CLARIVIDENCIA
Leadbeater
(Parte 9)
CLARIVIDENCIA EN EL TIEMPO
La clarividencia en el tiempo -esto es, el poder de
ver en el pasado y en el futuro- como todas las demás variedades, la poseen
diferentes personas en grados muy diversos, desde el hombre que domina por
completo ambas facultades, hasta aquel que sólo obtiene, ocasional e
involuntariamente, vislumbres o reflexiones imperfectos de las escenas de otros
tiempos. Una persona de esta última clase
puede tener, por ejemplo, una visión de algún suceso del pasado, pero estaría
sujeta a grandes errores, y aun cuando sucediese que viera con bastante
exactitud, sería, casi con seguridad, un cuadro aislado, que ciertamente no
podría relacionar con algo que hubiera ocurrido antes o después, ni explicar
cualquier cosa extraordinaria que pudiese ver en él. Por el contrario, el
hombre experto podría seguir el drama relacionado con el cuadro, ya fuera hacia
atrás o hacia adelante, en cualquier extensión de tiempo que deseare, y
encontrar con igual facilidad las diferentes causas que lo habían originado,
así como los resultados que a su vez habría de producir.
Probablemente nos será más fácil comprender esta
sección, algo difícil de nuestro tema, si la consideramos en las subdivisiones
que naturalmente sugiere, y tratamos primeramente de la visión que se refiere
al pasado, dejando para un examen posterior la que pasa a través del velo del
futuro. En ambos casos será conveniente que tratemos de comprender lo que
podamos del modus operandi, aun cuando sólo alcancemos un éxito muy
mediano, debido en primer término a la información imperfecta de algunas partes
del asunto, que actualmente disponen nuestros investigadores; y en segundo
lugar, a la constante imposibilidad de expresar en el lenguaje ordinario de la
palabra física, una centésima parte de lo poco que realmente sabemos
acerca de los planos y facultades superiores.
El pasado
En el caso, pues, de una visión detallada del remoto
pasado, ¿cómo se obtiene y a qué plano de
la naturaleza pertenece realmente? La contestación a
estas preguntas trato de darla lo mejor que puedo mi estudio sobre los anales
del pasado. Los lectores pueden, desde luego, consultar dicho trabajo en El aura y los anales akáshicos, de modo que no es
necesario repetir aquí lo que ya queda escrito, aunque insertaré en él, en este
punto, algunos extractos, a fin de reunir en este pequeño volumen un bosquejo
bastante completo de lo que actualmente sabemos del asunto. Pero téngase siempre
presente que esta información que poseemos es imperfecta, y que además hay
muchas consideraciones que nos impiden seriamente comunicarla, aun así, por
completo.
En resumen, semejante visión tiene que ser, bien una
vislumbre directa o una reflexión de esa gran memoria de la Naturaleza que ha
sido llamada en nuestra literatura los anales akáshicos; y el plano más bajo en
el cual se puede alcanzadas de un modo claro y exacto es el mental, al paso que
en el astral sólo se tienen muy a menudo reflexiones parciales más o menos
desnaturalizadas. Como siempre,
vemos ejemplos de todos los grados del poder de ver estas cosas, desde el
hombre ejercitado que puede consultar tales anales a voluntad, hasta la persona
que sólo obtiene vagas vislumbres circunstanciales, o que quizá haya tenido tan
sólo una de semejantes vislumbres.
Cualquiera puede imaginarse las espléndidas
posibilidades que se abren ante el hombre que esté en completa posesión de este
poder. Tiene ante sí un
campo de investigación histórica del mayor interés. No sólo puede pasar revista
cómodamente a toda la historia que conocemos, corrigiendo a medida que la
examina los muchos errores y falsas interpretaciones de que adolecen los
relatos que nos han sido transmitidos, sino que también puede a voluntad pasar
revista a toda la historia del mundo desde su principio, observando el lento
desarrollo de la inteligencia en el hombre, el descenso de los Señores de la
Llama, y el crecimiento de las poderosas civilizaciones que fundaron.
Ni tampoco se
limitaría este estudio sólo al progreso de la humanidad; ante él tendrá, como
en un museo, todas las formas animales y vegetales extrañas que se mostraban en
escena cuando el mundo era joven; podría seguir todos los maravillosos cambios
geológicos que se han verificado y observar el curso de los grandes cataclismos
que cambiaron toda la faz de la tierra una y otra vez.
