EL SISTEMA AL CUAL PERTENECEMOS
A.P. Sinnett
(Parte 2)
Así las cosas,
parece ser que el proceso que está de acuerdo con la teoría nebular comenzó a
entrar en acción. Los anillos de la
substancia nebulosa, desprendiéndose de la masa padre, prosiguieron girando obedientes
al movimiento de la fuerza original de la masa central, agregándose en planetas
- aunque no en los planetas que actualmente nos son familiares, pues éstos
tienen un origen posterior- en virtud de principios operativos en la evolución
del sistema con los cuales la astronomía ordinaria no está familiarizada todavía.
Los siete planetas originalmente formados, fueron
agrupados por grados en siete grandes esquemas de evolución, y para
comprenderlos, siquiera sea de una manera aproximada, debemos considerarlos
desde nuestro actual punto de vista. Para el examen que nos proponemos realizar, no serían
de gran provecho las tentativas destinadas a sondear el casi impenetrable
pasado, como tampoco el investigar el orden en que los diferentes esquemas
fueron lanzados. Entre tanto, podemos tomar nota del hecho ya referido de que en el sistema solar existen tres esquemas de evolución
con los cuales no está en conexión ningún planeta físico; de modo que en
realidad no son siete sino diez los esquemas que debemos estudiar; y probablemente
si poseyéramos un conocimiento más amplio de la Naturaleza, hallaríamos
sistemas septenarios absorbiéndose constantemente en extenso sistema denario;
pero donde quiera que sea que el plano físico juega algún papel en una obra
cósmica, la ley septenaria parece ser la que domina.
Así pues, nuestra primera tarea al tratar de comprender
el sistema solar, debe ser la de analizar los siete esquemas, en cada uno de
los cuales tiene conexión el plano físico.
Empezando por el planeta Neptuno, que es el que se
halla más lejos de nosotros en el espacio, vemos que está en conexión con un
esquema de un carácter muy diferente del que puede asignarse a la mayor parte
de los otros, En esta serie de mundos, el proceso evolucionario no está
destinado a producir resultados proporcionales a los que se propone en otros
esquemas. La vida con la que Neptuno está en conexión no está adaptada para
alcanzar niveles muy elevados; pero en cambio, este maravilloso organismo
cósmico, es especialmente interesante por una razón astronómica. En efecto,
relacionados con la evolución de Neptuno, existen otros dos planetas
pertenecientes físicamente a nuestro sistema, a los cuales las investigaciones
por el telescopio no han conseguido aún descubrir. Uno de ellos puede al fin
ser descubierto por medios ordinarios; en cuanto al más apartado, se halla muy
lejos del alcance de los instrumentos físicos pues no sólo se halla a una
distancia que causa vértigos a la imaginación, sino que la luz que nos envía,
reflejada del Sol, es sumamente débil. Visto el Sol desde Neptuno, aparecería
como un mero punto en el cielo comparado con el esplendoroso disco que vemos;
pero los dos lejanos planetas se hallan a tales distancias del centro del
sistema, que para observarlos se necesita recurrir a lo que en astronomía se
llama la ley de Bode » . De esta suerte, sin
haber todavía descubierto a ninguno de ellos, sabemos que el radio de la órbita
en la que se mueve el más lejano, es algo mayor de 10,000 millones de millas.
(Recuérdese que la distancia de Neptuno es aproximadamente de 2,700 millones.)
A esta distancia la luz del Sol apenas sería visible. Y para el calor que el
lejano planeta necesite, esto debe depender principalmente de influencias
acerca de las cuales la ciencia física terrestre poco o nada sabe al presente.
Aun cuando es muy poco lo que podemos esperar comprender acerca del esquema de
Neptuno, podemos sin embargo formular nuestra opinión sobre este asunto, y
admitir además que dicho esquema contiene tres planetas físicos en su presente
etapa de evolución (Se recomienda la
comparación de esta teoría con la expuesta en la nota de la pág. III de la
Doctrina Secreta, tomo I, por H. P. B.)
