sábado, 13 de febrero de 2016

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 49

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 49
Carta del Mahatma K.H. a A. P. Sinnett.


CARTA Nº 49
De K.H. Recibida en Umballa, camino de Simla, el 5 de agosto de 1881.
Acabo de regresar. Recibí más cartas de las que desearía contestar —excepto las suyas. No teniendo nada de particular que decir me ocuparé simplemente de sus preguntas; una tarea que puede parecer fácil pero que en realidad no es así si tenemos presente que, tal como ocurre con la deidad descrita en el Upanishad: "Sokamayata bahuh syám prajáye yeti" —"ellas quieren ser muchas y multiplicarse". En cualquier caso, la sed de conocimiento nunca ha sido considerada como pecado y usted me encontrará siempre dispuesto a contestar esas preguntas, es decir —las que puedan ser contestadas.
Ciertamente, soy de la opinión de que, puesto que nuestra correspondencia se inició para bien de muchos, demostraría ser muy poco provechosa para el mundo en general si usted no presenta de nuevo las enseñanzas y las ideas contenidas en ella "en forma de ensayo", que trate no sólo del concepto filosófico oculto de la creación, sino también de todos los demás temas.
Cuanto antes empiece usted su "futuro libro", tanto mejor; porque, ¿quién puede responder de incidentes imprevistos? Nuestra correspondencia puede interrumpirse de pronto como resultado de un obstáculo propiciado por Aquellos que saben lo que conviene. Las mentes de ELLOS —como usted sabe, son un libro sellado para muchos de nosotros que ninguna arte mágica puede abrir. Sin embargo, más adelante, y a su debido tiempo, llegarán "ayudas para la reflexión"; y lo poco que estoy autorizado a explicar espero que pueda resultar más comprensible que la Alta Magia de Eliphas Lévi. No es extraño que usted la encuentre confusa porque nunca estuvo destinada al lector no iniciado. Eliphas estudió en los manuscritos Rosacruces (ahora reducidos a tres ejemplares en Europa). Estos exponen nuestras doctrinas orientales tomadas de las enseñanzas de Rosencreuz, quien, a su regreso de Asia, las revistió de un ropaje semi-cristiano, tratando de proteger a sus discípulos de la venganza clerical. Para ello hace falta tener la clave y esta clave es una ciencia per se.
Rosencreuz enseñó oralmente. Saint Germain registró las buenas doctrinas en cifras y su único manuscrito cifrado permaneció en poder de su fiel amigo y protector, el benévolo Príncipe alemán de cuya casa y en cuya presencia realizó su última salida —hacia su verdadero HOGAR. ¡Fracaso, rotundo fracaso! Hablando de "cifras" y "números", Eliphas Lévi se dirige a los que saben algo de las doctrinas pitagóricas.
Sí; algunas de ellas resumen toda la filosofía e incluyen todas las doctrinas. Isaac Newton las comprendía bien pero no reveló su conocimiento, muy prudentemente para su propia reputación y muy desgraciadamente para los redactores de la Saturday Review y para sus contemporáneos.
Usted parece admirar esta revista —yo no. A pesar del mérito que tiene desde el punto de vista literario, una publicación que da cabida a ideas tan retrógradas y dogmáticas como la que yo encontré últimamente en sus páginas, debería quedar desprestigiada ante las demás revistas más liberales. Los científicos —según dice— "no son en absoluto buenos observadores" ante las exhibiciones de la magia moderna, el espiritismo y otros "sucesos de interés pasajero". Ciertamente que esto no debería ser así, añade, porque "conociendo tan bien como conocen los límites de lo natural (? ! !) deberían empezar por asumir que lo que ven, o lo que creen ver, no puede ser y deberían buscar en seguida la falsedad", etc. etc. De nuevo los mismos argumentos repetidos sobre la circulación de la sangre, el telégrafo, el ferrocarril y la navegación a vapor. Ellos conocen "los límites de lo natural" (!!) ¡Oh, siglo del engreimiento y de la ofuscación mental! ¡Y a nosotros se nos invita a Londres, entre esos pobres académicos cuyos predecesores persiguieron a Mesmer y difamaron a St. Germain como impostor!
Todo es secreto para ellos hasta ahora en la naturaleza.
