LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su vez.
(Parte 31)
¿POR QUÉ NO RECORDAMOS NUESTRAS
VIDAS PASADAS?
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Me habéis dado una idea general acerca
de los siete principios. Decidme ahora cómo se explica la falta completa de memoria
respecto de nuestras vidas anteriores, a la luz de lo que habéis dicho sobre
esos principios.
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Muy fácilmente. Los
“principios” que llamamos físicos (A saber: el cuerpo, la vida, los
instintos pasionales y animales, y el fantasma astral o eidolon, de
cada hombre, sea percibido en pensamiento, por nuestro ojo mental, u objetivamente
y separado del cuerpo físico; cuyos principios llamamos Sthula sharira,
Prâna, Kâma–Rûpa y Linga sharira. Ningún principio de éstos es negado por
la ciencia, aunque los llame de modo distinto.), son desintegrados después de la
muerte, a la par que sus elementos constitutivos, y la memoria a la
vez que su cerebro. Esa memoria desvanecida de un cuerpo que desapareció no
puede recordar ni registrar cosa alguna en la encarnación posterior del Ego.
La reencarnación significa que ese Ego ha de ser dotado de un nuevo cuerpo,
de un nuevo cerebro y de una nueva memoria. Tan absurdo sería,
por consiguiente, esperar que se acordase la memoria de aquello que
jamás pudo registrar, como inútil resultaría examinar con el microscopio una
camisa que nunca hubiese llevado
puesta un asesino, y buscar en ella las manchas de sangre que sólo habían de hallarse
en la ropa que llevó en otra ocasión. No es la camisa limpia la que hemos de interrogar,
sino la ropa que llevaba cuando ejecutó el crimen; y si ésta ha sido quemada
y destruida, ¿cómo la podéis encontrar?
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¿Cómo podéis tener la seguridad de
que se cometió el crimen, o de que el “hombre de la camisa limpia” ha
existido anteriormente?
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Seguramente no por
medios físicos, ni basándonos en el testimonio de aquello que ya no existe.
Pero existe la evidencia circunstancial, que nuestras sabias leyes admiten quizás
más de lo que debieran. Para convencerse del hecho de la reencarnación y de
las vidas pasadas, debe ponerse uno en relación con el propio Ego real
permanente, y no con la memoria, que es pasajera.
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Pero ¿cómo ha de poder creer la
gente en aquello que no sabe ni ha visto jamás, y mucho menos ponerse en relación
con ello?
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Si la gente más
ilustrada de buena gana cree en “la gravedad”, el “éter”, la “fuerza” y
tantas otras cosas de Ciencia, en abstracciones e “hipótesis” que no ha
visto, tocado, olido, oído ni
probado, ¿por qué no habrían de creer otras personas, en virtud del mismo principio,
en el Ego propio permanente, “hipótesis” muchísimo más lógica e importante
que ninguna otra?
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¿Qué es, en fin, ese misterioso
principio eterno? ¿Podéis explicar su naturaleza de un modo comprensible para
todos?
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El Ego que se
reencarna es el “Yo” individual e inmortal, no el personal; en una palabra,
el vehículo de la MÓNADA Atma–Búddhica; aquello que es recompensado en el Devachán y castigado
en la Tierra, y aquello, en fin, a que se une sólo el reflejo dé los skandhas
o atributos de cada reencarnación (Existen en las doctrinas Buddhistas
cinco Skandhas o atributos: Rupa (forma o cuerpo), cualidades materiales;
Vedana, sensación; Sanna, ideas abstractas; Sankhara,
tendencias de la mente; Vinnana, poderes mentales. Estamos formados de
ellos, por ellos somos conscientes de la existencia, y por medio de ellos nos
comunicamos con el mundo que nos rodea.).
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¿Qué entendéis por skandhas?
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Precisamente lo que
acabo de decir: los “atributos” entre los que está comprendida la memoria.
Todos mueren como la flor, dejando sólo tras sí un débil aroma.
He aquí un párrafo del
Catecismo Buddhista de H. S. Olcott (Por H.S. Olcott,
Presidente y fundador de la Sociedad Teosófica. La exactitud de la doctrina
está sancionada por el Rev. H. Sumangala, gran Sacerdote de Sripada y Gales,
y Principal del Widyodaya Parivena (Colegio) en Colombo, como de
acuerdo con el Canon de la Iglesia Buddhista del Sur.), que se refiere precisamente al asunto
y trata la cuestión del modo que sigue:
“El anciano recuerda los incidentes de su juventud, a pesar
de haber cambiado física y mentalmente. ¿Por qué entonces no llevamos con
nosotros el recuerdo de nuestras pasadas vidas de un nacimiento a otro?
Porque la memoria está incluida en los skandhas, y habiendo cambiado éstos
con la nueva existencia, la memoria, el recuerdo de la anterior existencia particular,
se desvanece. Sin embargo, debe sobrevivir el recuerdo o reflejo de todas las
vidas pasadas, porque cuando el príncipe Siddhârtha se convirtió en Buddha,
la serie completa de sus nacimientos anteriores le fue revelada… y cualquiera
que llega a alcanzar el estado de Jhana
puede de ese modo trazar retrospectivamente la línea de su vida”.
Esto os probará que
mientras las cualidades imperecederas de la personalidad, como el amor, la
bondad, la caridad, etc., se unen al Ego inmortal, fotografiando en él, por
decirlo así, una imagen permanente del aspecto divino del hombre que
anteriormente existía, sus skandhas materiales (aquellos que generan los efectos
kármicos más marcados) son tan pasajeros como la luz del relámpago, y no pueden
influir en el cerebro de la nueva personalidad; sin embargo, esto no altera
en modo alguno la identidad del Ego reencarnado.
