LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 29)
DE LOS VARIOS “PRINCIPIOS” EN
EL HOMBRE
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Mucho he oído acerca
de esa constitución del hombre “interno”, como vosotros la llamáis, pero
nunca pude entenderla.
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Es “confusa”, sin
duda, y muy difícil, como decís, el entenderla correctamente y saber
distinguir entre los diferentes aspectos llamados por nosotros los
“principios” del Ego real. Y lo es tanto más cuanto que existe una
diferencia notable entre las varias escuelas Orientales respecto a la enumeración
de esos principios, aun cuando en el fondo la base de la doctrina es
idéntica.
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¿Os referís acaso,
como ejemplo, a los Vedantinos? ¿No reducen éstos los siete “principios” de que
habláis a cinco solamente?
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Así lo hacen; pero,
sin querer discutir este punto con un vedantino instruido, puedo decir, sin
embargo, como opinión mía particular, que tienen un motivo claro y evidente
para hacerlo así. Para
ellos, lo que se llama el hombre, es únicamente ese conjunto espiritual que
consiste en varios aspectos mentales, no mereciendo el cuerpo físico, según
ellos, sino el más
profundo desprecio y siendo una pura ilusión. Y no es la Vedanta la única filosofía
que lo aprecia de este modo. Lao–Tse, en su Tao–te–King, sólo menciona cinco principios,
porque, del mismo modo que los vedantinos, deja de incluir dos principios,
que son el espíritu (alma) y el cuerpo físico, al que llama “el cadáver”. Hay también la
Escuela Taraka Rajá Yoga. Su doctrina, en efecto, sólo reconoce tres
“principios”; pero, en realidad,
su Sthulopadi o
cuerpo físico, en estado de vela consciente; su Sukshmopadhi, el mismo
cuerpo en Svapna o estado de ensueño, y su Karanopadhi, “cuerpo causal”
o lo que pasa de una encarnación a otra, son todos duales en sus aspectos, y
de este modo forman seis.
Agregad a éstos Âtma,
el principio divino impersonal o el elemento inmortal en el hombre, indistinguible
del Espíritu Universal, y tendréis los mismos siete principios (Véase Doctrina
Secreta, Vol. I, para una explicación más clara.). Bien hacen en atenerse a su
división; nosotros conservamos la nuestra.
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Según eso, parece que
es casi la misma división establecida por los místicos cristianos, o sea: cuerpo,
alma y espíritu.
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Exactamente la misma.
Fácilmente podríamos hacer del cuerpo el vehículo del “doble vital “; de este
último, el vehículo de la Vida o Pranâ; de Kâma–Rûpa, o alma (animal) el de
la inteligencia superior e inferior, y hacer seis principios,
coronándolos todos el espíritu uno inmortal. En Ocultismo cada cambio calificativo
en el estado de nuestra conciencia da al hombre un nuevo aspecto, y si
prevalece y llega a formar parte del Ego viviente y activo,
debe recibir (y
recibe) un nombre especial para distinguir entre el hombre en ese estado particular
y ese mismo hombre cuando se halla en un estado distinto.
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Esto es precisamente
lo difícil de entender.
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Me parece, al
contrario, muy fácil una vez comprendida la idea esencial, es decir que obra
el hombre en un plano u otro de conciencia, en estricta conformidad con su condición
mental y espiritual. Pero tal es el
materialismo de nuestra época, que cuanto más nos explicamos, menos capaz de
entendernos parece la gente. Dividid al Ser terrestre llamado hombre en tres
aspectos principales, porque a no ser que lo consideréis como un simple
animal, no podréis menos que hacerlo así, considerad su cuerpo objetivo; luego,
el principio reflexivo que está en él (que sólo es algo más elevado que el
elemento instintivo en el animal) o alma vital consciente; y, por
último, aquello que lo coloca tan
Inconmensurablemente
por encima del animal, es decir, el alma que razona o “espíritu”. Si tomamos
esos tres grupos o entidades representativas, y las subdividimos conforme
enseña la Doctrina Secreta, ¿qué resulta?
Ante todo, el espíritu (en
el sentido de lo Absoluto, y por consiguiente, el todo indivisible) o Âtma.
