LA CIENCIA DE LA VIDA
(Blavatsky)
(Parte 1)
¿Qué es la vida? Centenares
de las mentes más filosóficas y una miríada de médicos eruditos y muy hábiles,
se han hecho esta pregunta, la cual aún queda en suspenso. El velo que cubre al Kosmos primordial y los principios
misteriosos de la vida de éste, jamás se han descorrido de forma que satisfaga
a la ciencia honrada y seria.
Mientras más los científicos autorizados
tratan de penetrar las anfractuosidades kósmicas oscuras, más intensas se
vuelven estas tinieblas, ofuscándoles la vista. Podríamos compararlos con los
buscadores de tesoros que vagaron por los mares a fin de encontrar lo que
estaba sepultado en su jardín.
Entonces, ¿qué es esta ciencia?
¿Es la biología o el estudio de la vida en
su aspecto general?
No.
¿Es la fisiología o la ciencia de la
función orgánica?
Tampoco; ya que la primera deja el problema
como el enigma de la Esfinge y la segunda es más la ciencia de la muerte que de
la vida. La fisiología se basa en el estudio de las distintas funciones
orgánicas y de los órganos necesarios para que la vida se manifieste. Sin
embargo, lo que la ciencia llama materia viva es, en realidad, materia muerta. Cada molécula de los órganos vivientes
contiene el germen de la muerte y empieza a fallecer en el momento en que nace,
dando la oportunidad de vivir a su molécula sucesora, la cual perecerá también.
Un órgano, una parte natural de cada ser
viviente es, simplemente, el medio de alguna función particular en la vida y es
una combinación de dichas moléculas. El órgano vital, el entero, se pone la
máscara de la vida, ocultando el constante decaimiento y la muerte de sus
partes. Por lo tanto, el binomio biología y fisiología no es la ciencia, ni siquiera
la rama de la Ciencia de la Vida, sino sólo la ciencia de las apariencias de la
vida.
Mientras la verdadera filosofía es como
Edipo delante de la Esfinge de la vida y no se atreve a pronunciar la paradoja
contenida en la respuesta al enigma proferido, la ciencia materialista, arrogante
como siempre, sin dudar por un momento de su sabiduría, se
"biologiza" a sí misma y a muchos otros en la creencia de que ha
resuelto este grandioso problema de la existencia. En realidad, es probable que
jamás se haya acercado, ni siquiera, a su umbral. Seguramente, nunca podrá promover la verdad, tratando de engañarse a sí
misma y a los incautos diciendo que la vida es simplemente el resultado de la
complejidad molecular.
¿Es la fuerza vital realmente un
simple"fantasma", según la define Du-Bois Raymond?
Ya que su invectiva de que la
"vida", como algo independiente, es sólo un remanso de la ignorancia
de los que buscan refugio en las abstracciones cuando es imposible alcanzar una
explicación directa, se aplica con mucha más intensidad y justicia a esos
materialistas dispuestos a obcecar la gente a la realidad de los hechos,
sustituyéndolos con palabras altilocuentes.
Una de las cinco divisiones de las funciones
de la vida, cuyos nombres pretenciosos son:
Archebiosis (origen de la vida),
Biocrosis (fusión de la vida),
Biodiaeresis (división de la vida),
Biocaenosis (renovación de la vida) y
Bioparodosis (transmisión de la vida),
¿ha, acaso, jamás ayudado a un Huxley o a
un Haeckel a hurgar más plenamente el misterio de las generaciones de la
humilde hormiga, por no hablar del ser humano?
Es cierto que no; ya que la vida y todo lo
que le pertenecen, es parte integrante del dominio legal del metafísico y del
psicólogo y la ciencia física no puede reclamarlo. "Lo
que ha sido es lo que será y lo que ha sido ya tiene un nombre: Hombre." Esta es la respuesta al enigma de la Esfinge.
Pero en tal caso, el término "hombre"
no se refiere al ser físico, por lo menos cuando hablamos desde el punto de
vista esotérico. Los escalpelos y los microscopios pueden solucionar los
misterios de las partes materiales de la vestidura del ser humano, pero jamás
podrán abrirse una ventana en su alma para asomarse a la vista más pequeña de
alguno de los horizontes más amplios del ser.
Los únicos pensadores que reciben alguna
recompensa son los que, ateniéndose a la frase del oráculo délfico, han
conocido la vida en sus yoes internos, estudiándola meticulosamente en sí
mismos antes de tratar de delinear y analizar su reflejo en sus vestiduras
externas. Análogamente a los filósofos del fuego medioevales, han soslayado las
apariencias de la luz y del fuego en el mundo de los efectos, concentrando su
plena atención sobre los entes arcanos productores. Entonces, al percatarse de
que se remontaban a la causa abstracta, han probado a sondear el Misterio, cada
uno en conformidad con sus capacidades intelectuales.
Así se
cercioraron de que
1) el mecanismo, aparentemente vivo,
llamado hombre físico, es meramente el combustible, el material con el cual la
vida se alimenta para poder manifestarse y,
2) mediante éste, el ser interno recibe,
como recompensa, la posibilidad de acumular ulterior experiencia de las
ilusiones terrenales llamadas vidas.
