FENÓMENOS RELACIONADOS
CON EL CUERPO FÍSICO
(TOMADO DEL LIBRO:
EL HOMBRE Y SUS CUERPOS)
Cuando una persona "se va a
dormir", el Ego se desliza fuera del cuerpo físico y lo deja en su sueño a fin
de que se reponga para el día siguiente.
El cuerpo denso y su doble etéreo, son así abandonados a sus propios
impulsos y al efecto de las influencias que atraen a
sí por su constitución y costumbres.
Corrientes de formas de pensamientos del mundo astral de una naturaleza
similar a las formas de pensamiento creadas o albergadas por el Ego en su vida
diaria, corren a través de los cerebros denso y etéreo, y
mezclándose con la repetición automática
de las vibraciones puestas en acción en el estado de vigilia por el Ego, ocasionan
los sueños interrumpidos y caóticos conocidos de la mayoría de las gentes.
Estas imágenes sin hilación son
instructivas, porque
demuestran el funcionamiento del cuerpo físico cuando se haya abandonado a sí
mismo; sólo puede reproducir los fragmentos de pasadas vibraciones,
sin orden racional o coherencia, ajustándolos unos a otros a medida que se
presentan, por más grotescamente incongruentes que sean, insensible a lo absurdo
y a lo irracional, contento de una fantasmagoría de formas y colores calidoscópicas,
que ni siquiera tienen la regularidad dada por los espejos de aquella clase. Mirados de este modo los cerebros denso y
etéreo, se ve fácilmente que son los instrumentos del pensamiento, no
los cuadros del mismo, pues ya vemos cuán difusas son sus creaciones cuando
están abandonados a sí mismos.
Durante el sueño, el Ego pensante
se desliza fuera de estos dos cuerpos, o más bien de este cuerpo de dos partes,
visible e invisible, que deja puntos: a la muerte sale de ellos por última vez, pero con la
diferencia de que retira con él el doble etéreo, separándolo de su copia densa,
y haciendo así imposible que continúe
el funcionamiento del aliento de vida en este último, cómo un todo orgánico.
El Ego se desprende luego
prontamente del doble etéreo, que como hemos visto no puede pasar al plano astral,
dejándolo que se desintegre con su compañero de vida. Algunas veces se aparece inmediatamente después de la muerte, a
algún amigo que se halla a no mucha distancia del cadáver, pero naturalmente
manifiesta muy poca conciencia, y no habla ni hace otra cosa más que
"manifestarse".
Como es físico; es relativamente fácil verlo; y una ligera tensión del
sistema nervioso puede hacer la vista bastante penetrante para distinguirlo. Es igualmente la causa de muchas
"apariciones"
en los cementerios, pues flota sobre las tumbas en que yace su doble físico,
pudiéndosele ver con más facilidad que al cuerpo astral, por las
razones que ya se han dicho. Así, pues, "ni aún la muerte los separa" más que el
espacio de unos cuantos pies.
Para el hombre normal, esta
separación sólo tiene lugar en la muerte; pero alguna gente de la clase llamada
médiums, se halla sujeta a una división parcial del cuerpo físico durante la
vida terrestre, anormalidad que es por fortuna relativamente rara, y que
ocasiona muchos desórdenes nerviosos.
Cuando se proyecta el doble
etéreo, éste se divide en dos: la
totalidad del mismo no puede separarse del cuerpo denso sin causar la muerte de
este último, pues las corrientes del aliento de vida necesitan su presencia para
circular. Aún su separación parcial pone al cuerpo denso en un
estado de letargo, suspendiéndose casi la actividad vital; una debilidad
extremada es el resultado inmediato de la separación de las dos partes, y el
estado del médium, hasta que se restablezca la unión normal, es en extremo
peligroso. La mayor parte de los fenómenos que tiene lugar en presencia de
los médiums, no están relacionados con esta proyección del doble etéreo; pero
algunos que se han distinguido por el carácter notable de la materialización
que han contribuido a producir, presentan esta particularidad a la observación.
