sábado, 18 de octubre de 2014

EL PLANO MENTAL (1ra. Parte)

EL PLANO MENTAL

(1ra. Parte)

Según su nombre indica, el plano mental es el dominio propio de la conciencia cuando actúa como pensamiento.

En el plano de la inteligencia, no en función por medio del cerebro, sino en su propio mundo, liberada de las ligaduras del espíritu—materia físico.
La palabra inglesa man (hombre) viene de la sánscrita man, raíz del verbo que significa pensar.

Así man, hombre significa pensador, designándose al hombre por la inteligencia como su más característico atributo.
En inglés encontramos únicamente la palabra mind (mente) para designar a la vez la propia conciencia intelectual y los efectos producidos sobre el cerebro físico por las vibraciones de la conciencia.
Pero debemos considerar ahora la conciencia intelectual como entidad distinta, como individualidad y ser real.

Las vibraciones de su vida son pensamientos son imágenes y no palabras.
Esta individualidad es Manas, el Pensador (De la palabra Manas se deriva el nombre técnico: plano manásico, traducido por plano mental. Le podemos llamar el plano de la inteligencia propiamente dicha, para distinguir sus actividades de las de la inteligencia operante en la carne)
Es el yo que revestido de la materia de las subdivisiones superiores del plano mental trabaja bajo las condiciones que esa materia le impone.

Sobre el plano físico se revela su presencia por las vibraciones que transmite al cerebro y al sistema nervioso. Estos órganos responden a las vibraciones de su vida por las vibraciones simpáticas; pero a causa de las densidades sus materiales, no pueden reproducir sino una parte muy débil de las vibraciones recibidas, y aún de manera muy imperfecta.

Del mismo modo que la ciencia afirma la existencia de una inmensa serie de vibraciones del éter, serie de la cual sólo percibimos un fragmento, el espectro solar luminoso, el aparato físico del pensamiento, el cerebro y el sistema nervioso, no pueden pensar sino un pequeño fragmento de la inmensa serie de vibraciones mentales emitidas por el Pensador en su propio mundo.

Los cerebros muy receptivos responden a un grado que convenimos en denominar gran potencia intelectual; y los excepcionalmente receptivos responden a lo que se llama genio.
En fin, los cerebros excepcionalmente inertes responden solamente al grado denominado idiotez.

Cada uno de nosotros envía a su cerebro millones de ondas mentales a las que el órgano puede responder por la densidad de sus materiales; y lo que se llama poder mental de un hombre está en relación directa con esta sensibilidad.

Antes de estudiar al Pensador convendrá considerar el mundo que ocupa, es decir, el plano mental mismo.
-El plano mental es el que sigue al astral.

-No está separado de él sino por la diferencia de los materiales, lo mismo que el plano astral del plano físico.

-Podemos así repetir en la comparación del plano mental y del astral lo ya dicho al comparar el plano astral y el plano físico.

-La vida sobre el plano mental es más activa que en el astral y la forma en él es más plástica.

-El espíritu—materia se halla mucho más vitalizado y sutil que la materia del mundo astral.

-El átomo más sutil de materia astral contiene en su cubierta esferoidal innumerables agregados de la materia mental más densa, de suerte que la disgregación del átomo astral pone en libertad una cantidad de materia mental de variedades muy densas.
    
En tales condiciones, se comprenderá que es muy activa la acción de las fuerzas vitales sobre este plano, puesto que la masa que ha de mover es infinitamente menor.
La materia está animada de un movimiento continuo e incesante, toma forma al menor estremecimiento de vida, y se adapta sin vacilación a los menores matices de esas vibraciones.
La substancia mental, como se la ha llamado, hace aparecer denso, pesado y empañado al espíritu—materia astral, tan maravillosamente luminoso cuando se le compara con la materia física.
Pero la ley de analogía conserva todo su valor, y será para  nosotros un hilo conductor a través de esta región súper—astral, lugar que es nuestro lugar de nacimiento, nuestra verdadera patria, aunque lo ignoremos, presos como estamos en un país de destierro, y a pesar también de la extravagancia que reviste a nuestros ojos la descripción de esta región gloriosa.

Aquí también, como en los dos planos inferiores, hay siete subdivisiones del espíritu—materia; y aquí también, estas variedades forman innumerables combinaciones de toda clase de complejidad, constituyendo los sólidos, los líquidos, los gases y los éteres del plano mental.

