LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 81
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
LA AVENTURA DEL
"PHOENIX" Y LA CONDICIÓN DE LA INDIA.
CARTA Nº 81
Recibida en
Londres, hacia julio de 1883.
Privada,
pero no muy confidencial.
Fíjese que he
dejado para una carta privada aparte, y para el final, cualquier referencia al nuevo
periódico en proyecto, sobre cuyas perspectivas le ha escrito el Coronel Cordón
de una manera tan alentadora —por si usted quisiera leer la otra a sus
"Hermanos y Hermanas" británicos. Hasta que comencé a vigilar el
desarrollo de este esfuerzo para erigir un baluarte en pro de los intereses
indios, apenas si sabía cuan profundamente hundido estaba mi pobre pueblo. De la
misma manera que uno vigila los signos vitales junto al lecho de un moribundo, y
cuenta las débiles respiraciones para saber si todavía puede haber lugar para
la esperanza, así nosotros, arios en el exilio de nuestro nevado retiro, hemos
estado atentos a este resultado.
Privados
de utilizar ningún poder anormal que pudiera interferir en el Karma de la
nación, pero tratando, por todos los medios legales y normales, de estimular el
celo de aquellos que tienen en estima nuestra consideración, hemos visto cómo
las semanas se convertían en meses sin que se hubiera alcanzado el objetivo. El éxito está más
cerca que nunca, pero todavía es dudoso. La carta de Govindan Lal, que pediré a
Upasika que se la envíe a usted, demuestra que hay un progreso. Dentro de unos
días tendrá lugar en Madrás una reunión de capitalistas indígenas a la que
asistirá el señor Olcott y de la cual pueden salir frutos. El verá al Geikwar en
Baroda, y a Holkar en Indore, y hará lo mejor que pueda —como ya lo ha hecho en
Behar y en Bengala. Nunca la ayuda de un hombre como usted fue tan necesaria a
la India. Nosotros lo habíamos previsto, como usted sabe, y por patriotismo
hemos tratado de facilitarle el camino para un rápido regreso. Pero, ¡ay!; hay
que confesar que —la palabra patriotismo no tiene ahora casi ningún poder
electrizante en el corazón del indio. La "Tierra,
Cuna de las Artes y de los Credos" bulle repleta de seres desgraciados,
precariamente atendidos y vejados por demagogos que tienen todas las de ganar
con argucias y descaro. Conocíamos todo
esto en conjunto, pero ninguno de nosotros, arios, habíamos sondeado lo
profundo de la cuestión india tal como lo hemos hecho ahora. Si fuera
permisible representar las cosas subjetivas por medio de fenómenos objetivos,
yo diría que, desde el punto de vista psíquico, la India parece estar cubierta
por una asfixiante niebla gris —un meteorito moral(Véase
la referencia al polvo de meteorito en el apartado (8) de la carta nº 23B.
p.231—Eds.)—las
emanaciones ódicas de su vicioso estado social. Aquí y allá centellea un punto luminoso que indica una
naturaleza todavía en cierto sentido espiritual, una persona que aspira al
conocimiento superior y que se esfuerza por conseguirlo.
Si la
antorcha del ocultismo ario tiene que encenderse de nuevo alguna vez, esas
chispas esparcidas deben cohesionarse para formar su llama. Y esta es la labor
de la S.T., ésta es la parte agradable de su trabajo, al cual nosotros
ayudaríamos gustosos si no nos lo impidieran y no nos rechazaran los mismos
aspirantes a chelas.
Me salí de nuestros
límites habituales para ayudar en su proyecto particular, por estar convencido
de su necesidad y de su utilidad potencial: habiendo comenzado, continuaré
hasta que se conozca el resultado. Pero
en esta desagradable experiencia de mezclarme en asuntos de negocio, me he
arriesgado hasta meterme dentro de las mismas exhalaciones de la caldera del
mundo. He sufrido al ver tan de cerca el estado moral y espiritual de mi pueblo
y me he sentido tan conmovido ante esta visión tan próxima de la mezquindad
egoísta de la naturaleza humana (que son siempre las circunstancias que
acompañan al tránsito de la humanidad a través de nuestra etapa del circuito
evolutivo); he constatado tan claramente
la certeza de que no se puede evitar —que, de ahora en adelante, me abstendré
de cualquier repetición del insoportable experimento. Si su periódico será
un éxito o no —y si esto último acontece será debido exclusivamente a usted
ante la desafortunada inspiración del día 17, publicada en The Times— yo no
tendré nada más que hacer por lo que respecta a la parte financiera de esos asuntos
mundanos, sino que me limitaré a nuestro deber primordial de obtener
conocimientos y expandir a través de todos los canales disponibles aquella
parte de los mismos que la humanidad en general está preparada para asimilar. Desde
luego que me interesaré por su carrera periodística aquí —si es que puedo
vencer y apaciguar los amargos sentimientos que usted acaba de despertar en
aquellos que más confiaban en usted, —gracias a esa desafortunada e INOPORTUNA
confesión, por muy respetables que puedan haber sido sus motivos— y usted
siempre puede contar con mi virtual simpatía —pero el talento del señor Daré
debe presidir su oficina de contabilidad, así como el de usted la oficina
editorial. El gran dolor que usted me ha infligido demuestra claramente que, o
bien yo no entiendo nada de las conveniencias y obligaciones políticas, y por
lo tanto difícilmente cabría esperar que fuera un sabio "dirigente"
político y hombre de negocios, o bien que el hombre al que yo considero un verdadero
amigo, por más honrado y voluntarioso que sea, no se sacudirá nunca los
prejuicios ingleses y la culpable aversión hacia nuestra raza y nuestro color.
