LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 14)
RELACIONES DE LA SOCIEDAD
TEOSÓFICA
CON LA TEOSOFÍA DEL PROPIO
PROGRESO
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¿Es, pues, la elevación moral el
principal objeto de la Sociedad?
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Sin duda alguna. El que aspira a ser un verdadero Teósofo, ha de
vivir como tal.
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Siendo así, la conducta de algunos
de los miembros, según observaba antes, está en oposición con ese principio
fundamental.
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Es claro. Pero no se
puede evitar entre nosotros, como sucede entre los que se dicen Cristianos y
obran como si fuesen enemigos de Cristo. La
culpa no proviene de nuestros estatutos y reglamentos, sino de la naturaleza
humana. Hasta en algunas ramas exotéricas públicas se comprometen los
miembros, en nombre de su YO Superior”, a llevar la vida prescripta por la
Teosofía. Tienen que conseguir que su Divino
Yo sea el guía de todo acto y pensamiento suyo, cada día y en cada
momento de su vida. Un verdadero Teósofo debe “conducirse con justicia y
caminar humildemente.”
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¿Qué entendéis por esto?
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Sencillamente, que ha
de olvidarse de sí mismo por los demás. Copiaré las palabras de un verdadero
Filaleteo, miembro de la S. T., que lo ha expresado admirablemente en The
Theosophist: “Lo que cada hombre
necesita ante todo es estudiarse a sí mismo y hacer entonces un honrado
inventario de su dominio subjetivo, y por malo que éste sea, cabe la
redención si con verdadera resolución se propone alcanzarla”. ¿Pero cuántos lo
hacen? Todos están dispuestos
a trabajar por su propio desarrollo y progreso; muy pocos por el desarrollo y
progreso de los demás. Citemos de nuevo al mismo autor: “Los hombres han sido engañados y burlados al extremo; tienen que
destruir sus ídolos, dejarse de ficciones y trabajar para ellos (y aquí se ha
dicho algo de más o de menos, porque al que trabaja para sí mismo, mejor le
valdría no hacer nada); que trabaje al contrario: para los demás, para todos.
Por cada flor de amor y caridad que plante en el jardín de su vecino,
desaparecerá una mala hierba del suyo, y de tal modo la Humanidad, este jardín
de los dioses, podrá florecer. En todas las Biblias, en todas las religiones,
encontramos este concepto claramente expuesto; pero los hombres de mala fe lo
han desnaturalizado primero y corrompido y materializado después. No se
requiere una nueva revelación. Que cada hombre sea para sí mismo una
revelación; que el espíritu inmortal del hombre tome posesión del templo de
su cuerpo; que expulse del mismo a los mercaderes y demás impurezas, y su
propia humanidad divina lo redimirá, porque cuando esté unido consigo mismo,
entonces conocerá al “Arquitecto del Templo”.
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Confieso que esto es altruismo puro.
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Lo es. Y si
sólo un Miembro de la S. T. entre diez quisiera practicarlo, sería
indudablemente nuestra Sociedad un Cuerpo de elegidos. Pero entre los
que no forman parte de la Sociedad hay quienes no verán jamás la diferencia
esencial que existe entre la Teosofía y la Sociedad Teosófica; entre la idea
y su representación imperfecta. Semejantes personas harán recaer cada falta,
cada imperfección del vehículo (el cuerpo humano), sobre el espíritu puro que
arroja en él su luz divina. ¿Es esto justo? Atacan a una asociación que lucha por la propagación
de sus ideales contra tremendas fuerzas contrarias. Algunos desacreditan y
calumnian a la Sociedad Teosófica sólo porque se atreven a intentar conseguir
lo que otros sistemas (la Iglesia y el Estado Cristiano principalmente) no
pudieron lograr, habiendo fracasado por completo en su intento; otros, porque
quisieran conservar el estado de cosas existente: Fariseos y Saduceos en el
lugar de Moisés, y publicanos y pecadores gozando y disfrutando en los altos
puestos, como bajo el Imperio Romano durante su decadencia. Las personas de
sano y recto juicio debieran al menos tener en cuenta que el hombre que hace
todo cuanto puede, hace tanto como aquel que más ha conseguido, en este mundo
de relativas posibilidades. Esto es un
axioma para los creyentes en los Evangelios, explicado en la parábola de los
talentos entregados por el amo: El servidor que dobló sus dos talentos fue recompensado tanto
como el otro compañero suyo, que había recibido cinco. A cada cual es
dado “según su capacidad”.
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Sin embargo, es difícil fijar una
línea de demarcación entre lo abstracto y lo concreto en este caso, puesto
que sólo tenemos lo último para formar una opinión.
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¿Por qué hacer
entonces una excepción, tratándose de la Sociedad Teosófica? La justicia, lo mismo
que la caridad, deben empezar por la propia casa. ¿Atacaréis el Sermón de la Montaña y
os burlaréis del mismo porque las leyes sociales, políticas y hasta
religiosas, no solamente no han conseguido hasta ahora poner en práctica sus
preceptos en su espíritu, sino siquiera en su letra muerta? Suprimid el juramento
en los Tribunales, Parlamentos, Ejércitos y en todas partes, y haced lo que
hacen los Cuáqueros, si queréis llamaros Cristianos. Suprimid los
Tribunales mismos, pues si queréis seguir los Mandamientos de Cristo habéis
de dar vuestro abrigo al que de él os hubiera despojado, y presentar la
mejilla izquierda al que os hiriera la derecha. “No os rebeléis contra el mal, amad a vuestros enemigos, bendecid a
los que os hacen sufrir, haced el bien a aquellos que os odian”, pues “el
que infrinja en lo mínimo esos Mandamientos y así enseñase a hacerlo a los
hombres, llamado será el último en el Reino de los Cielos”, y “el que llamase loco a su hermano, estará
en peligro del fuego infernal.” No
juzguéis a nadie si no queréis ser juzgados. Si se insiste en que entre
la Teosofía y la Sociedad Teosófica no existe diferencia, se exponen el
sistema Cristiano y su esencia misma a iguales acusaciones, pero en una forma
más grave.
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¿Por qué más grave?
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Porque mientras los que dirigen el movimiento Teosófico,
reconociendo plenamente sus deficiencias, hacen cuanto pueden para
corregirlas y arrancar el mal que existe en la Sociedad; mientras sus
reglamentos y leyes propias están basados en el espíritu teosófico, los
legisladores e Iglesias de las naciones que se llaman Cristianas hacen lo
contrario. Hasta los peores
entre nuestros miembros, no son peores que el cristiano ordinario. Además,
si tanta dificultad hallan los Teósofos Occidentales en llevar una vida verdaderamente
teosófica, es porque todos son hijos de su generación. Todos eran
Cristianos, educados en la sofistería de su Iglesia, de sus costumbres
sociales y hasta de sus leyes paradójicas. Tales eran antes de ser Teósofos,
o mejor dicho, miembros de la Sociedad de este nombre, ya que nunca
repetiremos bastante que entre el ideal abstracto y su vehículo existe una
importantísima diferencia.
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