jueves, 21 de abril de 2016

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 99

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 99
Carta de A. O. Hume al Mahatma K.H.

CARTAS DIVERSAS

CARTA Nº 99 (De esta carta solamente se dan extractos. Los números entre paréntesis se refieren a la carta anterior de K.H.nº 98.—Ed.)

Simla, 20-11-80.
Mi querido Koot Hoomi,
He enviado a Sinnett la carta que usted me escribió y él me ha enviado amablemente la que usted le envió a él. Quiero hacer algunas observaciones sobre esta última, no para poner objeciones, sino porque estoy realmente ansioso de que usted me comprenda. Es muy probable que sea presunción mía, pero tanto si es así como no, estoy profundamente convencido de que yo podría actuar con eficacia tan sólo con que viera la manera de hacerlo, y no puedo soportar la idea de que usted me eche en cara algunas malas interpretaciones de mis puntos de vista. Y, sin embargo, cada carta suya que leo me demuestra que todavía no se da cuenta de cómo pienso yo y de cómo siento.* Para explicar esto, me atrevo a anotar unos cuantos comentarios sobre su carta a Sinnett.
Dice usted que si Rusia no consigue apoderarse del Tibet será debido a ustedes y que, al menos en esto, ustedes merecerán nuestra gratitud. —No estoy de acuerdo con esto, en el sentido que usted le da. (1) Si yo creyera que Rusia quería gobernar en general el Tibet o la India, de tal manera que hiciera más felices a todos sus habitantes de lo que ahora son bajo los gobiernos existentes, yo mismo vería con buenos ojos y trabajaría para que eso sucediera.
Pero, por todo lo que puedo juzgar, el gobierno ruso es de un despotismo corrupto, hostil a la libertad de acción individual, y por lo tanto, hostil al verdadero progreso . . . etc. Luego, sobre el vakil (Abogado. N.T.) que habla inglés. ¿Es el hombre tan culpable? Usted y los suyos no le han enseñado nunca que había algo en la "Yog Vidya". Las únicas personas que se han tomado la molestia de educarle, de algún modo, el hacerlo lo educaron en el materialismo —y usted está disgustado con él, pero ¿de quién es la culpa? . . . Acaso yo juzgue como persona ajena, pero a mí me parece que el velo impenetrable del secreto con el que ustedes se rodean y las enormes dificultades que ponen a la comunicación de su conocimiento espiritual, son las causas principales del auge del agresivo materialismo que usted tanto deplora. . . . Sólo ustedes poseen los medios para demostrar, de un modo concluyente, al común de la gente corriente, argumentos convincentes de esta naturaleza, pero ustedes, manifiestamente ligados a antiguas reglas, lejos de difundir con dedicación este conocimiento, lo rodean de una nube de misterio tan espesa que, naturalmente, la humanidad en general, no cree en su existencia ... no puede haber ninguna justificación para no dar al mundo con nitidez los aspectos más importantes de su filosofía, acompañando las enseñanzas con una serie de demostraciones que atraigan la atención de todas las mentes sinceras. Comprendo perfectamente que vacilen ustedes en otorgar a la ligera poderes importantes de los que, probablemente, se abusaría —pero esto no impide, en modo alguno, la exposición dogmática de los resultados de sus investigaciones psíquicas, acompañadas de fenómenos suficientemente claros y repetidos a menudo, para demostrar que, en realidad, ustedes saben más de los temas con los que tratan de lo que sabe la Ciencia Occidental. (2)...
Probablemente usted contestará: "¿Y qué pasa con el caso de Slade?" Pero no hay que olvidar que él estaba recibiendo dinero por lo que hacía, ganándose la vida con ello. Sería muy diferente la posición de un hombre que se presentara para enseñar gratuitamente, con manifiesto sacrificio de su propio tiempo, de su comodidad y de sus conveniencias lo que él creyera que sería bueno que la humanidad supiera. No hay duda de que al principio, todo el mundo diría que el hombre estaba loco o que era un impostor —pero después, cuando fenómeno tras fenómeno se fueran repitiendo y repitiendo, tendrían que admitir que había algo en ello, y en el término de tres años usted tendría todas las mentes más despiertas de cualquier país civilizado interesadas en la materia, y decenas de miles de investigadores inquietos, de los cuales un diez por ciento podrían convertirse en trabajadores útiles y, posiblemente, uno entre mil desarrollaría las cualidades necesarias para convertirse, finalmente, en adepto. Si ustedes desean causar efecto en las mentes nativas a través de las mentes europeas, ése es el modo de hacerlo. Desde luego, estoy hablando sujeto a rectificación e ignorante de las condiciones, posibilidades, etc., pero, en todo caso, no se me debe considerar responsable de esta ignorancia ... (3)
