LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 16
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
Parte 1
CARTA Nº 16
(1)
Las observaciones añadidas a una carta publicada en el último número del
Theosophist, página 226, col. 1, me impresionan tanto por su importancia como porque
modifican —no digo que contradigan— mucho de lo que, hasta ahora, se nos ha
dicho sobre el Espiritismo.
Se
nos había hablado ya de una condición espiritual de vida en la cual el Ego,
nuevamente desarrollado, disfrutaba de una existencia consciente durante cierto
tiempo antes de reencarnar en otro mundo; pero este aspecto de la cuestión se
había soslayado hasta el presente. Ahora se han hecho algunas declaraciones
explícitas sobre ello y éstas sugieren nuevas preguntas.
En el
Devachán (he prestado mi Theosophist a un amigo y no lo tengo a mano como
referencia, pero si lo recuerdo bien éste es el nombre que se le da al estado
de beatitud espiritual descrito) el nuevo Ego retiene, al parecer
integralmente, el recuerdo de su vida en la tierra. ¿Es esto así o bien se
trata de una mala interpretación por mi parte sobre esta cuestión?
(1) El Devachán o
país de "Sukhavati" ha sido descrito alegóricamente por el mismo
Buddha, nuestro Señor. Lo que él dijo puede encontrarse en el
Shan-Mun-yíh-Tung.
Dice
el Tathágata:—
"A
muchos miles de miríadas de sistemas de mundos más allá de éste (el nuestro),
hay una región de bienaventuranza llamada Sukhavati.... Esta región está
rodeada por siete hileras de vallas, siete hileras de grandes cortinas, siete
hileras de árboles balanceándose; esta santa morada de los Arhats está
gobernada por los Tathagatas (Dhyan Chohans) y está dominada por los
Bodhisatvas. Tiene siete hermosos lagos de cuyo interior manan cristalinas
aguas con "siete y una" propiedades o cualidades distintivas (los 7
principios emanando del UNO). Esto, ¡oh, Sariputra! es el 'Devachán'. Udumbara,
su divina flor, lanza una raíz en la lobreguez de cada tierra, y florece para
todos aquellos que la alcanzan. Los nacidos en la bendita región son
verdaderamente dichosos; no hay más aflicción ni más dolor para ellos en ese
ciclo....
Miríadas
de Espíritus (Lha) acuden allí para descansar, y luego retoman a sus propias
regiones. (Aquellos que no
han concluido sus anillos terrestres.) También, ¡oh,
Sariputra! muchos de los nacidos en esa región de beatitud son Avaivartyas (Literalmente,
aquellos que nunca retornarán —los hombres de la Séptima Ronda, etc.)..." etc. etc.
(2)
Ahora bien, exceptuando el hecho de que la duración de la existencia en el
Devachán es limitada, existe un parecido muy grande entre esa condición y el
cielo del común de las religiones (dejando aparte los conceptos antropomórfícos
de Dios).
(2) Cierto que el
nuevo Ego, una vez renacido, retiene durante cierto tiempo —un tiempo proporcional
al de su vida en la Tierra, — una "memoria completa de su vida en la
misma".( Vea de nuevo—(1) de
sus preguntas.) (Vea su pregunta anterior). Pues el Ego no puede
regresar a la Tierra desde el Devachán, y ni siquiera prescindiendo de todo
"concepto antropomórfico de Dios", el Devachán no tiene ningún
parecido con el paraíso o con el cielo de ninguna religión; y es la
fantasía literaria de H.P.B. la que le sugirió a ella tan sorprendente
comparación.
(3)
Ahora la pregunta importante es:
¿quién
va al cielo —o al Devachán?
¿Se
alcanza esta condición sólo por parte de unos cuantos que son muy buenos, o de
unos muchos que no son tan malos —después del lapso, en cada caso, de una
incubación o gestación inconsciente más larga?
(3) "¿Quién va al Devachán?"
