¿SON LOS SUEÑOS SOLO
VISIONES INÚTILES?
La naturaleza
humana es un abismo, el cual la psicología y la ciencia humana en general, han
sondeado menos de lo que algunos que nunca han oído pronunciar la palabra
psicología. Nunca están más perplejos los eminentes censores de las Sociedades
Científicas, que cuando son llevados cara a cara con ese misterio insoluble, la
naturaleza interior del hombre.
Sin embargo, la clave de esto,
está en el ser dual del hombre.
Es la clave que ellos rehúsan usar,
bien conscientes de que una vez echada por tierra la puerta del adytum, ellos
estarán forzados a dejar caer una a una sus acariciadas teorías y conclusiones
finales –habiéndose probado más de una vez que no habían sido nada mejor que
falsos pasatiempos, como todo lo construido sobre, y comenzado desde premisas
falsas e incompletas.
Si debemos quedarnos satisfechos con las
medias explicaciones de la psicología en lo referente a los sueños sin sentido,
¿Cómo explicar en tal caso los numerosos hechos de sueños
verificados?
El decir que el hombre es un ser
dual; que en el hombre –para usar las palabras de Pablo– “Hay un cuerpo natural,
y hay un cuerpo espiritual” y que, por lo tanto, el debe, por necesidad,
tener un doble conjunto de sentidos, es equivalente en la opinión del escéptico
educado, a pronunciar una falacia imperdonable, y de lo más acientífica. Sin
embargo, tiene que ser pronunciada a despecho de la ciencia.
El hombre está innegablemente dotado
de un doble conjunto: con sentidos naturales o físicos –y que dejamos bajo la
protección de la fisiología para que los estudie; y, con sentidos sub–naturales o espirituales, los cuales pertenecen enteramente al dominio de la ciencia
psicológica. Que quede bien entendido, que la
palabra Latina “sub”, se usa aquí en el sentido diametralmente opuesto al que,
por ejemplo, se le da en química. En nuestro caso no es una preposición, sino
un prefijo como en “subatómico”.
En efecto, así
como se ha demostrado que el sonido agregado de la naturaleza es un sólo tono definido,
una nota tónica que vibra desde y a través de la eternidad; y que tiene per se
una existencia innegable, aunque posea un tono que sólo puede ser apreciado por
el oído refinadamente agudo” (Los especialistas
consideran que ese tono es el Fa intermedio, del piano.– Ed. del Theosophist
.[H.P.B.].) de la misma manera la precisa armonía o
disonancia de la naturaleza externa del hombre es vista por el observador, que
depende enteramente del carácter y de la nota tónica tocada para el hombre
exterior por el interior.
Es el EGO espiritual o Centro de
conciencia Espiritual el que sirve como base
fundamental, determinando el tono de toda la vida del hombre ese
instrumento, el más caprichoso, incierto y variable de todos, y el cual, más
que ningún otro necesita de una afinación constante; es solamente su voz, la
cual como los registros graves del pedal de un órgano está por debajo de la
melodía de toda su vida ya sea que sus
tonos sean dulces o desagradables, armónicos o desenfrenados legado o pizzicato.
Por lo tanto, nosotros decimos, que el hombre, además del cerebro físico tiene también un
cerebro espiritual. Sí el grado de receptividad del
primero depende totalmente de su propia estructura física y desarrollo, por
otro lado, está completamente subordinado al segundo, en tanto que es
sólo el Ego Espiritual el que puede impresionar más o menos vívidamente al cerebro
exterior, con la percepción de las cosas puramente espirituales o inmateriales,
ya sea que el Ego se incline más hacia sus dos principios más elevados, o hacia
su concha física.
De
aquí que dependa de la agudeza de los sentimientos mentales del Ego interior,
del grado de espiritualidad de sus facultades, el que pueda transferir la
impresión de las escenas que percibe su cerebro semimaterial, las palabras que
escucha y lo que siente, al cerebro del hombre exterior.
Mientras más fuerte sea la espiritualidad de las
facultades del cerebro semiespiritual, lo más fácil será para el Ego el despertar
los hemisferios dormidos, mover a la actividad a los ganglios sensores y al cerebelo,
y grabar en el cerebro físico,
–siempre en completa inactividad y descanso durante el sueño profundo del
hombre– la
vívida imagen del asunto así transferido.
En un hombre sensual, no espiritual, en uno cuyo modo de
vida, propensiones y pasiones animales han desconectado completamente su Ego
animal, astral de su “Alma Espiritual” superior; lo mismo que en aquél cuya
dura labor física ha desgastado de tal manera al cuerpo material, haciéndolo
temporalmente insensible a la voz y al tacto del Alma Astral, –durante el sueño
los cerebros de ambos hombres permanecen en un estado completo de anemia o
completa inactividad. Tales personas rara
vez, o quizás jamás en su vida, tendrán algún sueño, y menos aún “visiones que
lleguen a ocurrir”.
En el primer caso, al acercarse el tiempo
para despertar, y el sueño se hace más ligero, comienzan a ocurrir cambios
mentales, que constituyen los sueños en los cuales la inteligencia no jugará
parte alguna; su cerebro semidespierto sólo sugerirá imágenes que únicamente
serán grotescas reproducciones borrosas de sus hábitos desenfrenados de vida;
mientras que en el segundo caso –al menos que
esté fuertemente preocupado con algún pensamiento excepcional– su instinto
siempre presente de hábitos activos lo despertará al instante a la completa vigilia,
sin ningún interludio, y sin permitirle permanecer en ese estado semidormido,
durante el cual, al comenzar a regresar la conciencia, vemos sueños de varias
clases.
Por otro lado, mientras más espiritual
sea un hombre, lo más activa será su fantasía, y tendrá mayores probabilidades
de recibir en visión, las correctas impresiones que le sean
comunicadas por su Ego que todo lo ve y que siempre se encuentra despierto. Los sentidos espirituales de
éste último al no estar impedidos por la interferencia de los sentidos físicos,
están en intimidad directa con su principio espiritual supremo; y éste
último, aunque per se sea una parte cuasi inconsciente de lo completamente
inconsciente, debido a que es totalmente lo Absoluto
(Respecto a estas enseñanzas, los Teistas argüirán toda clase de salvedades y
los Espiritistas darán lugar a varias objeciones. Es evidente que no se puede esperar
de nosotros el que demos, dentro de los estrechos límites de un corto artículo,
una explicación completa de esta doctrina sumamente abstrusa y esotérica. El
decir que la Conciencia Absoluta sea inconsciente de su conciencia, y que por
tanto deba ser inconciencia Absoluta para el intelecto limitado del hombre,
puede parecer como estar hablando de un triángulo cuadrado.– Ed. de Theosophist
[H.P.B.]) inmaterial –tiene
sin embargo en sí mismo capacidades inherentes de Omnisciencia, Omnipresencia y
Omnipotencia las cuales, tan pronto como la esencia pura llega en contacto con
la materia pura sublimada, y (para nosotros) imponderable–imparte hasta cierto
punto estos atributos al Ego Astral en la medida de su pureza.
De aquí que las personas altamente espirituales
verán visiones y sueños cuando están durmiendo y aún en sus horas de vigilia;
esos son los sensitivos, los videntes nacidos naturalmente, ahora vagamente denominados
“mediums espirituales”, sin que se
haga ninguna distinción entre un vidente subjetivo, un sujeto neurypnológico, y
un adepto, alguien que se ha hecho independiente de sus idiosincrasias fisiológicas
y que ha sojuzgado enteramente al hombre exterior por medio del interior
.Aquellos espiritualmente menos dotados, verán tales sueños pero a muy contados
intervalos, dependiendo la precisión de esos últimos, de la intensidad de su
sentimiento en relación al objeto percibido.
Es así como, en este tema de la verificación
de los sueños, así como en muchos otros, la ciencia se encuentra ante un
problema no resuelto, cuya naturaleza insoluble ha sido creada por su propia
terquedad materialista, y su sistema rutinario acariciado por largo tiempo.
Porque, o bien, el hombre es un ser
dual, con un Ego interior en él, siendo este Ego el “hombre real”, distinto de,
e independiente del hombre exterior en proporción a la preponderancia o
debilidad del cuerpo material;
un Ego el alcance
de cuyos sentidos se extiende mucho más allá del límite otorgado a los sentidos
físicos del hombre;
un Ego que
sobrevive al deterioro de su cubierta exterior –al menos por un tiempo, aún
cuando un mal rumbo de vida lo haya hecho fracasar en lograr una unión perfecta
con su Centro Superior de Conciencia espiritual, esto es el unir su
individualidad con Âtma , (en cada caso desvaneciéndose la personalidad);
o bien– el testimonio de millones de hombres abarcando
varios miles de años; la evidencia proporcionada en nuestro propio siglo por
cientos de los hombres más educados –frecuentemente por las luminarias más grandes de la ciencia– toda esta evidencia, decimos, no
valdría nada. Con la excepción de un puñado de autoridades científicas,
rodeadas por una ansiosa multitud de escépticos y semisabios con conocimientos
superficiales que nunca han visto algo, y por lo tanto demandan el derecho a
negar todo, – ¡el mundo se encuentra condenado como
si fuese un gigantesco Manicomio!
Tiene sin embargo
un departamento especial, y está reservado para aquellos, que, habiendo probado
estar en su cabal juicio, por necesidad, deben ser considerados como IMPOSTORES Y MENTIROSOS.
¿Pero, es que el fenómeno de los sueños ha sido entonces
estudiado tan a fondo por la ciencia materialista, que ella ya no tiene nada
más que aprender, dado que habla en tonos tan autoritarios sobre esta materia? Nosotros decimos que de ninguna manera.
Los fenómenos
de la sensación y la volición, del intelecto y del instinto, se manifiestan
todos ellos desde luego a través de los canales de los centros nerviosos,
siendo el cerebro el más importante de ellos.
Respecto a la peculiar substancia a través de la cual
tienen lugar estas acciones una substancia cuyas dos formas son la vesicular y
la fibrosa, se considera que ésta última es simplemente el propagador de las
impresiones enviadas hacia y desde la materia vesicular. Sin embargo
aunque la ciencia distingue esta función fisiológica, o es dividida en tres clases –la motora, sensoria y conectora– la misteriosa
operación del intelecto permanece tan misteriosa e incomprensible para los
grandes fisiólogos como lo era en los días de Hipócrates.
La sugerencia
científica de que podría haber una cuarta serie asociada con las operaciones
del pensamiento no ha ayudado a solucionar el problema, ha fracasado en arrojar
el más mínimo rayo de luz sobre el insondable misterio. Ni jamás lo podrán
sondear al menos que nuestros hombres de Ciencia acepten la hipótesis del HOMBRE DUAL .
(Blavatsky)
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