LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 65
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
CARTA Nº 65
Recibida en
Londres, en el verano de 1885 (En la 3ª edición
inglesa; 1884 en la 2ª edición inglesa.
N.T.)
Amigo mío:
¿Me pide usted que
"arroje luz" sobre el "nuevo e inquietante acontecimiento"
producido por la fantástica acusación del señor A. Gebhard? En cuanto a eso,
hay docenas de acontecimientos de un carácter mucho más alarmante; cada uno de
ellos está calculado para aplastar a la desgraciada mujer que ha sido escogida
como víctima; y está a punto y dispuesto a estallar sobre su cabeza hiriendo
gravemente al mismo tiempo a ella y a la Sociedad.
Además, ¿tendría que haber
imaginado que después de mi señalado fracaso para satisfacer a sus exigentes
dialécticos en los incidentes "Billing—Massey" y
"Kiddle—Light", mi opinión personal y mis explicaciones iban a contar
para algo en Occidente? Sin
embargo, usted parece pensar, como Wheweil que "cada fracaso es un paso
hacia el éxito", y su confianza en mí debe alarmar seriamente a sus
amigos.
Con su permiso he
dejado la explicación del "penoso incidente" a la misma Mad. B. Sin embargo,
como ella le escribió a usted sólo la simple verdad, tiene muy pocas
posibilidades de ser creída, salvo, quizás, por parte de sus pocos amigos
allegados —si es que le queda alguno cuando esta carta le alcance a usted.
Usted ya debe haber
comprendido, amigo mío, que el intento que
hacemos cada siglo para abrir los ojos al ciego mundo —casi ha fracasado:
en la India —parcialmente; en Europa — con unas pocas excepciones— totalmente.
Sólo
queda una oportunidad de salvación para aquellos que todavía creen: unirse y
enfrentarse a la tormenta con valor. Que los ojos de los más intelectuales
entre el público se abran ante la sórdida conspiración que se lleva a cabo en los
círculos misioneros contra la Teosofía —y en el plazo de un año ustedes habrán recuperado
el terreno perdido.
En la India es:
"Cristo o los
Fundadores (!!) ¡Matémosles a pedradas!" Han estado muy cerca de matar a
uno; ahora están atacando a la otra víctima —Olcott. Los padres son tan activos
como las abejas. La P.R.S. (Psichyc
Research Socicty, (Sociedad de Investigaciones Psíquicas). N.T.) les ha
proporcionado una excelente oportunidad para sacar partido de su embajador. El
señor Hodgson fue víctima fácil ante la falsa evidencia; y la imposibilidad científica
a priori de tales fenómenos contribuyó a que la realidad de los mismos sobre
los que le habían mandado investigar e informar quedara total y absolutamente desvirtuada. El
puede alegar como excusa la desilusión que sintió y que le hizo revolverse furioso
contra los pretendidos autores del "gigantesco" engaño, pero no hay
duda de que si la Sociedad queda colapsada se deberá a él. Podemos agregar
los loables esfuerzos de nuestro mutuo amigo de Simla (A.O. Hume) quien, sin
embargo, no ha renunciado —y los del señor Lane Fox. ¡Qué Sociedad podría
resistir en su integridad los efectos de dos lenguas tales como las de los señores
H. y L.F. !
Mientras que el primero, confidencialmente, asegura a cada teósofo importante
que, desde el comienzo de la Sociedad, ninguna de las cartas que se dice
provienen de los Maestros fue genuina, el señor L. Fox anda por ahí predicando
que él sólo lleva a cabo los deseos del Maestro (M.) informando a los teósofos
de todos los defectos de la S.T. y los errores de sus Fundadores, cuyo Karma es
traicionar la sagrada confianza que han depositado en ellos sus Gurús.
Después de esto, es
posible que usted culpe menos a nuestros chelas por detestar a los europeos de
la Sede Central y por decir que son ellos los que han arruinado a la Sociedad.
