LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 66
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
CARTA Nº 66
Recibida en
Londres, el 10 de octubre de 1884.
Por razones
perfectamente válidas, aunque no es necesario que entre en detalles, no pude contestar
a su carta en Elberfeid, ni enviarle a usted la respuesta por medio de L.C.H.
Desde que se ha hecho imposible utilizar el conducto principal —H.P.B., por
medio de la cual yo me he comunicado con usted hasta ahora— debido a sus mutuas
relaciones personales, he empleado el correo común. Incluso esto ha exigido más
consumo de energía de un amigo de lo que usted puede imaginar.
No sería propio de
un amigo ocultar la verdad cuando el hablar de ella pueda producir un bien; por
eso debo decirle que debería ejercer una estrecha vigilancia sobre usted mismo
si no desea poner fin para siempre a mi correspondencia. Insensiblemente,
sin darse cuenta, está alimentando una tendencia al dogmatismo y a un concepto
erróneo e injusto de personas y motivos. Soy
muy consciente de sus ideas sobre lo que usted llama una "piadosa"
absurdidad y me siento tan dolido que, puesto que en su mundo no se permite que
nadie moralice a otro, y puesto que usted va a resentirse por ello, es probable
que estas palabras sean escritas en vano. Pero conozco también su sincero deseo
de que nuestra correspondencia no se interrumpa; y sabiendo esto, llamo su
atención sobre aquello que es seguro que producirá ese resultado.
Cuidado,
pues, con un espíritu falto de caridad, porque se levantará en su sendero como lobo
hambriento y devorará las mejores cualidades de su naturaleza que han estado
aflorando a la vida.
Amplíe, en lugar de
restringir sus simpatías;
trate de
identificarse con sus semejantes antes que reducir su círculo de afinidades.
Se avecina una crisis,
cualquiera que sea la causa —tanto por culpa de Adyar como de Allahabad, o por
mi negligencia, o por las imperfecciones de H.P.B.— y ha llegado el momento
para la mejor demostración práctica de la fuerza moral de usted. No es momento de
reproches o recriminaciones vindicativas, sino el momento de unirse para la
lucha. Sea quien sea el que haya sembrado las semillas de la presente
tempestad, el torbellino es fuerte, toda la Sociedad lo está cosechando, y es
más bien alimentado que debilitado desde Shigatse.
Usted se burla de
la probación —¿le
parece ridícula la palabra aplicada a usted?
Olvida que todo
aquel que se acerca a nuestros recintos, incluso con el pensamiento, es atraído
al vórtice de la probación.
De cualquier
manera, el templo de usted se tambalea y, a menos que apoye sus fuertes
espaldas contra sus muros, usted puede compartir el destino de Sansón. El
orgullo y el "digno desprecio" no le ayudarán a usted en las presentes
dificultades. Cuando se interpretan alegóricamente, hay cosas que son como
tesoros guardados por fieles gnomos y por genios. El tesoro es
nuestro conocimiento oculto, tras el cual van muchos de ustedes —y usted más
que nadie; y no puede ser H.P.B. ni Olcott, ni ningún otro, individualmente,
quien haya despertado a los guardianes de ese tesoro, sino usted mismo, más que
ellos y la Sociedad en conjunto. Libros como El
Mundo Oculto y El Buddhismo Esotérico no pasan inadvertidos a los ojos de esos
fieles guardianes y es absolutamente necesario que aquellos que desean poseer ese
conocimiento sean examinados y puestos a prueba concienzudamente. Deduzca de esto lo que quiera, pero tenga
presente que mi Hermano y yo somos los únicos en la Fraternidad que estamos muy
interesados en la divulgación (hasta ciertos límites) de nuestras doctrinas, y
que H.P.B. fue, hasta ahora, nuestro único instrumento, nuestro más dócil
agente. Admitiendo que ella sea todo lo que usted describe —y ya le he dicho a
usted que el viejo cuerpo destartalado se convierte a veces en absolutamente
peligroso— sin embargo, ello no excusa en usted la menor relajación en los esfuerzos
para salvar la situación y seguir adelante con el trabajo (y especialmente para
proteger nuestra correspondencia) cuanto antes mejor. Piense usted que ha
sido una ventaja positiva para el resto de ustedes el que ella haya sido como
es, puesto que les ha facilitado un mayor estímulo para instruirse, a pesar de
las dificultades que usted cree que ella ha creado.
