EL KAMALOKA
(2ra. Parte)
Pasemos
a una región menos sombría.
La segunda
subdivisión del mundo astral puede considerarse como reproducción astral del
mundo físico.
Con
efecto, la materia de esta región predomina en la composición del cuerpo astral
de los objetos materiales, así como en la mayoría de los hombres.
Ninguna
región está más estrechamente relacionada con el mundo físico.
La mayoría de los “muertos” residen aquí durante cierto tiempo y
gran número de ellos tienen aquí plena conciencia. Se interesaron por las
nimiedades y trivialidades de la existencia, se apegaron a las fruslerías;
muchos se dejaron dominar por su naturaleza inferior y murieron llevando
vivos sus apetitos, deseos y goces físicos. Cómo tal fue el empleo de sus
energías vitales, edificaron su cuerpo astral con materiales que responden con
facilidad a los contactos físicos.
Después de la muerte, este cuerpo astral sólo
puede retenerlos en la proximidad de objetos terrestres.
Estas gentes son, en su mayoría, descontentos, ambiciosos,
inquietos, con más o menos sufrimiento según su intensidad de los deseos que no
pueden satisfacer.
Algunos sufren de hecho una angustia real y en ella permanecen
largo tiempo hasta que se limpian de sus concupiscencias terrenas.
Muchos de ellos prolongan inútilmente su estancia tratando de
comunicarse con la tierra, de llevar a ella los intereses a que están ligados,
a favor de los médium que les prestan el cuerpo físico, supliendo así la
carencia del suyo propio.
De esta región proviene, en general, la vana charlatanería, tan
conocida del que haya frecuentado las secciones espiritistas públicas—charla de
portera y moralidad de la casa de huéspedes.
Estas almas, ligadas a la tierra, tienen por lo general escasa
inteligencia, y sus comunicaciones no revisten otro interés, para el que ya
está convencido de la existencia del alma después de la muerte, que el que
tendría su conversación en la tierra.
Además, como aquí abajo, esos desgraciados son tanto más
afirmativos cuanto más ignorantes e imponen a sus fieles, como última
concepción del mundo invisible, el conocimiento limitado que ellos mismos
tienen.
Después de la muerte, como antes de ella,
Confunden
las hablillas de su pueblo
con los grandes
rumores del universo.
Se encuentran también en esta región las
gentes que muertas con alguna preocupación tratan de comunicarse con sus amigos
a fin de arreglar el asunto terrestre que les preocupa.
Si
no logran manifestarse, o trasmitir su deseo a
algún amigo bajo la forma de sueño, pueden ocasionar muchas molestias por golpes u otros ruidos hechos
para atraer la atención o provocados inconscientemente por sus impacientes
esfuerzos.
En
tal caso, una persona competente hará obra de caridad comunicando con la
entidad angustiada para saber lo que desea. Esta intervención bastará en
ocasiones para devolver la quietud amenazada.
En
esta región, el alma está fácilmente expuesta a fijar su atención en la tierra,
aunque no lo solicite espontáneamente.
Semejante
flaco servicio lo hacen con demasiada frecuencia los tristemente apasionados y
el ardiente deseo que de su querida presencia sienten los amigos que dejó en la
tierra.
Los
pensamientos—formas
engendrados por estos sentimientos, se posan alrededor del alma y la despiertan
de pronto cuando duerme apaciblemente.
Otras
veces, cuando tiene conciencia, su atención queda violentamente atraída hacia
la tierra de que debe alejarse.
En
el primer caso, sobre todo, el egoísmo inconsciente de los amigos que hay en la
tierra, perjudica a los muertos amados, de tal modo, que esos mismos amigos
serían los primeros en lamentarlo si fueran conscientes.
Quizá
la comprensión de los sufrimientos infligidos sin necesidad por esta causa a
los que abandonaron la tierra, ayude a algunos a reconocer la autoridad de los
preceptos religiosos que ordenan la sumisión a la ley divina y la represión del
dolor excesivo y tumultuoso.
