EL CENTRO ESTA EN TODAS PARTES
Radha Burnier
El hombre ha formado una
imagen homocéntrica del Universo, pensando que todas las cosas están para beneficio
del género humano. Sin embargo la autora nos plantea otra visión que considera
la belleza y la armonía de la existencia.
El ser humano tiende generalmente
a vivir en un mundo mental artificial, un mundo de imágenes que no corresponden
necesariamente a la realidad.
Cuando la mente ve un objeto lo interpreta y llega a sus
propios conceptos sobre Lo que ve, que no corresponde con lo que es. Crea teorías
y filosofías que pueden basarse en percepciones desfiguradas o completamente
falsas.
El hombre ha notado en la
naturaleza la aparición de centro en diversas cosas. Una flor parece tener un
centro; el sol parece ser el centro de todo un sistema solar que gira en torno
suyo, y del cual depende la energía de ese sistema. El ojo humano parece tener
un centro, la pupila. Se imagina que hay un centro en su propio cuerpo, para
algunos el corazón, para otros el cerebro. El átomo parece tener un centro, de
esta manera se han formado conceptos teocéntricos, una especie de círculo en torno
de un dios de quien el hombre ha creado una imagen en su propia mente.
Y cuando hay un centro
también parece haber una circunferencia. El que cree en un dios puede
considerarse a sí mismo como colocado cerca del centro, y a los paganos los
sitúa en la periferia con un centro y una circunferencia, con unos que están
dentro del círculo y otros fuera.
De modo similar ha formado dentro de su mente un universo
homocéntrico, pues le parece que todo ha sido creado para su propio beneficio,
los árboles, las flores, los pájaros ...Todo es para que él lo explote, para
satisfacer su codicia, sus deseos de comodidad, su orgullo.
Sin embargo, viéndolos
desde una perspectiva diferente, los centros dejan de existir. El átomo parece
tener un centro, pero hay muchos átomos que forman un cuerpo; de modo que
cuando una cosa se convierte en parte de un sistema mayor ya no es un centro
desde el punto de mira de ese sistema mayor. Puede haber incontables átomos en el ojo humano, pero el centro de cada
átomo no es el centro del cuerpo ni el centro del cuerpo humano es el centro
del universo. Y así, ampliando más y más la perspectiva, puede uno preguntarse
si habrá en realidad un centro de todo.
Los seres humanos no sólo piensan que el hombre es el
centro de todas las cosas, sino que todas las cosas han sido hechas para su
beneficio; y cada hombre piensa que él es el centro de su propio entorno
particular. Cada uno ha creado para sí un centro desde el cual mira al mundo y
actúa sobre él. Este yo individual se ha vuelto tremendamente importante para
cada persona.
Sin embargo, observando
el proceso total de la naturaleza, parece que los individuos son de muy pequeña
importancia. En cada especie nacen millones de criaturas, pero la naturaleza
parece no darles mucha importancia y deja que muchísimas de ellas perezcan. Por
ejemplo, producen millones de ardillas que se reproducen muchísimo pero no
todas pueden sobrevivir. Si sobrevivieran, otros procesos no podrían funcionar,
y así muchos de esos roedores tienen que servir de comida a otras especies. Y
esto es cierto con la mayoría de las criaturas.
El hecho es que la naturaleza parece ver todas las cosas
con el mismo ojo, y tal vez esa sea la razón para que haya un constante
intercambio y sacrificio de unas a otras. Esta es una verdad que la mente
humana no quiere reconocer.
