LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 30)
VIII. DE LA
REENCARNACIÓN O RENACIMIENTO
¿QUÉ ES LA MEMORIA,
SEGÚN LA DOCTRINA TEOSÓFICA?
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La cosa más difícil para vosotros va
a ser explicar semejante creencia poyándola
en principios racionales. Hasta ahora no ha conseguido teósofo alguno
presentarme una prueba capaz de quebrantar mi escepticismo. Ante todo, te-néis
en contra de esa teoría de la Reencarnación el hecho de que no se ha encontrado
aún hombre alguno que se acordase de haber vivido antes, y mucho menos de
quien era durante su vida anterior.
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Veo que vuestro
argumento tiende a la antigua objeción de costumbre, la pérdida de la memoria
en cada uno de nosotros, respecto de nuestra encarnación precedente.
¿Creéis que esto quita
valor a nuestra doctrina? A ello contesto que no, y que en todo caso no puede ser
concluyente una objeción semejante.
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Quisiera oír vuestros argumentos.
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Son pocos y breves.
Sin embargo, cuando se toma en consideración la absoluta incapacidad de los
mejores psicólogos modernos para explicar al mundo la naturaleza de la
mente, y su completa
ignorancia acerca de las potencialidades y estados superiores de la misma,
tenéis que reconocer que aquella objeción está basada en una conclusión a
priori, sacada de una evidencia prima fácil y circunstancial, más que de otra
cosa. Ahora decidme: ¿qué
es en vuestro concepto la “memoria?”
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Lo que se entiende por ella
generalmente: la facultad en nuestra mente de recordar y conservar el
conocimiento de los pensamientos, actos y acontecimientos anteriores.
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Agregad a esto, si
gustáis, que existe una gran diferencia entre las tres formas aceptadas de la
memoria. Además de la memoria en general, tenemos el recuerdo, la reproducción
y la reminiscencia.
Os habéis fijado alguna vez
en la diferencia que hay entre ellas? Acordaos de que memoria es un nombre genérico.
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No obstante, todos éstos son
sinónimos.
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No lo son seguramente,
al menos en filosofía. La memoria es simplemente un poder innato en los seres
racionales, y hasta en los animales, para reproducir pasadas impresiones por
medio de una asociación de ideas, sugeridas principalmente por cosas objetivas
o por alguna impresión sobre nuestros órganos sensorios externos. La memoria es
una facultad que depende enteramente del funcionamiento más o menos sano y
normal de nuestro cerebro físico; el recuerdo y la reproducción son
los atributos y los servidores de esa memoria. Pero la reminiscencia es una
cosa enteramente distinta. El psicólogo moderno define la reminiscencia como
algo intermedio entre el recuerdo y la reproducción; un proceso
consciente por el que se recuerdan los hechos pasados, pero sin aquella
referencia completa y variada de objetos determinados, que caracteriza la
reproducción.
Locke, hablando de la
reproducción y del recuerdo, dice: “Cuando
una idea se ofrece de nuevo a
la memoria sin la influencia del mismo objeto sobre el sensorio externo, esto
se llama recuerdo; si la mente encuentra una idea que buscara con trabajo
y esfuerzo, esto es reproducción”.
Mas Locke mismo deja
de darnos una definición clara de la reminiscencia, porque no es una
facultad o atributo de nuestra memoria física, sino una percepción
intuitiva aparte y fuera de nuestro cerebro físico; una percepción que, al
ser puesta en acción por el conocimiento siempre presente de nuestro Ego
espiritual, abarca aquellas visiones consideradas anormales en el
hombre (desde las pinturas
inspirada por el genio hasta el delirio y devaneos de la fiebre y de la
locura misma), clasificadas por la
ciencia como no existentes, excepto en nuestra imaginación. El
Ocultismo y la Teosofía consideran la reminiscencia, sin embargo,
desde un punto de vista completamente distinto. Para nosotros, la memoria es
física y pasajera, y depende de las condiciones fisiológicas del cerebro, proposición
fundamental entre todos los profesores de la mnemotécnica, apoyados además por
las investigaciones de los psicólogos científicos modernos; pero la reminiscencia es la memoria
del alma. Esa memoria es la que
da a casi todos los seres humanos, sea que lo comprendan o no, la certeza de
haber vívido anteriormente y de tener que vivir de nuevo.
Dice bien Wordesvorth:
“Nuestro nacimiento es sólo un sueño y un olvido; el alma
que surge en nosotros, la estrella de nuestra vida, tuvo en otra parte su
punto de partida, y viene de lejos.”
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Si basáis vuestra doctrina en esa
clase de memoria (poesías y fantasías imaginarias, según vuestra propia
confesión), creo, en este caso, que no convenceréis a muchos.
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No expresé que fuese
una fantasía. Dije sencillamente que los fisiólogos y hombres de ciencia en
general consideran tales reminiscencias como alucinaciones y fantasías, siendo
bien recibida tan “sabia” conclusión. No negamos que esas visiones del pasado,
esos rastros de luz pasajera de los tiempos que fueron, sean anormales comparados
con nuestra experiencia de la vida diaria y la memoria física. Pero
sostenemos con el profesor W. Knight que “la
ausencia de la memoria de cualquier acto ejecutado en un estado previo no
puede ser argumento concluyente contra la posibilidad de haber vivido en el
mismo”. Y todo adversario de buena fe deberá convenir en lo que dice
Butler en sus Lecturas sobre la filosofía platónica: “la idea de
extravagancia que esto (la preexistencia) produce tiene su secreto origen en
los prejuicios materialistas o semimaterialistas”.
Sostenemos además que
la memoria, como la llamó Olimpiodoro. Es simplemente una fantasía, y
la más insegura de todas las cosas en nosotros (La fantasía –dice
Olimpiodoro (In Platonis Phoedo)–es un impedimento para nuestros
conceptos intelectuales; y, por lo tanto, cuando estamos agitados por la
influencia inspiradora de la Divinidad, si la memoria es la única
facultad en el hombre directamente opuesta a la profecía o visión en el
futuro.). Aseguraba Ammonio
Saccas que “Acordaos también de que una
cosa es la memoria y otra la mente o pensamiento;
la una es una máquina para archivar, un registro que muy fácilmente se
descompone, los pensamientos son eternos e imperecederos.”
¿Os negaríais a creer en la
existencia de ciertas cosas u hombres sólo porque no los hubiesen visto
vuestros ojos físicos?
¿No es garantía suficiente
de haber vivido Julio César el testimonio colectivo de generaciones pasadas
que lo vieron?
¿Por qué no se habría de
tomar en consideración el mismo testimonio de los sentido psíquicos de las
masas?
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Pero ¿no creéis que éstas son
distinciones demasiado sutiles para que puedan ser aceptadas por la mayoría
de los mortales?
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Decid más bien por la
mayoría de los materialistas. A éstos decimos: Ved que, hasta en el corto
espacio de la existencia ordinaria, la memoria es demasiado débil para
registrar todos los
acontecimientos de una vida. ¡Con
cuánta frecuencia permanecen dormidos en nuestra memoria los hechos más
importantes, hasta que son despertados por alguna asociación de ideas, o
puestos en movimiento y actividad por algún lazo de unión! Esto es lo que
sucede especialmente a las personas de edad avanzada, cuya memoria siempre se
debilita. Por lo tanto, teniendo en cuenta lo que sabemos acerca de los principios
físicos y espirituales en el hombre, no debiera sorprendernos el hecho de que
la memoria no registre nuestras vidas anteriores, sino el caso contrarío, si
así sucediese.
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