Del hombre no conocen más que el esqueleto y la forma; a duras penas son capaces de delimitar los caminos por los cuales pasan los mensajeros invisibles, que ellos llaman "sentidos", en su camino hacia las percepciones del hombre; su ciencia escolar no es más que un vivero de dudas y suposiciones; esa ciencia no enseña más que para su propia sofisticación, contagia con su castración, con su desprecio por la verdad, con su falsa moralidad y su dogmatismo; ¡y sus representantes quieren vanagloriarse de conocer "los límites de lo natural".
Basta —mi buen amigo; yo quisiera olvidar que usted pertenece a esta generación y que es un admirador de su "ciencia moderna". Sus preceptos y veredictos dogmáticos están a nivel del non-possumus papal. Sí; la Saturday Review nos ha criticado con bastante suavidad, sin duda; no así el Spiritualist. ¡Pobre y desconcertada revista! Usted le asestó un golpe tremendo. Al perder pie en el terreno de la mediumnidad, libra su lucha a muerte por la supremacía del adoptado inglés sobre el conocimiento oriental. Yo casi oigo su grito sub rosa (Atenuado. N.T.) "si se demuestra que nosotros, los espiritistas, estamos equivocados, también lo están ustedes —los teósofos".
El gran "Adepto", el formidable J.K., es ciertamente un enemigo peligroso y me temo que nuestros Bodhisatwas tendrán que confesar algún día su profunda ignorancia ante su poderosa erudición. "Los verdaderos Adeptos, como Gautama Buddha o Jesucristo, no se envolvieron en el misterio, sino que llegaron y hablaron abiertamente" —dice nuestro oráculo. Si ellos procedieron así, es nuevo para nosotros —humildes seguidores del primero. ¡¡Gautama es calificado como "Instructor Divino" y al mismo tiempo "Mensajero de Dios"" (Vea el Spiritualist del 8 de julio, pág. 21, párrafo 2). Buddha se ha convertido ahora en el mensajero de aquel que El, Shakya K'hout-choo, la preciosa sabiduría, destronó hace 2500 años, separando el velo del Tabernáculo y mostrando que estaba vacío. ¿Dónde aprendió ese adepto cockney (Nativo londinense de clase popular. N.T.) su Buddhismo?, me pregunto.
Realmente, usted debería advertir a su amigo el señor C.C. Massey que estudie con esa Joya Londinense que tanto desprecia el conocimiento oculto de la India, "El Loto de la Buena Ley" y "Atma Bodha" —a la luz de la Cabala judía.
¿Que "yo me molesté por las noticias de las cínicas publicaciones?" Claro que no. Pero me siento un poco molesto ante las expresiones sacrilegas de J.K. —lo confieso. Me hubiera gustado contestar —al engreído tonto— pero, una vez más, "hasta ahí llegarás y no más lejos". El Kobiighan a quien enseñé el párrafo se echó a reír hasta que las lágrimas rodaron por sus viejas mejillas. Si pudiera haría lo mismo. Cuando la "Vieja Dama" lo lea, habrá uno o dos cedros dañados en Simla. Agradezco, en verdad, su bondadoso ofrecimiento de que me quede con los recortes de la Revista; pero más bien preferiría que usted los conservara, puesto que estas noticias pueden resultar de inapreciable valor para usted dentro de unos años.
Ante su ofrecimiento de comprometerse solemnemente a no divulgar nada sin permiso, por el momento no puedo responder. Para ser sincero, no depende de mí el aceptar o el rechazar su ofrecimiento, puesto que sería un hecho sin precedentes el que una persona ajena a nosotros se comprometiera según nuestra propia forma particular de voto o promesa, pues ante los ojos de mi Superior no cabría ninguna otra. Desgraciadamente para los dos, no hace más de tres días que, cuando yo solicité algunos privilegios para usted, inesperadamente, debo confesarlo, se me recordó que en una ocasión, o mejor dicho, en dos ocasiones, usted se sirvió de una expresión que quedó registrada. Al oiría repetir y al verla registrada no tuve más remedio que presentar con humildad la otra mejilla ante un golpe del destino todavía más inesperado — asestado por la respetada mano de aquel a quien yo venero. Por cruel que me parezca este recuerdo, fue justo, porque usted había pronunciado estas palabras en Simla: "Soy un miembro de la Sociedad Teosófica, pero no soy en absoluto un teósofo", dijo usted. No estoy quebrantando una confidencia al revelarle este resultado de mi petición en favor de usted, pues incluso se me aconsejó que lo hiciera. Así que hemos de continuar viajando a la misma pequeña velocidad que hasta ahora, o bien —detenernos en seguida y escribir Finís al pie de nuestras cartas. Espero que prefiera lo primero.