Hasta el hombre que
sólo posee esta facultad parcial y circunstancialmente, la encuentra del más profundo
interés. El psicómetra que necesita de un objeto relacionado físicamente con el
pasado, a fin de traer éste otra vez a la vida a su alrededor, Y el que mira a
través de cristales al que le es posible algunas veces dirigir su menos seguro
telescopio astral a alguna escena histórica de hace mucho tiempo, pueden
obtener los mayores goces con el ejercicio de sus respectivos dones, aun cuando
no comprendan bien cómo se producen estos resultados, y no puedan tenerlos
siempre que quieran a su disposición en toda circunstancia. En muchos de los
casos de manifestaciones inferiores de este poder, vemos que se practican
inconscientemente; muchos de los que observan mediante cristales ven escenas
del pasado, sin poder diferenciarlas de visiones del presente, y muchas
personas vagamente psíquicas ven presentarse constantemente ante ellos cuadros,
sin llegar nunca a darse cuenta de que les están sirviendo de instrumentos de
su facultad psicométrica los diversos objetos que se hallan a su alrededor
cuando los tocan o se aproximan a ellos.
Una interesante variedad de esta clase de psíquicos,
es el hombre que sólo puede psicometrizar personas y no objetos inanimados; de
manera que semejante psíquico, cuando es presentado a un desconocido, ve muchas
veces como una ráfaga algún suceso prominente de su vida pasada, aunque en
otras ocasiones no recibirá ninguna impresión especial. Más raros son los que
tienen visiones detalladas del pasado de todas las personas que ven. Quizás uno
de los mejores ejemplos de esta clase fue el del escritor alemán Zschokke,
quien describe en su autobiografía el poder extraordinario que se encontraba en
su posesión. Dice:
«Me ha sucedido
algunas ocasiones, que la primera vez que veía a una persona que me era completamente
desconocida, y después de escuchar en silencio su conversación, se presentaba
ante mí como en un sueño su vida pasada hasta el momento presente, con muchos
detalles minuciosos referentes a una u otra escena particular de ella; y esto
de un modo claro y completamente involuntario, y durando unos minutos.
Por mucho tiempo
consideré estas rápidas visiones-sueños como jugarretas de mi fantasía, tanto
más cuanto que tales visiones me presentaban el vestido y los movimientos de
los actores, la aparición de la habitación, los muebles y otras circunstancias
de la escena; hasta que en una ocasión, con ánimo de bromear, referí a mi
familia la historia secreta de la costurera que acababa de salir de la
habitación. Jamás la había visto hasta entonces. Sin embargo, los oyentes se
quedaron sorprendidos, se rieron y no quisieron creer que yo no conocía la vida
pasada de aquella mujer, porque todo lo que yo había dicho era perfectamente
cierto.
No fui yo el menos
sorprendido de que mi visión-sueño estuviese de acuerdo con la realidad. Entonces
presté más atención al asunto, y cuantas veces lo permitían las circunstancias,
refería a aquellos cuyas vidas habían pasado ante mi vista, la
sustancia de mi visión-sueño, a fin de obtener de ellos una rectificación o una
confirmación. En todas ocasiones obtuve una confirmación, no sin profunda sorpresa
de parte de los que me la daban.
Cierto día fui a la
ciudad de Waldshot acampanado de dos jóvenes deportistas que aún viven. Era al
oscurecer, y cansados de nuestra caminata entramos en una posada llamada La vid. Cenamos en numerosa compañía
en una mesa redonda, y en cierto momento empezaron a burlarse de las
par-ticularidades y sencillez de los suizos en relación con su creencia en el
magnetismo, en el sistema fisionómico de Lavater, y cosas por el estilo. Uno de
mis compañeros, cuyo orgullo nacional se sintió ofendido de sus burlas, me rogó
que les dijese algo, particularmente a un joven de superior apariencia, sentado
enfrente de nosotros, y que más marcadamente les había ridiculizado.
Precisamente
ocurrió que los sucesos de la vida de esta persona habían pasado hacía poco
ante mi mente. Me dirigí a él con la pregunta de si me contestaría con toda
sinceridad si yo le refería los pasajes más secretos de la historia de su vida;
siendo él tan desconocido para mí como yo para él.
-Esto -dije- iría
más lejos que toda la habilidad fisonómica de Lavater.
