sábado, 22 de agosto de 2015

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 23

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 23
Carta del Mahatma K.H. a A. P. Sinnett.


CARTA N° 23

Esta carta dividida en dos partes A y B corresponden a preguntas hechas por A.P. Sinnett (Carta A) al Maestro K.H., y las respuestas de este (Carta B). Yo he puesto las respuestas inmediatamente después de cada pregunta lo que resulta en más fácil  manejo para el amigo lector.

CARTA Nº 23 A
Recibida en Simla, octubre de 1882.
Incluidas en la presente y pidiendo disculpas por la cantidad, envío unas cuantas preguntas.
Quizás será usted tan amable de examinarlas de cuando en cuando y contestarlas de una en una o de dos en dos, según el tiempo de que disponga.
Memorándum: Cuando sea oportuno, le ruego que envíe a A.P.S. aquellas notas inéditas de Eliphas Levi, con las anotaciones de K.H.
Se enviaron hace tiempo a nuestro amigo "Jako".


I
(1) Hay una alusión muy interesante en su última carta, cuando al hablar de Hume usted menciona ciertas características que él trajo consigo de su última encarnación.
(1) Todos nosotros traemos algunas características de nuestras encarnaciones pasadas. Es inevitable.

(2) ¿Tiene usted el poder de examinar retrospectivamente las vidas anteriores de personas actualmente vivas e identificarlas?
(2) Desgraciadamente, algunos de nosotros lo tenemos. En cuanto a mí, no me gusta utilizarlo.

(3) En ese caso, ¿sería una curiosidad personal fuera de lugar —pedirle algunos detalles de las mías?
(3) "Hombre, conócete a ti mismo", reza el Oráculo de Delfos. No hay nada "fuera de lugar", ciertamente, en esa curiosidad. Sólo que, ¿no sería acaso más adecuado estudiar nuestra actual personalidad antes de intentar saber algo de su creador, predecesor y moldeador —el hombre que fue? Bien, algún día puede que le deleite con una pequeña historia —ahora no tengo tiempo— sólo que no prometo detalles: un simple bosquejo y una alusión o dos para poner a prueba los poderes de su intuición.

II  
(1) ¿Hay alguna manera de explicar lo que parece ser la curiosa aceleración del progreso humano en los últimos dos mil años, si se lo compara con la condición, relativamente estacionaria, de la gente de la cuarta Ronda hasta el comienzo del progreso moderno?
(1) La última parte de un ciclo muy importante. Cada Ronda, cada anillo, así como cada Raza, tiene sus ciclos mayores y menores en cada planeta por los que pasa la humanidad.
Nuestra Humanidad de la cuarta Ronda tiene su propio gran ciclo, y así también lo tienen sus razas y subrazas.
La "curiosa aceleración" se debe al doble efecto del primero —el principio de su curso descendente; —y del último (el ciclo menor de vuestra "subraza") apresurándose hacia su vértice. No olvide que, si bien ustedes pertenecen a la quinta Raza, no son más que una subraza occidental. A pesar de sus esfuerzos, lo que ustedes llaman civilización se limita solamente a esta última subraza y a sus ramificaciones en América. Al irradiar por todas partes, su decepcionante luz puede parecer que proyecta sus rayos a mayor distancia de lo que lo hace en realidad. No existe "aceleración" en China, y en cuanto al Japón, ustedes no hacen más que una caricatura.
Un estudiante de ocultismo no debería hablar de "condición estacionaria de la gente de la cuarta Raza", puesto que la historia no sabe casi nada de esta condición "hasta el principio del progreso moderno" de otras naciones que no sean las occidentales.
¿Qué saben ustedes de América, por ejemplo, antes de la invasión de ese país por los españoles? Menos de dos siglos antes de la llegada de Cortés existía ya una "aceleración" tan grande hacia el progreso entre las Subrazas del Perú y México, como la que existe ahora en Europa y en los Estados Unidos de América. La subraza de ellos terminó en casi la total aniquilación por causas generadas por ella misma; eso pasará con la de ustedes al final de su ciclo. Podemos hablar sólo de "condiciones estacionarias" refiriéndonos a aquellas en las que, siguiendo la ley de desarrollo, crecimiento, madurez y decadencia, desemboca cada raza y cada subraza durante sus períodos de transición. Es de esta última condición de la que vuestra Historia Universal tiene conocimiento, a la vez que se mantiene soberbiamente ignorante incluso de las condiciones que prevalecían en la India, unos mil años atrás. Vuestras subrazas van ahora en pos del apogeo de sus ciclos respectivos y esta Historia no se remonta más allá de los períodos de decadencia de algunas otras Subrazas pertenecientes, en su mayoría, a la cuarta Raza precedente.
¿Y cuál es el área y el período de tiempo abarcado por su visión Universal?
Como máximo, unas cuantas miserables docenas de siglos. ¡Valiente horizonte, desde luego! Más allá, todo está en tinieblas para ella, nada más que hipótesis.....

 (2) ¿O bien han existido, en algún período anterior, durante la permanencia en la Tierra de hombres de la cuarta ronda, civilizaciones tan importantes como la nuestra por lo que respecta a desarrollo intelectual y que han desaparecido completamente?
(2) Sin duda alguna que existieron. Los archivos egipcios y arios, y especialmente nuestras tablas Zodiacales, nos facilitan todas las pruebas de ello, además de nuestro conocimiento interno. La civilización es una herencia, un patrimonio que se transmite de una raza a otra a lo largo de los senderos ascendentes y descendentes de los ciclos. Durante la minoría de edad de una subraza este patrimonio es preservado para ella por su predecesora, la cual, a su vez, desaparece, se extingue generalmente cuando la primera alcanza su "mayoría de edad".
Al principio, la mayoría de estas subrazas dilapidan y administran mal su herencia,
o la dejan sin aprovechar en los cofres ancestrales;
rechazan desdeñosamente el consejo de sus mayores y, como niños, prefieren jugar en las calles antes que estudiar y sacar el máximo provecho de la riqueza no utilizada, almacenada para ellas en los archivos del Pasado.
Y así fue como, durante el período de transición de ustedes —la Edad Media— Europa rechazó el testimonio de la Antigüedad, llamando a sabios como Herodoto y otros eruditos griegos —el "Padre de las Mentiras", hasta que aprendió algo más y cambió el apelativo por el de "Padre de la Historia". Ahora ustedes en lugar de descuidarla acumulan y aumentan su riqueza. Como toda raza, la suya tuvo sus altos y sus bajos, sus períodos de honor y de deshonor, su medianoche oscura, y —ahora se está acercando a su brillante mediodía. La subraza más joven de la familia de la quinta raza, la suya, fue durante largas épocas, la ignorada y nada amada Cenicienta en su propio hogar. Y ahora, cuando tantas de sus hermanas han muerto, y otras siguen muriendo, y mientras las pocas de las viejas supervivientes, ahora en la segunda infancia, sólo esperan a su Mesías —la sexta raza— para resucitar a una nueva vida y comenzar de nuevo más fuertes aún a lo largo del sendero de un nuevo ciclo, —ahora que la Cenicienta occidental se ha convertido de repente en una rica Princesa orgullosa, la belleza que todos vemos y admiramos— ¿cómo actúa ella? Con un corazón menos bondadoso que el de la princesa del cuento, en lugar de ofrecer a su hermana mayor y menos favorecida, ahora la más vieja puesto que en realidad tiene casi "un millón de años de existencia", y es la única hermana que nunca la ha tratado mal aunque pueda haberla ignorado, —en lugar de ofrecerle, por ejemplo, el "Beso de la Paz", le aplica la lex talionís con una venganza que no favorece a su belleza natural. Esto, mi buen amigo y hermano, no es una alegoría exagerada sino historia.

