LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 39)
PALABRAS DEFINIDAS PARA COSAS
DETERMINADAS
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¿No creéis que la
confusión de ideas que reina en nuestra mente acerca de las respectivas funciones
de los “principios” consiste en que no existen términos fijos y definidos
para indicar cada “principio”?
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Tal
ha sido también mi pensamiento. La confusión ha nacido de que hemos expuesto
y discutido esos “principios” empleando sus nombres sánscritos, en vez de inventar
inmediatamente sus equivalentes en inglés, para uso de los teósofos. Hemos de
tratar de remediar ahora esta falta.
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Haréis bien,
porque podrá evitarse mayor confusión en adelante. Hasta ahora, me parece que
no se encuentran dos escritores teosóficos que estén de acuerdo en dar a un
mismo “principio” el mismo nombre.
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La
confusión, sin embargo, es más aparente que real. He oído a algunos teósofos expresar
su sorpresa al hablar de esos “principios” y criticar varios escritos que
tratan de los
mismos; pero, cuando se los examina detenidamente, el único error que se
encuentra es el de emplear la palabra “alma” para comprender tres principios,
sin especificar las diferencias. El primero, y sin duda alguna el más claro
de nuestros escritores teosóficos, el señor A. P. Sinnett, ha escrito
admirablemente algunos pasajes acerca del “Yo Supremo” (Transacciones
de la London Lodge de la Sociedad Teosófica, núm. 7, octubre, 1885.), y
también ha sido su verdadero pensamiento mal interpretado por algunos, por
emplear la palabra “alma” en sentido general. Sin embargo, he aquí algunos
trozos que os demostrarán cuán claro y comprensible es todo cuanto escribe
sobre este punto:
“El alma humana, una vez lanzada en
las corrientes de la evolución como individualidad humana (El “ Ego que se reencarna” o alma
humana, como él lo llamaba (el Cuerpo Causal para los vedantinos).), atraviesa por períodos alternados
de existencia física y de existencia relativamente espiritual. Pasa desde un
plano o condición de la naturaleza a otro, bajo la dirección de sus afinidades
kármicas. Viviendo en sus encarnaciones la vida que su Karma le tiene de
antemano preparada; modificando su progreso dentro de los límites de las
circunstancias, y desarrollando nuevo Karma por medio del uso o abuso de sus
oportunidades, vuelve a la existencia espiritual (Devachán), después de cada
vida física, pasando por la región intermedia de Kâma–loka, para el descanso
y absorción gradual en su esencia, como progreso cósmico de la experiencia de
la vida adquirida “sobre la Tierra” o durante la existencia física. Este
punto de vista habrá sugerido además muchas inferencias colaterales a
cualquiera que haya pensado en este asunto; como por ejemplo, que la
transferencia de este progreso de la conciencia, desde el Kâma–loka al
período Devachánico, habrá de ser necesariamente gradual (La duración de esta “ transferencia
“ depende, sin embargo, del grado de espiritualidad de la ex personalidad del
ego desencarnado. Para aquellos cuyas vidas fueron muy espirituales, esa
transferencia, aunque gradual, es muy rápida. La duración es mayor tratándose
de los que están inclinados a la materia.);
que, en realidad, ninguna línea de demarcación separa la variedad de las
condiciones espirituales; quehasta los planos espirituales físicos no están
tan absolutamente separados uno del otro como pretenden las teorías
materialistas, pues lo demuestran las facultades psíquicas de los seres vivientes;
que todos los estados de la Naturaleza nos rodean simultáneamente y apelan a facultades
perceptivas distintas, y así sucesivamente… Claro está que, durante la
existencia física, las personas que poseen facultades psíquicas siguen en
relación con los planos de la conciencia superfísica, y aunque muchas pueden
carecer de tales facultades, todos somos capaces, como lo demuestran los
fenómenos del sueño y especialmente los del sonambulismo o mesmerismo, de
entrar en ciertas condiciones de conciencia con las que nada tienen que ver
los cinco sentidos físicos. Nosotros, las almas que están en nosotros, no flotamos,
por decirlo así, a la ventura sobre el Océano de la materia. Conservamos un
interés, o derechos bien marcados, en la costa de la cual nos hemos alejado
por algún tiempo; el proceso de la encarnación, por lo tanto, no se describe
con toda exactitud cuando hablamos de una existencia alternada sobre los planos físicos y espirituales, y
representamos de este modo al alma como una entidad completa que pasa toda
ella de un estado de existencia a otro. Las definiciones más correctas del procedimiento
representarían probablemente. La encarnación como teniendo lugar en este
plano físico de la Naturaleza, por efecto de un efluvio que emana del alma.
El reino espiritual siempre sería la verdadera morada del alma, la cual no lo
abandonaría jamás por completo; y
aquella parte no materializable del alma, que vive permanentemente en el
plano espiritual, puede quizá llamarse correctamente el Yo Supremo.”