Y ya que tratamos de este tema, quisiera que inculcara a sus amigos de Londres algunas prudentes verdades que son muy capaces de haber olvidado, aún cuando se les ha hablado de ellas una y otra vez. La Ciencia Oculta no es una ciencia cuyos secretos se puedan transmitir de repente a través de una comunicación verbal e incluso escrita. Si así fuese, todo lo que los "Hermanos" tendrían que hacer sería publicar un Manual de este arte que podría ser enseñado en las escuelas como lo es la gramática. Es un error común entre las personas creer que nos envolvemos voluntariamente a nosotros y a nuestros poderes en el misterio; que deseamos guardar nuestros conocimientos para nosotros mismos y que, por nuestra propia voluntad, nos negamos a comunicarlos —"caprichosa y deliberadamente". La verdad es que hasta que el neófito no alcanza la condición necesaria para ese grado de Iluminación al que tiene derecho, y para el cual ya está preparado, la mayor parte de los secretos, si no todos, son incomunicables.
La receptividad debe ser equivalente al deseo de instruirse.
La iluminación debe llegar de dentro.
Hasta entonces, ninguna fórmula mágica de encantamiento, o la aplicación de ridículas ceremonias, ni conferencias o discusiones metafísicas, ni ninguna penitencia voluntaria, pueden darla. Todo esto no son más que medios para un fin, y todo lo que podemos hacer es encaminar el uso de estos medios, que han sido empíricamente descubiertos por la experiencia de las edades, para que conduzcan hacia el objetivo deseado.
Y esto no ha sido ni fue ningún secreto durante miles de años.
El ayuno, la meditación, la pureza de pensamiento, palabra y obra; el silencio durante ciertos períodos de tiempo para dejar que la misma naturaleza hable al que se acerca a ella pidiendo información; el dominio de las pasiones y de los impulsos animales; el absoluto desinterés en la intención; la utilización de ciertos inciensos y fumigaciones con propósitos fisiológicos, todo eso ha sido divulgado como recursos en Occidente desde los días de Platón y Jámblico, y desde los tiempos mucho más remotos de nuestros Rishis indios.
Cómo hay que actuar de acuerdo con todo esto para que se adapte al temperamento individual es, desde luego, cuestión de experimentarlo por uno mismo y bajo la vigilancia de un tutor o Gurú.
En realidad, todo esto forma parte de su curso de disciplina, y su Gurú o iniciador sólo puede ayudarle con su experiencia y con el poder de su voluntad, pero no puede hacer más, hasta la última y Suprema iniciación.
Soy de la opinión de que pocos candidatos se imaginan la cantidad de inconvenientes —e incluso de sufrimiento y perjuicios para sí mismo— a que se expone el mencionado iniciador por consideración a su discípulo.
Las condiciones peculiares, físicas, morales e intelectuales de los neófitos y de los Adeptos varían mucho, como cualquiera comprenderá fácilmente. De ahí que, en cada caso, el instructor tiene que adaptar sus condiciones a las del discípulo, y la tensión es terrible, pues para lograr éxito tenemos que ponernos nosotros mismos en plena armonía con la persona bajo entrenamiento. Y cuanto mayores son los poderes del Adepto, tanto menor es su afinidad con la naturaleza del profano que, a menudo, llega hasta él impregnado de las emanaciones del mundo exterior, esas emanaciones animálicas de las masas egoístas y brutales que nosotros tanto tememos —y cuanto más tiempo hace que uno se separó de ese mundo, y cuanto más se ha purificado, tanto más difícil es la tarea que él mismo se impone.
Además —el conocimiento sólo puede ser comunicado gradualmente; y algunos de los secretos más elevados —si fueran realmente formulados, aúnen su bien preparado oído— podrían sonarle a usted como una jerga sin sentido, a pesar de toda la sinceridad de su actual convencimiento de que "la confianza absoluta desafía toda mala interpretación".
Esta es la causa verdadera de nuestra reticencia. He ahí por qué las gentes se quejan tan a menudo, y con cierta plausible razón, de que no se les comunica ningún conocimiento nuevo, a pesar de que se han estado afanando por él durante dos, tres o más años. Que aquellos que en verdad desean aprender lo abandonen todo y vengan hacia nosotros, en lugar de pedirnos o esperar que nosotros vayamos hacia ellos.