Así
es, amigo mío, como se llega a un final obligado de las proyectadas
instrucciones ocultas.
Todo
había sido arreglado y preparado. El comité secreto, nombrado para recibir
nuestras cartas y enseñanzas y para transmitirlas al grupo oriental estaba
dispuesto, cuando unos cuantos europeos —por razones que prefiero no mencionar—
se abrogaron la autoridad de anular las decisiones de todo el Consejo. Ellos
declinaron (aunque la razón que dieron fuera otra) —recibir nuestras
instrucciones por medio de Subba Row y Damodar, el último de los cuales es
odiado por los señores L. Fox y Hartmann. Subba Row renunció, y Damodar se marchó
al Tibet. ¿Han de ser culpados nuestros hindúes por eso?
Y
ahora. Hume y Hodgson han azuzado a Subba Row hasta enfurecerle, diciéndole
que, como amigo y compañero en ocultismo de Madame B., el gobierno sospechaba
que él también era un espía. Es
la historia repetida del "Conde de St. Germain" y de Cagliostro. Pero
yo puedo decirle a usted, que ha sido siempre fiel y sincero conmigo, que no se
permitirá que los frutos de su devoción se malogren y se desparramen
precipitándose en el polvo desde el árbol de la acción. Y ahora, ¿no podría yo decir
unas cuantas palabras que puedan resultar útiles? Es un viejo truismo
que ninguno de ustedes se ha formado nunca una idea exacta ni de los "Maestros"
ni de las leyes del Ocultismo por las que ellos se guían. Por ejemplo: yo, por
el hecho de haber recibido algo de educación occidental —debo ser imaginado
como el tipo de "caballero" que acomoda estrictamente sus actos a las
leyes de la etiquette, y que se rige en sus relaciones con los europeos de
acuerdo con las reglas de vuestro mundo y de su sociedad.
¡Nada podría ser
más erróneo! La absurda descripción de un asceta indo-tibetano representando el
papel de Sir C. Grandison no necesita ser comentada. No obstante, habiendo fracasado
yo al no responder a esa descripción, fui colgado en efigie y fui públicamente estigmatizado
y degradado, como diría Mad. B. ¡Qué pobre parodia! ¿Cuándo se darán
cuenta ustedes de que yo no soy de esa clase? Y de que si, hasta cierto punto, puedo estar familiarizado
con sus ideas peculiares (para mí) sobre lo adecuado en esto o en aquello, y
con las obligaciones de un caballero occidental —también usted conoce, hasta
cierto punto, las maneras y las costumbres de China y del Tibet. Por todo eso,
de la misma manera que usted rechazaría aceptar nuestros hábitos y vivir de
acuerdo con nuestras costumbres —también yo prefiero nuestro modo de vida al
suyo, y nuestras ideas a las de Occidente. Se me acusa de "plagio".