(3) La misma quinta raza (la nuestra) de la cuarta ronda comenzó en Asia hace un millón de años. ¿Qué fue de ella durante los 998.000 años que precedieron a los 2.000 últimos? ¿Han surgido y desaparecido durante ese período civilizaciones más grandes que la nuestra?
(3) Sí; la quinta raza —la nuestra— empezó en Asia hace un millón de años. ¿Qué hizo en los 998.000 años que precedieron a los últimos 2.000? Una pregunta oportuna, hecha, además, con un espíritu enteramente cristiano que se niega a creer que nada bueno podía haber llegado de ninguna parte antes y salvo de Nazaret.
¿Qué pasó? Pues bien, se estaba desenvolviendo medianamente bien, de la misma manera como lo hace ahora —y pido encarecidamente perdón al señor Grant Alien, que quisiera situar a nuestro primitivo antepasado el hombre "puerco espín" ¡en la primera parte del Período Eoceno! Vaya, vaya, veo que vuestros autores científicos cabalgan sobre sus hipótesis de la manera más intrépida. Será una lástima ver un día a su fogoso corcel dando coces y rompiéndoles la cabeza; algo que, inevitablemente, les está reservado. En el período Eoceno—incluso en sus "mismísimos comienzos"— el gran ciclo de la cuarta Raza de hombres, los Atlantes, había ya alcanzado su apogeo, y el gran continente —el padre de casi todos los continentes actuales, mostraba los primeros síntomas de hundimiento— un proceso que duró hasta hace 11.446 años, cuando su última isla, la cual, interpretando su nombre vernáculo podemos llamar apropiadamente Poseídonis, se hundió catastróficamente. Y a propósito: sea quien sea el que escribió la crítica de la obra de Donnelly, Atlantis, tiene razón: la Lemuria ya no puede ser confundida con el Continente de la Atlántida, como no lo puede ser Europa con América. Las dos se hundieron y se sumergieron con sus "dioses" y con su gran civilización; sin embargo, entre las dos catástrofes medió un corto período de unos 700.000 años; la "Lemuria" floreció y terminó su carrera precisamente alrededor de ese insignificante lapsus de tiempo, antes de la primera parte de la Era Eocénica, puesto que su raza fue la tercera.
Observad los restos de la que antaño fue una gran nación, en los aborígenes de cabeza achatada de Australia. No deja de tener razón la crítica al rechazar la caritativa tentativa del autor de poblar la India y Egipto con los restos de la Atlántida. Sin duda que los geólogos de ustedes son muy sabios, pero ¿por qué no tener en cuenta que, bajo los continentes explorados y sondeados por ellos, en cuyas entrañas han descubierto la "Era Eoceánica", y la han obligado a que les entregue sus secretos, pueden existir escondidos en las profundidades insondables, o más bien insondeadas de los lechos oceánicos, otros continentes mucho más antiguos, cuyos estratos nunca han sido explorados geológicamente; y que puede que algún día trastornen por completo sus actuales teorías, ilustrando así la sencillez y la sublimidad de la verdad, por lo que respecta a la "generalización" inductiva, en oposición a sus conjeturas de visionarios? ¿Por qué no admitir —cierto que ninguno de ellos ha pensado jamás en ello— que nuestros presentes continentes, como la "Lemuria" y la "Atlántida", han estado ya varías veces sumergidos y han tenido tiempo de reaparecer de nuevo y de dar a luz sus nuevos grupos de humanidad y civilización; y que en el primer gran solevantamiento geológico, en el siguiente cataclismo —en las series de cataclismos periódicos que ocurren desde el principio hasta el fin de cada Ronda— nuestros ya autopsiados continentes se hundirán y las Lemurias y Atlántidas surgirán de nuevo? Piense en los futuros geólogos de las razas sexta y séptima.
Imagíneselos cavando profundamente en las entrañas de lo que fue Ceilán y Simla y descubriendo utensilios de los Vedas o de los remotos antepasados de los civilizados Pahari —y cada uno de los objetos de aquella parte civilizada de humanidad que habitó esas regiones reducido a polvo por las grandes masas de los glaciares que se desplazaron durante el siguiente período glacial; imagínese a ese geólogo encontrando solamente utensilios rudimentarios, tales como los que ahora se encuentran entre esas tribus salvajes; y declarando inmediatamente que durante ese período el hombre primitivo trepaba y dormía en los árboles y chupaba el tuétano de los huesos de los animales después de destrozarlos —cosa que hacen los civilizados europeos, al igual que los vedas lo hicieron a menudo— y de ahí sacar la conclusión de que en el año 1882 D.C. la humanidad estaba compuesta de "animales parecidos a hombres" de tez oscura y con barba, "con prognatos prominentes y grandes y puntiagudos dientes caninos". Es verdad que un Grant Alien de la sexta raza puede no estar muy lejos de la realidad y de la verdad de sus conjeturas de que, durante el "período de Simla" esos dientes fueron utilizados en los combates de los "machos" para la conquista de las mujeres sin pareja, pero la metáfora tiene muy poco que ver con la antropología y la geología.
Esa es vuestra ciencia. Volvamos a sus preguntas.
Por supuesto, la cuarta raza tuvo sus períodos de la más elevada civilización. Las civilizaciones griega y romana e incluso la egipcia no son nada comparadas con las civilizaciones que empezaron con la tercera raza. Las de la segunda no fueron salvajes, pero no se las podría llamar civilizadas. Y ahora, leyendo una de mis primeras cartas sobre las razas (una cuestión abordada primeramente por M.) le ruego que no nos acuse, ni a él ni a mí, de una nueva contradicción. Léala de nuevo y vea que soslaya la cuestión de las civilizaciones en conjunto, y que menciona los restos degenerados de las razas cuarta y tercera, y le facilita a usted, como corroboración, las últimas conclusiones de vuestra propia Ciencia. No considere usted la inevitable falta de detalles como una contradicción. Usted me hace ahora una pregunta directa y yo la contesto. Los griegos y los romanos fueron pequeñas subrazas, y los egipcios fueron parte integral de nuestro propio tronco "caucasiano". Fíjese en estos últimos y en los indios. Habiendo alcanzado la civilización más elevada y, lo que es más, habiendo alcanzado la cumbre del conocimiento, —ambas civilizaciones desaparecieron. La egipcia, como subraza concreta, desapareció completamente (sus coptos son unos restos híbridos). La India —una de las primeras y más poderosas ramas de la Raza madre, compuesta de numerosas subrazas que se extienden hasta nuestros días y que lucha para recuperar algún día su lugar en la historia. Esa Historia capta sólo unos cuantos vislumbres imprecisos y aislados del Egipto de 12.000 años atrás cuando, al haber llegado ya al apogeo de su ciclo miles de años antes, este país había empezado a declinar. ¿Qué se conoce, o qué se puede conocer de la India de hace 5.000 años, o de los caldeos —a los que se confunde de una manera fascinante con los asirios, convirtiéndolos un día en "akkadianos" y otras veces en turanianos y en qué sé yo quién más? Nosotros decimos, pues, que vuestra historia anda completamente desorientada.
Por medio del Journal of Science —y en palabras repetidas y citadas por M.A. (Oxon) con un arrobamiento digno de un gran médium— a nosotros se nos niega cualquier pretensión que tengamos de poseer un "conocimiento superior". Dice el crítico:
"Supongamos que los Hermanos dijeran: 'enfoquen su telescopio en tal o cual punto del cielo y descubrirán un planeta todavía desconocido para ustedes; o bien, profundicen en las entrañas de la tierra... etc., y encontrarán un mineral,' etc." Muy bonito, desde luego; y supongamos que eso se hiciera, ¿cuál sería el resultado? Pues una acusación de plagio — puesto que todas las cosas de esa índole, todos los "planetas y minerales" que existen en el espacio o en el interior de la tierra son conocidos y están registrados en nuestros libros desde hace miles de años; más aún: muchas hipótesis fueron tímidamente expuestas por sus propios hombres de ciencia y fueron rechazadas constantemente por aquella mayoría contra cuyos prejuicios interferían. La intención de usted es loable, pero nada de lo que yo pueda darle como respuesta será nunca aceptado viniendo de nosotros. Si un día se descubre que "eso es así", el descubrimiento será atribuido a aquel que corrobore la evidencia —como en el caso de Copérnico y Galileo, en el que éste último no se apoyaba más que en los manuscritos de Pitágoras.
Pero volvamos a las "civilizaciones". ¿Sabe usted que los caldeos se encontraban en la cúspide de su fama de Ocultistas antes de lo que ustedes denominan la "Edad de Bronce"? ¿Que los "Hijos de Ad", o los hijos de la Niebla de Fuego precedieron en cientos de siglos a la Edad de Hierro que ya era una edad muy vieja cuando lo que ustedes denominan ahora Período Histórico —probablemente porque lo que de él se conoce, generalmente, no es historia sino ficción— había apenas empezado? Nosotros afirmamos que lejanas "civilizaciones mucho más importantes que la nuestra han existido y han desaparecido", pero entonces, ¿qué garantía puede usted dar al mundo de que tenemos razón?— de que "civilizaciones mucho más importantes que la nuestra han existido y han desaparecido". No basta con decir, como lo hacen algunos de sus autores modernos, que existió una civilización, ya extinguida, antes de que Roma y Atenas se fundaran. Nosotros afirmamos que una serie de  civilizaciones existieron tanto antes como después del Período Glacial; que existieron en diferentes lugares del globo, que alcanzaron la cúspide de su gloria y perecieron. Se había perdido todo rastro y todo recuerdo de las civilizaciones asiría y fenicia, hasta que comenzaron a hacerse descubrimientos hace unos cuantos años. Y ahora se abre una nueva página en la historia de la humanidad, aunque esté muy lejos de ser una de las más remotas. Y sin embargo, ¿hasta qué lejano pasado alcanzan esas civilizaciones en comparación con las más antiguas? E incluso a éstas, la historia es reacia a aceptarlas. La arqueología ha demostrado suficientemente que la memoria del hombre se adentra mucho más en el pasado de lo que la historia ha estado dispuesta a aceptar, y que los archivos sagrados de las que fueron una vez naciones poderosas, conservados por sus herederos, todavía son más dignos de confianza. Hablamos de civilizaciones del período preglacial; y esta afirmación parece disparatada (no sólo ante la mente del vulgo y de los profanos, sino incluso ante la opinión del más erudito de los geólogos). ¿Qué diría entonces usted de nuestra afirmación de que los chinos —y estoy hablando del auténtico chino de tierra adentro y no de la mezcla híbrida entre las Razas cuarta y quinta que ahora ocupan el trono— estoy hablando de los aborígenes que, con su nacionalidad sin mezclas, pertenecen totalmente a la rama más elevada y última de la cuarta Raza que alcanzó su civilización más elevada cuando la quinta apenas había hecho su aparición en Asia, y su primera ramificación era todavía cosa del futuro? ¿Cuándo ocurrió eso? Haga sus cálculos. Usted no puede pensar que nosotros, que tenemos tantas dificultades para que se acepte nuestra doctrina, nos dedicaríamos, deliberadamente, a inventar Razas y subrazas (en opinión del señor Hume) si no se tratara de una cuestión de una realidad innegable.
El grupo de islas a la altura de las costas siberianas descubiertas por Nordeneskjol del "Vega", se encontró que estaban sembradas de fósiles de caballos, ovejas, bueyes, etc., entre huesos gigantescos de elefantes, mamuts, rinocerontes y otros monstruos pertenecientes a los períodos en los que el hombre —dice la ciencia de ustedes— todavía no había hecho su aparición en la tierra. ¿Y cómo es que se encontraron juntos caballos y ovejas en compañía de gigantes "antediluvianos"? En las escuelas se nos ha enseñado que el caballo es una invención bastante moderna de la naturaleza y que ningún hombre vio nunca a su antepasado pedáctíl. El grupo de las islas siberianas puede dar un mentís a tan cómoda teoría.
Se comprobará muy pronta que la región prisionera del invierno eterno y no habitada por el hombre —el más frágil de los animales— no sólo ha tenido un clima tropical —algo que vuestra ciencia sabe y no discute— sino que ha sido igualmente el asiento de una de las civilizaciones más antiguas de esa cuarta raza, cuyos restos superiores encontramos ahora en el chino degenerado, y cuyos residuos inferiores están entremezclados sin esperanza (para el científico profano) con los restos de la tercera Raza. Le dije ya, con anterioridad, que la gente más elevada (espiritualmente) que hay ahora en la tierra pertenece a la primera subraza de la quinta Raza raíz, y que son los arios asiáticos; que la Raza más elevada (en inteligencia física) es la última subraza de la quinta —ustedes mismos, los conquistadores blancos.
La mayoría de la humanidad pertenece a la séptima subraza de la cuarta Raza-raíz —los chinos arriba mencionados y sus ramificaciones y brotes (malayos, mongoles, tibetanos, javaneses, etc. etc.) y restos de otras subrazas de la cuartay a la séptima subraza de la tercera raza. Todos ellos, ya caídos, degradados, parodias de humanidad, son los descendientes en línea directa de naciones altamente civilizadas, cuyos nombres y cuyo recuerdo no han sobrevivido, excepto en libros como el Popul Vuh y algunas otras obras desconocidas para la ciencia.

 (4) ¿A qué época corresponde la existencia del Continente de la Atlántida?; y el cambio que el cataclismo originó con su desaparición, ¿ocupó algún lugar determinado en la evolución de la ronda —correspondiente al lugar ocupado en la evolución manvantárica por las oscuraciones?
(4) En la época del Mioceno. Todo llega a su debido tiempo y lugar en la evolución de las Rondas, de otro modo resultaría imposible, incluso para el mejor de los videntes, calcular exactamente la hora y el año en que tienen que ocurrir esos cataclismos, grandes y pequeños. Todo lo que un adepto podría hacer sería predecir el momento aproximado, de la misma manera que actualmente pueden predecirse acontecimientos resultantes de grandes cambios geológicos con una certeza matemática, así como los eclipses y otras revoluciones en el espacio. El hundimiento de la Atlántida (el grupo de continentes e islas) empezó durante el período del Mioceno —como ahora se observa el hundimiento gradual de algunos de vuestros continentes— y culminó —primero con la desaparición final del mayor de los continentes, acontecimiento que coincidió con la elevación de los Alpes; y segundo, con el hundimiento de aquellas últimas y hermosas Islas mencionadas por Platón. Los sacerdotes egipcios de Sais dijeron a su antecesor Solón que la Atlántida (es decir, la única isla grande que quedaba) pereció 9.000 años antes de su época. Esta no era una fecha arbitraria, puesto que ellos habían conservado sus archivos cuidadosamente durante milenios. Pero, como ya dije, ellos no hablaron más que de "Poseidonis" y no quisieron revelar, ni siquiera al gran legislador griego, su cronología secreta. Y como no existen razones geológicas para ponerlo en duda, sino todo lo contrario, existe una gran cantidad de evidencia para aceptar la tradición, la Ciencia ha aceptado finalmente la existencia del gran continente y el Archipiélago y ha vindicado la verdad de una "fábula" más. Ella enseña ahora, como usted sabe, que la Atlántida, o los restos de la misma, subsistieron hasta la época post-terciaria y que su hundimiento definitivo ocurrió ¡dentro de las épocas paleozoicas de la historia de América! Pues bien, la verdad y la realidad deberían sentirse agradecidas hasta por esas pequeñas concesiones, dada la anterior falta de ninguna otra durante tantos siglos. Las exploraciones profundas del mar especialmente las del "Challenger", han confirmado plenamente los informes de la geología y la paleontología. El importante acontecimiento —el triunfo de nuestros "Hijos de la Niebla de Fuego", los habitantes de "Shamballah" (cuando todavía era una isla en el Mar de Asia Central) sobre los magos egoístas, aunque no totalmente perversos, de Poseidonis, ocurrió precisamente hace 11.446 años. Lea, a este respecto, la tradición incompleta y parcialmente velada, que se da en Isis, volumen I, página 588-594 y puede que llegue a comprender mejor algunas cosas. La corroboración de la tradición y de la historia presentada por Donnelly, en líneas generales, la encuentro correcta; pero usted encontrará todo eso, y mucho más, en Isís.