Pero, ¿cómo podría hacerse esto en vuestro mundo y en vuestro ambiente?
"Me desperté triste en la mañana del 18".
¿Sí? Bueno, bueno, paciencia mi buen hermano, paciencia. Algo ocurrió, aunque usted no conservó conciencia del acontecimiento; pero dejemos esto.
Sólo que, ¿qué más puedo hacer por usted?
¿Cómo puedo expresar las ideas para las cuales usted no tiene todavía palabras?
Las mentes más claras y más impresionables, como la suya, logran más que las otras, e incluso cuando consiguen una pequeña dosis extra, ésta se pierde por falta de palabras e imágenes que fijen las ideas emitidas. Tal vez e indudablemente, usted no sabe ahora a lo que me refiero. Algún día lo sabrá —paciencia. Darle a un hombre más conocimiento del que está capacitado para recibir es un experimento peligroso; y además, hay otras consideraciones que me detienen. La súbita revelación de hechos que trascienden tanto lo corriente es fatal en muchos casos, no sólo para el neófito, sino para los que se relacionan directamente con él. Es como poner una máquina infernal o un revólver cargado y amartillado en manos de un hombre que nunca ha visto tal cosa. Nuestro caso es exactamente igual. Nos damos cuenta de que se acerca el momento en que estaremos obligados a escoger entre el triunfo de la Verdad o el Reinado del Error —y del Terror. Tenemos que comunicar el gran secreto a algunos elegidos —o bien permitir que los infames Shammars encaminen a las mentes más brillantes de Europa hacia la más insensata y fatal de las supersticiones —el Espiritismo; y nos sentimos como si entregáramos toda una carga de dinamita en manos de aquellos que estamos ansiosos de ver cómo se defienden contra los Hermanos de la Sombra, los Bonetes Rojos.
¿Siente usted curiosidad por saber a dónde me dirijo; de aprender más de mi gran labor y de mi misión?
Si yo se lo dijera, de poco le serviría. Para poner a prueba su conocimiento y su paciencia puedo contestarle, aunque sólo sea por esta vez. Vengo ahora de Sakhya-Jong. Para usted, este nombre carecerá de sentido. Repítalo ante la "Vieja Dama" y — observe el resultado.
Pero volviendo al tema: teniendo, pues, que entregar al mundo por un lado, el arma tan necesaria pero a la vez tan peligrosa, y por el otro teniendo que mantener alejados a los Shammars (el estrago por ellos producido es ya enorme), ¿no cree usted que tenemos derecho a vacilar, a establecer una pausa y a sentir la necesidad de ser prudentes como nunca lo fuimos antes?
Resumiendo: el mal uso del conocimiento por parte del discípulo siempre recae sobre el iniciador; y por otra parte, no creo que usted sepa todavía que al compartir sus secretos con otro, el Adepto, por una Ley inmutable, está retrasando su propio progreso hacia el Descanso Eterno. Probablemente, lo que ahora le digo pueda ayudarle a adquirir un concepto más real de las cosas y a apreciar mejor nuestra mutua posición. Vagar por el camino no nos conduce más rápidamente al fin del viaje. Y a usted debe resultarle evidente que alguien deba pagar un Precio por cada cosa y por cada verdad, y en este caso —NOSOTROS lo pagamos.
No tema; estoy dispuesto a pagar mi parte, y así se lo dije a quienes me plantearon la pregunta. No le abandonaré ni me mostraré menos abnegado que la pobre y agotada mortal a la que conocemos como la "Vieja Dama". Lo que he dicho antes debe quedar entre nosotros dos. Espero que considerará esta carta estrictamente confidencial pues no es ni para publicarse, ni para sus amigos. Quiero que sólo la conozca usted. Aunque si todo esto fuera más conocido, en general, por los candidatos a la iniciación —estoy seguro de que éstos se sentirían más agradecidos y más pacientes y menos inclinados a irritarse ante lo que consideran nuestra reticencia y nuestras vacilaciones. Pocos poseen la discreción de usted; menos aún, son los que saben apreciar en su verdadero valor los resultados obtenidos. . . De cualquier modo, sus dos cartas a S.M. no conducirán a ninguna parte. El seguirá tan impasible y usted se habrá molestado en vano. Recibirá usted una carta suya llena de recelos y con no pocas observaciones desagradables. Usted no puede persuadirle de que + es un Hermano viviente, porque eso ya se intentó —y fracasó; a menos, por supuesto, que le convierta al lamaísmo popular exotérico el cual considera a nuestros "Byang-chubs" y "Tchang-chubs" —los Hermanos que pasan del cuerpo de un gran lama al de otro— como Lhas o Espíritus desencarnados.
