CLARIVIDENCIA
Leadbeater
(Parte 7)
Viajando en el Mayavirûpa
Esta es,
sencillamente, una forma más elevada, y, por decido así, más gloriosa de esta
última clase de clarividencia.
El vehículo que se
emplea no es ya el cuerpo astral, sino un sustituto fabricado para el caso con
la sustancia del cuerpo mental del vidente; vehículo que, por lo tanto,
pertenece al plano mental y que encierra en sí todas las potencialidades del
maravilloso sentido devachánico, que es la síntesis de todos los sentidos, tan
trascendente en su acción y, sin embargo, tan imposible de describir. El hombre
que funciona en tal vehículo deja tras sí su cuerpo astral igualmente que el
físico, y si desea mostrarse en el plano astral por alguna circunstancia, no
acude para ello a su propio cuerpo astral, sino que por medio de un acto propio
se construye uno para el momento.
La inmensa ventaja
que se obtiene con la adquisición de este poder es la facultad de entrar en
toda la gloria y hermosura de la región superior de la dicha, y la posesión,
aun cuando se actúe en el plano astral, de un sentido mucho más comprensivo,
que le abre perspectivas de conocimientos maravillosos y prácticamente hace
imposible el error.
Este vuelo
superior, sin embargo, se halla al alcance sólo del hombre ejercitado, puesto
que la construcción del mayavirûpa necesita, la primera vez, de la ayuda de un
Maestro competente.
Antes de abandonar el asunto de la clarividencia
completa e intencional, será conveniente que dediquemos unas cuantas palabras a
contestar una o dos preguntas respecto de sus limitaciones, que constantemente
se les ocurren a los estudiantes. ¿Es posible, se nos
pregunta a menudo, que el vidente encuentre cualquier persona con quien desee
comunicarse en cualquier parte del mundo, ya se halle entre los vivos, ya entre
los muertos?
La contestación
debe ser condicionalmente afirmativa. Sí, es posible encontrar cualquier
persona, si el experimentador puede, de algún modo, ponerse en relación con esa
persona. Sería inútil sumergirse vagamente en el espacio para encontrar una
persona completamente extraña entre los millones que nos rodean, sin ninguna
clase de clave; pero, por otra parte, bastaría ordinariamente para el éxito una
ligera clave.
Si el clarividente sabe algo acerca de la persona que
busca, no tendrá dificultad en encontrarla, pues cada
hombre tiene lo que pudiera llamarse una cuerda musical propia, una cuerda
que es su expresión como un todo, resultante, quizá, de una especie de término
medio de los grados de vibración de todos sus diferentes vehículos en sus
planos respectivos. Si el operador sabe
cómo distinguir esta cuerda y tocarla atraerá por vibración simpática, la
atención de las personas de un modo instantáneo y dónde quiera que esté,
despertando en él una respuesta inmediata.
Que el hombre
pertenezca a los vivos o que haya muerto recientemente, no hace diferencia
alguna, y la clarividencia de la quinta clase puede encontrarlo desde luego aun
entre los incontables millones del estado devachánico, aunque en este caso el
hombre estaría inconsciente de que se hallaba bajo observación. Naturalmente, un vidente, cuya conciencia no pasase
más allá del plano astral-y que, por tanto, emplease uno de los métodos
anteriores de videncia-, no podría en modo alguno encontrar una persona en el
plano devachánico; sin embargo, aun así podría al menos decir que la persona
que buscaba estaba en aquel plano, por el mero hecho de que el toque de
la cuerda hasta en el nivel astral no producía respuesta alguna.
Si el hombre que se
buscase fuese desconocido del investigador, este último necesitaría de algo que
tuviese relación con él y que le sirviese de clave: una fotografía una carta
escrita por él, una prenda suya que estuviese impregnada de su magnetismo
personal; cualquiera de estas cosas sería suficiente en manos de un vidente
práctico.
De nuevo repito,
que no por esto debe suponerse que los discípulos que han sido enseñados a
emplear este arte, están en libertad de establecer una especie de oficina de
inteligencia astral, por medio de la cual puedan obtenerse comunicaciones con
parientes perdidos o ausentes. Un mensaje del lado de acá, de esta naturaleza,
podría o no ser llevado, según las circunstancias; pero pudiera no traerse
ninguna respuesta porque resultaría ser de los llamados fenómenos, algo que en
el plano físico podría probarse ser un acto de magia.
Otra pregunta que se hace a menudo, es si en la acción
de la vista psíquica hay alguna limitación por la distancia. La contestación
parece que debe ser que no hay más limite que el de los planos respectivos:
Debe tenerse presente que los planos astral y devachánico de nuestra tierra son
tan definidamente suyos como lo es su atmósfera, aun cuando se extienden mucho
más (aun considerándolos bajo el aspecto de nuestro espacio, de tres
dimensiones) que el aire físico. Por consiguiente, ni el paso a otros
planetas ni la vista detallada de los mismos, sería posible para cualquier
sistema de clarividencia relacionado con estos planos. Es muy posible y fácil
por lo que respecta a nuestra propia cadena de mundos para el hombre que puede
elevar su conciencia al plano búdico; pero esto está fuera de nuestro presente
asunto.
Sin embargo, puede obtenerse mucha información
adicional acerca de otros planetas por medio de las facultades clarividentes
que hemos descrito. Es posible hacer que la vista sea muchísimo más clara fuera
de los constantes disturbios de la atmósfera terrestre, y no es muy difícil
aprender a emplear una facultad aumentadora de inmensa potencia, de suerte que,
aun por medio de la clarividencia ordinario, podrían obtenerse conocimientos
astronómico s sumamente interesantes. En cuanto a lo que se refiere a esta
tierra y a sus alrededores inmediatos, prácticamente no hay limitación.
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