Prometió que si
decía la verdad la admitiría francamente. Entonces referí los sucesos que mi
visión me había sugerido, y todos los que había en la mesa supieron la vida del
joven comerciante: sus años de estudiante, sus pecadillos y, finalmente, un
acto delictivo cometido por él en la caja de caudales de su patrón. Describí la
desierta habitación con sus blancas paredes, en donde a la derecha de la puerta
de entrada se hallaba sobre una mesa la pequeña caja negra del dinero, etc. El
hombre, sumamente sorprendido, admitió la exactitud de todas las
circunstancias, hasta esta última misma, cosa que no era de esperar.»
¡Y después de referir este suceso, el digno Zschokke
prosigue tranquilamente a considerar, si después de todo, esta notable
facultad, que tan a menudo había ejercitado, no sería realmente la resultante
de una mera coincidencia casual.. . !
Relativamente pocos son los relatos que se encuentran
de personas que posean esta facultad de ver en el pasado, en la literatura del
asunto, y por tanto, pudiera suponerse que es mucho menos común que las de
previsión. Sospecho, sin embargo, que la verdad es, más bien, que esta facultad
es mucho menos comúnmente reconocida. Como he dicho antes, puede suceder muy
fácilmente que una persona pueda ver un cuadro del pasado sin reconocerlo como
tal, a menos que haya en él algo que le llame especialmente la atención, tal
como un hombre con armadura o con vestidos antiguos. También la previsión puede
no ser siempre reconocida como tal en el momento; pero la realización del
suceso previsto la recuerda vívidamente, al mismo tiempo que manifiesta su
naturaleza, de suerte que no es probable que pase inadvertida. Por tanto, puede
muy bien suceder que las vislumbres ocasionales de estas reflexiones astrales
de los anales akáshicos, sean más comunes que lo que lo hace suponer los
relatos publicados.
El porvenir
Sobre este punto también remito a los lectores al
trabajo mencionado antes. En él indico algo acerca de las predicciones, sobre
su posibilidad, y cómo pueden explicarse. Trato de indicar cómo en el plano
mental la mente libre puede fácil y rápidamente calcular el porvenir, y cómo en
el plano búdico una facultad superior aun puede penetrarlo sin cálculos. El
modo cómo funciona esta facultad superior es, naturalmente, por completo
incomprensible para el cerebro físico; sin embargo, alguna que otra vez podemos
tropezar con una alusión que parece que nos aproxima algo a una vaga
posibilidad de comprensión. Una de estas alusiones fue hecha por el doctor
Oliver Lodge, en su discurso a la Asociación Británica de Cardiff. Dijo:
«Una idea luminosa
y auxiliar, es la de que el tiempo no es más que un modo relativo de considerar
las cosas; progresamos por medio de los fenómenos con cierta rapidez definida,
y este avance subjetivo lo interpretamos de un modo objetivo, como si los
sucesos marchasen necesariamente en este orden y a este paso preciso. Pero esto
puede ser sólo un modo de considerarlos. Los sucesos pueden estar, en cierto
sentido, siempre existentes, tanto en el pasado como en el futuro, y puede ser
que seamos nosotros los que llegamos a ellos, y no ellos los que se verifican.
La analogía de un viajero en un ferrocarril, es útil; si no se pudiese
abandonar nunca el tren ni cambiar su marcha, es muy probable que se
consideraran los paisajes como necesariamente sucesivos, y no sé podría
concebir su existencia.
... Percibimos, por
tanto, un aspecto posible de cuatro dimensiones acerca del tiempo, y lo inexorable
de su curso puede ser una parte natural de nuestras limitaciones presentes. Y
si llegamos a comprender la idea de que el pasado y lo futuro pueden existir
actualmente, podríamos reconocer que tengan una influencia determinante en toda
acción presente, constituyendo los dos juntos el "plano superior" o
totalidad de las cosas, las cuales, a mi parecer, nos vemos impulsados a
buscar, en relación con la dirección de la forma o determinismo, y la acción de
los seres vivos, conscientemente dirigida a un fin definido y preconcebido.»
El tiempo no es en
realidad la cuarta dimensión en modo alguno; sin embargo, el considerado por un momento
desde este punto de vista, es una ligera ayuda para comprender lo
incomprensible.