"Madame" le dirá a usted algo más.
Aunque usted no me
"pide que intervenga de nuevo en el asunto", sin embargo, añadiré dos
palabras sobre las dificultades del señor Massey en relación con la carta de
nuestro Hermano H——por entonces en Escocia y enviada a él por medios
indirectos, utilizando a "Ski". Sea justo y tolerante, al menos con
un europeo. Si el señor Massey hubiera "declarado a los espiritistas
ingleses que él estaba en comunicación con los HERMANOS por medios
ocultos", sólo habría dicho la pura verdad. Porque no sólo una, sino dos
veces, ha tenido esa relación oculta —una vez con el guante de su padre que M.
le envió por medio de "Ski" y otra vez con la nota mencionada, para
la entrega de la cual se empleó el mismo medio práctico, aunque sin el mismo
consumo de energía. Como usted ve, el de él es un ejemplo más de la facilidad
con que, incluso un intelecto superior puede ser engañado en cuestiones ocultas
por el Maya de su propia creación. Y en cuanto al otro caso, ¿no podría
considerarse —y yo no soy una autoridad en estos menesteres y por lo tanto es
sólo una opinión—, como circunstancia atenuante para el acusado que el señor
Massey, aún hoy, todavía no está seguro de que el doctor Billing no
interceptara la carta de Simpson a su esposa, guardándosela para utilizarla contra
ella en el momento oportuno, y en realidad para utilizarla así en este caso? ¿O incluso, admitiendo
que la carta haya sido entregada a la destinataria, saber cuál sería la
contestación —si se escribía alguna?
¿No se le ha
ocurrido la idea, a su observador amigo, de que en aquel preciso momento se
trataba del despecho de una mujer —peor aún— del despecho de una médium, mucho
más grave todavía que el odium theologicum entre los Simpson y los Hollis- Billing,
relacionado con sus respectivas pretensiones a los favores demostrados por Ski?
¿No le sorprendió
que la señora Billing llamara al Ski de su "amiga" la señora Simpson,
"fantasma espurio"; que el doctor Billing se quejara amargamente a
Olcott y a H.P.B. del fraude perpetrado por los Simpson, que trataron de
encajarle como genuino un falso Ski —como si fuera el más antiguo y el más fiel
"control" de su esposa? La querella llegó hasta los periódicos. ¡Qué extraño,
que cuando ella era desacreditada públicamente por la señora B., con la
pretensión de estar controlada por su Ski, la señora S. le haya pedido un favor
tan delicado y peligroso! Lo repito —y se trata sólo de mi opinión— nunca he
considerado la acusación seriamente, y la conozco por haber captado un
vislumbre de la situación en la cabeza de Olcott cuando estaba leyendo la carta
del señor C.C.M. Pero tal vez la indicación puede ser de alguna utilidad. Pero
esto lo sé y lo digo —el meollo de la cuestión es que su amigo se ha lanzado a
sospechar y a condenar injustamente a una inocente y se ha perjudicado espiritualmente
a sí mismo. En realidad, él no tiene derecho a acusar a H.P.B. de engaño deliberado.
Yo protesto con la mayor energía de que esta mujer sea tratada con tanta intolerancia.
Ella no tuvo ninguna intención de engañar —a menos que el no dar a conocer un hecho
sea un engaño directo y una mentira— basándose en la teoría de suppresio veri, suggestio
falsí —una máxima jurídica que ella desconoce. Pero, según esta teoría, todos nosotros
(Hermanos y Chelas) deberíamos ser considerados unos embusteros. A ella se le ordenó
que se ocupara de que la carta fuera entregada; ella no tenía otros medios de
hacerlo así en esa ocasión más que a través de "Ski". Ella no tenía
poder para enviarla directamente, como ocurrió con el guante; M. no quiso
ayudarla por ciertas razones particulares y además de mucho peso —como he
descubierto posteriormente; ella sabía que el señor C.C.M. desconfiaba de Ski y
fue lo bastante confiada para creer que el señor Massey separaba el médium del
"espíritu", como lo demuestra su carta; ella estaba ansiosa por pura
y abnegada devoción hacia él, de que el señor C.C.M. viera que, al fin, era
tenido en cuenta por un verdadero Hermano. De ahí que ella tratara de ocultar
el hecho de que Ski tuviera nada que ver en ello. Además, una hora después de
haber enviado ella su carta a la señora B., para ser entregada por Ski, carta
leída en ese momento y encontrada no accidentalmente como se pretendía— ella se
olvidó de ello, como se olvida de todo. Ninguna idea, ningún pensamiento del
menor engaño por su parte, cruzó jamás su mente. Si el señor Massey le hubiera
pedido que le dijera sinceramente la verdad después que le mostraron la carta,
probablemente lo hubiera enviado a paseo y no le habría dicho nada, ni le
hubiera confesado, honradamente, la verdad. Ella simplemente pensó que lo mejor
sería que el buen efecto que se buscaba con el mensaje del Hermano no quedara
invalidado al crearse en la mente del señor C.C.M. una disposición hostil,
fruto de esa injustificada sospecha. Nosotros, mis queridos señores, siempre juzgamos a los
hombres por sus motivos y por los efectos morales de sus acciones; por las
falsas normas y los prejuicios del mundo, no sentimos ningún respeto.
K.H.
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