LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 41)
NATURALEZA
COMPLEJA DE MANAS
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¿Quisierais
decirme algo sobre la naturaleza de Manas y la relación de las skandhas del hombre
físico, con aquél?
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Esa
naturaleza misteriosa, proteica, fuera de todo alcance, casi confusa en sus correlaciones
con los demás principios, es muy difícil de comprender y más aún de explicar.
Manas
es un “principio”, y sin embargo es una “entidad” e individualidad, o Ego. Es
un “Dios”, y sin embargo está condenado a un ciclo indeterminable de
encarnaciones, de cada una de las cuales es tenido por responsable, y por
cada una de las cuales tiene que sufrir.
Todo
esto parece tan contradictorio como enigmático; sin embargo existen
centenares de personas, hasta en la misma Europa, que comprenden todo esto
perfectamente, porque conciben el Ego no sólo en su integridad, sino en sus
múltiples aspectos. En fin, para explicarme de una manera comprensible, he de
empezar por el principio, dándoos en pocas líneas la genealogía de ese Ego.
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Decid.
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Tratad
de imaginaros un “espíritu”, un ser celestial, llamémoslo como queramos, divino
en su naturaleza esencial, pero no bastante puro para ser uno con el TODO,
y teniendo para conseguirlo que purificar su naturaleza hasta lograr ese
objeto. Sólo puede alcanzarlo pasando individual y personalmente, es
decir, espiritual y físicamente, por toda experiencia y sensación existente
en el Universo diferenciado. Por consiguiente, después de haber adquirido
aquella experiencia en los reinos inferiores, habiendo ascendido más y más en
la escala del Ser, tiene que pasar por todas las experiencias de los planos
humanos.
En
su esencia misma es el PENSAMIENTO; por lo tanto, en su pluralidad, toma el
nombre de Manasa–putra, “los
Hijos de la mente (Universal)”. A este PENSAMIENTO individualizado es
al que nosotros los teósofos llamamos el verdadero Ego humano, la
Entidad pensante prisionera en una prisión de carne y hueso. Es seguramente
una entidad espiritual, no material; y esas entidades son los Egos que
se encarnan animando a la masa de materia animal llamada humanidad, cuyo
nombre es Manasa–putra, y son las “mentes”. Mas, una vez prisioneros o
encarnados, conviértese en dual su esencia; es decir, los rayos de la
Mente divina y eterna, considerados como entidades individuales, adquieren un
doble atributo, que es:
a)
su carácter
esencial inherente, la aspiración de la mente al cielo (Manas Superior), y
b) la
cualidad humana de pensar o reflexión animal, racionalizada por efecto de la
superioridad del cerebro humano, inclinado a Karma o Manas inferior.
El
uno gravita hacia Buddhi, el otro tiende hacia abajo, hacia el centro de las
pasiones y de los deseos animales. Para estos últimos no hay sitio en el
Devachán, ni pueden asociarse con la tríada divina que, como unidad, asciende
a la bienaventuranza mental. Sin embargo, el Ego, la entidad manásica, es responsable
de todos los pecados de los atributos inferiores, del mismo modo que un padre
es responsable de las transgresiones de su hijo mientras éste es
irresponsable.
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¿Es acaso el
“hijo” la personalidad”?
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Sí.
Por lo tanto, cuando se declara que la “personalidad” muere con el cuerpo, no
queda dicho todo. El cuerpo, que sólo era el símbolo objetivo del señor A o
de la señora B, se extingue con todos sus skandhas materiales, que son las
expresiones visibles de la misma. Pero todo aquello que durante la vida
constituyó el núcleo espiritual de experiencias, las aspiraciones más
nobles, las afecciones inmortales y la naturaleza altruista del señor
A o de la señora B, se adhiere durante el período devachánico al Ego,
identificado con la parte espiritual de aquella entidad terrestre que ha
desaparecido de nuestra vista. Tan imbuido está el actor del papel que
acaba de representar, que sueña con él durante la noche devachánica entera; y
esa visión dura hasta que para él suena la hora de volver al escenario
de la vida a desempeñar otro papel.
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¿Pero cómo se
explica que esta doctrina, la cual, seguía decís, es tan antigua como el pensamiento
humano, no haya penetrado en la Teología Cristiana?
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Estáis
equivocado; ha penetrado en ella; sólo que de tal modo la ha desfigurado la Teología,
que está desconocida, como sucede con muchas otras doctrinas. La Teología llama
al Ego el ángel que Dios nos da en el momento de nacer, para cuidar
de nuestra alma; y en vez de hacer responsable a aquel “ángel” de las
transgresiones de la pobre “alma” desamparada, esta última es la que, según
la Teología, recibe castigo por todos los pecados, tanto de la carne como de
la mente. Y es el alma, el HÁLITO inmaterial de Dios y su pretendida
creación, la que, gracias a una de las tretas intelectuales más
extraordinarias que se han conocido, está condenada a arder, sin consumirse
jamás (Ya que es de una “naturaleza como el
amianto o asbesto”, según la elocuente y fogosa expresión de un moderno
Tertuliano inglés.), en un infierno material, mientras que el “ángel”,
después de plegar sus blancas alas, que humedece con unas cuantas lágrimas,
escapa ileso. Sí; tales son nuestros “espíritus defensores”; los “mensajeros
de paz” enviados, según nos dice el Obispo Mant,
“… para hacer el
Bien a los herederos de la
Salvación;
Sufrir por nosotros cuando pecamos,
y
Regocijarse cuando nos
arrepentimos.”
Resulta
sin embargo evidente que si pidiésemos a todos los Obispos del mundo entero una
definición clara y terminante acerca de lo que entienden por el alma y
sus funciones, serían tan incapaces de hacerlo como de demostrarnos la mínima
sombra de lógica en la creencia ortodoxa.
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