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Este
“Yo Supremo” es Âtma, y por supuesto, como dice el señor Sinnett, no
es “materializable”. Diré más aún: jamás puede ser en circunstancia alguna
“objetivo”, ni
siquiera
para la percepción espiritual más elevada. Porque Âtma o el “Yo
Supremo”, es en realidad Brahma, el ABSOLUTO, e indistinguible de éste. En
los momentos de Samâdhi, la más elevada conciencia espiritual del Iniciado
se absorbe por completo en la esenciaÚNICA, que es Âtma, y, por
consiguiente formando uno solo con el todo, nada objetivo puede haber para
ella. Algunos de nuestros teósofos han tomado la costumbre de emplear
las
palabras “Self”, “Yo” y “Ego” como sinónimos, y de asociar el término “SeIf”
con el Ego más elevado individual o con el yo personal del h ombre,
cuando nunca debiera aplicarse ese término, excepto refiriéndose al Self (Yo)
Único y Universal. De ahí la confusión. Hablando de Manas
(el “Cuerpo Causal”), podemos llamarlo, cuando lo relacionamos con el
resplandor Búddhico, el “Ego Superior”; jamás el “Self o Yo Supremo”.
Porque Buddhi mismo, el “alma espiritual”, no es el SELF, sino tan sólo el
vehículo del SELF. Todos los demás Selfes (Yoes), como el Self o “Yo
Individual” y el Self o Yo “personal”, jamás debieron pronunciarse o escribirse
sin sus adjetivos calificativos y característicos.
En
ese excelente escrito sobre el “Yo Supremo” se aplica este término al SEXTO principio
o Buddhi (en unión, por supuesto, con Manas, ya que sin esa unión
no habría principio o elemento pensante en el alma espiritual); y esto ha
dado lugar a errores. El declarar que “no adquiere un niño su sexto principio
–o que no se convierte en un ser moralmente responsable capaz de engendrar
Karma– hasta la edad de siete años”, prueba lo que se quiso decir con la
expresión “Higher Self” (Yo Supremo). El distinguido autor queda, por lo tanto,
perfectamente justificado cuando explica que después que lo que él llama YoSupremo
ha encarnado en el ser humano y ha saturado la personalidad (en los seres más
refinados) con su conciencia, “pueden las personas dotadas de facultades psíquicas percibir ese
Yo Supremo de vez en cuando, por medio de sus sentidos interno más
exquisitos”.
Pero
también están “justificados” los que no lo comprenden porque limitan el
término Yo Supremo al Principio Divino Universal. Porque cuando, sin
estar bien preparados para esta confusión de términos metafísicos, leemos (“Confusión
de términos metafísicos” se aplica aquí únicamente al cambio de
equivalentes, traducidos de las expresiones Orientales; hasta hoy día jamás
han existido semejantes términos en inglés, por lo que cada teósofo ha tenido
que crear sus propios términos para expresar su idea. Ya es tiempo, por lo
tanto, de fijar una nomenclatura definitiva.) que mientras “el Yo
Supremo se manifiesta por completo en el plano físico, continúa siendo un
Ego espiritual consciente en el correspondiente plano de la Naturaleza,
nos inclinamos a ver en el Yo Supremo” de esa frase a “Âtma”; y a “Manas”, o
mejor dicho, a Buddhi–Manas, en el citado “Ego espiritual”. En consecuencia,
podemos tachar de incorrecto todo ello.
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Para
evitar en adelante esos errores, mi idea es traducir literalmente los
equivalentes de los términos ocultos orientales, y proponer que se empleen en
lo sucesivo.
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El
Yo Supremo
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es Âtma,
el rayo inseparable del YO UNO y Universal. Es el Dios que está por encima
más bien que dentro de nosotros. ¡Feliz el hombre que logra saturar de él
su Ego Interno!
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El Ego Espiritual divino
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es El
alma Espiritual o Buddhi, íntimamente unida con Manas, el
principio de la mente, sin el cual no es Ego alguno, sino puramente el Vehículo
Âtmico.
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El Ego Interno o Yo Superior
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es Manas,
el “quinto” principio, así llamado independientemente de Buddhi. El Principio
de la Mente solo es el Ego Espiritual cuando se ha hecho uno con Buddhi; y no
se le supone a ningún materialista semejante Ego, por grandes que sean
sus capacidades intelectuales. Es la Individualidad permanente o “Ego
que se reencarna.”
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El
Ego Inferior o Yo Personal
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es El
hombre físico en unión con su yo inferior, es decir, los instintos
animales, las pasiones, los deseos, etc. Es llamado la “falsa personalidad”,
y se compone del Manas inferior, combinado con Kâma–Rûpa, que
obra por medio del cuerpo físico y su fantasma o doble.
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El
“principio” restante, Pranâ o la “Vida”, es, estrictamente hablando,
la fuerza radiante o energía de Âtma –considerado como la Vida Universal y YO
ÚNICO–, su aspecto inferior, o mejor dicho, en sus efectos, más físico,
porque, en su aspecto manifestado, Pranâ o la Vida compenetra el ser entero
del Universo objetivo; y es llamado “ principio” sólo porque es un factor
indispensable, y el deus ex machina del hombre viviente.
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Esta división tan
simplificada en sus combinaciones, creo responderá mejor a la idea; la otra es
demasiado metafísica.
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Si
tanto los profanos como los teósofos quisiesen aceptarla, resultaría, ciertamente,
mucho más fácil de comprender.
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