LA UNIDAD FUNDAMENTAL DE TODAS
LAS RELIGIONES
(3ra. Parte)
Sobre el
comienzo del universo el Zohar
enseña:
“En el comienzo era la Voluntad del Rey anterior a toda
existencia manifestada por emanación fuera de esta Voluntad. Ella dibujó y grabó en la luz suprema y
resplandeciente del Cuadrante (Tétrada sagrada), las formas todas de las cosas
que, ocultas, debían aparecer manifestarse.” (Myer.__ La Cábala, Págs. 194-195.)
Nada puede existir en donde la Divinidad no
está inmanente.
En lo que respecta a la reencarnación,
se enseña que el alma esta presente en la mente divina antes de venir a la
tierra. Si
el alma permaneciese pura durante su prueba, escaparía el renacimiento; pero
esto parece que sólo fue una posibilidad teórica, porque se dice:
“Todas las almas están sujetas a la revolución (metempsicosis);
pero los hombres no conocen los caminos del Señor, ¡bendito sea! Ignoran la manera cómo fueron juzgados en
todo tiempo: antes de haber venido a este mundo y después de dejarlo.” (Ibíd., página 198).
En
las Escrituras exotéricas, así hebraicas como cristianas, se encuentran rastros
de esta doctrina, como, por ejemplo, en la
creencia de la vuelta de Elías, y más tarde en su reaparición en la persona de
Juan Bautista.
Si miramos a Egipto, encontraremos allí desde
la antigüedad más remota, la Trinidad conocidísima de Ra (el Padre); Osiris-Isis,
como dualidad o Segundo Logos; y Horus. Recuérdese el grandioso himno a Amón-Ra:
“Los Dioses se inclinan ante Tu majestad exaltando las almas del
que las ha engendrado... y te dicen: Paz a todas las emanaciones del Padre
inconsciente de los padres conscientes de los dioses... ¡OH Tú, productor de
los seres!, adoramos las almas que emanan de Ti. Tú nos engendras, ¡OH Desconocido!, y te
saludamos adorándote en cada alma dios que desciende de Ti y vive en nosotros.” (Citado en La Doctrina Secreta, Vol.
III, Pág. 486, Edic. Inglesa.)
Los “Padres conscientes de los
dioses” son los Tres Logos; el “Padre inconsciente”
es la Existencia Una, llamada inconsciente porque es infinitamente más y no
menos que la limitación a la que atribuimos el nombre de conciencia.
En los
fragmentos del Libro
de los muertos, podemos estudiar las concepciones de la reencarnación del
alma humana, de su peregrinación hacia el Logos y de su unión fidelísima con
El. El famoso papiro
del “escriba Ani triunfante en la paz” está lleno de rasgos que recuerdan al lector
las Escrituras de otras creencias.
Tales son su viaje
a través del mundo inferior,
la esperanza de
restituirse a su cuerpo (forma que toma la reencarnación en los egipcios),
y en fin su
identificación con el Logos:
“Osiris Ani dice: Yo soy el Gran Uno, hijo del Gran Uno. Yo soy el fuego, hijo del fuego... He unido
mis propios huesos y me he hecho entero, sano y joven una vez más. Yo soy Osiris, el Señor de la
eternidad.” (XLIII,
i, 4.)
En el examen crítico
del libro de los muertos por Pierret encontramos este sorprendente pasaje:
“Yo soy el Ser de los nombres misteriosos, que se prepara a sí
mismo las moradas para millones de años” (Pág.
22). “Corazón, que me viene de mi madre, mi
corazón es necesario a mi existencia sobre la tierra... Corazón, que me viene de mi madre, corazón
que me es necesario para mi transformación”
(Págs. 113-114).
En la religión
de Zoroastro encontramos la concepción de la Existencia Una, figurada
por el espacio ilimitado de donde surge el Logos, Ahura-Mazda el
creador:
“Supremo en omnisciencia y en bondad, sin rival en esplendor, la
región de la luz es la residencia de Ahura-Mazda.”
(The Bundahis. __Sacred Books of the.
