jueves, 18 de diciembre de 2014

LA TEOSOFÍA Y EL MATRIMONIO

LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA

EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su vez.

(Parte 56)

LA TEOSOFÍA Y EL MATRIMONIO
Otra pregunta deseo haceros. ¿El hombre debe casarse o permanecer soltero?
Esto depende de la clase de hombres a que os refiráis. Si se trata del que se propone vivir en el mundo; del que aun siendo un sincero teósofo, un trabajador celoso de nuestra causa, todavía está ligado al mundo por sus obligaciones y deseos; del que, en una palabra, siente que no ha concluido para siempre con lo que los hombres llaman vida, y sólo desea una cosa: conocer la verdad y ser capaz de ayudar a los demás, entonces digo que no hay motivo para que no se case si quiere correr los riesgos de esa lotería en la que salen tan pocos números premiados. Supongo que no nos creeréis absurdos y fanáticos hasta el punto de predicar también contra el matrimonio. Por el contrario, el matrimonio, salvo algunos casos excepcionales de ocultismo práctico, es el único remedio contra la inmoralidad.
Pero ¿por qué no han de poder adquirirse esos poderes y esa sabiduría en la vida matrimonial?

Comprenderéis que no podemos entrar en cuestiones fisiológicas; pero puedo contestaros de un modo satisfactorio, y que creo suficiente, el cual os explicará las razones morales que tenemos para ello. ¿Puede el hombre servir a dos amos? No. Por lo tanto, es imposible para él dividir su atención entre el Ocultismo y una mujer. Si lo intenta, no podrá seguramente hacer ambas cosas como es debido; y permitidme que os recuerde que el Ocultismo práctico es un estudio demasiado serio y peligroso para que lo emprenda un hombre si no obra con la mayor sinceridad y no está dispuesto a sacrificar todo, y a sí mismo ante todo, para alcanzar su objeto. Más esto no se aplica a los miembros de nuestra Sección Interna. Sólo me refiero a aquellos que están resueltos a caminar por el sendero del discipulado, que conduce a la meta más elevada. Muchos de los que entran en nuestra Sección Interna, si no todos, sólo son principiantes que se preparan en esta vida para entrar realmente en aquel sendero, en vidas futuras.


CONCEPTOS ERRÓNEOS

LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA

EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su vez.

(Parte 55)

CONCEPTOS ERRÓNEOS ACERCA 
DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA TEOSOFÍA 
Y ASCETISMO
Oí decir a ciertas personas que vuestras reglas exigen a todos los miembros ser vegetarianos, solteros y ascetas rigurosos, pero hasta ahora nada de esto me habéis dicho. ¿Podéis decirme la verdad sobre ello?
La verdad es que nuestras reglas no exigen nada por el estilo. La Sociedad Teosófica ni siquiera espera, y mucho menos exige de ninguno de sus miembros, que sean ascetas en modo alguno, a no ser que llaméis ascetismo a que deben esforzarse en hacer bien a los demás, y no ser egoístas.
Sin embargo, muchos de los miembros son vegetarianos estrictos, y confiesan abiertamente su propósito de permanecer solteros. También sucede esto muy a menudo con los que desempeñan un papel importante relacionado con la obra de vuestra Sociedad.
Esto es muy natural, porque muchos de nuestros celosos trabajadores son miembros de la Sección Interna de la Sociedad, de que hablé antes.

¿Exigís, entonces, prácticas ascéticas en esta Sección Interna?
No; ni siquiera en ésta las exigimos o imponemos; pero veo que será mejor os explique nuestro punto de vista respecto del ascetismo en general, y comprenderéis entonces lo del vegetarianismo y lo demás.
Proseguid.
Como ya os dije, muchos de los que se convierten realmente en verdaderos estudiantes de Teosofía, y en trabajadores activos dentro de nuestra Sociedad, desean hacer algo más que estudiar teóricamente las verdades que enseñamos. Desean conocer la verdad por experiencia personal y directa, y estudiar Ocultismo con el objeto de adquirir la sabiduría y el poder que sienten que necesitan para ayudar a los demás eficaz y juiciosamente, en vez de obrar a ciegas y a la ventura. Por esto, tarde o temprano entran en la Sección Interna.
Acabáis de decir que ni tampoco en esa Sección Internas necesarias las “prácticas ascéticas”.