El Ego personal, desde luego, pero beatificado,
purificado, santificado. Cada Ego —la combinación de los principios sexto y
séptimo— que después de un período de gestación inconsciente renace en el
Devachán, es necesariamente tan inocente y puro como un niño recién nacido.
El hecho de su
renacimiento ya demuestra la preponderancia del bien sobre el mal en su antigua
personalidad. Y mientras que el Karma (del mal) se hace a un lado, por el
momento, para seguirlo en su futura encarnación terrestre, el Ego sólo se lleva consigo a ese
Devachán el Karma de sus buenas obras, palabras y pensamientos.
La palabra
"mal" tiene para nosotros un significado relativo —como ya se le ha dicho
más de una vez— y la Ley de Retribución es la única ley que nunca yerra. Por consiguiente,
todos
los que no se han hundido en el cieno del pecado irremediable y de la
bestialidad, van al Devachán. Estos tendrán que pagar por sus pecados,
voluntaria o involuntariamente, más tarde. Mientras tanto, son recompensados y
reciben los efectos de las causas que produjeron.
Por supuesto que éste es
un estado, por así decirlo, de intenso
egoísmo, durante el cual el Ego recoge
la recompensa de su altruismo en la tierra. Está completamente absorto en
la dicha de todos sus afectos personales, sus preferencias y sus pensamientos
terrenales, y recoge allí el fruto de sus acciones meritorias. Ningún dolor,
ninguna pena, ni la sombra de una aflicción llegan a oscurecer el luminoso
horizonte de su pura felicidad, porque es un estado de perpetuo "maya"....
Puesto que la percepción consciente de la propia personalidad en la tierra no
es más que un sueño evanescente, ese sentimiento será igualmente el de un sueño
en el Devachán — sólo que cien veces más intenso. Tanto es así, en verdad, que
el feliz Ego es incapaz de ver, a través del velo, los males, las tristezas y
las calamidades a que pueden estar sujetos aquellos a quienes amó en la tierra.
En su dulce sueño,
vive con sus seres queridos, tanto con los que se han ido antes que él como con
los que todavía permanecen en la tierra; los tiene cerca de él, tan felices,
tan alegres y tan inocentes como el mismo soñador desencarnado; y sin embargo, excepto
en raras visiones, los habitantes de nuestro denso planeta no se percatan de
ello. Es durante ese estado de Maya
completo en que las almas o Egos astrales de los sensitivos puros y amorosos,
actuando bajo la misma ilusión, creen que sus seres queridos bajan a la tierra
junto a ellos, cuando son sus propios espíritus los que se elevan hacia
aquellos en el Devachán. Muchas de las comunicaciones espiritistas subjetivas
—la mayoría de ellas cuando los sensitivos son mentalmente puros— son reales;
pero, para un médium no iniciado, lo más difícil es fijar en su mente las
imágenes fieles y correctas de lo que ve y oye.
Algunos
de los fenómenos llamados de psicografía (aunque más raramente) también son
reales.
El
espíritu del sensitivo, al quedar, por así decirlo, odilizado por el aura del
Espíritu en el Devachán, se convierte, durante algunos minutos, en aquella
personalidad desaparecida y de la cual reproduce su escritura, su mismo
lenguaje y los mismos pensamientos que tuvo durante su período de vida. Los dos
espíritus se combinan en uno, y el predominio de uno sobre el otro durante esos
fenómenos determina el predominio de la personalidad en las características exhibidas
en esas comunicaciones escritas o en las palabras pronunciadas en estado de
trance.
Lo
que ustedes llaman "concordancia" es simplemente una identidad de
vibración molecular entre la parte astral del médium encarnado y la parte
astral de la personalidad desencarnada.
