martes, 16 de febrero de 2016

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 66

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 66
Carta del Mahatma K.H. a A. P. Sinnett.


CARTA Nº 66
Recibida en Londres, el 10 de octubre de 1884.
Por razones perfectamente válidas, aunque no es necesario que entre en detalles, no pude contestar a su carta en Elberfeid, ni enviarle a usted la respuesta por medio de L.C.H. Desde que se ha hecho imposible utilizar el conducto principal —H.P.B., por medio de la cual yo me he comunicado con usted hasta ahora— debido a sus mutuas relaciones personales, he empleado el correo común. Incluso esto ha exigido más consumo de energía de un amigo de lo que usted puede imaginar.
No sería propio de un amigo ocultar la verdad cuando el hablar de ella pueda producir un bien; por eso debo decirle que debería ejercer una estrecha vigilancia sobre usted mismo si no desea poner fin para siempre a mi correspondencia. Insensiblemente, sin darse cuenta, está alimentando una tendencia al dogmatismo y a un concepto erróneo e injusto de personas y motivos. Soy muy consciente de sus ideas sobre lo que usted llama una "piadosa" absurdidad y me siento tan dolido que, puesto que en su mundo no se permite que nadie moralice a otro, y puesto que usted va a resentirse por ello, es probable que estas palabras sean escritas en vano. Pero conozco también su sincero deseo de que nuestra correspondencia no se interrumpa; y sabiendo esto, llamo su atención sobre aquello que es seguro que producirá ese resultado.

Cuidado, pues, con un espíritu falto de caridad, porque se levantará en su sendero como lobo hambriento y devorará las mejores cualidades de su naturaleza que han estado aflorando a la vida.

