LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 22
Carta del Mahatma
K.H. a Hume.
CARTA Nº 22 ( Transcrita de una
copia de puño y letra del señor Sinnett.—Ed.)
Extracto de una
Carta de K.H. a Hume. Recibida para que yo la lea atentamente, hacia finales de
1882. (A.P.S.)
¿Nunca se le ha
ocurrido, nunca ha sospechado que la mente Universal, como la mente humana
finita, podía tener dos aspectos, o un poder dual —el uno voluntario y
consciente y el otro involuntario e inconsciente del poder mecánico— y esto
desde el punto de vista de su ciencia occidental y de la sugerencia de su propio
Ego, que ya han captado lo esencial de cada verdad y están preparados para
ridiculizar las ideas equivocadas? Para conciliar la dificultad de muchas proposiciones
teístas y anti-teístas, esos dos poderes son una necesidad filosófica.
La posibilidad del
primero, o sea del atributo voluntario y consciente en relación con la mente infinita,
y a pesar de las aseveraciones de todos los Egos del mundo viviente, seguirá
siendo siempre una mera hipótesis, mientras que en la mente finita es una
realidad científica y demostrada. El más
elevado de los espíritus Planetarios es tan ignorante como nosotros del primero
de los atributos y la hipótesis permanecerá como tal incluso en el Nirvana,
puesto que se trata de una mera posibilidad deducida, tanto allí como aquí.
Consideremos la
mente humana en relación con el cuerpo. El
hombre tiene dos cerebros físicos distintos; el cerebro propiamente dicho, con
sus dos hemisferios en la parte frontal de la cabeza —origen de los nervios
voluntarios, y el cerebelo, situado en la parte posterior del cráneo— origen de
los nervios involuntarios que son los agentes de los poderes inconscientes o
mecánicos de la mente, por medio de los cuales ésta actúa. Y por más débil
e inseguro que pueda ser el dominio del hombre sobre sus [?funciones]
involuntarias, tales como la circulación de la sangre, los latidos del corazón
y la respiración, especialmente durante el sueño —sin embargo, ¡cuánto más
fuerte y poderoso se presenta el hombre como dueño y señor del ciego movimiento
molecular —las leyes que gobiernan su cuerpo (prueba de ello son los poderes
excepcionales del Adepto e incluso del Yogui común), que no los de aquello a lo
cual ustedes insisten en llamar Dios demuestra sobre las leyes inmutables de la
Naturaleza! En eso, y contrariamente a la mente finita, la "mente
infinita" —a la que denominamos así sólo por motivos de conveniencia, pues
nosotros la llamamos la FUERZA
infinita— no
revela más que las funciones de su cerebelo, admitiéndose la existencia de un
supuesto cerebro, tal como se indicó más arriba, pero sobre la hipótesis
deducida que se deriva de la teoría cabalística (exacta en todo lo demás) de
que el Macrocosmo es el prototipo del Microcosmo.
En la misma medida
que la corroboración por parte de la ciencia moderna de todo lo que nosotros
sabemos nos tiene sin cuidado —igualmente, de todo lo que los Espíritus
Planetarios han constatado, (los cuales, no lo olvide, al atravesar el velo
primordial de la materia cósmica, tienen relaciones ultra-cósmicas, igual como
las que nosotros tenemos cuando atravesamos el velo de nuestro mundo físico
bruto—) la mente infinita no revela ante ellos, ni ante nosotros, más que las
palpitaciones regulares inconscientes del ritmo eterno y universal de la
Naturaleza a través de las miríadas de mundos, dentro y fuera del velo
primordial de nuestro sistema solar.
SABEMOS —hasta ese
punto. Dentro y hasta el límite extremo, hasta el mismo borde del velo cósmico,
sabemos por experiencia personal que el hecho es cierto; la información reunida
por lo que se refiere a lo que tiene lugar más allá, se la debemos a los
Espíritus Planetarios y a nuestro bendito Señor el Buddha. Por supuesto que
esto puede considerarse como una información de segunda mano. Existen personas que antes que rendirse a la
evidencia de la realidad de los hechos preferirán considerar, incluso a los
dioses planetarios, como filósofos desencarnados "descarriados", si
no como realmente unos embusteros. Está bien. "Cada uno es dueño de su
propia sabiduría", dice un proverbio tibetano, y es libre de honrar o
envilecer a su esclavo. Sin embargo, yo continuaré, en beneficio de los que aún
pueden captar mi explicación del problema y comprender la naturaleza de la solución.