Nosotros, los del Tibet y China, no sabemos lo que ustedes quieren significar
con esa palabra. Yo lo sé, pero esa no es quizás una razón por la cual yo deba
aceptar SMS leyes literarias. Cualquier
escritor tiene el privilegio de sacar frases enteras del diccionario de
Pai-Wouen-Yen-Fu, el mayor del mundo, lleno de citas de todo escritor conocido,
y conteniendo todas las frases jamás usadas —y puede acomodarlas para expresar
su pensamiento. Esto no se aplica al caso Kiddle, que sucedió tal como yo
le dije. Pero es posible que usted pueda encontrar, a través de todas mis
cartas, unas veinte frases sueltas que pueden haber sido ya escritas en libros
o en manuscritos. Cuando usted escribe sobre algún tema se rodea de libros de
referencia, etc.; cuando nosotros escribimos de algo sobre lo cual desconocemos
la opinión occidental, nos rodeamos de centenares de paras (Abreviación
de paragraphes, párrafos. N.T.) :sobre
ese tema en particular, de docenas de diferentes escritos —impresos sobre el
Akasa. ¿Qué
tiene de extraño, pues, que no sólo el chela a quien se le confía el trabajo, y
que es inocente de ningún conocimiento del significado de plagio, e incluso yo
mismo —utilicemos a veces toda una frase que ya existe, sólo que aplicándola a otra
—a nuestra propia idea? Ya
le he hablado de esto antes y no es culpa mía si sus amigos y sus enemigos no
se sienten satisfechos con la explicación. Cuando yo me proponga escribir un
ensayo original para optar a un premio, puede que sea más cuidadoso. En cuanto
al asunto Kiddle es culpa de usted. ¿Por qué publicó El Mundo Oculto antes de enviármelo
para revisarlo? Yo
no hubiera permitido nunca que se publicara este párrafo, ni el "Lal
Sing" que fue inventado tontamente por Djwai K. como seudónimo y que yo
permití por omisión que arraigara, sin pensar en las consecuencias. Nosotros no somos
"Mahatmas" infalibles, previéndolo todo en cada hora del día, buen amigo:
ninguno de ustedes ha aprendido todavía a tener presente esto. Y ahora pasemos
al Ocultismo.
Se esperaba de
nosotros que permitiéramos que se trataran las Fuerza Ocultas de la misma manera
que su corteza —las fuerzas físicas de la naturaleza. Se nos censura por no dar a cada hombre estudioso que ha ingresado en
la S.T. los frutos de la investigación de generaciones de ocultistas que han
consagrado todos ellos sus vidas a ese fin y que, tan a menudo, las han perdido
en la gran lucha por arrancar los secretos del corazón de la Naturaleza. Si no actuáramos
como lo hacemos —el Ocultismo no podría ser valorado: tiene que mantenerse dentro
del limbo de la magia y de la superstición —del espiritismo para algunos y del
fraude en opinión de otros.
¿Quién pensó, por
un solo instante, que una ley oculta revelada dejara de ser oculta para
convertirse en propiedad pública, excepto que se entregara a un Ocultista que muere
antes que traicionar su secreto?
¡Cuántas
recriminaciones, cuántas críticas sobre el Devachán y temas semejantes por lo incompleto
de los mismos y por las numerosas contradicciones aparentes! ¡Oh, ciegos
tontos! Se olvidan —o nunca supieron— que aquel que tiene en su mano las llaves
de los secretos de la Muerte está en posesión de las llaves de la Vida.
¿Olvidan que si
cualquiera pudiera convertirse en un Dios creador en esta raza, adquiriendo conocimiento
con tanta facilidad, no habría ninguna necesidad de las Razas Sexta y Séptima? ¡Y que nosotros
habríamos trastornado el programa de la EXISTENCIA confundido las cuentas del
Libro de la Vida, en una palabra, habríamos anulado la VOLUNTAD ETERNA!
Amigo mío, no me
queda nada, o me queda muy poco por decir. Lamento profundamente mi incapacidad
para satisfacer las aspiraciones honradas y sinceras de unos cuantos escogidos
de su grupo —al menos por el momento. Si sólo su Rama Londres pudiera comprender, o al menos
sospechar, que la actual crisis que está sacudiendo la S.T. hasta sus cimientos,
es cuestión de la pérdida o de la salvación de miles de seres; que es una
cuestión del progreso de la raza humana o de su retroceso; de su gloria o de su
deshonor, y para la mayoría de esta raza —de ser o no ser, de aniquilación, en
realidad— es posible que muchos de ustedes investigaran hasta la misma raíz del
mal, y en lugar de dejarse guiar por las apariencias y por los resultados
científicos, se pusieran a trabajar y salvaran la situación poniendo al descubierto
las actividades deshonrosas de su mundo misionero.
Mientras tanto,
acepte mis mejores deseos.
K.H.
Una vez más, creo
que es mejor que le diga lo que desearía que tuviera siempre presente.
