jueves, 27 de agosto de 2015

CLARIVIDENCIA (Parte 9)

CLARIVIDENCIA
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(Parte 9)

CLARIVIDENCIA EN EL TIEMPO
La clarividencia en el tiempo -esto es, el poder de ver en el pasado y en el futuro- como todas las demás variedades, la poseen diferentes personas en grados muy diversos, desde el hombre que domina por completo ambas facultades, hasta aquel que sólo obtiene, ocasional e involuntariamente, vislumbres o reflexiones imperfectos de las escenas de otros tiempos. Una persona de esta última clase puede tener, por ejemplo, una visión de algún suceso del pasado, pero estaría sujeta a grandes errores, y aun cuando sucediese que viera con bastante exactitud, sería, casi con seguridad, un cuadro aislado, que ciertamente no podría relacionar con algo que hubiera ocurrido antes o después, ni explicar cualquier cosa extraordinaria que pudiese ver en él. Por el contrario, el hombre experto podría seguir el drama relacionado con el cuadro, ya fuera hacia atrás o hacia adelante, en cualquier extensión de tiempo que deseare, y encontrar con igual facilidad las diferentes causas que lo habían originado, así como los resultados que a su vez habría de producir.
Probablemente nos será más fácil comprender esta sección, algo difícil de nuestro tema, si la consideramos en las subdivisiones que naturalmente sugiere, y tratamos primeramente de la visión que se refiere al pasado, dejando para un examen posterior la que pasa a través del velo del futuro. En ambos casos será conveniente que tratemos de comprender lo que podamos del modus operandi, aun cuando sólo alcancemos un éxito muy mediano, debido en primer término a la información imperfecta de algunas partes del asunto, que actualmente disponen nuestros investigadores; y en segundo lugar, a la constante imposibilidad de expresar en el lenguaje ordinario de la palabra física, una centésima parte de lo poco que realmente sabemos acerca de los planos y facultades superiores.

El pasado
En el caso, pues, de una visión detallada del remoto pasado, ¿cómo se obtiene y a qué plano de la naturaleza pertenece realmente? La contestación a estas preguntas trato de darla lo mejor que puedo mi estudio sobre los anales del pasado. Los lectores pueden, desde luego, consultar dicho trabajo en El aura y los anales akáshicos, de modo que no es necesario repetir aquí lo que ya queda escrito, aunque insertaré en él, en este punto, algunos extractos, a fin de reunir en este pequeño volumen un bosquejo bastante completo de lo que actualmente sabemos del asunto. Pero téngase siempre presente que esta información que poseemos es imperfecta, y que además hay muchas consideraciones que nos impiden seriamente comunicarla, aun así, por completo.
En resumen, semejante visión tiene que ser, bien una vislumbre directa o una reflexión de esa gran memoria de la Naturaleza que ha sido llamada en nuestra literatura los anales akáshicos; y el plano más bajo en el cual se puede alcanzadas de un modo claro y exacto es el mental, al paso que en el astral sólo se tienen muy a menudo reflexiones parciales más o menos desnaturalizadas. Como siempre, vemos ejemplos de todos los grados del poder de ver estas cosas, desde el hombre ejercitado que puede consultar tales anales a voluntad, hasta la persona que sólo obtiene vagas vislumbres circunstanciales, o que quizá haya tenido tan sólo una de semejantes vislumbres.
Cualquiera puede imaginarse las espléndidas posibilidades que se abren ante el hombre que esté en completa posesión de este poder. Tiene ante sí un campo de investigación histórica del mayor interés. No sólo puede pasar revista cómodamente a toda la historia que conocemos, corrigiendo a medida que la examina los muchos errores y falsas interpretaciones de que adolecen los relatos que nos han sido transmitidos, sino que también puede a voluntad pasar revista a toda la historia del mundo desde su principio, observando el lento desarrollo de la inteligencia en el hombre, el descenso de los Señores de la Llama, y el crecimiento de las poderosas civilizaciones que fundaron.
Ni tampoco se limitaría este estudio sólo al progreso de la humanidad; ante él tendrá, como en un museo, todas las formas animales y vegetales extrañas que se mostraban en escena cuando el mundo era joven; podría seguir todos los maravillosos cambios geológicos que se han verificado y observar el curso de los grandes cataclismos que cambiaron toda la faz de la tierra una y otra vez.