(5) Encuentro que la pregunta más corriente que se plantea sobre la filosofía oculta por parte de personas bastante inteligentes que empiezan a interesarse por ella, es: "¿Da esta filosofía alguna explicación sobre el origen del mal?" Ese es un punto que usted prometió tocar anteriormente y que valdría la pena tratar sin dejar pasar más tiempo.
(5)]. Ciertamente, lo es. Y ya he tratado el tema hace tiempo. En mis notas sobre el manuscrito del señor Hume "Acerca de Dios" —que él aporta amablemente a nuestra filosofía, algo que ésta última no había contemplado antes— el tema se ha tratado copiosamente. ¿Se ha negado él a que usted le eche un vistazo? Puedo ampliarle usted mis explicaciones, pero no antes de que haya leído lo que digo del origen del bien y del mal en esas notas al margen. Por mi parte, ya dije más que suficiente para nuestros propósitos actuales. Por extraño que parezca, he encontrado un autor europeo —el materialista más grande de su época, el Barón d'Holbach— cuyos puntos de vista coinciden enteramente con los de nuestra filosofía. Al leer su Systéme de la Nature, yo podía haber imaginado que tenía ante mí nuestro libro Kiu-Te. Pero, como era de esperar y como consecuencia lógica de su temperamento, nuestro Pundit Universal, (Se refiere al señor Hume. N.T.) tratará de adueñarse de esas ideas y de reducir a pedazos cada argumento. Hasta ahora, sólo me amenazó con alterar su Prefacio y no publicar la filosofía bajo su propio nombre. Cuneus cuneum tradit: le rogué que no publicara sus ensayos de ninguna manera.
M. Cree que, para los proyectos de usted sería mejor que yo le diera algunos detalles más sobre la Atlántida, puesto que está enormemente relacionada con el mal, si bien no con sus orígenes. En el próximo Theosophist encontrará usted una nota o dos como apéndice a la traducción de Hume del Prefacio de Eliphas Levi (Véase el Theosophist de noviembre de 1882.—Eds.) en relación con el continente perdido.
Y ahora, puesto que tengo la intención de hacer un volumen de estas contestaciones, lleve su cruz con fortaleza cristiana y entonces, quizás después de leídas todas, dejará de preguntar durante algún tiempo. Pero, ¿qué más puedo añadir a lo que ya he dicho? No puedo darle información puramente científica puesto que nunca podemos estar de acuerdo totalmente con las conclusiones occidentales; y las nuestras serán rechazadas como "acientíficas". Y sin embargo, tanto la geología como la paleontología atestiguan mucho de lo que tenemos que decir. Desde luego, vuestra Ciencia tiene razón en muchas de sus generalidades, pero sus premisas son erróneas, o bien, en todo caso, muy deficientes. Por ejemplo, ella tiene razón cuando dice que mientras la nueva América se iba formando, la antigua Atlántida se iba hundiendo y era arrastrada gradualmente hacia el agua; pero no tiene razón ni en las épocas que ha dado ni en los cálculos de la duración de ese hundimiento. Esto último es el futuro destino de vuestras Islas Británicas, las primeras en la lista de víctimas que tienen que ser destruidas por el fuego (volcanes submarinos) y por el agua; Francia y otros países las seguirán. Cuando reaparezcan de nuevo, la última séptima Subraza de la sexta Raza raíz de la humanidad actual se encontrará floreciente en la "Lemuria" y en la "Atlántida", pues ambas también habrán reaparecido, (su reaparición seguirá inmediatamente a la desaparición de las actuales islas y continentes); y entonces se encontrarán muy pocos mares y grandes extensiones de agua en nuestro globo, pues las aguas y la tierra aparecen y desaparecen, desplazándose periódicamente de lugar, cada una a su vez.
Temblando ante la perspectiva de que se me acuse de nuevas "contradicciones" en alguna manifestación incompleta futura, prefiero explicar lo que quiero decir con esto. La aproximación de cada nueva "oscuración" siempre viene precedida por cataclismos —sean de fuego o de agua.
Pero, aparte de esto, cada "Anillo" o Raza Raíz tiene que cortarse en dos, por así decirlo, ya sea por el fuego o por el agua. Así, habiendo alcanzado la Cuarta Raza la cúspide de su desarrollo y de su gloria —los atlantes fueron destruidos por el agua; ahora ustedes no encontrarán más que sus restos degenerados perdidos, cuyas subrazas, sin embargo, sí que tuvieron cada una de ellas sus florecientes días de gloria y de relativa grandeza. Lo que ahora son, lo serán ustedes algún día, porque la ley de los ciclos es una e inmutable. Cuando vuestra Raza —la quinta— haya alcanzado su cénit de intelectualidad física y haya desarrollado la civilización más elevada (recuerde la diferencia que nosotros hacemos entre civilización material y civilización espiritual, incapaz de superar su propio ciclo, su progreso hacia el mal absoluto será detenido (al igual que sus predecesores, los habitantes de Lemuria y de la Atlántida, hombres de las razas tercera y cuarta fueron detenidos en su progreso hacia lo mismo) por uno de esos cataclismos; su gran civilización será destruida y todas las subrazas de esa raza se encontrarán yendo hacia el descenso en sus respectivos ciclos, después de un corto período de esplendor y de cultura. Observe los restos de los atlantes —los antiguos griegos y romanos (los modernos pertenecen todos a la quinta Raza); ¡vea cuan magníficos y cortos y cuan fugaces fueron sus días de fama y de gloria!  Porque ellos no eran más que subrazas de las siete ramificaciones de la "raza raíz". A ninguna  Raza Madre, ni a sus Subrazas, ni a sus ramificaciones se les permite, por parte de la Única Ley imperante, transgredir las prerrogativas de la Raza o Subraza que la seguirá; y menos aún inmiscuirse en el conocimiento y en los poderes que están reservados a su sucesora. "No comerás el fruto del Conocimiento del Bien y del Mal del árbol que está creciendo para tus herederos", podemos decir con más derecho del que voluntariamente nos concederían los Humes de vuestra subraza. Este "árbol" está bajo nuestra custodia, confiado a nuestro cuidado por los Dhyan Chohans, los protectores de nuestra Raza y Administradores de aquellas que están llegando. Trate de comprender la alegoría y de no perder nunca de vista la indicación que le di en mi carta sobre los Planetarios.
Al comienzo de cada Ronda, cuando la humanidad reaparece bajo condiciones completamente distintas a las que se le proporcionan en el nacimiento de cada nueva raza y sus subrazas, un "Planetario" tiene que mezclarse con esos hombres primitivos para refrescarles la memoria y revelarles las verdades que conocieron durante la Ronda precedente. De ahí las confusas tradiciones sobre los Jehovás, Ormazds, Osiris, Brahmas y tutti quanti. Pero ello acontece solamente en beneficio de la primera Raza. El deber de esta última es escoger entre sus hijos los depositarios adecuados, los cuales son "puestos aparte", utilizando una frase bíblica, — como receptáculos para dar cabida a todo el conjunto de conocimiento que ha de ser dividido entre las futuras Razas y generaciones, hasta el final de esa Ronda. ¿Por qué tendría que decir más, puesto que usted debe comprender todo el significado de lo que digo, y que no me atrevo a revelar enteramente? Cada Raza tiene sus adeptos y a cada Raza se nos permite darle tanto de nuestro conocimiento como los hombres de esa Raza merezcan.
La última séptima Raza tendrá su Buddha, como lo ha tenido cada una de sus predecesoras; pero sus adeptos serán mucho más elevados que cualquiera de los de la presente Raza, pues entre ellos estará el futuro Planetario, el Dhyan Chohan, cuya labor será la de instruir o "refrescar la memoria" de la primera Raza de los hombres de la quinta Ronda después de la futura oscuración de este planeta.
En passant, y para demostrarle que no sólo no fueron inventadas las "Razas" por nosotros, sino que ellas son un dogma fundamental de los Lamas Buddhistas y de todos aquellos que estudian nuestra doctrina esotérica, le envío una explicación de una página o dos del "Buddhism", escrito por Rhys Davids —que de otro modo le resultarían incomprensibles, sin sentido y absurdas. Esta explicación la he escrito con el permiso especial del Chohan (mi Maestro) —y en beneficio de usted. Ningún orientalista ha sospechado nunca las verdades contenidas en esta obra, y usted es el primer occidental (fuera del Tibet) a quien ahora se le explica.


(6) Estrechamente relacionada con esta pregunta había otra que se hace a menudo: "¿Para qué sirve todo el proceso cíclico si sólo se trata de que el espíritu emerja, al final de todas las cosas, tan puro e impersonal como lo era al principio, antes de descender a la materia?" (¿Y las partes que se han separado de la quinta ronda?) Mi respuesta es que, por el momento, no estoy tratando de justificar, sino de investigar las operaciones de la Naturaleza. Pero tal vez puede que exista una respuesta más válida.
(6) Lo que emerge al final de todas las cosas no es solamente el "espíritu puro e impersonal", sino los recuerdos "personales" en conjunto, libres de impurezas en cada nuevo quinto principio a lo largo de la serie de existencias. Y si al final de todas las cosas —digamos dentro de millones de millones de años, el Espíritu tuviera que descansar en su pura no-existencia impersonal, como el UNO o lo Absoluto, todavía tiene que haber "algo bueno" en el proceso cíclico, puesto que cada Ego purificado tiene la oportunidad, en los largos intervalos entre las existencias objetivas en los planetas, de existir como Dhyan Chohan —desde el "Devachánico" más humilde, hasta el Planetario más elevado— disfrutando de los resultados de todas sus vidas.
Pero,
¿Qué es "Espíritu" puro e impersonal per se?
¿Es posible que usted no se haya dado cuenta todavía de que lo que queremos decir es que ese Espíritu no es una entidad, es una abstracción pura, un vacío absoluto para nuestros sentidos, incluso para el más espiritual de ellos?
Este Espíritu sólo se convierte en algo en unión con la materia; de aquí que siempre sea algo, puesto que la materia es infinita, indestructible e inexistente sin el Espíritu, el cual es la Vida en la materia. Separado de la materia el Espíritu se convierte en la negación absoluta de la vida y del ser, puesto que la materia es inseparable de él.
Pregunte a los que ponen objeciones si conocen algo de la "vida" y de la "conciencia" que vaya más allá de lo que ellos experimentan ahora en la tierra.
¿Qué concepto pueden tener —a menos que sean videntes por naturaleza— del estado y de la conciencia de una individualidad después que ésta se ha separado del cuerpo denso terrestre?
¿De qué vale todo el proceso de la vida en la tierra — puede usted preguntarles a su vez— si somos tan buenos como entidades inconscientes "puras" antes del nacimiento, durante el sueño y al final del curso de nuestra vida?
Según las enseñanzas de la ciencia,
¿es que la muerte no va seguida del mismo estado de inconsciencia que el de antes de nacer?
¿Acaso la vida, cuando abandona nuestro cuerpo, no se vuelve tan impersonal como lo era antes de que animara al feto?
Después de todo, la vida —el problema más grande al alcance de la comprensión humana— es un misterio que los más grandes de sus hombres de ciencia no resolverán jamás. Para ser comprendido correctamente, debe ser estudiado en la serie entera de sus manifestaciones; de otra manera, nunca puede ser, no tan sólo sondeado, sino ni siquiera comprendido en su forma más simple: la vida como un estado del ser en esta tierra.
Nunca podrá ser comprendida mientras siga estudiándose por separado y aparte de la vida universal.
Para resolver el importante problema, uno tiene que convertirse en ocultista; tiene que analizarla y experimentarla personalmente en todas sus fases:
-como vida en la tierra,
-como vida más allá del límite de la muerte física, como vida mineral, vegetal, animal y espiritual;
-como vida en conjunción con la materia concreta, a la vez que como vida presente en el átomo imponderable.
Tratemos de examinar o de analizar la vida aparte del organismo, y ¿qué es lo que queda?
Simplemente, un modo de movimiento que tiene que quedar sin resolver, a menos que se acepte nuestra doctrina de la Vida omnipenetrante, infinita, omnipresente —aunque sólo lo fuera en términos de una hipótesis un poco más razonable que sus hipótesis científicas, que son totalmente absurdas. Tendrán algo que objetar: les contestaremos utilizando sus propias armas.
Diremos que está demostrado de una vez por todas que, puesto que el movimiento es omnipenetrante (lo invade todo), y puesto que el descanso absoluto es inconcebible, en cualquier forma o máscara que aparezca el movimiento, ya sea como luz, calor, magnetismo, afinidad química o electricidad —todas estas manifestaciones no deben ser más que fases de la misma Fuerza Una universal, omnipotente, un Proteo ante el cual ellas se someten como ante el Gran "Desconocido" y a lo que nosotros denominamos simplemente la "Vida Una", la "Ley Una" y el "Elemento Uno".
Las mentes más grandes, las más científicas de la tierra, han estado avanzando ansiosamente hacia una solución del misterio, no dejando ninguna senda por recorrer, ningún cabo suelto o flojo en el que, para ellos, es el más oscuro de los laberintos; y todos tuvieron que llegar a la misma conclusión (la de los ocultistas, aunque sólo la den parcialmente), es decir, que la vida, en sus manifestaciones concretas, es el legítimo resultado y la consecuencia de la afinidad química; en cuanto a la vida en su sentido abstracto, la vida pura y simple —bien, ellos no saben más hoy de lo que sabían en los primeros días de su Royal Society. Sólo saben que en ciertas soluciones químicas exentas previamente de vida, ésta se manifiesta espontáneamente (a pesar de Pasteur y su piedad bíblica) debido a ciertas combinaciones químicas de esas substancias. Si dentro de unos años, como espero, me convierto por entero en mi propio maestro, puede que tenga el placer de demostrarle a usted, y sobre su propia mesa de trabajo, que la vida como vida no sólo es transformable en otros aspectos o fases de la Fuerza que todo lo penetra, sino que puede ser realmente infundida en un hombre artificial. Frankenstein tan sólo es un mito en la medida en que es el héroe de un relato místico; en la naturaleza él es una posibilidad; y los físicos y médicos de la última Subraza de la sexta Raza inocularán la vida y harán revivir cadáveres de la misma manera que ahora inoculan la viruela y, a menudo, otras enfermedades aún menos agradables.
El espíritu, la vida y la materia, no son principios naturales que existan independientemente el uno del otro, sino que son los efectos de combinaciones producidas por el movimiento eterno en el Espacio; y es mejor que lo aprendan.

(7) ¿Puede usted, es decir, le está permitido contestar alguna vez alguna pregunta relacionada con cuestiones de la ciencia física? Si es así, he aquí algunos puntos de los que tendría mucho interés en tratar.
(7)  Sin duda alguna que se me permite. Pero ahora viene el punto más importante: ¿hasta dónde mis respuestas serán satisfactorias, incluso para usted? El que no toda nueva ley que salga a la luz sea considerada como un eslabón más en la cadena del conocimiento humano, queda demostrado por la mala voluntad con que cualquier hecho, inoportuno por alguna razón para la ciencia, es recibido por sus profesionales. No obstante, cada vez que pueda contestarle trataré de hacerlo confiando solamente en que usted no lo enviará al Journal of Science como una contribución de mi pluma.