Llego ahora al pasaje: "¿No se le ha ocurrido a usted que las dos publicaciones de Bombay, si no influidas, por lo menos no se hizo nada para evitarlo por parte de aquellos que hubieran podido hacerlo, porque vieron la necesidad de levantar toda esa agitación para conseguir el doble resultado de crear una distracción necesaria después del escándalo del broche y, tal vez, poner a prueba la solidez de su interés personal en el Ocultismo y en la Teosofía? Yo no digo que esto fuera así; no hago más que preguntar si esa eventualidad se presentó nunca ante su mente". Por supuesto que esto iba dirigido a Sinnett, pero sin embargo, yo quisiera contestarlo a mi manera. Ante todo, yo diría ¿cui bono lanzar semejante insinuación? Usted debe saber si fue así o no. Si no fue así, por qué ponernos a especular respecto a lo que podía haber sido, cuando usted sabe que no fue? Pero si fue así, entonces yo sugiero que, en primer lugar, un asunto tan necio como éste no podía poner a prueba el interés personal de un hombre por algo (desde luego que existen cantidad de seres humanos que sólo son una especie de monos amaestrados) ... En segundo lugar, si los Hermanos permitieron deliberadamente la publicación de esas cartas, sólo puedo decir que, desde mi punto de vista profano de no iniciado, creo que cometieron una triste equivocación... y siendo el objetivo de los Hermanos, manifiestamente, hacer que la S.T. sea respetada, difícilmente podían haber escogido un medio peor que el de la publicación de esas absurdas cartas.. . . pero sin embargo, cuando se hace abiertamente la pregunta de si se ha tenido en cuenta alguna vez si los Hermanos permitieron esta publicación, yo no puedo evitar responder: si no lo permitieron, es inútil cualquier consideración superflua sobre la cuestión, y si lo hicieron, me parece que cometieron una imprudencia. (4)
Luego vienen sus observaciones sobre el Coronel Olcott. Querido viejo Olcott, a quien todo el que lo conoce tiene que quererle.
Yo simpatizo plenamente con todo lo que usted dice en su favor —pero no puedo por menos que excluir los términos en los cuales usted le alaba, porque vienen a decir que él no pregunta nunca, sino que siempre obedece. Esto es, de nuevo, la organización jesuítica, —y esta renuncia al propio discernimiento, esta negación de la propia responsabilidad personal, esta aceptación de los dictados de voces ajenas como sustituto de la propia conciencia de uno, en mi opinión es un pecado de una magnitud nada corriente. . . . Más aún: me siento obligado a decir que ... si esta doctrina de ciega obediencia es una doctrina esencial de su sistema, dudo mucho que ninguna luz espiritual que ella pudiera conferir compensara a la humanidad por la pérdida de esa libertad de acción personal, de ese sentido de responsabilidad personal, individual, de lo cual esa doctrina les privaría.... (5)
. . . Pero, si de lo que se trata es de que yo reciba siempre instrucciones para hacer esto o aquello, sin comprender el cómo ni el por qué, sin un escrutinio de las consecuencias, ciego e incauto, moviéndome de inmediato y cumpliéndolas, —entonces, francamente, para mí, el asunto está terminado— yo no soy una máquina militar —soy un enemigo declarado de la organización militar— amigo y defensor del sistema industrial o cooperativista, y no formaré parte de ninguna Sociedad o Corporación que se proponga limitar o controlar mi derecho al propio criterio personal. ¡Desde luego que no soy un doctrinario!,? y no deseo servirme de ningún principio como si se tratara de un caballo de batalla.. . .
Volviendo a Olcott —yo no creo que su relación con la Sociedad propuesta fuera ningún mal..
En primer lugar, yo no me opondría en absoluto a la supervisión del querido viejo Olcott, porque sé que sería puramente nominal, y aunque él tratase de hacerlo de otra manera, tanto Sinnett como yo somos completamente capaces de hacerlo callar si interfiriera innecesariamente. Pero ninguno de los dos podríamos aceptarlo como nuestro verdadero guía (6), porque ambos sabemos que, intelectualmente, somos superiores a él. Esta es una manera brutal de exponerlo, pero, como diría un francés, ¿que voulez vous? Sin una franqueza absoluta no se llega a un entendimiento.. . .
Sinceramente suyo,
A.O. HUME


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