sábado, 15 de agosto de 2015

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 22

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 22
Carta del Mahatma K.H. a Hume.


CARTA Nº 22 ( Transcrita de una copia de puño y letra del señor Sinnett.—Ed.)

Extracto de una Carta de K.H. a Hume. Recibida para que yo la lea atentamente, hacia finales de 1882. (A.P.S.)
¿Nunca se le ha ocurrido, nunca ha sospechado que la mente Universal, como la mente humana finita, podía tener dos aspectos, o un poder dual —el uno voluntario y consciente y el otro involuntario e inconsciente del poder mecánico— y esto desde el punto de vista de su ciencia occidental y de la sugerencia de su propio Ego, que ya han captado lo esencial de cada verdad y están preparados para ridiculizar las ideas equivocadas? Para conciliar la dificultad de muchas proposiciones teístas y anti-teístas, esos dos poderes son una necesidad filosófica.
La posibilidad del primero, o sea del atributo voluntario y consciente en relación con la mente infinita, y a pesar de las aseveraciones de todos los Egos del mundo viviente, seguirá siendo siempre una mera hipótesis, mientras que en la mente finita es una realidad científica y demostrada. El más elevado de los espíritus Planetarios es tan ignorante como nosotros del primero de los atributos y la hipótesis permanecerá como tal incluso en el Nirvana, puesto que se trata de una mera posibilidad deducida, tanto allí como aquí.
Consideremos la mente humana en relación con el cuerpo. El hombre tiene dos cerebros físicos distintos; el cerebro propiamente dicho, con sus dos hemisferios en la parte frontal de la cabeza —origen de los nervios voluntarios, y el cerebelo, situado en la parte posterior del cráneo— origen de los nervios involuntarios que son los agentes de los poderes inconscientes o mecánicos de la mente, por medio de los cuales ésta actúa. Y por más débil e inseguro que pueda ser el dominio del hombre sobre sus [?funciones] involuntarias, tales como la circulación de la sangre, los latidos del corazón y la respiración, especialmente durante el sueño —sin embargo, ¡cuánto más fuerte y poderoso se presenta el hombre como dueño y señor del ciego movimiento molecular —las leyes que gobiernan su cuerpo (prueba de ello son los poderes excepcionales del Adepto e incluso del Yogui común), que no los de aquello a lo cual ustedes insisten en llamar Dios demuestra sobre las leyes inmutables de la Naturaleza! En eso, y contrariamente a la mente finita, la "mente infinita" —a la que denominamos así sólo por motivos de conveniencia, pues nosotros la llamamos la FUERZA infinita— no revela más que las funciones de su cerebelo, admitiéndose la existencia de un supuesto cerebro, tal como se indicó más arriba, pero sobre la hipótesis deducida que se deriva de la teoría cabalística (exacta en todo lo demás) de que el Macrocosmo es el prototipo del Microcosmo.

En la misma medida que la corroboración por parte de la ciencia moderna de todo lo que nosotros sabemos nos tiene sin cuidado —igualmente, de todo lo que los Espíritus Planetarios han constatado, (los cuales, no lo olvide, al atravesar el velo primordial de la materia cósmica, tienen relaciones ultra-cósmicas, igual como las que nosotros tenemos cuando atravesamos el velo de nuestro mundo físico bruto—) la mente infinita no revela ante ellos, ni ante nosotros, más que las palpitaciones regulares inconscientes del ritmo eterno y universal de la Naturaleza a través de las miríadas de mundos, dentro y fuera del velo primordial de nuestro sistema solar.
SABEMOS —hasta ese punto. Dentro y hasta el límite extremo, hasta el mismo borde del velo cósmico, sabemos por experiencia personal que el hecho es cierto; la información reunida por lo que se refiere a lo que tiene lugar más allá, se la debemos a los Espíritus Planetarios y a nuestro bendito Señor el Buddha. Por supuesto que esto puede considerarse como una información de segunda mano. Existen personas que antes que rendirse a la evidencia de la realidad de los hechos preferirán considerar, incluso a los dioses planetarios, como filósofos desencarnados "descarriados", si no como realmente unos embusteros. Está bien. "Cada uno es dueño de su propia sabiduría", dice un proverbio tibetano, y es libre de honrar o envilecer a su esclavo. Sin embargo, yo continuaré, en beneficio de los que aún pueden captar mi explicación del problema y comprender la naturaleza de la solución.
