jueves, 16 de octubre de 2014

EL KAMALOKA (2ra. Parte)

EL  KAMALOKA

(2ra. Parte)


Pasemos a una región menos sombría.
La segunda subdivisión del mundo astral puede considerarse como reproducción astral del mundo físico.
Con efecto, la materia de esta región predomina en la composición del cuerpo astral de los objetos materiales, así como en la mayoría de los hombres.
Ninguna región está más estrechamente relacionada con el mundo físico.

La mayoría de los “muertos” residen aquí durante cierto tiempo y gran número de ellos tienen aquí plena conciencia. Se interesaron por las nimiedades y trivialidades de la existencia, se apegaron a las fruslerías; muchos se dejaron dominar por su naturaleza inferior y murieron llevando vivos sus apetitos, deseos y goces físicos. Cómo tal fue el empleo de sus energías vitales, edificaron su cuerpo astral con materiales que responden con facilidad a los contactos físicos.

Después de la muerte, este cuerpo astral sólo puede retenerlos en la proximidad de objetos terrestres.

Estas gentes son, en su mayoría, descontentos, ambiciosos, inquietos, con más o menos sufrimiento según su intensidad de los deseos que no pueden satisfacer.

Algunos sufren de hecho una angustia real y en ella permanecen largo tiempo hasta que se limpian de sus concupiscencias terrenas.

Muchos de ellos prolongan inútilmente su estancia tratando de comunicarse con la tierra, de llevar a ella los intereses a que están ligados, a favor de los médium que les prestan el cuerpo físico, supliendo así la carencia del suyo propio.

De esta región proviene, en general, la vana charlatanería, tan conocida del que haya frecuentado las secciones espiritistas públicas—charla de portera y moralidad de la casa de huéspedes.

Estas almas, ligadas a la tierra, tienen por lo general escasa inteligencia, y sus comunicaciones no revisten otro interés, para el que ya está convencido de la existencia del alma después de la muerte, que el que tendría su conversación en la tierra.

Además, como aquí abajo, esos desgraciados son tanto más afirmativos cuanto más ignorantes e imponen a sus fieles, como última concepción del mundo invisible, el conocimiento limitado que ellos mismos tienen.

Después de la muerte, como antes de ella,
Confunden las hablillas de su pueblo
con los grandes rumores del universo.

Se encuentran también en esta región las gentes que muertas con alguna preocupación tratan de comunicarse con sus amigos a fin de arreglar el asunto terrestre que les preocupa.
Si no logran manifestarse, o trasmitir su deseo a  algún amigo bajo la forma de sueño, pueden ocasionar muchas  molestias por golpes u otros ruidos hechos para atraer la atención o provocados inconscientemente por sus impacientes esfuerzos.
En tal caso, una persona competente hará obra de caridad comunicando con la entidad angustiada para saber lo que desea. Esta intervención bastará en ocasiones para devolver la quietud amenazada.

En esta región, el alma está fácilmente expuesta a fijar su atención en la tierra, aunque no lo solicite espontáneamente.
Semejante flaco servicio lo hacen con demasiada frecuencia los tristemente apasionados y el ardiente deseo que de su querida presencia sienten los amigos que dejó en la tierra.
Los pensamientos—formas engendrados por estos sentimientos, se posan alrededor del alma y la despiertan de pronto cuando duerme apaciblemente.
Otras veces, cuando tiene conciencia, su atención queda violentamente atraída hacia la tierra de que debe alejarse.
En el primer caso, sobre todo, el egoísmo inconsciente de los amigos que hay en la tierra, perjudica a los muertos amados, de tal modo, que esos mismos amigos serían los primeros en lamentarlo si fueran conscientes.
Quizá la comprensión de los sufrimientos infligidos sin necesidad por esta causa a los que abandonaron la tierra, ayude a algunos a reconocer la autoridad de los preceptos religiosos que ordenan la sumisión a la ley divina y la represión del dolor excesivo y tumultuoso.

La tercera y la cuarta región del Kamaloka difieren poco de la segunda y pueden considerarse casi como etéreas.

La cuarta es más sutil que la tercera, pero las características generales de las tres regiones son las mismas.

Encontramos aquí almas de un tipo más evolucionado, y aunque estén retenidas en este lugar por la envoltura debida a la actividad de los interese terrestres, su atención se dirige por lo general hacia adelante y no hacia atrás. Mientras no se les llama por fuerzas a los negocios de la vida física, pasan sin preocuparse de ellos.

Permanecen, sin embargo, accesibles todavía a las impresiones terrestres, y el interés cada día más débil que tienen por los asuntos mundanos puede despertarse por los clamores de aquí abajo.

Un gran número de personas instruidas y reflexivas que, no obstante, se dejaron absorber por los cuidados del mundo, tienen conciencia en esas regiones.

Se les puede obligar a comunicarse por los médium, pero es raro que busquen por sí mismos tal comunicación.

Sus palabras tienen con toda evidencia mayor valor que las que preceden de los de la segunda región.
No ofrecen, sin embargo, más interés que la conversación de esas mismas personas en su vida.
La iluminación espiritual no procede, por lo demás, del Kamaloka.