(8) ¿Tienen algo que ver las condiciones magnéticas con la precipitación de la lluvia, o bien esto se debe enteramente a las corrientes atmosféricas de diferentes temperaturas que chocan con otras corrientes de diferente grado de humedad, siendo todo el conjunto de movimientos establecido por presiones, expansiones, etc. debidas, en primer lugar, a la energía solar? Si las condiciones magnéticas tienen algo que ver, ¿cómo operan y cómo podrían ser analizadas?
(8) Con toda seguridad que tienen que ver. La lluvia puede ser provocada artificialmente sobre una pequeña superficie —y sin ninguna pretensión de milagro o de poderes superhumanos, aunque su secreto no me pertenece y no puedo divulgarlo. Estoy tratando de obtener permiso para hacerlo. No conocemos ningún fenómeno en la naturaleza que no esté totalmente relacionado con el magnetismo o con la electricidad — puesto que donde hay movimiento, calor, fricción, luz, siempre aparecerá el magnetismo y su alter ego la electricidad, (según nuestra humilde opinión), lo mismo como causa que como efecto —o más bien ambos, si profundizamos en la manifestación hasta su origen.
Todos los fenómenos de las corrientes terrestres, del magnetismo terrestre y la electricidad atmosférica, se deben al hecho de que la tierra es un conductor electrificado, cuyo potencial siempre está cambiando debido a su rotación y al movimiento anual de su órbita, al sucesivo enfriamiento y calentamiento del aire, a la formación de nubes y de lluvia, de tormentas y vientos, etc.
Probablemente, esto puede encontrarlo en algún libro de texto. Pero luego, la Ciencia será reacia a admitir que todos esos cambios se deben al magnetismo akásico, que produce incesantemente corrientes eléctricas que tienden a restablecer el equilibrio perturbado. Mediante la dirección de la más poderosa de las baterías eléctricas (la estructura humana electrificada por un determinado proceso) usted puede detener la lluvia en algún punto dado, haciendo "un agujero en la nube de lluvia", como la denominan los ocultistas. Sirviéndose, por así decirlo, de otros medios magnéticos poderosísimos puede producirse la lluvia artificialmente dentro de un área aislada. Lamento mi incapacidad para explicarle el proceso con más claridad. Usted conoce los efectos producidos por los árboles y las plantas en las nubes de lluvia, y de qué manera su poderosa naturaleza magnética atrae e incluso alimenta esas nubes sobre las copas de los árboles. Puede que la ciencia lo explique de otra manera. Bien, yo no puedo evitarlo, porque ese es nuestro conocimiento y el fruto de milenios de años de observación y de experiencia. Si esta carta cayera en manos de Hume seguramente diría que estoy justificando la acusación lanzada públicamente por él contra nosotros de que "cuando son incapaces de contestar a vuestros argumentos (?), ellos (nosotros) contestan, con toda tranquilidad, que sus reglas (las nuestras) no les permiten decir esto o aquello". Sin embargo, a pesar de la acusación, me siento obligado a contestar que, puesto que el secreto no me pertenece, no puedo hacer de él un producto de mercado.
Que los físicos calculen la cantidad de calor necesario para vaporizar cierta cantidad de agua.
Después, que calculen la cantidad de lluvia necesaria para cubrir una superficie, digamos de una milla cuadrada, hasta una profundidad de una pulgada. Para esa cantidad de vaporización se requerirá, naturalmente, una cantidad de calor que será, por lo menos, igual a cinco millones (Parece que esto debería ser "miles".—Eds.) de toneladas de carbón.
Ahora bien, la cantidad de energía a la cual equivaldría este consumo de calor corresponde (como cualquier matemático podría decírselo) —a la que haría falta para levantar a una milla de altura un peso superior a diez millones de toneladas. ¿Cómo puede un hombre generar esa cantidad de calor y de energía? ¡Disparatado, absurdo! Todos nosotros somos unos lunáticos, y a usted, que nos escucha, se le colocará en la misma categoría si por ventura se le ocurre repetir esta tesis. Sin embargo, yo digo que un hombre solo puede hacerlo, y con mucha facilidad, con sólo que esté familiarizado con cierta palanca físico-espiritual que posee internamente, y que es mucho más poderosa que la palanca de Arquímedes.
Incluso la simple contracción muscular va siempre acompañada de fenómenos eléctricos y magnéticos, y existe la más poderosa de las conexiones entre el magnetismo de la tierra, los cambios de temperatura y el hombre, que sería el mejor barómetro viviente si supiera [cómo] descifrarlo debidamente. Por otra parte, el estado del cielo siempre puede averiguarse por las variaciones que indican los instrumentos magnéticos. Han transcurrido varios años desde que tuve la oportunidad de leer las conclusiones de la Ciencia sobre este particular; por lo tanto, a menos que me tome la molestia de poner al día mis conocimientos respecto a lo que podría ignorar, no conozco las últimas conclusiones de la ciencia. Pero, para nosotros, es un hecho establecido que el magnetismo de la tierra es el que produce los vientos, las tormentas y la lluvia. Lo que la ciencia parece conocer de ello no son más que síntomas secundarios, inducidos siempre por ese magnetismo, y puede que muy pronto descubra sus errores actuales.
Yo creo que la atracción magnética del polvo meteórico por parte de la tierra y la influencia directa de éste en los cambios súbitos de temperatura, especialmente en lo que atañe al frío y al calor, no es una cuestión que haya sido aclarada hasta el presente. (El doctor Phipson en 1867 y Cowper Ranyard en 1879, solicitaron la aceptación de esta teoría, pero entonces fue rechazada.) Se puso en duda el hecho de que nuestra tierra, al pasar por una región del espacio donde hay más o menos masas meteóricas, tuviera algo que ver con que la altitud de nuestra atmósfera aumentara o disminuyera, o ni siquiera que tuviera influencia sobre el estado del tiempo. Pero nosotros creemos que podríamos demostrarlo fácilmente; y puesto que se acepta el hecho de que la relativa distribución y proporción de tierra y agua sobre nuestro globo puede ser debida a la gran acumulación en él de polvo meteórico —especialmente en nuestras regiones nórdicas— con la nieve llena de hierro meteórico y de partículas magnéticas; y habiéndose descubierto depósitos de estas últimas incluso en el fondo de los mares y de los océanos, me pregunto cómo, hasta ahora, la Ciencia no ha comprendido que cada cambio atmosférico y cada perturbación se deben al magnetismo combinado de las dos grandes masas entre las cuales se encuentra comprimida nuestra atmósfera. Yo llamo a este polvo meteórico "masa", porque realmente se trata de eso. Mucho más allá de la superficie de nuestra tierra el aire está impregnado y el espacio está lleno de polvo magnético o meteórico, que ni siquiera pertenece a nuestro sistema solar. Habiendo descubierto felizmente la Ciencia que, a medida que nuestra tierra, con todos los demás planetas se desliza por el espacio recibe una mayor proporción de esa materia polvorienta en el hemisferio norte que en el hemisferio sur, sabe que a eso se debe el mayor número de continentes en el hemisferio norte que en el sur, y la mayor abundancia de nieve y humedad. Millones de esos meteoritos e incluso de las partículas mas finas nos alcanzan cada año y cada día, y todos los cuchillos de nuestros templos están hechos de este hierro "celeste" que nos llega sin haber sufrido ningún cambio, pues el magnetismo de la tierra lo mantiene en cohesión. Continuamente se está añadiendo materia gaseosa a nuestra atmósfera que proviene de la incesante caída de materia meteórica, enormemente magnética y, sin embargo, para los científicos todavía parece una cuestión sin resolver si las condiciones magnéticas ¡tienen algo que ver o no con la precipitación de la lluvia! No conozco ninguna "serie de movimientos producidos por presiones, expansiones, etc., debidas, en primer lugar, a la energía solar". La ciencia se ocupa demasiado o demasiado poco al mismo tiempo, de la "energía solar" e incluso del mismo Sol; y el Sol no tiene nada que ver con la lluvia y muy poco con el calor. Yo tenía la impresión de que la ciencia había descubierto que los períodos glaciales, al igual que aquellos períodos en que la temperatura es "como la de la época carbonífera", son debidos a la disminución y al aumento, o más bien, a la expansión de nuestra atmósfera, cuya expansión se debe a la misma presencia meteórica. De cualquier forma, todos nosotros sabemos que el calor que la tierra recibe por la radiación del sol es, como máximo, una tercera parte, si no menos, de la cantidad que recibe directamente de los meteoros.

(9) ¿Es la corona solar una atmósfera? ¿Está compuesta de gases conocidos? Y, ¿por qué asume al aspecto irradiante que se observa siempre en los eclipses?
(9) Llámela cromosfera o atmósfera, aunque no se la puede llamar de ninguna de las dos maneras, porque se trata, simplemente, del aura magnética y siempre presente del sol, vista por los astrónomos sólo durante unos breves momentos durante el eclipse, y por algunos de nuestros chelas cuando lo desean —por supuesto, mientras se encuentran en cierto estado previamente inducido. Una contraparte de lo que los astrónomos denominan las llamas rojas de la "corona" puede verse en los cristales de Reichenbach o en cualquier otro cuerpo fuertemente magnético.
La cabeza de un hombre en un profundo estado de éxtasis, cuando toda la electricidad de su sistema está concentrada alrededor de su cerebro —y especialmente en la oscuridad— presentará un parecido perfecto con el Sol durante esos períodos.

El primer artista que dibujó las aureolas alrededor de las cabezas de sus Dioses y Santos no lo hizo por inspiración, sino que las representó basado en la autoridad de las pinturas del templo y en las tradiciones del santuario y de las cámaras de iniciación donde esos fenómenos tenían lugar. Cuanto más cerca de la cabeza o del cuerpo que emite el aura, más fuerte y más refulgente es la emanación (debida al hidrógeno, del que nos habla la ciencia en el caso de las llamas); y de ahí las rojas llamas irregulares alrededor del Sol, o la "corona interna".
El hecho de que éstas no se encuentren siempre presentes en cantidades iguales demuestra solamente la constante fluctuación de la materia magnética y de su energía, de la cual depende también la variedad y la cantidad de manchas.
Durante los períodos de inercia magnética las manchas desaparecen, o mejor dicho, permanecen invisibles. Cuanto más se aleja del sol la emanación, más pierde en intensidad hasta que, atenuándose gradualmente, se desvanece; de ahí que la "corona externa" y su forma irradiada sea debida enteramente a este último fenómeno, cuyo fulgor procede de la naturaleza magnética de la materia y de la energía eléctrica, y en modo alguno de partículas intensamente calientes, como afirman algunos. Todo esto es terriblemente acientífico, pero sin embargo, es una realidad ante la cual puedo añadir otra, recordándole a usted que el Sol que nosotros vemos no es en absoluto el planeta central de nuestro pequeño Universo, sino solamente su velo o su reflejo. Para estudiar ese planeta la Ciencia tiene terribles dificultades que, felizmente, nosotros no tenemos; la primera y más importante consiste en los constantes temblores de nuestra atmósfera que no le permiten juzgar correctamente lo poco que ve. Este impedimento no estuvo nunca en el camino de los antiguos astrónomos caldeos y egipcios; ni tampoco es un obstáculo para nosotros, porque poseemos los medios para detener o contrarrestar esos temblores —familiarizados como estamos con todas las condiciones akásicas. Este secreto —suponiendo que nosotros lo divulgáramos— no sería de más utilidad práctica para sus hombres de ciencia que el secreto de la lluvia, a no ser que se convirtieran en Ocultistas y sacrificaran muchos años en la adquisición de poderes. Imagínese solamente a un Huxiey o a un Tyndall ¡estudiando el Yog-Vidya! De ahí los muchos errores en los cuales suelen caer y las hipótesis contradictorias de vuestras mejores autoridades.
Por ejemplo: el Sol está lleno de vapores de hierro —un hecho que fue demostrado gracias al espectroscopio, revelando que la luz de la corona se componía, principalmente, de una línea en la parte verde del espectro, coincidiendo con una línea muy cercana de hierro. Sin embargo, los profesores Young y Lockyer no lo aceptaron, con el ocurrente pretexto, si no recuerdo mal, de que si la corona estuviera compuesta de diminutas partículas parecidas a una nube de polvo, (y a eso es a lo que nosotros denominamos "materia magnética")
(1) estas partículas caerían sobre el cuerpo del sol;
(2) que se sabía de cometas que atravesaron este vapor sin ningún efecto visible sobre ellos; y
(3) que el espectroscopio del profesor Young demostraba que la línea de la corona no coincidía con la del hierro, etc. El por qué ellos llamarán "científicas" a esas objeciones, es más de lo que podemos decir.
 (1) La razón por la cual las partículas —puesto que ellos las llaman así— no caen sobre el cuerpo del sol, es evidente. Hay fuerzas coexistentes con la gravitación, de las que ellos no saben nada; además de esa otra realidad de que no existe gravitación propiamente dicha, sino sólo atracción y repulsión.
(2) ¿Cómo podrían los cometas verse afectados por dicho tránsito, puesto que el "atravesar ese vapor" es simplemente una ilusión óptica? Estos cometas no podrían entrar en el área de atracción sin quedar inmediatamente aniquilados por esa fuerza de la cual ni siquiera el vril puede dar una idea adecuada, puesto que no existe nada sobre la tierra que pudiera compararse a ella. Pasando los cometas, tal como lo hacen, a través de un "reflejo", no hay que asombrarse de que dicho vapor no produzca "ningún efecto visible en esos cuerpos ligeros".
(3) La línea de la corona puede que no parezca idéntica a través del mejor "espectroscopio reticulado"; sin embargo, la corona contiene hierro, así como también otros vapores. Decirle a usted en qué consiste sería inútil, puesto que soy incapaz de traducir los términos que utilizamos para ello, y además no existe ninguna materia parecida (al menos en nuestro sistema planetario) excepto en el sol. El hecho es que lo que ustedes llaman Sol es simplemente el reflejo de la gigantesca fuente inagotable de energía de nuestro Sistema, donde se generan y se conservan TODAS sus fuerzas; y siendo el Sol el corazón y el cerebro de nuestro enano Universo, podríamos comparar sus faculae —esos millones de cuerpos pequeños intensamente brillantes de los cuales se compone la superficie del Sol, a excepción de las manchas— con los corpúsculos de la sangre de ese luminario, aunque algunos de ellos son tan grandes como Europa, según ha sido correctamente conjeturado por la Ciencia.
Esos corpúsculos de sangre son la materia eléctrica y magnética en su sexto y séptimo estado.
¿Qué son esos largos filamentos blancos, enroscados como muchas cuerdas, de los cuales se compone la penumbra del sol?
¿Qué es la parte central, que se ve como una gigantesca llama terminando en espirales flamígeras, y las nubes transparentes o más bien los vapores formados de delicadas hebras de luz plateada, suspendidas sobre esas llamas, qué son sino el aura eléctrico-magnética —el flogisto del Sol?
La ciencia puede seguir especulando para siempre pero mientras no renuncie a dos o tres de sus errores fundamentales, se encontrará siempre tanteando en la oscuridad. Algunas de sus mayores equivocaciones radican en sus nociones limitadas de la ley de gravitación; en su no aceptación de que la materia puede ser imponderable; en el término "fuerza", recientemente inventado, y en la idea absurda y tácitamente aceptada de que la fuerza es capaz de existir per se, o de actuar no más que la vida, desde fuera, independiente de la materia o de alguna otra manera que no sea a través de la materia; en otras palabras, en su no aceptación de que la fuerza no es sino materia en uno de sus estados más elevados, los tres últimos en la escala ascendente que sólo se niegan porque la ciencia no sabe nada de ellos, y su ignorancia del Proteo universal es absoluta, ni tampoco de sus funciones y de su importancia en la economía de la naturaleza —el magnetismo y la electricidad.

Dígale a la Ciencia que incluso en los días de la decadencia del Imperio Romano, cuando el subdito británico tatuado solía ofrecer al Emperador Claudio su nazzur (Presentación de tributos.—Eds.) de "electrón" en forma de una sarta de cuentas de ámbar —que, incluso entonces, ya existían hombres que se mantenían apartados de las masas licenciosas y que conocían más sobre electricidad y magnetismo de lo que ellos, los hombres de ciencia, conocen ahora; y los científicos se reirán tan cruelmente de usted como lo hacen ahora por su bondadosa dedicación hacia mí.
En verdad, cuando sus astrónomos hablan de materia solar, llaman a esas luces y llamas "nubes de vapor" y "gases desconocidos para la ciencia", (¡por supuesto!) acosados por poderosos torbellinos y ciclones —mientras que nosotros, sabiendo que se trata simplemente de materia magnética en su estado normal de actividad— nos sentimos inclinados a sonreír ante esas expresiones.
¿Pueden imaginarse las "hogueras solares" alimentadas con materia puramente mineral —con meteoritos cargados poderosamente de hidrógeno, proporcionando al "Sol una amplísima atmósfera de gases ígneos"?
Nosotros sabemos que el Sol invisible está compuesto de aquello que no tiene nombre ni puede ser comparado a nada conocido por vuestra ciencia —en la tierra; y que su "reflejo" contiene menos aún de algo que sea como "gases", materia mineral o fuego, aunque incluso nosotros, cuando tratamos de ello en vuestra civilizada lengua, nos sentimos impulsados a utilizar expresiones tales como "vapor" y "materia magnética". Para poner punto final a esta cuestión: los cambios en la corona no influyen en el clima de la tierra, aunque las manchas sí —y el profesor N. Lockyer está muy equivocado en sus deducciones. El Sol no es ni sólido ni líquido, ni siquiera una incandescencia gaseosa, sino una bola gigantesca de Fuerzas electro-magnéticas, la fuente inagotable de la vida y del movimiento universales desde donde estos últimos irradian palpitaciones en todas direcciones, alimentando desde el átomo más pequeño hasta el mayor de los genios, con la misma substancia, hasta el fin del Maha-Yug.

(10) ¿Es el valor fotométrico de la luz que emiten las estrellas una guía segura de su magnitud? (Considerada, desde luego, en relación a la distancia que se deduce del paralaje.) Y, ¿es verdad, como supone la astronomía, faute de mieux en el campo de la teoría, que la superficie del sol emite por milla cuadrada tanta luz como puede emitir cualquier cuerpo?
(10) Yo no lo creo. Las estrellas distan de nosotros por lo menos 500.000 veces más que el sol, y algunas, más. La fuerte acumulación de materia meteórica y las vibraciones atmosféricas están siempre obstaculizando. Si vuestros astrónomos pudieran saltar por encima de ese polvo meteórico con sus telescopios y sus puros habanos, podrían tener más confianza de la que puedan tener ahora en sus fotómetros. Pero, ¿es que pueden? Ni el verdadero grado de intensidad de esa luz puede conocerse en la tierra —de aquí que no pueda disponerse de una base fiable para calcular magnitudes y distancias— ni tampoco hasta ahora estuvieron acertados ni una sola vez (excepto en el caso de una estrella en Casiopea) sobre cuáles son las estrellas que brillan por reflejo y cuáles son las que brillan con su propia luz. El funcionamiento de los mejores fotómetros dobles para estrellas es engañoso. De esto me había asegurado, desde que en la primavera de 1878 asistí a las observaciones que se hacían a través de un fotómetro Pickering. La diferencia en las observaciones de una estrella (cerca de Gamma Ceti) alcanzaron a veces la mitad de su magnitud. Con todos sus fotómetros, hasta ahora, ningún planeta excepto uno, ha sido descubierto fuera del sistema solar, mientras que nosotros, con la sola ayuda de nuestra simple visión espiritual conocemos un buen número de ellos. De hecho, cada estrella-Sol que ha llegado a su completa madurez, tiene varios planetas que la acompañan, al igual que ocurre en nuestro propio sistema. La famosa prueba de la "polarización de la luz" es, poco más o menos, tan fiable como las otras. Naturalmente, el simple hecho de que parten de una premisa falsa no puede invalidar ni sus conclusiones ni sus profecías astronómicas, puesto que ambas son matemáticamente correctas en sus relaciones mutuas y responden al objetivo propuesto. Ni los caldeos ni tampoco nuestros antiguos Rishis poseían vuestros telescopios ni vuestros fotómetros; y sin embargo, sus predicciones astronómicas eran impecables; los errores, muy ligeros en realidad —atribuidos a ellos por sus modernos rivales— proceden de los errores de estos últimos.
Usted no debe lamentarse de mis respuestas demasiado largas a sus muy cortas preguntas, puesto que le contesto para instruirle como estudiante de ocultismo, mi discípulo "laico", y de ningún modo en vistas a contestar al Journal of Science. Yo no soy un hombre de ciencia en relación o en conexión con las enseñanzas modernas. En realidad, mi conocimiento de vuestras Ciencias Occidentales es muy limitado; y usted me hará el favor de tener presente que todas mis respuestas están basadas en nuestras doctrinas ocultas orientales y derivan de ellas, independientemente de su concordancia o su discordancia con las enseñanzas de la ciencia exacta.
Por consiguiente, digo que:
"La superficie del Sol emite por milla cuadrada tanta luz (proporcionalmente) como puede emitir cualquier otro cuerpo".
Pero, ¿qué quiere usted decir en este caso, por "luz"?
Esta última no es un principio independiente y yo me alegro de la introducción del "espectro de difracción" con objeto de proporcionar medios de observación, puesto que, aboliendo todas estas existencias independientes imaginarias, tales como el calor, el actinismo, la luz, etc., se ha rendido a la Ciencia Oculta el mayor de los servicios, justificando a los ojos de su hermana moderna nuestra muy antigua teoría según la cual todo fenómeno no es más que el efecto de los movimientos variados de lo que nosotros llamamos Akasa (que no es el éter de ustedes) y que en realidad no existe más que un elemento único, el Principio que es la causa de todas las cosas. Pero, puesto que su pregunta se hace en vistas a establecer un punto de discusión con la ciencia moderna, trataré de responderla de la manera más clara que pueda. Digo, pues, no, y le daré las razones del por qué no. Ellos no pueden saberlo por la simple razón de que, hasta ahora, no han encontrado en realidad ningún medio seguro para medir la velocidad de la luz.
Los experimentos realizados por Fizeau y Cornu, conocidos en el mundo de la ciencia como los dos mejores investigadores de la luz, a pesar de la general satisfacción ante los resultados obtenidos, no son datos fiables, ni por lo que respecta a la velocidad a la que viaja la luz del sol, ni a su cantidad. Los métodos adoptados por esos dos franceses dan resultados acomodaticios (o de cualquier manera, aproximadamente correctos, puesto que hay una variación de 227. millas por segundo entre los resultados de las observaciones de ambos investigadores, aunque se realizaron con el mismo aparato) —sólo por lo que se refiere a la velocidad de la luz entre nuestra tierra y las regiones más elevadas de su atmósfera. Su rueda dentada, girando a una velocidad conocida registra, naturalmente, el fuerte rayo de luz que pasa a través de una de las divisiones de la rueda, y luego se oscurece su punto de luz cada vez que pasa por un diente —con bastante precisión. El instrumento es muy ingenioso y no puede dejar de dar resultados espléndidos en un viaje de ida y vuelta de unos cuantos miles de metros. Al no existir entre el Observatorio de París y las fortificaciones de esa ciudad ninguna atmósfera, ninguna masa meteórica que impida el progreso del rayo de luz, y ese rayo al descubrir unas condiciones totalmente diferentes, un medio para viajar por encima del éter del Espacio —el éter entre el Sol y el continente meteorice encima de nuestras cabezas— la velocidad de la luz mostrará, en verdad, unas 185.000 y pico de millas por segundo, y vuestros físicos exclamarán:
"¡Eureka!" Ninguno de los otros artefactos inventados por la ciencia desde 1867 para medir esa velocidad ha dado mejores resultados. Todo lo que pueden decir es que sus cálculos, en todo lo que cabe, son correctos. Si pudieran medir la luz por encima de nuestra atmósfera pronto descubrirían que estaban equivocados.

(11) ¿Es Júpiter un cuerpo caliente y todavía parcialmente luminoso, y puesto que la energía solar no tiene, probablemente, nada que ver con ello, a qué se deben las violentas perturbaciones de la atmósfera de Júpiter?
(11) Hasta ahora, es así, pero está cambiando con rapidez. Vuestra ciencia sostiene la teoría, según creo, de que si la tierra se situara de repente en regiones extremadamente frías —por ejemplo, si cambiara su lugar con Júpiter— todos nuestros mares y ríos se convertirían repentinamente en sólidas montañas; el aire —o más bien una parte de las substancias aeriformes que lo componen— se metamorfosearía desde un estado de fluido invisible debido a la carencia de calor, en líquidos (lo que ahora existe en Júpiter, pero de lo cual los hombres de la tierra no tienen ninguna idea). Dese cuenta, o trate de imaginar, la condición contraría, y ésta será la de Júpiter en el momento presente.
El conjunto de nuestro sistema solar cambia imperceptiblemente de posición en el espacio. La distancia relativa entre los planetas sigue siendo siempre la misma, y no es afectada de ninguna manera por el desplazamiento de todo el sistema; y la distancia entre este último y las estrellas y otros soles es tan inconmensurable que, durante siglos y milenios futuros, se producirá muy poco cambio perceptible, si es que se produce alguno; ningún astrónomo lo percibirá telescópicamente hasta que Júpiter y algunos otros planetas cuyos pequeños puntos luminosos esconden ahora a nuestra vista millones y millones de estrellas (casi unos 5.000 o 6.000 millones) —nos dejen entrever algunos de los Raja-Soles que actualmente nos ocultan.
Detrás de Júpiter, a la derecha, hay una estrella-real de tal magnitud que ningún ojo físico mortal ha visto jamás durante esta Ronda nuestra. Si se pudiera ver, a través del mejor telescopio con un poder de aumento de 10.000 veces su diámetro, aparecería como un pequeño punto sin dimensión, lanzado a la sombra por la luminosidad de cualquier planeta; y sin embargo, ese mundo es miles de veces más grande que Júpiter. La violenta perturbación de la atmósfera de éste, e incluso su mancha roja que tan intrigada tiene a la ciencia últimamente, se deben: (1) a ese desplazamiento, y (2) a la influencia de la Estrella-Raja. En su actual posición en el espacio y por imperceptiblemente pequeña que sea, las substancias metálicas de las que se compone principalmente esta estrella se están expandiendo y se están transformando, gradualmente, en fluidos aeriformes —el estado de nuestra propia tierra y sus seis globos hermanos antes de la primera Ronda— y se convierten en parte de su atmósfera.
Saque sus conclusiones y sus deducciones de esto, mi querido chela "laico", pero vigile, al hacerlo, de no sacrificar a su humilde instructor y a la misma doctrina oculta, en el altar de su irascible Diosa, la ciencia moderna.

(12) ¿Hay alguna verdad en la nueva teoría de Siemens sobre la combustión solar, es decir, sobre que el sol, en su paso a través del espacio, reúne en los polos gas combustible (el cual se esparce a través de todo el espacio en un estado extraordinariamente sutil) y lo arroja de nuevo al ecuador después que el intenso calor de esa región ha vuelto a dispersar los elementos que la combustión reunió temporalmente?
(12) Temo que no mucho, puesto que nuestro Sol no es más que un reflejo. La única gran verdad enunciada por Siemens es que el espacio Interestelar está lleno de materia muy rarificada —tal como la que puede haber en los tubos en que se hace el vacío— y que se extiende de planeta en planeta y de estrella en estrella. Pero esa verdad no influye en sus hechos principales. El sol lo da todo a su sistema y no recibe nada de él. El sol no acumula nada "en los polos", que están siempre libres incluso de las famosas "llamaradas rojas" en todo momento, y no sólo durante los eclipses.
¿Cómo es que con sus poderosos telescopios no han conseguido percibir ninguna de esas "acumulaciones", puesto que sus lentes les muestran incluso las "nubes extremadamente algodonosas" sobre la fotosfera?
Nada puede alcanzar al sol desde fuera de los límites de su propio sistema en forma de materia tan densa como los "gases rarificados". Cada partícula de materia, en todos sus siete estados, es necesaria para la vitalidad de los diversos e innumerables sistemas —mundos en formación, soles despertando de nuevo a la vida, etc., y no tienen nada que les sobre, ni siquiera para sus mejores vecinos y sus parientes próximos. Esos sistemas son madres, no madrastras, y no se desprenderían ni de una sola migaja del alimento de sus hijos. La teoría más reciente sobre la energía radiante que, hablando con propiedad, demuestra que no existe nada en la naturaleza a lo que se pueda denominar luz química, o rayo calórico, es la única aceptablemente correcta. Porque en realidad, no hay más que una cosa: energía radiante, que es inexhaustible, que no conoce ni aumento ni disminución, y que proseguirá en su labor de generarse a sí misma hasta el fin del manvántara Solar. La absorción de Fuerzas Solares por parte de la tierra es tremenda; pero está demostrado, o es demostrable, que esta última apenas recibe el 25 por ciento del poder químico de esos rayos, porque ellos son despojados del 75 por ciento durante su paso vertical a través de la atmósfera en el momento en que alcanzan el límite exterior del "océano aéreo". E incluso, según se nos dice, esos rayos pierden, aproximadamente, un 20 por ciento de su poder de iluminación y calórico. Con una erosión semejante, ¿cuál no debe ser, pues, el poder de recuperación de nuestro Padre-Madre el Sol? Sí, llámela "Energía Radiante", si quiere; nosotros la llamamos Vida: vida omnipenetrante, omnipresente, siempre activa en su gran laboratorio, el SOL.

(13) ¿Podría darse algún indicio de las causas de las variaciones magnéticas —los cambios diarios en lugares determinados y la curva de las líneas isogónicas, aparentemente caprichosas, que indique declinaciones iguales? Por ejemplo, ¿por qué existe una región en Asia Oriental donde la aguja no señala ninguna variación desde el verdadero Norte, aunque alrededor de toda esa zona se registran los cambios de orientación? (¿Tienen algo que ver Sus Señorías con esta peculiar condición de las cosas?)
(13) Ninguna explicación puede ser dada jamás por vuestros hombres de ciencia, cuya "suficiencia" les hace declarar que, sólo para aquellos a quienes la palabra magnetismo les parece un agente misterioso, es válida la suposición de que el Sol es un imán gigantesco que explica la producción —por parte de ese cuerpo— de la luz, el calor y las causas de las variaciones magnéticas, tal como se perciben en nuestra tierra.
Ellos están decididos a ignorar, y por lo tanto a rechazar, la teoría sugerida por Jenkins, de la R.A.S., sobre la existencia de fuertes polos magnéticos más allá de la superficie de la tierra.
Pero la teoría, sin embargo, es correcta y uno de esos polos gira alrededor del polo norte en un ciclo periódico de varios cientos de años. Halley y Flamsteed, además de Jenkins, fueron los únicos científicos que llegaron a sospecharlo. La pregunta de usted también queda contestada recordándole otra suposición desacreditada. Jenkins hizo todo lo posible, hace unos tres años, para demostrar que el extremo norte de la aguja de la brújula es la que es el verdadero polo norte, y no lo contrario, como sostiene la teoría científica corriente. El estaba informado de que el punto en Boothia, donde Sir James Ross situaba el polo norte magnético de la tierra, era puramente imaginario; no está allí. Si él (y nosotros) estamos equivocados, entonces la teoría magnética de que los polos semejantes se repelen y los polos opuestos se atraen, también debe ser declarada falsa; puesto que si el extremo norte de la aguja de inclinación es un polo sur entonces, ¿el apuntar hacia el suelo de Boothia —como usted la llama— ha de ser debido a la atracción? Y si existe algo allí para atraerla, ¿cómo es que la aguja en Londres no es atraída ni hacia la región de Boothia ni hacia el centro de la tierra? Como muy acertadamente se ha argumentado, si el polo norte de la aguja apuntaba casi perpendicularmente hacia el suelo en Boothia es, sencillamente, porque era repelida por el verdadero polo magnético mientras Sir J. Ross estaba allí, hace aproximadamente medio siglo.
No; nuestras "Señorías" nada tienen que ver con la inercia de la aguja. Ello se debe a la presencia de ciertos metales en fusión en ese lugar. El aumento de temperatura disminuye la atracción magnética, y una temperatura suficientemente elevada la anula a menudo totalmente. La temperatura de la que estoy hablando es, en el caso presente, más bien un aura, una emanación; nada que la ciencia conozca. Desde luego que esta explicación jamás será válida para el conocimiento científico actual. Pero podemos esperar y ver. Estudie el magnetismo con la ayuda de las doctrinas ocultas y entonces lo que ahora a la luz de la ciencia física parece incomprensible, absurdo, se aclarará por completo.

(14) ¿Podrían descubrirse otros planetas, además de los ya conocidos por la astronomía moderna (no me estoy refiriendo a simples planetoides), por medio de instrumentos físicos si se enfocaran debidamente?
(14) Deben serlo. No todos los planetas intra-Mercuriales ni tampoco aquellos de la órbita de Neptuno han sido descubiertos todavía, aunque se sospecha fuertemente su existencia. Nosotros sabemos que existen y dónde se encuentran; y sabemos que existen innumerables planetas "consumidos", según dicen ellos, o en oscuración, como decimos nosotros; planetas en formación y no luminosos todavía, etc.
Pero decir "nosotros sabemos" es de poco interés para la ciencia, puesto que ni los espiritistas quieren aceptar nuestro conocimiento. El tasímetro de Edison, ajustado a su más alto grado de sensibilidad y unido a un gran telescopio, puede resultar de gran utilidad cuando se perfeccione. Así unido, el "tasímetro" facilitará la posibilidad, no sólo de medir el calor de la más remota de las estrellas visibles, sino también de detectar por medio de sus radiaciones invisibles, estrellas que son invisibles e imposibles de descubrir de otra manera y, por consiguiente, también planetas. El inventor, (Edison, que fue miembro Honorario de la S.T.) un M.S.T. (miembro de la Sociedad Teosófica) muy protegido por M. (Morya), piensa que si en algún punto, en el vacío del espacio de los cielos —un espacio que aparece vacío incluso a través de un telescopio de los más potentes— el tasímetro indica un aumento de temperatura, y lo sigue señalando invariablemente, esto será una prueba convincente de que el instrumento está enfocado en un cuerpo estelar, aunque éste no sea luminoso y se encuentre más allá del alcance de la visión telescópica. Su "tasímetro", dice él, "es afectado por una extensión más vasta de ondulaciones etéricas de las que el ojo puede percibir". La ciencia oirá los sonidos de ciertos planetas antes de verlos. Y esto es una profecía. Desgraciadamente, yo no soy un Planeta, ni siquiera un "planetario". De otro modo, le aconsejaría a usted que se procurara un tasímetro por mediación de Edison y así me ahorraría el trabajo de tener que escribirle a usted.
Ya me las arreglaría, entonces, para encontrarme "en la misma línea de enfoque" que usted.

(15) Cuando usted escribió: "¿Ha experimentado usted monotonía durante aquel momento que consideró entonces, y que considera ahora, como el momento de felicidad más grande que jamás sintió?"
¿Se refería usted a algún momento determinado y a algún acontecimiento específico de mi vida, o se refería, simplemente, a una cantidad X —al momento más feliz, cualquiera que haya sido?
(15) No, mi buen amigo; no soy tan indiscreto como eso; simplemente, le dejé a usted con sus propios recuerdos. Toda criatura mortal, incluso la menos favorecida por la fortuna, experimenta esos momentos de relativa felicidad en algún momento de su vida. ¿Por qué no habría usted de experimentarlos?
Sí, me refería a una cantidad X.

(16) Usted dice: —"Recuerde que nosotros mismos creamos nuestro Devachán y nuestro Avitchi y, principalmente, durante los últimos días e incluso durante los últimos momentos de nuestras vidas sencientes".
(16) Es una creencia ampliamente difundida entre todos los hindúes que la futura condición prenatal de una persona y el nacimiento, son moldeados por el último deseo que puede haber tenido en el momento de la muerte. Pero este último deseo, dicen ellos, depende, necesariamente, de la forma que la persona haya dado a sus deseos, pasiones, etc., durante su vida pasada. Es por esta misma razón, es decir, para que nuestros últimos deseos no sean desfavorables para nuestro progreso futuro, que debemos vigilar nuestras acciones y controlar nuestros deseos y pasiones a través de toda nuestra trayectoria terrestre.

(17) Pero, los pensamientos en los que pueda haber estado ocupada la mente en el último momento, ¿dependen necesariamente del carácter predominante de la vida pasada? De otra manera, ¿no parecería como si las características del Devachán o del Avitchi de una persona pudieran estar determinadas, caprichosa e injustamente, por la oportunidad que haría que algunos pensamientos fueran más predominantes en el último momento?
(17) No puede ser de otra manera. La experiencia de hombres moribundos —al ahogarse o por otros accidentes— vueltos a la vida ha corroborado nuestra doctrina en casi todos los casos. Esos pensamientos son involuntarios y no tenemos más control sobre ellos del que tendríamos sobre la retina del ojo para impedirle que percibiera el color que más le afecta. En el último momento, toda la vida se refleja en nuestra memoria, y de todos los escondrijos y rincones olvidados emergen cuadro tras cuadro y un acontecimiento después de otro.
El cerebro moribundo suelta la memoria con un fuerte impulso supremo, y la memoria reconstruye fielmente cada impresión que se le confió durante el período de actividad cerebral. Aquella impresión y aquel pensamiento que fueron los más fuertes, se convierten, naturalmente, en los más vividos y sobreviven, por así decirlo, a todo el resto que ahora se desvanece y desaparece para siempre, para reaparecer únicamente en el Devachán.(¡Qué gracia! Si en mi apresuramiento me hubiera olvidado de añadir las últimas cinco palabras [en realidad al traducirlo al español son seis palabras: "to reappear but in Devachán" = para reaparecer únicamente en el Devachán (N.T.)], ¡me hubieran acusado deflagrante contradicción!)
Ningún hombre muere loco o inconsciente —contrariamente a lo que aseguran algunos fisiólogos. Incluso un loco, o alguien en un acceso de delirium tremens, tendrá un instante de perfecta lucidez en el momento de la muerte, aunque será incapaz de manifestarlo a los que están presentes.
El hombre puede, a menudo, parecer como muerto. Sin embargo, desde su última pulsación, entre el último latido de su corazón y el momento en que la última chispa de calor animal abandona el cuerpo —el cerebro piensa y el Ego revive de nuevo en esos breves segundos su vida entera.

Hablad en voz baja vosotros, los que os encontráis junto al lecho de un moribundo y os halláis en la solemne presencia de la Muerte. Especialmente debéis guardar silencio en el momento siguiente en que la muerte ha colocado su fría mano sobre el cuerpo. Hablad en susurros, os digo; de lo contrario, perturbáis las tranquilas ondas del pensamiento y obstaculizáis el afanoso trabajo del Pasado derramando su imagen sobre el Velo del Futuro.

(18) "El recuerdo completo de nuestras vidas sólo llegará al final del ciclo menor".
¿Significa aquí el "ciclo menor" una ronda, o bien todo el Manvántara de nuestra cadena planetaria?
Es decir, ¿recordamos nuestras vidas pasadas en el Devachán del mundo Z, al final de cada ronda, o solamente al final de la Séptima Ronda?
(18) Sí; la "plena memoria de nuestras vidas (del conjunto de vidas) volverá al final de todas las siete Rondas, en el umbral del largo, larguísimo Nirvana que nos aguarda después que dejemos el Globo Z. Al final de cada Ronda particular recordamos solamente la suma total de nuestras últimas impresiones, aquellas que habíamos seleccionado, o más bien aquellas que se han impuesto a nosotros y que nos siguieron al Devachán.
Esas son todas vidas "probatorias" con grandes indulgencias y nuevas pruebas que se nos ofrecen en cada nueva vida. Pero al término del ciclo menor, después de completar las siete Rondas, no nos espera otra gracia, en la balanza de la Justicia Retributiva más que el cáliz de las buenas acciones, de los méritos, superando al de las malas acciones y deméritos.

Malo, irreparablemente malo debe ser aquel Ego que no cede ni una pizca de su quinto Principio, y que tiene que ser aniquilado para desaparecer en la Octava Esfera. Una pizca, como digo, recogida del Ego Personal, es suficiente para salvarle del funesto Destino.

No así después de completado el gran ciclo; tanto que se trate de un largo Nirvana de Bienaventuranza (por más inconsciente que pueda ser, de acuerdo con sus imperfectos conceptos); después de lo cual, la vida como un Dhyan Chohan durante todo un Manvántara, o bien el "Avitchi Nirvana" y un Manvántara de sufrimiento y Horror como un —— (usted no debe oir la palabra ni yo —pronunciarla ni escribirla). Pero "ésos" no tienen nada que ver con los mortales que pasan a través de las siete esferas. El Karma acumulado de un futuro Planetario es tan magnífico, como terrible es el Karma acumulado de un —— ¡Ya es suficiente! He dicho demasiado.

(19) Usted dice: "E incluso los cascarones de aquellos hombres buenos, cuyas páginas no faltarán en el gran libro de las vidas —sólo recuperarán sus recuerdos y un asomo de autoconciencia después que los principios sexto y séptimo, junto con la esencia del quinto, hayan pasado a su período de gestación".
(19) Realmente es así. Hasta que empieza la batalla entre la dúada superior y la media (con la excepción de los suicidas, que no están muertos, sino que solamente han matado su triada física, y cuyos parásitos Elementales, por tanto, no están naturalmente separados del Ego, como en la muerte verdadera)hasta que esa lucha, como digo, no ha empezado y terminado, ningún cascarón puede darse cuenta de su situación. Cuando los principios sexto y séptimo han desaparecido, llevándose con ellos las partes espirituales más delicadas de lo que una vez fue la conciencia personal del quinto principio, sólo entonces empieza el cascarón a desarrollar gradualmente una especie de conciencia confusa de sí mismo de lo que queda en la sombra de la personalidad. No hay contradicción aquí, mi querido amigo; sólo confusión en sus mismas percepciones.

(20) Y un poco más adelante: —"Tanto que el Ego personal haya sido bueno, malo o indiferente, su conciencia lo abandona tan repentinamente como la llama abandona la mecha— SMS facultades de percepción se extinguen para siempre". (¿Y bien? ¿Un cerebro físico, una vez muerto, puede retener sus facultades de percepción?: lo que percibirá en el cascarón es algo que percibe con una luz prestada o reflejada. Vea las notas.)
Entonces, ¿cuál es la naturaleza del recuerdo y de la auto-conciencia del cascarón? Esto atañe a una cuestión en la que he pensado a menudo —deseando más explicaciones— sobre el alcance de la identidad personal en los elementarios.
(20) Todo lo que pertenece a los atributos y sensaciones materia-psicológicos de los cinco skandhas inferiores; todo lo que será arrojado como desperdicio por el Ego recién nacido en el Devachán, por ser indigno y por no estar suficientemente relacionado con las percepciones, emociones y sentimientos puramente espirituales del sexto principio, reforzado y, por así decirlo, cimentado por una parte del quinto, esa parte que es necesaria en el Devachán para la retención de un concepto divino y espiritualizado del "Yo" en la Mónada —la cual, de no ser así, no tendría conciencia alguna respecto al objeto y al sujeto— todo esto "se extingue para siempre", a saber, en el momento de la muerte física, para retornar una vez más, presentándose ante los ojos del nuevo Ego en el umbral del Devachán y siendo rechazado por El.

Retornará por tercera vez y completo al final del ciclo menor, después de haberse completado las siete Rondas, cuando se pesa la suma total de todas las existencias —el "mérito" en un platillo y el "demérito" en el otro platillo de la balanza. Pero en ese individuo, en el Ego —"bueno, malo o indiferente" en la personalidad particular— la conciencia se aleja tan rápidamente como "la llama abandona la mecha". Sople su bujía, mi buen amigo. La llama ha dejado esa bujía "para siempre"; pero las partículas que se movieron, produciendo con su movimiento la llama objetiva, ¿son aniquiladas o dispersadas por eso? Jamás. Vuelva a encender la bujía y las mismas partículas, atraídas por su mutua afinidad, volverán al pabilo. Coloque una larga hilera de bujías sobre su mesa.

Encienda una y apáguela; luego, encienda otra y haga lo mismo; y luego una tercera y una cuarta, y así sucesivamente. La misma materia, las mismas partículas gaseosas —que representan, en nuestro caso, el Karma de la personalidad— serán atraídas por las condiciones que les facilita su cerilla para producir una nueva luminosidad; pero, ¿podemos decir que la bujía n° 1 no extinguió su llama para siempre? Ni siquiera en el caso de los "fracasos de la naturaleza", de la inmediata reencarnación de niños e idiotas congénitos, etc., eso que tanto irritó a C.C.M., podemos decir que se trata de idénticas ex-personalidades; aunque el total del mismo principio vital e idénticamente el mismo MANAS, (quinto principio) se reincorporen a un nuevo cuerpo y pueda ser llamado realmente una "reencarnación de la personalidad" — mientras que en el renacimiento a la vida kármica de los Egos procedentes de los devachanes y de los avitchis son sólo los atributos espirituales de la Mónada y su Buddhi los que renacen.

Todo lo que podemos decir de los "fracasos" reencarnados es que son los Manas reencarnados, el quinto principio del señor Smith o de la señorita Grey pero, ciertamente, no podemos decir que sean las reencarnaciones del señor S. y de la señorita G. Por lo tanto, la explicación clara y concisa (aunque quizás menos literaria de la que hubiera podido formular usted) dada a C.C.M. en el Theosophist, en respuesta a su malévola insinuación en Light, no solamente es correcta, sino también sincera, y tanto usted como el señor C.C.M. han sido injustos con Upasika e incluso conmigo mismo que fui el que le dije a ella lo que tenía que escribir; puesto que incluso usted interpretó mal mis quejas y mis lamentaciones ante las confusas y torcidas explicaciones en Isis (de que sean incompletas nadie más que nosotros, los inspiradores de H.P.B. es responsable) y tomó mis quejas por haber tenido que desplegar todo mi "ingenio" para aclarar la cuestión, como una demostración de genialidad, en el sentido de habilidad y astucia, mientras que lo que yo traté de hacer, en una muestra de ingenuidad, fue enmendar y aclarar la mala interpretación —un sincero deseo (aunque muy difícil de llevar a cabo). No sé de nada, desde el comienzo de nuestra correspondencia, que haya disgustado tanto al Chohan como esto. Pero no debemos insistir más en la cuestión.
Pregunta usted, ¿pero cuál es, entonces, "la naturaleza del recuerdo y de la auto-conciencia del cascarón?" Tal como le dije en su nota: no es nada más que una luz reflejada o tomada a préstamo. La "memoria" es una cosa, y las "facultades de percepción" algo muy distinto. Un loco puede recordar con gran claridad algunas partes de su vida pasada; sin embargo, es incapaz de percibir nada en su verdadera luz, porque la parte superior de su Manas y de su Buddhi están en él paralizadas, le han abandonado. Si un animal —un perro, por ejemplo— pudiera hablar, le demostraría que su memoria, en relación directa con su personalidad canina, es tan fresca como la de usted; sin embargo, su memoria y sus instintos no pueden denominarse "facultades de percepción". Un perro recuerda que su dueño lo apaleó cuando ve que éste coge su bastón; en todo otro momento, no lo recuerda. Así ocurre también con un cascarón; una vez que se encuentra dentro del aura de un médium, todo lo que percibe a través de los órganos que ha tomado prestados del médium y de aquellos que se encuentran en simpatía magnética con éste lo percibirá muy claramente —pero nada más que aquello que el cascarón pueda encontrar en las facultades de percepción y en los recuerdos del círculo y del médium— de ahí las contestaciones, a veces muy inteligentes y racionales; y también el completo olvido de cosas conocidas de todos pero no de ese médium y de su círculo.
El cascarón de un hombre muy inteligente y culto, pero carente de espiritualidad, que haya muerto de muerte natural durará más tiempo y, al ser ayudado por la sombra de su propia memoria —esa sombra que son los restos del sexto principio, dejados en el quinto— puede pronunciar discursos a través de oradores en trance y puede repetir como un loro aquello que sabía y en lo que pensaba insistentemente durante el período de su vida. Pero encuéntreme un solo caso en los anales del espiritismo en que el cascarón que vuelve de un Faraday o de un Brewster (pues incluso a éstos se les hizo caer en la trampa de la atracción mediumnístíca), haya dicho una palabra más de lo que sabía durante su vida. ¿Dónde está ese sabio cascarón que haya demostrado jamás eso que se atribuye a los "espíritus desencarnados", o sea que un Alma libre, el espíritu liberado de los impedimentos de su cuerpo, percibe y ve aquello que está oculto a los ojos mortales vivientes? ¡Le digo que desafíe sin temor a los espiritistas!
Desafíe al mejor, al más fiable de los médiums —a Stainton Moses, por ejemplo— a que le diga a través de ese cascarón desencarnado que él confunde con el "Imperator" de los primeros tiempos de su mediumnidad, qué es lo que usted ha escondido en su caja, si S.M. no lo sabe; o bien desafíele a que le repita una línea de un manuscrito sánscrito desconocido de su médium, o algo por el estilo. ¡Pro pudore! ¿Espíritus los llaman ellos? ¿Espíritus con recuerdos personales? Del mismo modo se pueden denominar personales las frases chillonas de un papagayo. Por qué no le pide usted a C.C.M. que ponga a prueba a + ? ¿Por qué no dejar descansar su mente y la de él sugiriéndole que pida a un amigo o a un conocido, que sea desconocido para S.M., que escoja un objeto cuya naturaleza sea a su vez desconocida para C.C.M. y ver entonces si + será capaz de nombrar ese objeto —algo que incluso es posible para un buen clarividente? Deje que el "Espíritu" de Zöllner —ahora que se encuentra en la "cuarta dimensión del espacio", y ya se ha manifestado ante varios médiums— les diga a ellos la última palabra de su descubrimiento, que complete su filosofía astro-física. No; cuando Zöllner esté dando conferencias con la intervención de un médium inteligente, rodeado de personas que han leído sus obras, que se interesan por ellas, repetirá en varios tonos lo que ya es conocido de los demás (y lo más probable es que no repetirá lo que sólo él sabía) y el público crédulo e ignorante confundirá el post-hoc con el propter-hoc y quedará firmemente convencido de la identidad del Espíritu. Realmente valdría la pena que usted estimulara la investigación en ese sentido. Sí; la conciencia personal abandona a cada uno en la hora de la muerte; e incluso, cuando el centro de la memoria se restablece en el cascarón, recordará y hablará de sus recuerdos, pero a través del cerebro de algún ser humano viviente. Por consiguiente —.