Como éste no puede ser localizado ni limitado en filosofía, siendo simplemente
aquello que es en la Eternidad, y que no puede estar ausente del punto
geométrico o matemático más pequeño del Universo de la materia o substancia,
no debiera
en manera alguna llamarse
principio “humano”. Es todo lo más, en Metafísica, aquel punto que la Mónada
humana y su vehículo, el hombre, ocupan en el espacio durante el período de cada
vida. Ahora bien; este punto es tan imaginario como el hombre mismo, y es en
realidad una ilusión, un maya; mas, para nosotros, así como para los demás
Egos personales, somos una realidad durante ese momento de ilusión llamada
vida, por lo que hemos de tenernos en cuenta a nosotros mismos, en nuestra
imaginación por lo menos. Con objeto de hacerlo más concebible para la inteligencia
que intenta por primera vez el estudio del Ocultismo y la solución del abecé
del misterio del hombre, el Ocultismo llama a ese séptimo principio la síntesis
del sexto, y le da por vehículo el alma espiritual, Buddhi. Pues bien; este último
encierra un misterio que jamás es revelado a nadie, excepto a los chelas
ligados irrevocablemente por juramento, o a lo más a aquellos en quienes se
puede confiar sin temor alguno. Es claro que si pudiera decirse habría menos
confusión; pero como esto está directamente relacionado con el poder de la
proyección del doble personal, conscientemente y a voluntad; y como este don,
del mismo modo que el “anillo de Gijes” resultaría fatal para el hombre en
general y pasa el poseedor de esa facultad en particular, se oculta
cuidadosamente. Mas volvamos a los “principios”. Esa alma divina, o Buddhi,
es el vehículo del Espíritu. Los dos unidos son uno solo, impersonal y sin
atributo alguno (en este plano, por supuesto), y hacen dos “principios”
espirituales. Si pasamos ahora a considerar
el alma humana, Manas o mens, todos convendrán en que la
inteligencia del hombre es por lo menos dual, es decir: el hombre de
inteligencia superior, difícilmente puede confundirse con el hombre inferior;
el hombre muy intelectual y espiritual se halla separado por un abismo del hombre
obtuso, torpe y material, quizás de tendencias animales.
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Pero ¿por qué no se ha
de representar al hombre por dos “principios” o dos aspectos?
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Cada hombre lleva en
sí esos dos principios, uno más activo que el otro, y sólo en raros casos uno
de los dos se ve paralizado por completo, por decirlo así, en su crecimiento
o desarrollo, por la fuerza y predominio del otro aspecto, en
cualquier dirección. Éstos son, pues lo que llamamos los dos principios o
aspectos de Manas, el superior y el inferior; el primero, el Manas
superior o Ego consciente y reflexivo, gravita hacia el alma espiritual
(Buddhi); y el último, o su principio instintivo, es atraído hacia Kama,
centro de los deseos
animales y de las pasiones en el hombre. Tenemos de este modo demostrados cuatro
“principios”, de los
cuales los tres últimos son:
1) el “doble” que hemos
convenido en llamar alma protea o plástica,
2) el principio de
vida, y
3) el cuerpo físico.
Ningún fisiólogo o
biólogo, por supuesto, aceptará esos principios, ni los comprenderá tampoco.
Y por esto quizás ninguno de ellos comprende hasta ahora las funciones del
bazo, el vehículo físico del doble proteo, o las de cierto órgano situado en
el lado derecho del hombre, centro de los deseos más arriba mencionados; ni
tampoco nada sabe acerca de la glándula pineal, que describe como una glándula
que contiene un poco de arena, cuando verdaderamente es el propio centro de
la más elevada y divina conciencia en el hombre, su inteligencia omnisciente
espiritual, que todo lo abraza. Y esto os demostrará aún más
claramente que ni
hemos inventado esos siete principios, ni son tampoco nuevos en el mundo de
la filosofía, como podemos probar fácilmente.
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Pero ¿qué es lo que se
reencarna, según vuestra creencia?
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El Ego Espiritual
pensante, el principio permanente en el hombre, aquello que es centro de Manas. El hombre individual o
divino no es Âtma, ni tampoco Âtmâ–Buddhi, considerado como la Mónada
dual, sino Manas; porque Âtman
es el Todo Universal y se convierte en el Yo SUPREMO del hombre sólo en conjunción con Buddhi, su vehículo, que lo une a la
individualidad (u hombre divino). Buddhi–Manas es lo que llaman los Vedantinos el Cuerpo–Causal (los Principios 5º y
6º unidos), el cual es la conciencia
que LO enlaza a cada personalidad en que mora en la Tierra. Por
consiguiente, siendo el alma un término genérico, hay en los hombres tres aspectos de
alma:
el terrestre o animal;
el alma humana, y
el Alma Espiritual;
y todas éstas,
estrictamente hablando, son un alma sola bajo tres aspectos. Ahora bien; del primer aspecto, nada queda después de la muerte; del
segundo (nous o Manas), sólo
su esencia divina, si quedó sin
mancha, sobrevive; mientras que el tercero, además de ser inmortal, se
convierte conscientemente en
divino, por la asimilación de Manas superior. Pero, para mayor claridad,
hemos de decir, ante todo, algunas palabras acerca de la Reencarnación.
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Haréis bien, porque
esa doctrina es la que vuestros enemigos combaten con mayor energía y empeño.
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¿Os referís a los
espiritistas? Lo sé, y muchas son
las objeciones absurdas, tejidas laboriosamente por ellos, que hallamos en
las páginas de la revista Light (Luz). Tan groseros y malévolos son
algunos, que nadie los detiene. Últimamente encontró uno de ellos una contradicción,
que discute gravemente en una carta dirigida a aquel periódico, en dos puntos
sacados de las conferencias de Sinnet: Descubre en las dos frases siguientes
esta importante contradicción:
“Los regresos
prematuros a la vida terrestre, cuando así ocurre, pueden ser debidos a alguna
complicación kármica…”; y “no existe accidente
en el supremo acto de dirigir la justicia divina la evolución”. Tan
profundo pensador encontraría seguramente una contradicción en la ley de la
gravedad si un hombre extendiese la mano para impedir que una piedra, en su
caída, le rompiese la cabeza a un niño.
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