LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 93
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
ESPIRITISMO Y LOS
FENÓMENOS
CARTA Nº 93
Recibida en
Londres, 1883-84
Mi
bueno y fiel amigo —la explicación aquí contenida no se hubiera dado nunca si
yo no me hubiera dado cuenta de cuan turbado estaba usted durante su
conversación con algunos amigos sobre el asunto del "plagio" —particularmente
con C.C.M. Especialmente ahora que he recibido su última carta en la cual usted
menciona con tanta delicadeza "este
lastimoso pequeño incidente de Kiddle", el ocultarle a usted la verdad sería una
crueldad; y sin embargo, ponerla en manos del mundo de los espiritistas, lleno
de prejuicios y malévolamente dispuesto será una completa locura. Por lo tanto,
hemos de llegar a un acuerdo: usted y el señor Ward, que cuentan con mi
confianza, tienen que prometerme que nunca explicarán a nadie, sin mi especial
consentimiento, los hechos que expongo a continuación —ni siquiera a M.A. Oxon
ni a C.C. Massey, a los que incluyo, por razones que en seguida mencionaré y
que ustedes comprenderán al instante. Si se ven presionados
por alguno de ellos, pueden contestar simplemente que el "misterio
psicológico" les fue aclarado a ustedes y a algunos otros; y —SI quedan
convencidos— pueden ustedes añadir que "los pasajes paralelos" no
pueden ser llamados plagio ni cosa parecida. Les doy a ustedes
carie blanche para decir lo que quieran — incluso para explicar la razón de por
qué prefiero que los hechos reales no se expongan al público en general ni a la
mayoría de los miembros de Londres —todo, menos los detalles que sólo ustedes y
algunos otros conocerán. Como observarán, ni siquiera les pido que defiendan mi
reputación —a menos que estén convencidos más allá de cualquier duda y hayan comprendido
ustedes la explicación. Y ahora puedo decirles por qué prefiero que sus amigos me
consideren un "peligroso plagiario".
Habiendo
sido tratado repetidamente de "sofista", de "mito", de
"señora Harris" y de "inteligencia inferior" por los
enemigos, me gustaría que no se me considerara como un artífice de la mentira
por parte de falsos amigos —quiero decir, aquellos que me aceptarían de mala
gana, aunque consideraran que yo estaba a la altura de sus ideales, en lugar de
lo contrario— tal como ocurre ahora. Por lo que se refiere a mí, personalmente,
no me importa lo que ocurra. Pero por consideración a ustedes y a la Sociedad,
puedo hacer un esfuerzo más para despejar el horizonte de sus nubes "más
negras".
Resumamos,
pues, la situación y veamos qué es lo que dicen de ella sus sabios
occidentales. "K.H." —decididamente— es un plagiario —si es que,
después de todo, se trata de K.H. y no de "dos Humoristas Occidentales".
En el primer caso, un pretendido "adepto", incapaz de sacar de su
"pequeño cerebro oriental" ninguna idea o ninguna palabra dignas de
Platón, se aprovechó de ese depósito de filosofía profunda, el "Banner of
Light", y sacó de allí las frases que mejor se prestaban para expresar sus
ideas más bien confusas, ¡frases que se han deslizado de los inspirados labios
del señor Henry Kiddle! En la otra alternativa, el caso se convierte en más difícil
todavía de entender —salvo si aceptamos la teoría de la mediumnidad
irresponsable de los dos bromistas occidentales. Sin embargo, por
asombrosa e imposible que sea la teoría de que dos personas que han sido lo suficientemente
inteligentes para aguantar durante cinco años, sin que se sospechara, el fraude
de la personificación de varios adeptos —ninguno de ellos parecido al otro;—
dos personas una de las cuales, de todos modos, domina perfectamente el inglés
y que, difícilmente puede sospecharse que carezca de ideas, no se entiende que
sintiera la menor inclinación para plagiar un periódico como el Banner, muy difundido
y leído entre la mayoría de los ingleses que se interesan por el espiritismo; y
sobre todo, para robar las frases que se habían apropiado del discurso de un
notorio nuevo converso, cuyas declaraciones públicas eran, en ese momento, muy
aceptadas por todo médium y espiritista; a pesar de lo imposible de todo esto, y
mucho más, sin embargo cualquier alternativa parece ser mejor acogida que la
simple verdad. El edicto está promulgado;
"K.H.", quienquiera que sea, ha robado pasajes del señor Kiddle. Y no
sólo esto, sino que, tal como expone un "Lector Perplejo" —ha soslayado
palabras embarazosas y ha distorsionado tanto las ideas de las que se ha
apropiado, que les ha cambiado su intención original para adaptarlas a su
propio propósito muy diferente.
