LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 4
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
Amrita Saras, ("Amritsar"). 29 de octubre.
…
Con toda seguridad
yo no puedo ponerle ninguna objeción al estilo que usted amablemente ha
adoptado para dirigirse a mí por mi nombre, puesto que, como usted dice, es un
signo externo de una consideración personal, aún mayor de la que ya he merecido
por su parte. Los convencionalismos de
ese mundo fastidioso fuera de nuestros apartados "Ashrams", en ningún
momento nos molestan demasiado; y ahora menos que nunca, cuando son hombres y
no maestros de ceremonias lo que buscamos, devoción y no simples observancias.
Cada vez más y más va ganando terreno un árido convencionalismo y yo me siento
verdaderamente satisfecho al encontrar a un aliado tan inesperado en un medio
social donde, hasta ahora, no ha habido demasiados entre las clases cultas de
la sociedad inglesa. Tenemos ante nosotros una crisis, en cierto sentido, y
hemos de hacerle frente.
Podría decirse, dos
crisis: una en la Sociedad,
la otra en el
Tibet. Porque, en confianza, puedo decirle que Rusia está acumulando
gradualmente sus fuerzas para una futura invasión en ese país, con el pretexto
de una guerra con China. Si no tiene éxito, será debido a nosotros; y en esto,
por lo menos, habremos merecido su gratitud.
Ya ve, pues, que
tenemos asuntos más importantes a tratar que las pequeñas sociedades; sin embargo,
la Sociedad Teosofica no debe ser descuidada. Este asunto ha cobrado un impulso
que, de no estar bien dirigido, podría desembocar en resultados muy funestos. Recuerde las
avalanchas de sus admirados Alpes, en los que usted ha pensado a menudo, y no
olvide que, al principio, su contingente es pequeño y su impulso también. Una
vulgar comparación, podría usted decir, pero no se me ocurre un ejemplo mejor
al observar el aumento gradual de acontecimientos triviales que van creciendo
hasta constituir un destino amenazador para la Sociedad Teosófica.
Se me presentó esto
con fuerza avasalladora el otro día, cuando, al bajar por los desfiladeros del
Kouenlun, el Karakorum, tal como ustedes lo llaman, vi desplomarse una
avalancha.
Había ido
personalmente a ver a nuestro jefe para presentarle el importante ofrecimiento
del señor Hume, y me encontraba al otro lado de Lhadak, en mi camino de regreso
a casa.
No puedo decir
cuales hubieran sido las siguientes especulaciones.
Pero, precisamente
cuando me estaba aprovechando del impresionante silencio que sigue corrientemente
a ese cataclismo, para obtener una visión más clara de la situación actual y de
la disposición de los "místicos" de Simla, fui devuelto bruscamente a
la realidad.
Una
voz familiar, tan aguda como la que se atribuye al pavo real de Saraswati (la cual, si damos
crédito a la leyenda, ahuyentó al Rey de las Nagas),
gritaba a lo largo de las corrientes:
"¡Olcott
ha hecho resucitar otra vez al mismo diablo!. . .
¡Los
ingleses se están volviendo locos!. . .
¡Koot
Hoomi, venga cuanto antes y ayúdeme!" y, en su excitación, ella se olvidó
de que estaba hablando en inglés. ¡Debo decir que los telegramas de la
"Vieja Dama" chocan contra uno como piedras lanzadas por una
catapulta!
¿Qué podía hacer
yo, sino ir? Argumentar
a través del espacio con alguien que se encontraba en tan grande desesperación
y en un estado de caos moral, resultaba inútil. De manera que decidí salir de
mi refugio de muchos años y pasar algún tiempo con ella para consolarla lo
mejor que pudiera. Pero
nuestra amiga no es alguien de quien se pueda esperar que haga reflejar a su
mente la resignación filosófica de Marco Aurelio.
Los hados nunca
escribieron que ella pudiera decir: "Es una cosa
magnífica, cuando se hace el bien, escuchar el mal que se dice de una"
.... Yo había ido a
pasar unos cuantos días, pero ahora me encuentro con que no puedo soportar por
más tiempo el magnetismo sofocante, ni siquiera de mis propios compatriotas.