Hay intercambio al nivel
físico. El aire que respiramos contiene oxígeno que pasa de una criatura a
otra; la materia que compone nuestro cuerpo se desintegra y se vuelve parte del
cuerpo de alguna otra criatura que a su turno se desintegra y se vuelve parte
del sistema físico de algo más. Este intercambio ocurre no sólo a nivel físico
sino también a nivel mental, pues estamos continuamente influyéndonos recíprocamente
con nuestros pensamientos. Cuando hablo, algunos pensamientos míos pueden
entrar al sistema mental de ustedes y tal vez yo este absorbiendo algo dentro de mi propia mente consciente o
inconscientemente, como un resultado de mi contacto con ustedes. En todo momento hay un intercambio, y
parece que no hay esa independencia que llamamos existencia individual.
La naturaleza no parece
darle valor a las cosas en particular y del mundo, ha desarrollado todo un sistema de valores en
torno suyo. A lo que está más cerca o en el centro, o sea él mismo le da el
supremo valor. Y estos valores diferentes producen la lucha por sobrevivir, los
conflictos, las frustraciones, las ambiciones, y todo cuanto aflige a la mente
humana.
El hombre ha creado un sistema de valores, y mide todas
las cosas de acuerdo con sus propios prejuicios y con el conjunto de imágenes
que se ha formado en su propia mente y que no tienen nada que ver con la realidad
de lo que es.
Un artículo publicado en Rider's
Digest, por el Profesor Lewis Thomas dice que las verdaderas maravillas, no
son el Taj-Mahal, ni el Puente de la Bahía de Sydney, ni ninguna de las cosas
que el hombre ha hecho y que aprecia tanto porque son productos suyos. Las
verdaderas maravillas, dice, se encuentran en la naturaleza misma... Uno
de los ejemplos que da el Profesor Thomas es el de un pequeño escarabajo que vive
en el árbol de mimosa. La escarabaja pone sus huevos en la corteza del árbol,
pero sus crías no pueden sobrevivir si el árbol sigue verde; necesita una rama
seca para crecer. Por tanto la escarabaja, una vez que pone sus huevos, corta
un círculo en la corteza de la rama un poquito antes de donde los puso, para
que la rama se seque y marchite y los escarabajitos puedan vivir.
Uno puede preguntarse cómo sabe el escarabajo lo que
tiene que hacer, o sea cortar por ahí la corteza, y por qué lo hace antes de donde
puso los huevos y no después; pero la inteligencia de la naturaleza está funcionando
en esta actividad del escarabajo hay un hecho adicional, y es que el árbol
mimosa puede sobrevivir por 20 o 30 años dejándolo solo, pero si se le poda
puede vivir hasta cien años. De modo que esta actividad del escarabajo le ayuda
al árbol a vivir más tiempo. Y entonces puede uno preguntarse qué es lo que la
naturaleza está pretendiendo, ¿que los escarabajos sobrevivan, o que el árbol
viva más tiempo?
Como se dijera, millones
de criaturas se producen en todas las especies; mueren, y la muerte es una
parte muy importante de la evolución. La
muerte es uno de los inventos mejores que ha ayudado a que la evolución
prosiga, pues si las formas no muriesen no podría haber cambio y sin cambio no
habría progreso evolutivo.
Así parece que el individuo no cuenta, sino que hay algún
propósito en el designio global de la naturaleza, y que cumplir ese propósito
es mucho más importante que la existencia de los individuos, incluso los
humanos.
Mucha gente ha especulado
sobre lo que puede ser ese designio y si hay algún propósito en todo el proceso
y movimiento de la evolución. Es muy difícil decir qué es ese propósito, pues
estamos fijados en un punto estático en el tiempo y en el espacio y no nos
damos cuenta perfecta de la inmensidad de todo este movimiento.
Algunos han tenido
vislumbres de este movimiento y han expresado sus pensamientos sobre ese
propósito como la consciencia de una armonía innata de amor. Sir Alister Hardy
menciona la posibilidad de que exista una fuerza que opere tras todo este
proceso aparentemente mecánico, y especula sobre la posibilidad de que esa
fuerza activa sea el amor.
En la naturaleza hay algo
que se está cumpliendo con extraordinaria inteligencia y a la vez con una
maravillosa belleza. En una conferencia
reciente en Hadar un científico explicó que en muchas ocasiones en que los
hombres de ciencia y otros han penetrado en nuevas verdades, han quedado llenos
de un sentimiento de la gran belleza en la existencia. Esas visiones son un
modo de percibir la Verdad.
En la naturaleza
encontramos no sólo una inteligencia activa, sino también una belleza como
fruto de esa actividad. Su inteligencia le enseña al escarabajo a cooperar con
el árbol, a la golondrina del mar del Ártico a volar hasta las regiones
antárticas; al trozo de carne arrancado a reemplazarse por un trozo nuevo,
etc., etc.
El hombre cree que la inteligencia es algo que le
pertenece a él exclusivamente, pero no es así. Su inteligencia no es sino una
parte de la inteligencia de la naturaleza, siendo ésta de una belleza
extraordinaria. Sin embargo, la belleza no puede crearse a menos que
haya amor. Una persona que no ame lo que está haciendo no puede producir un
objeto bello. Posemos decir pues que inteligencia, belleza y amor se
manifiestan por medio de los grandes procesos naturales: la extraordinaria
interdependencia, el intercambio constante. Al hombre le gustaría escaparse
de ello, colocarse aparte.
Parece que en la
naturaleza todo exige sacrificio. Tal
vez es paradójico que el deseo de sobrevivir esté sembrado en el sistema
físico, pues sin este instinto no habría continuidad en las especies ni
posibilidad alguna de progreso. Pero cualquier cosa que sobreviviera demasiado
tiempo en la misma forma, no podría progresar. Tiene que haber pues,
supervivencia y al mismo tiempo sacrificio. Toda cosa se sacrifica físicamente a otra; ahora más adelante, también
se sacrificará más que en lo físico.
Pero como el hombre se ha atribuido que es el centro de
todas las cosas, piensa que todas ellas deben sacrificarse en su beneficio sin
que él tenga que sacrificar nada de sus codicias, de su comodidad, sus
ambiciones, etc. Esta es una de las razones porque esté destruyendo su mismo
hábitat, con lo cual impedirá su propia supervivencia y la de todas las demás
criaturas.
El lector inteligente puede simbolizar el hecho de que
sin sacrificio no puede haber iluminación o sabiduría.
El principio del sacrificio no puede practicarse mientas
el yo se considere como centro del universo. En los procesos de la naturaleza podemos ver como ella
se preocupa por toda pequeña forma de vida, y la provee con los medios para
vivir y crecer y así empieza uno a sentir que el centro no está en el hombre ni
en ninguna cosa en particular, sino que el centro está en todas partes. Pero el
yo padece de ceguera.
El concepto teocéntrico ve a Dios como algo que está
fuera, y al mundo como creación suya aquí abajo. Han habido otros
conceptos diversos; algunos de ellos dicen que la inteligencia divina, la
naturaleza divina, hay que experimentarla y sentirla en todas las cosas pues si
no somos capaces de percibirla así, no vale nada. Esa imposibilidad puede
deberse a que la mente esté tan sobrecargada de imágenes y conceptos que sea
incapaz de verla.
Hay un factor que crea esa ignorancia, y que actúa como
un biombo que impide la percepción; ese factor es la noción que pone al yo como
el centro desde el cual hay que mirar todas las cosas y juzgar su valor.
El mundo está hoy en una
situación muy triste, agravada por conflictos debidos a que el yo persiste, a
que el yo es el factor dominante.
Algo semejante ocurre con la violencia. Hay violencia por
doquiera, y esa violencia engendra miedo. Y el hombre que siente temor es
agresivo a su vez, porque el miedo siempre produce agresión. Y así la violencia
aumenta continuamente en este mundo.
Si buscamos el origen de
todo esto, podremos ver que todo surge de imaginar que hay un centro, con los
cuales atiborramos nuestra mente.
