LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 34)
IX KÂMA–LOKA Y
DEVACHÁN
DEL DESTINO DE LOS “PRINCIPIOS”
INFERIORES
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Habéis hablado del Kâma–loka.
¿Qué es?
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Cuando muere el
hombre, sus tres principios inferiores lo abandonan para siempre; es decir:
el cuerpo, la vida y el vehículo de esta última, el cuerpo astral o doble del
hombre viviente. Entonces sus otros cuatro principios –el principio central o
medio (el alma animal o Kâma–Rûpa), con lo que se ha
asimilado del Manas inferior, y la Tríada Superior, se
encuentran en Kâma–loka. Ésta es una localidad astral, el limbus de
la teología escolástica, el Hades de los antiguos y, estrictamente
hablando, una localidad sólo en un sentido relativo. No tiene área
definida, ni tampoco límite, pero existe dentro del espacio subjetivo,
es decir, fuera del alcance de nuestras percepciones sensoriales. Existe, sin
embargo; y allí es donde los eidolons astrales de todos cuantos seres
han vivido, inclusive los animales esperan su segunda muerte. Viene
esta última, para los animales, con la desintegración y la completa
desaparición de sus partículas astrales. Principia para el eidolon humano,
cuando la Tríada Atma–Buddhi–Manásica “se separa” de sus principios
inferiores, o sea del reflejo de la personalidad que fue, al entrar en el
estado devachánico.
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¿Y qué sucede después?
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Entonces el fantasma kama–rúpico,
privado de su principio pensador, y el Manas superior, del aspecto
inferior de este último, no recibiendo ya la inteligencia animal luz alguna
de la mente superior, y sin cerebro físico para poder obrar, desaparece.
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¿De qué modo?
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Cae en un estado
semejante al de una rana cuando el vivisector la priva de ciertas partes de
su cerebro. Ya no puede pensar, ni aun en el plano animal más inferior. No es
ni siquiera el Manas
inferior, puesto que este “inferior” no es nada sin el “superior”.
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¿Es esta no entidad la que vemos materializarse
con los médiums, en las sesiones espiritistas?
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Precisamente. Es una
no entidad verdadera sólo respecto de las facultades que raciocinan y
reflexionan; pero toda-vía es una entidad, si bien astral y fluídica,
como ha sido demostrado en algunos casos en que atraída magnética e
inconscientemente hacia un médium, revive por algún tiempo y vive en
él por procuración, por decirlo así. Este “fantasma” o Kâma–Rûpa puede compararse con el pez jalea, que
tiene una apariencia gelatinosa etérea mientras está en su propio elemento,
el agua (el Aura específica del
médium); pero que apenas sale
de la misma, se disuelve en la mano o en la arena, especialmente al sol. El
Kâma–Rûpa vive en el aura del médium una especie de vida ficticia; y
razona y habla, bien por el cerebro del médium, bien por los de las
otras personas presentes. Pero esto nos llevaría demasiado lejos, entrando en
terreno ajeno, que no deseo violar. Ciñámonos a nuestro asunto: la reencarnación.
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¿Qué sucede con esta última? ¿Cuánto
tiempo permanece en el estado devachá-nico el Ego que se encarna?
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Según nos enseñan,
esto depende del grado de espiritualidad y del mérito o demérito de la última
encarnación. El tiempo medio es de diez a quince siglos, como, ya os dije.
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Pero ¿por qué no ha de poder este
Ego manifestarse y comunicar con los mortales, como sostienen los espiritistas?
¿Hay alguna razón que se oponga a que una madre se comunique con los hijos que en la Tierra dejó, un marido con
su mujer, y así sucesivamente? Confieso que es una creencia en alto grado consoladora,
y no me extraña que los que la profesan se resistan tenazmente a abandonarla.
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Ni tampoco los obliga
a ello nadie, a no ser que prefieran la verdad a la ficción, por
“consoladora” que ésta sea. Nuestras doctrinas podrán disgustar a los
espiritistas; pero, sin embargo, nada de lo que creemos y enseñamos es, ni
con mucho, tan cruel y egoísta como lo que ellos predican.
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No lo entiendo. ¿A qué llamáis
egoísta?
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A su doctrina del
regreso de los espíritus, las verdaderas “personalidades”,
según afirman; y os diré por qué. Si el Devachán –llamado “paraíso” si
queréis, “lugar de bienaventuranza y felicidad supremas”– es tal lugar de
felicidad (mejor dicho estado), la lógica nos dice que no cabe en él
el menor sufrimiento, ni la sombra de una pena siquiera. “Dios enjugará todas las lágrimas de los ojos de aquellos que estén
en el Paraíso”, leemos en el libro de las promesas. Y si los “espíritus
de los muertos” pueden volver y contemplar todo lo que está pasando sobre la
Tierra, y especialmente en sus hogares, ¿qué especie de bienaventuranza es
la que los espera?
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