“Se me ha dicho que Mr. Eglinton exhibía esta curiosa separación física
hasta un punto muy singular, y que su doble etéreo podía verse saliendo de su
costado izquierdo, mientras que su cuerpo denso se encogía de un modo
perceptible; y el mismo fenómeno ha sido observado con Mr. Husk, cuyo cuerpo
denso se reducía de modo que sus vestidos le quedaban muy holgados. El cuerpo
de Mr. Eglinton disminuyó una vez de tamaño hasta tal punto, que una forma
materializada lo cogió y presentó a la inspección de los asistentes, siendo
éste uno de los pocos casos en que, tanto el médium como la forma materializada
han sido visibles juntos con luz suficiente para su examen.”
Esta reducción del cuerpo del
médium parece implicar la salida del mismo de una parte de la materia más densa
"ponderable" -muy probablemente una parte de los constituyentes
líquidos-; pero no ha llegado a mí noticia que se haya hecho observación alguna
en este punto, y por lo tanto es imposible hablar con certeza. Lo que es seguro, es que esta proyección
parcial del doble etéreo ocasiona muchos desórdenes nerviosos y que no debe
practicarse por ninguna persona de buen sentido, si por desgracia tuviese
disposición para el caso.
Hemos estudiado ya el cuerpo
físico en sus partes densa y etérea: la
vestidura que el Ego tiene que llevar para su obra en el plano físico, la morada que puede
ser oficina conveniente para ejecutar el trabajo físico, o prisión de la que
sólo la muerte puede libertarle.
Ya hemos visto lo que debemos tener, y lo que
gradualmente podemos hacer: un cuerpo perfectamente saludable y fuerte, y a
la vez delicadamente organizado, refinado y sensible.
Debe ser saludable –en Oriente la salud se exige como condición para ser discípulo-
porque todo lo que no es saludable en el cuerpo, es un obstáculo para que sirva
como instrumento del Ego, y puede desnaturalizar así las impresiones que se
dirigen al interior, como los impulsos que se emiten hacia fuera.
Las facultades del Ego se entorpecen si su instrumento
se haya gastado o desordenado por la mala salud.
La salud, pues,
delicadamente constituida,
refinada,
sensible,
que rechace automáticamente todas
las influencias perniciosas,
y que del mismo atraiga las
buenas,
es la condición del cuerpo que debemos construir, escogiendo entre todas
las cosas que nos rodean, aquellas que tiendan a este fin, sabiendo que la
tarea no puede llevarse a cabo sino de un modo gradual, pero trabajando constante
y firmemente al objeto propuesto.
Sabemos cuando empezamos a obtener resultado, por muy limitado que éste
sea, porque observamos que empiezan a
manifestarse en nosotros toda clase de poderes de percepción que antes no
poseíamos. Veremos que nos hacemos más sensibles a los sonidos y
a las percepciones, a armonías más completas, más suaves y más ricas,
a matices más delicados y más preciosos.
De igual modo que el pintor educa
su vista para ver delicadezas de colorido, para las cuales están ciegos los
ojos ordinarios; y así como el músico educa su oído para percibir notas
imperceptibles al oído ordinario, así también podemos educar nuestros cuerpos
para hacer que perciban las vibraciones más sutiles de la vida que se pierden
para la generalidad de los hombres.
Ciertamente, muchas son las
sensaciones desagradables que se presentarán, pues el mundo en que vivimos ha
sido hecho basto y grosero por la Humanidad que en él mora; pero por otra parte
se nos revelarán bellezas que nos compensen cien veces de las dificultades a
que hacemos frente y que vencemos.
Y debemos hacer esto no con fines egoístas de vanidad o de goce,
sino para dedicarnos a ser más útiles, para tener una fuerza mayor al
Servicio de la Humanidad. Nuestros cuerpos serán instrumentos más capaces
para ayudar el progreso de los demás, y por tanto, más a propósito para cooperar a la grande obra de la evolución
humana, cuya obra es la de los grandes Maestros, en la cual podremos
obtener el privilegio de ser partícipes.
Aunque en esta parte de nuestro
estudio no hemos salido del plano físico, vemos que no carece de importancia, y
que el vehículo inferior de la
conciencia merece nuestra atención, la cual nos será recompensada.
Estas ciudades
nuestras, estos países nuestros serán más limpios, más placenteros, mejores,
cuando estos conocimientos sean patrimonio general, y aceptados no sólo como
probables intelectualmente, sino como una ley de
la vida diaria.
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