La
tercera y la cuarta región del Kamaloka difieren poco de la segunda y pueden
considerarse casi como etéreas.
La cuarta es más sutil que
la tercera, pero las características generales de las tres regiones son las
mismas.
Encontramos aquí almas de un tipo más evolucionado, y aunque estén retenidas en este lugar por la
envoltura debida a la actividad de los interese terrestres, su atención se dirige por lo
general hacia adelante y no hacia atrás. Mientras no se les llama por fuerzas a
los negocios de la vida física, pasan sin preocuparse de ellos.
Permanecen, sin
embargo, accesibles todavía a las impresiones terrestres, y el interés cada día más débil que tienen por los
asuntos mundanos puede despertarse por los clamores de aquí abajo.
Un
gran número de personas instruidas y reflexivas que, no obstante, se dejaron
absorber por los cuidados del mundo, tienen conciencia en esas regiones.
Se les puede obligar a
comunicarse por los médium, pero es raro que busquen por sí mismos tal comunicación.
Sus
palabras tienen con toda evidencia mayor valor que las que preceden de los de
la segunda región.
No
ofrecen, sin embargo, más interés que la conversación de esas mismas personas
en su vida.
La iluminación espiritual no procede, por lo
demás, del Kamaloka.
La quinta subdivisión del Kamaloka ofrece muchas características
nuevas.
Su aspecto es claramente luminoso o radiante y
muy atractivo para quien sólo está acostumbrado a los sombríos colores de la
tierra, justificando el epíteto de astral, estrellado, que se da al conjunto
del plano.
Aquí se encuentran todos los cielos
materializados que tan importantes papel desempeñan en las religiones del mundo.
Las cacerías
celestes del piel roja;
en el Walhalla del
escandinavo;
el paraíso lleno de
Huríes, del musulmán;
la Nueva Jerusalén
de oro y puertas de piedras preciosas, del cristiano;
el cielo lleno de
liceos, del reformador materialista;
todos tienen aquí su sitio.
Los rígidos devotos que se apegan
desesperadamente a la “letra que mata”, encuentran aquí la satisfacción literal de sus
deseos.
Gracias a su potencia imaginativa, alimentada por la corteza
estéril de los libros santos del mundo,
construyen inconscientemente con materia astral los castillos en el aire
en que sueñan.
Las creencias religiosas más
extrañas encuentran aquí su realización informe y temporal, y los sectarios de
las letras de todas las religiones, deseosos de su exclusiva salvación en el
cielo más materialista que pueda imaginarse,
encuentran satisfacción en este lugar que les conviene perfectamente, rodeados
como se hallan de las mismas condiciones a las que ajustaron su fe.
Los religiosos y filántropos que no tuvieron otro propósito que
ejecutar sus propios caprichos e imponer al prójimo su manera de ver, en vez de
trabajar desinteresadamente por el acrecentamiento de la virtud y de la dicha
humanas, se encuentran aquí a sus anchas y organizan reformatorios, asilos y
escuelas con plena satisfacción personal; y en ocasiones se regocijan al meter
mano astral en cualquier asunto terreno, a favor de un médium dócil al que
dirigen con la mayor condescendencia.
Edifican astralmente iglesias, casas escuelas, reproduciendo
los cielos materiales que ambicionaron, y aunque a la mirada clarividente puedan parecer sus
construcciones imperfectas, y con algo dolorosamente grotesco, para ellos nada
dejan de desear.
Los sectarios de una misma religión se reúnen y
cooperan de maneras diferentes, formando comunidades que difieren entre sí
tanto como las comunidades análogas de aquí abajo.
Cuando
se les atrae hacia la tierra, buscan en general, correligionarios y
compatriotas, no por afinidad natural, sino porque las barreras del idioma
persisten en Kamaloka, como denotan los mensajes recibidos en los círculos
espiritistas.
