LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 20
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
CARTA Nº 20 A.— De A.O. Hume a K.H.
CARTA Nº 20 A
Recibida en agosto
de 1882
10 [X]
Mi querido Maestro,
Al hablar de los
Fragmentos n° III, de los cuales pronto recibirá usted las pruebas, le dije que
estaban muy lejos de ser satisfactorios, aunque hice lo mejor que pude.
Era necesario hacer
avanzar un grado más la doctrina de la Sociedad de modo que, gradualmente, abra
los ojos a los espiritistas —por eso introduje, como la cuestión más acuciante,
el Suicidio, etc., señalada en su última carta a S.
Pues bien, esto es
lo que me parece menos satisfactorio y ello dará lugar a una cantidad de preguntas
que me voy a ver apurado para contestar.
Nuestra
primera doctrina es que la mayoría de los fenómenos objetivos se debía a los cascarones.
Cascarones de un principio y medio y de dos principios y medio, es decir, principios
totalmente separados de su sexto y su séptimo principios.
Pero
nosotros admitimos, como desarrollo adicional, (1) que existen unos espíritus, es decir, los
principios quinto y cuarto, que no están completamente separados de su sexto y
séptimo, que también pueden manifestarse en una sesión. Se trata de los
espíritus de los suicidas y de las víctimas de accidente o de violencia.
Aquí la doctrina enseña que cada oleada particular de vida debe avanzar hacia
su orilla predestinada y que, con la excepción de los muy buenos, todos esos espíritus prematuramente
separados de sus principios inferiores, deben permanecer en la tierra hasta que
llegue la hora predestinada de la que hubiera tenido que ser su muerte natural.
Todo está muy bien,
pero siendo esto así, está claro que, en oposición a nuestra doctrina anterior,
los cascarones serán pocos y los espíritus muchos (2).
Pues, ¿qué diferencia
puede haber, tomando el caso de los suicidas, tanto que sean conscientes como
inconscientes, tanto que el hombre se salte la tapa de los sesos, como que beba
o abuse del sexo hasta morir, o que se mate en un exceso de estudio? En cada caso, la
hora normal de su muerte natural ha sido anticipada, y el resultado es un
espíritu y no un cascarón; y por otra parte, ¿qué diferencia hay entre un hombre que es ahorcado
por asesinato, que muere en el campo de batalla, en el descarrilamiento de un
tren, o en una explosión de pólvora, o que se ahogue, o se abrase, o que sea
abatido por el cólera, la peste, el paludismo, o por cualquiera de las mil y
una enfermedades epidémicas, cuyos gérmenes no se hallaban ab initio en su constitución,
sino que los adquirió a consecuencia de haber visitado una determinada localidad,
o haber vivido una determinada experiencia, cualquiera de las cuales pudo haber
evitado? En
todos estos casos, igualmente, la hora normal de la muerte se anticipa y el resultado
es un espíritu en lugar de un cascarón.
Se calcula que en
Inglaterra, ni siquiera el 15% de la población alcanza su período normal de muerte
—y me temo que aquí, con las fiebres, el hambre y sus secuelas, el porcentaje
sea aún mucho mayor— a pesar de que las personas son principalmente
vegetarianas y viven, por regla general, bajo condiciones higiénicas menos
adversas.
Por lo tanto, el
gran contingente de los fenómenos físicos de los espiritistas, por lo que
parece, debería atribuirse a estos espíritus y no a los cascarones. Me gustaría
tener más información sobre esta cuestión.
Hay un segundo
punto:
(3) muy a menudo,
según yo entiendo, los espíritus de un considerable promedio de la buena gente
que muere de muerte natural permanecen, durante algún tiempo, en la atmósfera
de la Tierra —desde unos cuantos días hasta unos cuantos años; ¿por qué no pueden
éstos comunicarse? Y si pueden, este es un punto importantísimo que no debería pasarse
por alto.
(4) Y en tercer
lugar, es una realidad que miles de espíritus se presentan en círculos puros y enseñan
la más alta moralidad, y además hablan muy detalladamente de las verdades que
se refieren al mundo invisible (testimonio, los libros de Alan Kardec, con cantidad
de páginas idénticas a lo que usted mismo enseña); y no hay razón para suponer
que se trata de cascarones o de malos espíritus. Pero usted no nos ha dejado
ninguna salida para un gran número de espíritus puros elevados —y hasta que sea
debidamente explicada toda la teoría y se hayan situado en el lugar que merecen
estos espíritus que para mí son una realidad bien establecida, nunca convenceré
a los espiritistas. Probablemente es la vieja historia —sólo se nos dice una
parte de la verdad y el resto continúa guardado— y si es así, se trata, simplemente,
de decapitar a la Sociedad. Es preferible no decir nada al mundo exterior antes
que darle verdades a medias, una deficiencia que éste constata en seguida y
cuyo resultado es el desdeñoso rechazo de lo que es la verdad, porque no puede
aceptarla fragmentariamente.
