LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 25)
DISTINCIÓN ENTRE EL ALMA Y EL
ESPÍRITU
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¿Enseñáis realmente, según la acusación
formulada contra vosotros por algunos espiritualistas y espiritistas franceses,
la aniquilación de toda personalidad?
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No lo hacemos. Pero
como esa cuestión de la dualidad –la individualidad del Ego divino y
la personalidad del animal humano– envuelve la de la posibilidad de la
aparición del Ego real inmortal en
las sesiones espiritistas como “espíritu materializado”, (lo que
negamos, según ya expliqué anteriormente), nuestros adversarios han lanzado
esa acusación desatinada.
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Acabáis de hablar del completo aniquilamiento
del “psuche” cuando éste se adhiere a anoia. ¿Que entendía Platón y qué
entendéis vosotros por esto?
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El aniquilamiento
completo de la conciencia personal, como caso raro y excepcional, según creo.
La regla general y casi invariable es la fusión de la personalidad en la
conciencia individual o inmortal del Ego (una transformación o
transfiguración divina), y el aniquilamiento completo, tan sólo del cuaternario
inferior. ¿Pensaríais acaso en
la posibilidad de que el hombre carnal, o la personalidad temporal, su
sombra, lo “astral”, sus instintos animales y hasta su
vida física, sobreviviesen juntos con el “Ego espiritual” y fuesen eternos? Todo esto naturalmente
deja de existir, sea en el momento de la muerte corporal, sea después.
Disgregase por completo a su tiempo, y desaparece de la vista, quedando aniquilado
en conjunto.
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¿Entonces también rechazaréis la “resurrección
de la carne”?
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¡Absolutamente! ¿Por
qué habríamos (nosotros que creemos
en la Filosofía arcaica esotérica de los antiguos) de aceptar las especulaciones
antifilosóficas de la Teología Cristiana posterior,
sacada de los sistemas exotéricos griegos y egipcios de los Gnósticos?
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Los egipcios honraban a los
espíritus de la Naturaleza, y deificaban hasta las cebollas; los indos son
hasta ahora idólatras; los zoroastrianos adoraban y aún adoran al Sol; y los
mejores filósofos griegos eran soñadores o materialistas, como Platón y
Demócrito, respectivamente. ¿Cómo os atrevéis a comparar?
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Puede ser que conste
así en el catecismo cristiano y hasta en el científico moderno, pero no es exacto para los espíritus
libres de prejuicios. Los egipcios rendían culto al “Uno–Único–Uno” bajo el nombre de Nout, y fue de esta
palabra donde Anaxágoras sacó su denominación Nous, “la Mente o
Espíritu Potente por sí mismo”; (aquí Blavatsky usa un término griego, puede verlo en el
libro original), “el motor principal”
o primun mobile de todo. Para él, el Nous era Dios, y el logos
el hombre, su emanación. El Nous es el espíritu (ya sea en el
Cosmos o el hombre); y el logos, bien sea él Universo o el cuerpo astral,
la emanación del primero, siendo el cuerpo físico solamente lo animal. Nuestros
poderes externos perciben los fenómenos, pero únicamente nuestro Nous
es capaz de conocer sus nóumenos. Sólo el logos o el nóumeno es
el que sobrevive, porque en su misma naturaleza y esencia es inmortal, y el
logos es en el hombre el Ego eterno, que se reencarna y vive eternamente.
Pero ¿cómo puede la sombra externa que se desvanece, el ropaje temporal de
esa emanación divina, que vuelve a la fuente de donde surgiera, ser “lo
formado en la incorruptibilidad”?
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Difícilmente, sin embargo, podéis
libraros de la acusación de haber inventado una nueva división de las partes
que constituyen al hombre espiritual y psíquico, porque ningún filósofo habla
de ellas, si bien creéis que Platón las menciona.
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Y lo sostengo. Además
de Platón, ahí está Pitágoras, que también pensaba lo mismo (“Platón y Pitágoras
–dice Plutarco– dividen el alma en dos partes: la racional (nôetica) y
la irracional (agnoia); aquella parte del hombre que es racional, es
eterna; porque aunque no sea Dios, es, sin embargo, el producto de una deidad
eterna; pero aquella parte del alma que está privada de razón (agnoia), muere.
“ El término moderno agnóstico viene
de agnosis, una palabra similar. Nos extraña que Mr. Huxley, el autor
de la palabra, haya relacionado su gran inteligencia con “el alma privada de
razón que muere.” ¿Es esto humildad exagerada del materialismo moderno?). Describió el Alma como una unidad (Mónada) que se mueve por sí
misma, compuesta de tres elementos: el Nous (Espíritu), el phren (la mente) y el thumos (la vida, el aliento, o el nephesh de los kabalistas); cuyos tres elementos
corresponden a nuestro “Atma–Buddhi” (Espíritu–alma más elevado), a manas (el
Ego) y a Kâma–Rûpa en conjunción con el
reflejo inferior de manas. Lo que los antiguos filósofos
griegos llamaban alma en general, lo llamamos espíritu, o alma espiritual,
Buddhi, como vehículo, de Âtma (el Agathono, Deidad Suprema
de Platón). El hecho de que Pitágoras y otros consideren que phren y
thumos forman parte del hombre y de los animales prueba que en este caso
se refieren al reflejo manásico inferior (instinto), y a kama–rupa (pasiones animales activas). Y como Sócrates y
Platón admitieron esto y lo hicieron suyo, si a esos cinco principios, que
son:
Agathon (Deidad o Âtmâ),
psuche (el alma en su sentido
colectivo),
Nous (el Espíritu o mente),
phren (la mente física) y
thumos (Kâma–Rûpa o las pasiones),
agregamos el
eidolon de los misterios (la forma
o doble humano) y el cuerpo físico, fácil será demostrar que tanto las ideas
de Pitágoras como las de Platón eran idénticas a las nuestras. Enseñaban que,
a su partida, el alma (Ego) tenía que pasar a través de sus siete cámaras o
principios: los que dejaba tras de sí y los que con ella se llevaba. La única
diferencia que hay, teniendo siempre en cuenta el castigo que traía consigo
el revelar las doctrinas de los Misterios (lo cual se pagaba con la vida),
consiste en que sólo bosquejaban las enseñanzas en sus grandes rasgos, mientras
que nosotros les damos forma y las explicamos en sus detalles. Pero aunque enseñamos
al mundo tanto como nos es permitido hacerlo, sin embargo, hasta en nuestra doctrina
misma, se reserva más de un punto importante que sólo están autorizados
conocer los que estudian la filosofía esotérica y han prometido silencio.
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