viernes, 19 de febrero de 2016

EL SISTEMA AL CUAL PERTENECEMOS (Parte 3)

EL SISTEMA AL CUAL PERTENECEMOS
A.P. Sinnett

(Parte 3)

Con esto se verá que nuestra Tierra, por ejemplo, con sus compañeros los demás planetas, no son sólo una nueva creación al compararles con el estado de cosas que existía cuando la nebulosa se condensó sino que son la cuarta generación de esas nuevas creaciones, y aun esto, sólo es al referirse a nuestro propio esquema.
Ignoro en qué forma se distribuyó en un principio la materia planetaria del sistema, pero puede deducirse con bastante exactitud que de Urano hacia acá, ninguno de los planetas existentes pertenece a la primera serie de los producidos por la nebulosa.
Por lo que a este punto se refiere, no nos incumbe a nosotros ahondar mucho acerca del actual curso de los acontecimientos. Nuestro conocimiento del plan de la Naturaleza, así como del lugar que nosotros mismos ocupamos en ella, no ganaría gran cosa si por ejemplo nos fuese dable saber cuáles planetas  existían en conexión con la evolución de Urano antes de que éste existiese; ni con respecto a las demás cadenas nos sería de gran provecho el conocer el número de predecesores que en edades pasadas han tenido cada uno de los planetas que ahora conocemos.
Pero existen algunos aspectos del problema que para nosotros presentan fases de un interés peculiar, pues están relacionados con nuestra cadena, y, sin entretenernos en hacer conjeturas acerca de las analogías que puedan existir entre nuestro esquema y los demás, podemos dirigir útilmente nuestra atención en esta etapa de la investigación, al plan según el cual nuestras habitaciones planetarias son de tiempo en tiempo nuevamente modeladas.
Cuando la corriente de vida abandona a cada planeta (en nuestro esquema) durante la séptima ronda, todos ellos son uno tras otro sucesivamente desintegrados, y la materia de que están compuestos vuelve al océano general de la misma que existe en los ámbitos del sistema solar. Para el próximo manvántara son desarrollados nuevamente los planetas correspondientes, los cuales vienen a ser como si dijéramos las reencarnaciones de los principios superiores contenidos en los antiguos. De este proceso, está excluido el cuarto planeta de cada cadena, aquel cuya constitución es la más física de todas.
De este planeta se desprende o separa una gran parte de la materia de que está compuesta, debido a un procedimiento que se comprenderá fácilmente, y en esta su más limitada condición se convierte en la luna o satélite de su sucesor.
Cada nuevo planeta físico que viene a la existencia puede ser creado - como lo son aun los mismos sistemas solares - de diversas maneras; pero nuestra Tierra parece haber sido creada según un plan muy parecido al que se empleó para el desarrollo de todo nuestro sistema. En una área apropiada del espacio fue desarrollada una nebulosa planetaria cuya materia fue extraída del referido espacio que la rodeaba; esta materia, procedía sin duda del material desintegrado de primitivos planetas que habían sido destruidos, o quizás también de materia meteórica perteneciente al sistema en general que aun no había sido utilizada anteriormente. La nueva nebulosa terrestre fue desarrollada alrededor de un centro que poco más o menos conservaba la misma relación con el moribundo planeta, que los centros de la Tierra y de la Luna conservan actualmente entre sí. Pero esta agregación de materia ocupaba, en su condición nebular, un volumen inmensamente mayor que el que ocupa ahora la materia sólida de la Tierra. Se extendía en todas direcciones lo suficiente para abarcar dentro de su ígneo perímetro al viejo planeta. La temperatura de una nueva nebulosa parece ser mucho más elevada que cualquiera de las que nos son conocidas, y, debido a esta circunstancia, el viejo planeta recibió nuevamente de un modo superficial, un grado de calor de una naturaleza tal, que toda la atmósfera, agua y materia volátil que contenía fue convertida en gases, y de esta suerte fue supeditado a la influencia de la atracción del nuevo centro establecido en el punto central de la nueva nebulosa. De este modo la atmósfera y mares del viejo planeta pasaron a formar parte de la constitución del nuevo, por cuya razón la Luna es al presente una masa árida y brillante, estéril y sin nubes, inhabitable para toda clase de seres físicos. Cuando el presente manvántara toque a su término, durante la séptima ronda, su desintegración será completa, y la materia que en ella se conserva todavía unida, se convertirá en polvo meteórico que será empleado, junto con el océano de esa clase de materia, para la formación en lo futuro de nuevas nebulosas planetarias.
Los cambios que de tiempo en tiempo se verifican en la economía interna del sistema solar, deben, naturalmente, producir efectos perturbadores en los movimientos de los planetas ya existentes. Esos efectos tienen lugar siempre que un antiguo planeta es desintegrado o algún nuevo planeta es solidificado, y probablemente en los procesos cíclicos esas perturbaciones tienen por objeto activar en el momento oportuno el progreso de los mundos. Sucede a veces que datos aislados procedentes de enseñanzas ocultas, indican acontecimientos astronómicos que razonablemente no podemos atribuir a causas cósmicas visiblemente en acción. Tales acontecimientos es muy probable que sean producidos por cambios que a grandes intervalos tienen lugar en lo que puede llamarse la configuración del sistema. A ninguna generación de seres pensantes de ningún planeta, le es dable ser testigo de la evolución de un nuevo mundo o de la destrucción de un mundo antiguo. Tales procesos son de una duración enorme comparados con la brevedad de la vida humana. Pero en diversos períodos del futuro deben tener lugar crisis en las cuales los seres inteligentes de algunos planetas serán testigos de la formación de nuevos mundos. El presente manvántara del esquema de Venus, por ejemplo, se halla en un período tan avanzado con respecto al nuestro, que la humanidad terrestre, en alguna ronda futura de nuestro presente manvántara, podrá quizás presenciar los preparativos de la evolución del planeta que debe suceder a Venus, si bien en aquel tiempo la mayoría de la humanidad se hallará en un grado tan avanzado de la evolución, que ningún fenómeno celeste le causará sorpresa o le será ininteligible,
Y ahora, para concluir, podemos dirigir nuestra atención a la fase más elevada de nuestro gran tema, y tratar de comprender, en cuanto esto le sea posible a la mente humana funcionando bajo nuestras actuales limitaciones, el objeto espiritual del inmenso sistema al cual pertenecemos, a la Idea Divina que en él se oculta, de la cual este sistema, con toda la asombrosa complicación de esquemas evolucionarios que encierra, y con su infinita diversidad de vida, es la manifestación visible.
Con respecto al plan colectivo de la Naturaleza, pueden a veces darse casos en que nos sea dable comprender, hasta cierto punto, alguna de sus grandes manifestaciones, aun cuando los medios puestos en, acción por la fuerza que opera, escapan a todas nuestras más minuciosas investigaciones. Recuérdese que desde el punto de vista del teósofo, no existen fuerzas ciegas en el Kosmos que por medio de su accidental concurso puedan añadir mundos y sistemas a los mundos y sistemas existentes. Sea lo que fuere lo que suceda en los niveles relacionados con la inauguración de un sistema solar, éste es la directa expresión de la Voluntad de un Ser lo suficientemente elevado en atributos para hacer objetiva esta voluntad, para convertirse en la manifestación que El ha creado por medio del pensamiento. Podemos respetuosamente designar al Ser cuya Voluntad crea, y cuya Vida está sumergida en nuestro sistema solar, con el nombre de Logos del sistema, nombre que por otra parte nos es a todos familiar, y que está asociado con la idea de la Divinidad. Podemos aún ir más allá. Podemos concebirlo como surgiendo por modo incomprensible de la Suprema Conciencia Infinita, y dando principio a la creación del sistema por medio de un supremo acto de abnegación de Sí Mismo. En Su naturaleza reside la potencialidad de una ilimitada multiplicación de Su individualidad. Sin el debido esfuerzo de Su parte, esas innumerables posibilidades yacerían dormidas en la Conciencia Suprema. El realiza en la creación del sistema en el cual se convierte, el primer gran acto de lo que a veces se llama sacrificio. Su sacrificio, su sumisión a las limitaciones inherentes al sistema, las cuales persisten mientras éste existe, no es hecho, como sucede con el sacrificio de los seres de menor categoría, el uno para el otro o para los otros sino para aquello, que son aún como no existentes.
El da su vida a los aun no nacidos, a aquellos que sin Su abnegación jamás llegarían a tener conciencia de sí mismos, a fin de que la suma total de Conciencia Divina pueda enriquecerse más y más por medio de la adición de innumerables centros que posean conciencia individual.
Este gran acto de sacrificio ha sido realizado en beneficio nuestro;  nuestro y en el de todos nuestros semejantes y demás seres que no son semejantes nuestros, todos los cuales nos estamos elevando a través de los diferentes grados de la evolución espiritual, hacia el nivel de la Naturaleza del cual partió el primer impulso que produjo todos los globos del sistema planetario que vemos, y a todos los que aun no vemos en el cosmos de la vida objetiva.
La primera gran oleada de la vida del Logos que da el ser a nuestro sistema, es la primordial expresión de una ley que se manifiesta a través de todos los mundos que nos son conocidos, la ley que en cada etapa de la existencia dispone que la vida y la energía sean producidas en beneficio de otras conciencias diferentes de la del dador de esta vida, si bien al fin para ser fundidas en ella; la ley que es el alma de todo el sistema, es una ley que no envuelve ningún sacrificio absoluto y final, pero sí la única por cuyo medio puede alcanzarse en la Naturaleza el progreso y la perfección.
Esta oleada se nos demuestra en su más sublime aspecto en la manifestación del mismo sistema; en algunas de sus obras más sencillas en el plano físico de la vida, es una ley de amor y desinterés; en los grados intermedios es conscientemente guiada por aquellos que desde los más elevados niveles de la existencia que nos rodean, estimulan el desarrollo espiritual y el bienestar de la humanidad. Cuanto mayor sea nuestro conocimiento acerca del verdadero ocultismo, y de que en los planos superiores del ser el poder es ejercido por modo inteligente, tanto más nos convenceremos de la realidad de este gran principio, que es asimismo, aunque de un modo distinto, el de estimular la inagotable filantropía del adepto, así como la liberalidad y desinterés de todas las personas de sentimientos elevados, las cuales obran todavía más o menos inconscientemente obedeciendo a los hasta ahora apenas articulados impulsos de su naturaleza espiritual que principia a despertar. El fin, en nuestro actual estado, no podemos comprenderlo claramente; pero podemos tener la absoluta seguridad de que todos aquellos que por simpatía a los demás, se prestan voluntariamente a llevar al terreno de la práctica este elevado principio, colaboran a la gran empresa que nuestro sistema tiene la misión de llevar a cabo, y en lo futuro, si perseveran en este camino, colaborarán a esta empresa con un conocimiento de causa más claro y perfecto, el cual les servirá de guía y norma para comprender el fin que se propone, y de esta suerte devolverán su respuesta a la simpatía Divina, de la cual sus propias conciencias, como seres individuales vivientes, son uno de los innumerables frutos.

Algunos, cuyo número ignoramos - y para llevar a comprender un asunto de tamaña magnitud bien podemos tomarnos la molestia de esperar-, aspiran, por medio de la completa unificación de su fuerza vital con la energía del aliento que compenetra todo el sistema, a elevarse de etapa en etapa de exaltación espiritual a través de los diferentes esquemas de evolución de que consta el sistema, hasta que llegan al punto culminante de su ascensión y se hallan en el nivel del Ser por Quien, y por medio de Quien, toda conciencia existente en el sistema ha sido desarrollada. Su energía vital se ha desprendido de El en un principio, y se ha envuelto en mil limitaciones. Cuando la gran obra llega a su punto culminante, esta energía vital vuelve a fundirse en El, pasando a través de los nuevos canales de energía espiritual, a través de los nuevos Lagos menores que constituyen Su propia reflexión en los múltiples planos de la Naturaleza hacia los cuales Su influencia ha sido proyectada. En la ilimitada extensión del universo vendrá el momento en que a esos nuevos Logos les llegará a su vez el turno de llevar a cabo misiones sublimes análogas a las de su progenitor. No nos es dable prever, por el momento, de qué modo las innumerables individualidades que no habrán conseguido todo el desarrollo evolucionario que puede adquirirse en el sistema, serán de nuevo fundidas en Su conciencia infinita, cuando el tiempo del esfuerzo haya terminado, cuando la noche del pralaya conceda el reposo lo mismo a las más humildes como a las más elevadas formas de conciencia. Ni siquiera podemos leer claramente en los últimos capítulos de la comenzada historia del sistema, en lo referente a la unificación de toda la maravillosa diversidad de energías vitales que deben aún hallarse presentes en esta fase de la manifestación, durante todo el tiempo que los planetas continúen girando en torno del origen de la energía vital a la que damos el nombre de Sol. Sin embargo, se nos dice, y aun con lo poco que comprendemos acerca de las condiciones espirituales, lo podemos en parte colegir, que la individualidad que llamamos el Logos, es siempre una hueste de individualidades reunidas en una sola individualidad, y que todavía continuará siendo tal hueste, sobre cuyo aumento numérico sería en vano especular, cuando la cosecha de posibilidades haya sido realizada y el propósito del gran Mahamanvántara haya llegado por completo a su término. 

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