Hasta el hombre que sólo posee esta facultad parcial y circunstancialmente, la encuentra del más profundo interés. El psicómetra que necesita de un objeto relacionado físicamente con el pasado, a fin de traer éste otra vez a la vida a su alrededor, Y el que mira a través de cristales al que le es posible algunas veces dirigir su menos seguro telescopio astral a alguna escena histórica de hace mucho tiempo, pueden obtener los mayores goces con el ejercicio de sus respectivos dones, aun cuando no comprendan bien cómo se producen estos resultados, y no puedan tenerlos siempre que quieran a su disposición en toda circunstancia. En muchos de los casos de manifestaciones inferiores de este poder, vemos que se practican inconscientemente; muchos de los que observan mediante cristales ven escenas del pasado, sin poder diferenciarlas de visiones del presente, y muchas personas vagamente psíquicas ven presentarse constantemente ante ellos cuadros, sin llegar nunca a darse cuenta de que les están sirviendo de instrumentos de su facultad psicométrica los diversos objetos que se hallan a su alrededor cuando los tocan o se aproximan a ellos.

Una interesante variedad de esta clase de psíquicos, es el hombre que sólo puede psicometrizar personas y no objetos inanimados; de manera que semejante psíquico, cuando es presentado a un desconocido, ve muchas veces como una ráfaga algún suceso prominente de su vida pasada, aunque en otras ocasiones no recibirá ninguna impresión especial. Más raros son los que tienen visiones detalladas del pasado de todas las personas que ven. Quizás uno de los mejores ejemplos de esta clase fue el del escritor alemán Zschokke, quien describe en su autobiografía el poder extraordinario que se encontraba en su posesión. Dice:
«Me ha sucedido algunas ocasiones, que la primera vez que veía a una persona que me era completamente desconocida, y después de escuchar en silencio su conversación, se presentaba ante mí como en un sueño su vida pasada hasta el momento presente, con muchos detalles minuciosos referentes a una u otra escena particular de ella; y esto de un modo claro y completamente involuntario, y durando unos minutos.
Por mucho tiempo consideré estas rápidas visiones-sueños como jugarretas de mi fantasía, tanto más cuanto que tales visiones me presentaban el vestido y los movimientos de los actores, la aparición de la habitación, los muebles y otras circunstancias de la escena; hasta que en una ocasión, con ánimo de bromear, referí a mi familia la historia secreta de la costurera que acababa de salir de la habitación. Jamás la había visto hasta entonces. Sin embargo, los oyentes se quedaron sorprendidos, se rieron y no quisieron creer que yo no conocía la vida pasada de aquella mujer, porque todo lo que yo había dicho era perfectamente cierto.
No fui yo el menos sorprendido de que mi visión-sueño estuviese de acuerdo con la realidad. Entonces presté más atención al asunto, y cuantas veces lo permitían las circunstancias, refería a aquellos cuyas vidas habían pasado ante mi vista, la sustancia de mi visión-sueño, a fin de obtener de ellos una rectificación o una confirmación. En todas ocasiones obtuve una confirmación, no sin profunda sorpresa de parte de los que me la daban.
Cierto día fui a la ciudad de Waldshot acampanado de dos jóvenes deportistas que aún viven. Era al oscurecer, y cansados de nuestra caminata entramos en una posada llamada La vid. Cenamos en numerosa compañía en una mesa redonda, y en cierto momento empezaron a burlarse de las par-ticularidades y sencillez de los suizos en relación con su creencia en el magnetismo, en el sistema fisionómico de Lavater, y cosas por el estilo. Uno de mis compañeros, cuyo orgullo nacional se sintió ofendido de sus burlas, me rogó que les dijese algo, particularmente a un joven de superior apariencia, sentado enfrente de nosotros, y que más marcadamente les había ridiculizado.
Precisamente ocurrió que los sucesos de la vida de esta persona habían pasado hacía poco ante mi mente. Me dirigí a él con la pregunta de si me contestaría con toda sinceridad si yo le refería los pasajes más secretos de la historia de su vida; siendo él tan desconocido para mí como yo para él.
-Esto -dije- iría más lejos que toda la habilidad fisonómica de Lavater.
Prometió que si decía la verdad la admitiría francamente. Entonces referí los sucesos que mi visión me había sugerido, y todos los que había en la mesa supieron la vida del joven comerciante: sus años de estudiante, sus pecadillos y, finalmente, un acto delictivo cometido por él en la caja de caudales de su patrón. Describí la desierta habitación con sus blancas paredes, en donde a la derecha de la puerta de entrada se hallaba sobre una mesa la pequeña caja negra del dinero, etc. El hombre, sumamente sorprendido, admitió la exactitud de todas las circunstancias, hasta esta última misma, cosa que no era de esperar.»
¡Y después de referir este suceso, el digno Zschokke prosigue tranquilamente a considerar, si después de todo, esta notable facultad, que tan a menudo había ejercitado, no sería realmente la resultante de una mera coincidencia casual.. . !
Relativamente pocos son los relatos que se encuentran de personas que posean esta facultad de ver en el pasado, en la literatura del asunto, y por tanto, pudiera suponerse que es mucho menos común que las de previsión. Sospecho, sin embargo, que la verdad es, más bien, que esta facultad es mucho menos comúnmente reconocida. Como he dicho antes, puede suceder muy fácilmente que una persona pueda ver un cuadro del pasado sin reconocerlo como tal, a menos que haya en él algo que le llame especialmente la atención, tal como un hombre con armadura o con vestidos antiguos. También la previsión puede no ser siempre reconocida como tal en el momento; pero la realización del suceso previsto la recuerda vívidamente, al mismo tiempo que manifiesta su naturaleza, de suerte que no es probable que pase inadvertida. Por tanto, puede muy bien suceder que las vislumbres ocasionales de estas reflexiones astrales de los anales akáshicos, sean más comunes que lo que lo hace suponer los relatos publicados.

