LA UNIDAD FUNDAMENTAL DE TODAS
LAS RELIGIONES
(2da Parte)
Tras la
enumeración de las etapas que conducen al estado de tranquilidad perfecta se
pregunta:
“En ese estado de
reposo independiente del lugar ocupado, ¿cómo puede
surgir el deseo?
Y cuando ningún deseo surge, entonces nace la calma real y el
verdadero reposo.
Esta calma real llega a ser una cualidad constante y
responde (sin error) a las cosas exteriores.
Ciertamente esa cualidad real y constante tiene en su posesión la
naturaleza.
En este reposo y tranquilidad constantes se encuentra la
pureza y el reposo verdaderos. Quienquiera
que posea esa absoluta pureza entra gradualmente en el (la inspiración del)
verdadero Tao.”
Las palabras inspiración del, añadidas por el
traductor, velan más bien que esclarecen el sentido; porque entrar en el Tao
está conforme con la idea expresada y con lo que se dice en otras escrituras
sagradas.
El Taoísmo insiste mucho en la
abdicación del deseo.
Un comentador del Clásico de la Pureza observa que la
comprensión del Tao depende de la absoluta pureza, y que “la adquisición de esa
pureza absoluta depende enteramente de la abdicación del Deseo; urgente lección práctica que surge de este tratado.”
El Tao Teh Ching dice:
“Siempre sin deseos hemos de hallarnos si queremos profundizar
todo el misterio, pues poseídos por el deseo, sólo podremos conocer lo
externo.”
No parece que
la reencarnación se enseñara de modo que pudiera comprenderse, aunque se encuentran
pasajes que implican una admisión tácita de la idea fundamental, considerando
al ser a través de sucesivos nacimientos, así animales como humanos.
Chwang-ze nos
refiere la historia original e instructiva de un moribundo al que su amigo
dice:
“El Creador es grande en verdad” ¿Qué hará de ti ahora? ¿Dónde
te llevará? ¿Hará de ti el hígado de un ratón o la pata de un insecto? Szelai respondió: Dondequiera que un Padre
diga a su hijo que vaya, al este, al oeste, al sur o al norte, el hijo
obedece... He aquí un gran fundidor ocupado en fundir el metal. Si el metal se endereza de pronto (en el
crisol) y dice “yo quiero ser un (espada
parecida al) Moijsh”, el gran fundidor encontraría la cosa seguramente extraña. Pues del mismo modo, si una forma en camino
de amoldarse gritara: “Yo quiero ser un hombre, quiero ser un hombre”, el
Creador encontraría la cosa con toda seguridad sorprendente. Una vez comprendido que el cielo y la
tierra no son sino un vasto crisol y el Creador un gran fundidor, ¿a qué parte
podrá obligarnos ir que no nos convenga?
Nacemos como de un sueño tranquilo y morimos en calmoso despertar.”
Si pasamos a la quinta raza, la
raza Aria, encontraremos las mismas enseñanzas incorporadas a las más antigua y grande de las religiones
arias: la religión Brahmánica. La
Eterna Existencia se proclama en el Chhâdogyopanishad como "exclusivamente
una y sin par”. Dice:
“Quiero eso:
multiplicar para el bien del Universo.”
El supremo Logos, Brahman, es
triple: SER, CONSCIENCIA y BONDAD;
y de él se
dice:
“De Este procede la vida, la inteligencia y todos los sentidos;
el éter, el aire, el fuego, la tierra que lo soporta todo.”
En ninguna
arte se pueden encontrar descripciones más grandiosas del Ser Divino que en las
escrituras indas. Son tan familiares que
bastarán para el caso breves indicaciones.
He aquí algunas muestras de esas joyas preciosas que se encuentran con
profusión:
“Manifestado, próximo, moviéndose en lo secreto, permanece grave
donde reposa todo lo que se mueve, todo lo que respira y cierra los ojos. Entiende que hay que adorar. Esto, a la vez ser y no ser, lo mejor, más
allá del conocimiento de todas las criaturas.