Amplíe, en lugar de restringir sus simpatías;
trate de identificarse con sus semejantes antes que reducir su círculo de afinidades.
Se avecina una crisis, cualquiera que sea la causa —tanto por culpa de Adyar como de Allahabad, o por mi negligencia, o por las imperfecciones de H.P.B.— y ha llegado el momento para la mejor demostración práctica de la fuerza moral de usted. No es momento de reproches o recriminaciones vindicativas, sino el momento de unirse para la lucha. Sea quien sea el que haya sembrado las semillas de la presente tempestad, el torbellino es fuerte, toda la Sociedad lo está cosechando, y es más bien alimentado que debilitado desde Shigatse.
Usted se burla de la probación —¿le parece ridícula la palabra aplicada a usted?
Olvida que todo aquel que se acerca a nuestros recintos, incluso con el pensamiento, es atraído al vórtice de la probación.
De cualquier manera, el templo de usted se tambalea y, a menos que apoye sus fuertes espaldas contra sus muros, usted puede compartir el destino de Sansón. El orgullo y el "digno desprecio" no le ayudarán a usted en las presentes dificultades. Cuando se interpretan alegóricamente, hay cosas que son como tesoros guardados por fieles gnomos y por genios. El tesoro es nuestro conocimiento oculto, tras el cual van muchos de ustedes —y usted más que nadie; y no puede ser H.P.B. ni Olcott, ni ningún otro, individualmente, quien haya despertado a los guardianes de ese tesoro, sino usted mismo, más que ellos y la Sociedad en conjunto. Libros como El Mundo Oculto y El Buddhismo Esotérico no pasan inadvertidos a los ojos de esos fieles guardianes y es absolutamente necesario que aquellos que desean poseer ese conocimiento sean examinados y puestos a prueba concienzudamente. Deduzca de esto lo que quiera, pero tenga presente que mi Hermano y yo somos los únicos en la Fraternidad que estamos muy interesados en la divulgación (hasta ciertos límites) de nuestras doctrinas, y que H.P.B. fue, hasta ahora, nuestro único instrumento, nuestro más dócil agente. Admitiendo que ella sea todo lo que usted describe —y ya le he dicho a usted que el viejo cuerpo destartalado se convierte a veces en absolutamente peligroso— sin embargo, ello no excusa en usted la menor relajación en los esfuerzos para salvar la situación y seguir adelante con el trabajo (y especialmente para proteger nuestra correspondencia) cuanto antes mejor. Piense usted que ha sido una ventaja positiva para el resto de ustedes el que ella haya sido como es, puesto que les ha facilitado un mayor estímulo para instruirse, a pesar de las dificultades que usted cree que ella ha creado.
Yo no digo que la hubiéramos escogido a ella si hubiera estado a la disposición un intermediario más manejable; sin embargo, por lo que a ustedes se refiere, ha sido una ventaja, y aún así, la han apartado durante mucho tiempo, si no para siempre, y como consecuencia han dificultado enormemente mi actuación. Recuerde lo que le dije hace un par de años: "Si H.P.B. muriera antes de que encontráramos un sustituto" los poderes por medio de los cuales trabajamos en nuestras comunicaciones con el mundo externo podrían permitir la transmisión de dos o tres cartas más, y luego cesarían y ustedes no recibirían más cartas mías. Bien —ella está virtualmente muerta; y es usted mismo —perdóneme una verdad más— quien ha matado al intermediario, rudo pero fiel; alguien que, además, era realmente devoto de usted. Dejemos el tema si le resulta desagradable. Yo he hecho todo lo que he podido para detener el mal pero no tengo jurisdicción ni dominio sobre ella, ni tendré mejor oportunidad con la señora H. Ella es, por naturaleza, una magnífica persona, pero desconfía tanto de sí misma como de los demás y está tan dispuesta a tomar lo real por alucinaciones, y viceversa, que hará falta mucho tiempo antes de que llegue a ser totalmente controlable, ni siquiera por ella misma. Está lejos, muy lejos de estar preparada; además, no se entiende a sí misma ni nos entiende a nosotros. En verdad que nuestros medios no son los de ustedes; por lo tanto, queda muy poca esperanza para nosotros en Occidente.
Le ruego que no atribuya lo que acabo de decir a ninguna influencia de H.P.B.
Indudablemente que ella se ha quejado con amargura a su Maestro, y lo ha dicho con franqueza, pero ello no altera la opinión de él ni afecta mi propia actitud hacia usted en lo más mínimo. No sólo nosotros dos lo sabemos, sino que incluso ella también sabe cuán importantes son para el bien de la Sociedad los servicios de usted, y no se permitirá que ningún agravio personal por su parte se interponga en el camino, ni que impida que a usted se le haga justicia sin dejar de hacérsela a ella. Su Maestro y yo la hemos instado a que dijera todo lo que dice respecto a la señora H. Cualquier resultado desagradable fue debido a la ejecución de las órdenes que ella recibió. Habíamos encontrado a la señora H. en América y le hicimos ver la necesidad de que se preparara para escribir el libro que ha escrito con la ayuda de Mohini. Si ella hubiera consentido en detenerse en París unos días más, tal como se le pidió, y hubiera ido a Inglaterra con H.P.B., la última complicación podía haberse evitado.