Supongamos que tenemos un cono de madera apoyado por
el vértice y perpendicularmente sobre una hoja de papel, y que lentamente lo
empujamos a través de la misma. Un microbio que viviese en la superficie de
esta hoja de papel, y que no pudiese concebir nada fuera de esta superficie, no
sólo no podría ver nunca el cono como un todo, sino que no podría formar
ninguna clase de concepto de semejante cuerpo. Todo lo que vería sería la
aparición repentina de un diminuto círculo, el del vértice, el cual se
agrandaría más y más de un modo gradual y misterioso, hasta que desaparecería
de su mundo tan repentina e incomprensiblemente como se había presentado.
Así, lo que en realidad sería una serie de secciones
del cono, le parecerían ser estados sucesivos en la vida de un círculo, y le
sería imposible asir la idea de que estos estados sucesivos podían verse simultáneamente.
Sin embargo, es, por supuesto, cosa fácil para nosotros, mirando el asunto
desde otra dimensión, el ver que el microbio está sencillamente bajo una
ilusión derivada de sus propias limitaciones, y que el cono existe como un
todo. Nuestra propia ilusión respecto del pasado, presente y futuro es,
probablemente, semejante, y la vista que se obtiene de cualquier serie de sucesos
desde el plano búdico, corresponde a la vista del cono como un todo.
Naturalmente, cualquier intento de explicar esta indicación nos conduciría a
una serie de paradojas sorprendentes; pero el hecho, sin embargo sigue siendo
tal hecho, y llegará la hora en que será claro como el día a nuestra comprensión.
Cuando la conciencia del discípulo está por completo
desarrollada en el plano búdico, la visión perfecta es, por tanto, posible para
él, aun cuando no pueda -y seguramente no podrá- aportar a esta vida todo el
resultado de su visión por completo y en orden. Sin embargo, es evidente que en sus facultades reside
una gran parte de clara presciencia siempre que desee ejercitarla; y hasta
cuando no la ejercita, vienen a él durante su vida ordinaria frecuentes ráfagas
de conocimiento previo, de modo que muchas veces tiene la intuición instantánea
de los sucesos futuros, aun antes de iniciarse.
Fuera de esta
previsión perfecta, vemos como en los casos anteriores, que existen todos los
grados de este tipo de clarividencia, desde los vagos presentimientos
ocasionales que no pueden llamarse visión, hasta la segunda vista frecuente y
bastante completa. La facultad a la que se ha dado este último nombre, en parte
erróneo, es muy interesante, y compensaría bien un estudio más atento y
sistemático que el que hasta ahora se le ha dedicado. Nos es más conocida como propiedad bastante frecuente
de los montañeses de Escocia, aun cuando en modo alguno se limita a ellos. En
casi todas las naciones se han presentado ejemplos circunstanciales, pero ha
sido siempre más común entre los montañeses y hombres de vida solitaria. Entre
nosotros, en Inglaterra, se la menciona a menudo como si fuera don exclusivo de
la raza celta; pero en realidad ha aparecido en todo el mundo entre gentes
colocadas en análoga situación; por ejemplo, se dice que es muy común entre los
aldeanos de Westfalia.
Algunas veces la segunda vista consiste en un cuadro,
prediciendo claramente algún suceso futuro; quizá con más frecuencia se reciba
la vislumbre del porvenir por medio de una apariencia simbólica.
Es de notar que los
sucesos que se predicen son invariablemente desagradables, siendo la muerte el
más común de ellos; no recuerdo un solo ejemplo de segunda vista que no haya
sido de la más sombría naturaleza. Tiene un simbolismo horripilante que es
peculiar suyo, un simbolismo de mortajas, candeleros mortuorios y otros
horrores funerarios. En algunos casos parece que hasta cierto punto depende de
la localidad, porque se dice que los habitantes de la isla de Skye, que poseen
esta facultad, la pierden las más de las veces cuando dejan la isla, aunque no
sea sino para pasar al continente. El don de está vista es algunas veces
hereditario en una familia durante generaciones; pero ésta no es una regla
invariable, pues a menudo aparece de un modo esporádico en un individuo de una
familia, libre por otra parte de su lúgubre influencia.
En el trabajo a que he hecho referencia, se dio un
ejemplo de una visión clara de un suceso futuro, con algunos meses de antelación.
Yo expuse otro quizá más sorprendente, exactamente como me había sido referido
por uno de los actores de la escena en otro lugar de este trabajo. Pueden reunirse
por docenas ejemplos de análoga naturaleza. Respecto de la variedad simbólica
de esta vista, se asegura comúnmente entre los que la poseen, que si al ver una
persona viva ven el fantasma de una mortaja envolviéndole, es un pronóstico
seguro de su muerte. La fecha de la muerte está indicada, bien por la extensión
en que la mortaja cubre el cuerpo, o por la hora del día en que se ve la
visión; pues si es por la mañana temprano, dicen que el hombre morirá en el
mismo día; pero que si es después de anochecer, entonces sucederá dentro del
año.