Bien, en cuanto a
eso, si yo tuviera algún deseo de argumentar sobre la cuestión, podría contestar
que, por lo que se refiere al plagio, en realidad no hubo ninguno, al tratarse
de una apropiación de ideas más bien que de palabras y frases, y yo quedo
exonerado por mis propios acusadores. Como dice Milton: "una clase de apropiación como
ésta, si el que la hace no la mejora, se considera plagio". Al haber
tergiversado las ideas de las que me "apropié", y tal como ahora se
han publicado, al haberlas desviado de su intención original para adaptarlas a mis
"propósitos muy diferentes", según ese argumento, mi ratería
literaria no parece ser, después de todo, tan tremenda. E incluso, si no se
ofreciera otra explicación, lo máximo que podría decirse sería que, debido a la
pobreza de las palabras de que dispone el corresponsal del señor Sinnett, y a
su ignorancia del arte de la composición inglesa, se ha servido de unas cuantas
expansiones inocentes del señor Kiddle, de algunas de sus frases excelentemente
construidas —para expresar sus propias ideas contrarias. Lo que acabo de
manifestar es el único argumento que he dado y que he permitido que se
utilizara en una nota editorial de la "genial editora" del
Theosophist, la cual, desde que se hizo esta acusación ha estado fuera de sí. Realmente, la mujer, en esta quinta raza,
¡es una terrible calamidad! Sin embargo, para usted y para unos cuantos a
los que se le autoriza a escoger entre los teósofos más dignos de confianza,
teniendo cuidado, ante todo, de pedirles su palabra de honor de que guardarán
esta pequeña revelación para ellos, voy a explicar los verdaderos hechos de
este misterio psicológico tan "complicado". La solución es tan simple
y las circunstancias tan divertidas que tengo que confesar que me reí cuando mi
atención fue atraída hacia él hace algún tiempo. Aún más, creo que si no fuera
que sé la pena que esto representa para algunos verdaderos amigos, incluso
ahora me haría sonreír.
La carta en cuestión
fue pergeñada por mí mientras viajaba a lomos de un caballo. Fue dictada mentalmente
en la dirección de un joven chela y "precipitada" por medio de él,
que era todavía inexperto en esta rama de la química psíquica, y el cual tuvo
que transcribirla a partir de las huellas apenas visibles. Por consiguiente,
la mitad de ella se omitió y la otra mitad fue más o menos distorsionada por el
"artista". Cuando, en su momento, me preguntó si yo quería repasarla
y corregirla le contesté, imprudentemente, lo confieso: "estará bien como
lo hagas, hijo mío, no tiene una mayor importancia si te saltas alguna
palabra". Me sentía físicamente muy cansado después de un viaje a caballo
de 48 horas seguidas y, también físicamente — medio dormido. Además de esto,
tuve que atender psíquicamente un asunto muy importante y por lo tanto, quedaba
muy poco de mí para dedicarlo a esta carta. Imagino que estaba predestinada al
fracaso. Cuando desperté me encontré que ya había sido enviada, y como entonces
no preveía su publicación, dejé de preocuparme por ella. Ahora bien, nunca
había evocado la fisionomía espiritual del señor Kiddle, ni había oído hablar
nunca de su existencia y ni siquiera conocía su nombre. Al sentirme interesado,
gracias a nuestra correspondencia, a su ambiente y a sus amigos de Simla, en el
progreso intelectual de los Fenomenalistas — progreso que, dicho sea de paso,
encuentro más bien retrógrado en el caso de los espiritistas americanos— yo
había dedicado mi atención, desde hacía un par de meses, al importante movimiento
anual de sus campamentos, siguiéndoles en diferentes direcciones, entre otras, hacia
Lake o Mount Pleasant. Algunas de las curiosas ideas y frases representando las
esperanzas y aspiraciones generales de los espiritistas americanos quedaron
impresas en mi memoria, y recordé esas ideas y frases sueltas, totalmente
aparte de las personalidades de aquellos que las abrigaban o las pronunciaron.