La característica peculiar del poder involuntario de la mente infinita —a la que nadie podría jamás pensar en llamar Dios— es el estar eternamente evolucionando, haciendo que la materia subjetiva se convierta en átomos objetivos (tenga usted la bondad de recordar que los dos adjetivos sólo se usan en sentido relativo) o materia cósmica, para desarrollarse posteriormente en formas.
Y además, es el mismo poder involuntario mecánico el que vemos tan intensamente activo en todas las leyes establecidas de la naturaleza —el cual gobierna y controla lo que se denomina el Universo o el Cosmos. Hay algunos filósofos modernos que desearían probar la existencia de un Creador a partir del movimiento. Nosotros decimos y afirmamos que ese movimiento —el movimiento perpetuo universal que jamás cesa, que jamás disminuye ni aumenta su velocidad, ni siquiera durante los intervalos entre los pralayas o "noches de Brahma", sino que sigue como un molino en marcha, tanto que tenga algo que moler como no (porque el pralaya significa la pérdida temporal de toda forma pero no significa en absoluto la destrucción de la materia cósmica, que es eterna) —y decimos que este movimiento perpetuo es la única Deidad, eterna e increada que somos capaces de aceptar.
Considerar a Dios como un espíritu inteligente y aceptar, a la vez, su absoluta inmaterialidad, es concebir una entidad que no existe, es el vacío absoluto; considerar a Dios como un Ser o como un Ego, y colocar su inteligencia bajo medida, por alguna razón misteriosa, es la más completa insensatez; dotarle de inteligencia ante el Mal, ciego y brutal, es hacer de él un espíritu malévolo, el más vil de los Dioses. Un ser, por gigantesco que sea, que ocupa el espacio, que tiene largo, ancho y grueso, es ciertamente la deidad Mosaica; el "No ser", y un mero principio le llevará a usted directamente al ateísmo buddhista o al primitivo Acosmismo vedantino.
Lo que está más allá y aparte de los mundos de la forma y del ser, en mundos y en esferas en su estado más espiritualizado —y usted nos hará, tal vez, el favor de decirnos dónde puede estar ese más allá, puesto que el Universo es infinito e ilimitado— es inútil para cualquiera buscarlo, puesto que ni siquiera los Espíritus Planetarios tienen ningún conocimiento ni percepción de ello. Si nuestros más grandes Adeptos y Bodhisattvas no han penetrado nunca más allá de nuestro sistema solar —y la idea parece adaptarse a su teoría teística maravillosamente, mi respetado Hermano— ellos deben conocer, sin embargo, la existencia de otros sistemas solares parecidos, con una seguridad tan matemática como la de cualquier astrónomo occidental que conoce la existencia de estrellas invisibles a las que no puede acercarse ni explorarlas. Pero de lo que hay dentro de los mundos y de los sistemas, no en la trans-infinitud (extraña expresión a utilizar) sino más bien en la cis-infinitud en el estado de la inmaterialidad más pura e inconcebible, nadie lo supo jamás, ni nadie lo dirá jamás; de ahí que sea algo no-existente para el universo. Usted está en libertad de colocar en este vacío eterno los poderes intelectuales o voluntarios de su deidad —si es que puede concebir tal cosa.
Mientras tanto, podemos decir que es el movimiento el que gobierna las leyes de la naturaleza, y que las gobierna como el impulso mecánico que se da a las aguas que corren, el cual las empujará, ya sea en línea directa o bien a lo largo de centenares de canales laterales que puedan ir encontrando en su camino, y tanto que estos canales sean surcos naturales o canales preparados artificialmente por la mano del hombre.
Y sostenemos que, dondequiera que haya vida y existencia, y por más espiritualizada que sea una forma, no hay lugar para un gobierno moral, y mucho menos para un Gobernador moral —¡un Ser que, al mismo tiempo, ni tiene forma ni ocupa espacio!
