domingo, 17 de abril de 2016

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 87

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 87
Carta del Mahatma K.H. a A. P. Sinnett.

LA RAMA LONDRES DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

CARTA Nº 87  (Las palabras "De Bhola Deva Sarma" están escritas en el sobre de esta carta, que fue echada al correo en Adyar, el 16 de enero de 1884 y se recibió en Londres el 7 de febrero de 1884. Sólo la postdata es de puño y letra de K.H.)
A la Rama Londres de la Sociedad Teosófica —Saludos. Puesto que los telegramas a la señora Kingsford y al señor Sinnett y mi carta desde Mysore no han sido totalmente comprendidos, por parte del Maha Chohan se me ordenó que aconsejara el aplazamiento de la elección anual para evitar así cualquier precipitación y ganar tiempo para estudiar esta carta. Después de la fría acogida, por parte de los miembros de la R.L.S.T. el 16 de diciembre, a las propuestas contenidas en la página 29 de la circular impresa y confidencial de la señora Kingsford y el señor Maitland (en las Observaciones y Proposiciones de este último), es decir, la necesidad de formar un cuerpo distinto o grupo dentro del grupo general de la R.L.S.T. — cuya propuesta, si bien no es idéntica en el método práctico que ella sugiere, sin embargo sí lo es substancialmente con la propuesta que yo emití en mi carta del 7 de diciembre— y por otra parte, después de algunos malentendidos, de falsas esperanzas y descontentos —se ha considerado absolutamente necesario el aplazamiento de la elección.
Tal como estaba implícito en mi última carta, en la fecha de la comunicación anterior, la candente cuestión no se refería al carácter literal o alegórico de la última obra del señor Sinnett, sino a la lealtad o deslealtad de la Presidenta de ustedes y de su colaborador hacia nosotros, a quienes muchos de ustedes han juzgado conveniente escoger como sus Instructores esotéricos. Desde ese punto de vista, y al no haber recibido ninguna otra queja hasta ese momento (21 de octubre) surgió la imperativa necesidad de mantener según las sabias palabras de la señora Kingsford —que en sí no son más que el eco de la propia voz del Tathagatha— la política de desligar "la autoridad de los nombres, tanto en el pasado como en el presente, de los principios abstractos". (Discurso inaugural de la Presidenta, el 21 de octubre de 1883). Como que se trata de una cuestión de Justicia, la ignorancia de la señora Kingsford respecto de nuestro verdadero carácter, nuestras doctrinas y nuestra posición (ignorancia que se sobreentiende en sus observaciones poco halagüeñas en relación al que esto escribe y a sus colegas), no tiene más peso que un copo de algodón por lo que respecta a la cuestión de su reelección. Esto, añadido a su valor intrínseco e individual, y a su caridad hacia los pobres animales, y también al hecho de haber pedido a la señora H.P. Blavatsky "someter mi (la de ella) carta a Koot Hoomi" —hizo que el primer procedimiento fuera el más adecuado.
Y ahora, el desarrollo de los acontecimientos, desde el envío de los telegramas en cuestión, posiblemente les haya sugerido a algunos de entre ustedes las verdaderas razones de una acción tan inusitada, por no decir arbitraria, como lo es la de interferir en los derechos de elección privados de una Rama. El tiempo, a veces, neutraliza los males más graves, desencadenando una crisis. Además, y empleando una vez más las palabras de su discurso, — (vuestra presidenta, al referirse a una carta particular mía al señor Ward, que ella había leído y donde, según ella, yo escribí):
"Con evidente ignorancia de los hechos, y esto no es de extrañar" se puede suponer que nosotros ignorábamos también la publicación de la carta impresa que iba a seguir, "Carta privada y confidencial" que se hizo circular entre los miembros de la R.L.S.T. el 16 de diciembre. Así pues, ella no necesitaba sentirse mayormente sorprendida al descubrir que esta "Carta" ha modificado enormemente el caso. Basándonos siempre en la fuerza del principio de justicia imparcial involucrado, nos vemos obligados, no tanto a ratificar literalmente nuestra decisión sobre la reelección de la señora K., como a añadir a ello cierta cláusula y hacer que, de ahora en adelante, resulte imposible para la Presidenta y para los miembros, interpretar incorrectamente nuestra mutua posición. Ojalá que siempre esté lejos de nuestro pensamiento el establecer una nueva jerarquía para la futura opresión de un mundo dominado por clérigos. Igual que entonces nuestro deseo fue señalarles que no se podía ser al mismo tiempo un miembro activo y útil de la Sociedad sin considerarse nuestro discípulo o correligionario, ahora es lo mismo. Pero, precisamente porque ese principio debe operar en ambos sentidos, es por lo que (a pesar de nuestro deseo personal para su reelección) sentimos, y quisiéramos que se supiera, que no tenemos ningún derecho a influir en la libre voluntad de los miembros, en éste o en cualquier otro asunto. Semejante interferencia estaría en flagrante contradicción con la ley básica del esoterismo de que el desarrollo personal psíquico va seguido parí passu del desarrollo del esfuerzo individual y que es la demostración del mérito personal adquirido. Además, se observa una gran discrepancia en los informes que nos llegan del efecto producido en los miembros por el incidente "Kingsford-Sinnett". Ante esto, me resulta imposible acceder a los varios deseos de la señora Kingsford expresados en sus cartas a Madame Blavatsky. Si el señor Massey y el señor Ward otorgan su "total aprobación y simpatía" a la dama, una gran mayoría de miembros parece otorgar las suyas al señor Sinnett.