De ahí mi total desconocimiento del conferenciante al que, inocentemente, he
defraudado al parecer, y que ahora protesta ruidosamente. Sin embargo, si yo
hubiera dictado mi carta en la forma en que ahora aparece publicada, resultaría
ciertamente sospechosa, y si bien estaría lejos de ser lo que, generalmente, se
denomina un plagio, sin embargo, a causa de que le falta algún entrecomillado,
podría existir una base para la censura. Pero yo no he hecho nada parecido, tal
como demuestra claramente el texto original que ahora tengo ante mí. Y antes de
seguir adelante, debo darle a usted una explicación sobre este método
de precipitación. Los
recientes experimentos de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas le ayudarán
mucho a comprender el mecanismo de esta "telegrafía
mental".
En el Journal de
esa agrupación, usted ha observado cómo la transferencia del pensamiento es producida
por acumulación.
La imagen de una figura
geométrica, o de otra, que la actividad del cerebro ha tenido que imprimir en
él, se reimprime gradualmente en el cerebro receptor del sujeto pasivo —tal
como se muestra en las series de reproducciones ilustradas en los grabados.
Para que se produzca
una telegrafía mental perfecta e instantánea son necesarios dos factores —la
total concentración del operador y la total pasividad receptiva del sujeto
"lector". Si hay alguna alteración en cualquiera de estas dos condiciones,
el resultado es proporcionalmente imperfecto.
El "lector"
no ve la imagen tal como está en el cerebro del "telegrafista", sino
que la ve tal como surge del suyo propio. Cuando los pensamientos del
"telegrafista" deambulan, la corriente psíquica se rompe y la comunicación
se convierte en deshilvanada e incoherente.
En un caso como el mío,
el chela, por decirlo de alguna manera, tenía que recoger lo que pudiera de la
corriente que yo le estaba enviando, y como ya he dicho antes, tenía que reunir
los pedazos esparcidos lo mejor que pudiera.
¿No está usted
viendo lo mismo en el mesmerismo vulgar —el maya impreso en la imaginación del
sujeto por parte del operador, cuya imagen ora se debilita ora se fortalece,
según que este último mantenga la pretendida imagen ilusoria más o menos estabilizada
en su propia imaginación?
¿Y cuan a menudo
los clarividentes reprochan al magnetizador el que desvíe sus pensamientos del
sujeto en cuestión? Y el curador que se sirve del mesmerismo
siempre le asegurará que si él se permite pensar en otra cosa que no sea la corriente
vital que está vertiendo en su paciente, en seguida se ve obligado a restablecer
la corriente genuina o a suspender el tratamiento. De modo que, en este
caso, al haber tenido en ese momento más vivida en mi mente la diagnosis
psíquica de la corriente de pensamientos espiritista, de lo cual la charla del
Lago Pleasant era un señalado síntoma, transfería, involuntariamente, aquel
recuerdo más vividamente que mis propias indicaciones y conclusiones al
respecto. Por así
decirlo, las declaraciones de las "víctimas expoliadas" — según el
señor Kiddle— salieron a "plena luz" y fueron fotografiadas más
claramente (primero en el cerebro del chela y a partir de ahí, sobre el papel
que tenía ante él, un doble proceso y una mayor dificultad que no la simple
lectura del pensamiento), mientras que el resto de —mis observaciones y explicaciones—
tal como ahora lo veo, apenas son visibles y están completamente borrosas en
los fragmentos originales que tengo ante mí. Ponga en las manos
de un sujeto mesmerizado una hoja de papel en blanco, dígale que contiene
cierto capítulo de algún libro que usted ha leído, concentre sus pensamientos
sobre las palabras, y observe cómo su lectura reflejará, más o menos vívidamente,
sus propios recuerdos sucesivos del lenguaje de su autor —a no ser que él mismo
haya leído el capítulo— pues sólo lo toma de la memoria de usted.
Lo mismo sucede por
lo que respecta a la precipitación por el chela del pensamiento transferido sobre
(o mejor dicho al) papel; si la imagen mental recibida es débil, la reproducción
visible de la misma también será débil. Y lo será más o
menos, según sea la cantidad de atención que él preste. El podría ser utilizado
por su "Maestro" como una especie de máquina psíquica de imprimir,
para reproducir litografías o impresiones psicografiadas de lo que el operador
tuviera en mente —con sólo que se tratara de una persona con un verdadero temperamento
mediumnístico— su sistema nervioso, la máquina; su aura nerviosa, el fluido
impresor; los colores, obtenidos de esa inagotable reserva de pigmentos (como
de todo lo demás), el Akasa.
