LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 49
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
CARTA Nº 49
De K.H. Recibida en
Umballa, camino de Simla, el 5 de agosto de 1881.
Acabo de regresar.
Recibí más cartas de las que desearía contestar —excepto las suyas. No teniendo
nada de particular que decir me ocuparé simplemente de sus preguntas; una tarea
que puede parecer fácil pero que en realidad no es así si tenemos presente que,
tal como ocurre con la deidad descrita en el Upanishad: "Sokamayata bahuh
syám prajáye yeti" —"ellas quieren ser muchas y multiplicarse". En
cualquier caso, la sed de conocimiento nunca ha sido considerada como pecado y
usted me encontrará siempre dispuesto a contestar esas preguntas, es decir —las
que puedan ser contestadas.
Ciertamente,
soy de la opinión de que, puesto que nuestra correspondencia se inició para
bien de muchos, demostraría ser muy poco provechosa para el mundo en general si
usted no presenta de nuevo las enseñanzas y las ideas contenidas en ella
"en forma de ensayo", que trate no sólo del concepto filosófico
oculto de la creación, sino también de todos los demás temas.
Cuanto antes
empiece usted su "futuro libro", tanto mejor; porque, ¿quién puede responder
de incidentes imprevistos? Nuestra correspondencia puede interrumpirse
de pronto como resultado de un obstáculo propiciado por Aquellos que saben lo
que conviene. Las mentes de ELLOS —como usted sabe, son un libro
sellado para muchos de nosotros que ninguna arte mágica puede abrir. Sin embargo, más
adelante, y a su debido tiempo, llegarán "ayudas para la reflexión";
y lo poco que estoy autorizado a explicar espero que pueda resultar más
comprensible que la Alta Magia de Eliphas Lévi. No es
extraño que usted la encuentre confusa porque nunca estuvo destinada al lector
no iniciado. Eliphas estudió en los manuscritos Rosacruces (ahora reducidos a
tres ejemplares en Europa). Estos exponen nuestras doctrinas orientales tomadas
de las enseñanzas de Rosencreuz, quien, a su regreso de Asia, las revistió de
un ropaje semi-cristiano, tratando de proteger a sus discípulos de la venganza
clerical. Para ello hace falta tener la clave y esta clave es una ciencia per
se.
Rosencreuz enseñó
oralmente. Saint Germain registró las buenas doctrinas en cifras y su único manuscrito
cifrado permaneció en poder de su fiel amigo y protector, el benévolo Príncipe
alemán de cuya casa y en cuya presencia realizó su última salida —hacia su verdadero
HOGAR. ¡Fracaso, rotundo fracaso! Hablando de "cifras" y
"números", Eliphas Lévi se dirige a los que saben algo de las
doctrinas pitagóricas.
Sí;
algunas de ellas resumen toda la filosofía e incluyen todas las doctrinas.
Isaac Newton las comprendía bien pero no reveló su conocimiento, muy
prudentemente para su propia reputación y muy desgraciadamente para los
redactores de la Saturday Review y para sus contemporáneos.
Usted parece
admirar esta revista —yo no. A pesar del mérito que tiene desde el punto de vista
literario, una publicación que da cabida a ideas tan retrógradas y dogmáticas
como la que yo encontré últimamente en sus páginas, debería quedar
desprestigiada ante las demás revistas más liberales. Los científicos —según
dice— "no son en absoluto buenos observadores" ante las exhibiciones
de la magia moderna, el espiritismo y otros "sucesos de interés
pasajero". Ciertamente que esto no
debería ser así, añade, porque "conociendo tan bien como conocen los
límites de lo natural (? ! !) deberían empezar por asumir que lo que ven, o lo
que creen ver, no puede ser y deberían buscar en seguida la falsedad",
etc. etc. De nuevo los mismos argumentos repetidos sobre la circulación de
la sangre, el telégrafo, el ferrocarril y la navegación a vapor. Ellos conocen
"los límites de lo natural" (!!) ¡Oh, siglo del engreimiento y de la
ofuscación mental! ¡Y a nosotros se nos invita a Londres, entre esos pobres
académicos cuyos predecesores persiguieron a Mesmer y difamaron a St. Germain como
impostor!
Todo
es secreto para ellos hasta ahora en la naturaleza.
Del
hombre no conocen más que el esqueleto y la forma; a duras penas son capaces de
delimitar los caminos por los cuales pasan los mensajeros invisibles, que ellos
llaman "sentidos", en su camino hacia las percepciones del hombre; su
ciencia escolar no es más que un vivero de dudas y suposiciones; esa ciencia no
enseña más que para su propia sofisticación, contagia con su castración, con su
desprecio por la verdad, con su falsa moralidad y su dogmatismo; ¡y sus representantes
quieren vanagloriarse de conocer "los límites de lo natural".