No lo son; pero lo primero que en ella aprenden los miembros es un concepto exacto y verdadero de la relación del cuerpo o envoltura física con el hombre interno, o sea con el hombre verdadero. La relación y la acción intermedia mutua entre estos dos aspectos de la naturaleza humana les es explicada y demostrada; así es que pronto quedan penetrados de la importancia suprema del hombre interno, comparada con la cubierta exterior o cuerpo. Se les enseña que el ascetismo ciego e inteligente es una locura; que conducirse como San Labro, del que ya hemos hablado, o como los faquires hindúes y los ascetas de los bosques, que cortan, queman y mortifican su cuerpo del modo más cruel y horrible, no es más que un tormento propio para alcanzar fines egoístas; es decir, para desarrollar el poder de la voluntad, pero que es perfectamente inútil para el objeto de lograr el desarrollo espiritual, real y verdadero, o sea teosófico.
Comprendo; consideráis solamente como necesario el ascetismo moral. Es como un medio para un fin, siendo este fin el perfecto equilibrio de la naturaleza interna del hombre, y la consecución del dominio completo sobre el cuerpo, con todas sus pasiones y deseos.
Precisamente. Pero hay que usar de esos medios inteligente y juiciosamente, y no a ciegas y sin discernimiento; como un atleta que se ejercita y prepara para una gran lucha, no como el avaro que para poder seguir satisfaciendo su pasión del oro se mata de hambre hasta caer enfermo.
Comprendo ahora la idea general, pero veamos cómo la aplicáis en la práctica, respecto al vegetarianismo, por ejemplo.

Uno de los grandes sabios alemanes ha demostrado que toda clase de carne animal, sea cual fuese el modo de guisarla, conserva siempre ciertas propiedades características del cuerpo del que ha formado parte, y las cuales pueden reconocerse.
Aparte de esto, todos sabemos, por el gusto, qué clase de carne estamos comiendo. Nosotros vamos más lejos, y probamos que cuando la carne de los animales es asimilada como alimento por el hombre, le transmite, fisiológicamente, algunas de las propiedades características del animal a que pertenecía. Además, la ciencia oculta lo enseña y prueba a sus estudiantes por la demostración ocular, haciendo ver igualmente que ese efecto de “animalización” en el hombre es mayor proviniendo de la carne de los animales más grandes, menor si se trata de la de las aves, aún menos siendo de pescado y otros animal es de sangre fría, y mínimo cuando sólo come vegetales.
¡Mejor sería entonces que no comiese nada!
Indudablemente, si pudiese vivir sin comer. Mas, hoy por hoy, ha de comer para vivir; así es que aconsejamos a los estudiantes realmente celosos que tomen el alimento que tenga influencia menos pesada sobre su cerebro y su cuerpo, y cuyo efecto de estorbar y retrasar el desarrollo de su intuición, facultades internas y poderes sea el menor posible.
¿No adoptáis entonces todos los argumentos de que suelen valerse generalmente los vegetarianos?

Ciertamente que no. Algunos de sus argumentos son muy débiles y a menudo basados en suposiciones enteramente falsas. Pero, por otra parte, muchas de las cosas que dicen son por completo ciertas. Creemos, por ejemplo, que muchas enfermedades, y particularmente la gran predisposición para las mismas que tanto se viene observando en nuestra época, son debidas en gran parte al uso de la carne y especialmente de la carne en conserva. Más sería muy largo el tratar a fondo la cuestión del vegetarianismo desde el punto de vista de sus méritos. Pasemos, si queréis, a otro asunto.
Una pregunta más. ¿Qué deben hacer cuando están enfermos los miembros de la Sección Interna con respecto a los alimentos?