Luminoso, más sutil que lo sutil; de El han salido los mundos con sus
habitantes. Esto es el imperecedero Brahman;
Esto es también Vida, Voz y Pensamiento...
En la diadema de oro más elevado, está el inmaculado, el invisible
Brahman; es la pura luz de las Luces, conocida por los que conocen el yo... el imperecedero Brahman esta delante, detrás,
a la derecha, a la izquierda, arriba y
abajo, penetrando todas las cosas.
Brahman es en verdad Todo y lo mejor”.
“Más allá del Universo,
Brahman, el Supremo, el Grande, está oculto en todos los seres según sus cuerpos
respectivos, soplo único de todo el Universo, el Señor; conociéndole (los
hombres) se hacen inmortales. Conozco
ese Espíritu poderoso, Sol que brilla más allá de las tinieblas... yo le
conozco indestructible, antiguo, el alma de todos los seres, omnipresente por
naturaleza, el que es llamado Sin Nacimiento por los que conocen a Brahman, a
quien llaman el Eterno.”
“Cuando no hay tinieblas ni día ni noche ni ser ni no ser, Shiva
únicamente (subsiste) todavía. Es
indestructible. Debe ser adorado por
Savitri; de El ha salido la Sabiduría antigua.
Ni en el principio ni en el fin, ni en su medio puede comprenderse. No hay nada comparable a El, cuyo nombre es
gloria infinita. La mirada no puede
determinar su forma, pues no pueden contemplarla los ojos. Los que le conocen por el corazón y por la
inteligencia, moran en su corazón y se inmortalizan.”
La idea
de que el hombre en su yo interior es idéntico al yo del universo (“Yo soy
Aquél”), esa idea, impregna tan profundamente todo el pensamiento indo, que
comúnmente se designa al hombre como: “la ciudad divina de Brahma”, “la ciudad
de las nueve puertas”, y se dice “que Dios reside dentro de su corazón”.
“No hay más que una manera de ver el Ser indemostrable, eterno,
inmaculado, más elevado que el éter, sin nacimiento, la gran Alma eterna... Esa
gran Alma, sin nacimiento, es la misma que reside como alma inteligente en
todas las criaturas vivas, la misma que mora como el éter en el corazón. ¡En él duerme! A ella están sometidas todas las cosas; es el
Soberano Señor de todas ellas. No puede acrecentarse por las buenas obras ni
disminuirse por las malas. Quien todo lo
gobierna es el Soberano Señor de todos los seres, el conservador de todos, el
puente y el soporte de los mundos que les impide caer y destruirse” (Brihadaranyakopanishad, IV). iv. 20-22 Trad. Del Dr. E. Roer).
Cuando se considera a Dios como Aquel
que desarrolla el universo, aparece con toda claridad su triple carácter, en Shiva, Vishnu y Brahma,
o también en Vishnu durmiendo sobre las aguas.
El Loto nace de su seno y en el Loto Brahma.
El
hombre es igualmente triple según el Mundakopanishad, el yo está condicionado por el cuerpo
físico, el cuerpo sutil y el cuerpo mental,
elevándose
luego, fuera de todos esos medios, en el único sin dual. De la Trimurti
(Trinidad) proceden los numerosos dioses encargados de dirigir el universo, y
de ella se dicen en él:
“Adorad, ¡OH dioses!, a Aquel que, imagen del año, cumple el
ciclo de sus días. Adorad esa Luz de las
luces, como la eterna vida.” (VI –iv – 16.).
Es superfluo decir que el brahmanismo
enseña la doctrina de la reencarnación,
pues toda su filosofía de la existencia descansa sobre la peregrinación
del alma a través de sucesivas muertes y nacimientos. No hay un solo libro que no reconozca esta
verdad. El hombre está
unido por sus deseos a esa rueda de cambio, y en consecuencia debe librarse de
ella por el conocimiento, la devoción y la extinción de los deseos. Cuando el alma
conoce a Dios se liberta. La inteligencia
purificada por el conocimiento le contempla.
El conocimiento unido a la devoción halla la morada de Brahma. Quien conoce a Brahma, se convierte en
Brahman. Al cesar los deseos, el mortal
se hace inmortal, y alcanza a Brahma.