En verdad, si la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la comprenden, es porque eso es la ley natural; ¡pero cuánto más sugestivo y repleto de significado para el que sabe es decir que la luz todavía comprende menos a la oscuridad, ni nunca la conoce, porque la mata dondequiera que penetra y la aniquila instantáneamente! Un Espíritu puro y sin embargo volitivo, es un absurdo para la mente volitiva. El organismo como resultado no puede existir independientemente de un cerebro organizado, y un cerebro organizado, creado de la nada, es una falsedad todavía mayor. Si usted me pregunta: "¿de dónde, pues, provienen las leyes inmutables? —las leyes no pueden hacerse a sí mismas"— entonces, por mi parte, yo le preguntaré:
¿de dónde sale su supuesto Creador? Un creador no puede crearse o hacerse a sí mismo. Si el cerebro no se hizo a sí mismo, porque esto sería afirmar que el cerebro actuaba antes de existir, ¿cómo podría actuar la inteligencia —el resultado de un cerebro organizado— antes de que fuera hecho su creador?
Todo esto le recuerda a uno las discusiones por el título de "sénior". (Antes (hasta 1909) en la Universidad de Cambridge, en el "tripos" (examen de Bachiller en Artes) el estudiante especializado en matemáticas, lenguas clásicas, etc. obtenía su diploma de B.A. después de la defensa de una tesis en el banquillo. Por esta razón, al que en este examen se le colocaba en la 1ª clase se le llamaba "wrangler" (querellante) y al que salía el 1º, es decir, el 1° de su promoción, se le llamaba el "wrangler sénior". N.T.) Si nuestras doctrinas  chocan demasiado con sus     teorías, entonces fácilmente podemos abandonar el tema y hablar de otra cosa. Estudiemos las leyes y las doctrinas de los Swabhavikas nepaleses, la principal escuela filosófica buddhista de la India, y descubriremos que son los "wranglers" más eruditos y más científicamente lógicos del mundo. Su Swabhavat plástico, invisible, eterno, omnipresente e inconsciente es Fuerza o Movimiento, generando siempre su electricidad, que es la vida.
Sí; existe una fuerza tan ilimitada como el pensamiento, tan potente como una voluntad sin límites, tan sutil como la esencia de la vida, tan inconcebiblemente impresionante en su fuerza arrolladora, como para convulsionar el universo hasta su mismo centro, con sólo utilizarla como una palanca; pero esta Fuerza no es Dios, puesto que existen hombres que han aprendido el secreto de someterla a su voluntad, cuando es necesario. Mire a su alrededor y contemple las innumerables manifestaciones de la vida, tan infinitamente multiformes; de vida, de movimiento, de cambio.
¿Qué es lo que las originó? ¿Desde qué fuente inexhaustible llegaron, y por qué medios?
Desde lo invisible y subjetivo, ellas entraron en el círculo reducido de lo visible y objetivo.
Como hijas del Akasa, evoluciones concretas del éter, fue la Fuerza la que las trajo a la perceptibilidad, y en su momento la Fuerza las hará desaparecer de la vista del hombre. ¿Por qué esa planta que está a la derecha de su jardín se presenta con esa forma, y aquella otra, a la izquierda, se presenta con una forma totalmente distinta? ¿No son ambas el resultado de la acción variable de la Fuerza —de correlaciones diferentes? En el supuesto de una perfecta monotonía de actividades en todo el mundo, tendríamos una completa identidad de formas, colores, modelos y cualidades a través de todos los reinos de la naturaleza. Es al movimiento, con su consiguiente conflicto, su neutralización, su equilibrio, su correlación, a lo que se debe la variedad infinita que prevalece en el mundo. Usted habla de un Padre inteligente y bueno, (el atributo más bien ha sido desafortunadamente escogido) un guía moral y gobernador del universo y del hombre. A nuestro alrededor existe cierto estado de cosas que llamamos normal. En esas condiciones no puede ocurrir nada que trascienda nuestra experiencia diaria de las "leyes inmutables de Dios". Pero suponga que nosotros transgredimos esta condición y que contamos con aquel sin el cual ni siquiera un cabello de vuestras cabezas caerá, tal como se os dice en Occidente. Una corriente de aire llega hasta mí del lago cerca del cual le estoy escribiendo esta carta, con los dedos entumecidos por el frío; por medio de cierta combinación de corrientes eléctricas, magnéticas, odílicas y de otras influencias, transformo la corriente de aire que entumece mis dedos en una cálida brisa; ¡he frustrado la intención del Todopoderoso y lo he destronado por mi voluntad! Puedo hacer eso, o bien cuando no deseo que la Naturaleza produzca fenómenos extraños y demasiado visibles, obligo al ser de mi interior, que ve la Naturaleza y que influye en ella, a que despierte de inmediato a nuevas percepciones y sensaciones, y de esa forma soy mi propio Creador y legislador.