Yo no digo que la
hubiéramos escogido a ella si hubiera estado a la disposición un intermediario
más manejable; sin embargo, por lo que a ustedes se refiere, ha sido una ventaja,
y aún así, la han apartado durante mucho tiempo, si no para siempre, y como consecuencia
han dificultado enormemente mi actuación. Recuerde lo que le dije hace un par de
años: "Si
H.P.B. muriera antes de que encontráramos un sustituto" los poderes por
medio de los cuales trabajamos en nuestras comunicaciones con el mundo externo
podrían permitir la transmisión de dos o tres cartas más, y luego cesarían y
ustedes no recibirían más cartas mías. Bien —ella está virtualmente muerta; y es usted mismo
—perdóneme una verdad más— quien ha matado al intermediario, rudo pero fiel;
alguien que, además, era realmente devoto de usted. Dejemos el tema si le resulta
desagradable. Yo he hecho todo lo que he
podido para detener el mal pero no tengo jurisdicción ni dominio sobre ella, ni
tendré mejor oportunidad con la señora H. Ella es, por naturaleza, una
magnífica persona, pero desconfía tanto de sí misma como de los demás y está
tan dispuesta a tomar lo real por alucinaciones, y viceversa, que hará falta
mucho tiempo antes de que llegue a ser totalmente controlable, ni siquiera por ella
misma. Está lejos, muy lejos de estar preparada; además, no se entiende a
sí misma ni nos entiende a nosotros. En verdad que nuestros medios no son los
de ustedes; por lo tanto, queda muy poca esperanza para nosotros en Occidente.
Le ruego que no
atribuya lo que acabo de decir a ninguna influencia de H.P.B.
Indudablemente que
ella se ha quejado con amargura a su Maestro, y lo ha dicho con franqueza, pero
ello no altera la opinión de él ni afecta mi propia actitud hacia usted en lo
más mínimo. No sólo nosotros dos lo sabemos, sino que incluso ella también sabe
cuán importantes son para el bien de la Sociedad los servicios de usted, y no
se permitirá que ningún agravio personal por su parte se interponga en el
camino, ni que impida que a usted se le haga justicia sin dejar de hacérsela a
ella. Su Maestro y yo la hemos instado a que dijera todo lo que dice respecto a
la señora H. Cualquier resultado desagradable fue debido a la ejecución de las
órdenes que ella recibió. Habíamos encontrado a la señora H. en América y le hicimos
ver la necesidad de que se preparara para escribir el libro que ha escrito con
la ayuda de Mohini. Si ella hubiera consentido en detenerse en París unos días
más, tal como se le pidió, y hubiera ido a Inglaterra con H.P.B., la última
complicación podía haberse evitado.
Los resultados de
la llegada de la señora H. a casa de usted se los describió ella antes; y al sentirse
agraviado por lo que Mohini y H.P.B. estuvieron diciéndole a usted y a la
señora H., usted se ha sentido sencillamente irritado por nuestros deseos
personales. E incluso mis palabras le molestarán cuando le diga que usted —de
una manera inconsciente, lo admito— se ha interpuesto en mi camino para el
desarrollo de ella. (Do
Mme. H.- N.T.) Sin
embargo, usted hubiera sido el primero en beneficiarse de eso. Pero al no
comprender nuestro estilo ni los métodos ocultos, usted insistió en conocer la
causa y la razón de todo lo hecho —especialmente de cosas que le agradaban. Incluso exigió que se le explicaran
exhaustivamente las razones del por qué se le había pedido que fuera a
Elberfeld. Esto es irrazonable —desde el punto de vista oculto, buen amigo. O
usted confía en mí, o no lo hace. Y debo decirle, con franqueza, que mi
amistosa estimación sufrió un choque al oir su "ultimátum" que puede
resumirse así: —"O la señora H. pasa una semana, o algo así, en nuestra
casa, o yo (usted) dejo que se las arregle como pueda la R.L." Esto casi
significa lo siguiente: "A pesar de que los 'Maestros' o los no Maestros estén
en contra, debo demostrar a la R.L. y lo demostraré, que cualquier cosa que
ellos puedan haber oído sobre este asunto es falsa, y que los 'Maestros' no
consentirán nunca una acción perjudicial para mi orgullo: a toda costa, éste
debe ser protegido". Amigo mío, esto es caminar por terreno resbaladizo. Aquí,
en nuestras montañas, los Dugpas colocan, en los lugares peligrosos de los
senderos frecuentados por nuestros chelas, pedazos de trapos viejos y otras cosas
que puedan atraer más la atención del incauto, todo lo cual ha sido impregnado
con el magnetismo negativo de ellos. Si se pisa uno de esos objetos, el
caminante puede recibir un tremendo choque psíquico, de manera que puede perder
el equilibrio y precipitarse en el abismo antes de que pueda recuperarse.