Los resultados de la llegada de la señora H. a casa de usted se los describió ella antes; y al sentirse agraviado por lo que Mohini y H.P.B. estuvieron diciéndole a usted y a la señora H., usted se ha sentido sencillamente irritado por nuestros deseos personales. E incluso mis palabras le molestarán cuando le diga que usted —de una manera inconsciente, lo admito— se ha interpuesto en mi camino para el desarrollo de ella. (Do Mme. H.- N.T.) Sin embargo, usted hubiera sido el primero en beneficiarse de eso. Pero al no comprender nuestro estilo ni los métodos ocultos, usted insistió en conocer la causa y la razón de todo lo hecho —especialmente de cosas que le agradaban. Incluso exigió que se le explicaran exhaustivamente las razones del por qué se le había pedido que fuera a Elberfeld. Esto es irrazonable —desde el punto de vista oculto, buen amigo. O usted confía en mí, o no lo hace. Y debo decirle, con franqueza, que mi amistosa estimación sufrió un choque al oir su "ultimátum" que puede resumirse así: —"O la señora H. pasa una semana, o algo así, en nuestra casa, o yo (usted) dejo que se las arregle como pueda la R.L." Esto casi significa lo siguiente: "A pesar de que los 'Maestros' o los no Maestros estén en contra, debo demostrar a la R.L. y lo demostraré, que cualquier cosa que ellos puedan haber oído sobre este asunto es falsa, y que los 'Maestros' no consentirán nunca una acción perjudicial para mi orgullo: a toda costa, éste debe ser protegido". Amigo mío, esto es caminar  por terreno resbaladizo. Aquí, en nuestras montañas, los Dugpas colocan, en los lugares peligrosos de los senderos frecuentados por nuestros chelas, pedazos de trapos viejos y otras cosas que puedan atraer más la atención del incauto, todo lo cual ha sido impregnado con el magnetismo negativo de ellos. Si se pisa uno de esos objetos, el caminante puede recibir un tremendo choque psíquico, de manera que puede perder el equilibrio y precipitarse en el abismo antes de que pueda recuperarse.
Amigo mío, cuidado con el Orgullo y el Egoísmo, dos de las peores trampas para los pies de aquel que aspira a remontarse por los elevados senderos del Conocimiento y de la Espiritualidad. Usted ha abierto en su armadura una grieta para los Dugpas —no se queje si ellos la han descubierto y le han herido a usted ahí.
La señora H. en realidad no quería ir a su casa, pues tal como ella le dijo a usted con toda sinceridad, yo le había dicho que no lo hiciera, por razones que usted mismo debe conocer ahora; también debería haber sabido que si nosotros valíamos algo como individuos y no éramos simples muñecos indefensos, no íbamos a estar influidos por H.P.B., ni obligados por medio de amenazas a hacer algo contrario a nuestro criterio y a las necesidades del Karma. Siento que usted no haya recordado estos hechos antes de hablar, pues esto hace que mi posición sea todavía más embarazosa ante mi Jefe, quien, como es natural, ha tomado nota del "ultimátum". Usted niega que hubiera solicitado alguna vez ser aceptado como chela. ¡Ay, amigo mío! Usted no podría ser ni siquiera un "chela laico" con esos sentimientos latentes en su corazón. Pero una vez más, digo: dejemos de lado el tema. Las palabras no borrarán los hechos y lo que está hecho, hecho está. Mi hermano M., que tiene más autoridad que yo, acaba de escribir precisamente la carta prometida al "Círculo Interno". Su "honor", buen amigo, está a salvo —a qué precio— lea y lo verá.
Usted encuentra que algunas de mis recientes cartas y notas —incluyendo la enviada al tesorero de la R.L.— no son "filosóficas" y no presentan mi estilo usual. Esto casi no pudo evitarse:
escribí sólo sobre los asuntos del momento —como estoy haciendo ahora— y no tuve tiempo para la filosofía. Con la R.L. y la mayoría de las otras Ramas occidentales de la S.T. en un estado deplorable, la filosofía puede ser invocada para reprimir la propia impaciencia, pero lo primero que ahora se necesita es un sistema práctico para afrontar la situación. Algunos, de la manera más injusta, tratan de hacer a H.S.O. y a H.P.B. los únicos responsables por el estado de las cosas. Ellos dos están lejos de ser perfectos —e incluso en algunos aspectos son todo lo contrario. Sin embargo, (y perdone la eterna repetición, pero se olvida constantemente) — ellos poseen aquello que sólo muy raramente hemos encontrado en parte alguna — ALTRUISMO, y una vehemente disposición incondicional para el auto-sacrificio por el bien de los demás. ¡Qué "cantidad de pecados" no excusa esto! No es sino un axioma, pero digo que —sólo en la adversidad se puede descubrir al verdadero hombre. Es un acto de verdadera humanidad el que uno acepte valientemente compartir el Karma colectivo del grupo con el que colabora y no se sienta amargado y no vea a los demás bajo colores más sombríos de lo que en realidad son, ni eche toda la culpa sobre alguna "oveja negra" como víctima especialmente elegida. A una persona así nosotros la protegeremos siempre y, a pesar de sus defectos, la ayudaremos a desarrollar lo bueno que hay en ella. Una persona así es generosa de una manera sublime; ahoga su personalidad en la causa y no presta atención a las incomodidades personales ni a las calumnias lanzadas injustamente contra ella.
Ya he terminado, mi buen amigo, y no me queda nada más que añadir. Usted tiene demasiada inteligencia para no ver con claridad el aprieto (Fix en inglés —N.T.) —como dirían los americanos— en que me encuentro y que yo, personalmente, muy poco puedo hacer. La situación presente, tal como usted verá por la carta de M., se ha creado de una manera gradual por todos ustedes, a la vez que por los desdichados "Fundadores". Sin embargo, sin uno de ellos al menos, difícilmente podremos hacer nada durante los próximos años. Usted ha tratado con demasiada crueldad al viejo cuerpo y ahora se recogen los frutos. Usted nunca estará totalmente de acuerdo conmigo en esto —sin embargo, es un hecho. Todo lo que pueda hacer por usted personalmente —lo haré, a menos que usted haga que la situación empeore más todavía si no cambia de actitud. Aquel que desea que se le den enseñanzas superiores tiene que ser un verdadero teósofo de alma y corazón, no simplemente en apariencia.
Mi entras tanto, reciba mis humildes bendiciones.                                        
K.H.


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