EL CUERPO FÍSICO
(TOMADO DEL LIBRO:
EL HOMBRE Y SUS CUERPOS)
Bajo el término cuerpo físico, deben incluirse los dos principios
inferiores del hombre (llamados en lenguaje teosófico el Sthula Sharira y el Linga Sharira), puesto que ambos funcionan en
el plano físico, están compuestos de materia física, son abandonados por el hombre al
tiempo de su muerte, y se desintegran juntos en el mundo físico
cuando aquél pasa al astral.
Otra razón para clasificar estos dos principios como
cuerpo o vehículo físico, es que, mientras no podamos salir del mundo físico,
tenemos que usar de una u otra, o de ambas envolturas a la vez; las
dos pertenecen al plano físico por la materia de que están formadas, y no
pueden pasar del mismo; la conciencia que obra dentro de ellas; se halla
circunscrita a los límites físicos, y está sujeta a las leyes ordinarias del
espacio y del tiempo.
Aún cuando parcialmente
separables, se separan rara vez durante la vida terrestre, no siendo tal separación
nada buena, sino señal de enfermedad o de constitución desequilibrada.
Distínguense por los materiales
de que están compuestos. El uno como cuerpo grosero, y el otro como doble
etéreo, siendo este último el duplicado exacto del cuerpo visible, partícula
por partícula, y el medio por el cual funcionan todas las corrientes vitales y
eléctricas de que depende la actividad del cuerpo.
Este doble etéreo ha sido hasta ahora llamado Linga Sharira, pero
es más conveniente abandonar el uso de este nombre, por varias razones. El
"Linga Sharira", desde tiempo inmemorial, ha sido usado en los libros
indos en otro sentido, y se origina grandísima confusión entre los
estudiantes de la literatura oriental, así asiáticos como europeos, al oír
otros significados arbitrarios distintos del suyo reconocido; esta razón basta
por sí sola para que se abandone el uso impropio.
Por otra parte, es mejor tener
nombres europeos para designar la constitución humana, suprimiendo así de las
obras elementales la gran dificultad de la terminología sánscrita.
El nombre de doble etéreo expresa
exactamente la naturaleza y constitución de la parte más sutil del cuerpo
físico, siendo, por tanto, significativo y fácil de recordar, como debe ser
todo nombre; es
"etéreo" porque se compone de materia etérea, y "doble", por
ser duplicado exacto del cuerpo grosero, su sombra, por decirlo así.
Ahora bien:
la materia física tiene siete subdivisiones distinguibles una de otra, cada
una de las cuales presenta gran variedad de combinaciones dentro de sus propios límites.
Las subdivisiones son:
estado sólido,
líquido,
gaseoso
y etéreo; este último se compone de cuatro estados
tan distintos entre sí, como lo es el líquido respecto al sólido y al gaseoso.
Estos son los siete estados de la
materia física, y cualquiera parte de ésta es susceptible de pasar por los
siete estados, aún cuando bajo lo que llamamos temperatura y presión normales, asuma
uno y otro de ellos como un estado permanente; así el oro es de ordinario sólido,
el agua líquida y el cloro gaseoso.
El cuerpo físico del hombre está compuesto
de materia en estos siete grados, conteniendo el cuerpo grosero, sólidos,
líquidos y gases; y el doble etéreo las cuatro subdivisiones del éter, conocidas
respectivamente como éter I, éter II, éter III y éter IV.
Nada de lo que el hombre ejecute en relación solamente con el cuerpo
físico, puede hacer de él un vidente o un santo; pero también es verdad que, el
cuerpo un instrumento de que tenemos que hacer uso, es necesario tratarlo de
modo que nos sirva para encaminarnos en la dirección del Sendero. El trato sólo
del cuerpo no nos conducirá a las alturas a que aspiramos, mas su abandono nos
haría completamente imposible el escalar esas elevadas regiones.
Los instrumentos del hombre son
los cuerpos en que tiene que vivir y trabajar, y la primera cosa de que tenemos
que penetramos es lo siguiente: que el cuerpo
existe para nosotros, no nosotros para el cuerpo; el cuerpo es nuestro para usarlo, no somos
nosotros de él para que nos use.
El cuerpo es un instrumento que
debe ser refinado, mejorado, educado, modelado de tal modo y hecho de tales constituyentes,
que sea en el plano físico el medio más adecuado para los fines superiores del
hombre.
Todo lo que conduzca a este propósito debe practicarse
y fomentarse; todo lo que sea contrario a él, debe eludirse.
No importan las propensiones que
el cuerpo pueda tener ni las costumbres que haya contraído en el pasado; el
cuerpo es nuestro, es nuestro servidor para emplearlo como queramos; desde el momento
en que tome la dirección y pretenda guiar al hombre en lugar de ser guiado,
todo el objeto de la vida queda invertido, y toda clase de progreso se hace
absolutamente imposible.
Este es el punto de donde tiene que partir toda persona que tenga un
verdadero interés por la Teosofía.
La naturaleza misma del cuerpo físico hace que se le pueda convertir
fácilmente en servidor e instrumento.
Tiene ciertas particularidades
que nos ayudan a educarlo, y que le hacen relativamente fácil de dirigir y
formar; una de ellas es que una vez acostumbrado a obrar de cierto modo, sigue
voluntariamente por la misma senda, encontrándose tan feliz en ella, como
cuando seguía una línea de conducta distinta.
Si se ha adquirido una mala costumbre, el cuerpo se resistirá de un modo
notable a cambiarla; pero si se le obliga a ello, si se vence el obstáculo que
pone y se le fuerza a obrar con arreglo a la voluntad, entonces, al poco
tiempo, el cuerpo, por acuerdo propio, repetirá la nueva costumbre que el
hombre le ha impuesto, y seguirá el nuevo método con tanta satisfacción como lo
hacía con el anterior.
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