Esto no es más que una manera de hablar, porque la palabra sólido parece absurda aun hablando de las formas más sustanciales de la materia mental, y no tenemos otros calificativos de los que se basan sobre las condiciones físicas.

Bástenos comprender, por lo demás, que este plano sigue la ley y orden general de la naturaleza, que apareja para nuestro globo una base septenaria; y que las siete subdivisiones de su materia decrecen en densidad con relación unas a otras como los sólidos, los líquidos, los gases y los éteres; y que la séptima y última subdivisión se hallan exclusivamente compuesta de los más sutiles átomos mentales.
Estas subdivisiones se clasifican en dos grupos, a los que se les ha dado el nombre no muy apropiados y al primer intento ininteligible, de:
“no formal” y
“formal”
(En sánscrito Arupa y Rupa. —Rupa significa forma, envoltura, cuerpo.)

Las cuatro subdivisiones inferiores constituyen el segundo grupo, y los tres superiores el primero.

Esta agrupación es necesaria porque hay una distinción muy real, aunque es muy difícil de definir.
Estas regiones corresponden en la conciencia humana a las mismas divisiones de la inteligencia, como se verá más claramente luego.

Quizás se podría expresar mejor semejante distinción diciendo que, en las cuatro subdivisiones inferiores, las vibraciones de la conciencia dan origen a formas, imágenes o representaciones, apareciendo cada pensamiento como una forma viva;
mientras que en las tres subdivisiones superiores, aunque la conciencia también produce vibraciones, parece más bien emitirlas como una ola poderosa de energía viva que no se incorpora en imágenes distintas mientras está en esa región superior, sino que engendra formas múltiples, ligadas entre sí por una condición común, desde que penetra en los mundos inferiores.

La más íntima analogía que se puede encontrar para la concepción que se trata de exponer es la de los pensamientos abstractos y los concretos.
La idea abstracta de un triángulo no tiene forma, pero sirve para designar todas las figuras limitadas por tres líneas rectas, cuyos ángulos suman dos rectos.
Tal idea, condicionada, pero sin forma, al proyectarse en el mundo inferior, dará origen a una infinita variedad de triángulos, rectángulos, isósceles, escalenos, de colores y dimensiones variados, que satisfagan todas las condiciones; triángulos concretos con propia y definida forma.

Es impotente la palabra para mostrar claramente la diferencia entre las dos maneras de actuar la conciencia en ambas regiones; porque las palabras son símbolos de imágenes, pertenecen a las operaciones del mental inferior en el cerebro y se basan exclusivamente sobre sus operaciones.

Mientras que la región “sin forma” pertenece a la razón pura, que jamás trabaja en los estrechos límites del lenguaje.
El plano mental es el que refleja la Inteligencia Universal en la Naturaleza, el plano que, en nuestro pequeño sistema, corresponde al de la Gran Inteligencia en el Cosmos (Mahat, el tercer Logos o la Inteligencia Divina creadora; El Brahmâ de los indos, el Mandujusri de los buddhistas del Norte., el Espíritu Santo de los cristianos)

En sus regiones superiores existen todas las ideas arquetipos que se hallan actualmente en vías de evolución concreta; y en sus regiones inferiores esas ideas se elaboran en formas sucesivas para reproducirse enseguida en el mundo astral y en el físico.
La materia del plano es susceptible de combinarse al impulso de vibraciones mentales, y puede formar cuantas combinaciones sea capaz de imaginar el pensamiento.
De la misma manera que el hierro puede convertirse en arado para el labrador o en espada para el guerrero, la materia mental puede modelarse en formas que aprovechen o perjudiquen.
La vida del Pensador, en vibración continua, modela la materia que le rodea, y su obra se educa a la voluntad que la engendra.

En esta región el pensamiento y la acción, el propósito y el hecho son la misma cosa.

El espíritu—materia es el esclavo dócil de la vida y se adapta espontáneamente a cada impulso creador.

Por su velocidad y sutilidad, estas vibraciones que modelan en pensamientos—formas la materia del plano mental, dan también nacimiento a exquisitas coloraciones constantemente cambiantes: ondas de tintes varios como las irisadas del nácar, pero etéreas y luminosas en grado incomparable, que resbalan sobre todas las superficies y penetran todas las formas, de modo que cada una de ellas ofrece una armonía de colores tornasolados, vivos, luminosos y delicados, como no se conocen en la tierra.