El porvenir
Sobre este punto también remito a los lectores al trabajo mencionado antes. En él indico algo acerca de las predicciones, sobre su posibilidad, y cómo pueden explicarse. Trato de indicar cómo en el plano mental la mente libre puede fácil y rápidamente calcular el porvenir, y cómo en el plano búdico una facultad superior aun puede penetrarlo sin cálculos. El modo cómo funciona esta facultad superior es, naturalmente, por completo incomprensible para el cerebro físico; sin embargo, alguna que otra vez podemos tropezar con una alusión que parece que nos aproxima algo a una vaga posibilidad de comprensión. Una de estas alusiones fue hecha por el doctor Oliver Lodge, en su discurso a la Asociación Británica de Cardiff. Dijo:
«Una idea luminosa y auxiliar, es la de que el tiempo no es más que un modo relativo de considerar las cosas; progresamos por medio de los fenómenos con cierta rapidez definida, y este avance subjetivo lo interpretamos de un modo objetivo, como si los sucesos marchasen necesariamente en este orden y a este paso preciso. Pero esto puede ser sólo un modo de considerarlos. Los sucesos pueden estar, en cierto sentido, siempre existentes, tanto en el pasado como en el futuro, y puede ser que seamos nosotros los que llegamos a ellos, y no ellos los que se verifican. La analogía de un viajero en un ferrocarril, es útil; si no se pudiese abandonar nunca el tren ni cambiar su marcha, es muy probable que se consideraran los paisajes como necesariamente sucesivos, y no sé podría concebir su existencia.
... Percibimos, por tanto, un aspecto posible de cuatro dimensiones acerca del tiempo, y lo inexorable de su curso puede ser una parte natural de nuestras limitaciones presentes. Y si llegamos a comprender la idea de que el pasado y lo futuro pueden existir actualmente, podríamos reconocer que tengan una influencia determinante en toda acción presente, constituyendo los dos juntos el "plano superior" o totalidad de las cosas, las cuales, a mi parecer, nos vemos impulsados a buscar, en relación con la dirección de la forma o determinismo, y la acción de los seres vivos, conscientemente dirigida a un fin definido y preconcebido.»
El tiempo no es en realidad la cuarta dimensión en modo alguno; sin embargo, el considerado por un momento desde este punto de vista, es una ligera ayuda para comprender lo incomprensible.
Supongamos que tenemos un cono de madera apoyado por el vértice y perpendicularmente sobre una hoja de papel, y que lentamente lo empujamos a través de la misma. Un microbio que viviese en la superficie de esta hoja de papel, y que no pudiese concebir nada fuera de esta superficie, no sólo no podría ver nunca el cono como un todo, sino que no podría formar ninguna clase de concepto de semejante cuerpo. Todo lo que vería sería la aparición repentina de un diminuto círculo, el del vértice, el cual se agrandaría más y más de un modo gradual y misterioso, hasta que desaparecería de su mundo tan repentina e incomprensiblemente como se había presentado.
Así, lo que en realidad sería una serie de secciones del cono, le parecerían ser estados sucesivos en la vida de un círculo, y le sería imposible asir la idea de que estos estados sucesivos podían verse simultáneamente. Sin embargo, es, por supuesto, cosa fácil para nosotros, mirando el asunto desde otra dimensión, el ver que el microbio está sencillamente bajo una ilusión derivada de sus propias limitaciones, y que el cono existe como un todo. Nuestra propia ilusión respecto del pasado, presente y futuro es, probablemente, semejante, y la vista que se obtiene de cualquier serie de sucesos desde el plano búdico, corresponde a la vista del cono como un todo. Naturalmente, cualquier intento de explicar esta indicación nos conduciría a una serie de paradojas sorprendentes; pero el hecho, sin embargo sigue siendo tal hecho, y llegará la hora en que será claro como el día a nuestra comprensión.
Cuando la conciencia del discípulo está por completo desarrollada en el plano búdico, la visión perfecta es, por tanto, posible para él, aun cuando no pueda -y seguramente no podrá- aportar a esta vida todo el resultado de su visión por completo y en orden. Sin embargo, es evidente que en sus facultades reside una gran parte de clara presciencia siempre que desee ejercitarla; y hasta cuando no la ejercita, vienen a él durante su vida ordinaria frecuentes ráfagas de conocimiento previo, de modo que muchas veces tiene la intuición instantánea de los sucesos futuros, aun antes de iniciarse.
Fuera de esta previsión perfecta, vemos como en los casos anteriores, que existen todos los grados de este tipo de clarividencia, desde los vagos presentimientos ocasionales que no pueden llamarse visión, hasta la segunda vista frecuente y bastante completa. La facultad a la que se ha dado este último nombre, en parte erróneo, es muy interesante, y compensaría bien un estudio más atento y sistemático que el que hasta ahora se le ha dedicado. Nos es más conocida como propiedad bastante frecuente de los montañeses de Escocia, aun cuando en modo alguno se limita a ellos. En casi todas las naciones se han presentado ejemplos circunstanciales, pero ha sido siempre más común entre los montañeses y hombres de vida solitaria. Entre nosotros, en Inglaterra, se la menciona a menudo como si fuera don exclusivo de la raza celta; pero en realidad ha aparecido en todo el mundo entre gentes colocadas en análoga situación; por ejemplo, se dice que es muy común entre los aldeanos de Westfalia.