Otra variante (y bastante notable) de la forma simbólica
de la segunda vista, es cuando se presenta al vidente la aparición sin cabeza
de la persona cuya muerte se predice. Un ejemplo de esta clase se da en Signs
before Death (Señales antes de la muerte), como ocurrido en la familia del
doctor Fenier, aunque en este caso, si no recuerdo mal, la visión no ocurrió
hasta la hora de la muerte, o muy cerca de ella.
Sin contar los videntes que de un modo regular poseen
cierta facultad, aun cuando no siempre dominen por completo sus
manifestaciones, existe además un gran número de ejemplos aislados de previsión
en gentes en quienes esta facultad nada tiene de regular.
Quizá ocurra la
mayor parte de ellos en sueños, por más que abundan los ejemplos de visión en estado
de vigilia. Algunas veces la previsión se refiere a un suceso de verdadera
importancia para el vidente, justificándose así el trabajo que se ha tomado el
ego en imprimirla. En otros casos el suceso es de los que no tienen importancia
aparente, o no está relacionado en modo alguno con la persona que ha tenido la
visión. Algunas veces es evidente que la intención del ego (o de la entidad que
se comunica, cualquiera que sea) es avisar al yo inferior de la aproximación de
alguna calamidad, bien sea para que la prevenga, o si esto no es posible, para
que el golpe no sea tan rudo con la preparación.
El suceso que con
más frecuencia se predice de este modo es, quizá, naturalmente, la muerte; algunas
veces la muerte del vidente mismo, otras la de alguien que le es querido. Este tipo de previsión es tan común en la literatura
sobre el asunto, y su objeto es tan patente, que casi no necesitamos presentar
ejemplos de él; sin embargo, uno o dos casos en los que la vista profética,
bien que evidentemente útil, ha sido, no obstante, de un carácter menos
sombrío, quizás interesen a nuestros lectores. El que sigue está tomado del
libro Night Side of Nature, pág. 72, de la sencilla señora Crowe.
«Hace pocos años
que el doctor Watson, que actualmente reside en Glasgow, soñó que recibía un
aviso para ir a ver a un cliente en un lugar distante unas millas de donde él
vivía; montó a caballo y al atravesar un campo vio un toro que se dirigía hacia
él furiosamente, y de cuyos cuernos escapó refugiándose en un sitio inaccesible
para el animal, en donde estuvo esperando largo tiempo hasta que algunas
personas, observando su situación, vinieron en su ayuda y le libertaron.
A la mañana
siguiente, mientras tomaba su desayuno, vino el aviso, y sonriéndose de la
coincidencia (según él la creía) montó a caballo. Desconocía por completo el
camino por donde debía ir, pero no tardó en llegar al campo, que reconoció,
presentándose acto seguido el toro que se dirigía a escape sobre él. Pero su
sueño le había enseñado el lugar de refugio, hacia el cual corrió sin vacilar,
y allí pasó tres o cuatro horas sitiado por el animal, hasta que lo libertaron
algunos aldeanos. El doctor Watson declara que, de no haber sido por el sueño,
no hubiera sabido dónde refugiarse.»
Otro caso en el cual hubo un intervalo mucho mayor
entre el aviso y su realización, lo presenta el doctor F. G. Lee en Glimpses
01 the Supematural, vol. 1, pág. 240:
«La señorita Hannah
Groen, ama de llaves de una familia de labradores en Oxfordshire, soñó una noche
que la habían dejado sola en la casa un domingo por la noche, y que oyendo que
llamaban a la puerta de la entrada principal, fue a abrir y se encontró un
individuo de muy mala catadura, armado de un palo a modo de cachiporra, que
insistía en penetrar en la casa. Luchó con él durante algún tiempo para
impedirle la entrada, pero sin resultado, pues recibió un golpe que la hizo
caer en tierra sin sentido, penetrando el hombre en la casa. En este momento
despertó.
Como nada sucedió
durante un largo período de tiempo, el sueño fue pronto olvidado, y según ella
aseguraba, se le había borrado por completo de la mente. Sin embargo, siete
años después, esta misma ama de llaves quedó a cargo, con otros dos criados, de
una mansión aislada en Kensington (que después fue la residencia en la ciudad
de la familia), cuando un domingo por la noche, en que los otros dos criados
habían salido dejándola sola, sintió que llamaban fuertemente a la puerta.