Amigo
mío, cuidado con el Orgullo y el Egoísmo, dos de las peores trampas para los
pies de aquel que aspira a remontarse por los elevados senderos del
Conocimiento y de la Espiritualidad. Usted ha abierto en su armadura una grieta
para los Dugpas —no se queje si ellos la han descubierto y le han herido a
usted ahí.
La señora H. en realidad
no quería ir a su casa, pues tal como ella le dijo a usted con toda sinceridad,
yo le había dicho que no lo hiciera, por razones que usted mismo debe conocer
ahora; también debería haber sabido que si nosotros valíamos algo como
individuos y no éramos simples muñecos indefensos, no íbamos a estar influidos
por H.P.B., ni obligados por medio de amenazas a hacer algo contrario a nuestro
criterio y a las necesidades del Karma. Siento que usted no haya recordado estos
hechos antes de hablar, pues esto hace que mi posición sea todavía más
embarazosa ante mi Jefe, quien, como es natural, ha tomado nota del "ultimátum".
Usted
niega que hubiera solicitado alguna vez ser aceptado como chela. ¡Ay, amigo
mío! Usted no podría ser ni siquiera un "chela laico" con esos sentimientos
latentes en su corazón. Pero
una vez más, digo: dejemos de lado el tema. Las palabras no borrarán los hechos
y lo que está hecho, hecho está. Mi hermano M., que tiene más autoridad que yo,
acaba de escribir precisamente la carta prometida al "Círculo
Interno". Su "honor", buen amigo, está a salvo —a qué precio—
lea y lo verá.
Usted encuentra que
algunas de mis recientes cartas y notas —incluyendo la enviada al tesorero de
la R.L.— no son "filosóficas" y no presentan mi estilo usual. Esto
casi no pudo evitarse:
escribí sólo sobre
los asuntos del momento —como estoy haciendo ahora— y no tuve tiempo para la
filosofía. Con la R.L. y la mayoría de las otras Ramas occidentales de la S.T.
en un estado deplorable, la filosofía puede ser invocada para reprimir la
propia impaciencia, pero lo primero que ahora se necesita es un sistema
práctico para afrontar la situación. Algunos, de la manera
más injusta, tratan de hacer a H.S.O. y a H.P.B. los únicos responsables por el
estado de las cosas. Ellos dos están lejos de ser perfectos —e incluso en
algunos aspectos son todo lo contrario. Sin embargo, (y perdone la eterna
repetición, pero se olvida constantemente) — ellos poseen aquello que sólo muy
raramente hemos encontrado en parte alguna — ALTRUISMO, y una vehemente
disposición incondicional para el auto-sacrificio por el bien de los demás. ¡Qué
"cantidad de pecados" no excusa esto! No es sino un axioma, pero digo
que —sólo en la adversidad se puede descubrir al verdadero hombre. Es un acto de
verdadera humanidad el que uno acepte valientemente compartir el Karma
colectivo del grupo con el que colabora y no se sienta amargado y no vea a los
demás bajo colores más sombríos de lo que en realidad son, ni eche toda la
culpa sobre alguna "oveja negra" como víctima especialmente elegida. A una persona así
nosotros la protegeremos siempre y, a pesar de sus defectos, la ayudaremos a
desarrollar lo bueno que hay en ella. Una persona así es generosa de una manera
sublime; ahoga su personalidad en la causa y no presta atención a las incomodidades
personales ni a las calumnias lanzadas injustamente contra ella.
Ya he terminado, mi
buen amigo, y no me queda nada más que añadir. Usted tiene demasiada inteligencia
para no ver con claridad el aprieto (Fix en inglés —N.T.)
—como
dirían los americanos— en que me encuentro y que yo, personalmente, muy poco
puedo hacer. La situación presente, tal como usted verá por la carta de M., se
ha creado de una manera gradual por todos ustedes, a la vez que por los
desdichados "Fundadores". Sin embargo, sin uno de ellos al menos,
difícilmente podremos hacer nada durante los próximos años. Usted
ha tratado con demasiada crueldad al viejo cuerpo y ahora se recogen los
frutos. Usted nunca estará totalmente de acuerdo conmigo en esto —sin embargo,
es un hecho. Todo lo que pueda hacer por usted personalmente —lo haré, a menos
que usted haga que la situación empeore más todavía si no cambia de actitud. Aquel que desea que
se le den enseñanzas superiores tiene que ser un verdadero teósofo de alma y
corazón, no simplemente en apariencia.
Mi entras
tanto, reciba mis humildes bendiciones.
K.H.
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