Basta —mi buen amigo;
yo quisiera olvidar que usted pertenece a esta generación y que es un admirador
de su "ciencia moderna". Sus
preceptos y veredictos dogmáticos están a nivel del non-possumus papal.
Sí; la Saturday Review nos ha criticado con bastante suavidad, sin duda; no así
el Spiritualist. ¡Pobre y desconcertada revista! Usted le asestó un golpe
tremendo. Al perder pie en el terreno de la mediumnidad, libra su lucha a
muerte por la supremacía del adoptado inglés sobre el conocimiento oriental. Yo
casi oigo su grito sub rosa (Atenuado. N.T.) "si se
demuestra que nosotros, los espiritistas, estamos equivocados, también lo están
ustedes —los teósofos".
El gran
"Adepto", el formidable J.K., es ciertamente un enemigo peligroso y
me temo que nuestros Bodhisatwas tendrán que confesar algún día su profunda
ignorancia ante su poderosa erudición. "Los verdaderos Adeptos, como
Gautama Buddha o Jesucristo, no se envolvieron en el misterio, sino que
llegaron y hablaron abiertamente" —dice nuestro oráculo. Si ellos procedieron
así, es nuevo para nosotros —humildes seguidores del primero. ¡¡Gautama es calificado
como "Instructor Divino" y al mismo tiempo "Mensajero de
Dios"" (Vea el Spiritualist del 8 de julio, pág. 21, párrafo 2).
Buddha se ha convertido ahora en el mensajero de aquel que El, Shakya
K'hout-choo, la preciosa sabiduría, destronó hace 2500 años, separando el velo
del Tabernáculo y mostrando que estaba vacío. ¿Dónde aprendió ese adepto cockney
(Nativo londinense
de clase popular. N.T.) su
Buddhismo?, me pregunto.
Realmente, usted
debería advertir a su amigo el señor C.C. Massey que estudie con esa Joya Londinense
que tanto desprecia el conocimiento oculto de la India, "El Loto de la
Buena Ley" y "Atma Bodha" —a la luz de la Cabala judía.
¿Que "yo me
molesté por las noticias de las cínicas publicaciones?" Claro que no. Pero
me siento un poco molesto ante las expresiones sacrilegas de J.K. —lo confieso.
Me hubiera gustado contestar —al engreído tonto— pero, una vez más, "hasta
ahí llegarás y no más lejos". El Kobiighan
a quien enseñé el párrafo se echó a reír hasta que las lágrimas rodaron por sus
viejas mejillas. Si pudiera haría lo mismo. Cuando la "Vieja Dama" lo
lea, habrá uno o dos cedros dañados en Simla. Agradezco, en verdad, su
bondadoso ofrecimiento de que me quede con los recortes de la Revista; pero más
bien preferiría que usted los conservara, puesto que estas noticias pueden
resultar de inapreciable valor para usted dentro de unos años.
Ante
su ofrecimiento de comprometerse solemnemente a no divulgar nada sin permiso,
por el momento no puedo responder. Para ser sincero, no depende de mí el
aceptar o el rechazar su ofrecimiento, puesto que sería un hecho sin
precedentes el que una persona ajena a nosotros se comprometiera según nuestra
propia forma particular de voto o promesa, pues ante los ojos de mi Superior no
cabría ninguna otra. Desgraciadamente para los dos, no hace más de tres días
que, cuando yo solicité algunos privilegios para usted, inesperadamente, debo
confesarlo, se me recordó que en una ocasión, o mejor dicho, en dos ocasiones,
usted se sirvió de una expresión que quedó registrada. Al oiría
repetir y al verla registrada no tuve más remedio que presentar con humildad la
otra mejilla ante un golpe del destino todavía más inesperado — asestado por la
respetada mano de aquel a quien yo venero. Por cruel que me parezca este recuerdo,
fue justo, porque usted había pronunciado estas palabras en Simla: "Soy un
miembro de la Sociedad Teosófica, pero no soy en absoluto un teósofo",
dijo usted. No estoy quebrantando una confidencia al revelarle este resultado
de mi petición en favor de usted, pues incluso se me aconsejó que lo hiciera.
Así que hemos de continuar viajando a la misma pequeña velocidad que hasta
ahora, o bien —detenernos en seguida y escribir Finís al pie de nuestras
cartas. Espero que prefiera lo primero.