Las almas de esta región toman a veces vivo interés por las
tentativas efectuadas para establecer comunicaciones entre este mundo y el
suyo; y de ahí que de la religión inmediatamente superior provengan los espíritus guías de gran número
de médium.
Esas almas saben generalmente que hay ante ellas una posibilidad
de existencia más elevada, y que están destinadas a pasar, tarde o temprano, a
mundos donde la comunicación con esta tierra no les será posible.
La sexta región del Kamaloka asemejase a la quinta, pero es
mucho más sutil.
Se encuentra
poblada principalmente de almas más evolucionadas, que acaban de gastar la envoltura
astral, a través de la cual sus energías mentales se manifestaron en gran parte
durante la vida física.
Su
detención se debe al preponderante
papel desempeñado por el egoísmo de su vida intelectual y artística, y a
que prostituyeron sus talentos, de un modo refinado y delicado, en pro de la
naturaleza sensible.
Les
rodea todo cuanto de más bello en Kamaloka, porque su pensamiento creador
modela la sustancia luminosa de su estancia pasajera en paisajes admirables, en
palpitantes océanos de luz, en montañas con picos de nieve, en fértiles llanuras
y en escenas de hechizante belleza, aun comparadas con lo más exquisito de la
tierra.
Se encuentran igualmente aquí los devotos de las religiones,
pero de tipo más elevado que de la subdivisión precedente, con sentimientos más
justo de sus propias limitaciones.
Todos confían seguramente en dejar su estancia actual para pasar
a más elevada esfera.
La séptima y superior subdivisión del Kamaloka, está ocupada casi exclusivamente por los intelectuales, hombres y
mujeres, que tuvieron sobre la tierra vigorosos materialismo o estuvieron de
tal modo sujetos a los medios por los cuales el mental inferior adquiere
conocimientos en el cuerpo físico, que continúan persiguiendo esos
conocimientos según el antiguo método, aunque con facultades más desarrolladas.
Recuerda uno
instintivamente cuan hostil era Carlos Lamb a quién la idea de que en el cielo
había de adquirir el conocimiento por “no sé qué raro procedimiento de
intuición” en vez de adquirirlo en “sus queridos libros”.
Más de un sabio
vive durante años, y siglos a veces (según H. P. Blavatsky) en una verdadera biblioteca
astral, recorriendo ávidamente todas las obras que tratan de su tema favorito,
perfectamente satisfecho de su suerte.
Quienes
concentraron toda su energía en una dirección cualquiera de investigación
intelectual y abandonaron el cuerpo físico sin calmar su sed de conocimientos,
continúan persiguiendo su objeto con infalible persistencia, unidos por ese
trabajo al mundo físico.
Con frecuencia
tales hombres son todavía escépticos en cuanto a las posibilidades superiores
que les aguardan, retroceden ante la
perspectiva de lo que les parece realmente una segunda muerte, la
pérdida de la conciencia que precede al nacimiento del alma a la vida superior
del cielo.
Los
políticos, los hombres de estado y los hombres de ciencia permanecen algún
tiempo en esta región, despojándose lentamente de su envoltura
astral, sujetos todavía a la existencia terrestre por el vivo interés que
prestan a los movimientos en que tan gran papel desempeñaron y por el esfuerzo
que hacen para efectuar astralmente aquellos proyectos que la muerte les
impidió realizar.
_Para todos, salvo
para la ínfima minoría que no experimentó sobre la tierra un sólo movimiento de
amor desinteresado o de aspiración intelectual, que vivió sin reconocer jamás
algo elevado que su yo; para todos llega, tarde o temprano, un tiempo en que
por fin se desatan las ligaduras del cuerpo astral.
_El alma adquiere
momentáneamente conciencia de lo que le rodea, conciencia semejante a la que
sigue a la muerte física, pues se
despierta por un sentimiento de felicidad intensa, inmensa, insondable, imposible
de imaginar aquí abajo, de la felicidad del mundo celeste, del mundo a que por
naturaleza pertenece el alma.