(21) El Ego espiritual continúa su circuito a través de los mundos, reteniendo lo que posee de identidad y de auto-conciencia, ni más ni menos,
(a) Pero está continuamente evolucionando personalidades en las cuales, de todos modos, el sentido de identidad es muy completo mientras permanece unido a ellas,
(b) Ahora bien, esas personalidades, yo entiendo que son totalmente nuevas evoluciones en cada caso. A.P. Sinnett es, valga lo que valga, absolutamente una nueva invención; ahora esta personalidad dejará un cascarón detrás que sobrevivirá durante algún tiempo,
(c) dando por sentado que la mónada espiritual, temporalmente ocupada en esta encarnación, encontrará suficiente material adecuado en el quinto principio para utilizarlo,
(d) Ese cascarón no tendrá ninguna conciencia inmediatamente después de la muerte, porque "necesita cierto tiempo para establecer su nuevo centro de gravedad y desarrollar su propia percepción",
(e) Pero, ¿qué cantidad de conciencia tendrá cuando haya hecho esto?
(f) ¿Será todavía en A.P. Sinnett en el que pensará el Ego espiritual, hasta el final, como si se tratara de una persona que hubiera conocido —o bien será consciente de que la individualidad se ha ido? ¿Será absolutamente capaz de razonar sobre sí mismo y de recordar algo de lo que una vez fueron sus intereses más elevados? ¿Recordará el nombre que llevaba?
(g) ¿O bien solamente se encuentra repleto con recuerdos de esta clase en presencia de un médium, continuando dormido el resto del tiempo?
(h) ¿Y es consciente el cascarón de la pérdida de algo que siente como vida, a medida que se va desintegrando gradualmente?
(21) Un recuerdo más o menos completo, todavía confuso de su personalidad y de su vida puramente física. Como en los casos de locura completa, la separación final de las dos duadas superiores (7° 6° y 5° 4º), en el momento en que la primera entra en gestación, crea un abismo infranqueable entre las dos. No es ni siquiera una parte del quinto principio lo que se lleva —y menos aún dos principios y medio, como el señor Hume dice imperfectamente en sus Fragmentos— eso entra en el Devachán dejando atrás tan sólo un principio y medio. El Manas, despojado de sus atributos más delicados, se vuelve como una flor de la cual ha desaparecido de repente todo su aroma; una rosa machacada y a la que se le ha hecho soltar toda su esencia con el propósito de fabricar el perfume; y lo que queda atrás no es más que el olor de hierba marchita, de tierra y de podredumbre.
(a) La segunda pregunta queda suficientemente contestada, según creo. (Su segundo párrafo).
El Ego Espiritual sigue emitiendo personalidades, en las cuales "el sentido de identidad" es muy completo mientras viven. Después de su separación del Ego físico, ese sentido se vuelve muy confuso y atañe por completo a los recuerdos del hombre físico. El cascarón puede ser un perfecto Sinnett cuando está completamente absorbido en una partida de cartas en su club, perdiendo o ganando grandes sumas de dinero; o puede ser un Babu Smut Murky Dass, tratando de estafar algunas rupias a su patrón. En ambos casos —ex-editor y Babu— cuando sean cascarones, recordarán a cualquiera que tenga el privilegio de disfrutar de una hora de charla con los ilustres ángeles desencarnados, más a los residentes de un asilo de lunáticos a quienes se les diera un papel en una representación teatral privada como medida de profiláctica diversión, que a los Césares o Hamiets que pudieran representar. La más mínima sacudida hace que se vayan por los cerros de Ubeda y que salgan desbarrando.
(b) Un error. A.P. Sinnett no es "en absoluto una nueva invención". Es el hijo y la creación de su yo personal anterior; la progenie Kármica, por todo lo que se sabe, de Nonius Asprenas, Cónsul del Emperador Domiciano —(año 94 A.C.) junto con Arricinius Clemens (Debería ser Clemens Arretinus.—Eds.), y amigo del Flamen Dealís de esa época (el sumo sacerdote de Júpiter y jefe de los Flaminis) o de ese mismo Flamen —lo que explicaría el por qué del súbito amor por el misticismo desarrollado por A.P. Sinnett. A.P.S. —el amigo y hermano de K.H. irá al Devachán; y A.P.S., el Editor, el jugador de tenis, el Don Juan moderado en los gloriosos días de "Santos, Pecadores y Representaciones Teatrales", identificándose mencionando un lunar o una cicatriz generalmente oculta por la ropa, tal vez hablará mal de los Babus, por boca de un médium, a de algún antiguo amigo en California o en Londres.
(c) Ella encontrará "suficiente material a propósito" y de sobra. Unos cuantos años de Teosofía lo suministrarán.
(d) Perfecta y correctamente aclarado.
(e) Tanta como hay de la personalidad del verdadero A.P.S. vivo, en la imagen de A.P.S. en el espejo.
(f) El Ego Espiritual no pensará en A.P.S., el cascarón más de lo que pensaría en el último traje que llevó; ni tampoco será consciente de que la individualidad se ha ido, puesto que la Individualidad y personalidad Espiritual solamente la verá entonces (y la contemplará) sólo en él mismo. Nosce te ipsum es un mandamiento directo del oráculo a la Mónada Espiritual en el Devachán; y la "herejía de la Individualidad" es una doctrina planteada por el Tathagatha con miras al Cascarón. Este, cuya presunción es tan proverbial como la del médium, cuando se le recuerde que es A.P.S., repetirá: "Sin duda, desde luego, páseme un poco de esa mermelada de melocotón que yo devoraba con tanto apetito en el desayuno y ¡un vaso de vino tinto!" Y después de esto, ¿quién, entre los que hayan conocido a A.P.S. en Allahabad pondrá en duda su identidad? Y cuando se le deje solo durante un instante, por alguna perturbación en el círculo, o bien que el pensamiento del médium se distraiga un momento dirigiéndose hacia otra persona, ese cascarón empezará a vacilar en sus pensamientos hasta el punto de preguntarse si es verdaderamente A.P.S., o S. Wheeler, o Ratígan, y terminará por convencerse a sí mismo de que es Julio César, (g) —y "continuando dormido" finalmente.
(h) No; el cascarón no es consciente de esta pérdida de cohesión. Además, al resultar totalmente inútil para los designios de la naturaleza una sensación así en un cascarón, éste difícilmente podría darse cuenta de algo que ni siquiera podría ser soñado por un médium o por sus congéneres. El cascarón es vagamente consciente de su propia muerte física — después sin embargo, de un prolongado período de tiempo— y eso es todo. Las pocas excepciones a esta regla —casos de hechiceros que consiguieron su objetivo a medias, o de personas malvadas, apegadas con pasión a su Yo— representan un verdadero peligro para los vivientes. Esos cascarones, extremadamente materiales, cuyos últimos pensamientos fueron Yo, Yo, Yo y ¡vivir, vivir! lo sentirán instintivamente con frecuencia. Y así también algunos suicidas, aunque no todos. Y lo que entonces ocurre es terrible, porque se convierten en un caso de licantropía post-mortem. El cascarón se adherirá tan tenazmente a su apariencia de vida, que buscará refugio en un nuevo organismo, en cualquier bestia —en un perro, en una hiena, en un pájaro, cuando no encuentre a mano ningún organismo humano— antes que someterse a la aniquilación.

(22) ¿Cuál es la naturaleza de la vida que sigue en el "Planeta de la Muerte"? ¿Es una reencarnación física, con recuerdos de la personalidad anterior, o bien se trata de una existencia astral, como en el Kama-Loka? ¿Es una existencia con nacimiento, madurez y descomposición, o una prolongación uniforme de la vieja personalidad de esta tierra bajo condiciones de penalización?
(22) Una pregunta a la que no tengo derecho a contestar.

(23) ¿Qué otros planetas de los conocidos por la ciencia ordinaria, además de Mercurio, pertenecen a nuestro sistema de mundos?
¿Son los planetas más espirituales —(A, B & Y, Z)— cuerpos visibles en el espacio, o bien todos los que conoce la astronomía son de la clase más material?
(23) Marte y otros cuatro planetas de los cuales la astronomía no conoce nada todavía.
Ni A y B, ni Y y Z, son conocidos, ni pueden ser vistos por medios físicos, por perfectos que éstos sean.

(24) ¿Es el Sol (a), como dice Allan Kardec, una morada de seres superiormente espiritualizados? (b) ¿Es el vértice de nuestra cadena manvantárica y también de todas las demás cadenas en este sistema solar?
(24) Decididamente, no. Ni siquiera un Dhyan Chohan de las categorías más inferiores podría aproximarse a él sin que su cuerpo se consumiera, o mejor dicho, quedara aniquilado. Sólo los "Planetarios" más elevados pueden examinarlo,
(b) No, a menos que le llamemos el vértice de un ángulo. Pues es el vértice de todas las "cadenas" colectivamente. Todos nosotros, moradores de las cadenas, tendremos que evolucionar, vivir y recorrer la escala ascendente y descendente en esta cadena, la más elevada y última de las cadenas septenarias (en la escala de perfección) antes de que el Pralaya Solar aspire nuestro pequeño sistema.

(25) Usted dice: puede suceder "que el producto espiritual del quinto principio demuestre ser demasiado débil para renacer en el Devachán en cuyo caso su sexto principio se revestirá, entonces y allí, de un nuevo cuerpo y entrará en una nueva existencia terrestre, ya sea en éste o en cualquier otro planeta".
(26) Esto parece exigir una mayor aclaración. ¿Son excepcionales los casos en los que dos vidas terrestres de la misma mónada pueden sucederse antes del milenio indicado en algunas cartas anteriores como el intervalo casi inevitable de estas vidas sucesivas?
(25) y (26) . . . . "en cuyo caso su" —el "su" se refiere a los principios sexto y séptimo, no al quinto, pues el manas tendrá que seguir como cascarón en cada caso; sólo que en éste no tendrá tiempo para visitar médiums, porque empieza a hundirse en la octava esfera. "Inmediatamente", en la eternidad puede significar un período muy largo. Significa sólo que la mónada, al no tener cuerpo Kármico que guíe su renacimiento, cae en el no-ser durante algún tiempo y luego reencarna, aunque ciertamente, no antes de que transcurran uno o dos mil años. No, no es un "caso excepcional". Salvo en algunos casos excepcionales, tales como los de iniciados como nuestros Teshu-Lamas y los Bodhisattvas y unos cuantos más,  ninguna mónada reencarna jamás antes de su ciclo correspondiente.

(27) La referencia al caso de Guiteau es enigmática. Puedo entender que se encuentre en un estado en el cual el crimen que cometió esté siempre en su imaginación, pero ¿cómo precipita él "al caos y a la confusión los destinos de millones de personas?"
(27) "Cómo se precipita él en la confusión... " Si en lugar de hacer hoy algo que debe hacer, lo aplaza hasta el día siguiente, ¿es que esto, de una manera invisible e imperceptible al principio, pero forzosamente, no creará la confusión en muchas cosas, y en algunos casos no trastorna incluso el destino de millones de personas, para bien o para mal, o simplemente, influye en el cambio efectuado, que en sí puede que no sea importante, pero que es un cambio? ¿Y quiere usted decir que una muerte tan inesperada y horrible no ha influido en los destinos de millones de personas?

(28) Las oscuraciones son, en la actualidad, un tema envuelto en la oscuridad. Ellas tienen lugar cuando el último hombre de cualquier ronda determinada ha pasado al planeta siguiente.
Pero yo quiero tener claro de qué manera evolucionan las formas de la siguiente ronda superior. Cuando llegan las mónadas espirituales de la quinta ronda, ¿qué habitaciones carnales están dispuestas para ellas? Volviendo a la única carta anterior en la cual usted ha tratado de las oscuraciones, encuentro:
(a) "Hemos seguido al hombre saliendo de una ronda hasta el estado Nirvánico entre Z y A. "A" se había dejado muerto en la última ronda. (Ver nota). Cuando empieza la nueva ronda atrae al nuevo influjo de vida, despierta de nuevo a la vitalidad y engendra todos los reinos de un orden superior hasta el último".
(28) Volvemos a lo mismo. ¡Realmente, desde que cometí la torpeza de tocar este tema, es decir, desde que puse la carreta delante de los bueyes, mis noches se han visto privadas del hasta ahora su inocente sueño! ¡Por Dios! Tenga en cuenta los siguientes hechos y ensámblelos, si puede.
(1) Las unidades individuales de la humanidad permanecen 100 veces más tiempo en las esferas transitorias de los efectos que en los globos;
(2) los pocos hombres de la quinta Ronda no engendran hijos de la quinta, sino de vuestra cuarta Ronda.
(3) Que las "oscuraciones" no son Pralayas, y que duran en proporción de 1 a 10, es decir, si un Anillo —o como quiera que le llamemos— o sea el período durante el cual las siete razas Raíces tienen que desarrollarse y alcanzar su última aparición sobre el globo durante esa Ronda —que dura, digamos, 10 millones de años (desde luego, dura mucho más), entonces, la "oscuración" no durará más de un millón.
Cuando nuestro globo, después de haberse librado de su último hombre de la cuarta Ronda y de unos cuantos, muy pocos, de la quinta, pasará al estado de sueño durante el período de su descanso, los hombres de la quinta Ronda permanecerán descansando en sus Devachanes y en sus lokas Espirituales — mucho más tiempo, puesto que son mucho más perfectos.
Una contradicción y un "lapsus calami de M." —según dice Hume; porque M. escribió algo totalmente correcto, si bien no es más infalible de lo que yo soy, y podría haberse expresado, más de una vez, descuidadamente.
"Quiero entender cómo evolucionan las formas de la siguiente Ronda superior". Amigo mío, trate de comprender que me está haciendo preguntas que corresponden a las iniciaciones más elevadas. Es verdad que puedo darle una visión general, pero no me atrevo a hacerlo ni entraré en detalles —aunque estaría dispuesto a satisfacerle si pudiera. ¿No presiente usted que se trata de uno de los misterios más elevados y que no existe otro más grande?
(a) "Muerta", pero para resucitar a una mayor gloria. ¿No está claro lo que digo?

(29) Pero, ¿tiene que comenzar de nuevo desde el principio entre cada ronda, y tiene que hacer evolucionar las formas humanas desde las formas animales, y estas últimas desde las vegetales, etcétera? Si es así, ¿a qué ronda pertenecen los primeros hombres imperfectamente evolucionados? Digamos, a título de hipótesis, a la quinta; pero la quinta tendrá que ser, en todos los conceptos, una raza más perfecta.
(29) Desde luego que no, puesto que el globo "A" no es destruido, sino que permanece cristalizado, por así decirlo, en statu quo. En cada Ronda hay cada vez menos animales —éstos evolucionan hacia formas superiores entre ellos mismos. Durante la primera Ronda son ellos los que fueron los "reyes de la creación".
Durante la séptima, los hombres se habrán convertido en Dioses, y los animales —en seres con inteligencia. Saque sus conclusiones.
Al empezar la segunda Ronda, la evolución avanza ya de una manera completamente distinta.
Todas las cosas están evolucionando y sólo tienen que proseguir su viaje cíclico y perfeccionarse.
Es sólo en la primera Ronda que el hombre pasa, de un ser humano que era sobre el Globo B, a ser un mineral, una planta y un animal en el Planeta C. El método cambia totalmente, a partir de la segunda Ronda; pero he aprendido a ser prudente con usted, y no diré nada más antes de que llegue el momento en que deba decirlo. Y ahora ya ha leído usted un volumen; ¿cuándo lo digerirá? ¿De cuántas contradicciones se me acusará antes de que usted lo haya comprendido todo correctamente?


A pesar de eso, y muy sinceramente suyo,
K.H.








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