Estaría contento si
cada pregunta pudiera contestarse con tanta facilidad como sus dudas sobre el
"inquietante asunto". ¿Por
qué las dudas y las viles sospechas parecen perseguir a todo aspirante a chela?
Amigo mío, en las Logias Masónicas de la antigüedad,
el neófito era sometido a una serie de terribles pruebas para demostrar su
lealtad, su valor y la disposición de su mente. Por medio de impresiones
psicológicas complementadas con mecanismos y substancias químicas, se le hacía
creer que caía en un precipicio, que era aplastado por las rocas; que
atravesaba puentes tan frágiles como telas de araña suspendidos en el aire, que
pasaba a través del fuego, que se ahogaba en el agua y que era atacado por
bestias feroces.
Esto
era una reminiscencia y un programa tomado de los Misterios egipcios. Al haber
perdido Occidente los secretos de Oriente, como digo, tuvo que recurrir a la
estratagema. Pero en nuestros días, la vulgarización de la ciencia ha
convertido esas pruebas triviales en obsoletas.
Ahora el aspirante
es asaltado totalmente por el lado psicológico de su naturaleza. La serie de pruebas
a las que se somete —en Europa y en la India— es la del Raj-Yog y su resultado
es —como se ha explicado a menudo— el de poner en evidencia todo germen, bueno
y malo, que haya en su temperamento. La
regla es inflexible y nadie se libra, tanto que sólo nos escriba una carta o
que en la intimidad de su propio corazón formule un fuerte deseo de recibir
comunicación y conocimiento ocultos. De la misma manera
que la lluvia no puede hacer fructificar la roca, tampoco el conocimiento
oculto incide en la mente no receptiva; y de la misma manera que el agua
aumenta la temperatura de la substancia cáustica de la cal, también la
enseñanza pone en impetuosa acción toda la insospechada potencialidad latente
en el aspirante.
Pocos europeos han
resistido esta prueba. La sospecha abriéndose paso por el propio convencimiento
de fraude, parece estar a la orden del día. Le digo a usted que, con muy pocas excepciones,
—hemos fracasado en Europa. De ahora en
adelante se pondrá en práctica seriamente una política de absoluta neutralidad
por parte de la S.T. en lo que atañe a enseñanzas ocultas y a fenómenos; lo que
se imparta será para los miembros a título personal, y será individualmente. Por ejemplo, si
Mad. B. encuentra la fuerza necesaria para vivir (y esto depende por completo
de su voluntad y de su poder para ejercerla) y si está dispuesta a servimos
como amanuense para usted, (para Sinnett, no para el grupo) bajo la dirección
de su gurú o incluso bajo la mía —ella puede, si lo desea, enviarle a usted
instrucciones semanalmente o mensualmente. Mohini podría hacer lo mismo —pero
con la promesa de que ni nuestros nombres ni el de la persona que envía las
instrucciones se harán nunca públicos; y que no se responsabilizará nunca a la
S.T. de esas enseñanzas. Si el grupo oriental sobrevive, todavía podría hacerse
algo por él. Pero en adelante nunca se permitirá que la Sociedad en la India
quede comprometida de nuevo por fenómenos que son denunciados por todas partes como
fraudes. La
hermosa nave zozobra, amigo, porque su preciosa carga se ha ofrecido al público
en general; porque una parte de su contenido ha sido profanado por manos
ignorantes —y su oro— ha sido recibido como cobre. Y yo digo que, en
adelante, ningún ojo profano verá más sus tesoros; y que sus cubiertas y sus aparejos
deben limpiarse de las impurezas y de la escoria que se acumularon en ellos por
indiscreción de su propia tripulación. Trate de remediar el mal que se ha
hecho. Cada paso que uno dé en nuestra dirección nos obligará a nosotros a dar
uno hacia él. Pero no es yendo hacia Ladak como se nos encontrará, según imagina
el señor Lane Fox.
Una vez más, acepte
mi bendición y los saludos de despedida, sí es que han de ser los últimos.
K.H.
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