Pero, ¿cree usted que tiene razón cuando dice que "las leyes nacen"? Las leyes inmutables no pueden nacer, puesto que son eternas e increadas y son propulsadas en la Eternidad; y ese mismo Dios, si es que tal cosa existiera, jamás podría tener el poder de detenerlas. ¿Y cuándo dije yo que estas leyes eran fortuitas per se? Me refería a sus ciegas correlaciones, nunca a las leyes en sí, o más bien a la ley, puesto que nosotros sólo reconocemos una ley en el Universo: la ley de la armonía, del EQUILIBRIO perfecto. Entonces, parece cuando menos extraño que un hombre dotado de una lógica tan sutil y de una tan magnífica comprensión del valor de las ideas en general y, especialmente, de las palabras —un hombre generalmente tan meticuloso como usted, lance sus peroratas sobre un "Dios todo sabiduría, poder y amor". Yo no protesto en absoluto, como usted parece creer, contra su teísmo o contra la creencia en un ideal abstracto de alguna clase, pero no puedo evitar preguntarle: ¿cómo sabe usted, o cómo puede saber que su Dios es todo sabiduría, omnipotencia y amor pleno, cuando todo en la naturaleza, tanto física como moral, demuestra que ese ser, si es que existe, es justamente todo lo contrario de lo que usted dice de él? Extraña ilusión que parece dominar hasta su mismo intelecto.
La dificultad de explicar el hecho de que "Fuerzas no inteligentes puedan producir seres altamente inteligentes, como nosotros", queda superada por la progresión eterna de los ciclos y por el proceso de la evolución, perfeccionando siempre su obra a medida que avanza. Al no creer usted en los ciclos, resulta innecesario que aprenda aquello que sólo le crearía un nuevo pretexto, mi querido Hermano, para combatir la teoría y para seguir argumentando sobre ello ad infinitum. Ni tampoco fui nunca culpable de la herejía de que se me acusa —con relación al espíritu y a la materia. El concepto de materia y espíritu como totalmente distintos, y los dos eternos, jamás, ciertamente, podría haber entrado en mi cabeza, por poco que pueda saber de ambos, porque una de las doctrinas elementales y fundamentales del Ocultismo es que los dos son uno, y que sólo son distintos en sus respectivas manifestaciones, y sólo en las percepciones limitadas del mundo de los sentidos.
Lejos de "carecer de envergadura filosófica", pues, nuestras doctrinas enseñan sólo un principio en la naturaleza: espíritu materia o materia-espíritu; y el tercero, la esencia de lo Absoluto o la quintaesencia de los dos —si se me permite utilizar un término erróneo en la presente aplicación— se pierde más allá, incluso, de la visión y de la percepción espiritual de los "Dioses" o Espíritus Planetarios. Este tercer principio, dicen los filósofos vedantinos, es la única realidad, y todo lo demás es Maya, puesto que ninguna de las manifestaciones proteiformes del espíritu-materia o Purusha y Prakriti, han sido jamás consideradas bajo otro aspecto que no sea el de ilusiones temporales de los sentidos. Incluso en la filosofía, apenas esbozada, de Isis, esa idea está claramente expresada. En el libro de Kiu-te, al Espíritu se le llama la extrema sublimación de la materia, y a la materia se la, llama la cristalización del espíritu. Y no podría aportarse un ejemplo mejor que el del sencillo fenómeno del hielo, el agua, el vapor y la dispersión final de este último; inviértase el fenómeno en sus consiguientes manifestaciones y es como considerar al Espíritu cayendo en la generación o en la materia. Esta trinidad convirtiéndose en la unidad —doctrina tan antigua como el mundo del pensamiento— fue adoptada por algunos cristianos primitivos, los cuales la obtuvieron en las escuelas de Alejandría, e hicieron de ella el Padre, o espíritu generador; el Hijo, o la materia —el hombre; y el Espíritu Santo, la esencia inmaterial, o el vértice superior del triángulo equilátero; idea que se encuentra todavía hoy en las pirámides de Egipto. De modo que, una vez más, queda demostrado que usted malinterpreta por completo lo que yo quiero decir cuando, para abreviar, empleo la fraseología habitual entre