La
característica peculiar del poder involuntario de la mente infinita —a la que nadie
podría jamás pensar en llamar Dios— es el
estar eternamente evolucionando, haciendo que la materia subjetiva se convierta
en átomos objetivos (tenga usted la bondad de recordar que los dos adjetivos
sólo se usan en sentido relativo) o materia cósmica, para desarrollarse posteriormente
en formas.
Y además, es el
mismo poder involuntario mecánico el que vemos tan intensamente activo en todas
las leyes establecidas de la naturaleza —el cual gobierna y controla lo que se
denomina el Universo o el Cosmos. Hay algunos filósofos modernos que desearían probar
la existencia de un Creador a partir del movimiento. Nosotros decimos y afirmamos que ese movimiento —el movimiento perpetuo
universal que jamás cesa, que jamás disminuye ni aumenta su velocidad, ni siquiera
durante los intervalos entre los pralayas o "noches de Brahma", sino
que sigue como un molino en marcha, tanto que tenga algo que moler como no
(porque el pralaya significa la pérdida temporal de toda forma pero no significa
en absoluto la destrucción de la materia cósmica, que es eterna) —y decimos que
este movimiento perpetuo es la única Deidad, eterna e increada que somos
capaces de aceptar.
Considerar a Dios como un espíritu inteligente y
aceptar, a la vez, su absoluta inmaterialidad, es concebir una entidad que no
existe, es el vacío absoluto; considerar a Dios como un Ser o como un Ego, y
colocar su inteligencia bajo medida, por alguna razón misteriosa, es la más completa
insensatez; dotarle de inteligencia ante el Mal, ciego y brutal, es hacer de él
un espíritu malévolo, el más vil de los Dioses. Un ser, por gigantesco que sea,
que ocupa el espacio, que tiene largo, ancho y grueso, es ciertamente la deidad
Mosaica; el "No ser", y un mero principio le llevará a usted directamente
al ateísmo buddhista o al primitivo Acosmismo vedantino.
Lo
que está más allá y aparte de los mundos de la forma y del ser, en mundos y en esferas
en su estado más espiritualizado —y usted nos hará, tal vez, el favor de
decirnos dónde puede estar ese más allá, puesto que el Universo es infinito e
ilimitado— es inútil para cualquiera buscarlo, puesto que ni siquiera los Espíritus
Planetarios tienen ningún conocimiento ni percepción de ello. Si nuestros más grandes
Adeptos y Bodhisattvas no han penetrado nunca más allá de nuestro sistema solar
—y la idea parece adaptarse a su teoría teística maravillosamente, mi respetado
Hermano— ellos deben conocer, sin embargo, la existencia de otros sistemas
solares parecidos, con una seguridad tan matemática como la de cualquier
astrónomo occidental que conoce la existencia de estrellas invisibles a las que
no puede acercarse ni explorarlas. Pero de lo que hay dentro de los mundos y de
los sistemas, no en la trans-infinitud (extraña expresión a utilizar) sino más
bien en la cis-infinitud en el estado de la inmaterialidad más pura e
inconcebible, nadie lo supo jamás, ni nadie lo dirá jamás; de ahí que sea algo
no-existente para el universo. Usted está en libertad de colocar en este vacío eterno
los poderes intelectuales o voluntarios de su deidad —si es que puede concebir
tal cosa.
Mientras tanto,
podemos decir que es el movimiento el que gobierna las leyes de la naturaleza,
y que las gobierna como el impulso mecánico que se da a las aguas que corren,
el cual las empujará, ya sea en línea directa o bien a lo largo de centenares
de canales laterales que puedan ir encontrando en su camino, y tanto que estos
canales sean surcos naturales o canales preparados artificialmente por la mano
del hombre.
Y sostenemos que, dondequiera que haya vida y
existencia, y por más espiritualizada que sea una forma, no hay lugar para un gobierno
moral, y mucho menos para un Gobernador moral —¡un Ser que, al mismo tiempo, ni
tiene forma ni ocupa espacio!
En verdad, si la
luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la comprenden, es porque eso es
la ley natural; ¡pero cuánto más sugestivo y repleto de significado para el que
sabe es decir que la luz todavía comprende menos a la oscuridad, ni nunca la
conoce, porque la mata dondequiera que penetra y la aniquila instantáneamente! Un Espíritu puro y sin embargo volitivo, es
un absurdo para la mente volitiva. El organismo como resultado no puede
existir independientemente de un cerebro organizado, y un cerebro organizado,
creado de la nada, es una falsedad todavía mayor. Si usted me pregunta: "¿de dónde,
pues, provienen las leyes inmutables? —las leyes no pueden hacerse a sí mismas"— entonces,
por mi parte, yo le preguntaré:
¿de dónde sale su
supuesto Creador? Un
creador no puede crearse o hacerse a sí mismo. Si el cerebro no se hizo a sí
mismo, porque esto sería afirmar que el cerebro actuaba antes de existir, ¿cómo podría actuar
la inteligencia —el resultado de un cerebro organizado— antes de que fuera
hecho su creador?
Todo esto le
recuerda a uno las discusiones por el título de "sénior". (Antes
(hasta 1909) en la Universidad de Cambridge, en el "tripos" (examen
de Bachiller en Artes) el estudiante especializado en matemáticas, lenguas
clásicas, etc. obtenía su diploma de B.A. después de la defensa de una tesis en
el banquillo. Por esta razón, al que en este examen se le colocaba en la 1ª
clase se le llamaba "wrangler" (querellante) y al que salía el 1º, es
decir, el 1° de su promoción, se le llamaba el "wrangler sénior".
N.T.) Si
nuestras doctrinas chocan demasiado con
sus teorías, entonces fácilmente
podemos abandonar el tema y hablar de otra cosa. Estudiemos las leyes y las
doctrinas de los Swabhavikas nepaleses, la principal escuela filosófica buddhista
de la India, y descubriremos que son los "wranglers" más eruditos y
más científicamente lógicos del mundo. Su Swabhavat plástico, invisible,
eterno, omnipresente e inconsciente es Fuerza o Movimiento, generando siempre
su electricidad, que es la vida.
Sí;
existe una fuerza tan ilimitada como el pensamiento, tan potente como una
voluntad sin límites, tan sutil como la esencia de la vida, tan
inconcebiblemente impresionante en su fuerza arrolladora, como para
convulsionar el universo hasta su mismo centro, con sólo utilizarla como una palanca;
pero esta Fuerza no es Dios, puesto que existen hombres que han aprendido el
secreto de someterla a su voluntad, cuando es necesario. Mire a su alrededor y contemple
las innumerables manifestaciones de la vida, tan infinitamente multiformes; de vida,
de movimiento, de cambio.
¿Qué es lo que las
originó? ¿Desde qué fuente inexhaustible llegaron, y por qué medios?
Desde lo invisible
y subjetivo, ellas entraron en el círculo reducido de lo visible y objetivo.
Como hijas del
Akasa, evoluciones concretas del éter, fue la Fuerza la que las trajo a la perceptibilidad,
y en su momento la Fuerza las hará desaparecer de la vista del hombre. ¿Por qué esa planta
que está a la derecha de su jardín se presenta con esa forma, y aquella otra, a
la izquierda, se presenta con una forma totalmente distinta? ¿No son ambas el
resultado de la acción variable de la Fuerza —de correlaciones diferentes? En el supuesto de
una perfecta monotonía de actividades en todo el mundo, tendríamos una completa
identidad de formas, colores, modelos y cualidades a través de todos los reinos
de la naturaleza. Es al movimiento, con
su consiguiente conflicto, su neutralización, su equilibrio, su correlación, a
lo que se debe la variedad infinita que prevalece en el mundo. Usted habla
de un Padre inteligente y bueno, (el atributo más bien ha sido desafortunadamente
escogido) un guía moral y gobernador del universo y del hombre. A nuestro
alrededor existe cierto estado de cosas que llamamos normal. En esas condiciones
no puede ocurrir nada que trascienda nuestra experiencia diaria de las
"leyes inmutables de Dios". Pero suponga que nosotros transgredimos
esta condición y que contamos con aquel sin el cual ni siquiera un cabello de
vuestras cabezas caerá, tal como se os dice en Occidente. Una corriente de aire
llega hasta mí del lago cerca del cual le estoy escribiendo esta carta, con los
dedos entumecidos por el frío; por medio de cierta combinación de corrientes
eléctricas, magnéticas, odílicas y de otras influencias, transformo la
corriente de aire que entumece mis dedos en una cálida brisa; ¡he frustrado la
intención del Todopoderoso y lo he destronado por mi voluntad! Puedo hacer eso,
o bien cuando no deseo que la Naturaleza produzca fenómenos extraños y demasiado
visibles, obligo al ser de mi interior, que ve la Naturaleza y que influye en
ella, a que despierte de inmediato a nuevas percepciones y sensaciones, y de
esa forma soy mi propio Creador y legislador.
Pero, ¿cree usted que
tiene razón cuando dice que "las leyes nacen"? Las leyes
inmutables no pueden nacer, puesto que son eternas e increadas y son
propulsadas en la Eternidad; y ese mismo Dios, si es que tal cosa existiera,
jamás podría tener el poder de detenerlas. ¿Y cuándo dije yo que estas leyes eran fortuitas per
se? Me refería a sus ciegas correlaciones, nunca
a las leyes en sí, o más bien a la ley, puesto que nosotros sólo reconocemos
una ley en el Universo: la ley de la armonía, del EQUILIBRIO perfecto.
Entonces, parece cuando menos extraño que un hombre dotado de una lógica tan
sutil y de una tan magnífica comprensión del valor de las ideas en general y,
especialmente, de las palabras —un hombre generalmente tan meticuloso como
usted, lance sus peroratas sobre un "Dios todo sabiduría, poder y
amor". Yo no protesto en absoluto, como usted parece creer, contra su
teísmo o contra la creencia en un ideal abstracto de alguna clase, pero no
puedo evitar preguntarle: ¿cómo
sabe usted, o cómo puede saber que su Dios es todo sabiduría, omnipotencia y
amor pleno, cuando todo en la naturaleza, tanto física como moral, demuestra
que ese ser, si es que existe, es justamente todo lo contrario de lo que usted
dice de él?
Extraña ilusión que parece dominar hasta su mismo intelecto.
La
dificultad de explicar el hecho de que "Fuerzas no inteligentes puedan
producir seres altamente inteligentes, como nosotros", queda superada por
la progresión eterna de los ciclos y por el proceso de la evolución,
perfeccionando siempre su obra a medida que avanza. Al no creer usted
en los ciclos, resulta innecesario que aprenda aquello que sólo le crearía un
nuevo pretexto, mi querido Hermano, para combatir la teoría y para seguir
argumentando sobre ello ad infinitum. Ni tampoco fui nunca culpable de la
herejía de que se me acusa —con relación al espíritu y a la materia. El
concepto de materia y espíritu como totalmente distintos, y los dos eternos,
jamás, ciertamente, podría haber entrado en mi cabeza, por poco que pueda saber
de ambos, porque una de las doctrinas elementales y fundamentales del Ocultismo
es que los dos son uno, y que sólo son distintos en sus respectivas
manifestaciones, y sólo en las percepciones limitadas del mundo de los sentidos.
Lejos de
"carecer de envergadura filosófica", pues, nuestras doctrinas enseñan sólo un principio en la naturaleza: espíritu
materia o materia-espíritu; y el tercero, la esencia de lo Absoluto o la quintaesencia
de los dos —si se me permite utilizar un término erróneo en la presente aplicación—
se pierde más allá, incluso, de la visión y de la percepción espiritual de los
"Dioses" o Espíritus Planetarios. Este tercer principio, dicen los
filósofos vedantinos, es la única realidad, y todo lo demás es Maya, puesto que
ninguna de las manifestaciones proteiformes del espíritu-materia o Purusha y Prakriti,
han sido jamás consideradas bajo otro aspecto que no sea el de ilusiones temporales
de los sentidos. Incluso en la filosofía, apenas esbozada, de Isis, esa
idea está claramente expresada. En el libro de Kiu-te, al Espíritu se le llama
la extrema sublimación de la materia, y a la materia se la, llama la
cristalización del espíritu. Y no podría aportarse un ejemplo mejor que el del
sencillo fenómeno del hielo, el agua, el vapor y la dispersión final de este último;
inviértase el fenómeno en sus consiguientes manifestaciones y es como
considerar al Espíritu cayendo en la generación o en la materia. Esta trinidad
convirtiéndose en la unidad —doctrina tan antigua como el mundo del pensamiento—
fue adoptada por algunos cristianos primitivos, los cuales la obtuvieron en las
escuelas de Alejandría, e hicieron de ella el Padre, o espíritu generador; el
Hijo, o la materia —el hombre; y el Espíritu Santo, la esencia inmaterial, o el
vértice superior del triángulo equilátero; idea que se encuentra todavía hoy en
las pirámides de Egipto. De modo que, una vez más, queda demostrado que usted malinterpreta
por completo lo que yo quiero decir cuando, para abreviar, empleo la fraseología
habitual entre los occidentales. Pero, a
mi vez, tengo que hacer constar que su idea de que la materia no es más que la
forma alotrópica temporal del espíritu, diferenciándose de él como el carbón de
leña se diferencia del diamante, es tan antifilosófica como acientífica, tanto
desde el punto de vista oriental como occidental, ya que el carbón de leña no
es más que una forma de restos de materia, mientras que la materia per se es
indestructible y, tal como yo afirmo, coetánea del espíritu —ese espíritu que
conocemos y que podemos concebir. Privado de Prakriti, Purusha (el
Espíritu) es incapaz de manifestarse y por eso deja de existir —se convierte en
nada. Sin espíritu o Fuerza, incluso aquello que la ciencia califica como materia
"sin vida", los denominados componentes minerales que alimentan a las
plantas, jamás hubieran podido manifestarse en formas. Hay un momento, en la
existencia de cada molécula y de cada átomo de materia en que, por una u otra
causa, la última chispa del espíritu o movimiento de vida (déle el nombre que
quiera) se retira, y en el mismo instante, con una rapidez que sobrepasa la
ligereza del relampagueo del pensamiento, el átomo o la molécula, o una agregación
de moléculas, se aniquila para retomar a su prístina pureza de materia intracósmica. Es atraída hacia la fuente
madre con la velocidad de un glóbulo de mercurio hacia la masa central.
Materia, fuerza y movimiento forman la trinidad de la
naturaleza física objetiva, así como la unidad trinitaria del espíritu-materia
es la de la naturaleza espiritual o subjetiva. El movimiento es eterno porque
el espíritu es eterno. Pero ninguna modalidad en movimiento puede concebirse a
menos que sea en relación con la materia.
Y ahora pasemos a
su extraordinaria hipótesis de que el Mal, con su consiguiente sucesión de pecado
y sufrimiento, no es el resultado de la materia, sino que bien pudiera ser, tal
vez, el sabio esquema del Gobernador moral del Universo. Por aceptable que a
usted pueda parecerle la idea, educado como está en la perniciosa falsedad de
los cristianos de que: "los caminos del Señor son inescrutables",
para mí resulta totalmente inconcebible. ¿Debo repetir de nuevo que los mejores Adeptos han
escrutado el Universo durante milenios y que en ninguna parte han descubierto
el más mínimo rastro de un maquinador tan maquiavélico, pero sí que han encontrado,
por todas partes, la misma ley inmutable e inexorable? Debe usted
perdonarme, por lo tanto, si me niego absolutamente a perder mi tiempo en esas
especulaciones infantiles.
Lo que para mí
resulta incomprensible no son "los caminos del Señor", sino más bien
los de algunos hombres extremadamente inteligentes en todo, a excepción de
alguna chifladura particular.
Como usted dice,
esto "no es necesario que cree ninguna diferencia entre nosotros" — personalmente.
Pero crea un mundo de diferencias, si es que usted se propone aprender, y me pide
que le enseñe. Por mi vida que no puedo comprender cómo podría impartirle a
usted nunca aquello que yo sé, si el mismo A.B.C. de lo que conozco, la roca
sobre la cual están incrustados los secretos del universo oculto, tanto en este
lado del velo como en el otro, es refutado invariablemente por usted a prior».
Mi muy querido
Hermano: o bien nosotros sabemos algo, o no sabemos nada. En el primer caso, ¿qué utilidad tiene
para usted aprender, puesto que cree que lo sabe mejor? En el segundo
caso, ¿por
qué tendría usted que perder su tiempo? Usted dice que no importa nada que esas leyes sean la
expresión de la voluntad de un Dios inteligente, consciente, tal como usted piensa,
o bien que constituyan los atributos inevitables de un "Dios" no inteligente
e inconsciente, tal como yo sostengo. Y yo digo que todo importa, y puesto que
usted cree seriamente que esas cuestiones fundamentales (de espíritu y materia,
de Dios o no Dios) "se hallan, por supuesto, más allá de nosotros
dos", o en otras palabras, que ni yo, ni siquiera nuestros más grandes
Adeptos podemos saber más de lo que usted sabe, entonces,
¿qué hay sobre la
faz de la tierra que yo pudiera enseñarle?
