domingo, 23 de noviembre de 2014

LOS VARIOS “PRINCIPIOS” EN EL HOMBRE

LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA

EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su vez.

(Parte 29)

DE LOS VARIOS “PRINCIPIOS” EN EL HOMBRE
Mucho he oído acerca de esa constitución del hombre “interno”, como vosotros la llamáis, pero nunca pude entenderla.

Es “confusa”, sin duda, y muy difícil, como decís, el entenderla correctamente y saber distinguir entre los diferentes aspectos llamados por nosotros los “principios” del Ego real. Y lo es tanto más cuanto que existe una diferencia notable entre las varias escuelas Orientales respecto a la enumeración de esos principios, aun cuando en el fondo la base de la doctrina es idéntica.
¿Os referís acaso, como ejemplo, a los Vedantinos? ¿No reducen éstos los siete “principios” de que habláis a cinco solamente?

Así lo hacen; pero, sin querer discutir este punto con un vedantino instruido, puedo decir, sin embargo, como opinión mía particular, que tienen un motivo claro y evidente para hacerlo así. Para ellos, lo que se llama el hombre, es únicamente ese conjunto espiritual que consiste en varios aspectos mentales, no mereciendo el cuerpo físico, según
ellos, sino el más profundo desprecio y siendo una pura ilusión. Y no es la Vedanta la única filosofía que lo aprecia de este modo. Lao–Tse, en su Tao–te–King, sólo menciona cinco principios, porque, del mismo modo que los vedantinos, deja de incluir dos principios, que son el espíritu (alma) y el cuerpo físico, al que llama “el cadáver”. Hay también la Escuela Taraka Rajá Yoga. Su doctrina, en efecto, sólo reconoce tres “principios”; pero, en realidad,
su Sthulopadi o cuerpo físico, en estado de vela consciente; su Sukshmopadhi, el mismo cuerpo en Svapna o estado de ensueño, y su Karanopadhi, “cuerpo causal” o lo que pasa de una encarnación a otra, son todos duales en sus aspectos, y de este modo forman seis.
Agregad a éstos Âtma, el principio divino impersonal o el elemento inmortal en el hombre, indistinguible del Espíritu Universal, y tendréis los mismos siete principios (Véase Doctrina Secreta, Vol. I, para una explicación más clara.). Bien hacen en atenerse a su división; nosotros conservamos la nuestra.
Según eso, parece que es casi la misma división establecida por los místicos cristianos, o sea: cuerpo, alma y espíritu.