Repentinamente vino
a su memoria el recuerdo del sueño con viveza y fuerza singulares, y lamentó
grandemente su aislamiento. Obrando, pues, con prudencia, y después de encender
una lámpara en la mesa del vestíbulo -durante cuyo acto se repitió con fuerza
la llamada-, tomó la precaución de subir a una mesita de la escalera y abrir
una ventana, y desde allí, con gran espanto suyo, vio en la calle al hombre que
algunos años antes había visto en su sueño, armado de una cachiporra, y pidiendo
que le abriera.
Con gran presencia
de ánimo bajó a la entrada principal, aseguró mejor aquella y otras puertas y
ventanas, y luego empezó a tocar violentamente las diversas campanillas de la
casa, y encendió luces en las habitaciones superiores. Se supuso que estos
actos pusieron en fuga al intruso.»
Es evidente que también en este caso el sueño tuvo una
utilidad práctica, pues a no ser por él, la digna ama de llaves hubiera, sin
duda alguna, por la fuerza misma de la costumbre, abierto la puerta del modo
ordinario en contestación a la llamada.
Sin embargo, no sólo en sueños imprime el ego en su yo
inferior lo que cree que le conviene saber. En los libros hay muchos ejemplos
que confirman esto; pero en lugar de citar de ellos, expondré un caso que me
fue referido hace unas pocas semanas por una señora amiga mía; un caso que si
bien no está rodeado de incidentes románticos, tiene el mérito de ser nuevo.
Mi amiga, pues,
tiene dos hijas pequeñas y hace poco tiempo la mayor cogió (según se supuso) un
fuerte constipado, y sufrió durante algunos días una obstrucción completa en la
parte superior de la nariz. La madre no se preocupó de esto, esperando que
pasaría pronto, hasta que un día vio repentinamente ante ella, en el aire, lo
que describe como un cuadro de la sala de un hospital, en donde yacía en una
cama su hija mayor aparentemente insensible, con un paño manchado de sangre
bajo la mejilla. La cuidaba un doctor y un enfermero, y la madre tuvo la
impresión de que se acababa de sufrir una operación relacionada con la nariz.
Los detalles más minuciosos de la escena se le presentaron claros, y observó
particularmente que la niña tenía puesta una camisa de noche blanca, mientras
que ella sabía que todos los vestidos de esta clase de su pequeña hija eran de
color de rosa.
Esta visión la
impresionó considerablemente y le sugirió por primera vez la idea de que su
hija tuviese algo más grave que un constipado, y así la llevó a un hospital
para que la examinaran. El cirujano que la reconoció descubrió una excrecencia
de mal carácter en la nariz, que dijo había que extirpar inmediatamente. La
niña fue subida al piso superior, puesta en la cama (con una camisa de noche
blanca), y la operación se ejecutó, reproduciéndose exactamente todas las
circunstancias de la visión.
En todos estos casos la previsión consiguió su
resultado; pero los libros están llenos de relatos de avisos descuidados o no
tenidos en cuenta, y de los desastres que consiguientemente se seguían.
Algunas veces el
aviso lo recibe alguien que prácticamente no puede intervenir en el asunto,
como en el ejemplo histórico en que John Williams, un director de minas en
Comwall, previó con los más minuciosos detalles, ocho o nueve días antes de que
sucediera, el asesinato de Spencer Perceval, el entonces ministro de Hacienda,
en el Congreso de Diputados. Aun en este caso, sin embargo, también hubiera
quizá sido posible hacer algo; pues según leemos, el señor Williams se impresionó
de tal modo que consultó a sus amigos sobre si debía ir a Londres a prevenir a
Perceval. Desgraciadamente le disuadieron y el asesinato se verificó. No parece
muy probable que aun cuando hubiese ido a la capital y referido su historia, le
hubieran hecho gran caso; sin embargo, existía la posibilidad de que se
hubiesen tomado algunas precauciones que hubieran podido impedir el asesinato.