Pero el médium y el
chela son diametralmente distintos, y este último actúa conscientemente, excepto
en circunstancias excepcionales durante el desarrollo, de lo cual no se va a
tratar necesariamente aquí. Pues
bien, tan pronto como yo me enteré de la acusación —pues la conmoción entre mis
defensores llegó hasta mí a través de las nieves eternas— ordené una investigación
de los restos que quedaban de la impresión original. En seguida me di cuenta de
que yo era el único y gran culpable —el pobre muchacho no había hecho más que
lo que se le dijo. Y ahora, al haber restaurado las letras y las líneas
—omitidas y confusas más allá de toda esperanza de reconocimiento por parte de
nadie, excepto por parte de su "emisor" original— devolviéndoles su
color y su lugar primitivo, al leerla ahora, encuentro mi carta totalmente distinta,
tal como usted podrá observar.
Y
volviendo a El Mundo Oculto —la copia que usted me envió— hasta la página
citada (especialmente la página 149 de la primera edición), después de leerla
con cuidado quedé sorprendido por la gran contradicción entre las frases.
Hay una laguna en
esas ideas, por así decirlo, entre la primera parte (desde la línea 1 a la 25)
y la segunda parte —la que se ha dado en llamar la parte plagiada. No parece
existir en absoluto ninguna conexión entre las dos partes; porque, en verdad, ¿qué tiene que ver
la determinación de nuestros jefes (de demostrar a un mundo escéptico que los
fenómenos físicos están sujetos a la ley lo mismo que todo lo demás), con las
ideas de Platón que "gobiernan el mundo", o con la puesta en práctica
de la "Fraternidad Humana"? Me temo que sólo es su amistad personal hacia el
escritor la que le ha cegado ante la discrepancia y la falta de coherencia de sus
ideas, en esta abortiva "precipitación", incluso hasta ahora. De otro
modo, usted no podría haber dejado de apercibirse de que en esa página había
algo equivocado; que existía un flagrante defecto de coherencia. Además, tengo
que declararme culpable de otra falta: yo no he mirado nunca mis cartas
impresas —hasta el día de mi forzada investigación. Sólo había leído su trabajo
original, considerando una pérdida de tiempo revisar ni un ápice de mis pensamientos
precipitados en papelitos. Pero ahora tengo que pedirle que lea usted los
pasajes tal como fueron dictados originalmente por mí, y que haga una
comparación con El Mundo Oculto delante suyo.
Esta
vez los transcribo de mi propia mano, pues la carta que usted tiene fue escrita
por el chela. Le pido también que compare esta caligrafía con la de algunas de
las primeras cartas que usted recibió de mí. Tenga presente la categórica
negación de la "Vieja Dama" en Simla, de que mi primera carta hubiera
sido escrita nunca por mí.
—Entonces— me sentí molesto por su indiscreción y por sus observaciones; ahora
puede que ello sirva para algo bueno.
¡Ay! En modo alguno
somos todos "dioses", sobre todo si usted recuerda que desde los días
felices de las "impresiones" y "precipitaciones"
—"K.H." ha nacido a una nueva luz más elevada, y ni siquiera esa, es
en absoluto la más deslumbrante que puede alcanzarse en esta tierra. En verdad,
la Luz de la Omnisciencia y de la Presciencia infalible en esta tierra —la que
brilla únicamente para el CHOHAN más elevado —¡todavía está muy alejada de mí!
Incluyo la copia,
palabra por palabra, de los fragmentos restaurados, subrayando en rojo (Estos
pasajes están impresos en cursiva.—Ed. (esto no se cumple para esta edición escrita en mi blog) las frases
omitidas, para una más fácil comparación. (Página 149 - Primera Edición. [En
inglés].) ..... Elementos fenomenales hasta ahora insospechados..... terminarán
por descubrir los secretos de sus misteriosas operaciones. Platón
tenía razón al readmitir todo elemento de especulación que Sócrates había
descartado. Los problemas de la existencia universal no son inalcanzables ni
despreciables si se consiguen. Pero estos problemas sólo pueden resolverse si se
dominan aquellos elementos que asoman ahora en el horizonte del profano. Ni siquiera los Espiritistas, con sus ideas
y conceptos erróneos, grotescamente falseados, son vagamente conscientes de la
nueva situación. Ellos profetizan, y
sus profecías no siempre están exentas de un punto de verdad en ellas, de una
pre-visión intuitiva, por así decirlo. Se oye a algunos de ellos reafirmando el
antiquísimo axioma de que "las Ideas gobiernan el mundo"; y a medida
que las mentes de los hombres reciben nuevas ideas y van abandonando las antiguas
y decadentes, el mundo avanza(rá); poderosas revoluciones nace(rón) de ellas;
las instituciones (sí, e incluso pueden añadirse los credos y las soberanías)
—SE DESMORONARAN ante su avance arrollador, aplastados por su propia fuerza inherente,
¡no por la fuerza irresistible de las "nuevas ideas" ofrecidas por
los espiritistas! Sí;
ellos tienen razón, y a la vez están equivocados. Tengan la seguridad de que
—cuando llegue el momento, será tan imposible resistirse a su influencia como
lo sería detener la subida de la marea. Pero yo veo que en lo que fallan los
espiritistas y sus "Espíritus" es en explicar (al no conocer estos
últimos más que lo que pueden encontrar en los cerebros de los primeros) que
todo esto llegará gradualmente; y antes de que llegue, tanto ellos como
nosotros todos tenemos un deber que cumplir, tenemos una serie de tareas ante
nosotros: la de hacer desaparecer, tanto cuanto sea posible, las escorias
dejadas para nosotros por nuestros piadosos antepasados.
Nuevas ideas tienen
que ser implantadas en lugares limpios, porque estas ideas atañen a los temas
más importantes. No son los fenómenos físicos, ni la organización Espiritista,
sino que son estas ideas universales las que tenemos que estudiar meticulosamente;
hemos de estudiar el noúmeno, no el fenómeno, porque para comprender este ULTIMO,
antes hemos de comprender el PRIMERO.
Atañen
a la verdadera posición del hombre en el Universo, es cierto, pero sólo en
relación a su FUTURO, no en relación a sus nacimientos ANTERIORES. Por maravillosos que sean estos fenómenos
físicos, no podrán llegar a explicar nunca al hombre su origen, y menos aún su destino
final, o como uno de ellos dice —la relación de lo mortal con lo inmortal, de
lo temporal con lo eterno, de lo finito con lo Infinito, etc. etc. Ellos hablan
muy irreflexivamente de lo que consideran las nuevas ideas, "más amplias",
más generales, más grandes, más comprensivas y, al mismo tiempo, en lugar del
imperio de la ley inmutable, aceptan el imperio universal de la ley como
expresión de la Voluntad Divina. (!) Olvidados de sus primitivas creencias y de que, "el Señor se
arrepentía de haber creado al hombre" estos pseudo-filósofos y
reformadores quisieran inculcar en sus oyentes que la expresión de lo que se
llama Voluntad divina, "no se puede cambiar, ni cambia —por lo cual, sólo
existe el ETERNO AHORA, mientras que para los mortales (¿los no iniciados?) el
tiempo es pasado o futuro por lo que se refiere a su existencia finita en este
plano material" —del que ellos saben tan poco como de sus esferas
espirituales— y han hecho de ellas —una partícula de barro como nuestra propia
tierra, una vida futura que el verdadero filósofo preferiría soslayar y no ir en
pos de ella. Pero estoy soñando despierto.... De todos modos, ésta no es
ninguna enseñanza privilegiada para ellos. Muchas de estas ideas son fragmentos
sacados de Platón y de los filósofos de Alejandría. Esto es lo que todos
nosotros estudiamos y lo que muchos han resuelto.... etc. etc.
Esta es la
verdadera copia del documento original, tal como ahora ha sido restaurado —la "Piedra
Rosetta" del incidente Kiddle. Y ahora, si usted ha comprendido mis
explicaciones sobre el proceso tal como se han dado en pocas palabras más
arriba, no necesita preguntarme cómo pudo ocurrir que las frases transcritas
por el chela, aunque algo deshilvanadas, sean principalmente las que ahora se
consideran un plagio, mientras que los "eslabones desaparecidos" son
precisamente aquellas frases que hubieran demostrado que los pasajes eran,
simplemente, reminiscencias, si no citas —alrededor de cuya nota predominante
se habían concentrado mis reflexiones aquella mañana. Por aquellos días, usted
estaba dudando si veía en el Ocultismo, o en los fenómenos de la
"V.D." algo que estuviera más allá de una variedad del Espiritismo y
de la mediumnidad. Por primera vez en mi vida yo había prestado una gran
atención a las expresiones de los "métodos de comunicación" poéticos,
a lo que se llama elocuencia "inspiradora" de los conferenciantes
ingleses y americanos, a su calidad y a sus limitaciones. Quedé sorprendido de
toda esta brillante pero vacía verborrea y me di cuenta plenamente, por primera
vez, de su perniciosa tendencia intelectual. M. lo sabe todo sobre ellos —pero,
puesto que yo nunca había tenido nada que ver con ellos, me interesaban muy poco.
Fue su insulso y burdo materialismo, ocultándose torpemente bajo un
inconsistente velo espiritual, lo que más atrajo mis pensamientos en aquel
momento. Mientras dictaba las frases citadas —una pequeña parte de todo lo que
yo había estado meditando durante unos días— fueron esas ideas las que se
pusieron más de relieve, dejando que desaparecieran en la precipitación mis
propias anotaciones entre paréntesis. Si hubiera revisado el negativo (?) impresionado,
hubiera habido un arma más, invalidada en manos del enemigo. Al haber descuidado
este deber, mi Karma originó lo que los médiums del futuro y el Banner puede que
llamen "el triunfo de Kiddle". Los siglos futuros dividirán a la Sociedad, a la
manera de sus modernos partidarios de Bacon y de Shakespeare, en dos bandos de
partidarios peleones que se llamarán, respectivamente, los kiddiitas y los
"koothoomitas", los cuales se pelearán por la importante cuestión
literaria de —"¿quién de los dos plagió a quién?" Puede que me diga
que, mientras tanto, los espiritistas americanos e ingleses contemplan con
perversa satisfacción el Sedán "Sinnett-K.H." Que su
gran orador y campeón y ellos mismos, disfruten de su triunfo en paz y
felicidad, pues ningún "adepto" proyectará jamás su himaláyica sombra
para oscurecer su inocente felicidad. Creo que mi deber es darle a usted y a
unos cuantos amigos de verdad, una explicación. A todos los demás les dejo el
derecho de que consideren al señor Kiddle —quienquiera que pueda ser— como el
inspirador de su humilde servidor. Yo he terminado, y usted, a su vez, puede
hacer lo que le plazca de estos hechos, excepto su publicación, ni tampoco
hablar de ellos a la parte contraria, a menos que sea en términos generales.
Debe usted comprender mis razones para esto. Mi querido amigo,
uno no deja de ser del todo un hombre, ni pierde su propia categoría por ser un
adepto. En esta última condición uno no duda, en toda circunstancia se mantiene
completamente indiferente ante la opinión del mundo externo. El primero,
siempre establece una línea entre una supuesta conjetura y —el el insulto
personal deliberado. En realidad, no puede esperarse que yo me aproveche de la
primera condición para estar siempre escondiendo el problemático
"adepto" en los faldones de los dos supuestos "humoristas";
y como hombre, tuve últimamente demasiada experiencia de insultos parecidos a
los arriba mencionados por parte de los señores S. Moses y C.C. Massey, para
proporcionarles ahora ninguna otra oportunidad para dudar de la palabra de
"K.H.", o para ver en él a un vulgar Babu acusado de culpable y
tramposo ante un juzgado y un juez europeos inflexibles.
No dispongo de
tiempo para contestar ahora, cumplidamente, su última y extensa carta de negocios,
pero lo haré en breve. Ni tampoco contesto al señor Ward —porque sería inútil.
Apruebo con sumo
interés su venida a la India, pero de la misma manera desapruebo su idea de
traer al señor C.C. Massey aquí. El resultado de esto último sería agravar el
caso entre los ingleses. La desconfianza y el prejuicio son contagiosos. Su
presencia en Calcuta sería desastrosa, así como la presencia del señor Ward y
sus servicios a la causa por la que vivo, serían fructíferos y beneficiosos a
todos los efectos. Sin embargo, quisiera
insistir para que pase algún tiempo en la Sede Central antes de emprender la
labor desinteresada que se propone hacer entre los elementos oficiales. Es muy
halagador, ciertamente, saber a través de él que la señora K. "hizo lo
imposible" para reunirse conmigo en uno o en varios de sus estados de
trance; y es todavía más triste saber que, "aunque le había evocado a
usted (a mí), con toda su intensidad espiritual —no pudo obtener ningún resultado".
Realmente, es una lástima que esta "bella dama" se haya tomado la
molestia de vagar por el espacio infructuosamente en busca de mi insignificante
persona. Es evidente que nos movemos en "círculos" astrales diferentes,
y el de ella no es el primer caso de una persona que se vuelve escéptica
por lo que se refiere a la existencia de cosas fuera de su propio ambiente.
Usted sabe que hay "Alpes sobre los Alpes", ¡y que no hay dos cimas desde las cuales se vislumbre el mismo panorama!
Sin embargo, tal como digo, es halagador por parte de ella, que me buscara evocando
mi nombre, mientras se estaba preparando para mí y para mis compañeros un Waterloo
desastroso. Para decir la verdad, yo no era consciente de lo primero, aunque sí
qu era dolorosamente consciente de lo segundo. Sin embargo, para ser honesto,
aún cuando la funesta maquinación no hubiera penetrado nunca en su mente
espiritual, creo que yo no hubiera respondido nunca a su llamada. Como diría un
espiritista americano —parece que existe muy poca afinidad entre nuestras dos
naturalezas. A mi parecer, es demasiado altiva y arrogante y demasiado
engreída; además de que es demasiado joven y "fascinadora" para un pobre
mortal como yo. Y, hablando en serio, la señora Gebhard es una clase de persona
completamente distinta. La suya es una naturaleza sincera, con excelentes cualidades;
es una ocultista nata en sus intuiciones, y yo he realizado algunos
experimentos con ella —aunque esto sea más bien incumbencia de M. que mía y
que, tal como usted diría, no era la "intención original" el que yo
tuviera que dedicarme a visitar a todas las sibilas y sirenas del estamento teosófico.
Cuando tengo que ocuparme de cuestiones ocultas, mis preferencias me inclinan del
lado que ofrece menos peligro de los dos sexos, si bien, por algunas razones,
incluso esas visitas —con mi apariencia natural— tienen que ser extremadamente
restringidas y limitadas.
Incluyo un
telegrama del señor Brown a la "Vieja Dama". Esta semana estaré en Madrás
en route para Singapur, Ceilán y Birmania. Le contestaré a usted por medio de
uno de los chelas de la Sede Central.
¿La pobre
"V.D." en desgracia? ¡Querido amigo, no!
No tenemos nada en contra de la vieja señora, a no ser el hecho de que lo es. Para
evitar que se nos insulte, como ella dice, está dispuesta a dar nuestra
verdadera dirección y así ocasionar una catástrofe. La verdadera razón es que
la desventurada criatura se vio demasiado comprometida e insultada con motivo
de nuestra existencia. Todo recae sobre ella, y por lo tanto, es más que
razonable que se la proteja de algunas cosas.
Sí; si fuera
posible me gustaría verle a usted de Presidente. A menos que por parte del
Chohan (que le envía Sus Bendiciones) se autorice a trabajar en otra línea de
actuación —es decir, psicológicamente, renuncio a contar con la buena voluntad
de mis compatriotas para el renacimiento del Phcenix. Los sentimientos entre
las dos razas son ahora intensamente amargos, y cualquier cosa que los nativos
traten de hacer ahora, es seguro que contará con la oposición por parte de los
europeos de la India, hasta sus últimas consecuencias. Dejemos que pase el
tiempo. Contestaré a sus preguntas en mi próxima carta. Si encuentra usted
tiempo para escribir para el Theosophíst, y si puede animar a alguien más para
que lo haga, como por ejemplo el señor Myers —le quedaré muy agradecido. Se equivoca usted
al desconfiar de los escritos de Subba Row. No escribe de buen grado, es
cierto, pero jamás hará una afirmación falsa. Vea su último escrito en el
número de noviembre. Su
declaración relativa a los errores del General Cunningham deberían considerarse
toda una revelación que llevara a la India a una revolución arqueológica. Diez
contra uno que este artículo no recibirá nunca la atención que merece. ¿Por
qué? Sencillamente, porque sus afirmaciones contienen hechos serios, y lo que
ustedes los europeos prefieren generalmente es la ficción, en tanto que ésta se
amolde a sus teorías preconcebidas y responda a las mismas.
K.H.
Cuanto más pienso
en ello, más razonable me parece su plan de una Sociedad dentro de la Sociedad
de Londres. Inténtelo, pues puede que salga algo de ello.
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