LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 105
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
CARTAS DIVERSAS
CARTA Nº 105
Mi querido amigo—
Antes de darle a
usted una respuesta precisa sobre su carta de negocios deseo consultar a nuestro
venerable Chohan. Tal como usted dice, tenemos ante nosotros doce meses. Ahora tengo
una pequeña cuestión entre manos que es muy importante, pues depende de una
serie de otras mentiras deliberadas cuyo verdadero carácter se acerca el
momento de comprobar. Se nos llama
"mentirosos" (sic) con todas sus letras, y se nos acusa de "vil
ingratitud". El lenguaje es fuerte, y por más deseosos que estuviéramos de
adoptar muchas cosas buenas de los ingleses, me temo que no es la cortesía lo
que nos sentiríamos inclinados a aprender de la clase de caballeros que
representa el señor Hume. Mirándolo desapasionadamente, puede que usted
considere realmente de muy poca importancia el asunto del que ahora me ocupo;
unido a otros hechos —tiende a convertirse en una causa que producirá efectos
desagradables y que arruinará toda la empresa, a menos que, basándose en
testimonios buenos e impecables, se demuestre que es una tergiversación de los
hechos, por no decir otra cosa peor. Por lo tanto, le ruego que no se
detenga a discutir la total falta de importancia de este pequeño recuerdo, pero
si confía en nuestra visión del futuro que permanece oculto para usted, le
ruego que conteste a mis preguntas como amigo y hermano. Cuando haya hecho eso
sabrá por qué se ha escrito esta carta.
H.P.B. acaba de
discutirse con Djual Khool, el cual sostenía que el desagradable proceso Davison
no lo había hecho constar en las actas, mientras que ella afirmaba lo
contrario. Desde luego, él tenía razón y ella estaba equivocada. Sin embargo,
si la memoria le falló sobre este particular, en cuanto al hecho en sí, le fue
de utilidad. Naturalmente, usted recuerda el hecho.
Reunión de los
Eclécticos en el salón de billar. Testigos —usted mismo, la pareja Hume, el matrimonio
Cordón, Davison y H.P.B. Tema: S.K.
Chatterji, su carta a Hume expresando su desprecio por la Teosofía y sus
sospechas por lo que se refiere a la buena fe de H.P.B. Pasándole al señor Hume
la carta que yo le había devuelto a ella, dijo que yo había dado órdenes al
Consejo General a través suyo, para que se invitara al Babu a dimitir.
Luego, el señor Hume exclamó con mucho énfasis: "En tal caso, su Koot
Hoomi no es un caballero. La carta es una carta privada y bajo estas
circunstancias ningún caballero pensaría jamás en actuar como él quiere".
Ahora bien, la carta no era una carta privada, desde el momento en que el señor
H. la hizo circular entre los miembros. En aquel momento yo no presté ninguna atención
a esa indirecta. Ni tampoco llegué a enterarme de ella por H.P.B., sino por D.
Khool, que la había escuchado por sí mismo y que posee una excelente memoria.
Ahora bien, ¿quiere usted
hacerme el favor de escribirme dos líneas contándome el incidente, tal como
usted lo recuerda?
Las palabras
"no es un caballero" ¿iban
destinadas a su humilde servidor o bien era una generalización? Se lo pido como
caballero, no como amigo. Esto tiene una relación muy importante con el futuro.
Cuando lo haya hecho, permitiré que vea usted el último resultado de la
infinita "abundancia de recursos" a disposición de nuestro mutuo amigo.
Puede que bajo cualquier otra circunstancia las fanfarronadas del señor Hume
sobre la elevada opinión que tiene Lord Ripon de la Teosofía del señor Hume, y
sus "baladronadas" sobre sus servicios literarios, económicos y demás
que nos ha prestado, pudieran pasar desapercibidas, porque todos nosotros
conocemos sus debilidades; pero, en el caso actual, estas debilidades tienen
que abordarse, de manera que no le quede el menor resquicio por donde escapar,
porque la última carta que me envió (la cual usted verá) —no solamente está en
desacuerdo total con todas las reglas de urbanidad conocidas, sino que, además,
si no se demuestra que ha tergiversado realmente los hechos, en el futuro se
jactará de haber desmentido a nuestra Fraternidad, cosa que ningún miembro de
la misma podrá permitir jamás. Usted no puede dejar de consignar lo absurdo del
contraste entre su aparente confianza en sus extraordinarios poderes y en su
superioridad, y la amargura que demuestra ante la más ligera alusión sobre él
por mi parte. Debe dársele a entender que si él fuera realmente tan grande como
afirma, o incluso si estuviera completamente satisfecho de su grandeza y de la infalibilidad
del poder de su memoria, permanecería indiferente a todo lo que los adeptos pudieran
pensar y, en todo caso, no se mostraría tan vulgarmente ofensivo como ahora. Su
misma sensibilidad es, en sí, la evidencia de las dudas que se ocultan en su
mente sobre la validez de las pretensiones que, con tanta jactancia, expone; he
aquí el motivo de su irritabilidad excitada por cualquier cosa y por todo
aquello que pudiera perturbar sus propias ilusiones.
Confío en que usted
no negará una respuesta directa y clara a mi pregunta clara y directa.
Siempre
afectuosamente suyo,
K.H.
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