Como veremos por
orden sucesivo, todos los demás esquemas, excepto el nuestro, están al presente
representados en el plano físico por un solo planeta.
Pero durante el
curso de este estudio del sistema, no debemos olvidar que los esquemas, en sus
manvantáricas etapas, no siempre están representados del mismo modo en el plano
físico. Nuestro mismo esquema no contenía
más que un planeta físico en su último manvántara, y en el próximo tampoco
contendrá más que uno, aunque al presente su manifestación en el plano físico
es triple.
Del mismo modo, otros esquemas que al presente sólo contienen un planeta
físico, pueden tener más en etapas posteriores de su progreso, así como pueden
haberlos tenido en etapas anteriores.
El esquema de Urano - pues creemos que por
conveniencia podemos llamar ahora a cada esquema por el nombre del planeta
visible de su presente cadena - es el próximo sucesivo que debemos examinar. Se
me dice que el esquema de Urano está muy
avanzado, y que se halla relacionado con la evolución de un elevado orden de
vida; pero, naturalmente, las condiciones físicas de Urano deben ser
evidentemente diferentes de todas aquellas con las cuales estamos
familiarizados.
El sol, visto desde Urano, apenas si presenta un tamaño mayor que el que Júpiter
nos presenta a nosotros; pero una de las cosas que se recomienda con más
insistencia, es tener presente en el estudio esotérico del conjunto del
sistema, el
concepto de que la vida es compatible bajo condiciones del más diverso
carácter, y que no debemos jamás intentar determinar la habitabilidad de otros
globos del espacio, comparando sus condiciones meteorológicas y climatéricas
con aque1las a que nosotros estamos habituados.
El esquema de Saturno está mucho menos adelantado que
el nuestro en su desarrollo manvantárico y el mismo planeta Saturno se halla
en la primera ronda de su presente manvántara, de modo que no es aún
físicamente habitable.
La familia de seres con cuya evolución está relacionado el planeta Saturno se
halla todavía en la primera etapa de su descenso a la materia, aún cuando no
por ello debe colegirse que así el esquema de Saturno, como los demás esquemas
que están en conexión con los planetas externos, sean jóvenes en el orden de su
creación, cuando se les compara con los que están más cercanos al Sol.
Los grados de
progreso de los diferentes esquemas son muy variados. Saturno es lento en su evolución, y sus manvántaras son de una duración
enorme. Debemos, sin embargo, ser parcos en las especulaciones que tienden
a relacionar los grados de progreso de los diferentes esquemas, aun cuando no
debe cabernos duda alguna de .que todos ellos tienden a armonizar sus
resultados hacia un mismo fin, esto es, a la realización del gran drama en el
cual todos juegan sus respectivos papeles.
El esquema de Júpiter es muy interesante, pues aunque
no en edad, a lo menos en adelanto, es joven todavía; está sin embargo, destinado, según se nos dice, a conducir
eventualmente a la familia que en él evoluciona, hacia un nivel muy elevado.
Hasta aquí, el manvántara del esquema de Júpiter en el orden de progreso, es
sólo el tercero de la serie septenaria, correspondiendo a nuestro manvántara
anterior o lunar, el cual, como saben todos los lectores del London Lodge
Transaction que han leído lo que allí se dice acerca de «Los Pitris Lunares»,
no condujo a nuestra familia hacia una etapa de desarrollo muy considerable.
Además, la familia de Júpiter sólo se
halla al presente en la segunda ronda de su tercer manvántara, y su planeta
físico, por lo tanto, no es aún a propósito para servir de morada a la vida
física. Conserva todavía algo del calor de su relativa condensación aun
reciente, y este modo de ser, reconocido por la misma astronomía ordinaria, NO
es debido, como suponen la generalidad de los astrónomos, al hecho de que
Júpiter sea mucho mayor que los planetas internos, y haya necesitado más tiempo
para enfriarse desde que la nebulosa original se solidificó. La creación de
Júpiter es posterior a la de la Tierra, pero el hecho está relacionado con un
asunto cuyo estudio haremos oportunamente cuando completemos el examen general
de los esquemas.
Después de Júpiter,
la próxima órbita planetaria que encontramos, está al presente ocupada por un enjambre de asteroides, mero material
planetario muy enrarecido, destinado a la
construcción de cadenas futuras.
El próximo planeta
es Marte; pero al llegar a este
interesante mundo, los que pertenecemos a la cadena terrestre nos hallamos
comparativamente en casa, pues el esquema al cual pertenecemos, que al presente se halla en su cuarto manvántara,
atraviesa la etapa de su más profunda inmersión en la materia, y por lo tanto
está representado en el plano físico por tres planetas, siendo Marte uno de
ellos (Merece ser comparada esta teoría con el contenido de
1as páginas 161 a 165 del primer tomo de la Doctrina, Secreta, por H. P. Blavatsky.). Marte, la Tierra y
Mercurio, se hallan en un orden regular sucesivo de evolución, siendo Marte el
planeta que en el orden de progreso a través de la cadena entera sigue
inmediatamente a la Tierra, y Mercurio el que nos precede.
Una gran parte de nuestra familia humana vivió en
Marte, en donde, si nos fuese posible visitarlo ahora, como indudablemente
algunos de nuestros amigos más avanzados pueden hacerlo - y lo hacen efectivamente
por medio del vehículo de conciencia apropiado, mientras se hallan fuera del
cuerpo físico-, hallaríamos todavía
vestigios arqueológicos de nuestro paso. Como que el conocimiento que
poseemos de los planetas de nuestra propia cadena, es algo mayor que el que
tenemos de las demás, en el curso sucesivo de este trabajo volveré sobre este
aspecto del asunto.
Venus es el próximo inmediato planeta a la Tierra que vemos
a medida que avanzamos en dirección al Sol. De todos los siete
esquemas del sistema, el que Venus representa actualmente en el plano físico,
es el más avanzado en la evolución. No significa esto que, necesariamente, sea el más
antiguo en el orden cronológico, sino el que de toda la serie ha realizado en
menos tiempo mayores y más rápidos progresos, por cuyo motivo sus manvántaras
ha sido de más corta duración.
Nuestro esquema planetario se halla ahora en su cuarto
manvántara, pero aquel al cual Venus pertenece está en un período muy avanzado
del quinto. Se halla ya en la séptima ronda de su quinto manvántara, y la
familia que en él evoluciona habita actualmente, como nos sucede a nosotros, el
planeta físico de su cadena, aunque en una etapa tan inmensamente avanzada de
su progreso, que cuando comparamos los más desarrollados de sus individuos con
nuestra humanidad, resultan seres que poseen condiciones divinas.
Como saben todos los estudiantes
de la doctrina esotérica, de Venus procedieron los instructores de nuestra
infantil humanidad que durante la tercera raza y a principios de la cuarta de
este período del mundo, descendieron para estimular en nuestra familia el desarrollo
del principio manásico, y a ellos debemos el que al presente nos hallemos algo
más avanzados en el camino de la evolución, de lo que estrictamente nos
correspondería actualmente hallarnos en nuestro esquema.
Hemos sido ayudados por algunos de aquellos que en el
más elevado sentido de la palabra son nuestros Hermanos Mayores en el sistema,
y entre nosotros se hallan algunos pocos que han probado ser aprovechados discípulos
suyos, pues se han elevado a niveles espirituales sólo comparables con aquellos
que previamente fueron alcanzados por sus sublimes instructores.
Comprendido en la
órbita de Venus existe el planeta Mercurio,
que pertenece a nuestra misma cadena, y debido a la circunstancia de que el
punto medio de nuestro presente período mundano ha pasado ya, allí, en
dicho planeta Mercurio, se está preparando una nueva evolución para el
advenimiento de nuestra familia humana, para cuando el resto de sus grandes
períodos de raza hayan terminado en esta tierra. Dentro de la órbita de Mercurio
existe otro planeta que probablemente será descubierto un día ú otro por los
astrónomos ordinarios, quienes sospechan ya su existencia, y ha sido ansiosa y
porfiadamente buscado cuando un eclipse solar les ha presentado una ocasión
apropiada para ello. Fuera de estas favorables condiciones, se
halla siempre envuelto en el velo deslumbrador de la luz solar, y por este
motivo no existe posibilidad de descubrirlo a través de las inmensidades
celestes. Algunos astrónomos han bautizado a ese aun no descubierto planeta con
el nombre de Vulcano. Sin duda que debe ser un pequeño mundo
muy cálido, aunque, según la «ley de Bode», se hallaría a una distancia del
orbe central, de algunas treinta millones de millas. Como quiera que sea,
pertenece a un esquema de evolución independiente, cuya misión no es la de conducir
a la vida hacia niveles elevados; sin embargo, estos niveles debe alcanzarlos
al fin en unión con nuestro esquema y el de Venus.
Este esquema, o sea
el de Vulcano, completa la serie de los siete. Enumerándolos una vez más por
orden sucesivo, tenemos:
1º El esquema de Neptuno
2º El esquema de Urano
3º El esquema de Saturno
4º El esquema de Júpiter
5º El esquema de Tierra
6º El esquema de Venus
7º El esquema de Vulcano
El primero y quinto de la serie poseen cada uno tres
planetas físicos, y los demás sólo poseen uno.
De los tres esquemas que no están en conexión con el
plano físico, muy poco es lo que al presente puede decirse. Están relacionados
con grados elevados de evolución, y en cierto modo con la perfección final de
la vida del sistema, cuando todos los esquemas septenarios habrán completado
sus ciclos.
No debe suponerse, sin embargo, que para manifestarse deban esperar a que los
demás esquemas hayan completado sus ciclos, puesto que están ya en actividad, y
cada uno de ellos se compone de siete planetas que ocupan lugares definidos en
el espacio, aunque están formados de materiales más sutiles que los que podemos
percibir con nuestros sentidos físicos. Con lo expuesto, no se debe suponer que
estos esquemas pertenezcan a fases de existencia que se hallan por completo fuera
del alcance de muchas percepciones.
El plano más elevado de la Naturaleza con el cual
están directamente relacionados es el plano Rupa del Devachán.
Con la idea general
que se ha dado de la estructura y plan del sistema, y particularmente con los muchos
escritos que tratando este asunto han aparecido en la reciente literatura
teosófica, se verá claro que la configuración del sistema solar no es más
estable durante su vida, de lo que lo es la configuración del suelo y del agua
sobre la superficie de la tierra mientras dura el progreso de un período del
mundo. La cadena de planetas de todo
esquema que ha terminado su evolución en el transcurso de un manvántara cualquiera,
es desintegrada a su conclusión (sometida inmediatamente a un determinado
procedimiento) y una nueva cadena de mundos es llamada a la existencia. Esto no quiere
decir que deba producirse una nueva materia extrayéndola de la substancia no
manifestada, sino que al terminarse el ciclo de vida de los planetas, son éstos
destruídos o reducidos a finísimo polvo que es esparcido por los inmensos
ámbitos del sistema solar, y cuyos restos planetarios son destinados como
materiales para construir nuevas formas, de la propia suerte que los elementos
de un cuerpo humano muerto que se ha disuelto en la tierra o en el aire
ambiente y se ha transformado con el tiempo en tejidos vegetales, sirve en
ocasión oportuna para la nutrición de nuevas formas animales o humanas.
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