La quinta subdivisión del Kamaloka ofrece muchas características nuevas.

Su aspecto es claramente luminoso o radiante y muy atractivo para quien sólo está acostumbrado a los sombríos colores de la tierra, justificando el epíteto de astral, estrellado, que se da al conjunto del plano.

Aquí se encuentran todos los cielos materializados que tan importantes papel desempeñan en las religiones del mundo.

Las cacerías celestes del piel roja;
en el Walhalla del escandinavo;
el paraíso lleno de Huríes, del musulmán;
la Nueva Jerusalén de oro y puertas de piedras preciosas, del cristiano;
el cielo lleno de liceos, del reformador materialista;
todos tienen aquí su sitio.

Los rígidos devotos que se apegan desesperadamente a la “letra que mata”, encuentran aquí la satisfacción literal de sus deseos.

Gracias a su potencia imaginativa, alimentada por la corteza estéril de los libros santos del mundo,  construyen inconscientemente con materia astral los castillos en el aire en que sueñan.
Las creencias religiosas más extrañas encuentran aquí su realización informe y temporal, y los sectarios de las letras de todas las religiones, deseosos de su exclusiva salvación en el cielo más materialista que pueda imaginarse, encuentran satisfacción en este lugar que les conviene perfectamente, rodeados como se hallan de las mismas condiciones a las que ajustaron  su fe.
Los religiosos y filántropos que no tuvieron otro propósito que ejecutar sus propios caprichos e imponer al prójimo su manera de ver, en vez de trabajar desinteresadamente por el acrecentamiento de la virtud y de la dicha humanas, se encuentran aquí a sus anchas y organizan reformatorios, asilos y escuelas con plena satisfacción personal; y en ocasiones se regocijan al meter mano astral en cualquier asunto terreno, a favor de un médium dócil al que dirigen con la mayor condescendencia.

Edifican astralmente iglesias, casas escuelas, reproduciendo los cielos materiales que ambicionaron, y aunque a la  mirada clarividente puedan parecer sus construcciones imperfectas, y con algo dolorosamente grotesco, para ellos nada dejan de desear.
Los sectarios de una misma religión se reúnen y cooperan de maneras diferentes, formando comunidades que difieren entre sí tanto como las comunidades análogas de aquí abajo.
Cuando se les atrae hacia la tierra, buscan en general, correligionarios y compatriotas, no por afinidad natural, sino porque las barreras del idioma persisten en Kamaloka, como denotan los mensajes recibidos en los círculos espiritistas.

Las almas de esta región toman a veces vivo interés por las tentativas efectuadas para establecer comunicaciones entre este mundo y el suyo; y de ahí que de la religión inmediatamente superior  provengan los espíritus guías de gran número de médium.
Esas almas saben generalmente que hay ante ellas una posibilidad de existencia más elevada, y que están destinadas a pasar, tarde o temprano, a mundos donde la comunicación con esta tierra no les será posible.

La sexta región del Kamaloka asemejase a la quinta, pero es mucho más sutil.

Se encuentra poblada principalmente de almas más evolucionadas, que acaban de gastar la envoltura astral, a través de la cual sus energías mentales se manifestaron en gran parte durante la vida física.

Su detención se debe al preponderante papel desempeñado por el egoísmo de su vida intelectual y artística, y a que prostituyeron sus talentos, de un modo refinado y delicado, en pro de la naturaleza sensible.
Les rodea todo cuanto de más bello en Kamaloka, porque su pensamiento creador modela la sustancia luminosa de su estancia pasajera en paisajes admirables, en palpitantes océanos de luz, en montañas con picos de nieve, en fértiles llanuras y en escenas de hechizante belleza, aun comparadas con lo más exquisito de la tierra.

Se encuentran igualmente aquí los devotos de las religiones, pero de tipo más elevado que de la subdivisión precedente, con sentimientos más justo de sus propias limitaciones.
Todos confían seguramente en dejar su estancia actual para pasar a  más elevada esfera.
     
La séptima y superior subdivisión del Kamaloka, está ocupada casi exclusivamente por los intelectuales, hombres y mujeres, que tuvieron sobre la tierra vigorosos materialismo o estuvieron de tal modo sujetos a los medios por los cuales el mental inferior adquiere conocimientos en el cuerpo físico, que continúan persiguiendo esos conocimientos según el antiguo método, aunque con facultades más desarrolladas.

Recuerda uno instintivamente cuan hostil era Carlos Lamb a quién la idea de que en el cielo había de adquirir el conocimiento por “no sé qué raro procedimiento de intuición” en vez de adquirirlo en “sus queridos libros”.
Más de un sabio vive durante años, y siglos a veces (según H. P. Blavatsky) en una verdadera biblioteca astral, recorriendo ávidamente todas las obras que tratan de su tema favorito, perfectamente satisfecho de su suerte.
Quienes concentraron toda su energía en una dirección cualquiera de investigación intelectual y abandonaron el cuerpo físico sin calmar su sed de conocimientos, continúan persiguiendo su objeto con infalible persistencia, unidos por ese trabajo al mundo físico.
Con frecuencia tales hombres son todavía escépticos en cuanto a las posibilidades superiores que les aguardan, retroceden ante la  perspectiva de lo que les parece realmente una segunda muerte, la pérdida de la conciencia que precede al nacimiento del alma a la vida superior del cielo.