Algunas veces la segunda vista consiste en un cuadro, prediciendo claramente algún suceso futuro; quizá con más frecuencia se reciba la vislumbre del porvenir por medio de una apariencia simbólica.

Es de notar que los sucesos que se predicen son invariablemente desagradables, siendo la muerte el más común de ellos; no recuerdo un solo ejemplo de segunda vista que no haya sido de la más sombría naturaleza. Tiene un simbolismo horripilante que es peculiar suyo, un simbolismo de mortajas, candeleros mortuorios y otros horrores funerarios. En algunos casos parece que hasta cierto punto depende de la localidad, porque se dice que los habitantes de la isla de Skye, que poseen esta facultad, la pierden las más de las veces cuando dejan la isla, aunque no sea sino para pasar al continente. El don de está vista es algunas veces hereditario en una familia durante generaciones; pero ésta no es una regla invariable, pues a menudo aparece de un modo esporádico en un individuo de una familia, libre por otra parte de su lúgubre influencia.

En el trabajo a que he hecho referencia, se dio un ejemplo de una visión clara de un suceso futuro, con algunos meses de antelación. Yo expuse otro quizá más sorprendente, exactamente como me había sido referido por uno de los actores de la escena en otro lugar de este trabajo. Pueden reunirse por docenas ejemplos de análoga naturaleza. Respecto de la variedad simbólica de esta vista, se asegura comúnmente entre los que la poseen, que si al ver una persona viva ven el fantasma de una mortaja envolviéndole, es un pronóstico seguro de su muerte. La fecha de la muerte está indicada, bien por la extensión en que la mortaja cubre el cuerpo, o por la hora del día en que se ve la visión; pues si es por la mañana temprano, dicen que el hombre morirá en el mismo día; pero que si es después de anochecer, entonces sucederá dentro del año.