los occidentales. Pero, a mi vez, tengo que hacer constar que su idea de que la materia no es más que la forma alotrópica temporal del espíritu, diferenciándose de él como el carbón de leña se diferencia del diamante, es tan antifilosófica como acientífica, tanto desde el punto de vista oriental como occidental, ya que el carbón de leña no es más que una forma de restos de materia, mientras que la materia per se es indestructible y, tal como yo afirmo, coetánea del espíritu —ese espíritu que conocemos y que podemos concebir. Privado de Prakriti, Purusha (el Espíritu) es incapaz de manifestarse y por eso deja de existir —se convierte en nada. Sin espíritu o Fuerza, incluso aquello que la ciencia califica como materia "sin vida", los denominados componentes minerales que alimentan a las plantas, jamás hubieran podido manifestarse en formas. Hay un momento, en la existencia de cada molécula y de cada átomo de materia en que, por una u otra causa, la última chispa del espíritu o movimiento de vida (déle el nombre que quiera) se retira, y en el mismo instante, con una rapidez que sobrepasa la ligereza del relampagueo del pensamiento, el átomo o la molécula, o una agregación de moléculas, se aniquila para retomar a su prístina pureza de materia  intracósmica. Es atraída hacia la fuente madre con la velocidad de un glóbulo de mercurio hacia la masa central.
Materia, fuerza y movimiento forman la trinidad de la naturaleza física objetiva, así como la unidad trinitaria del espíritu-materia es la de la naturaleza espiritual o subjetiva. El movimiento es eterno porque el espíritu es eterno. Pero ninguna modalidad en movimiento puede concebirse a menos que sea en relación con la materia.

Y ahora pasemos a su extraordinaria hipótesis de que el Mal, con su consiguiente sucesión de pecado y sufrimiento, no es el resultado de la materia, sino que bien pudiera ser, tal vez, el sabio esquema del Gobernador moral del Universo. Por aceptable que a usted pueda parecerle la idea, educado como está en la perniciosa falsedad de los cristianos de que: "los caminos del Señor son inescrutables", para mí resulta totalmente inconcebible. ¿Debo repetir de nuevo que los mejores Adeptos han escrutado el Universo durante milenios y que en ninguna parte han descubierto el más mínimo rastro de un maquinador tan maquiavélico, pero sí que han encontrado, por todas partes, la misma ley inmutable e inexorable? Debe usted perdonarme, por lo tanto, si me niego absolutamente a perder mi tiempo en esas especulaciones infantiles.
Lo que para mí resulta incomprensible no son "los caminos del Señor", sino más bien los de algunos hombres extremadamente inteligentes en todo, a excepción de alguna chifladura particular.
Como usted dice, esto "no es necesario que cree ninguna diferencia entre nosotros" — personalmente. Pero crea un mundo de diferencias, si es que usted se propone aprender, y me pide que le enseñe. Por mi vida que no puedo comprender cómo podría impartirle a usted nunca aquello que yo sé, si el mismo A.B.C. de lo que conozco, la roca sobre la cual están incrustados los secretos del universo oculto, tanto en este lado del velo como en el otro, es refutado invariablemente por usted a prior».
Mi muy querido Hermano: o bien nosotros sabemos algo, o no sabemos nada. En el primer caso, ¿qué utilidad tiene para usted aprender, puesto que cree que lo sabe mejor? En el segundo caso, ¿por qué tendría usted que perder su tiempo? Usted dice que no importa nada que esas leyes sean la expresión de la voluntad de un Dios inteligente, consciente, tal como usted piensa, o bien que constituyan los atributos inevitables de un "Dios" no inteligente e inconsciente, tal como yo sostengo. Y yo digo que todo importa, y puesto que usted cree seriamente que esas cuestiones fundamentales (de espíritu y materia, de Dios o no Dios) "se hallan, por supuesto, más allá de nosotros dos", o en otras palabras, que ni yo, ni siquiera nuestros más grandes Adeptos podemos saber más de lo que usted sabe, entonces,
¿qué hay sobre la faz de la tierra que yo pudiera enseñarle?