El
budismo, en su modalidad septentrional, está completamente de acuerdo con las
religiones más antiguas, pero en su modalidad meridional parece haber
abandonado la idea de la Trinidad Lógica, como la Existencia Una de donde esa
Trinidad procede.
El Logos en su
triple manifestación se designa como sigue:
Amitabha,
el primer Logos, la Luz sin límites;
Avalokitershvara o Padmapani (Chenresi), el segundo;
Mandjusri,
el tercero, representa la Sabiduría creadora y corresponde a Brahma.
El budismo
chino parece que no contiene la idea de una existencia primera, más allá del Logos; pero el budismo de Nepal
postula a Adi-Buddha de quien Amitabha (el primer Logos) procede. Eittel considera a
Padmapani como representación de la Providencia compasiva, y como
correspondiente en parte a Shiva, pero como el aspecto de la Trinidad budista
que produce las encarnaciones. Parece más bien representar la misma
idea de Vishnu, al que está estrechamente unido por el Loto que tiene en la
mano (fuego
y agua o Espíritu y Materia como elementos primordiales del universo).
En cuanto a la
reencarnación y al Karma, son en el budismo doctrinas tan fundamentales, que no
es preciso insistir en ello sino para señalar la vía de la liberación, y para
observar que como el Señor Buddha fue un indo que predicaba a los indos,
considera en todo momento en sus enseñanzas que sus oyentes conocen y profesan
las doctrinas brahmánicas. Fue
purificador y reformador, pero no iconoclasta; atacó los errores introducidos
por la ignorancia, más no las verdades fundamentales de la Sabiduría Antigua.
“Los seres que siguen el sendero de la Ley, que ha sido bien
enseñada, alcanzan la otra orilla del gran mar de los nacimientos y de los
muertos, tan difícil de franquear.” (Udanavarga. XXIX-37)
El deseo es lo
que ata al hombre, y debe desembarazarse de él:
“Para el preso en las cadenas del deseo es durísimo libertarse,
dice el Bienaventurado. Los hombres
constantes que no se preocupan de la dicha conseguida por los deseos, rechazan
sus lazos y se alejan enseguida (hacia el Nirvana)... La humanidad no tiene deseos duraderos: los
deseos son transitorios en quienes los experimentan. Libertaos de lo perecedero y no os deten- gáis
en el lugar de la muerte.” (Ibíd. II-6-8.)
“El que ha
extinguido el deseo de los bienes terrenos, el estado de pecado, los lazos de
la vista y de la carne, que ha descuajado el deseo, ése, digo que es un
Brahman.” (Ibíd. XXXIII-68)
Y el Brahman es el hombre “que está en su último cuerpo”. Y se dice que está en él, quien “conoce sus
moradas (existencias) anteriores; que ve el cielo y el infierno; el Muni que ha
encontrado el medio de poner fin al nacimiento.” (Ibíd.
XXXIII-55.)
En los exotéricos libros santos hebreos, la idea de la
Trinidad no surge claramente, aunque la dualidad sea evidente, y el Dios de que se habla en ellos sea sin duda alguna el
Logos y no el único Inmanifestado:
“Yo Soy el Señor y no hay otro; Yo he formado la luz y he creado
la obscuridad; he hecho la paz y he creado el mal; Yo soy el Señor que ha hecho
todas esas cosas.” (Is.
XLVII-7.)
Filón, sin embargo, expone
claramente la doctrina del Logos; y se la encuentra también en el cuarto
Evangelio:
“En el principio era el Verbo (Logos), y el Verbo era con Dios,
y el Verbo era Dios... Todas las cosas fueron hechas por él; y nada de lo que
fue hecho, se hizo sin él.” (Juan I: 1-3.)
En la Cábala está claramente enseñada la doctrina del Uno,
de los Tres, de los Siete y de los múltiples:
“El Anciano de los ancianos, el Desconocido de los desconocidos,
tiene forma y al mismo tiempo no la tiene.