Recuerde lo que dije en mi última sobre los Espíritus Planetarios. El Tchang-chub (un Adepto que, por el poder de su conocimiento y por la iluminación de su alma, ha quedado exento de la aflicción de la transmigración INCONSCIENTE) —puede, si lo quiere o lo desea, en vez de reencarnarse solamente después de la muerte del cuerpo, hacerlo así y repetidamente durante su vida, si lo prefiere. Tiene el poder de elegir para sí nuevos cuerpos —ya sea en éste o en cualquier otro planeta— mientras se halla en posesión de su vieja forma que él, por lo general, conserva para sus propios fines.
Lea el libro de Khiu-te y encontrará esas leyes en él. Ella (H.P.B.- N.T.) podría traducirle algunos párrafos, pues los sabe de memoria. Le puede leer a ella la presente.
¿Que yo con frecuencia me río de “la manera desamparada con que usted anda a tientas en la oscuridad”? Por supuesto que no. Sería tan poco bondadoso y casi tan insensato por mi parte hacerlo así, como para usted reírse de un hindú por su inglés chapurreado en un distrito donde vuestro Gobierno no quiere enseñar el inglés a la gente.
¿De dónde saca esa idea? ¿Y de dónde esa otra de tener mi retrato? En toda mi vida no me he hecho más que uno; un pobre ferrotipo hecho en los días del "Gaudeamus" por un artista ambulante (pariente, supongo, de las bellezas del salón de la cervecería de Munich con las que usted se ha entrevistado recientemente) —y de cuyas manos tuve que rescatarlo. El ferrotipo está ahí, pero la imagen se ha desvanecido: la nariz se descascarilló y uno de los ojos desapareció. No tengo otro que ofrecerle. No me atrevo a prometérselo porque nunca falto a mi palabra. No obstante —puede que algún día trate de conseguirle uno.
¿Una cita de Tennyson? Realmente, no puedo decirlo. Algunas líneas extraviadas y captadas en la luz astral o en el cerebro de alguien, y recordadas. Jamás olvido lo que leo o veo una vez. Una mala costumbre. Tanto es así que, con frecuencia e inconscientemente, ensarto juntas sentencias con palabras y frases extraviadas que pasan ante mis ojos y que pueden haber sido empleadas hace siglos o que lo serán dentro de centenares de años y relacionadas con temas por completo diferentes. Pereza y verdadera falta de tiempo. El otro día, la "Vieja Dama" me llamó "pirata de cerebros" y plagiario por emplear una frase completa de cinco líneas que, ella está firmemente convencida, debo haber hurtado del cerebro al doctor Wilder, ya que tres meses más tarde él la reprodujo en su ensayo sobre la intuición profética. Nunca eché una mirada en las células cerebrales del viejo filósofo. Si la capté en alguna parte de una corriente nórdica —lo ignoro. Escribo esto para su conocimiento como algo nuevo para usted —supongo. Así pues, un niño puede nacer presentando el mayor de los parecidos con otra persona alejada miles de millas, sin ningún parentesco con la madre, sin que ésta la haya visto nunca, pero cuya imagen flotante quedó impresa en la memoria de su alma durante el sueño o incluso en horas de vigilia, y se reprodujo en la placa sensibilizada de carne viva que esa madre lleva en ella. Sin embargo, yo creo que las líneas citadas fueron escritas por Tennyson hace años y que están publicadas. Confío que estas reflexiones y explicaciones inconexas puedan perdonársele a uno que permaneció nueve días en los estribos, sin desmontar. Desde la Lamasería Ghalaring-Tcho, (donde se discutió y se comentó su Mundo Oculto —(¡válgame Dios —pensará usted)— atravesé hacia el territorio de Horpa Pa La, "las inexploradas regiones de las tribus Turki" (dicen sus mapas, ignorando el hecho de que allí no hay ninguna tribu) y desde allí —a casa. Sí; estoy cansado, y por lo tanto pondré punto final.
Suyo sinceramente,
K.H.
En octubre estaré en Bhutan. Tengo que pedirle un favor: trate de entablar amistad con Ross Scott. Le necesito.



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