Por lo tanto, si yo hubiera de actuar de conformidad con la sugerencia del señor Massey, tal como informa la señora K. en su carta del 20 de diciembre, en la que expresa la opinión de él, de que "una sola palabra del Mahatma K.H. bastaría definitivamente para reconciliar al señor Sinnett con mi punto de vista (el de la señora) sobre la cuestión, y establecer entre él y la Rama la cordialidad y la comprensión más perfecta" —en realidad yo mismo estaría haciendo  de pseudo-Papa, al que ella menosprecia y además sería injusto y arbitrario. Entonces, yo me expondría y expondría al señor Sinnett a justas críticas, todavía más severas que las de su discurso de inauguración, en algunas frases remarcables en las que afirma su "desconfianza a toda llamada a la autoridad". Una persona que acaba de decir: "observo con dolor e inquietud la creciente tendencia de la S.T. a introducir en sus métodos... la veneración exagerada por las personas y por la autoridad personal. . . cuyo verdadero resultado es el mero culto servil al héroe. ... Se habla mucho más de lo conveniente entre nosotros de nuestros MAESTROS los Adeptos y cosas por el estilo.... Se han valorado demasiado sus dichos y sus hechos, etc. . . ."
—una persona así no debería pedirme semejante intervención, aún estando seguro de que mi fiel amigo, el señor Sinnett, no se lo tendría en cuenta. Si hubiera accedido al deseo de la señora de que la nombrara "Apóstol del Esoterismo Oriental y Occidental", y si hubiera tratado de forzar su elección, aunque sólo fuera influyendo en uno solo de los miembros que  no lo desearan, y si me hubiera aprovechado de ese cálido y fiel afecto del señor Sinnett hacia mí que nunca fluctúa, influyendo en su actitud futura hacia ella misma y hacia el Movimiento, entonces merecería ser tildado de "oráculo de los teósofos" y clasificado como el "Jo Smith de los Santos del Ultimo Día" y como "Tomás Harris", el "mixegenista" (No hay término que equivalga en español a esta palabra. En este caso se refiere a un espiritista americano que predicaba el "matrimonio espiritual" entre una entidad desencarnada y un mortal.) trascendental entre dos mundos. Yo no puedo creer que una persona que hace sólo unos días sostenía que "nuestra sabia y verdadera trayectoria teosófica no es la de crear nuevos Papas y proclamar nuevos Señores y Maestros", —buscara ahora, en su propio caso, la protección e invocara la ayuda de una "autoridad", la cual sólo podría hacerse sentir hipotéticamente con la ciega renuncia al propio discernimiento. Y como sea que yo prefiero atribuir el deseo de la señora Kingsford a su ignorancia de los verdaderos sentimientos de algunos de sus colegas cuya naturaleza ha sido, posiblemente, disfrazada ahora bajo la delicada falta de sinceridad de la vida civilizada occidental —le recomendaría a ella y a otros interesados en la presente disputa, que apelaran a la decisión del voto, por medio del cual todos pueden expresar sus deseos sin exponerse, individualmente, a ser acusados de falta de cortesía. Y esto no sería más que aprovecharse del privilegio que les confiere el final del artículo 3 de sus Estatutos.
Y ahora pasemos a considerar otra cosa. Por poco que pudiera interesarnos la subordinación personal hacia nosotros, los líderes reconocidos de los Fundadores de la Sociedad Madre, jamás podemos aprobar ni tolerar en ningún miembro, sea de la Rama que sea, la deslealtad hacia los principios fundamentales representados por la Organización Madre. Los Estatutos de la Sociedad Madre deben ser respetados por aquellos que componen sus Ramas, procurando, desde luego, que no se salgan de los tres objetivos declarados de la organización. La experiencia de la Sociedad Madre demuestra que la efectividad de una Rama depende mucho, si no en todo, de la lealtad, discreción y dedicación de su Presidente y de su Secretario, y por más que sus colegas puedan colaborar, el rendimiento de la actividad de su grupo se desarrolla proporcionalmente al de aquellos que desempeñan esos cargos.
Y para terminar, repito, que es con el fin de evitar que se proceda a la reelección de la señora K. antes de que haya desaparecido todo malentendido resultante de mis comunicaciones anteriores, que aconsejo que la elección anual de miembros para desempeñar cargos en vuestra Rama se aplace hasta no recibir esta carta. Además, como sea que el Presidente-Fundador — que conoce nuestro modo de pensar y merece nuestra confianza— es esperado en Inglaterra dentro de poco, no vemos la necesidad de tomar ninguna medida precipitada en esta cuestión.
A él se le ha facilitado una idea general de la situación lo cual, cuando llegue, le permitirá tratar imparcialmente este caso y otros, como representante, a la vez, de su Maestro y de los mejores intereses de la Sociedad
(Por orden de mi Muy Venerado Gurú Deva Mahatma K Δ)
( Bhola Dova Sarma.)

Sería inteligente leer esta carta a los miembros —incluyendo la señora Kingsford— antes del día de las elecciones. Quisiera que estuviera prevenido, si es posible, ante otro "golpe espectacular". Por naturales que sean en política las sorpresas sensacionales de este género, los partidos políticos se componen de fíeles cuya alma se regocija con la intriga; es muy lamentable que esto suceda en una asociación de personas que hacen profesión de consagrarse a los problemas más graves que afectan a los intereses de la humanidad. Que las naturalezas mediocres pleiteen, si lo desean; las inteligentes arreglan sus diferencias con un espíritu de mutua tolerancia.
K.H.
Subba Row y un sabio todavía más grande que él han contestado plenamente a las Observaciones e Indicaciones del señor Maitland sobre El Buddhismo Esotérico. Estas respuestas se enviarán la próxima semana en forma de folleto y se ruega al señor Sinnett que las distribuya especialmente entre aquellos miembros que puedan haberse visto afectados por la crítica.


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