LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 45)
¿QUIÉNES
SON LOS QUE SABEN?
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¿Puede aplicarse
esto igualmente a nosotros que a los demás?
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Igualmente.
Como se acaba de decir, para todos existe la misma visión limitada, excepto
para aquellos que han alcanzado en la presente encarnación el apogeo de la visión
espiritual y de la clarividencia. Sólo podemos comprender que si hubiesen
tenido que ser diferentes las cosas para nosotros, lo hubiesen sido; que
somos nuestra propia obra y que sólo tenemos nuestro merecido.
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Me temo que
semejante concepto sólo sirva para amargar aún más nuestro ánimo.
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Creo
que es precisamente lo contrario. La falta de creencia en la justa ley de retribución
es lo que más fácilmente despierta todos los sentimientos de rebelión en el hombre.
Tanto el niño como el hombre sufren mucho más por un castigo o hasta por una reprimenda
que creen inmerecida, que por un castigo más severo si comprenden que lo han merecido.
La creencia en Karma es la razón más alta para que un hombre se conforme
con su suerte en la vida, y el estímulo más poderoso para mejorar, por medio
del esfuerzo, el próximo renacimiento. Ambas cosas quedarían destruidas,
seguramente, si supiésemos que nuestra suerte es resultado de algo que no
fuese la ley estricta, o que el destino se halla en otras manos que las
nuestras.
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Acabáis de
afirmar que ese sistema de reencarnación bajo la acción de la ley kármica se impone
ante la razón, la justicia y el sentido moral. Pero si es así, ¿no es
sacrificando en parte las
hermosas
cualidades de la simpatía y la compasión, y a costa de los sentimientos más
delicados de la naturaleza humana?
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Sólo
en apariencia, mas no realmente. No puede hombre alguno recibir más o menos
de lo que merece, sin una correspondiente injusticia o parcialidad respecto a
los demás; y una ley que gracias a la compasión pudiese eludirse produciría
más sufrimientos y mayores desgracias e irritación, que beneficios. Tened
también en cuenta que no administramos la ley, puesto que creamos causas para
sus efectos; ella se administra a sí misma; y además, que la más amplia
previsión de la manifestación de la compasión justa y de la
misericordia la hallamos en el estado de Devachán.
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Habláis de los
Adeptos como de una excepción a la regla de nuestra ignorancia general.
¿Saben éstos
realmente algo más que nosotros acerca de la reencarnación y de los estados futuros?
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Sin
duda alguna. Gracias al desarrollo de facultades que todos poseemos, pero que
sólo ellos han perfeccionado, han penetrado espiritualmente en esos planos y
estados que hemos discutido. Desde las más remotas edades, una generación de
adeptos tras otras ha venido estudiando los misterios del ser, de la vida, de
la muerte y del renacimiento, y todos han enseñado a su vez algunos de los
hechos que así aprendieron.
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¿Y la formación
de tales adeptos es el objeto de la Teosofía?
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Considera
la Teosofía a la humanidad como una emanación de lo divino, en vía de regreso
hacia su origen. Llegados a
cierto punto del sendero, alcanzan el Adeptado aquellos que han sacrificado
varias encarnaciones para lograrlo. Porque tened muy presente que ningún
hombre ha alcanzado jamás el Adeptado en las ciencias secretas durante una
vida sola, sino que muchas encarnaciones son necesarias para ello, después de
haber formado un propósito consciente y haber dado principio a la práctica
necesaria. Muchos pueden ser los hombres y mujeres, en el corazón
mismo de nuestra Sociedad, que desde hace varias encarnaciones han empezado
la obra laboriosa de lograr la iluminación que desean; y los que todavía, por
efecto de las ilusiones personales de la vida presente, o ignoran el hecho o están
perdiendo toda probabilidad de progreso en esta existencia. Sienten ellos una
atracción irresistible hacia el ocultismo y la vida superior, y son aún,
sin embargo, demasiado personales y apegados a sus propias opiniones
(agradándoles con exceso las engañosas seducciones del mundo y los efímeros
placeres del mismo), para que se decidan a renunciar a ellos, perdiendo así
sus posibilidades de progreso en la actual existencia. Pero para los hombres
comunes, para los deberes prácticos de la vida diaria, semejante resultado,
tan lejano, es impropio como objeto y enteramente ineficaz como motivo.
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¿Cuál puede ser
el objeto de éstos al entrar en la Sociedad Teosófica?
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Muchos
se interesan por nuestras doctrinas y sienten instintivamente que son más
verdaderas que las de cualquier religión dogmática. Otros se han propuesto firmemente
alcanzar el ideal más elevado del deber para el hombre.
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