Las palabras son incapaces de expresar la exquisita belleza y brillo de las combinaciones de esa materia sutil, trémula de vida y de movimiento.
Todos los videntes que lo atestiguan, indos, buddhistas, y cristianos hablan con éxtasis de su gloriosa belleza y confiesan que son incapaces de describirla.

Parece que toda descripción, por hábiles que sean sus términos, no sirven sino para rebajarla.
Los pensamientos—formas juegan naturalmente un papel considerable entre las criaturas vivas que actúan en el plano mental.

Asemejase a las que hemos hallado en el mundo astral, salvo que son mucho más luminosas, más brillantemente coloreadas, más vigorosas, más persistentes y más vitalizadas.
A medida que las cualidades intelectuales superiores se señalan más claramente en quién las engendra, presentan un contorno más definido y tienden a una singular perfección geométrica, al mismo tiempo que ha una pureza de luz y de color no menos admirable.
No hay necesidad de decir que, en el estado actual de la humanidad, las formas nebulosas e irregulares predominan como producto habitual de inteligencias mal dirigidas.
No obstante, también se encuentran en el plano astral pensamientos artísticos de rara belleza, y así no es extraño que los pintores, después de entrever un instante su ideal en sueños, se impacienten por no poder expresar su radiante belleza con los colores de este mundo.

Estos pensamientos—formas están constituidos por la esencia elemental del plano.
Las vibraciones del pensamiento modelan la esencia elemental en forma adecuada, de la que el pensamiento es vida animadora.
Encontramos aquí, pues, los elementos artificiales idénticos, en su modo de formación, a los del mundo astral.
La esencia elemental del plano mental está formada por la Mónada en el estado de descendencia que precede inmediatamente a su entrada en el mundo astral.

Constituye entre las cuatro subdivisiones inferiores del plano mental el segundo reino elemental. Las tres subdivisiones superiores, “sin forma”, están ocupadas en el primer reino elemental.

Aquí el pensamiento produce en la esencia elemental irisaciones brillantes, corrientes coloreadas y relámpagos de fuego vivo, en vez de incorporarse en formas definidas.
La esencia elemental toma, por decirlo así, su primera lección de actividad orgánica, de acción combinada; pero no reviste aún las limitaciones definidas de las formas.

En las dos grandes divisiones del plano mental viven inteligencias innúmeras, cuyo cuerpo inferior está formado de materia luminosa y de la esencia elemental del plano: Seres Resplandecientes que guían el proceso del orden natural y dirigen las legiones de entidades inferiores de que ya se ha hablado, pero sometidos a su vez, en sus múltiples jerarquías, a los Soberanos Señores de los siete elementos (Estos seres son los Arupa Devas y los Rupas Devas de los indos y buddhistas, los Señores de los cielos y la tierra de los zoroástricos, los Arcángeles y Ángeles de los cristianos y mahometanos.)

Son, como se imagina comúnmente,
seres de gran conocimiento,
de inmenso poder y de esplendente aspecto;  
criaturas radiantes y brillantísimas con mil cambiantes parecidos al arco iris de los colores celestes.
Llenos de real majestad respiran tranquila energía y tienen expresión de fuerza irresistible.

Aquí se presenta al espíritu la descripción del gran vidente cristiano cuando habla de un  arcángel  poderoso:
“Había un arco iris sobre su cabeza; su rostro se parecía al sol y sus pies a dos columnas de fuego”  (Apocalipsis, X- I.)

Sus voces son como sonido de profundas aguas, como eco de la armonía de las esferas.
Son los guías del orden natural y mandan a legiones inmensas de elementales del mundo astral.
De suerte que sus cohortes persiguen incesantemente la obra de la naturaleza con regularidad y precisión infalibles.

En el plano mental inferior hay numerosos Chelas que trabajan en su cuerpo mental (Cuerpo ordinariamente llamado Mayavi Rupa o forma ilusoria, cuando este dispuesto para funcionar independientemente en el mundo mental.) Libertados temporalmente de la envoltura física.

