblarlo sucesivamente con todas las formas aéreas de vida. Y después de haber completado los siete ciclos evolutivos de desarrollo en este primer mundo —en cada reino, como usted sabe— avanzando hacia abajo en el arco descendente, este impulso evoluciona análogamente en el siguiente y el siguiente y el siguiente —hasta que la séptima ronda de la evolución del mundo a lo largo de la cadena se ha completado y el Mahayug llega a su fin. Después, el caos nuevamente —el Pralaya. A medida que este impulso de vida (en la séptima y última ronda de planeta a planeta) sigue avanzando, deja tras de sí planetas moribundos que —muy pronto— se convertirán en "planetas muertos".

Cuando el último hombre de la séptima ronda ha pasado al mundo subsiguiente, el mundo precedente, con toda su vida mineral, vegetal y animal (excepto el hombre) empieza a morir gradualmente y entonces, con la desaparición del último animal microscópico, la vida se extingue, o como ha dicho H.P.B. —se extingue como una bujía (pralaya menor o parcial).

Cuando el hombre-Espíritu llega a la última cuenta de la sarta y entra en el Nirvana final, este último mundo también desaparece o pasa a la subjetividad. De esta manera, entre las galaxias estelares tienen lugar nacimientos y muertes de mundos, siempre en ordenada sucesión siguiendo el orden de la Ley natural. Y, según ya se ha dicho, la última cuenta está ensartada en el hilo del "Mahayuga".

Cuando el último ciclo de gestación humana ha sido completado por parte de aquella fecunda tierra, y cuando la humanidad ha alcanzado en conjunto la etapa del Buddhado, y ha pasado de la existencia objetiva al misterio del Nirvana —entonces, "suena la hora": lo visible se hace invisible, lo concreto reasume su estado pre-cíclico de distribución atómica.

Pero los mundos muertos que quedan atrás por el impulso arrollador no están muertos.
El movimiento es el orden eterno de las cosas y la afinidad o atracción es su servidora en toda obra.
La vibración de la vida reunirá nuevamente los átomos y ésta se avivará otra vez, cuando llegue el momento, en el planeta inerte. Aunque todas sus fuerzas han permanecido en statu quo y ahora están dormidas, sin embargo, poco a poco, cuando vuelva a sonar la hora, se reagruparán para un nuevo ciclo de maternidad gestadora de hombres y darán nacimiento a algo todavía más elevado en cuanto a tipos morales y físicos, que durante el manvántara precedente.

Y sus "átomos cósmicos, ya en un estado diferenciado" (diferenciándose en la fuerza que producen, en el sentido mecánico, los movimientos y los efectos) permanecen en statu quo, al igual que los globos y todo lo demás que esté en proceso de formación. Tal es la "hipótesis, totalmente de acuerdo con (su) (mi) nota". Porque, al ser el desarrollo planetario tan progresivo como el de la raza o evolución humana, el momento de la llegada del Pralaya sorprende a la serie de mundos en sucesivas etapas de evolución; es decir, cada uno ha alcanzado alguno de los períodos de progreso evolutivo —cada uno se detiene allí hasta que el impulso hacia fuera del manvántara siguiente lo pone en movimiento desde ese mismo punto— igual que un reloj parado al que se le vuelve a dar cuerda. Por esta razón he utilizado la palabra "diferenciado".

A la llegada del Pralaya no quedará con vida ningún elemento humano, animal o ni siquiera vegetal para presenciarlo, pero estará la tierra o los globos con sus reinos minerales; y todos estos planetas se desintegrarán físicamente en el pralaya, pero no quedarán destruidos porque cada uno de ellos tiene su lugar en la siguiente evolución, y sus "particularidades", saliendo de nuevo del estado subjetivo, encontrarán el punto exacto desde el cual tienen que avanzar alrededor de la cadena de "formas manifestadas". Esto, como sabemos, se repite indefinidamente durante la ETERNIDAD. Cada uno de nosotros, los hombres, ha seguido esta incesante ronda, y la repetirá por los siglos de los siglos. La desviación de la trayectoria de cada uno y su proporción de progreso, de Nirvana a Nirvana, está determinado por las causas que él mismo crea de las necesidades en las que se encuentra inmerso.

Esta imagen de una eternidad en acción puede asombrar a aquellas mentes que han estado acostumbradas a esperar una existencia de reposo sin fin. Pero este último concepto no está apoyado por ninguna analogía en la naturaleza y —aunque pueda pensarse de mí que soy un ignorante respecto a la Ciencia Occidental, ¿me permite que lo diga?— tampoco está apoyado por las enseñanzas de esa Ciencia.
Nosotros sabemos que los períodos de actividad y de reposo se suceden unos a otros en todas las cosas de la naturaleza, desde el macrocosmo con sus Sistemas Solares hasta el hombre y su madre tierra, que tiene sus períodos de actividad seguidos por los de reposo; y, en resumen, que toda la naturaleza, igual que sus formas vivas engendradas, tiene sus períodos de recuperación.
Lo mismo ocurre con la individualidad espiritual, la Mónada, que pone en movimiento su rotación cíclica de descenso y ascenso. Los períodos intermedios entre cada gran "ronda" manvantárica son proporcionalmente largos para compensar los millares de existencias pasadas en diferentes globos; mientras que el tiempo destinado entre cada "nacimiento de una raza" —o anillos, como usted los llama— es suficientemente largo como para compensar cualquier vida de lucha y sufrimiento durante ese lapso de tiempo transcurrido en la felicidad consciente después del renacimiento del Ego.