Seguir, como es natural, el mejor consejo práctico posible. ¿No comprendéis aún que jamás imponemos obligaciones absolutas sobre este punto? Tened presente para siempre que en todas las cuestiones de este género consideramos las cosas racionalmente, y nunca en sentido fanático. Si por causa de enfermedad o larga costumbre no puede un hombre privarse de carne, que no se abstenga de ella en ningún modo. No es un crimen;  sólo retrasará algo su progreso, porque, después de todo, los actos y funciones corporales tienen mucha menos importancia que lo que el hombre piensa y siente; que los deseos que anima su mente, permitiéndoles echar raíces y desarrollarse.
Supongo que no aconsejaréis el uso del vino y de los alcoholes.
Son peores para el desarrollo moral y espiritual que la carne, porque el alcohol, en todas sus formas, tiene una influencia directa, marcada y muy deletérea, en la condición psíquica del hombre. El uso del vino y los licores sólo es inferior, como destructor del desarrollo de los poderes internos, al uso habitual del haxix, del opio y otras drogas semejantes.


LO QUE NO DEBE HACER EL TEÓSOFO

LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA

EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su vez.

(Parte 54)

LO QUE NO DEBE HACER EL TEÓSOFO
¿Tenéis en vuestra Sociedad algunas leyes o cláusulas prohibitivas aplicables a los teósofos?
Muchas; aunque, ¡ay!, ninguna es obligatoria. Ellas expresan el ideal de nuestra organización; pero nos vemos obligados a confiar a la discreción de los mismos miembros su aplicación práctica. Desgraciadamente, tal es el estado mental de los hombres en el siglo presente, que si no consintiésemos en dejar que estas cláusulas fuesen consideradas como anticuadas, por decirlo así, ningún hombre o mujer se atrevería a entrar en la Sociedad  Teosófica. Precisamente por esta razón me veo obligada a insistir tanto sobre la diferencia que existe entre la verdadera Teosofía y su vehículo laborioso, bien intencionado, pero todavía indigno, la Sociedad Teosófica.
¿Podéis decirme cuáles son los peligrosos escollos que se encuentran en la alta mar de la Teosofía?

¡Bien podéis llamarlos escollos, porque más de un sincero y honrado M. S. T. (Miembro de la Sociedad Teosófica.) ha visto estrellarse en ellos su nave! Y, sin embargo, parece lo más fácil de este mundo evitar ciertas cosas. Os expondré una serie de semejantes deberes teosóficos negativos, que ocultan los positivos. Por ejemplo: ningún teósofo debe permanecer callado cuando oiga hablar mal o calumniar a la Sociedad o a personas inocentes, sean éstas o no sus colegas.
Pero suponed que lo que uno oye sea verdad, o pueda ser cierto sin que uno lo sepa.
Entonces debe pedir pruebas de lo que se afirma, y oír a las dos partes imparcialmente, antes de permitir que la acusación quede impune. No tiene derecho a creer en el mal hasta que no posea una prueba innegable de la exactitud de lo afirmado.
¿Y qué debe hacerse en ese caso?
Tener compasión e indulgencia; la caridad y la longanimidad siempre debieran encontrarnos dispuestos a excusar a nuestros hermanos pecadores, y a juzgar lo más benévolamente posible a los que yerran. Jamás debiera un teósofo olvidar las imperfecciones y flaquezas de la naturaleza humana.
En tales casos, ¿debe perdonar enteramente?
En todos los casos; particularmente cuando la víctima es él.
Pero si obrando de este modo se expone a ofender a otras personas o consiente que se las perjudique, ¿qué debe hacer entonces?

