martes, 25 de agosto de 2015

CLARIVIDENCIA, (Parte 7)

CLARIVIDENCIA
 Leadbeater
 
(Parte 7)

Viajando en el Mayavirûpa
Esta es, sencillamente, una forma más elevada, y, por decido así, más gloriosa de esta última clase de clarividencia.
El vehículo que se emplea no es ya el cuerpo astral, sino un sustituto fabricado para el caso con la sustancia del cuerpo mental del vidente; vehículo que, por lo tanto, pertenece al plano mental y que encierra en sí todas las potencialidades del maravilloso sentido devachánico, que es la síntesis de todos los sentidos, tan trascendente en su acción y, sin embargo, tan imposible de describir. El hombre que funciona en tal vehículo deja tras sí su cuerpo astral igualmente que el físico, y si desea mostrarse en el plano astral por alguna circunstancia, no acude para ello a su propio cuerpo astral, sino que por medio de un acto propio se construye uno para el momento.
La inmensa ventaja que se obtiene con la adquisición de este poder es la facultad de entrar en toda la gloria y hermosura de la región superior de la dicha, y la posesión, aun cuando se actúe en el plano astral, de un sentido mucho más comprensivo, que le abre perspectivas de conocimientos maravillosos y prácticamente hace imposible el error.
Este vuelo superior, sin embargo, se halla al alcance sólo del hombre ejercitado, puesto que la construcción del mayavirûpa necesita, la primera vez, de la ayuda de un Maestro competente.

Antes de abandonar el asunto de la clarividencia completa e intencional, será conveniente que dediquemos unas cuantas palabras a contestar una o dos preguntas respecto de sus limitaciones, que constantemente se les ocurren a los estudiantes. ¿Es posible, se nos pregunta a menudo, que el vidente encuentre cualquier persona con quien desee comunicarse en cualquier parte del mundo, ya se halle entre los vivos, ya entre los muertos?
La contestación debe ser condicionalmente afirmativa. Sí, es posible encontrar cualquier persona, si el experimentador puede, de algún modo, ponerse en relación con esa persona. Sería inútil sumergirse vagamente en el espacio para encontrar una persona completamente extraña entre los millones que nos rodean, sin ninguna clase de clave; pero, por otra parte, bastaría ordinariamente para el éxito una ligera clave.
Si el clarividente sabe algo acerca de la persona que busca, no tendrá dificultad en encontrarla, pues cada hombre tiene lo que pudiera llamarse una cuerda musical propia, una cuerda que es su expresión como un todo, resultante, quizá, de una especie de término medio de los grados de vibración de todos sus diferentes vehículos en sus planos respectivos. Si el operador sabe cómo distinguir esta cuerda y tocarla atraerá por vibración simpática, la atención de las personas de un modo instantáneo y dónde quiera que esté, despertando en él una respuesta inmediata.
Que el hombre pertenezca a los vivos o que haya muerto recientemente, no hace diferencia alguna, y la clarividencia de la quinta clase puede encontrarlo desde luego aun entre los incontables millones del estado devachánico, aunque en este caso el hombre estaría inconsciente de que se hallaba bajo observación. Naturalmente, un vidente, cuya conciencia no pasase más allá del plano astral-y que, por tanto, emplease uno de los métodos anteriores de videncia-, no podría en modo alguno encontrar una persona en el plano devachánico; sin embargo, aun así podría al menos decir que la persona que buscaba estaba en aquel plano, por el mero hecho de que el toque de la cuerda hasta en el nivel astral no producía respuesta alguna.
Si el hombre que se buscase fuese desconocido del investigador, este último necesitaría de algo que tuviese relación con él y que le sirviese de clave: una fotografía una carta escrita por él, una prenda suya que estuviese impregnada de su magnetismo personal; cualquiera de estas cosas sería suficiente en manos de un vidente práctico.
De nuevo repito, que no por esto debe suponerse que los discípulos que han sido enseñados a emplear este arte, están en libertad de establecer una especie de oficina de inteligencia astral, por medio de la cual puedan obtenerse comunicaciones con parientes perdidos o ausentes. Un mensaje del lado de acá, de esta naturaleza, podría o no ser llevado, según las circunstancias; pero pudiera no traerse ninguna respuesta porque resultaría ser de los llamados fenómenos, algo que en el plano físico podría probarse ser un acto de magia.
Otra pregunta que se hace a menudo, es si en la acción de la vista psíquica hay alguna limitación por la distancia. La contestación parece que debe ser que no hay más limite que el de los planos respectivos: Debe tenerse presente que los planos astral y devachánico de nuestra tierra son tan definidamente suyos como lo es su atmósfera, aun cuando se extienden mucho más (aun considerándolos bajo el aspecto de nuestro espacio, de tres dimensiones) que el aire físico. Por consiguiente, ni el paso a otros planetas ni la vista detallada de los mismos, sería posible para cualquier sistema de clarividencia relacionado con estos planos. Es muy posible y fácil por lo que respecta a nuestra propia cadena de mundos para el hombre que puede elevar su conciencia al plano búdico; pero esto está fuera de nuestro presente asunto.
Sin embargo, puede obtenerse mucha información adicional acerca de otros planetas por medio de las facultades clarividentes que hemos descrito. Es posible hacer que la vista sea muchísimo más clara fuera de los constantes disturbios de la atmósfera terrestre, y no es muy difícil aprender a emplear una facultad aumentadora de inmensa potencia, de suerte que, aun por medio de la clarividencia ordinario, podrían obtenerse conocimientos astronómico s sumamente interesantes. En cuanto a lo que se refiere a esta tierra y a sus alrededores inmediatos, prácticamente no hay limitación.


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