Usted sabe que para leer, primero ha tenido que aprender las letras; sin embargo, quiere conocer el curso de los acontecimientos antes y después de los Pralayas; todos los acontecimientos, aquí, en nuestro Globo, al comienzo de un nuevo ciclo; es decir, un misterio que se imparte en las últimas iniciaciones, como ya se le dijo al señor Sinnett, porque mi carta para él sobre los Espíritus Planetarios fue simplemente incidental y como consecuencia de una de sus preguntas. Y ahora, usted dirá que estoy saliéndome por la tangente. He hablado sobre cuestiones colaterales, pero no le he explicado a usted todo lo que quiere saber y todo lo que me pide que le diga. Me "evado", como hago siempre. Perdóneme por contradecirle, pero no se trata de nada de eso. Hay miles de preguntas que nunca se me permitirá que responda, y sería una evasión si yo le contestara a usted de otro modo a como lo hago. Le digo que, evidentemente, usted no está capacitado para aprender, porque su mente está demasiado repleta y no hay en ella un solo rincón vacío de donde no se levante un previo ocupante para luchar con lo que llega de nuevo y arrojarlo fuera. Por lo tanto, yo no me evado, solamente le doy tiempo para reflexionar, para sacar conclusiones y aprender bien primero lo que ya se le ha dado, antes de que usted se agarre a otra cosa.
El mundo de la fuerza es el mundo del Ocultismo y es el único a donde va el iniciado más elevado para indagar los secretos de la existencia. De ahí que nadie más que un iniciado de ésos sepa nada de esos secretos.
Guiado por su Gurú, el chela descubre primero este mundo, después sus leyes, luego sus evoluciones centrífugas en el mundo de la materia. Llegar a convertirse en un Adepto perfecto requiere muchos años, pero, finalmente, se convierte en maestro.
Las cosas ocultas se han puesto de manifiesto y el misterio y el milagro han huido para siempre de su vida. El ve cómo conducir la fuerza en ésta o en aquella dirección para producir los efectos deseados. Las propiedades secretas químicas, eléctricas u ódicas de las plantas, hierbas, raíces, minerales, tejidos animales, le son tan familiares como las plumas de sus pájaros lo son para usted. (El señor Hume era un ornitólogo. N.T.)
Ningún cambio en las vibraciones etéricas puede escapársele. El aplica su conocimiento y ¡el milagro se produce!. Y el que empezó repudiando la misma idea de que el milagro es posible, es catalogado en seguida como un hacedor de milagros y, o bien es adorado por los necios como un semi-dios, o repudiado por los todavía más necios, ¡como un charlatán! Y para demostrarle hasta qué punto el Ocultismo es una ciencia exacta, permítame que le diga que los medios de que nos valemos se nos dan hasta el último detalle en un código tan antiguo como la humanidad, pero cada uno de nosotros tiene que empezar desde el principio, no desde el final. Nuestras leyes son tan inmutables como las de la Naturaleza, y eran conocidas del hombre una eternidad antes de que este arrogante gallo de pelea que es la ciencia moderna, hubiera sido empollado. Si no le he dado a usted el modus operandí, ni he empezado erróneamente por el final, al menos le he demostrado que nosotros construímos nuestra filosofía sobre la experimentación y la deducción —a menos que usted prefiera cuestionar y discutir este hecho, igual que ha discutido todos los demás.
Aprenda primero nuestras leyes y eduque sus percepciones, querido hermano.
Domine sus poderes involuntarios y desarrolle su voluntad en la dirección correcta y se convertirá en un instructor en lugar de ser un estudiante.
No le niego lo que tengo derecho a enseñar. Yo mismo tuve que estudiar durante quince años antes de llegar a la doctrina de los ciclos, y tuve que aprender primero las cosas más sencillas.
Pero hacemos lo que podemos, y sea lo que sea lo que pase, confío en que no tendremos que argumentar más, lo cual resulta tan inútil como penoso.


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