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¿Queréis decir con esto que aquello
que sobrevive es únicamente la memoria del alma, según la llamáis, siendo esa
alma o Ego uno mismo, mientras que nada queda de la personalidad?
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No por completo.
Excepto en el caso de que esta última haya sido la de un materialista absoluto,
cuya naturaleza no haya sido penetrable ni por el rayo espiritual más pequeño,
algo perteneciente a cada personalidad debe sobrevivir, puesto que deja su
eterna huella en el yo permanente que se encarna, o Ego Espiritual (Espiritual, en oposición al yo
personal. El estudiante no debe confundir ese Ego Espiritual con el “ YO SUPREMO“,
que es Âtma, el Dios nuestro interno e inseparable del Espíritu Universal.
(Véase en la sección IX: “De la Conciencia post mortem y post natun.”). La personalidad, con
sus skandhas, cambia constantemente en cada nuevo nacimiento. Es, como antes
hemos dicho, tan sólo el papel que representa el actor (el verdadero Ego) durante una noche. Ésta es la razón por la que
no guardamos memoria de nuestras vidas pasadas en el plano físico, aunque el
“Ego” real las ha vivido y las conoce todas.
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. ¿Por qué no imprime
entonces el hombre real o espiritual aquel conocimiento en su nuevo“yo”
personal?
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¿Cómo pudieron unas
sirvientes de un pobre cortijo hablar el hebreo y tocar el violín en estado
extático o de sonambulismo, cosas que desconocían en absoluto en su estado
normal? Porque, como os diría
todo verdadero psicólogo, no de vuestra escuela moderna sino de la antigua,
sólo puede obrar el Ego Espiritual cuando el ego personal está paralizado. El
“Yo” Espiritual en el hombre es omnisciente, y toda sabiduría es innata en
él; mientras que el Yo personal es la hechura de lo que lo rodea, y el esclavo
de la memoria física. Si el primero pudiese manifestarse sin interrupción ni
impedimento alguno, ya no habría hombres en la Tierra, pues todos seríamos
dioses.
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Debiera, sin embargo, haber excepciones,
y algunos debieran acordarse.
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Las hay, en efecto. Más,
¿quién cree en sus
referencias? Tales personas son consideradas
generalmente, por el materialismo moderno, como histéricos alucinados, maniáticos
o farsantes. Léanse, sin embargo, las obras que tratan de este punto, especialmente
Reencarnación, un estudio de la Verdad Olvidada, por S. D. Walker, M.
S. T., y obsérvese la cantidad de pruebas que acerca de tan debatida cuestión
presenta el autor. Se habla del alma a la gente, y algunos preguntan: “¿Qué es el alma?
¿Habéis probado jamás su existencia?” Inútil es, por supuesto, argüir a los que son materialistas,
pero aun a estos últimos quisiera dirigir esta pregunta:
¿Podéis acordaros de
lo que erais o hacíais cuando niños pequeños? ¿Habéis conservado el menor
recuerdo de vuestra vida, pensamientos o actos, o tan siquiera de que hayáis
vivido durante los primeros dieciocho meses o dos años de vuestra existencia?
¿Por qué entonces, partiendo del mismo principio, no negáis también el haber
vivido alguna vez como niños?” Cuando a todo esto añadimos que el Ego que se reencarna,
o individualidad, retiene durante el período devachánico únicamente la
esencia de la experiencia de su vida terrestre pasada, o personalidad,
quedando absorbidas todas las experiencias físicas en un estado impotencia
o siendo convertidas, por decirlo así, en
fórmulas espirituales;
cuando tenemos en cuenta, además, que el espacio de tiempo que transcurre
entre dos renacimientos se dice que es de diez a quince siglos, durante cuyo período
la conciencia física está total y absolutamente inactiva, careciendo de
órganos que obren en ella, y, por consiguiente, de existencia, la
razón de la ausencia de todo recuerdo resulta bien clara.
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Acabáis de decir que el Ego Espiritual
es omnisciente. ¿Dónde está, pues, esa decantada omnisciencia durante su vida
devachánica, como la llamáis?
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Durante ese tiempo se
halla en estado latente y potencial; porque en primer lugar, el Ego
Espiritual no es el Yo SUPREMO, que siendo uno con el Alma Universal o Inteligencia,
es el solo omnisciente; y segundo, porque el Devachán es la continuación idealizada
de la vida terrestre que se acaba de abandonar, período de ajustamiento retributivo
y recompensa por los daños y sufrimientos experimentados inmerecidamente en
aquella vida especial. El Ego espiritual, en el Devachán sólo es omnisciente potencialmente,
y defacto exclusivamente en Nirvana, cuando el Ego está fundido en el
Alma–Mente Universal. Vuelve a ser casi omnisciente, sin embargo, durante
aquellas horas en la Tierra en que ciertas condiciones anormales y cambios
fisiológicos del cuerpo libran al Ego de los estorbos e impedimentos de la
materia. Ejemplo de ello son los dos casos de sonambulismo más arriba
citados, de una humilde criada hablando el hebreo y otra tocando el violín.
No quiere esto decir que las explicaciones que respecto a esos dos casos nos ofrece
la ciencia médica no encierren verdad alguna en sí, pues una de aquellas
muchachas había oído años antes a un pastor protestante, maestro suyo, leer
obras hebreas en voz alta, y la otra había oído a un artista tocar el violín
en el cortijo que habitaba. Mas, ninguna de las dos hubiese pedido hacer esto
con la perfección con que lo hicieron si no hubiesen estado animadas por Aquello
que, debido a la identidad de su naturaleza con la Mente Universal, es
omnisciente. En el primer caso el principio superior obró sobre los skandhas y
los puso en movimiento; en el último, estando la personalidad paralizada se
manifestó la individualidad misma. Os ruego no confundáis las dos cosas.
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