Y ya que tratamos
de este tema, quisiera que inculcara a sus amigos de Londres algunas prudentes
verdades que son muy capaces de haber olvidado, aún cuando se les ha hablado de
ellas una y otra vez. La Ciencia Oculta no es una
ciencia cuyos secretos se puedan transmitir de repente a través de una
comunicación verbal e incluso escrita. Si así fuese,
todo lo que los "Hermanos" tendrían que hacer sería publicar un
Manual de este arte que podría ser enseñado en las escuelas como lo es la
gramática. Es un
error común entre las personas creer que nos envolvemos voluntariamente a nosotros
y a nuestros poderes en el misterio; que deseamos guardar nuestros
conocimientos para nosotros mismos y que, por nuestra propia voluntad, nos negamos
a comunicarlos —"caprichosa y deliberadamente". La verdad es que
hasta que el neófito no alcanza la condición necesaria para ese grado de
Iluminación al que tiene derecho, y para el cual ya está preparado, la mayor
parte de los secretos, si no todos, son incomunicables.
La receptividad
debe ser equivalente al deseo de instruirse.
La iluminación debe
llegar de dentro.
Hasta entonces,
ninguna fórmula mágica de encantamiento, o la aplicación de ridículas
ceremonias, ni conferencias o discusiones metafísicas, ni ninguna penitencia
voluntaria, pueden darla. Todo esto no son más que medios para un fin, y todo
lo que podemos hacer es encaminar el uso de estos medios, que han sido
empíricamente descubiertos por la experiencia de las edades, para que conduzcan
hacia el objetivo deseado.
Y esto no ha sido
ni fue ningún secreto durante miles de años.
El ayuno, la
meditación, la pureza de pensamiento, palabra y obra; el silencio durante
ciertos períodos de tiempo para dejar que la misma naturaleza hable al que se
acerca a ella pidiendo información; el dominio de las pasiones y de los
impulsos animales; el absoluto desinterés en la intención; la utilización de
ciertos inciensos y fumigaciones con propósitos fisiológicos, todo eso ha sido divulgado
como recursos en Occidente desde los días de Platón y Jámblico, y desde los tiempos
mucho más remotos de nuestros Rishis indios.
Cómo
hay que actuar de acuerdo con todo esto para que se adapte al temperamento individual
es, desde luego, cuestión de experimentarlo por uno mismo y bajo la vigilancia
de un tutor o Gurú.
En realidad, todo esto forma parte de su curso de disciplina,
y su Gurú o iniciador sólo puede ayudarle con su experiencia y con el poder de
su voluntad, pero no puede hacer más, hasta la última y Suprema iniciación.
Soy
de la opinión de que pocos candidatos se imaginan la cantidad de inconvenientes
—e incluso de sufrimiento y perjuicios para sí mismo— a que se expone el mencionado
iniciador por consideración a su discípulo.
Las condiciones
peculiares, físicas, morales e intelectuales de los neófitos y de los Adeptos
varían mucho, como cualquiera comprenderá fácilmente. De ahí que, en cada caso,
el instructor tiene que adaptar sus condiciones a las del discípulo, y la
tensión es terrible, pues para lograr éxito tenemos que ponernos nosotros
mismos en plena armonía con la persona bajo entrenamiento. Y cuanto mayores son
los poderes del Adepto, tanto menor es su afinidad con la naturaleza del profano
que, a menudo, llega hasta él impregnado de las emanaciones del mundo exterior,
esas emanaciones animálicas de las masas egoístas y brutales que nosotros tanto
tememos —y cuanto más tiempo hace que uno se separó de ese mundo, y cuanto más
se ha purificado, tanto más difícil es la tarea que él mismo se impone.
Además —el
conocimiento sólo puede ser comunicado gradualmente; y algunos de los secretos
más elevados —si fueran realmente formulados, aúnen su bien preparado oído—
podrían sonarle a usted como una jerga sin sentido, a pesar de toda la
sinceridad de su actual convencimiento de que "la confianza absoluta desafía toda mala interpretación".
Esta es la causa
verdadera de nuestra reticencia. He ahí por qué las gentes se quejan tan a
menudo, y con cierta plausible razón, de que no se les comunica ningún conocimiento
nuevo, a pesar de que se han estado afanando por él durante dos, tres o más años.
Que aquellos que en verdad desean aprender lo
abandonen todo y vengan hacia nosotros, en lugar de pedirnos o esperar que
nosotros vayamos hacia ellos.