He visto a algunos
de nuestros orgullosos y viejos Sikhs ebrios y dando traspiés sobre el
pavimento de mármol de su Templo sagrado. He oído a un Vakil, hablando en
inglés, despotricar contra el Yog Vidya y la Teosofía, como si se tratara de
una ilusión y una mentira, declarando que la ciencia inglesa los había liberado
de esas "supersticiones degradantes" y diciendo que era un insulto
para la India el sostener que los sucios Yoguis o Sannyasis supieran algo de
los misterios de la naturaleza; ¡o que algún hombre viviente pueda ahora o haya
podido jamás producir fenómenos!
Mañana me vuelvo a
mi retiro.
Es posible que la
entrega de esta carta se retrase unos días, debido a causas que a usted no le
interesaría que le contara. Sin embargo, mientras tanto, le he enviado un
telegrama dándole las gracias por su amable condescendencia ante mis deseos, en
las cuestiones a las que usted alude en su carta del 24 del corriente.
Veo complacido que
usted no se ha descuidado de presentarme ante el mundo como un posible
"aliado".
Esto hace que ya
seamos diez, según creo. Pero debo decir que su promesa fue cumplida bien y lealmente.
Su carta llegó a Amritzar el 27 del corriente a las dos de la tarde; yo la recibí
unas treinta millas más allá de Rawaipindi, cinco minutos más tarde, y le
telegrafié a usted acusándole recibo desde Jhelum a las 4 de la misma tarde.
Como verá, nuestros sistemas de entrega urgente y de comunicación rápida no son
de despreciar por parte del mundo occidental, ni siquiera por parte de los
escépticos Vakils arios de habla inglesa.
No podía pedir una
disposición de mente más juiciosa en un aliado que la que usted comienza a descubrir
en sí mismo. Hermano mío, su actitud hacia nosotros ya ha cambiado en grado
sumo. ¿Qué
es lo que puede impedir una comprensión mutua perfecta algún día?
La proposición del
señor Hume ha sido debida y cuidadosamente considerada. Sin duda, él le comunicará
los resultados que yo le expresé en mi carta. Que él juzgue nuestra
"manera de actuar" como una prueba razonable como lo hace usted, ya
es otra cuestión. Nuestro Maha (el "Jefe") me autorizó a sostener
correspondencia con ustedes dos, e incluso, si se constituye la Rama Anglo-India,
a ponerme algún día en contacto personal con ella. Ello depende enteramente de
usted. No puedo decirle más. Tiene toda la razón por lo que se refiere a la
posición de nuestros amigos en el mundo anglo-indio, al haber sido
materialmente mejorada por la visita a Simla; y también es cierto, aunque usted
modestamente se abstenga de decirlo, que estamos especialmente en deuda con
usted por esto. Pero, completamente aparte de los desdichados incidentes de las
publicaciones de Bombay, no es posible que exista allí, en el mejor de los
casos, más que una benévola neutralidad de vuestro pueblo hacia el nuestro. El
punto de contacto entre las dos civilizaciones que ellos representan
respectivamente es tan endeble que casi podría decirse que no existe ningún
contacto. Ni
llegarían a tenerlo, a no ser por unos pocos
—¿les llamaré
excéntricos?—
que, como usted, tienen
sueños mejores y más audaces que los demás; y al estimular el pensamiento ponen
en contacto las dos civilizaciones por su propia y admirable audacia.
¿No se le ha
ocurrido a usted que las dos publicaciones de Bombay, si no influidas, es
posible que no hayan sido evitadas por parte de aquellos que podían haberlo
hecho, porque vieron la necesidad de levantar toda esa agitación para conseguir
el doble resultado de provocar una distracción necesaria después del estallido
de la bomba del broche y, tal vez, tratando de poner a prueba la fortaleza de
su interés personal por el Ocultismo y la Teosofía?
No digo que ésto
fuera así; no hago más que preguntar si esa contingencia había pasado por su mente.
Ya he dado pie para que se le sugiriera que, si los detalles que se daban en la
carta sustraída se hubieran dado a conocer de antemano en el Pioneer —un lugar
mucho más apropiado y donde hubieran sido tratados con mejor provecho— ese
documento no hubiera merecido la pena de que nadie se esforzara y lo robara
para el Times of India, y por lo tanto, no se hubieran mencionado nombres.
El Coronel Olcott,
indudablemente, "está desacompasado con los sentimientos de los
ingleses" de ambas clases; pero, sin embargo, está más en consonancia con
nosotros que con cualquiera de ellas. Podemos confiar en él en toda
circunstancia, y su entregado servicio está dedicado a nosotros tanto en la
adversidad como en el éxito.
Mi
querido Hermano, mi voz es el eco de la justicia imparcial.
¿Dónde
podemos encontrar una devoción igual?
Es
una persona que nunca pregunta, sino que obedece;
que
puede que cometa innumerables errores llevado de un excesivo celo,
pero
que siempre está dispuesto a reparar su falta incluso a costa de la mayor de
las humillaciones;
que
aprecia el sacrificio de la comodidad e incluso de la vida como algo que debe
arriesgarse con alegría cuando sea necesario;
que
comerá cualquier cosa,
o
incluso pasará sin comer;
que
dormirá en cualquier cama;
que
trabajará en cualquier lugar; que confraternizará con cualquier paria;
que
soportará cualquier privación por la causa....
Reconozco que su
relación con la Rama Anglo-India sería "un error" y, por
consiguiente, él no tendrá que ver con ella más de lo que tiene que ver con la
Británica (Rama Londres). Su relación será puramente nominal y puede que menos
que eso si redactan ustedes sus Estatutos con más atención que los de ellos; y
dando a su organización un sistema de gobierno tal que funcione por sí mismo y
que rara vez, o nunca, requiera ninguna intervención externa. Pero crear una
R.A.I. (Rama Anglo-India.)
independiente,
con los mismos objetivos, ni que sean totalmente o en parte los de la Sociedad
Madre y con los mismos directores de escena detrás, no sería sólo asestar un
golpe mortal a la Sociedad Teosófica, sino imponernos doble trabajo y
preocupación, sin que ninguno de nosotros sea capaz de percibir la más mínima
compensación provechosa. La
Sociedad Madre nunca ha intervenido, ni en lo más mínimo, en la Sociedad Teosofica
Británica ni, desde luego, en ninguna otra Rama, tanto religiosa como
filosófica. Al haber creado o haber inducido a crear una nueva Rama, la Sociedad
Madre le hace entrega de su Carta Constitutiva (lo cual no puede hacer por
ahora sin nuestras firmas y aprobación) y después, normalmente y como es
costumbre, la Sociedad se retira de la escena, como dirían ustedes.
La relación
posterior de la Sociedad Madre con las Ramas que la forman se limita a recibir
informes trimestrales de sus actividades y las listas de los nuevos miembros, y
a ratificar las expulsiones —sólo cuando se le pide especialmente que actúe de
arbitro teniendo en cuenta la relación directa de los Fundadores con nosotros—
etc. etc.; por otra parte, nunca se inmiscuye en los asuntos de las mismas, a
excepción de los casos en que se la solicita para que actúe como una especie de
tribunal de apelación.
Y al depender esto
último de ustedes,
¿qué es lo que
priva que su Sociedad sea virtualmente independiente?
Incluso, somos más
generosos de lo que ustedes, los británicos, lo son para nosotros. No les obligaremos,
ni tampoco les pediremos que acepten a un "Residente" hindú en su
Sociedad, para vigilar los intereses de la Máxima Autoridad Madre, una vez que
los hayamos declarado independientes; pero confiaremos implícitamente en su
lealtad y en su palabra de honor. Sin embargo,
si a ustedes les disgusta tanto la idea de una supervisión ejecutiva, puramente
nominal, por parte del Coronel Olcott —americano y de su misma raza— con
seguridad que se rebelarían contra los dictados de un hindú, cuyas costumbres y
cuyos métodos son los de su propia gente, y cuya raza, a pesar de la natural
benevolencia de usted, no han aprendido todavía a tolerar, y mucho menos a amar
o respetar.
Piénselo
bien, antes de solicitar nuestra guía. Nuestros mejores, nuestros más eruditos
y santos Adeptos pertenecen a las razas de los "mugrientos tibetanos";
en cuanto a los Punjabi Singhs, ("singh" significa león.) usted
sabe que el león es un animal proverbialmente sucio y agresivo, a pesar de su
fuerza y de su valor.
¿Es cierto que sus
buenos compatriotas perdonarían más fácilmente nuestras rarezas hindúes en
cuestión de modales, que las de sus propios parientes de América?
Si mis
observaciones no me han engañado, yo diría que ésto es dudoso.
Los prejuicios
nacionales sirven para empañar las gafas de uno.
Usted dice: "qué felices
seríamos si el que nos guiara (a ustedes) fuera usted", refiriéndose a
éste su humilde corresponsal.
Mi buen hermano, ¿está seguro de que
la agradable impresión que usted pueda tener ahora de nuestra correspondencia
no se desvanecería instantáneamente al verme?
¿Y cuál de nuestros
santos Shaberones ha disfrutado ni siquiera de la más mínima educación universitaria,
ni de la menornoción de las costumbres europeas que me cayeron en suerte?
Un ejemplo:
pedí a Madame Blavatsky que eligiera de entre dos o
tres Punjabis arios que estudian el Yog Vidya y que son místicos por
naturaleza, uno a quien, sin ponerme yo mismo en demasiada evidencia, pudiera
designar como enlace entre usted y nosotros, y a quien yo estaba deseoso de enviarle
a usted con una carta de presentación para que hablara del Yoga y de sus
efectos prácticos.
Este joven caballero que es tan puro como la misma
pureza, cuyas aspiraciones y pensamientos son de la clase más espiritual y ennoblecedora
y que, simplemente por su propio esfuerzo es capaz de penetrar en las regiones
de los mundos sin forma, este joven no es adecuado para ser presentado en un
salón.
Habiéndosele explicado que si le ayudaba a usted a organizar una Rama de místicos
ingleses ello podría redundar en el mayor de los bienes para su propio país,
demostrándoles prácticamente a qué resultados maravillosos lleva el estudio del
Yoga, Madame Blavatsky le pidió, en términos circunspectos y muy delicados, que
se cambiara de vestimenta y dejara su turbante antes de partir para Allahabad,
porque éstos, aunque ella no le dio esta razón, estaban muy sucios y ajados.
Usted le dirá al señor Sinnett —dijo ella— que le lleva una carta de nuestro
Hermano K., con quien él mantiene correspondencia, pero si él le pregunta algo
sobre El o sobre los otros Hermanos, contéstele simple y llanamente que usted
no está autorizado para extenderse sobre el tema. Háblele de Yoga y demuéstrele
los poderes que usted ha conseguido.
Este joven, que ya había aceptado, escribió después
esta curiosa carta: "Madame" —decía— "Usted, que predica las más
elevadas normas de moralidad, de veracidad, etc., quiere hacerme representar el
papel de un impostor. Usted me pide que me cambie de ropa con el riesgo de dar
una idea falsa de mi personalidad y engañando al caballero al que usted me
envía. ¿Y
qué pasará si él me pregunta si conozco personalmente a Koot' Hoomi? ¿Tengo que
guardar silencio y dejarle que crea eso? ¡Esto sería una notoria falsedad y yo, el culpable de
ella, me vería lanzado de nuevo al horrible remolino de la transmigración!"
Aquí tiene usted un
ejemplo de las dificultades con las cuales tenemos que trabajar.
Sin
poder enviarle un neófito antes de que usted mismo se haya comprometido ante
nosotros, debemos, o bien aguardar o bien enviarle a uno que, a lo mejor, le
chocaría o le desagradaría al instante. La carta se la hubiera entregado a él
yo mismo en propia mano; él no tenía más que prometer guardar silencio sobre
asuntos de los que no sabe nada y de los cuales no podría dar más que una falsa
idea y presentarse con un aspecto más limpio. De nuevo, el prejuicio y la letra
muerta.
Durante más de mil
años —dice Michelet— los santos cristianos ¡no se lavaron nunca!
¿Durante cuánto
tiempo aún tendrán miedo nuestros Santos de cambiar su vestimenta por temor a
ser tomados por Marmaliks (Sin duda, sinónimo
de “Miechechas” (bárbaros).) neófitos de sectas rivales y más limpias?
Pero estas dificultades
nuestras no deberían impedirle a usted empezar su trabajo. El Coronel Olcott y
Madame Blavatsky parecen dispuestos a hacerse personalmente responsables de
usted y del señor Hume, y si usted mismo está dispuesto a responder a la
fidelidad de cualquiera que su grupo pueda escoger como líder de la Sociedad
Teosófica Anglo-India, nosotros estamos de acuerdo en que se haga la prueba. El
campo es suyo y nadie estará autorizado a interferir, excepto yo, con el beneplácito
de nuestros Jefes, una vez que usted me haya hecho el honor de escogerme entre
los demás. Pero antes de edificar una casa hay que hacer el plano. Supongamos
que redacta usted una comunicación en cuanto a la constitución y al plan de
acción a seguir en las actividades de la Sociedad Anglo-India que tiene en
mente y la presenta para su consideración. Si nuestros Jefes están de acuerdo
—y con toda seguridad que no serán ellos los que pongan obstáculos al progreso
universal, o retarden este movimiento hacia una meta más elevada—entonces se
les dará en seguida la Carta Constitutiva. Pero
antes ellos tienen que ver el plan; y debo rogarle que recuerde que no se
permitirá a la nueva Sociedad que se independice de la Sociedad Madre, aunque
queden en libertad de dirigir sus asuntos a su manera sin temor a la más mínima
interferencia por parte de su Presidente, siempre que no violen los Estatutos
generales. Y en cuanto a este punto, le remito a usted a la Regla número 9.
Esta es la primera sugerencia práctica que le llega de un Cis y Trans-himaláyico "hombre de las
cavernas" a quien usted ha honrado con su confianza.
Y ahora hablemos de
usted, personalmente. Está muy lejos de mí la idea de desalentar a alguien tan
decidido como usted, levantando barreras que le impidan su progreso.
Nosotros nunca nos
lamentamos ante lo inevitable, pero tratamos de sacar el mejor partido posible
de lo peor.
Y aunque nunca
presionamos ni atraemos a los dominios misteriosos de la naturaleza oculta a
aquellos que no lo desean, ni rehuimos expresar nuestras opiniones libremente y
sin temor, sin embargo, siempre estamos dispuestos a ayudar a aquellos que
llegan hasta nosotros; incluso a los agnósticos que asumen la negativa actitud
de "no reconocer nada que no sea los fenómenos, y se niegan a creer en
ninguna otra cosa".
Es verdad que el
hombre casado no puede llegar a ser un adepto; pero sin esforzarse para convertirse
en un "Raja Yogui", puede adquirir ciertos poderes y puede hacer el
mismo bien a la humanidad, y a menudo más, permaneciendo dentro de los límites
de su mundo.
Por consiguiente,
no se le pedirá a usted que cambie precipitadamente las costumbres establecidas
de su vida antes de que esté plenamente convencido de que es necesario y de las
ventajas subsiguientes. Es usted un hombre al que hay que dejar que se guíe por
sí mismo y que, por consiguiente, puede permanecer a salvo. La decisión que
usted ha tomado es digna de tenerse en cuenta; el tiempo hará el resto. Hay más
de un camino para alcanzar el conocimiento oculto: "Muchos son los granos de incienso destinados a un único y
mismo altar; uno cae antes en el fuego, el otro después; la diferencia de tiempo
no tiene importancia", dijo un gran hombre cuando se le negó la entrada
y la suprema iniciación en los misterios.
Hay un tono de
lamentación en su pregunta sobre si alguna vez se repetirá la visión que tuvo
usted la noche anterior al día de la excursión. Me parece que si tuviera una
visión cada noche, pronto dejaría usted por completo de apreciarlas.
Pero hay una razón
mucho más poderosa por la que usted no tendrá un empacho de éstas, y es que
ello representaría un desperdicio de nuestra fuerza. Tan a menudo como yo, o
cualquiera de nosotros, pueda comunicarse con usted, sea en sueños, por
impresiones en estado vigílico o por cartas (entrando o saliendo de los cojines)
o por visitas personales en forma astral, esto se hará.
Pero recuerde que
Simla se encuentra a una altitud de 7000 pies más que Allahabad y las dificultades
a superar en esto último son tremendas. Me
abstengo de animarle y no espere demasiado porque, igual que a usted, a mí no
me gusta prometer lo que, por distintas razones, no pueda llegar a cumplir.
El
término "Fraternidad Universal" no es una frase hueca. La humanidad,
en conjunto, tiene el máximo derecho a recurrir a nosotros, tal como he tratado
de explicar en mi carta al señor Hume, la cual haría usted bien en pedirle para
que se la dejara leer. Es la única base fundamental segura para la moralidad
universal. Si se tratara de un sueño, al menos éste sería un sueño noble para
la humanidad: y ésta es la aspiración del verdadero adepto.
Suyo
fielmente,
KOOT´ HOOMI LAL
SINGH
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