Otra variante (y bastante notable) de la forma simbólica de la segunda vista, es cuando se presenta al vidente la aparición sin cabeza de la persona cuya muerte se predice. Un ejemplo de esta clase se da en Signs before Death (Señales antes de la muerte), como ocurrido en la familia del doctor Fenier, aunque en este caso, si no recuerdo mal, la visión no ocurrió hasta la hora de la muerte, o muy cerca de ella.
Sin contar los videntes que de un modo regular poseen cierta facultad, aun cuando no siempre dominen por completo sus manifestaciones, existe además un gran número de ejemplos aislados de previsión en gentes en quienes esta facultad nada tiene de regular.
Quizá ocurra la mayor parte de ellos en sueños, por más que abundan los ejemplos de visión en estado de vigilia. Algunas veces la previsión se refiere a un suceso de verdadera importancia para el vidente, justificándose así el trabajo que se ha tomado el ego en imprimirla. En otros casos el suceso es de los que no tienen importancia aparente, o no está relacionado en modo alguno con la persona que ha tenido la visión. Algunas veces es evidente que la intención del ego (o de la entidad que se comunica, cualquiera que sea) es avisar al yo inferior de la aproximación de alguna calamidad, bien sea para que la prevenga, o si esto no es posible, para que el golpe no sea tan rudo con la preparación.
El suceso que con más frecuencia se predice de este modo es, quizá, naturalmente, la muerte; algunas veces la muerte del vidente mismo, otras la de alguien que le es querido. Este tipo de previsión es tan común en la literatura sobre el asunto, y su objeto es tan patente, que casi no necesitamos presentar ejemplos de él; sin embargo, uno o dos casos en los que la vista profética, bien que evidentemente útil, ha sido, no obstante, de un carácter menos sombrío, quizás interesen a nuestros lectores. El que sigue está tomado del libro Night Side of Nature, pág. 72, de la sencilla señora Crowe.
«Hace pocos años que el doctor Watson, que actualmente reside en Glasgow, soñó que recibía un aviso para ir a ver a un cliente en un lugar distante unas millas de donde él vivía; montó a caballo y al atravesar un campo vio un toro que se dirigía hacia él furiosamente, y de cuyos cuernos escapó refugiándose en un sitio inaccesible para el animal, en donde estuvo esperando largo tiempo hasta que algunas personas, observando su situación, vinieron en su ayuda y le libertaron.
A la mañana siguiente, mientras tomaba su desayuno, vino el aviso, y sonriéndose de la coincidencia (según él la creía) montó a caballo. Desconocía por completo el camino por donde debía ir, pero no tardó en llegar al campo, que reconoció, presentándose acto seguido el toro que se dirigía a escape sobre él. Pero su sueño le había enseñado el lugar de refugio, hacia el cual corrió sin vacilar, y allí pasó tres o cuatro horas sitiado por el animal, hasta que lo libertaron algunos aldeanos. El doctor Watson declara que, de no haber sido por el sueño, no hubiera sabido dónde refugiarse.»