Suyo
afectuosamente,
A.O. HUME
CARTA Nº 20 B.— De A.P. Sinnett a
H.P.B.
CARTA Nº 20 B (Carta
del señor Sinnett a H.P.B. en el reverso de las páginas que forman parte de una
extensa carta de K.H. (nº 20 c), referente a preguntas de Hume.)
Recibida en agosto
de 1882.
Simla, 25 de julio
Mi querida Vieja
Dama,
Traté de contestar
en seguida la carta de N.D.K. para que si K.H. deseaba realmente que la nota
apareciera en el "próximo" Theosophist, en agosto, pudiera llegar a
tiempo. Pero pronto me metí en un lío. Por supuesto que no hemos recibido
ninguna información que aclare realmente la cuestión que ahora se suscita,
aunque supongo que deberíamos ser capaces de reunir los fragmentos en una
respuesta. La dificultad está en dar la verdadera explicación del enigma de
Eliphas Levi de su nota del Theosophist de octubre.
Si él se refiere al
destino de la raza humana actualmente existente, su afirmación de que la mayoría de Egos intermedios son expulsados de
la naturaleza o aniquilados estaría en contradicción directa con la enseñanza
de K.H. Ellos no mueren sin memoria, ya que retienen la memoria en el Devachán
y la recuperan de nuevo (incluso la de las personalidades anteriores, como si
se tratara de las páginas de un libro), en el período de plena conciencia individual
que precede al de conciencia absoluta en el Pari-Nirvana.
Pero se me ocurre
que E.L. puede haberse referido a la humanidad en conjunto, y no tan sólo a los hombres de la
cuarta ronda. Entiendo que un gran número
de personalidades de la quinta ronda estén destinadas a perecer y que éstas
podrían ser la parte intermedia inútil de la humanidad. Pero entonces las
mónadas espirituales individuales, tal como yo entiendo esta cuestión, no
perecen ocurra lo que ocurra; y si una mónada llega a la quinta ronda con todas
sus personalidades previas conservadas en la página de su libro, esperando una
futura lectura cuidadosa, ella no será expulsada ni aniquilada por el hecho de
que algunas de las páginas de su quinta ronda "no sean dignas de ser
publicadas". Así, una vez más, he aquí una dificultad para conciliar ambas
afirmaciones.
X. Pero además, es inconcebible que si una
mónada espiritual sobrevive al rechazo de las páginas de su tercera y cuarta
ronda no pueda sobrevivir al rechazo de las páginas de las rondas quinta y
sexta. El no haber conseguido llevar una buena existencia en estas rondas, ¿significa la
aniquilación total del individuo el cual, pues, jamás llegará a la séptima
ronda?
Pero en cambio, si
eso fuera así, el caso de Eliphas Levi no encajaría en esa hipótesis, pues mucho antes de
eso los individuos que se hubieran convertido en colaboradores de la naturaleza
para el mal hubieran sido aniquilados por la oscuración del planeta X, entre las rondas
quinta y sexta —si no por la oscuración entre la cuarta y la quinta, pues se
nos dice que hay una oscuración para cada ronda. (5) Aquí se presenta otra
dificultad sobre este punto, porque estando ya aquí algunos seres de la quinta
ronda, no queda claro en qué momento llegará la oscuración. ¿Se producirá
detrás de los avant-courriers (En
francés, precursores.—N.T.) de la quinta ronda, los cuales no se tendrán en cuenta
cuando comience la quinta, pues esa época empieza realmente sólo después de que
la raza existente se ha extinguido por completo? Pero esta idea no cuajará.
Habiendo llegado
ayer tan lejos en mis reflexiones, me fui a encontrar a Hume para ver si él podría descifrar el rompecabezas y así
facilitar el que yo pudiera escribir lo que hiciera falta por este correo.
Pero, mirando y remirando el Theosophist de octubre llegamos a la conclusión de
que la única explicación posible era que la nota del Theosophist de octubre era
absolutamente inexacta y totalmente contradictoria con todas nuestras últimas
enseñanzas.
¿Es ésa, realmente,
la solución? Yo no lo creo así, pues K.H. no me hubiera designado para conciliar
las dos cosas.