_Pudo haber nutrido
muchas pasiones viles y bajas, muchas codicias vulgares y sórdidas; pero ha visto resplandores de naturaleza más
elevada, resplandores interrumpidos, esparcidos, de una región más pura.
_Entonces, estos
resplandores maduran por ser ya época de la cosecha, y los pobres y débiles recogen
el fruto que les pertenece.
Por
esto va el hombre muy lejos a recoger esa cosecha celeste, a fin de comerla y
asimilarse sus frutos.
El cadáver astral, como se le llama a veces, o el cascarón astral de la
entidad de que es parte, se compone de restos de las siete capas concéntricas anteriormente
descritas, restos mantenidos en conjunto por la remanencia magnética del alma. Cada capa o corteza, a su vez, se disgrega
hasta reducirse a fragmentos esparcidos, que quedan sujetos, por la atracción
magnética, a las capas que todavía subsisten.
Cuando todas quedan reducidas a semejante condición, incluso la
séptima, la más interna, el hombre mismo escapa dejando tras sí esos restos.
El cascarón flota
luego a través del mundo astral, repitiendo de una manera automática sus
vibraciones acostumbradas, y a medida que el magnetismo remanente va perdiéndose,
se descompone el cascarón cada vez más y acaba por disolverse del todo,
restituyendo sus materiales al fondo común de la materia astral, como el cuerpo
físico devuelve al mundo físico los elementos de que se componía.
El cascarón astral va de un
lado a otro según las corrientes astrales, y si no está muy descompuesto puede vitalizarse por el magnetismo
de las almas encarnadas en la tierra, siendo así capaz de alguna actividad. Absorbe
el magnetismo como una esponja el agua, repitiendo con intensidad
marcadísima las vibraciones a que ha estado acostumbrado en otro tiempo.
Semejantes vibraciones se ponen de manifiesto
generalmente bajo la acción de algún pensamiento común al alma desaparecida y a
sus amigos terrestres, y el
cascarón, así vitalizado, puede desempeñar muy regularmente el papel de
inteligencia comunicante.
Se distingue, sin embargo, aparte del empleo de
la visión astral, por la repetición automática de los pensamientos familiares,
así como por la carencia de toda idea original y de todo conocimiento adquirido
después de la muerte física.
Así como las almas pueden hallar en su progreso obstáculos puestos
por los amigos ignorantes e irreflexivos, es posible, igualmente, que reciban
socorro por esfuerzos sabios y bien dirigidos.
Por eso, todas las religiones, que conservan algún vestigio de
la oculta sabiduría de sus fundadores, prescriben
preces u oraciones fúnebres. Estas oraciones, como las ceremonias que las
acompañan, son más o menos eficaces según el conocimiento, el amor y la fuerza
de voluntad que las anima.
Tienen por base el
principio universal de la vibración, según la cual está construido, modificado
y conservado el universo.
Los
sonidos engendran vibraciones y modelan la materia astral en formas
determinadas que el pensamiento anima por medio de las palabras.
Estos
pensamientos—formas se
dirigen hacia la entidad que está purgando, y obran sobre su astral precipitando
su disolución.
Con la decadencia del saber oculto, estas ceremonias han venido a
ser cada vez menos eficaces y hasta de utilidad casi nula.
Sin embargo, cuando se efectúan por un hombre de saber, ejercen la
influencia apetecida.
Por
lo demás, cada uno puede ayudar a sus muertos amados enviándoles pensamientos de amor y de paz, y haciendo votos por
un rápido progreso a través del Kamaloka y por su liberación de las trabas
astrales.
Que
nuestros muertos no sigan solitarios su camino, sin el auxilio de nuestros pensamientos—formas más
cariñosos, abandonados a los ángeles custodios que deben guiarlos y animarlos
en su marcha hacia la dicha.
(Tomado
del libro: La Sabiduría Antigua)
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