Tiene una forma sobre la que sostiene el mundo. Al mismo tiempo, no tiene forma, puesto que
no puede comprenderse. Cuando revistió
en el principio esta forma (Kether, la Corona, el Primer Logos), dejó proceder
de sí nueve luces brillantes (La Sabiduría y la Voz, que con Kether formaron la
Tríada; luego los siete Sephiroh inferiores...). Es el Anciano de los ancianos, el Misterio de
los misterios, el Desconocido de los desconocidos. Tiene una forma que le pertenece, puesto que
se manifiesta a nosotros (a través de ella) como el Hombre Anciano sobre todos,
como el Anciano de los ancianos, y como el Supremo Desconocido entre todos los
desconocidos. Pero bajo esa forma en la
que se da a conocer sigue aún desconocido.”
(Zohar— La Cábala, por
Isaac Myer, Págs. 274-275.)
Myer indica que la
“forma” no es el Anciano de todos los ancianos, que es el Ain Soph.
Más adelante
dice:
“Hay en el Santo de
Arriba tres luces que se unen en una, y son la base de la Torah, y ésta abre la
puerta a todos... ¡Venid y ved el misterio de la palabra! Aquí hay tres grados y cada uno existe por sí
mismo, y, sin embargo, todos son Uno y están unidos en Uno y no están separados entre sí... Los Tres
proceden de Uno, Uno existe en tres, es la fuerza entre Dos, Dos alimentan Uno,
Uno nutre múltiples lados, y así Todo es Uno.” (Ibíd. 373-375-376.)
Es evidente
que los hebreos enseñaron la doctrina de la pluralidad de dioses. “¿Quién es parecido a ti,
¡OH Señor!, entre los dioses?” (Éxodo. XV-II.).
Consideraban
también multitud de seres servidores y subordinados: los
“hijos de Dios”, los “Ángeles del Señor”, las “diez cohortes angélicas”.
(Tomado
del libro: La Sabiduría Antigua)
“En ese estado de
reposo independiente del lugar ocupado, ¿cómo puede
surgir el deseo?
Y cuando ningún deseo surge, entonces nace la calma real y el
verdadero reposo.
Esta calma real llega a ser una cualidad constante y
responde (sin error) a las cosas exteriores.
Ciertamente esa cualidad real y constante tiene en su posesión la
naturaleza.
En este reposo y tranquilidad constantes se encuentra la
pureza y el reposo verdaderos. Quienquiera
que posea esa absoluta pureza entra gradualmente en el (la inspiración del)
verdadero Tao.”
La idea
de que el hombre en su yo interior es idéntico al yo del universo (“Yo soy
Aquél”), esa idea, impregna tan profundamente todo el pensamiento indo, que
comúnmente se designa al hombre como: “la ciudad divina de Brahma”, “la ciudad
de las nueve puertas”, y se dice “que Dios reside dentro de su corazón”.
Es superfluo decir que el brahmanismo
enseña la doctrina de la reencarnación,
pues toda su filosofía de la existencia descansa sobre la peregrinación
del alma a través de sucesivas muertes y nacimientos. No hay un solo libro que no reconozca esta
verdad. El hombre está
unido por sus deseos a esa rueda de cambio, y en consecuencia debe librarse de
ella por el conocimiento, la devoción y la extinción de los deseos. Cuando el alma
conoce a Dios se liberta. La inteligencia
purificada por el conocimiento le contempla.
El conocimiento unido a la devoción halla la morada de Brahma. Quien conoce a Brahma, se convierte en
Brahman. Al cesar los deseos, el mortal
se hace inmortal, y alcanza a Brahma.
En cuanto a la
reencarnación y al Karma, son en el budismo doctrinas tan fundamentales, que no
es preciso insistir en ello sino para señalar la vía de la liberación, y para
observar que como el Señor Buddha fue un indo que predicaba a los indos,
considera en todo momento en sus enseñanzas que sus oyentes conocen y profesan
las doctrinas brahmánicas. Fue
purificador y reformador, pero no iconoclasta; atacó los errores introducidos
por la ignorancia, más no las verdades fundamentales de la Sabiduría Antigua.
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