Hay poco que nos demuestre a qué acción particular de
los planos superiores se debió esta curiosa visión profética. Los individuos se
desconocían por completo, de suerte que no fue causada por ninguna estrecha
simpatía entre ellos. Si fue una tentativa de parte de algún auxiliar (de la
hueste de auxiliares en el plano astral) para impedir la catástrofe, parece extraño
que no se encontrase a nadie lo suficientemente sensitivo más cerca que
Comwall. Quizá Williams, estando en el plano astral durante el sueño, percibió
de algún modo esta reflexión del futuro, y horrorizado naturalmente por ella la
transmitió a su mente inferior con la esperanza de que pudiera hacer algo para
impedirla; pero es imposible precisar exactamente el caso sin examinar los
anales akáshicos para ver lo que realmente tuvo lugar.
Un ejemplo típico
de la previsión que carece absolutamente de objeto, es el referido por Stead en
su Real Ghost Stories, de su
amiga la señorita Freer, generalmente conocida como Miss X. Esta señora,
estando en su casa de campo, y hallándose bien despierta y perfectamente
consciente, vio una vez un carro tirado por un caballo blanco y ocupado por dos
forasteros, uno de los cuales se apeó y empezó a acariciar a un perro. Vio que
llevaba un ulster, así como también observó especialmente las señales que
dejaron las ruedas en la arena. Sin embargo, en aquel momento no había por allí
carro alguno; pero media hora después dos forasteros llegaron efectivamente en
tal vehículo, cumpliéndose exactamente todos los detalles de la visión. Stead,
cita seguidamente otro ejemplo de previsión sin objeto, en el cual entre el
sueño (pues en este caso fue un sueño) y su realización, transcurrieron siete
años.
Todos estos ejemplos, elegidos al azar entre cientos, demuestran que es
indudablemente posible cierta previsión en el ego; y semejantes casos
sucederían, sin duda alguna, con mucha más frecuencia, si no fuera por la
extrema densidad y falta de sensibilidad de los vehículos inferiores de la mayor
parte de lo que llamamos humanidad civilizada; defectos causados principalmente
por el materialismo práctico grosero de la época presente. No me refiero a profesión alguna materialista, sino
al hecho de que en todos los asuntos prácticos de la vida diaria, casi todos se
guían tan solamente por consideraciones de interés mundano en alguna forma u
otra.
En muchos casos el ego mismo puede ser poco
desarrollado, y resultar, por tanto, su previsión muy vaga; en otros puede ver
con claridad, pero ser sus vehículos inferiores tan poco sensibles, que todo lo
más que puede conseguir es transmitir al cerebro físico la impresión indefinida
de un desastre próximo. Además hay casos en los que la advertencia no es en
modo alguno obra del ego, sino de una entidad distinta, que por alguna razón se
toma interés por la persona que percibe la sensación.
En la obra antes citada, el doctor Stead nos refiere
la seguridad que sintió, con algunos meses de anticipación, de que quedaría a
su cargo la Pall Mail Gazette, aunque desde el punto de vista ordinario
nada parecía menos probable. Si este conocimiento previo fue el resultado de
una impresión hecha por su propio ego, o fuera alguna indicación amiga de algún
otro, es imposible decido sin una investigación definida; pero su confianza en
ello fue plenamente justificada.
Hay otra variedad
de clarividencia que no debe dejarse sin cuestionar. Es relativamente rara,
pero se registran de ella bastantes ejemplos para llamar nuestra atención, por
más que, desgraciadamente, entre los detalles que se dan, no se ven, por lo
general, aquellos que se requieren para poder determinar con certeza. Me
refiero a los casos en que se han visto ejércitos espectrales o ganados fantasmas.
En The Night Side Of Nature, hay relatos
de tales visiones. Se nos refiere cómo en Havarah Park, cerca de Ripley, fue
visto por personas respetables, un cuerpo de soldados con uniforme blanco, en
número de varios cientos, hacer diversas evoluciones y luego desvanecerse; y
cómo algunos años antes un ejército ilusorio semejante fue visto en las
cercanías de Invernes, por un respetable agricultor y su hijo.
En este caso
también el número de soldados era muy grande, y los espectadores no abrigaban,
al principio, la menor duda de que eran formas sustanciales de carne y hueso.
Contaron por lo menos dieciséis pares de columnas, y tuvieron tiempo sobrado para
observar todos los detalles. Las filas del frente marchaban de siete en fondo,
y estaban acompañadas de muchas mujeres y niños, que llevaban cacerolas de
estaño y otros útiles de cocina. Los hombres vestían de encarnado y sus armas
brillaban al sol. En medio de ellos había un animal, un venado o un caballo, no
pudieron distinguir cuál de los dos, al que empujaban furiosamente con sus
bayonetas.