Uno de dichos filósofos es, innegablemente,
el gran novelista y reformador ruso: Conde León Tolstoi. El estudio de algunos
fragmentos de una conferencia que presentó en Moscú delante de la Sociedad
Psicológica local demostrará cuán cercanas son sus ideas con las enseñanzas
esotéricas y filosóficas de la Teosofía superior .
El Conde, hablando del problema de la vida,
invita a su audiencia a admitir, en gracia al argumento, una imposibilidad.
El orador dice:
"Supongamos,
por un momento, que todo lo que la ciencia moderna anhela aprender sobre la
vida ya lo aprendió y ahora lo sabe; que el problema se ha convertido tan
diáfano como el día; que se ha aclarado el asunto de cómo la materia orgánica,
mediante una simple adaptación, procede de la materia inorgánica; que es
cristalino como las fuerzas naturales pueden transformarse en sentimientos,
voluntad, pensamiento y que, al final, todo esto es consabido no sólo por el
estudiante urbano; sino por el escolar campesino.
Así,
estoy consciente de que tal y tal pensamiento y sentimiento deriva de tal y tal
movimiento.
Bien:
¿y luego qué? ¿Puedo o no puedo producir y
guiar tales movimientos para poder estimular en mi cerebro los pensamientos
correspondientes?
La cuestión: cuáles son los pensamientos y los sentimientos
que debería generar en mí y en los demás, sigue, no sólo sin resolverse, sino
que intocada.
Todavía
esta cuestión es la interrogante fundamental acerca de la idea central de la
vida.
La
ciencia ha elegido como su objetivo unas pocas manifestaciones que acompañan a
la vida y, confundiendo ("Confundir" es un término
erróneo en este caso, porque los científicos saben muy bien que su enseñanza
acerca de la vida es una ficción materialista que la lógica y el hecho contradicen
a cada paso.) la parte por el entero, ha llamado estas
manifestaciones la vida en su totalidad [...]
La
cuestión indisoluble desde la idea de la vida, no es de donde procede esta
última, sino ¿cómo
se debería vivirla? Sólo
usando esta pregunta como punto de partida, es posible esperar llegar a alguna
solución en el problema de la existencia.
La
respuesta a la interrogante: ' ¿Cómo deberíamos vivir?', parece muy simple para la persona que no la estima digna de
consideración.
[ . .
. ] Uno debe vivir lo mejor que puede y basta.
A primera vista parece simple y de dominio público, sin embargo no es tan
sencillo, ni consabido como uno puede imaginar [ . . . ]
Al
principio, para el ser humano, la idea de la vida parece un asunto muy simple y
evidente. En primer lugar, considera que la vida reside en sí mismo, en su
cuerpo. Sin embargo, tan pronto como uno empieza a buscar esa vida en algún
sitio particular del cuerpo, incurre en dificultades. La vida no está en el
pelo, en las uñas, en el pie, en el brazo, ambos amputables, no está en la
sangre, en el corazón, ni en el cerebro. Está por todas partes y por ningún lado.
En síntesis: la Vida no es localizable en ninguna de sus moradas. Entonces, el ser
humano empieza a buscar la vida en el Tiempo. También esto, al principio,
parece un asunto simple [ . . . ] Sin embargo, cuando empieza su búsqueda,
percibe que la cuestión es más complicada de lo que pensaba. Según mi documento bautismal he vivido 58
años, pero sé que de entre estos 58, he pasado durmiendo al menos 20.
¿Entonces
cómo?
¿He
vivido todos estos años o no?
¿Si deducimos
los meses de gestación y aquellos
pasados
en los brazos de la nana deberíamos llamarlos también vida?
Nuevamente,
de entre los remanentes 38 años, sé que una mitad de ese tiempo la pasé
durmiendo, aun siendo activo y por lo tanto, en este caso, no puedo decir si
durante tal lapso viví o no.
Puede
haber sido un alternarse entre la vida y el estado vegetativo. Nuevamente, uno se percata de que la vida,
tanto en el tiempo como en el cuerpo, se encuentra por todas partes y en ningún
lado.
Entonces,
surge naturalmente la cuestión:
¿de
dónde proviene esa vida que no puedo reconducir a ninguna parte?
Ahora
empezaré a aprender [ . . . ] Sin embargo, aun en esta coyuntura, lo que al principio
me parecía simple, ahora parece imposible. No cabe duda que estuve buscando
algo distinto de la vida. Entonces,
una vez que debemos ir en pos de los paraderos de la vida, si buscar debemos,
no habría que dirigirse hacia el espacio ni el tiempo, ni siquiera a la causa y
al efecto, sino que deberíamos seguir a algo que conozco en mí, independiente
de espacio, tiempo y causalidad.
Lo
que nos queda por hacer es estudiar el yo. ¿Pero cómo puedo conocer la vida en mí?
He aquí como: en primer lugar, sé que soy vivo y vivo deseando para mí todo lo que es
bueno. Deseo esto desde que tengo conciencia de mí y persiste de día y noche.