Cumplir con su deber; hacer aquello que su conciencia y naturaleza superior le sugieran, pero después de madura deliberación. La justicia consiste en no ofender a ser viviente alguno; pero también nos impone no permitir jamás que se perjudique a la mayoría o a una persona inocente, consintiendo la impunidad del culpable.
¿Cuáles son las demás cláusulas negativas?
Ningún teósofo debe contentarse con una vida ociosa o frívola, que no le reporta ningún verdadero bien, y menos lo produce a los demás. Debe trabajar en beneficio de aquellos pocos que necesiten de su ayuda, si se siente incapaz de luchar por la humanidad en general, contribuyendo así al progreso de la causa teosófica.
Esto requiere una naturaleza excepcional, y a ciertas personas les sería muy difícil.
Más le valiera, entonces, no formar parte de la Sociedad Teosófica, que navegar bajo una falsa bandera. A nadie se le exige dar más de lo que puede, ya sea en devoción, tiempo, trabajo o dinero.
¿Qué más?
Ningún teósofo debe prestar demasiada importancia a sus progresos personales en los estudios teosóficos; pero debe estar dispuesto a trabajar con todas sus fuerzas por los demás. No debe dejar que carguen unos pocos trabajadores leales con todo el peso y responsabilidad del movimiento teosófico. Cada miembro debiera considerar de su deber participar como pueda en la obra común y contribuir a ella por todos los medios que estén a su alcance.
Esto es muy justo; ¿y después?
No debe un teósofo colocar su vanidad o sentimiento personales sobre los de su Sociedad como corporación. Al que sacrifica la reputación de esta última, o la de otras personas en aras de su vanidad, provecho u orgullo personales, no se le debiera consentir que siga formando parte de la Sociedad, Un miembro canceroso enferma al cuerpo entero.
¿Es deber de todo miembro enseñar y predicar la Teosofía a los demás?
Seguramente. Ningún miembro tiene derecho a permanecer ocioso, con la excusa de que sabe demasiado poco para enseñar. Porque siempre debe estar seguro de que hallará otros que saben aún menos que él. Hasta que no empieza un hombre a enseñar a los demás, no descubre su propia ignorancia, y entonces es cuando se esfuerza en combatirla. Más ésta es cláusula secundaria.
¿Cuál es, pues, el más importante de los deberes teosóficos negativos?
Estar siempre dispuesto a reconocer, y confesar las propias faltas. Pecar más bien por una exagerada alabanza de los esfuerzos de nuestro prójimo, que por una apreciación insuficiente de los mismos. No difamar a espaldas suyas o calumniar a otra persona que no está presente. Decir siempre abierta y directamente, cara a cara, los motivos de queja que se tengan. No hacerse eco jamás de cualquier cosa que pueda oírse en contra de una persona, ni alimentar sentimiento de venganza alguno contra los que nos ofendan.
Es a menudo expuesto decir la verdad cara a cara. ¿No os parece? Conozco a un miembro de la Sociedad Teosófica que se ofendió muchísimo, abandonó la Sociedad y se convirtió en su mayor  enemigo sólo porque le dijeron algunas verdades desagradables cara a cara y lo            
censuraron por ellas.
De éstos hemos tenido muchos. Ningún miembro, sea importante o insignificante, ha dejado jamás, al separarse de nosotros, de convertirse en nuestro declarado enemigo.

¿Cómo explicáis esto?
Muy sencillamente. En la mayoría de los casos, habiéndose consagrado a la Sociedad con mucho ardor al principio, y habiendo prodigado a ésta las más exageradas alabanzas, la única excusa posible a que puede recurrir un apóstata para explicar su conducta y su ceguera es presentarse como víctima inocente engañada, volviendo así contra la Sociedad en general, y sus jefes en particular, las censuras de que ha sido objeto. Esas personas se parecen a aquel hombre de la antigua fábula que, teniendo la cara torcida, rompió el espejo diciendo que reflejaba imperfectamente su semblante.
Pero ¿por qué motivo atacan a la Sociedad?
Casi siempre por vanidad ofendida en una forma u otra. Generalmente, porque su dictamen y consejos no se consideran como decisivos y de peso; o bien porque pertenecen a esa clase de personas que preferirían reinar en el infierno a servir en el cielo; en una palabra: porque no pueden soportar no ser los primeros en todo. Por ejemplo, un miembro –un verdadero “Don Oráculo”– criticaba y difamaba casi a todo miembro de la Sociedad Teosófica, dirigiéndose lo mismo a los de afuera que a los teósofos, bajo pretexto de que todos eran antiteosóficos, censurándolos por lo que él mismo estaba haciendo siempre.
Al fin salió de la Sociedad, dando por motivo su profunda convicción de que éramos todos (los fundadores especialmente) ¡impostores! Otro, después de haber intrigado por todos los medios posibles para que se lo colocase al frente de una sección importante de la Sociedad, viendo que los miembros se oponían a ello, volvió sus armas contra los fundadores de la Sociedad Teosófica y se convirtió en su más encarnizado enemigo, atacando, siempre que podía, a uno de aquellos simplemente porque no pudo ni quiso imponerlo a los miembros. Era sencillamente un caso violento de vanidad ofendida. Otro quería practicar la magia negra, y virtualmente así lo hizo; es decir, ejercer ilícitamente su influencia psicológica personal sobre ciertos miembros, pretendiendo practicar al mismo tiempo la devoción y todas las virtudes teosóficas. Habiendo encontrado oposición y habiéndose puesto fin a este estado de cosas, rompió con la Teosofía; y ahora calumnia a los desgraciados jefes del modo más violento, esforzándose en destruir la Sociedad y manchando la reputación de aquellos que no se dejaron engañar por tan “digno” miembro.
¿Qué se hace con gente semejante?
Abandonarlos a su Karma. Porque abre mal una persona, no es motivo para que los demás hagan lo mismo.
Volvamos a la calumnia. ¿Dónde está la línea de demarcación que separa la difamación de la justa crítica? ¿No es un deber poner a nuestros amigos y prójimos en guardia contra los que sabemos son asociados peligrosos?

Si dejando a estos últimos impunes puede perjudicarse a otras personas, es seguramente nuestro deber evitar el peligro, previniéndolos privadamente. Pero ya sea exacta o falsa, jamás debe propagarse entre el público una acusación contra otra persona. Si es cierta, y cuando sólo el pecador resulta perjudicado, abandóneselo a su Karma. Si es falsa, entonces no se habrá contribuido a aumentar la injusticia en el mundo. Por lo tanto, guárdese silencio, respecto a esas cosas, con toda persona que no esté directamente interesada en ellas. Pero si la discreción y el silencio pueden perjudicar o poner en peligro a otros, entonces dígase la verdad a toda costa; y digo con Annesly: “Consulta el deber, no los acontecimientos”. Casos existen en que por fuerza hay que exclamar: “Perezca la discreción antes de consentir que se anteponga al deber”.
Paréceme que si aplicáis esas máximas os espera una serie de disgustos.
Y en efecto, así sucede. Hemos de reconocer que nos hallamos ahora tan expuestos a los insultos como lo estaban los primeros cristianos. “¡Mirad cuánto se quieren esos teósofos unos a otros!, puede decirse ahora de nosotros sin la menor injusticia.
Puesto que admitís que existen tantas difamaciones, calumnias y disputas, si no más, en la Sociedad Teosófica que en las Iglesias Cristianas, sin contar las Sociedades Científicas,     ¿qué clase de Fraternidad es ésa?

Una muestra bien pobre, en verdad, en cuanto al presente; y mientras no se le pase por una criba y se reorganice, nada mejor que las demás. Acordaos, sin embargo, de que la naturaleza humana es la misma en la Sociedad Teosófica que fuera de ella. Sus miembros no son santos; todo lo más, son pecadores que tratan de obrar mejor, pero que están expuestos a caer por su debilidad personal. Añadid a esto que nuestra “Hermandad” no es una corporación reconocida o sancionada, y que se encuentra, por decirlo así, al margen de la acción jurídica. Se halla, además, en un estado caótico, y es más injustamente impopular que ninguna otra Asociación. ¡Qué tiene de extraño, por lo tanto, que aquellos miembros incapaces de practicar su ideal vayan a buscar, después de haber abandonado la Sociedad, protección simpática entre nuestros enemigos, confiando a sus oídos, por demás complacientes, sus odios y rencores! Sabiendo que han de hallar auxilio, simpatía y una credulidad pronta a admitir toda clase de acusaciones, por absurdas que sean, que les convenga lanzar contra la Sociedad Teosófica, se apresuran a hacerlo, y descargan su ira contra el inocente espejo que con demasiada fidelidad reflejó sus facciones. Jamás perdona la gente a aquellos a quienes ofendió. El sentimiento de la bondad recibida y pagada con la ingratitud, la conduce a un furor de justificación personal, ante el mundo y ante su propia conciencia. Al mundo le falta tiempo para creer cualquier cosa que se refiera en contra de una Sociedad que odia. En cuanto a la propia conciencia… pero no quiero añadir más, temiendo haber dicho ya demasiado.
No me parece muy envidiable vuestra posición.
No lo es, en efecto. Más, ¿no creéis que algo muy noble, muy elevado, muy verdadero, ha de haber en el fondo de la Sociedad y de su filosofía, cuando aún continúan trabajando por ella con todas sus fuerzas los jefes y fundadores del movimiento? Sacrifican por ella todo bienestar, toda prosperidad mundana, todo éxito; su buen nombre y reputación; y ¡ay!, hasta su honra misma, para ser objeto, en cambio, de la murmuración incesante, de la persecución implacable, de la calumnia obstinada, de la ingratitud constante; para ver que sus más nobles esfuerzos son mal interpretados, y para recibir ofensas de todas partes, cuando abandonando su obra se librarían inmediatamente de toda responsabilidad y se verían escudados contra todo nuevo ataque.
Confieso que tanta perseverancia me parece asombrosa, y no comprendo la razón de tales sacrificios.

No será por beneficio personal, creedlo; únicamente por la esperanza de enseñar a unos pocos individuos a trabajar en nuestra obra por la humanidad, con arreglo al plan original, el día que hayan muerto y desaparecido los fundadores. Éstos han encontrado ya, para llenar su puesto, unas pocas almas nobles y leales. Gracias a estos pocos, las generaciones venideras hallarán el sendero que conduce a la paz algo más libre de espinas y de abrojos; el camino algo más ancho; y así tantos sufrimientos habrán producido buenos resultados, y su propio sacrificio no habrá sido vano. Por ahora, el objeto principal, fundamental, de la Sociedad, es sembrar semillas en los corazones de los hombres; semillas que puedan germinar a su tiempo, y bajo circunstancias más propicias, llevarnos a una reforma saludable, capaz de ofrecer a las masas mayor felicidad que la que hasta ahora han conocido.


CÓMO PUEDEN LOS MIEMBROS AYUDAR A LA SOCIEDAD

LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA

EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su vez.

(Parte 53)

CÓMO PUEDEN LOS MIEMBROS AYUDAR
A LA SOCIEDAD
¿Cómo esperáis que realicen la obra los miembros de la Sociedad?
Primero, estudiando y comprendiendo las doctrinas teosóficas, para que así puedan enseñar a los demás, especialmente a los jóvenes.
Segundo, aprovechando toda oportunidad de hablar a los demás sobre Teosofía, explicándoles lo que ésta es y lo que no es, disipando sus errores y fomentando el interés por ella.
Tercero, ayudando a la propaganda de nuestra literatura; comprando obras, cuando se tienen medios para ello, prestándolas, dándolas e induciendo a los amigos a hacer lo mismo.
Cuarto, defendiendo a la Sociedad contra todo ataque injusto, o por todos los medios legítimos que tengan en su poder.
Quinto, y es lo más importante de todo, por el ejemplo de la propia vida.
Pero toda esa literatura, a cuya propaganda da tanta importancia, no me parece encerrar una gran utilidad práctica en beneficio, de la humanidad. No es caridad práctica.

Pensamos de otro modo. Creemos que un buen libro que ofrece a las personas materia para pensar, que fortalece y esclarece su mente, facilitándoles la inteligencia de verdades sentidas vagamente, pero que no podían formular, produce un bien real y substancial. En cuanto a lo que llamáis actos prácticos de caridad en beneficio de nuestros semejantes, hacemos lo poco que podemos; pero, como ya os he dicho, la mayor parte de nuestros hermanos son pobres, y la Sociedad por sí misma no tiene bastantes recursos para tener a sueldo gente dedicada a su servicio. Todos los que nos esforzamos en realizarlo, damos gratis nuestro trabajo, y en muchísimos casos nuestro dinero. Los pocos
que poseen medios de hacer lo que se llama vulgarmente actos de caridad, siguen los preceptos buddhistas y trabajan por sí mismos, pero no por procuración o suscribiéndose públicamente a obras caritativas. Lo que tiene que hacer ante todo el teósofo es olvidar su personalidad.


DE LA TEOSOFÍA PARA LAS MASAS

LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA

EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su vez.

(Parte 52)

DE LA TEOSOFÍA PARA LAS MASAS
¿Creéis que ayudaría la Teosofía a extirpar esos males, en las condicio-nes contrarias de nuestra vida moderna?
Creo firmemente que podríamos lograrlo si tuviésemos más recursos y no tuviesen que trabajar muchísimos teósofos para ganarse el pan.
¿De qué modo? ¿Pensáis que podrían arraigarse jamás vuestras doctrinas entre las masas ignorantes, siendo tan abstractas y difíciles que apenas pueden comprenderlas las personas instruidas?