Pero, ¿cómo podría
hacerse esto en vuestro mundo y en vuestro ambiente?
"Me
desperté triste en la mañana del 18".
¿Sí?
Bueno, bueno, paciencia mi buen hermano, paciencia. Algo ocurrió, aunque usted
no conservó conciencia del acontecimiento; pero dejemos esto.
Sólo
que, ¿qué más puedo hacer por usted?
¿Cómo
puedo expresar las ideas para las cuales usted no tiene todavía palabras?
Las
mentes más claras y más impresionables, como la suya, logran más que las otras,
e incluso cuando consiguen una pequeña dosis extra, ésta se pierde por falta de
palabras e imágenes que fijen las ideas emitidas. Tal vez e indudablemente,
usted no sabe ahora a lo que me refiero. Algún día lo sabrá —paciencia. Darle a un hombre
más conocimiento del que está capacitado para recibir es un experimento
peligroso; y
además, hay otras consideraciones que me detienen. La súbita revelación de
hechos que trascienden tanto lo corriente es fatal en muchos casos, no sólo para
el neófito, sino para los que se relacionan directamente con él. Es como poner una máquina infernal o un
revólver cargado y amartillado en manos de un hombre que nunca ha visto tal
cosa. Nuestro caso es exactamente igual. Nos damos cuenta de que se acerca
el momento en que estaremos obligados a escoger entre el triunfo de la Verdad o
el Reinado del Error —y del Terror. Tenemos
que comunicar el gran secreto a algunos elegidos —o bien permitir que los
infames Shammars encaminen a las mentes más brillantes de Europa hacia la
más insensata y fatal de las supersticiones —el Espiritismo; y nos sentimos como si entregáramos toda una carga de dinamita en
manos de aquellos que estamos ansiosos de ver cómo se defienden contra los
Hermanos de la Sombra, los Bonetes Rojos.
¿Siente usted
curiosidad por saber a dónde me dirijo; de aprender más de mi gran labor y de
mi misión?
Si yo se lo dijera,
de poco le serviría. Para poner a prueba su conocimiento y su paciencia puedo
contestarle, aunque sólo sea por esta vez. Vengo ahora de Sakhya-Jong. Para
usted, este nombre carecerá de sentido. Repítalo ante la "Vieja Dama"
y — observe el resultado.
Pero volviendo al
tema: teniendo, pues, que entregar al
mundo por un lado, el arma tan necesaria pero a la vez tan peligrosa, y por el
otro teniendo que mantener alejados a los Shammars (el estrago por ellos
producido es ya enorme), ¿no
cree usted que tenemos derecho a vacilar, a establecer una pausa y a sentir la
necesidad de ser prudentes como nunca lo fuimos antes?
Resumiendo: el
mal uso del conocimiento por parte del discípulo siempre recae sobre el
iniciador; y por otra parte, no creo que usted sepa todavía que al compartir
sus secretos con otro, el Adepto, por una Ley inmutable, está retrasando su propio
progreso hacia el Descanso Eterno. Probablemente, lo que ahora le digo pueda ayudarle
a adquirir un concepto más real de las cosas y a apreciar mejor nuestra mutua posición.
Vagar
por el camino no nos conduce más rápidamente al fin del viaje. Y a usted debe
resultarle evidente que alguien deba pagar un Precio por cada cosa y por cada
verdad, y en este caso —NOSOTROS lo pagamos.
No tema; estoy
dispuesto a pagar mi parte, y así se lo dije a quienes me plantearon la
pregunta. No le abandonaré ni me mostraré menos abnegado que la pobre y agotada
mortal a la que conocemos como la "Vieja Dama". Lo que he dicho antes
debe quedar entre nosotros dos. Espero que considerará esta carta estrictamente
confidencial pues no es ni para publicarse, ni para sus amigos. Quiero que sólo la
conozca usted. Aunque si todo esto fuera
más conocido, en general, por los candidatos a la iniciación —estoy seguro de
que éstos se sentirían más agradecidos y más pacientes y menos inclinados a
irritarse ante lo que consideran nuestra reticencia y nuestras vacilaciones.
Pocos poseen la discreción de usted; menos aún, son los que saben apreciar en
su verdadero valor los resultados obtenidos. . . De cualquier modo, sus dos
cartas a S.M. no conducirán a ninguna parte. El seguirá tan impasible y usted
se habrá molestado en vano. Recibirá usted una carta suya llena de recelos y
con no pocas observaciones desagradables. Usted
no puede persuadirle de que + es un Hermano viviente, porque eso ya se intentó
—y fracasó; a menos, por supuesto, que le convierta al lamaísmo popular
exotérico el cual considera a nuestros "Byang-chubs" y "Tchang-chubs"
—los Hermanos que pasan del cuerpo de un gran lama al de otro— como Lhas o
Espíritus desencarnados.