En el Baghavad Gita hay
una definición de yoga como EQUILIBRIO o IGUALDAD. Sólo cuando la mente es capaz de ver el valor IGUAL de todas las cosas
puede ver por doquiera en todo momento que existe un centro de inteligencia
divina de poder y belleza y amor divinos. Y ese es el estado que puede llamarse
Yoga.
El hombre se considera él
mismo como el centro de las cosas. Piensa
que él es una criatura material porque ese instinto de supervivencia que lleva
enclavado en su cuerpo lo hace creer que él es una criatura material porque ese
instinto de supervivencia que lleva enclavado en su cuerpo lo hace creer que él
debe continuar existiendo como una entidad física que su intención predominante
debe ser beneficiarse él mismo, que debe conseguir y lograr lo que otros no han
logrado alcanzar.
Esta misma actitud la traslada al campo psicológico,
donde desea encontrar diversas comodidades psicológicas, tales como adquirir
más conocimientos, progresar en el campo religioso, etc.,. Todo ello es parte
del concepto que tiene de sí mismo, ya sea como cuerpo o como mente.
Pero si realmente se propusiera comprender
lo que ES el ser humano, tal vez podría entender que no es el cuerpo y ni
siguiera la mente.
La mente humana está
quizá ligeramente más desarrollada que la del animal. Lo que esencialmente hace humano al hombre no es poder pensar; esta capacidad
de pensar es la que ha creado todos los problemas que existen en el mundo. El
sólo pensar no lo eleva a una categoría superior; lo que lo hace esencialmente
humano es su capacidad de darse cuenta de cosas que no pertenecen al campo
material; la mente es también parte de ese campo material.
Lo que lo hace ser humano es esa
posibilidad que existe en él para ser consciente de valores no materiales,
tales como sabiduría, belleza, verdad, paz armonía, que son los que en realidad
hacen de él un ser en verdad humano. En ese estado de sabiduría, amor y
armonía, no existe ningún centro.
Madame Blavatsky fue
quien citó o usó la frase "El centro que está en todas partes y
la circunferencia que no está en ninguna". En ese estado de
sabiduría, el centro está ciertamente en todas partes, porque sabiduría es la mezcla de inteligencia con
amor y belleza.
En el Bhagavad Gita se nos advierte que la
libertad está en quedar libres del pensamiento de que uno mismo es el que sabe,
el que actúa, el que disfruta.
Cuando ese centro del yo
desaparece, se obtiene una guía extraordinariamente iluminadora. El hombre sabe entonces que toda
inteligencia es la inteligencia de la naturaleza que puede manifestarse
conforme a los propios medios de ella en cada lugar y en cada unidad de vida.
Sabe que su conocimiento no es "suyo" sino conocimiento universal.
Que su afecto, si es real, no es "suyo" sino sentir la unidad universal
de todas las cosas.
Sólo cuando el hombre abandona todo el sentimiento del yo
es cuando queda libre de estas nociones del YO SOY ESTO o YO SOY AQUELLO, y reconoce
que el centro de todo lo que es grande y bueno está por doquiera en el universo
a todo instante. Entonces es cuando realmente se vuelve libre y trasciende su
propia naturaleza actual.
La esencia de todo lo que
puede entenderse bajo el concepto del centro que está en todas partes, se
encuentra tal vez en la bella invocación de la Dra. Besant:
Oh Vida oculta que vibras en cada átomo.
Oh, Luz oculta que brillas en toda criatura.
Oh, Amor oculto que todo lo abarcas en la Unidad.
Que cada ser que se sienta uno Contigo,
Sepa que por lo tanto es también uno con todos los demás.
Oh, Luz oculta que brillas en toda criatura.
Oh, Amor oculto que todo lo abarcas en la Unidad.
Que cada ser que se sienta uno Contigo,
Sepa que por lo tanto es también uno con todos los demás.
Publicado en Theosophy in Australia, junio 1985
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