Pero usted verá que
en estos momentos, y con la mejor voluntad del mundo, soy totalmente incapaz de
realizar la tarea que se me ha asignado y si mi querido Guardián y Maestro quisiera
tener en cuenta, buenamente, estas observaciones se daría cuenta del dilema en
el que me encuentro. Y entonces, de la manera que le resultara menos molesta,
bien a través de usted, bien directamente,
tal vez señalaría la línea que debería seguir la explicación requerida. Es evidente
que este trabajo ya no puede hacerse para ser publicado en el número de agosto,
pero me inclino a creer que ésa no fue nunca la intención de él cuando queda ya
tan poco tiempo.
Todos sentimos
mucho que esté usted sobrecargada de trabajo en medio del calor y de las moscas.
Cuando haya usted terminado el número de agosto quizás podría hacer una escapada
hasta aquí y disfrutar de un pequeño descanso entre nosotros. Cuando quiera,
sabe usted que estaremos muy contentos de verla. Mientras tanto, mis propios
planes personales son un poco inciertos. Puede que tenga que regresar a
Allahabad para liberar a Hensman y dejar que vaya como corresponsal especial a
Egipto. Estoy luchando con uñas y dientes con mis jefes para conseguirlo —pero
durante unos días el resultado de esta lucha todavía será incierto.
Siempre suyo,
A. P. S.
P.D.—Como que es
posible que usted desee que la carta se imprima en este número, se la devuelvo
con la presente, pero espero que éste no sea el caso y que usted me la volverá
a enviar otra vez para que yo pueda realizar convenientemente mi pequeña tarea
con la ayuda de unas cuantas palabras en cuanto a la línea a seguir.
CARTA Nº 20 C
Contenido
CARTA Nº 20 C
Recibida en agosto
de 1882
Eliphas
Levi no está en franca oposición con nuestras enseñanzas, excepto en lo que se
refiere a los términos "Dios" y "Cristo" que
utiliza constantemente y cuyos términos, tomados en el sentido esotérico,
significan simplemente el "Bien" —en su aspecto dual
abstracto y concreto, y nada de más dogmático. Se trata de nuevo de una brizna
de paja meciéndose y a la que el viento acusa de formar parte de un almiar.
La
mayor parte de aquellos a los que usted, si así le place, puede llamar
candidatos al Devachán —mueren y renacen en el Kama-Loka "sin memoria";
si bien, (y precisamente por eso) recuperan algo de ella en el Devachán. No se la puede
llamar una memoria completa, sino sólo una memoria parcial. ¿Podría usted
llamar con todo rigor "recuerdo" a uno de sus sueños, a alguna escena
o escenas en particular, dentro de cuyos estrechos límites usted descubriera
reunidas unas cuantas personas —aquellas a las que usted amó más, con un amor
inmortal, ese santo sentimiento que es el único que sobrevive y— ni el más
mínimo recuerdo de otros acontecimientos o de otras escenas? El Amor o el Odio son los únicos
sentimientos inmortales, los únicos supervivientes del naufragio del Ye- Dhamma,
o mundo fenomenal.
Imagínese, pues, en el Devachán, con aquellos a los
que usted pueda haber amado con ese amor inmortal; con las escenas familiares e
imprecisas relacionadas con ellos como trasfondo, y —un vacío perfecto para
todo lo demás relacionado con su vida interior, social, política y literaria. Y
entonces, frente a esa existe la espiritual puramente reflexiva, frente a esa
felicidad sin mácula, la cual, de acuerdo con la intensidad de los sentimientos
que la crearon subsiste desde unos cuantos a varios miles de años —llámela, si
puede— la "memoria personal de A.P. Sinnett". Puede que usted piense:
¡Terriblemente monótono! No, en absoluto —le contesto yo. ¿Ha experimentado
usted monotonía —por ejemplo— durante ese momento que usted consideró entonces
y considera ahora como el momento de mayor felicidad que jamás haya sentido?
Por supuesto que no.
Pues bien, no lo experimentará
más allá, en ese tránsito a través de la Eternidad en la cual un millón de años
no es más largo que un segundo.
Allí
donde no existe conciencia de un mundo externo no puede haber discernimiento
que señale diferencias; en consecuencia, nada de percepción de contrastes, de monotonía
o de variedad; en resumen, nada aparte de ese sentimiento de amor inmortal y de
esa fuerza de atracción compasiva, cuyas semillas se plantaron en el quinto principio,
cuyas plantas florecen exuberantemente en el cuarto principio y a su alrededor,
pero cuyas raíces han de penetrar profundamente en el sexto principio, si éste
ha de sobrevivir a los grupos inferiores. (Y ahora me dispongo a matar dos pájaros de un tiro
—me propongo contestar a las preguntas de usted y a las del señor Hume al mismo
tiempo); tengan
presente los dos que nosotros nos creamos tanto nuestro Devachán como nuestro
avitchi mientras vivimos en la Tierra y, principalmente, durante los últimos
días e incluso durante los últimos momentos de nuestra vida intelectual y
consciente. Ese sentimiento que es el más fuerte en nosotros en esa hora
suprema, cuando, como en un sueño, los acontecimientos de una larga vida son
clasificados, hasta en sus menores detalles, en un orden perfecto, en unos
pocos segundos ante nuestra visión (Esa visión tiene
lugar cuando a una persona se la declara muerta. El cerebro es el último órgano
que muere.) —ese
sentimiento se convertirá en el creador de nuestra bienaventuranza o de nuestro
infortunio, en el principio vital de nuestra existencia futura. En esta última
no tenemos ninguna existencia substancial, sino sólo una existencia instantánea
y efímera —cuya duración no atañe, como efecto o relación, a su ser— existencia
que, como todo otro efecto de una causa transitoria, será pasajera y, a su vez,
se desvanecerá y dejará de existir. El verdadero recuerdo completo de nuestras
vidas no llegará más que al final del ciclo menor —no antes.
En el
Kama-Loka, los que han conservado su memoria no disfrutarán de ella en la hora suprema
del recuerdo. Los que
saben que han muerto en sus cuerpos físicos sólo pueden ser o adeptos —o hechiceros,
y ambos son la excepción a la regla general.
Habiendo
sido ambos "colaboradores de la naturaleza", el primero para el bien
y el segundo para el mal, en su obra de creación y en la de destrucción, ellos
son los únicos a los que se puede llamar inmortales —en el sentido Kabalístico
y esotérico, por supuesto. La completa y verdadera inmortalidad —que significa
una existencia senciente ilimitada, no puede tener ni grietas ni interrupciones,
ni detención de la conciencia de Sí mismo.
E
incluso los cascarones de aquellos hombres buenos, cuyas páginas no se
encontrarán perdidas en el gran Libro de las Vidas, en el umbral del Gran
Nirvana, incluso ellos sólo recuperarán su memoria y un aspecto de la
conciencia de Sí mismos después de que los principios sexto y séptimo, con la
esencia del quinto (teniendo este último que facilitar el material, incluso de
ese recuerdo parcial de la personalidad que es necesario para el propósito del
Devachán) —cuando hayan llegado a su período de gestación, no antes.
Aún en el caso de
los suicidas y de aquellos que han muerto de muerte violenta, incluso en esos casos,
la conciencia necesita algún tiempo para establecer su nuevo centro de gravedad
y desarrollar, como diría Sir W. Hamilton, su "propia percepción" la
cual, a partir de entonces, será distinta de su "propia sensación".
Así pues, cuando un
hombre muere, su "Alma" (quinto principio) se vuelve inconsciente y
pierde todo recuerdo de las cosas, tanto internas como externas. Independientemente
de que su permanencia en el Kama-Loka tenga que durar unos momentos, horas,
días, semanas, meses o años; independientemente de que muriera de muerte natural
o violenta, de que ello ocurriera en la juventud o en la vejez y de que el Ego
haya sido bueno, malo o indiferente, —su conciencia lo abandona tan súbitamente
como abandona la llama la mecha cuando se extingue.
Cuando
la vida se ha retirado de la última partícula de materia cerebral, sus
facultades perceptivas se extinguen para siempre, sus poderes espirituales de
reflexión y de volición — (en resumen, todas aquellas facultades que no son
inherentes a la materia orgánica ni susceptibles de ser adquiridas por ella)—
por lo pronto, desaparecen.
A menudo, su
Mayavirupa puede sumergirse en la objetividad, como en los casos de apariciones
después de la muerte; pero, a menos que se proyecte con el conocimiento
(latente o potencial) del difunto de lo que pasa, o bien si se debe a la intensidad
del deseo de ver a alguien o de aparecérsele, atravesando raudo el cerebro
moribundo, la aparición será simplemente automática; no se deberá a ninguna
atracción de simpatía o a ningún acto volitivo, no más de lo que la imagen de
una persona al pasar inconscientemente junto a un espejo se debe al deseo de
esta última. Habiendo explicado así la situación recapitularé preguntando otra
vez, ¿por
qué ha de sostenerse que lo que ha dicho Eliphas Levi y lo que ha expuesto
H.P.B. está "en franca oposición" con mi enseñanza? E.L. es un
Ocultista y un Kabalista, y al escribir para aquellos que se supone conocen los
rudimentos de los principios cabalísticos, utiliza la fraseología peculiar de
su doctrina; y H.P.B. hace como él. La sola omisión de la que ella fue culpable consistió en no añadir la palabra
"occidental" entre las dos palabras, "doctrina" y
"oculta", (véase la tercera línea de la nota del Editor. A su modo,
ella es una fanática incapaz de escribir con algo que se parezca a un método y
con calma, o de recordar que el público, en general, necesita toda clase de
explicaciones lúcidas que a ella pueden parecerle superfluas. Y como que es
seguro que usted hará esta observación —"pero éste es igualmente nuestro
caso, y usted también parece olvidarlo"— voy a darle unas cuantas explicaciones
más. Tal como se indicó en la nota marginal del Theosophist de octubre —la
palabra "inmortalidad" tiene un significado totalmente distinto para
los iniciados y ocultistas. Llamamos "inmortal" sólo a la Vida
Una en su congregado universal y en su íntegra o Absoluta Abstracción; a
aquello que no tiene principio ni fin, ni interrupción alguna en su continuidad.
¿Se aplica este término a algo más? Ciertamente, no. Por esta razón, los
primitivos caldeos tenían varios prefijos para la palabra
"inmortalidad", uno de los cuales es el término griego, raramente
utilizado — "inmortalidad paneónica", esto es: que principia con el
manvántara y termina con el pralaya de nuestro Universo Solar. Ella perdura
durante el eón, o "período" de nuestro pan o "toda la naturaleza";
Inmortal es, pues, aquel en la paneónica
inmortalidad, cuya clara conciencia y percepción del Ser, bajo cualquier forma,
no sufre ninguna interrupción en ningún momento, ni siquiera por un segundo,
durante el período de su existencia como Ego. Esos períodos son varios en
número, y cada uno tiene un nombre distinto en las doctrinas secretas de los
caldeos, de los griegos, de los egipcios y de los arios; y si al menos fueran
traducibles (cosa que no son, al menos en tanto que la idea que entrañan siga
siendo inconcebible para la mente occidental) yo se los podría facilitar a
usted.
Por
el momento, es suficiente que usted sepa que un hombre, un Ego, como el suyo o el mío,
puede ser inmortal de una Ronda a otra. Digamos, por ejemplo, que yo empiezo mi
inmortalidad en la presente cuarta Ronda, es decir, que al haberme convertido
en un adepto completo (lo que, por desgracia, no soy) detengo la mano de la
Muerte a voluntad y cuando, finalmente, tengo que doblegarme ante ella, mi
conocimiento de los secretos de la naturaleza me coloca en situación de conservar
mi conciencia y mi clara percepción del Ser como objeto reflejo de mi propia
conciencia y percepción; y así, evitando toda esa desmembración de principios
que, en general, ocurre después de la muerte física en el promedio de la
humanidad, yo sigo siendo Koothoomi en mi Ego durante toda la serie de nacimientos
y vidas a través de los siete mundos y Arupa-Lokas, hasta que, finalmente, vuelvo
de nuevo a esta Tierra entre los hombres de la quinta raza, formada por seres
de la quinta Ronda en su plenitud.
En
ese caso, yo habría sido —"inmortal" durante un período inconcebiblemente
largo (para usted) de muchos miles de millones de años. Y sin embargo, ¿soy
"yo" realmente inmortal por todo eso? A menos que haga los mismos
esfuerzos que hago ahora para asegurarme otra licencia semejante de la Ley de
la Naturaleza, Koothoomi se desvanecerá y puede convertirse en un señor Smith o
en un Babu inocente cuando su licencia termine. Hay hombres que se
convierten en esos seres poderosos; existen hombres entre nosotros que pueden
llegar a ser inmortales durante el resto de las Rondas y que luego pueden ocupar
el sitio asignado entre los Chohanes más elevados, los
"Ego-Espíritus" Planetarios conscientes. Por supuesto, la
Mónada "nunca perece, ocurra lo que ocurra"; pero Eliphas
Levi se refiere a los Egos personales, no a los Espirituales, y usted ha incurrido
en el mismo error (cosa muy natural, por lo demás) en que incurrió C.C.M.;
aunque debo confesar que el pasaje de Isis se expuso muy confusamente, por lo
que se refiere al párrafo mencionado, tal como ya le indiqué a usted hace
tiempo en una de mis cartas anteriores. Yo tenía que "emplear mi ingenio"
en esto, tal como dicen los yanquis; pero me parece que logré salvar la
situación, como tendré que hacer muchas veces más, me temo, antes de que
hayamos terminado con Isis. Realmente esta
obra debería volver a escribirse en honor de la familia.
X Esto es
ciertamente inconcebible; por lo tanto, no vale la pena hablar de ello.
X Usted interpretó
mal la enseñanza porque no conocía lo que ahora se le dice:
(a) quienes son los
verdaderos colaboradores de la naturaleza; y
(b) que en modo
alguno son todos los colaboradores del mal los que caen en la octava esfera y
son aniquilados. (Aniquilados
súbitamente como Egos humanos y como personalidades, perdurando en aquel mundo
de pura materia bajo diversas formas materiales durante un espacio de tiempo
inconcebiblemente largo antes de que puedan volver a la materia primitiva.) La potencialidad
para el mal en el hombre es tan grande —más grande—siempre— que la potencialidad
para el bien. Hay una excepción a la regla de la Naturaleza, excepción que, en
el caso de los adeptos y de los hechiceros, se convierte, a su vez, en regla
que tiene también sus propias excepciones. Lea con cuidado el párrafo que
C.C.M. no ha citado —páginas 352-353 de Isís, Volumen 1, párrafo 3. Una vez
más, ella omite decir claramente que el caso mencionado se refiere sólo a
aquellos poderosos hechiceros cuya co-participación con la naturaleza para el
mal les proporciona los medios para obligarla a revelar sus planes prematuramente,
y de este modo proporcionarles a ellos también una inmortalidad paneónica.
Pero, ¡oh, qué
clase de inmortalidad y cuan preferible es la aniquilación de sus vidas! ¿No advierte usted
que todo lo que encuentra en Isis está delineado, apenas bosquejado —que nada está
terminado ni totalmente revelado? Bien, ha llegado el momento, pero ¿dónde están los obreros
para una tarea tan tremenda?
Dice el señor Hume
(véase carta adjunta (Véase
la Carta n° 20 A.—Ed.) en
los pasajes señalados —10 [X] y 1, 2, 3). Y ahora, cuando usted haya leído las
objeciones a esa más que insatisfactoria doctrina —tal como el señor Hume la califica—
una doctrina que tendría usted que aprender primero en conjunto antes de
proceder al estudio de sus partes —y aún a riesgo de no satisfacerle mejor—
procederé a explicar esta última.
(1) Aunque no "totalmente separados de sus
principios sexto y séptimo" y absolutamente "eficaces" en las
sesiones espiritistas, no obstante, hasta el día en que tendrían que haber muerto
de muerte natural, están separados de sus principios superiores por un abismo.
Los principios sexto y séptimo permanecen pasivos y negativos, mientras que, en
el caso de muerte accidental, los grupos superiores e inferiores se atraen
mutuamente.
Además,
en los casos de Egos buenos o inocentes, éstos gravitan irresistiblemente hacia
el sexto y séptimo principio —y así, o dormitan rodeados de sueños felices, o
bien duermen con un sueño profundo sin sueños hasta que suena la hora.
Con un poco de reflexión
y con una mirada hacia la eterna justicia y a la perfecta adaptación de las
cosas a las circunstancias, usted comprenderá el por qué. La víctima, buena o mala, es irresponsable
de su muerte, incluso si ésta fue debida a alguna acción de una vida anterior o
a un nacimiento precedente; fue un acto, en suma, de la Ley de Retribución; sin
embargo, no fue el resultado directo de un acto cometido deliberadamente por el
Ego personal de esa vida durante la cual sucedió que le mataron. De habérsele
permitido vivir más, él podría haber expiado todavía más eficazmente sus pecados
pasados; e incluso ahora, al haber hecho que el Ego pagara la deuda de su
creador (el Ego precedente), queda libre de los golpes de la justicia
retributiva.
Los Dhyan Chohans que
no toman parte en la guía del Ego humano viviente, protegen a la víctima
indefensa cuando se la saca de su elemento para llevarla a otro nuevo antes de
que esté madura y convenientemente dispuesta para ello. Nosotros le decimos a usted lo que sabemos porque tuvimos que
aprenderlo a través de la experiencia personal. Usted sabe lo que quiero
decir, y ¡NO PUEDO DECIR MAS!
Sí, las víctimas, tanto buenas como malas, duermen
para despertar tan sólo a la hora del Juicio Final que es la hora de la batalla
suprema entre los principios sexto y séptimo por un lado, y con el quinto y el
cuarto por el otro, en el umbral del estado de gestación.
E
incluso después de esto, cuando el sexto y séptimo principio, llevando consigo
una fracción del quinto, han entrado en su Samadhi Akásico, aún entonces, puede
suceder que el despojo espiritual del quinto principio resulte ser demasiado
débil para renacer en el Devachán, en cuyo
caso se revestirá entonces de un nuevo cuerpo, el "Ser" subjetivo creado
del Karma de la víctima (o de la no-víctima, según sea el caso) y entrará en
una nueva existencia terrestre, tanto que sea en éste como en cualquier otro
planeta.
En
ningún caso, pues, a excepción de los suicidas y los cascarones, existe ninguna
posibilidad para nadie más de ser atraído a las sesiones espiritistas. Y está
claro que "esta enseñanza no está en contradicción con nuestras anteriores
doctrinas", y que mientras que los "cascarones" serán muchos,
los Espíritus serán muy pocos.
(2) En nuestra humilde opinión hay una gran
diferencia. Nosotros, que lo miramos desde un punto de vista que resultaría
inaceptable para las Compañías de Seguros de Vida, decimos que hay muy pocos hombres
—si es que hay alguno— entre los que se entregan a los vicios antes mencionados
—que sean perfectamente conscientes de que semejante línea de acción los conducirá,
finalmente, a una muerte prematura. Ese es el castigo de Maya. Los
"vicios" no escaparán al castigo; pero es la causa, no el efecto, la
que se castigará, especialmente con un efecto inesperado, aunque probable.
Llame entonces igualmente suicida al hombre que encuentra la muerte en una
tempestad en el mar, como al que se mata por un "agotamiento mental".
El hombre corre el riesgo de ahogarse en el agua y con un excesivo trabajo
cerebral se corre el riesgo de provocar un reblandecimiento del cerebro que puede
llevarse a su dueño por delante. En tal caso, nadie debería cruzar el Kalapani,
ni siquiera tomar un baño por temor a desmayarse en el agua y ahogarse (porque
todos conocemos casos así), ni tampoco nadie debería cumplir con su deber y, menos
que nada, sacrificarse ni siquiera por una causa noble y altamente beneficiosa,
como lo hacen muchos de nosotros —H.P.B., por ejemplo. ¿La tacharía el señor
Hume de suicida si ella cayera muerta de repente mientras realiza su trabajo actual?
El motivo lo es todo, y el hombre es castigado en caso de responsabilidad
directa, de otro modo, jamás. En el caso de la víctima, la hora natural de la
muerte se anticipó accidentalmente, mientras que en el suicida la muerte es
provocada voluntariamente, con pleno y deliberado conocimiento de sus consecuencias
inmediatas. Por lo tanto, un hombre que se mata a sí mismo en un rapto de
locura pasajera, no es ‘un felo de se’ (Suicida. N.T.) ante
el gran disgusto y con frecuencia el gran perjuicio para las Compañías de
Seguros de Vida. Tampoco se deja como presa ante las tentaciones del Kama-Loka,
sino que se sumerge en el sueño, igual que cualquier otra víctima. Un Guiteau
no permanecerá en la atmósfera de la tierra con sus principios superiores sobre
él —inactivos y paralizados, todavía allí. Guiteau (Guiteau,
el 2 de julio de 1881 disparó sobre el Presidente de los Estados Unidos,
Garfield, que murió a causa de las heridas en el mes de septiembre del mismo
año. N.T. ) ha pasado a un estado
en el que, mientras dure, estará siempre disparando a su Presidente sembrando
con este motivo la confusión y trastornando los destinos de millones de
personas; y mientras dure ese estado será siempre procesado y siempre ahorcado,
bañándose en los reflejos de sus acciones y de sus pensamientos —especialmente
aquellos a los que se entregó en el cadalso,(Aquí se han borrado
dos líneas del original.—ED.)
........................
su destino. En cuanto a los que fueron "liquidados
por el cólera, la peste o el paludismo", no hubieran perecido si, desde su
nacimiento, no hubieran ya llevado consigo los gérmenes para el desarrollo de
esas enfermedades.
"Así
pues", mi querido hermano, "la mayor parte de los fenómenos físicos
de los espiritistas" no "son debidos a estos Espíritus" sino realmente
—a los "cascarones".
(3) "Los
Espíritus de un promedio considerable de gente buena fallecida de muerte
natural permanecen. . . en la
atmósfera de la tierra desde unos cuantos días, hasta unos cuantos años", dependiendo
dicho período de la disposición de los mismos para enfrentarse con su — criatura,
no con su creador; un tema muy abstruso que usted aprenderá más tarde, cuando
se encuentre también más preparado. Pero, ¿por qué tienen ellos que "comunicarse"? ¿Se
comunican objetivamente con usted, mientras duermen, aquellos a quienes usted
ama?
Vuestros Espíritus,
en horas de peligro o de intensa compenetración, vibrando en la misma corriente
de pensamiento —lo cual en esos casos crea una especie de telegrafía espiritual
entre vuestros dos cuerpos— pueden encontrarse y pueden impresionar mutuamente
vuestras memorias; pero entonces, se trata de cuerpos vivos, no de cuerpos
muertos. Pero, ¿cómo
puede un quinto principio inconsciente (lea más arriba) impresionar o
comunicarse con un organismo vivo, a menos que se haya convertido ya en un
cascarón? Si, por alguna razón, continúan en ese
estado letárgico durante varios años, los espíritus de los vivos pueden ascender
hasta ellos, como ya se le dijo; y esto puede ocurrir todavía con más facilidad
que en el Devachán, donde el Espíritu está demasiado absorto en su
bienaventuranza personal para prestar demasiada atención a un elemento intruso.
Yo digo que —no pueden.
(4) Siento
contradecir su afirmación. No sé nada de "miles de espíritus" que
aparecen en los círculos espiritistas —y es más, no sé nada absolutamente de un
"círculo perfectamente puro"— y de que enseñan la moralidad más
elevada. Espero que no se me alineará con los calumniadores, como un añadido
más a otros nombres que últimamente se me han adjudicado, pero la verdad me impulsa
a declarar que Allan Kardec no fue precisamente inmaculado durante su vida, ni
tampoco desde entonces se ha convertido ya en un Espíritu muy puro. Por lo que
respecta a enseñar la "más elevada moralidad", nosotros tenemos aquí,
no lejos de donde yo resido, un Dugpa-Shammar. Un hombre notabilísimo. No muy
eficaz como hechicero, pero sí como bebedor, ladrón, embustero y —orador. En
este último cometido podría conceder ventaja y ganar a los señores Gladstone,
Bradlaugh e incluso al Reverendo H.W. Beecher que, entre todos, es el más
elocuente predicador de la moralidad y el más grande transgresor de los
Mandamientos del Señor en los E.U.A. Este Lama shapa-tung, cuando está
sediento, puede hacer soltar todas sus reservas lacrimógenas de un año a un enorme
auditorio de "bonetes amarillos" laicos contándoles por la mañana su
arrepentimiento y su sufrimiento, y luego emborracharse por la noche y robar a
toda la aldea, hipnotizándoles y sumiéndoles en un profundo sueño. Predicar y
enseñar moralidad en vistas a un propósito interesado demuestra muy poco. Lea
el artículo de "J.P.T." en Light y verá que corrobora lo que digo.
(Para A.P.S. (5).) La
"oscuración" sólo llega cuando el último hombre de cualquier Ronda ha
pasado a la esfera
de los efectos. La
naturaleza está demasiado bien ajustada, también matemáticamente, para
equivocarse en el curso del ejercicio de sus funciones. La oscuración del
planeta en el que ahora están evolucionando las razas de los hombres de la quinta
Ronda vendrá, naturalmente, "detrás de los pocos avant-courríers" que
están ahora aquí. Pero antes de que llegue ese momento tendremos que separarnos
para no volver a encontramos, como el Editor del Pioneer y su humilde
corresponsal.
Y ahora, habiendo demostrado
que el número de octubre del Theosophist no estaba totalmente equivocado, ni en
"contradicción con las últimas enseñanzas", ¿puede K.H. inducirle a
usted a que "reconcilie a ambas? Para reconciliarle mejor con Eliphas
Levi, le enviaré cierto número de sus manuscritos que nunca fueron publicados,
con una caligrafía grande, clara y bella y con mis comentarios desde el
principio al fin. Nada mejor que esto le puede proporcionar la clave para resolver
los enigmas cabalísticos.
Tengo que escribir
al señor Hume esta semana; tengo que consolarle y demostrarle que, a menos que
sienta un fuerte deseo de vivir, no necesita preocuparse por el Devachán. A
menos que un hombre ame mucho, u odie también mucho, no estará en el Devachán
ni en el Avitchi. Que "la Naturaleza vomita de su boca a los tibios"
sólo significa que aniquila a sus Egos personales (no a los cascarones, ni
tampoco al sexto principio) en el Kama-Loka y en el Devachán. Esto no les priva
de renacer inmediatamente —y si sus vidas no fueron muy, muy malas— no hay
ninguna razón para que la Mónada eterna no encuentre intacta la página de esa
vida en el Libro de la Vida.
K.H.
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