Recuerde lo que
dije en mi última sobre los Espíritus Planetarios. El Tchang-chub (un Adepto
que, por el poder de su conocimiento y por la iluminación de su alma, ha
quedado exento de la aflicción de la transmigración INCONSCIENTE) —puede, si lo
quiere o lo desea, en vez de reencarnarse solamente después de la muerte del cuerpo,
hacerlo así y repetidamente durante su vida, si lo prefiere. Tiene el poder de
elegir para sí nuevos cuerpos —ya sea en éste o en cualquier otro planeta—
mientras se halla en posesión de su vieja forma que él, por lo general,
conserva para sus propios fines.
Lea el libro de Khiu-te y encontrará esas
leyes en él. Ella (H.P.B.- N.T.) podría traducirle
algunos párrafos, pues los sabe de memoria. Le puede leer a ella la presente.
¿Que yo con
frecuencia me río de “la manera desamparada con que usted anda a tientas en la oscuridad”? Por supuesto que
no. Sería tan poco bondadoso y casi tan insensato por mi parte hacerlo así,
como para usted reírse de un hindú por su inglés chapurreado en un distrito
donde vuestro Gobierno no quiere enseñar el inglés a la gente.
¿De dónde saca esa
idea? ¿Y de dónde esa otra de tener mi retrato? En toda mi vida no me he hecho más que uno; un pobre ferrotipo
hecho en los días del "Gaudeamus" por un artista ambulante (pariente,
supongo, de las bellezas del salón de la cervecería de Munich con las que usted
se ha entrevistado recientemente) —y de cuyas manos tuve que rescatarlo. El
ferrotipo está ahí, pero la imagen se ha desvanecido: la nariz se descascarilló
y uno de los ojos desapareció. No tengo otro que ofrecerle. No me atrevo a
prometérselo porque nunca falto a mi palabra. No obstante —puede que algún día
trate de conseguirle uno.
¿Una cita de
Tennyson? Realmente, no puedo decirlo. Algunas líneas extraviadas y captadas en
la luz astral o en el cerebro de alguien, y recordadas. Jamás olvido lo que
leo o veo una vez. Una mala costumbre. Tanto
es así que, con frecuencia e inconscientemente, ensarto juntas sentencias con palabras
y frases extraviadas que pasan ante mis ojos y que pueden haber sido empleadas
hace siglos o que lo serán dentro de centenares de años y relacionadas con
temas por completo diferentes. Pereza y verdadera falta de tiempo. El otro
día, la "Vieja Dama" me llamó "pirata de cerebros" y
plagiario por emplear una frase completa de cinco líneas que, ella está
firmemente convencida, debo haber hurtado
del cerebro al doctor Wilder, ya que tres meses más tarde él la reprodujo en su
ensayo sobre la intuición profética. Nunca eché una mirada en las células
cerebrales del viejo filósofo. Si la capté en alguna parte de una corriente nórdica
—lo ignoro. Escribo esto para su conocimiento como algo nuevo para usted —supongo.
Así pues, un niño puede nacer presentando el mayor de los parecidos con otra persona
alejada miles de millas, sin ningún parentesco con la madre, sin que ésta la
haya visto nunca, pero cuya imagen flotante quedó impresa en la memoria de su alma
durante el sueño o incluso en horas de vigilia, y se reprodujo en la placa
sensibilizada de carne viva que esa madre lleva en ella. Sin embargo, yo creo
que las líneas citadas fueron escritas por Tennyson hace años y que están
publicadas. Confío que estas reflexiones
y explicaciones inconexas puedan perdonársele a uno que permaneció nueve días
en los estribos, sin desmontar. Desde la Lamasería Ghalaring-Tcho, (donde se
discutió y se comentó su Mundo Oculto —(¡válgame Dios —pensará usted)— atravesé
hacia el territorio de Horpa Pa La, "las inexploradas regiones de las tribus
Turki" (dicen sus mapas, ignorando el hecho de que allí no hay ninguna tribu)
y desde allí —a casa. Sí; estoy cansado, y por lo tanto pondré punto final.
Suyo sinceramente,
K.H.
En octubre estaré
en Bhutan. Tengo que pedirle un favor: trate de entablar amistad con Ross Scott.
Le necesito.
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