LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 89
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
ESPIRITISMO Y LOS
FENÓMENOS
CARTA Nº 89
Recibida en
Allahabad, el 24 de marzo de 1882.
Privada
Buen amigo, al
enviar la carta no repetiré de nuevo las muchas advertencias que podrían hacerse
sobre las diferentes objeciones que tenemos derecho a presentar contra los
fenómenos espiritistas y sus médiums. Nosotros hemos cumplido con nuestro deber
y debido a que la voz de la verdad llegó por un conducto que a muy pocos les
gustó, se la declaró falsa, y con ella —al Ocultismo. El momento de
discutir ya ha pasado y se acerca la hora en que quedará demostrado ante el
mundo que la Ciencia Oculta, en lugar de ser, según palabras del Dr. R. Chambers
—"la superstición en sí", tal como ellos puede que estén dispuestos a
creer, se descubrirá que es la explicación de la extinción de toda
superstición, o de casi toda. Por razones que
usted comprenderá, aunque al principio (en lo que a usted se refiere) se
sentirá inclinado a considerarlo injusto, estoy decidido a hacer, por una vez,
aquello que no he hecho nunca; es decir, a personificarme bajo otra forma y,
probablemente, con otro carácter. Por lo tanto, no necesita usted envidiar a Eglinton
el placer de verme personalmente, hablar conmigo —y quedar "atónito",
ni de los resultados de la visita que le haré a bordo del "Vega".
Esto lo realizaré entre el 21 y 22 de este mes, y cuando usted lea esta carta
será ya una "visión del pasado" —si Olcott le envía a usted la carta
hoy.
Tal vez usted diga "todas
las cosas de la existencia son un misterio y nosotros explicamos los misterios
a través de misterios".
Bien, bien; para usted y para quien esté prevenido no será así, puesto que, por
varias razones —unas más plausibles que otras— deposito en usted mi confianza.
Una de estas
razones es —evitarle un sentimiento involuntario de envidia, (la palabra suena
rara, ¿no es cierto?) cuando usted oiga hablar de ello. Como sea que él verá a alguien
totalmente distinto del verdadero K.H., aunque sea K.H. —no es necesario que
usted se sienta ofendido por su amigo trans-himaláyico.
Otra razón es la de
evitar que al pobre hombre se le tache de jactancioso;
la tercera y la más
importante, aunque no la menor ni la última, es que la Teosofía y sus
seguidores tienen que ser finalmente vindicados. Eglinton se marcha a su tierra
y si a su regreso no es capaz de reconocer nada de los Hermanos, sería un día
de prueba muy penoso para la pobre vieja H.P.B. y para H.S.O. El señor Hume nos
echó en cara el que nos apareciéramos ante Eglinton. Se rió por lo bajo de
nosotros, y nos desafió a que nos apareciéramos ante Fern y los demás. Por
razones que puede que él sea o no sea capaz de apreciar —pero usted si— no
pudimos, o mejor dicho, no quisimos hacerlo mientras E. estuviera en la India.
Y no menos buenas razones las teníamos para prohibir a H.P.B. que le escribiera,
ni que le concediera demasiada importancia en el Theosophist. Pero ahora que se
ha ido, y que el día 22 estará a cientos de millas en el océano y ninguna
sospecha de fraude puede surgir ni contra uno ni contra otro, ha llegado el
momento del experimento. El piensa ponerla a ella a prueba —pero el que será
puesto a prueba será él.
Así pues, mi devoto
amigo y defensor, prepárese. Como voy a recomendarle a Eglinton que recomiende
discreción por su parte a la señora Cordón, y como sea que la buena señora
podría estar dispuesta a ir demasiado lejos y a tomar la indicación al pie de
la letra, le doy a usted por adelantado una bula para ella, con el fin de
romper el sello de sus labios.
Ahora pasemos al
señor Hume. Ha trabajado realmente para nosotros y, ciertamente, merece nuestra
consideración —hasta el momento. Le habría escrito yo mismo gustosamente, pero me
temo que la vista de mi conocida caligrafía sería causa de desviación de sus
sentimientos —haciéndolos empeorar— antes de que se tomara la molestia de leer
lo que tengo que decir.
¿Quiere usted tener
la bondad de hacerse cargo de la delicada tarea de notificarle lo que ahora le
escribo a usted? Dígale
que hay personas —enemigos— que están ansiosos de sorprender a la "vieja
dama" practicando el FRAUDE, de atraparla, por decirlo así, y que, por esa
misma razón, yo estoy decidido a poner fin a esta cuestión de una vez por todas
y para siempre.
Dígale que,
aprovechando su sugerencia y su consejo, yo —K.H., apareceré ante Eglinton en propia
persona y in aclu, en el mar, entre los días 21 y 22 de este mes, y que si
tengo éxito en hacer que el rebelde que niega a los "Hermanos"
recupere su sentido, la señora Cordón y su consorte serán puestos
inmediatamente al corriente de este hecho. Esto es todo. Hemos esperado a
propósito para realizar nuestro experimento, hasta su marcha, y ahora —NOS DISPONEMOS
A ACTUAR.
Siempre suyo,
K.H.
Hasta
el 25 de marzo se espera que el señor Sinnett mantenga sus labios tan sellados
como lo estarán cuando se muera —dentro de tres veintenas de años + diez. Ni
una sola alma, salvo la señora S., su buena esposa, debe conocer una sola
palabra de esta carta. Espero esto de su amistad, y ahora la pongo a prueba. Al
señor Hume puede usted escribirle ahora mismo de forma que él pueda recibir la
carta el 24 por la tarde. El futuro de usted depende de esto, de su silencio.
K.H.
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