martes, 11 de noviembre de 2014

RELACIONES DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA CON LA TEOSOFÍA DEL PROPIO PROGRESO

LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA

EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su vez.

(Parte 14)

RELACIONES DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA
CON LA TEOSOFÍA DEL PROPIO PROGRESO
¿Es, pues, la elevación moral el principal objeto de la Sociedad?
Sin duda alguna. El que aspira a ser un verdadero Teósofo, ha de vivir como tal.
Siendo así, la conducta de algunos de los miembros, según observaba antes, está en oposición con ese principio fundamental.
Es claro. Pero no se puede evitar entre nosotros, como sucede entre los que se dicen Cristianos y obran como si fuesen enemigos de Cristo. La culpa no proviene de nuestros estatutos y reglamentos, sino de la naturaleza humana. Hasta en algunas ramas exotéricas públicas se comprometen los miembros, en nombre de su YO Superior”, a llevar la vida prescripta por la Teosofía. Tienen que conseguir que su Divino Yo sea el guía de todo acto y pensamiento suyo, cada día y en cada momento de su vida. Un verdadero Teósofo debe “conducirse con justicia y caminar humildemente.”
¿Qué entendéis por esto?
Sencillamente, que ha de olvidarse de sí mismo por los demás. Copiaré las palabras de un verdadero Filaleteo, miembro de la S. T., que lo ha expresado admirablemente en The Theosophist: “Lo que cada hombre necesita ante todo es estudiarse a sí mismo y hacer entonces un honrado inventario de su dominio subjetivo, y por malo que éste sea, cabe la redención si con verdadera resolución se propone alcanzarla”. ¿Pero cuántos lo hacen? Todos están dispuestos a trabajar por su propio desarrollo y progreso; muy pocos por el desarrollo y progreso de los demás. Citemos de nuevo al mismo autor: “Los hombres han sido engañados y burlados al extremo; tienen que destruir sus ídolos, dejarse de ficciones y trabajar para ellos (y aquí se ha dicho algo de más o de menos, porque al que trabaja para sí mismo, mejor le valdría no hacer nada); que trabaje al contrario: para los demás, para todos. Por cada flor de amor y caridad que plante en el jardín de su vecino, desaparecerá una mala hierba del suyo, y de tal modo la Humanidad, este jardín de los dioses, podrá florecer. En todas las Biblias, en todas las religiones, encontramos este concepto claramente expuesto; pero los hombres de mala fe lo han desnaturalizado primero y corrompido y materializado después. No se requiere una nueva revelación. Que cada hombre sea para sí mismo una revelación; que el espíritu inmortal del hombre tome posesión del templo de su cuerpo; que expulse del mismo a los mercaderes y demás impurezas, y su propia humanidad divina lo redimirá, porque cuando esté unido consigo mismo, entonces conocerá al “Arquitecto del Templo”.
Confieso que esto es altruismo puro.
Lo es. Y si sólo un Miembro de la S. T. entre diez quisiera practicarlo, sería indudablemente nuestra Sociedad un Cuerpo de elegidos. Pero entre los que no forman parte de la Sociedad hay quienes no verán jamás la diferencia esencial que existe entre la Teosofía y la Sociedad Teosófica; entre la idea y su representación imperfecta. Semejantes personas harán recaer cada falta, cada imperfección del vehículo (el cuerpo humano), sobre el espíritu puro que arroja en él su luz divina. ¿Es esto justo? Atacan a una asociación que lucha por la propagación de sus ideales contra tremendas fuerzas contrarias. Algunos desacreditan y calumnian a la Sociedad Teosófica sólo porque se atreven a intentar conseguir lo que otros sistemas (la Iglesia y el Estado Cristiano principalmente) no pudieron lograr, habiendo fracasado por completo en su intento; otros, porque quisieran conservar el estado de cosas existente: Fariseos y Saduceos en el lugar de Moisés, y publicanos y pecadores gozando y disfrutando en los altos puestos, como bajo el Imperio Romano durante su decadencia. Las personas de sano y recto juicio debieran al menos tener en cuenta que el hombre que hace todo cuanto puede, hace tanto como aquel que más ha conseguido, en este mundo de relativas posibilidades. Esto es un axioma para los creyentes en los Evangelios, explicado en la parábola de los talentos entregados por el amo: El servidor que dobló sus dos talentos fue recompensado tanto como el otro compañero suyo, que había recibido cinco. A cada cual es dado “según su capacidad”.
Sin embargo, es difícil fijar una línea de demarcación entre lo abstracto y lo concreto en este caso, puesto que sólo tenemos lo último para formar una opinión.
¿Por qué hacer entonces una excepción, tratándose de la Sociedad Teosófica? La justicia, lo mismo que la caridad, deben empezar por la propia casa. ¿Atacaréis el Sermón de la Montaña y os burlaréis del mismo porque las leyes sociales, políticas y hasta religiosas, no solamente no han conseguido hasta ahora poner en práctica sus preceptos en su espíritu, sino siquiera en su letra muerta? Suprimid el juramento en los Tribunales, Parlamentos, Ejércitos y en todas partes, y haced lo que hacen los Cuáqueros, si queréis llamaros Cristianos. Suprimid los Tribunales mismos, pues si queréis seguir los Mandamientos de Cristo habéis de dar vuestro abrigo al que de él os hubiera despojado, y presentar la mejilla izquierda al que os hiriera la derecha. “No os rebeléis contra el mal, amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os hacen sufrir, haced el bien a aquellos que os odian”, pues “el que infrinja en lo mínimo esos Mandamientos y así enseñase a hacerlo a los hombres, llamado será el último en el Reino de los Cielos”, y “el que llamase loco a su hermano, estará en peligro del fuego infernal.” No juzguéis a nadie si no queréis ser juzgados. Si se insiste en que entre la Teosofía y la Sociedad Teosófica no existe diferencia, se exponen el sistema Cristiano y su esencia misma a iguales acusaciones, pero en una forma más grave.
¿Por qué más grave?
Porque mientras los que dirigen el movimiento Teosófico, reconociendo plenamente sus deficiencias, hacen cuanto pueden para corregirlas y arrancar el mal que existe en la Sociedad; mientras sus reglamentos y leyes propias están basados en el espíritu teosófico, los legisladores e Iglesias de las naciones que se llaman Cristianas hacen lo contrario. Hasta los peores entre nuestros miembros, no son peores que el cristiano ordinario. Además, si tanta dificultad hallan los Teósofos Occidentales en llevar una vida verdaderamente teosófica, es porque todos son hijos de su generación. Todos eran Cristianos, educados en la sofistería de su Iglesia, de sus costumbres sociales y hasta de sus leyes paradójicas. Tales eran antes de ser Teósofos, o mejor dicho, miembros de la Sociedad de este nombre, ya que nunca repetiremos bastante que entre el ideal abstracto y su vehículo existe una importantísima diferencia.


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