Imaginar una eternidad de felicidad o de infortunio y compensarla con cualquier acción concebible de mérito o demérito de un ser que pueda haber vivido encarnado durante un siglo, o incluso un milenio, sólo puede tenerlo en cuenta aquel que nunca ha comprendido la tremenda realidad de la palabra Eternidad, ni se ha detenido a pensar jamás en la ley de justicia y equilibrio perfectos que penetra la naturaleza.

Es posible que se le proporcionen a usted conocimientos ulteriores que le demostrarán de qué modo tan preciso actúa la justicia, no sólo para el hombre, sino también para las criaturas inferiores, y espero que arrojarán alguna luz sobre la debatida cuestión del bien y del mal.

Y ahora, para coronar este esfuerzo mío (el de escribir) puedo, a la vez, pagar una vieja deuda y contestar una antigua pregunta suya relativa a las encarnaciones en la tierra. Koothumi contesta algunas de sus preguntas —al menos empezó a escribir ayer, cuando fue reclamado por el deber— pero, de todos modos, yo puedo ayudarle. Confío que no encontrará mucha dificultad (no tanta como hasta ahora) para descifrar mi carta. Me he convertido en un escritor muy fácil de entender desde que él me reprochó que le hiciera perder a usted su valioso tiempo con mis garabatos. Su reproche hizo mella en mí y, como usted ve, he corregido mi torpeza.

Veamos lo que su Ciencia tiene que decimos sobre la Etnografía y otras cuestiones. Las últimas conclusiones a las que sus sabios occidentales parecen haber llegado, resumidas, son las siguientes. …
(1) Las huellas más antiguas del hombre que ellos pueden descubrir desaparecen más allá del final de un período del cual los fósiles de las rocas proporcionan la única clave que ellos poseen.

(2) Partiendo de ésto, descubren cuatro razas humanas que han habitado sucesivamente Europa: (a) la raza del río Driñ —poderosos cazadores (¿por ventura Nimrod?) que vivieron en el clima entonces subtropical de Europa Occidental, y usaron utensilios de piedra tallada de la clase más primitiva, y fueron contemporáneos del rinoceronte y del mamut;
(b) los llamados hombres de las cavernas, raza desarrollada durante el período glacial, (y de la que los esquimales son ahora, según dicen, los únicos representantes) y que poseían armas y útiles de piedra tallada más perfectos, con los que plasmaron, con maravillosa exactitud, representaciones de diversos animales con los que estaban familiarizados, con la simple ayuda de agudos pedernales, de astas de reno y de huesos y piedras;
(c) se descubre que la tercera raza —los hombres de la era neolítica— ya pulimentaban sus utensilios de piedra, construían casas y embarcaciones y trabajaban el barro; resumiendo, fueron los habitantes lacustres de Suiza; y por último,
(d) aparece la cuarta raza, que llega desde Asia Central. Estos son los arios de tez clara que se mezclaron con el resto de los íberos de piel oscura, representados actualmente por los vascos de tez morena en España. Esta es la raza que ellos consideran la progenitora de los pueblos modernos de Europa.

(3) Añade, además, que los hombres del río Driñ precedieron al período glacial, conocido en geología como el Pleistoceno, y que tuvo su origen hace unos 240.000 años, y que seres humanos ocuparon Europa en general al menos 100.000 años antes. (Véase Geikie, Dawkins, Fiske y otros).
Con una sola excepción, todos están equivocados.
Se acercan bastante a la verdad, pero se equivocan en cada caso.
No hubo cuatro, sino cinco razas; y nosotros somos esa quinta raza con restos de la cuarta. (Hay una evolución o raza más perfecta en cada ronda mahacíclica).
Además, la primera raza no apareció en la tierra hace medio millón de años (según la teoría de Fiske), sino varios millones de años antes.
La más reciente de las teorías científicas es la de los profesores alemanes y americanos que, apoyándose en Fiske, dicen: "Vemos al hombre viviendo sobre la Tierra posiblemente desde hace medio millón de años, prácticamente mudo". Tiene y no tiene razón. Tiene razón en cuanto a que la raza era "muda", porque fueron necesarias largas edades de silencio para la evolución y la mutua comprensión del lenguaje, desde los gemidos y murmullos del principio, para que el hombre se remontara por encima del antropoide más superior (una raza extinguida puesto que, en más de un sentido, "la naturaleza cierra la puerta tras ella" a medida que avanza) —hasta el primer hombre que articuló monosílabos. Pero se equivoca al decir todo lo demás.

De paso, ustedes deberían llegar a algún acuerdo en cuanto a los términos utilizados cuando se discuten las evoluciones cíclicas. Nuestros términos son intraducibles; y sin un buen conocimiento de todo nuestro sistema (el cual no puede darse más que a los verdaderos iniciados), no le sugerirían nada definido a su comprensión, sino que únicamente resultaría una fuente de confusión, como ocurre con todos sus autores metafísicos —especialmente con los espiritistas— en el caso de los vocablos "Alma" y "Espíritu".

Debe usted tener paciencia con Subba Row. Déle tiempo. Ahora está en su tapas y no desea  ser molestado. Le diré que no se olvide de usted, aunque es muy receloso y considera un sacrilegio enseñar a un inglés.

Suyo, M. (Morya)

P.D.— Mi escritura es clara, pero el papel es demasiado fino para escribir con pluma. Aunque no puedo escribir en inglés con un pincel; resultaría peor.



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