East V.3-4__V.2)
A él se rinde
homenaje en primer lugar en el Yasna, la principal obra litúrgica de
los zoroastrianos:
“Yo proclamo y cumpliré mi Yasna (culto) hacia Ahura-Mazda, el
Creador, el radiante, el más grande y el mejor, el más hermoso (?) (Para
nuestra concepción), el más firme, el más sabio y aquel entre todos los seres
cuyo cuerpo es el más perfecto, el que cumple sus fines mas infaliblemente por
el orden equitativo que ha establecido; hacia el que pone nuestras almas en la
vía recta, el que irradia a lo lejos su gracia creadora de alegría, que nos ha
hecho y formado, alimentado y protegido, el Espíritu bienhechor entre todos...” (S. B. of the E. XXXI, Págs. 195-196.)
El adorador rinde luego homenaje a los Ahmeshaspends y a
otros dioses; pero el Dios supremo manifestado, el Logos, no se representa
aquel como Tri-Unidad. Como entre los
hebreos, hubo en el culto exotérico la tendencia a perder de vista esta verdad
fundamental. Felizmente podemos
encontrar la huella de su enseñanza
originaria, aunque desapareciera de las creencias populares.
El Dr. Haug,
en su Ensayo
sobre los Parsis (Vol. V de Trübner´s Oriental series), dice que Ahura-Mazda (Aubarmazd u
Hormazd) es el Ser Supremo y que de él fueron engendradas “dos causas
primordiales, que, aunque diferentes, estaban unidas y produjeron el mundo de
las cosas materiales, así como el mundo del espíritu”
(página 303).
Esos dos principios fueron llamados gemelos y
están presentes en todas las cosas, así en Ahura-Mazda como en el hombre.
El uno engendra lo real, el otro
lo no real, y estos dos aspectos se convirtieron
posteriormente en los genios antagonistas del Bien y del Mal; pero en la enseñanza primitiva formaban evidentemente
el Segundo Logos, cuyo signo característico es la dualidad.
Lo bueno y lo Malo son sencillamente la Luz y las
Tinieblas, el Espíritu y la Materia, los gemelos esencialmente de universo, los
Dos procedentes del Uno.
Criticando la
idea posterior de los dos genios, dice el Dr. Haug: “Tal es la noción zoroastriana original de los Espíritus
creadores, que forman sencillamente dos partes del Ser Divino. Pero ulteriormente, a consecuencia de errores
y falsas interpretaciones, esta doctrina del gran fundador fue adulterada y
llegó a corromperse. Spentomainyush (El
Espíritu Bueno) fue considerado como uno de los nombres del mismo Ahura-Mazda,
y como razón Angromainyush (El Espíritu Malo) estaba separado por completo de
Ahura-Mazda, se consideró como su perpetuo enemigo. Así nació el dualismo de Dios y del
Diablo” (Pág. 205).
La opinión de
Dr. Haug parece corroborada por el Gatha Ahunavaiti dado a Zoroastro o Zaratushtra
por los arcángeles el mismo tiempo que otros Gathas.
“En el principio había una pareja gemela, dos Espíritus, cada
uno de actividad particular, a saber: el bien y el mal... Y esos dos
espíritus unidos crearon la primera cosa (las cosas materiales): uno la
realidad, otro la no-realidad... Y para socorrer esta vida (para
acrecentarla) Armaiti acudió con sus riquezas, la inteligencia buena y
verdadera. Ella, la eterna, creó el
mundo material...
Todas las cosas perfectas, reconocidas como los seres mejores,
se recogen en la morada magnífica de la Buena inteligencia, la Sabia y la
Justa.” (Yasna, Págs. 149-151.)
Aquí
encontramos los tres Logos.
Ahura-Mazda, el primero (el principio), la Vida Suprema; en El y por
El los dos gemelos, el Segundo Logos;
luego Armaiti, la inteligencia, Creador del Universo, el Tercer
Logos.
Mas tarde
aparece Mithra y viene a obscurecer hasta cierto punto, en la religión
exotérica la verdad primitiva.
De ella se ha
dicho: “Ahura
Mazda la estableció para conservar y velar todo este universo. Nunca dormida, siempre en vela, guarda la
creación de Mazda.” (Mihir.
Yast. XXVII. 103.__S.b. of the East, XVIII.)
Mithra era un dios subordinado, la Luz del Cielo, como
Varuna era el cielo mismo, una de las grandes inteligencias directoras. Las más elevadas
de esas inteligencias fueron los seis
Ahmeshaspends, presididos por Vohuman, el Buen Pensamiento de Ahura-Mazda. Ellos
son los “que administran toda la creación material”.
(S. B. of the East, V. Pág. 10,
nota.)
La reencarnación no se consigna
en las obras que se han traducido hasta el presente, y tal creencia no se
encuentra tampoco en los países modernos.
Pero encontramos en
ellos la idea de que el Espíritu, en el hombre, es una chispa cuyo fin es ser
un día llama y reunirse con el Fuego Supremo; lo cual implica un desarrollo
para el cual es indispensable el renacimiento. El Zoroastrismo quedará incomprendido
mientras no se hallen los Oráculos Caldeos y los escritos que a ellos se refieren,
porque realmente de ahí procede su origen.
Yendo hacia
Occidente, hacia Grecia,
encontramos el sistema Órfico, del que Mr. G. R.
S. Mead nos habla en su obra titulada Orpheus.
La
inefable obscuridad, Tres veces desconocida, tal era el
nombre dado a la Existencia Una.
“Según la teología de
Orfeo, todas las cosas proceden de un principio inmenso, al que la pobre y
débil concepción humana nos obliga a designar con un nombre, aunque sea completamente
inefable. Ese principio es, según el
lenguaje referente de los egipcios, una obscuridad tres veces desconocida, en
cuya contemplación toda ciencia se convierte en ignorancia.” (Thomas Taylor, citado en Orpheus, Pág. 94.)
De ahí procede
la Trinidad Primordial:
el Bien universal
el Alma universal y
la Mente
universal.
He aquí, pues,
nuevamente la Trinidad Lógica, Mr. Mead se expresa en los siguientes términos:
“La primera tríada que se puede manifestar al intelecto no es
sino una reflexión o representación de lo que no puede manifestarse. Sus hipóstasis son: a) el Bien que es
supra-esencial; b) el Alma (el alma del mundo), esencia auto-determinante; c)
El Intelecto (o la Inteligencia), que es una esencia indivisible e inmutable.” (Ibíd., Pág. 94.)
Luego viene
una serie de Triadas siempre descendentes, que con decreciente esplendor reproducen
las características de la primera hasta llegar al hombre, que “contiene en sí mismo
potencialmente la suma y la substancia del universo... la raza de los hombres y
de los dioses es una”. (Pindar, que era uno de
los pitagóricos, citado por San Clemente, Strom, v, 709.)
“Por eso se ha llamado al hombre microcosmos o mundo pequeño,
para distinguirle del macrocosmos, universo o mundo grande”. (Ibíd., Pág. 271.)
El hombre
posee el vodg (Nous) o inteligencia
real, el soloy (Logos) o parte
racional y el akoyoc (alogos) o parte
irracional; las dos primeras forman cada una Triada nueva, y presentan así
la división septenaria más elaborada.
El hombre era
considerado también como poseedor de tres vehículos:
el cuerpo físico,
el cuerpo sutil
y el cuerpo
cruciforme o auyoelong (Augoeides), que “es el cuerpo causal o
vestido Kármico del alma, donde se acumula su destino, o mas bien todos los
gérmenes de la causalidad pasada. Esta
es aquí el “alma hilo”, como se le llama a veces, el cuerpo que pasa de
encarnación en encarnación”. (Ibíd., Pág. 284.)
En cuanto a la
reencarnación: “de
acuerdo con todos los adeptos a los misterios en todos los países, los órficos
creían en ella”.
(Ibíd., Pág. 292.)
Mr. Mead cita en apoyo de su aserto numerosos
testimonios y demuestra que Platón, Empédocles, Pitágoras y otros enseñaron tal
doctrina. Únicamente por la virtud
podían los hombres ligarse de la “Rueda de las vidas”.
Taylor, en las
notas a sus “Obras Selectas de Plotino”, cita un pasaje de Damascio a
propósito de las enseñanzas de Platón
sobre lo que hay más allá del Uno, la Existencia In-manifestada:
“Parece, en verdad, que Platón nos lleva inefablemente a través
del Uno como intermediario hasta lo Inefable más allá del Uno, que es actual
objeto de nuestra discusión. Llega por
una ablación del Uno, como llega al Uno por una ablación de las demás cosas...
Lo que está más allá del Uno debe honrarse con perfectísimo silencio... El Uno,
en verdad, quiere existir por sí mismo sin ningún otro. Pero lo Desconocido más allá del Uno es
absolutamente inefable, y confesamos que no podemos conocerle ni ignorarle,
aunque está recubierto por nosotros de un velo de súper ignorancia. Por consecuencia, estando próximo de Eso, el
Uno está por sí obscurecido: pues estando próximo del principio inmenso, si se
me permite decirlo así, está en cierto modo en el santuario de ese silencio
verdaderamente místico... El principio está por encima del Uno y de todas las
cosas, porque es más sencillo que cada uno de ellos”
(páginas 341 – 343).
Las
escuelas pitagóricas, platónica y neoplatónica tienen tantos puntos de contacto
con el pensamiento indo y budista que es evidente su derivación de una fuente
única. R. Garbe, en su obra Die Samkhya Philosophie (III. Págs. 85-105) señala esos puntos, y su opinión puede
resumirse así:
Lo más sorprendente es la
semejanza __o mejor dicho, la identidad— de la doctrina del Uno o del Único en
los Upanishads y en la escuela de Elea.
La doctrina de
Xenófanes sobre la unidad de Dios y del Cosmos y sobre la inmutabilidad
del Único,
y más aún la de Parménides, que consideraba la realidad como atributo
exclusivo del Único increado, indestructible y omnipotente, mientras que todo
lo que es múltiple y está sujeto a cambio sólo es apariencia, y enseña además
que ser y pensar no son sino una misma cosa;
semejantes doctrinas son completamente idénticas a la enseñanza esencial de los
Upanishads y a la filosofía Vedanta de donde se derivan.
En época más remota
todavía, la opinión de Tales, de que todo lo existente ha salido del
agua, se parece sorprendentemente a la doctrina védica, según la cual el
universo salió del seno de las aguas.
Más tarde Anaximandro adoptó como origen de todas las cosas una Substancia
eterna, infinita e indefinida de donde
proceden todas las substancias definidas y a la que vuelven; hipótesis
idéntica a la que se encuentra en el fondo de la filosofía Sankhya, a saber, la Prakriti, fuera de la
cual se desarrolla todo el aspecto material del Universo.
Y la frase
célebre expresa la opinión característica de la doctrina Sankhya de que todas
las cosas se modifican continuamente, sin cesar, bajo la actividad incesante de
las tres gunas. Empédocles, a su
vez, enseño un sistema de trasmigración y evolución idéntico en suma al Sankhya,
y así su teoría de que nada puede venir a la existencia si de antemano
no existe, presenta una identidad aun más estrecha con una de las doctrinas
características de la citada filosofía.
Las doctrinas de Anaxágoras
y de Demócrito están en muchísimos puntos en íntima conformidad con las
doctrinas indas, especialmente las ideas del segundo sobre la naturaleza y el
papel de los dioses.
Lo mismo puede
decirse de Epicuro, sobre todo respecto de algunos detalles. Pero sobre todo en las doctrinas de Pitágoras
encontramos más íntima y frecuente identidad en la enseñanza y en la
argumentación, y la tradición explica esas analogías diciendo que el mismo Pitágoras
visitó la India y aprendió en ella su filosofía.
(Tomado
del libro: La Sabiduría Antigua)
Lo bueno y lo Malo son sencillamente la Luz y las
Tinieblas, el Espíritu y la Materia, los gemelos esencialmente de universo, los
Dos procedentes del Uno.
La reencarnación no se consigna
en las obras que se han traducido hasta el presente, y tal creencia no se
encuentra tampoco en los países modernos.
Pero encontramos en
ellos la idea de que el Espíritu, en el hombre, es una chispa cuyo fin es ser
un día llama y reunirse con el Fuego Supremo; lo cual implica un desarrollo
para el cual es indispensable el renacimiento. El Zoroastrismo quedará incomprendido
mientras no se hallen los Oráculos Caldeos y los escritos que a ellos se refieren,
porque realmente de ahí procede su origen.
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