Olvidáis una cosa, y es que precisamente vuestra tan decantada educación moderna es lo que hace difícil para vosotros la inteligencia de la Teosofía. Tan llena de sutilezas y preocupaciones intelectuales tenéis la mente, que vuestra natural intuición y percepción de la verdad no pueden funcionar. Para que el hombre comprenda las verdades generales de Karma y Reencarnación no se necesita la metafísica o la cultura. Ahí están millones de pobres e ignorantes buddhistas e hindúes para quienes Karma y Reencarnación son realidades sólo porque su mente jamás ha sido forzada ni torcida por ningún molde artificial. Nunca se ha pervertido en ellos el innato sentimiento de justicia humana, haciéndoles creer que les se-rían perdonados todos sus pecados por haber sido muerto otro hombre por ellos. Y notad bien que los buddhistas viven cumpliendo con sus creencias sin proferir una queja contra Karma, o lo que consideran como justo castigo; mientras que el populacho cristiano no cumple su ideal moral, ni acepta su suerte con satisfacción. De ahí las quejas, el descontento y la intensidad de la lucha por la existencia, en los países occidentales.
Pero esa resignación que alabáis tanto, mataría todo motivo de esfuerzo y detendría el progreso.

Y los teósofos decimos que ese progreso y civilización de que tanto os vanagloriáis no son más que fuegos fatuos que flotan sobre un pantano que exhala miasmas envenenados y mortíferos. Porque vemos el egoísmo, el crimen, la inmoralidad y todos los males imaginables cayendo sobre la desgraciada humanidad, al salir de esa caja de Pandora que llamáis siglo de progreso, y aumentando pari passu con el desarrollo de su civilización material. A este precio, más valen la inercia y la inactividad de los países buddhistas, consecuencias tan sólo de la esclavitud política durante muchos siglos.
¿No tiene, entonces, importancia toda esa metafísica y misticismo de que tanto os ocupáis?
No traen gran consecuencia respecto a las masas, que sólo necesitan una dirección y ayuda práctica; pero son de la mayor importancia para las personas ilustradas, jefes naturales de esas masas; para aquellas cuyo modo de pensar y obrar será tarde o temprano adoptado por esas mismas masas. Sólo por medio de la filosofía puede el hombre inteligente e ilustrado evitar el suicidio intelectual de creer basado en la fe ciega; y sólo asimilándose la estricta continuidad y la coherencia lógica de las doctrinas si no esotéricas, orientales, puede comprender la verdad de las mismas. De la convicción nace el entusiasmo; y el “entusiasmo”, dice Bulwer Lytton, “es el genio de la sinceridad, sin el cual no alcanza la verdad victoria alguna”. Emerson, con mucho acierto, dice que “todo movimiento grande e imperioso en los anales del mundo es el triunfo del entusiasmo; y para producir sentimiento semejante, ¿dónde se hallará una filosofía tan sublime, tan estable, tan lógica y que de tal, modo lo abarque todo, como nuestras doctrinas orientales?
Sin embargo, muy numerosos son sus enemigos, y cada día encuentra la Teosofía nuevos adversarios.

Esto es lo que prueba, precisamente, su excelencia y valor intrínsecos. La gente sólo odia a aquello que teme; y nadie se molesta en echar por tierra lo que ni es una amenaza, ni se eleva sobre la medianía.
¿Esperáis comunicar algún día ese entusiasmo a las masas?
¿Por qué no? Ya que la historia nos dice que las masas adoptaron con entusiasmo el Buddhismo; ya que, como antes dije, el efecto práctico de esta filosofía de ética se muestra todavía en ellas por la insignificancia del número de crímenes entre las poblaciones buddhistas, según comprueba la estadística cuando se la compara con la de cualquier otra religión. Lo principal es agotar la fuente abundantísima de todo crimen e inmoralidad, o sea la creencia de que puede uno sustraerse a las consecuencias de sus propios actos. Enséñese la más sublime de todas las leyes, Karma y Reencarnación, y además de sentir las masas la verdadera dignidad de la naturaleza humana, se apartarán del mal y huirán de él, como lo harían de un peligro físico.