Los políticos, los hombres de estado y los hombres de ciencia permanecen algún tiempo en esta región, despojándose lentamente de su envoltura astral, sujetos todavía a la existencia terrestre por el vivo interés que prestan a los movimientos en que tan gran papel desempeñaron y por el esfuerzo que hacen para efectuar astralmente aquellos proyectos que la muerte les impidió realizar.
_Para todos, salvo para la ínfima minoría que no experimentó sobre la tierra un sólo movimiento de amor desinteresado o de aspiración intelectual, que vivió sin reconocer jamás algo elevado que su yo; para todos llega, tarde o temprano, un tiempo en que por fin se desatan las ligaduras del cuerpo astral.

_El alma adquiere momentáneamente conciencia de lo que le rodea, conciencia semejante a la que sigue a la muerte física, pues se despierta por un sentimiento de felicidad intensa, inmensa, insondable, imposible de imaginar aquí abajo, de la felicidad del mundo celeste, del mundo a que por naturaleza pertenece el alma.

_Pudo haber nutrido muchas pasiones viles y bajas, muchas codicias vulgares y sórdidas; pero ha visto resplandores de naturaleza más elevada, resplandores interrumpidos, esparcidos, de una región más pura.

_Entonces, estos resplandores maduran por ser ya época de la cosecha, y los pobres y débiles recogen el fruto que les pertenece.
Por esto va el hombre muy lejos a recoger esa cosecha celeste, a fin de comerla y asimilarse sus frutos.

El cadáver astral, como se le llama a veces, o el cascarón astral de la entidad de que es parte, se compone de restos de las siete capas concéntricas anteriormente descritas, restos mantenidos en conjunto por la remanencia magnética del alma. Cada capa o corteza, a su vez, se disgrega hasta reducirse a fragmentos esparcidos, que quedan sujetos, por la atracción magnética, a las capas que todavía subsisten.
Cuando todas quedan reducidas a semejante condición, incluso la séptima, la más interna, el hombre mismo escapa dejando tras sí esos restos.

El cascarón flota luego a través del mundo astral, repitiendo de una manera automática sus vibraciones acostumbradas, y a medida que el magnetismo remanente va perdiéndose, se descompone el cascarón cada vez más y acaba por disolverse del todo, restituyendo sus materiales al fondo común de la materia astral, como el cuerpo físico devuelve al mundo físico los elementos de que se componía.
     
El cascarón astral va de un lado a otro según las corrientes astrales, y si no está muy descompuesto puede vitalizarse por el magnetismo de las almas encarnadas en la tierra, siendo así capaz de alguna actividad. Absorbe el magnetismo como una esponja el agua, repitiendo con intensidad marcadísima las vibraciones a que ha estado acostumbrado en otro tiempo.

Semejantes vibraciones se ponen de manifiesto generalmente bajo la acción de algún pensamiento común al alma desaparecida y a sus amigos terrestres, y el cascarón, así vitalizado, puede desempeñar muy regularmente el papel de inteligencia comunicante.
Se distingue, sin embargo, aparte del empleo de la visión astral, por la repetición automática de los pensamientos familiares, así como por la carencia de toda idea original y de todo conocimiento adquirido después de la muerte física.
     
Así como las almas pueden hallar en su progreso obstáculos puestos por los amigos ignorantes e irreflexivos, es posible, igualmente, que reciban socorro por esfuerzos sabios y bien dirigidos.
Por eso, todas las religiones, que conservan algún vestigio de la oculta sabiduría de sus fundadores, prescriben preces u oraciones fúnebres. Estas oraciones, como las ceremonias que las acompañan, son más o menos eficaces según el conocimiento, el amor y la fuerza de voluntad que las anima.
Tienen por base el principio universal de la vibración, según la cual está construido, modificado y conservado el universo.

Los sonidos engendran vibraciones y modelan la materia astral en formas determinadas que el pensamiento anima por medio de las palabras.
Estos pensamientos—formas se dirigen hacia la entidad que está purgando, y obran sobre su astral precipitando su disolución.

Con la decadencia del saber oculto, estas ceremonias han venido a ser cada vez menos eficaces y hasta de utilidad casi nula.
Sin embargo, cuando se efectúan por un hombre de saber, ejercen la influencia apetecida.

Por lo demás, cada uno puede ayudar a sus muertos amados enviándoles pensamientos de amor y de paz, y haciendo votos por un rápido progreso a través del Kamaloka y por su liberación de las trabas astrales.
Que nuestros muertos no sigan solitarios su camino, sin el auxilio de nuestros pensamientos—formas más cariñosos, abandonados a los ángeles custodios que deben guiarlos y animarlos en su marcha hacia la dicha.



(Tomado del libro: La Sabiduría Antigua)

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