Todo lo que vive fuera de mí es importante a mis ojos sólo si coopera con la
creación de lo que produce mi bienestar. Considero que el universo es relevante
sólo porque puede deleitarme.
Mientras
tanto, algo más se intercala al conocimiento interno de mi existencia. Hay otra
percepción que es inseparable de la vida que siento y es también su aliada:
además de mi persona, me rodea un mundo entero de criaturas vivientes que, al
igual que yo, se percatan, instintivamente, de sus vidas exclusivas y todas
estas criaturas viven por sus objetivos ajenos a mí, al mismo tiempo ellas
ignoran y ni siquiera les interesa, saber algo de mis pretensiones para una
vida exclusiva y, todas estas criaturas, a fin de llenar con éxito sus
objetivos, están dispuestas a aniquilarme en cualquier momento. Esto no es
todo. Mientras observo la destrucción de criaturas parecidas a mí, estoy
consciente de que se me depara, también, un rápido e inevitable decaimiento,
aunque me sienta tan precioso y el único en el cual la vida es representada.
Es como si en el ser humano residiesen dos
"yoes" que jamás pueden cohabitar en paz. Es como si libraran un
combate incesante, tratando de expulsarse mutuamente.
Un "yo" dice: "Soy el único que vive como se debería,
todos los demás sólo parecen vivir. Así, la razón por la cual el universo
existe, es para que pueda sentirme cómodo."
El otro "yo" replica: "El universo no existe para tí, sino por sus metas y propósitos y no
le interesa mucho saber si eres feliz o infeliz."
¡Después
de esto la vida se convierte en una cosa asombrosa!
Un "yo" dice: "Quiero gratificar todos mis deseos, por eso necesito el
universo."
El otro "yo" contesta: "Toda la vida animal existe sólo para gratificar sus deseos. Sólo los
deseos de los animales se gratifican a expensas de otros animales. De ahí la
lucha incesante entre las especies animales. Eres un animal y por lo tanto
debes pelear. Sin embargo, a pesar del éxito ganado en tu batalla el resto de
las criaturas que luchan deben, a la larga, aplastarte."
¡Peor
aún! La vida se hace más asombrosa [...] La cosa más terrible de todas, la
síntesis de lo antedicho, es que:
Un "yo" dice: "Quiero vivir, vivir para siempre."
El otro "yo" contesta: "Quizá mueras dentro de unos minutos, así como perecerán tus seres
queridos; ya que tú y ellos, en cada movimiento, estáis destruyendo vuestras
vidas y por lo tanto os acercáis, siempre más, al sufrimiento ya la muerte, lo
que odias y temes más que todo."
Esto
es lo peor [ . . . ]
Cambiar
tal condición es imposible [ . . . ] Se puede evitar el movimiento, el descanso,
la comida y aun el respiro, pero no podemos substraernos del pensamiento. Uno
piensa y ese pensamiento, mi pensamiento, está emponzoñando cada paso de mi
vida como personalidad.
Tan
pronto como un ser humano ha empezado a vivir conscientemente, esa conciencia
empieza a repetirle, sin cesar, la misma cosa: "Ya no es posible vivir la existencia
que sentiste y viste en tu pasado, la vida de los animales y de muchos seres
humanos, vivida de esa forma que te indujo a ser lo que eres ahora. Si trataras
de hacerlo, jamás podrías substraerte a luchar con todo el mundo de criaturas
que viven como tú: por sus objetivos personales y entonces, estas criaturas,
inevitablemente, te destruirán." [...]
Cambiar
dicha situación es imposible. No nos resta más
que una cosa, que es lo que hace la persona que, empezando a vivir, transfiere
sus objetivos de la vida fuera de sí, proponiéndose alcanzarlos.[ . . . ] A pesar de lo distante que los coloque de su
personalidad, tan pronto como su mente se aclara, ninguno de estos objetivos lo
satisfarán.
Bismarck
ha unido Alemania y ahora gobierna a Europa. Si su razón ha irradiado un poco
de luz sobre los resultados de su actividad, debe percibir, al igual que su
cocinero que prepara una cena que dentro de una hora ya será devorada, la misma
antinomia sin resolver entre la vanidad y la insensatez de toda su obra y la
eternidad y la racionalidad de lo que existe para siempre.
Si
ellos pensaran en esto, ambos se percatarían de lo siguiente,
en
primer lugar: la integridad de la cena de Bismarck se debe a la policía,
mientras la integridad de Alemania al ejército, siempre que ambos: Bismarck y
el cocinero, se mantengan vigilantes.
Todo
esto porque hay personas muertas de hambre que comerían de buen grado dicha
cena y naciones que se alegrarían de ser tan poderosas como Alemania.
En segundo
lugar, se darían cuenta de que la cena de Bismarck y el portento del imperio
teutónico no coinciden con las metas y los propósitos de la vida universal,
sino que son tajantemente antitéticos con ellos.
En tercer lugar, ya sea el cocinero o el poderío alemán morirán en breve
tiempo, por lo tanto, a la cena en cuestión ya Alemania se les depara el mismo
destino. El único que sobrevivirá es el Universo, el cual jamás pensará en la
cena ni en Alemania y, aun menos, en los que la cocinaron.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario