LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 99
Carta de A. O. Hume
al Mahatma K.H.
CARTAS DIVERSAS
CARTA Nº 99 (De esta carta
solamente se dan extractos. Los números entre paréntesis se refieren a la carta
anterior de K.H.nº 98.—Ed.)
Simla, 20-11-80.
Mi querido Koot
Hoomi,
He enviado a
Sinnett la carta que usted me escribió y él me ha enviado amablemente la que usted
le envió a él. Quiero hacer algunas observaciones sobre esta última, no para
poner objeciones, sino porque estoy realmente ansioso de que usted me
comprenda. Es muy probable que sea presunción mía, pero tanto si es así como
no, estoy profundamente convencido de que yo podría actuar con eficacia tan
sólo con que viera la manera de hacerlo, y no puedo soportar la idea de que
usted me eche en cara algunas malas interpretaciones de mis puntos de vista. Y,
sin embargo, cada carta suya que leo me demuestra que todavía no se da cuenta
de cómo pienso yo y de cómo siento.* Para explicar esto, me atrevo a anotar
unos cuantos comentarios sobre su carta a Sinnett.
Dice usted que si
Rusia no consigue apoderarse del Tibet será debido a ustedes y que, al menos en
esto, ustedes merecerán nuestra gratitud. —No estoy de acuerdo con esto, en el sentido
que usted le da. (1) Si yo creyera que Rusia quería gobernar en general el
Tibet o la India, de tal manera que hiciera más felices a todos sus habitantes
de lo que ahora son bajo los gobiernos existentes, yo mismo vería con buenos
ojos y trabajaría para que eso sucediera.
Pero, por todo lo
que puedo juzgar, el gobierno ruso es de un despotismo corrupto, hostil a la libertad
de acción individual, y por lo tanto, hostil al verdadero progreso . . . etc. Luego,
sobre el vakil (Abogado. N.T.) que habla inglés.
¿Es el hombre tan culpable? Usted y los suyos no le han enseñado nunca que había
algo en la "Yog Vidya". Las únicas personas que se han tomado la
molestia de educarle, de algún modo, el hacerlo lo educaron en el materialismo
—y usted está disgustado con él, pero ¿de quién es la culpa? . . . Acaso yo
juzgue como persona ajena, pero a mí me parece que el velo impenetrable del
secreto con el que ustedes se rodean y las enormes dificultades que ponen a la
comunicación de su conocimiento espiritual, son las causas principales del auge
del agresivo materialismo que usted tanto deplora. . . . Sólo ustedes poseen
los medios para demostrar, de un modo concluyente, al común de la gente corriente,
argumentos convincentes de esta naturaleza, pero ustedes, manifiestamente
ligados a antiguas reglas, lejos de difundir con dedicación este conocimiento,
lo rodean de una nube de misterio tan espesa que, naturalmente, la humanidad en
general, no cree en su existencia ... no puede haber ninguna justificación para
no dar al mundo con nitidez los aspectos más importantes de su filosofía,
acompañando las enseñanzas con una serie de demostraciones que atraigan la
atención de todas las mentes sinceras. Comprendo perfectamente que vacilen ustedes
en otorgar a la ligera poderes importantes de los que, probablemente, se
abusaría —pero esto no impide, en modo alguno, la exposición dogmática de los
resultados de sus investigaciones psíquicas, acompañadas de fenómenos
suficientemente claros y repetidos a menudo, para demostrar que, en realidad,
ustedes saben más de los temas con los que tratan de lo que sabe la Ciencia
Occidental. (2)...
Probablemente usted
contestará: "¿Y qué pasa con el caso de Slade?" Pero no hay que
olvidar que él estaba recibiendo dinero por lo que hacía, ganándose la vida con
ello. Sería muy diferente la posición de un hombre que se presentara para
enseñar gratuitamente, con manifiesto sacrificio de su propio tiempo, de su
comodidad y de sus conveniencias lo que él creyera que sería bueno que la
humanidad supiera. No hay duda de que al principio, todo el mundo diría que el
hombre estaba loco o que era un impostor —pero después, cuando fenómeno tras
fenómeno se fueran repitiendo y repitiendo, tendrían que admitir que había algo
en ello, y en el término de tres años usted tendría todas las mentes más
despiertas de cualquier país civilizado interesadas en la materia, y decenas de
miles de investigadores inquietos, de los cuales un diez por ciento podrían
convertirse en trabajadores útiles y, posiblemente, uno entre mil desarrollaría
las cualidades necesarias para convertirse, finalmente, en adepto. Si ustedes
desean causar efecto en las mentes nativas a través de las mentes europeas, ése
es el modo de hacerlo. Desde luego, estoy hablando sujeto a rectificación e
ignorante de las condiciones, posibilidades, etc., pero, en todo caso, no se me
debe considerar responsable de esta ignorancia ... (3)
Llego ahora al
pasaje: "¿No se le ha ocurrido a usted que las dos publicaciones de
Bombay, si no influidas, por lo menos no se hizo nada para evitarlo por parte
de aquellos que hubieran podido hacerlo, porque vieron la necesidad de levantar
toda esa agitación para conseguir el doble resultado de crear una distracción
necesaria después del escándalo del broche y, tal vez, poner a prueba la
solidez de su interés personal en el Ocultismo y en la Teosofía? Yo no digo que
esto fuera así; no hago más que preguntar si esa eventualidad se presentó nunca
ante su mente". Por supuesto que esto iba dirigido a Sinnett, pero sin
embargo, yo quisiera contestarlo a mi manera. Ante todo, yo diría ¿cui bono
lanzar semejante insinuación? Usted debe saber si fue así o no. Si no fue así,
por qué ponernos a especular respecto a lo que podía haber sido, cuando usted
sabe que no fue? Pero si fue así, entonces yo sugiero que, en primer lugar, un asunto
tan necio como éste no podía poner a prueba el interés personal de un hombre
por algo (desde luego que existen cantidad de seres humanos que sólo son una
especie de monos amaestrados) ... En segundo lugar, si los Hermanos permitieron
deliberadamente la publicación de esas cartas, sólo puedo decir que, desde mi
punto de vista profano de no iniciado, creo que cometieron una triste
equivocación... y siendo el objetivo de los Hermanos, manifiestamente, hacer
que la S.T. sea respetada, difícilmente podían haber escogido un medio peor que
el de la publicación de esas absurdas cartas.. . . pero sin embargo, cuando se hace
abiertamente la pregunta de si se ha tenido en cuenta alguna vez si los
Hermanos permitieron esta publicación, yo no puedo evitar responder: si no lo
permitieron, es inútil cualquier consideración superflua sobre la cuestión, y
si lo hicieron, me parece que cometieron una imprudencia. (4)
Luego vienen sus
observaciones sobre el Coronel Olcott. Querido viejo Olcott, a quien todo el que
lo conoce tiene que quererle.
Yo simpatizo
plenamente con todo lo que usted dice en su favor —pero no puedo por menos que
excluir los términos en los cuales usted le alaba, porque vienen a decir que él
no pregunta nunca, sino que siempre obedece. Esto es, de nuevo, la organización
jesuítica, —y esta renuncia al propio discernimiento, esta negación de la
propia responsabilidad personal, esta aceptación de los dictados de voces
ajenas como sustituto de la propia conciencia de uno, en mi opinión es un
pecado de una magnitud nada corriente. . . . Más aún: me siento obligado a decir
que ... si esta doctrina de ciega obediencia es una doctrina esencial de su
sistema, dudo mucho que ninguna luz espiritual que ella pudiera conferir
compensara a la humanidad por la pérdida de esa libertad de acción personal, de
ese sentido de responsabilidad personal, individual, de lo cual esa doctrina
les privaría.... (5)
. . . Pero, si de
lo que se trata es de que yo reciba siempre instrucciones para hacer esto o aquello,
sin comprender el cómo ni el por qué, sin un escrutinio de las consecuencias,
ciego e incauto, moviéndome de inmediato y cumpliéndolas, —entonces,
francamente, para mí, el asunto está terminado— yo no soy una máquina militar
—soy un enemigo declarado de la organización militar— amigo y defensor del
sistema industrial o cooperativista, y no formaré parte de ninguna Sociedad o
Corporación que se proponga limitar o controlar mi derecho al propio criterio
personal. ¡Desde luego que no soy un doctrinario!,? y no deseo servirme de ningún
principio como si se tratara de un caballo de batalla.. . .
Volviendo a Olcott
—yo no creo que su relación con la Sociedad propuesta fuera ningún mal..
En primer lugar, yo
no me opondría en absoluto a la supervisión del querido viejo Olcott, porque sé
que sería puramente nominal, y aunque él tratase de hacerlo de otra manera,
tanto Sinnett como yo somos completamente capaces de hacerlo callar si
interfiriera innecesariamente. Pero ninguno de los dos podríamos aceptarlo como
nuestro verdadero guía (6), porque ambos sabemos que, intelectualmente, somos
superiores a él. Esta es una manera brutal de exponerlo, pero, como diría un
francés, ¿que voulez vous? Sin una franqueza absoluta no se llega a un
entendimiento.. . .
Sinceramente suyo,
A.O. HUME
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