Usted sabe que para
leer, primero ha tenido que aprender las letras; sin embargo, quiere conocer el
curso de los acontecimientos antes y después de los Pralayas; todos los acontecimientos,
aquí, en nuestro Globo, al comienzo de un nuevo ciclo; es decir, un misterio
que se imparte en las últimas iniciaciones, como ya se le dijo al señor Sinnett,
porque mi carta para él sobre los Espíritus Planetarios fue simplemente
incidental y como consecuencia de una de sus preguntas. Y ahora, usted dirá que
estoy saliéndome por la tangente. He hablado sobre cuestiones colaterales, pero
no le he explicado a usted todo lo que quiere saber y todo lo que me pide que
le diga. Me "evado", como hago siempre. Perdóneme por contradecirle,
pero no se trata de nada de eso. Hay miles de preguntas que nunca se me
permitirá que responda, y sería una evasión si yo le contestara a usted de otro
modo a como lo hago. Le digo que, evidentemente,
usted no está capacitado para aprender, porque su mente está demasiado repleta
y no hay en ella un solo rincón vacío de donde no se levante un previo ocupante
para luchar con lo que llega de nuevo y arrojarlo fuera. Por lo tanto, yo
no me evado, solamente le doy tiempo para reflexionar, para sacar conclusiones
y aprender bien primero lo que ya se le ha dado, antes de que usted se agarre a
otra cosa.
El
mundo de la fuerza es el mundo del Ocultismo y es el único a donde va el
iniciado más elevado para indagar los secretos de la existencia. De ahí que nadie
más que un iniciado de ésos sepa nada de esos secretos.
Guiado por su Gurú,
el chela descubre primero este mundo, después
sus leyes, luego sus evoluciones centrífugas en el mundo de la materia. Llegar a convertirse en un Adepto perfecto requiere
muchos años, pero, finalmente, se convierte en maestro.
Las
cosas ocultas se han puesto de manifiesto y el misterio y el milagro han huido
para siempre de su vida. El
ve cómo conducir la fuerza en ésta o en aquella dirección para producir los efectos
deseados. Las propiedades secretas químicas, eléctricas u ódicas de las
plantas, hierbas, raíces, minerales, tejidos animales, le son tan familiares como
las plumas de sus pájaros lo son para usted. (El señor
Hume era un ornitólogo. N.T.)
Ningún cambio en
las vibraciones etéricas puede escapársele. El aplica su conocimiento y ¡el milagro
se produce!. Y el que empezó repudiando la misma idea de que el milagro es
posible, es catalogado en seguida como un hacedor de milagros y, o bien es
adorado por los necios como un semi-dios, o repudiado por los todavía más
necios, ¡como un charlatán! Y para demostrarle hasta qué punto el
Ocultismo es una ciencia exacta, permítame que le diga que los medios de que
nos valemos se nos dan hasta el último detalle en un código tan antiguo como la
humanidad, pero cada uno de nosotros tiene que empezar desde el principio, no
desde el final. Nuestras leyes son tan inmutables como las de la Naturaleza, y
eran conocidas del hombre una eternidad antes de que este arrogante gallo de
pelea que es la ciencia moderna, hubiera sido empollado. Si no le he
dado a usted el modus operandí, ni he empezado erróneamente por el final, al
menos le he demostrado que nosotros construímos nuestra filosofía sobre la
experimentación y la deducción —a menos que usted prefiera cuestionar y discutir
este hecho, igual que ha discutido todos los demás.
Aprenda primero nuestras
leyes y eduque sus percepciones, querido hermano.
Domine sus poderes
involuntarios y desarrolle su voluntad en la dirección correcta y se convertirá
en un instructor en lugar de ser un estudiante.
No le niego lo que
tengo derecho a enseñar. Yo mismo tuve
que estudiar durante quince años antes de llegar a la doctrina de los ciclos, y
tuve que aprender primero las cosas más sencillas.
Pero hacemos lo que
podemos, y sea lo que sea lo que pase, confío en que no tendremos que argumentar
más, lo cual resulta tan inútil como penoso.
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