Acabo de descubrir
un artículo sobre el olfato, escrito por un profesor inglés y encuentro en él
algo que se aplica a nuestro caso. Así como en la música dos sonidos diferentes
pueden formar un acorde y pueden ser perceptibles por separado, y esta armonía
o esta disonancia depende de la sincronización de las vibraciones y de los
períodos complementarios, así también
existe una "concordancia" entre el médium y la entidad que lo
"controla", cuando sus moléculas astrales vibran en consonancia. Y
la cuestión de si la comunicación reflejará más la idiosincrasia personal de
uno o de otro, depende de la intensidad relativa de las dos series de
vibraciones en la onda compuesta del Akasha. Cuanto menos parecidos sean los
impulsos vibratorios, más mediumnístico y menos espiritual será el mensaje. Así
pues, mida el estado moral de su médium por el de la supuesta Inteligencia
"controladora" y sus comprobaciones de autenticidad no dejarán nada
que desear.
(4)
¿Existe una gran variedad de condiciones, por así decirlo, dentro de los
límites del Devachán, de manera que se puede contar en él con un estado
apropiado y desde el cual se nazca en peores o mejores condiciones de
existencia en el siguiente mundo de causas? Resulta inútil seguir haciendo
hipótesis; queremos alguna información sobre la cual basarnos.
(4) Sí; hay una
gran variedad de estados en el Devachán, y es todo como usted dice.
Tantas modalidades de felicidad como existen en la Tierra matices de percepción
y de capacidad para apreciar semejante recompensa. Es un paraíso ideado, en cada caso,
por el Ego, y de su propia creación, y con el escenario preparado por él, lleno
de acontecimientos y atestado de la gente que se esperaría encontrar en una
esfera semejante de beatitud compensatoria. Y esta variedad es la que
guía al Ego personal temporal en la corriente que lo llevará a renacer en
peores o mejores condiciones en el mundo siguiente de causas. Todo
está tan armoniosamente ajustado en la naturaleza —especialmente en el mundo
subjetivo— que ningún error puede ser cometido jamás por los Tathágatas —o
Dhyan Chohans— que guían los impulsos.
(5) A
primera vista, la idea de un estado puramente espiritual sólo la disfrutarían
aquellos seres superiormente espiritualizados en esta vida. Pero hay cantidad
de personas muy buenas (moralmente) que no están espiritualizadas en absoluto.
¿Cómo pueden prepararse para pasar, con sus recuerdos de esta vida, desde una
condición material a una condición espiritual de existencia?
(5) Es una "condición espiritual" sólo
cuando se la compara con nuestra propia y tosca "condición material"
y, como ya se ha dicho —son esos grados de espiritualidad los que constituyen y
determinan la gran "variedad" de condiciones dentro de los límites
del Devachán.
Una madre
perteneciente a una tribu salvaje no es menos feliz que una madre en un
suntuoso palacio, cuando sostiene en sus brazos a su hijo perdido; y aunque
como verdaderos Egos los niños prematuramente muertos antes del
perfeccionamiento de su Entidad septenaria no encuentran su camino hacia el
Devachán, sin embargo, a pesar de todo, la imaginación amorosa de la madre
encuentra allí a sus hijos, sin ninguno desaparecido por el que su corazón
suspire.
Podrá decirse que
esto es sólo un sueño, pero, después de todo,
¿qué es la misma
vida objetiva sino un panorama de vividas irrealidades?
Los placeres
conseguidos por un piel roja en sus "felices campos de caza" en este
País de Sueños, no son menos intensos que el éxtasis sentido por un connaisseur
que pasa eones en un rapto de delicia, escuchando divinas Sinfonías ejecutadas
por imaginarios coros y orquestas angélicas. Como no es culpa del piel roja
haber nacido "salvaje", con instinto de matar —aunque esto haya causado
la muerte a muchos animales inocentes— y si, con todo y eso, fue padre, hijo y esposo
amante ¿por
qué no habría de disfrutar también de su parte de recompensa?
El
caso sería totalmente distinto si los mismos actos de crueldad hubieran sido
realizados por una persona educada y civilizada, por simple afición al deporte.
