LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 51)
DE LA CARIDAD
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¿Cómo
consideran los teósofos el deber cristiano de la caridad?
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¿A
qué caridad os referís; a la caridad mental o a la caridad práctica en el
plano físico?
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A la caridad
práctica, pues vuestra idea sobre la fraternidad universal incluye, por supuesto,
la caridad mental.
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¿Os
referís a la aplicación práctica de los mandamientos de Jesús en el Sermón de
la Montaña?
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Precisamente.
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Entonces,
¿por
qué llamarlos “cristianos”? Aunque vuestro Salvador los predicó
y practicó, lo último en que piensan los cristianos de hoy día es en ponerlos
en práctica durante su vida.
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¡Sin embargo,
muchos son los que se pasan la vida practicando la caridad!
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Sí,
con las sobras de sus grandes fortunas. Pero enseñadme un cristiano, entre los
más filántropos, que esté decidido a socorrer al ladrón hambriento que le
robe su abrigo; o a presentar su mejilla derecha al que le abofeteara la
izquierda, sin conservar jamás resentimiento por ello.
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Debéis tener
presente que no deben tomarse estos preceptos al pie de la letra. Desde la época
del Cristo, han cambiado los tiempos y las circunstancias. Además, habló en
parábolas.
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En
este caso, ¿por
qué no dicen las Iglesias que la doctrina de la condenación y del fuego del infierno
debe entenderse también como parábolas?
¿Por
qué insisten algunos de los predicadores más populares y afamados en el
sentido literal de los fuegos del Infierno y de los tormentos físicos de
un alma “asbestina”, y permiten virtualmente que se interpreten esas “parábolas” en el sentido que se hace?
Si
“parábola” es lo uno, también lo es lo otro.
Si
el fuego infernal es una verdad literal, entonces los mandamientos de Cristo
en el Sermón de la Montaña deben obedecerse al pie de la letra. Y os digo que
muchos que, como el Conde León Tolstoi, no creen en la divinidad del Cristo,
cosa que también sucede a más de un teósofo,
aplican literalmente esos nobles y universales preceptos.
Muchas
personas buenas lo harían si no estuviesen convencidas de que semejante proceder
en la vida les había de conducir a un manicomio, ¡efecto de lo cristianas
que son nuestras leyes!
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Todo el mundo
sabe, sin embargo, que se gastan anualmente muchos millones en la caridad
privada y pública.
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¡Oh,
sí! La mitad se queda entre las manos por que pasa, antes de llegar a las del
pobre; y una buena parte del res-to en poder, de los mendigos de oficio,
demasiado holgazanes para trabajar, no favoreciendo así de ningún modo a los
que realmente sufren o están en la miseria. ¿No sa-béis que el primer
resultado del gran desbordamiento de caridad en beneficio del East–End de
Londres fue producir en Whitechapel un alza de 20 por ciento en los
alquileres?
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¿Qué haríais
vosotros?
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No
obrar colectiva y sí individualmente; seguir el precepto de la escuela Buddhista
del Norte.
“Jamás pongas alimento en la boca
del hambriento sirviéndote de mano ajena.”
“Nunca permitas que se interponga
entre ti y el objeto de tu generosidad la sombra de tu vecino (la de una tercera persona).”
“Nunca des tiempo al Sol para secar
una lágrima, antes de haberla tú enjugado.”
“No des jamás por medio de tus criados dinero al
pobre, o alimento al sacerdote que pide a tu puerta; no fuera tu dinero a
aminorar el agradecimiento y a convertirse en hiel tu aliento”.
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¿Cómo puede
aplicarse esto prácticamente?
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Las
ideas teosóficas acerca de la caridad significan esfuerzo personal para
los demás; compasión y bondad personales; interés personal en
el bienestar y prosperidad de los que sufren; previsión y ayuda personales
en sus penas y necesidades. Nosotros, teósofos, no creemos en la eficacia
del sistema de dar dinero por conducto ajeno; creemos aumentar cien veces el
poder del dinero y su eficacia por nuestro contacto y simpatía personales con
los que lo necesitan. Creemos en el alivio del alma tanto, si no más, que en
el del estómago, porque el agradecimiento hace un bien mayor al hombre que lo
siente que al que lo ha hecho sentir. ¿Dónde está el agradecimiento
que vuestros millones de libras esterlinas debieran haber despertado, o los
buenos sentimientos provocados por ellos? ¿Acaso en el odio que siente el
pobre de East–End hacia el rico? ¿En el aumento del partido de la anarquía y
del desorden, o en esos centenares de infelices muchachas obreras, víctimas
del sistema “del sudor”, obligadas diariamente a andar por las calles para
ganarse la subsistencia? ¿Acaso quedan agradecidos a las fábricas en que les
dan trabajo las ancianas y ancianos desamparados, o los pobres por las viviendas
malsanas en que les consienten engendrar nuevas generaciones de seres
enfermizos, escrofulosos y raquíticos, con el único objeto de llenar los
bolsillos de los Shylocks insaciables que poseen casas? Como consecuencia,
cada moneda de estos “millones” entregada por gente buena y que quisiera ser
caritativa, cae como una desgracia en vez de una bendición sobre el pobre a
quien debiera aliviar. A esto llamamos crear Karma nacional, y terribles
serán sus resultados el día que haya que rendir cuentas.
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