Cuando el cuerpo carnal está sumergido en profundo sueño, el Pensador, el hombre real, puede escaparse de él a fin de trabajar libre de trabas en esta región superior.
De ahí qué, al obrar directamente sobre la esfera mental de sus semejantes, les sugiera buenos pensamientos, presentándoles ideas nobles, y los pueda ayudar y confortar más viva y eficazmente que a través de la prisión del cuerpo físico.
Percibe más claramente sus necesidades y puede así socorrerlos de manera más perfecta.
Su mayor privilegio y su más intenso goce consiste en ayudar a sus hermanos que luchan, sin que tengan conocimiento de sus servicios ni la menor idea del poderoso brazo que les aligera el yugo, de la dulce voz, que muy por lo quedo los consuela en sus penas.
Ni se les ve ni se les reconoce.
En la tarea ayuda a amigos y enemigos con igual placer y la misma libertad, repartiendo entre los hombres las diversas corrientes bienhechoras dimanantes de los grandes Protectores de las superiores esferas.

También se hallan algunas veces en esta región las formas gloriosas de los Maestros, aunque generalmente residan en las subdivisiones más elevadas del mundo “sin forma”.

También descienden hasta este plano en ciertas épocas otros Grandes Seres, cuando la compasión requiere de su parte que se manifiesten en planos inferiores.

Sean humanas o no, estén en su cuerpo o fuera de él, la comunicación es prácticamente instantánea entre las inteligencias que funciona conscientemente en este plano, porque se produce con la rapidez del pensamiento.
Las barreras del espacio han perdido su fuerza de separación, y para ponerse en contacto un alma  con otra basta con dirigir su atención hacia ella.
La comunicación no sólo es rápida, como se acaba de decir, sino que es igualmente completa si las almas se encuentran en el mismo grado de evolución.

Las palabras no pueden impedir o aminorar la comunicación; el pensamiento pasa de uno a otro ser, o, mejor dicho, cada ve el pensamiento tal como lo concibe el otro
Las verdaderas barreras entre las almas son las diferencias de evolución.

El alma menos evolucionada no conoce en el alma que lo está más, sino aquello que puede percibir, y es evidente que sólo la más adelantada tiene conciencia de esa limitación, puesto que la otra recibe todo lo que puede contener.

Cuanto más evolucionada está un alma, más conciencia tiene de lo que la rodea y más íntimamente se aproxima a la realidad; pero el plano mental tiene también sus velos de ilusión, aunque menos numerosos y más transparentes que los del mundo físico.

Cada alma está rodeada de su propia atmósfera mental, y como todas las impresiones le llegan a través de esta atmósfera, todas están más o menos expuesta a las ilusiones cuanto más transparente, pura y menos teñida por la personalidad esté su atmósfera.
Las tres subdivisiones superiores del plano mental son la morada del Pensador, que reside en una u otra según su grado de evolución.

La inmensa mayoría evolucionada en grados diversos, vive en él ínfimo de esos tres niveles.
Un número comparativamente reducido de almas vigorosamente intelectuales habita en el segundo nivel.
Empleando una frase más aplicable al plano físico que al plano mental, diremos que el Pensador asciende a ese segundo nivel cuando en él prepondera la materia más sutil de esa región, y de este modo opera el cambio necesario.

No hay naturalmente ascensión, propiamente hablando, ni cambio de lugar; ocurre sólo que el Pensador comienza a percibir vibraciones de esa materia sutil, que provoca en él una respuesta, pudiendo él mismo desde entonces emitir fuerzas que hagan vibrar esas tenues partículas.
Es indispensable que el estudiante se familiarice con el hecho de que su ascenso en la escala de la evolución no implica cambio alguno de lugar, sino sencillamente mayor aptitud para recibir las impresiones.
Todas las esferas están en torno a nosotros, sean la astral, la mental, la búdica, la nirvánica, o ya se trate de mundos más elevados aún, hasta la vida del Ser Supremo.
No tenemos necesidad de movernos para encontrarlas, pues están aquí mismo; pero nuestra grosera percepción nos aparta de ellas con mayor lejanía que si estuvieran a muchos miles de kilómetros.

No tenemos conciencia de lo que nos afecta, de lo que provoca en nosotros vibraciones de respuesta.
A medida que nos hacemos más receptivos, que nos organizamos con materia más delicada, entramos en contacto con los mundos más sutiles.

Al hablar, pues de la ascensión de un nivel a otro, significamos que tejemos nuestros vestidos con materiales más sutiles y que podemos recibir a través de ellos los contactos de mundos semejantes.

Más profundamente significa esto, que en el Yo envuelto por todos esos vestidos, los poderes divinos pasan del estado latente al activo y emiten al exterior las vibraciones sutiles de su vida.



(Tomado del libro: La Sabiduría Antigua)

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