Exactamente la misma. Fácilmente podríamos hacer del cuerpo el vehículo del “doble vital “; de este último, el vehículo de la Vida o Pranâ; de Kâma–Rûpa, o alma (animal) el de la inteligencia superior e inferior, y hacer seis principios, coronándolos todos el espíritu uno inmortal. En Ocultismo cada cambio calificativo en el estado de nuestra conciencia da al hombre un nuevo aspecto, y si prevalece y llega a formar parte del Ego viviente y activo,
debe recibir (y recibe) un nombre especial para distinguir entre el hombre en ese estado particular y ese mismo hombre cuando se halla en un estado distinto.
Esto es precisamente lo difícil de entender.
Me parece, al contrario, muy fácil una vez comprendida la idea esencial, es decir que obra el hombre en un plano u otro de conciencia, en estricta conformidad con su condición mental y espiritual. Pero tal es el materialismo de nuestra época, que cuanto más nos explicamos, menos capaz de entendernos parece la gente. Dividid al Ser terrestre llamado hombre en tres aspectos principales, porque a no ser que lo consideréis como un simple animal, no podréis menos que hacerlo así, considerad su cuerpo objetivo; luego, el principio reflexivo que está en él (que sólo es algo más elevado que el elemento instintivo en el animal) o alma vital consciente; y, por último, aquello que lo coloca tan
Inconmensurablemente por encima del animal, es decir, el alma que razona o “espíritu”. Si tomamos esos tres grupos o entidades representativas, y las subdividimos conforme enseña la Doctrina Secreta, ¿qué resulta?
Ante todo, el espíritu (en el sentido de lo Absoluto, y por consiguiente, el todo indivisible) o Âtma. Como éste no puede ser localizado ni limitado en filosofía, siendo simplemente aquello que es en la Eternidad, y que no puede estar ausente del punto geométrico o matemático más pequeño del Universo de la materia o substancia, no debiera
en manera alguna llamarse principio “humano”. Es todo lo más, en Metafísica, aquel punto que la Mónada humana y su vehículo, el hombre, ocupan en el espacio durante el período de cada vida. Ahora bien; este punto es tan imaginario como el hombre mismo, y es en realidad una ilusión, un maya; mas, para nosotros, así como para los demás Egos personales, somos una realidad durante ese momento de ilusión llamada vida, por lo que hemos de tenernos en cuenta a nosotros mismos, en nuestra imaginación por lo menos. Con objeto de hacerlo más concebible para la inteligencia que intenta por primera vez el estudio del Ocultismo y la solución del abecé del misterio del hombre, el Ocultismo llama a ese séptimo principio la síntesis del sexto, y le da por vehículo el alma espiritual, Buddhi. Pues bien; este último encierra un misterio que jamás es revelado a nadie, excepto a los chelas ligados irrevocablemente por juramento, o a lo más a aquellos en quienes se puede confiar sin temor alguno. Es claro que si pudiera decirse habría menos confusión; pero como esto está directamente relacionado con el poder de la proyección del doble personal, conscientemente y a voluntad; y como este don, del mismo modo que el “anillo de Gijes” resultaría fatal para el hombre en general y pasa el poseedor de esa facultad en particular, se oculta cuidadosamente. Mas volvamos a los “principios”. Esa alma divina, o Buddhi, es el vehículo del Espíritu. Los dos unidos son uno solo, impersonal y sin atributo alguno (en este plano, por supuesto), y hacen dos “principios” espirituales. Si pasamos ahora a considerar el alma humana, Manas o mens, todos convendrán en que la inteligencia del hombre es por lo menos dual, es decir: el hombre de inteligencia superior, difícilmente puede confundirse con el hombre inferior; el hombre muy intelectual y espiritual se halla separado por un abismo del hombre obtuso, torpe y material, quizás de tendencias animales.
Pero ¿por qué no se ha de representar al hombre por dos “principios” o dos aspectos?
Cada hombre lleva en sí esos dos principios, uno más activo que el otro, y sólo en raros casos uno de los dos se ve paralizado por completo, por decirlo así, en su crecimiento o desarrollo, por la fuerza y predominio del otro aspecto, en cualquier dirección. Éstos son, pues lo que llamamos los dos principios o aspectos de Manas, el superior y el inferior; el primero, el Manas superior o Ego consciente y reflexivo, gravita hacia el alma espiritual (Buddhi); y el último, o su principio instintivo, es atraído hacia Kama, centro de los deseos animales y de las pasiones en el hombre. Tenemos de este modo demostrados cuatro “principios”, de los cuales los tres últimos son:
1) el “doble” que hemos convenido en llamar alma protea o plástica,
2) el principio de vida, y
3) el cuerpo físico.
Ningún fisiólogo o biólogo, por supuesto, aceptará esos principios, ni los comprenderá tampoco. Y por esto quizás ninguno de ellos comprende hasta ahora las funciones del bazo, el vehículo físico del doble proteo, o las de cierto órgano situado en el lado derecho del hombre, centro de los deseos más arriba mencionados; ni tampoco nada sabe acerca de la glándula pineal, que describe como una glándula que contiene un poco de arena, cuando verdaderamente es el propio centro de la más elevada y divina conciencia en el hombre, su inteligencia omnisciente espiritual, que todo lo abraza. Y esto os demostrará aún más
claramente que ni hemos inventado esos siete principios, ni son tampoco nuevos en el mundo de la filosofía, como podemos probar fácilmente.
Pero ¿qué es lo que se reencarna, según vuestra creencia?
El Ego Espiritual pensante, el principio permanente en el hombre, aquello que es centro de Manas. El hombre individual o divino no es Âtma, ni tampoco Âtmâ–Buddhi, considerado como la Mónada dual, sino Manas; porque Âtman es el Todo Universal y se convierte en el Yo SUPREMO del hombre sólo en conjunción con Buddhi, su vehículo, que lo une a la individualidad (u hombre divino). Buddhi–Manas es lo que llaman los Vedantinos el Cuerpo–Causal (los Principios 5º y 6º unidos), el cual es la conciencia que LO enlaza a cada personalidad en que mora en la Tierra. Por consiguiente, siendo el alma un término genérico, hay en los hombres tres aspectos de alma:
el terrestre o animal;
el alma humana, y
el Alma Espiritual;
y todas éstas, estrictamente hablando, son un alma sola bajo tres aspectos. Ahora bien; del primer aspecto, nada queda después de la muerte; del segundo (nous o Manas), sólo su esencia divina, si quedó sin mancha, sobrevive; mientras que el tercero, además de ser inmortal, se convierte conscientemente en divino, por la asimilación de Manas superior. Pero, para mayor claridad, hemos de decir, ante todo, algunas palabras acerca de la Reencarnación.
Haréis bien, porque esa doctrina es la que vuestros enemigos combaten con mayor energía y empeño.
¿Os referís a los espiritistas? Lo sé, y muchas son las objeciones absurdas, tejidas laboriosamente por ellos, que hallamos en las páginas de la revista Light (Luz). Tan groseros y malévolos son algunos, que nadie los detiene. Últimamente encontró uno de ellos una contradicción, que discute gravemente en una carta dirigida a aquel periódico, en dos puntos sacados de las conferencias de Sinnet: Descubre en las dos frases siguientes esta importante contradicción:
“Los regresos prematuros a la vida terrestre, cuando así ocurre, pueden ser debidos a alguna complicación kármica…”; y “no existe accidente en el supremo acto de dirigir la justicia divina la evolución”. Tan profundo pensador encontraría seguramente una contradicción en la ley de la gravedad si un hombre extendiese la mano para impedir que una piedra, en su caída, le rompiese la cabeza a un niño.


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