El salvaje, al renacer, ocupará simplemente un lugar inferior en la escala, por
razón de su imperfecto desarrollo moral, mientras que el Karma del otro quedará
mancillado de delincuencia moral. ...
Todo
ego, excepto aquel que atraído por su burdo magnetismo cae en la corriente que
lo arrastrará al "Planeta
de la Muerte" (el satélite mental y físico a la vez de nuestra tierra), está capacitado para pasar a una condición
"espiritual" relativa, de acuerdo con sus previas circunstancias en
la vida y su modo de pensar.
Por lo que sé y recuerdo,
H.P.B. ha explicado al señor Hume que el sexto principio del hombre, como algo
puramente espiritual, no podría existir o tener existencia consciente en el
Devachán, a menos que este principio no asimilara algunos de los atributos
mentales más puros y abstractos del quinto principio o Alma animal, su manas
(mente) y su memoria.
Cuando
el hombre muere, su segundo y tercer principio mueren con él; la triada
inferior desaparece y los principios cuarto, quinto, sexto y séptimo forman el
Cuaternario superviviente. A partir de ahí se entabla una lucha "a
muerte" entre las dualidades Superior e Inferior.
Si
vence la superior, el sexto principio, habiéndose atraído la quintaesencia del
Bien del quinto —sus más nobles afectos, sus más santas (aunque terrenales)
aspiraciones, y las partes más Espiritualizadas de su mente— sigue a su divino
mayor (el 7ª) al estado de "Gestación"; y el quinto y el cuarto
quedan asociados como cascarón vacío (la expresión es totalmente correcta) que
vagará por la atmósfera terrestre con la mitad de la memoria personal
desaparecida y con los instintos más brutales plenamente vivos durante algún
tiempo —en una palabra, como un "Elementario". Este es el "ángel
guía" del médium común.
Si, por el
contrario, es la Dualidad Superior la que
queda vencida, entonces es el quinto principio el que asimila todo lo que pueda
haber quedado en el sexto de recuerdos y percepciones personales de su
individualidad personal. Pero, con todo este acopio adicional, no
permanecerá en el Kama-Loka —"el mundo del Deseo" o la atmósfera de
nuestra Tierra. En muy poco tiempo, igual que una brizna flotando en la
atracción de los vórtices y abismos del Maelstrom, es atrapado y lanzado en el gran
remolino de Egos humanos; mientras que el
sexto y el séptimo, ahora una MONADA individual puramente espiritual, sin que
quede en ella nada de su última personalidad, al no tener que pasar por un
período regular de "gestación" (puesto que no existe ningún Ego personal
purificado para renacer), después de un período más o menos largo de Reposo inconsciente
en el Espacio infinito, —se encontrará renacida en otra personalidad en el planeta
siguiente.
Cuando llega el
período de "Plena Conciencia Individual" —que precede al período de
conciencia Absoluta en el Para-Nírvana— esta
vida personal perdida no es más que una página arrancada del Gran Libro de las
Vidas, sin que quede ni siquiera una sola palabra suelta que indique su
desaparición. La mónada purificada ni la percibirá ni la recordará en la serie
de sus nacimientos pasados —lo que hubiera podido hacer si esta vida hubiera
ido al "Mundo de las Formas" (rupa-loka) — y su mirada retrospectiva
no percibirá ni siquiera el más leve signo de que esta vida haya existido.
La Luz de Samma-Sambuddha— "... esa luz que brilla más allá de nuestra
mortal visión, La luz de todas las vidas en todos los mundos"— no lanza
ningún rayo sobre esa vida personal en la serie de vidas ya pasadas.
En
honor de la humanidad, debo decir que semejante obliteración absoluta de una
existencia en las tablillas del Ser Universal, no ocurre tan a menudo para que
se tenga en cuenta. En realidad, igual que en el caso tan mencionado del
"idiota congénito", se trata de un lusus naturae —una excepción, no
la regla.
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