El más joven de los
dos hombres hizo al otro la observación de que de vez en cuando las filas de
atrás tenían que correr para alcanzar la vanguardia; y el más viejo, que había
sido soldado, le dijo que tal sucedía siempre, y le recomendó que si alguna vez
servía, tratase de ir siempre al frente. Sólo había un oficial montado, jinete
en un caballo tordo de dragones, y que llevaba un sombrero con galones de oro y
uniforme azul de húsar, con mangas abiertas guarnecidas de encarnado. Los dos
espectadores lo observaron tan particularmente, que dijeron después que podían
reconocerle en cualquier parte. Sin embargo, temieron ser maltratados u
obligados a seguir a las tropas, que supusieron habían venido de Irlanda y
desembarcado en Kyntyre, y mientras se subían a un carro para evitar su
encuentro, toda la escena desapareció.
Un fenómeno por el
estilo fue observado en los primeros años de este siglo en Paderborn,
Westfalia, y visto por lo menos por treinta personas; pero como algunos años
más tarde tuvo lugar en aquel mismo sitio una revista de veinte mil hombres, se
dedujo que la visión debía haber sido alguna clase de segunda vista: una
facultad bastante común en aquel distrito. Se citan otros
casos en que se han visto en ciertos caminos ganados de ovejas espectrales, y
hay, por supuesto, varias historias alemanas de cabalgatas fantasmales de
cazadores y bandidos.
Ahora bien; en estos casos, como tan a menudo sucede
en la investigación de los fenómenos ocultos, existen varias causas posibles,
cualquiera de las cuales sería apta para ocasionar los sucesos observados; pero
en la carencia de informes más completos, no puede hacerse otra cosa que
conjeturar acerca de cuáles de entre estas causas posibles operaban en cada
ejemplo.
La explicación que generalmente se da (cuando no se
ridiculiza todo el relato como una falsedad) es que lo que se ve es la
reflexión, por espejismo, de los movimientos de un cuerpo verdadero de tropas
que se verifican a distancia considerable. Yo mismo he visto el espejismo
ordinario en diversas ocasiones, y conozco, por tanto, algo de sus maravillosos
poderes de ilusión; pero me parece que se necesitaria alguna variedad
completamente nueva de espejismo, muy distinta de las conocidas hasta ahora por
la ciencia, para explicar estas historias de ejércitos fantasmas, que pasan a
unos pocos metros del espectador.
En primer término pueden ser, como en el caso de
Westfalia antes mencionado, simples ejemplos de previsión en escala gigantesca;
por quién arreglados y con qué objeto, no es fácil de adivinar. También pueden
muchas veces pertenecer al pasado en lugar de al porvenir, y ser efectivamente
reflexiones de escenas de los anales akáshicos; aunque también en este caso la
razón y motivo de semejante reflexión no están claros. Hay muchas tribus de
espíritus de la naturaleza capaces, si por alguna razón lo deseasen hacer, de
producir semejantes apariciones por medio de sus maravillosos poderes para
ilusionar, y semejantes actos estarían muy en armonía con su tendencia a
mistificar e impresionar a los seres humanos. Otra posibilidad es
de que en algunos casos lo que ha sido tomado por soldados eran simplemente los
espíritus de la naturaleza mismos, ejecutando algunas evoluciones ordenadas en
que tanto se divierten, aunque hay que admitir que éstas rara vez son de un
carácter que pueda confundirse con las maniobras militares, excepto por los más
ignorantes.
Los soldados son probablemente, en la mayor parte de
los ejemplos, simples anales; pero hay casos como el de «los cazadores
salvajes» de la historia alemana, que pertenecen a una clase completamente
distinta de fenómenos, que está por completo fuera de nuestro asunto presente. Los estudiantes de
lo oculto están familiarizados con el hecho de que las circunstancias que
rodean cualquier escena de terror o pasión intensa, tales como un asesinato
excepcional horrible, tienden a reproducirse de vez en cuando en una forma en
que se requiere muy poco desarrollo de facultad psíquica para poder ver, y ha
sucedido algunas veces que varios animales han formado parte del escenario del
suceso, y por consiguiente ellos también son periódicamente reproducidos por la
acción de la conciencia culpable del asesino. Probablemente, sea cualquiera el fundamento verdad que
tengan estos relatos de jinetes espectrales y partidas de caza, pueden
c1asificarse en esta categoría.