Otro caso en el cual hubo un intervalo mucho mayor entre el aviso y su realización, lo presenta el doctor F. G. Lee en Glimpses 01 the Supematural, vol. 1, pág. 240:
«La señorita Hannah Groen, ama de llaves de una familia de labradores en Oxfordshire, soñó una noche que la habían dejado sola en la casa un domingo por la noche, y que oyendo que llamaban a la puerta de la entrada principal, fue a abrir y se encontró un individuo de muy mala catadura, armado de un palo a modo de cachiporra, que insistía en penetrar en la casa. Luchó con él durante algún tiempo para impedirle la entrada, pero sin resultado, pues recibió un golpe que la hizo caer en tierra sin sentido, penetrando el hombre en la casa. En este momento despertó.
Como nada sucedió durante un largo período de tiempo, el sueño fue pronto olvidado, y según ella aseguraba, se le había borrado por completo de la mente. Sin embargo, siete años después, esta misma ama de llaves quedó a cargo, con otros dos criados, de una mansión aislada en Kensington (que después fue la residencia en la ciudad de la familia), cuando un domingo por la noche, en que los otros dos criados habían salido dejándola sola, sintió que llamaban fuertemente a la puerta.
Repentinamente vino a su memoria el recuerdo del sueño con viveza y fuerza singulares, y lamentó grandemente su aislamiento. Obrando, pues, con prudencia, y después de encender una lámpara en la mesa del vestíbulo -durante cuyo acto se repitió con fuerza la llamada-, tomó la precaución de subir a una mesita de la escalera y abrir una ventana, y desde allí, con gran espanto suyo, vio en la calle al hombre que algunos años antes había visto en su sueño, armado de una cachiporra, y pidiendo que le abriera.
Con gran presencia de ánimo bajó a la entrada principal, aseguró mejor aquella y otras puertas y ventanas, y luego empezó a tocar violentamente las diversas campanillas de la casa, y encendió luces en las habitaciones superiores. Se supuso que estos actos pusieron en fuga al intruso.»
Es evidente que también en este caso el sueño tuvo una utilidad práctica, pues a no ser por él, la digna ama de llaves hubiera, sin duda alguna, por la fuerza misma de la costumbre, abierto la puerta del modo ordinario en contestación a la llamada.
Sin embargo, no sólo en sueños imprime el ego en su yo inferior lo que cree que le conviene saber. En los libros hay muchos ejemplos que confirman esto; pero en lugar de citar de ellos, expondré un caso que me fue referido hace unas pocas semanas por una señora amiga mía; un caso que si bien no está rodeado de incidentes románticos, tiene el mérito de ser nuevo.
Mi amiga, pues, tiene dos hijas pequeñas y hace poco tiempo la mayor cogió (según se supuso) un fuerte constipado, y sufrió durante algunos días una obstrucción completa en la parte superior de la nariz. La madre no se preocupó de esto, esperando que pasaría pronto, hasta que un día vio repentinamente ante ella, en el aire, lo que describe como un cuadro de la sala de un hospital, en donde yacía en una cama su hija mayor aparentemente insensible, con un paño manchado de sangre bajo la mejilla. La cuidaba un doctor y un enfermero, y la madre tuvo la impresión de que se acababa de sufrir una operación relacionada con la nariz. Los detalles más minuciosos de la escena se le presentaron claros, y observó particularmente que la niña tenía puesta una camisa de noche blanca, mientras que ella sabía que todos los vestidos de esta clase de su pequeña hija eran de color de rosa.
Esta visión la impresionó considerablemente y le sugirió por primera vez la idea de que su hija tuviese algo más grave que un constipado, y así la llevó a un hospital para que la examinaran. El cirujano que la reconoció descubrió una excrecencia de mal carácter en la nariz, que dijo había que extirpar inmediatamente. La niña fue subida al piso superior, puesta en la cama (con una camisa de noche blanca), y la operación se ejecutó, reproduciéndose exactamente todas las circunstancias de la visión.
En todos estos casos la previsión consiguió su resultado; pero los libros están llenos de relatos de avisos descuidados o no tenidos en cuenta, y de los desastres que consiguientemente se seguían.
Algunas veces el aviso lo recibe alguien que prácticamente no puede intervenir en el asunto, como en el ejemplo histórico en que John Williams, un director de minas en Comwall, previó con los más minuciosos detalles, ocho o nueve días antes de que sucediera, el asesinato de Spencer Perceval, el entonces ministro de Hacienda, en el Congreso de Diputados. Aun en este caso, sin embargo, también hubiera quizá sido posible hacer algo; pues según leemos, el señor Williams se impresionó de tal modo que consultó a sus amigos sobre si debía ir a Londres a prevenir a Perceval. Desgraciadamente le disuadieron y el asesinato se verificó. No parece muy probable que aun cuando hubiese ido a la capital y referido su historia, le hubieran hecho gran caso; sin embargo, existía la posibilidad de que se hubiesen tomado algunas precauciones que hubieran podido impedir el asesinato.
Hay poco que nos demuestre a qué acción particular de los planos superiores se debió esta curiosa visión profética. Los individuos se desconocían por completo, de suerte que no fue causada por ninguna estrecha simpatía entre ellos. Si fue una tentativa de parte de algún auxiliar (de la hueste de auxiliares en el plano astral) para impedir la catástrofe, parece extraño que no se encontrase a nadie lo suficientemente sensitivo más cerca que Comwall. Quizá Williams, estando en el plano astral durante el sueño, percibió de algún modo esta reflexión del futuro, y horrorizado naturalmente por ella la transmitió a su mente inferior con la esperanza de que pudiera hacer algo para impedirla; pero es imposible precisar exactamente el caso sin examinar los anales akáshicos para ver lo que realmente tuvo lugar.
Un ejemplo típico de la previsión que carece absolutamente de objeto, es el referido por Stead en su Real Ghost Stories, de su amiga la señorita Freer, generalmente conocida como Miss X. Esta señora, estando en su casa de campo, y hallándose bien despierta y perfectamente consciente, vio una vez un carro tirado por un caballo blanco y ocupado por dos forasteros, uno de los cuales se apeó y empezó a acariciar a un perro. Vio que llevaba un ulster, así como también observó especialmente las señales que dejaron las ruedas en la arena. Sin embargo, en aquel momento no había por allí carro alguno; pero media hora después dos forasteros llegaron efectivamente en tal vehículo, cumpliéndose exactamente todos los detalles de la visión. Stead, cita seguidamente otro ejemplo de previsión sin objeto, en el cual entre el sueño (pues en este caso fue un sueño) y su realización, transcurrieron siete años.
Todos estos ejemplos, elegidos al azar entre cientos, demuestran que es indudablemente posible cierta previsión en el ego; y semejantes casos sucederían, sin duda alguna, con mucha más frecuencia, si no fuera por la extrema densidad y falta de sensibilidad de los vehículos inferiores de la mayor parte de lo que llamamos humanidad civilizada; defectos causados principalmente por el materialismo práctico grosero de la época presente. No me refiero a profesión alguna materialista, sino al hecho de que en todos los asuntos prácticos de la vida diaria, casi todos se guían tan solamente por consideraciones de interés mundano en alguna forma u otra.

En muchos casos el ego mismo puede ser poco desarrollado, y resultar, por tanto, su previsión muy vaga; en otros puede ver con claridad, pero ser sus vehículos inferiores tan poco sensibles, que todo lo más que puede conseguir es transmitir al cerebro físico la impresión indefinida de un desastre próximo. Además hay casos en los que la advertencia no es en modo alguno obra del ego, sino de una entidad distinta, que por alguna razón se toma interés por la persona que percibe la sensación.

En la obra antes citada, el doctor Stead nos refiere la seguridad que sintió, con algunos meses de anticipación, de que quedaría a su cargo la Pall Mail Gazette, aunque desde el punto de vista ordinario nada parecía menos probable. Si este conocimiento previo fue el resultado de una impresión hecha por su propio ego, o fuera alguna indicación amiga de algún otro, es imposible decido sin una investigación definida; pero su confianza en ello fue plenamente justificada.

Hay otra variedad de clarividencia que no debe dejarse sin cuestionar. Es relativamente rara, pero se registran de ella bastantes ejemplos para llamar nuestra atención, por más que, desgraciadamente, entre los detalles que se dan, no se ven, por lo general, aquellos que se requieren para poder determinar con certeza. Me refiero a los casos en que se han visto ejércitos espectrales o ganados fantasmas.

En The Night Side Of Nature, hay relatos de tales visiones. Se nos refiere cómo en Havarah Park, cerca de Ripley, fue visto por personas respetables, un cuerpo de soldados con uniforme blanco, en número de varios cientos, hacer diversas evoluciones y luego desvanecerse; y cómo algunos años antes un ejército ilusorio semejante fue visto en las cercanías de Invernes, por un respetable agricultor y su hijo.

En este caso también el número de soldados era muy grande, y los espectadores no abrigaban, al principio, la menor duda de que eran formas sustanciales de carne y hueso. Contaron por lo menos dieciséis pares de columnas, y tuvieron tiempo sobrado para observar todos los detalles. Las filas del frente marchaban de siete en fondo, y estaban acompañadas de muchas mujeres y niños, que llevaban cacerolas de estaño y otros útiles de cocina. Los hombres vestían de encarnado y sus armas brillaban al sol. En medio de ellos había un animal, un venado o un caballo, no pudieron distinguir cuál de los dos, al que empujaban furiosamente con sus bayonetas.
El más joven de los dos hombres hizo al otro la observación de que de vez en cuando las filas de atrás tenían que correr para alcanzar la vanguardia; y el más viejo, que había sido soldado, le dijo que tal sucedía siempre, y le recomendó que si alguna vez servía, tratase de ir siempre al frente. Sólo había un oficial montado, jinete en un caballo tordo de dragones, y que llevaba un sombrero con galones de oro y uniforme azul de húsar, con mangas abiertas guarnecidas de encarnado. Los dos espectadores lo observaron tan particularmente, que dijeron después que podían reconocerle en cualquier parte. Sin embargo, temieron ser maltratados u obligados a seguir a las tropas, que supusieron habían venido de Irlanda y desembarcado en Kyntyre, y mientras se subían a un carro para evitar su encuentro, toda la escena desapareció.

Un fenómeno por el estilo fue observado en los primeros años de este siglo en Paderborn, Westfalia, y visto por lo menos por treinta personas; pero como algunos años más tarde tuvo lugar en aquel mismo sitio una revista de veinte mil hombres, se dedujo que la visión debía haber sido alguna clase de segunda vista: una facultad bastante común en aquel distrito. Se citan otros casos en que se han visto en ciertos caminos ganados de ovejas espectrales, y hay, por supuesto, varias historias alemanas de cabalgatas fantasmales de cazadores y bandidos.
Ahora bien; en estos casos, como tan a menudo sucede en la investigación de los fenómenos ocultos, existen varias causas posibles, cualquiera de las cuales sería apta para ocasionar los sucesos observados; pero en la carencia de informes más completos, no puede hacerse otra cosa que conjeturar acerca de cuáles de entre estas causas posibles operaban en cada ejemplo.
La explicación que generalmente se da (cuando no se ridiculiza todo el relato como una falsedad) es que lo que se ve es la reflexión, por espejismo, de los movimientos de un cuerpo verdadero de tropas que se verifican a distancia considerable. Yo mismo he visto el espejismo ordinario en diversas ocasiones, y conozco, por tanto, algo de sus maravillosos poderes de ilusión; pero me parece que se necesitaria alguna variedad completamente nueva de espejismo, muy distinta de las conocidas hasta ahora por la ciencia, para explicar estas historias de ejércitos fantasmas, que pasan a unos pocos metros del espectador.
En primer término pueden ser, como en el caso de Westfalia antes mencionado, simples ejemplos de previsión en escala gigantesca; por quién arreglados y con qué objeto, no es fácil de adivinar. También pueden muchas veces pertenecer al pasado en lugar de al porvenir, y ser efectivamente reflexiones de escenas de los anales akáshicos; aunque también en este caso la razón y motivo de semejante reflexión no están claros. Hay muchas tribus de espíritus de la naturaleza capaces, si por alguna razón lo deseasen hacer, de producir semejantes apariciones por medio de sus maravillosos poderes para ilusionar, y semejantes actos estarían muy en armonía con su tendencia a mistificar e impresionar a los seres humanos. Otra posibilidad es de que en algunos casos lo que ha sido tomado por soldados eran simplemente los espíritus de la naturaleza mismos, ejecutando algunas evoluciones ordenadas en que tanto se divierten, aunque hay que admitir que éstas rara vez son de un carácter que pueda confundirse con las maniobras militares, excepto por los más ignorantes.
Los soldados son probablemente, en la mayor parte de los ejemplos, simples anales; pero hay casos como el de «los cazadores salvajes» de la historia alemana, que pertenecen a una clase completamente distinta de fenómenos, que está por completo fuera de nuestro asunto presente. Los estudiantes de lo oculto están familiarizados con el hecho de que las circunstancias que rodean cualquier escena de terror o pasión intensa, tales como un asesinato excepcional horrible, tienden a reproducirse de vez en cuando en una forma en que se requiere muy poco desarrollo de facultad psíquica para poder ver, y ha sucedido algunas veces que varios animales han formado parte del escenario del suceso, y por consiguiente ellos también son periódicamente reproducidos por la acción de la conciencia culpable del asesino. Probablemente, sea cualquiera el fundamento verdad que tengan estos relatos de jinetes espectrales y partidas de caza, pueden c1asificarse en esta categoría.


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