LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 133
Carta de H.P.B. a
A. P. Sinnett.
APENDICE
CARTA Nº 133
Mi querido señor
Sinnett:
Es muy extraño que
esté usted dispuesto a engañarse a sí mismo de tan buena gana. Anoche vi a
quien tenía que ver y, habiendo obtenido las explicaciones que deseaba, ahora
me reafirmo en puntos sobre los que no sólo dudaba, sino que era totalmente
remisa a aceptar. Y las palabras de la primera línea son palabras que me siento
obligada a repetir ante usted como un aviso
y porque, después de todo, le considero a usted como uno de mis mejores amigos personales.
Ahora bien, hablando lisa y llanamente, usted se ha engañado y sigue engañándose
sugestionándose sobre el contenido de la carta que ayer recibí del Mahatma. La carta
es Suya, tanto que haya sido escrita por un chela como no; y aunque le llene de
perplejidad y le parezca contradictorio y "absurdo", es la completa
expresión de sus sentimientos, y él sostiene lo que en ella decía. Para mí, resulta
sobre manera extraño que usted acepte como Suyo solamente aquello que encaja
con sus propios sentimientos y que rechace todo aquello que contradiga sus propias
ideas sobre la idoneidad de las cosas. Olcott
se ha conducido como un asno totalmente desprovisto de tacto; lo ha confesado y
está dispuesto a confesarlo otra vez y a entonar el mea culpa delante de todos
los teósofos —y eso es más de lo que ningún inglés estaría dispuesto a hacer.
Esta es, tal vez, la razón del por qué él, con todo y su falta de tacto, y con
todas sus frecuentes excentricidades que, cabalmente, hieren la susceptibilidad
de usted y la mía también —¡el cielo lo sabe!— al estar en contra, como lo
está, de todo convencionalismo —es tan querido, sin embargo, por los Maestros,
a los que no les gustan las fiorituras de la civilización europea. Si yo
hubiera sabido la noche pasada lo que ahora sé —es decir, que usted se imagina,
o mejor dicho, quiere imaginarse que la carta del Mahatma no es totalmente
ortodoxa, y que fue escrita por un chela para complacerme, o algo por el
estilo, no me hubiera precipitado hacia usted como única tabla de salvación.
Las cosas se están volviendo vagas y confusas. Ayer por la noche me las arreglé para que la Sociedad
de Investigaciones Psíquicas se librara de su pesadilla, Olcott. Puedo arreglármelas
para que Inglaterra se libre de su hombre del saco —la Teosofía. Si usted —el más
leal, el mejor de los teósofos— está totalmente dispuesto a convertirse en
víctima de sus propios prejuicios y creencias en nuevos dioses de su propia creación
destronando a los antiguos, entonces, a pesar de todo y de todos, la Teosofía
ha llegado demasiado pronto a ese país. Que su Rama Londres de la S.T. siga adelante tal como
lo hace —yo no puedo hacer nada, y lo que quiero significar con esto, se lo diré
cuando le vea. Pero no quiero tener nada que ver con las nuevas disposiciones y
—además me desentiendo de ello, a menos que nos pongamos de acuerdo para dejar
de discrepar.
Suya,
H.P.B.
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