LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 27)
VII DE LOS
VARIOS ESTADOS “POST MORTEM”
EL HOMBRE FÍSICO Y EL ESPIRITUAL
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Celebro saber que creéis en la
inmortalidad del alma.
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No “del alma”,
sino del Espíritu divino; o mejor dicho, en la inmortalidad del Ego que se
reencarna.
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¿Cuál es la diferencia?
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Una muy grande en
nuestra filosofía; mas ésta es una cuestión demasiado abstracta y difícil
para tratarla poco detenidamente y de paso. Hemos de analizarla separadamente
primero, y en conjunto después. Podemos principiar por el Espíritu.
Decimos que el Espíritu (el “Padre en Secreto” de
Jesús), o Âtman, no es propiedad individual
del hombre alguno, sino la esencia divina que carece de cuerpo y forma, que
es imponderable, invisible e indivisible, aquello que no existe, y sin embargo
es, como dicen del Nirvana
los buddhistas. Ampara solamente al mortal, pues lo que penetra en él y llena
su cuerpo entero son sólo sus omnipresentes rayos o luz proyectada por medio
de Buddhi, su vehículo y
emanación directa. Ésta es la razón secreta de las afirmaciones de casi
todos los antiguos filósofos, cuando decían que “la parte racional del
alma del hombre” (Significando la palabra “racional”, en su sentido
genérico, algo que emana de la Sabiduría Eterna.) Nunca entraba completamente en él,
pero que sólo lo amparaba más o menos por medio del alma irracional espiritual
o Buddhi” (Irracional en el sentido de que,
como pura encarnación de la Mente Universal, no puede tener en este plano
de materia razón alguna individual propia; pero como la Luna, que recibe su
luz del Sol y su vida de la Tierra, así también Buddhi, recibiendo su luz de
sabiduría de Atma, alcanza sus cualidades racionales de Manas.
Carece per se, como cosa homogénea, de atributo alguno.).
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Estaba en la idea de que sólo el
“alma animal” era irracional, no la divina.
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Tenéis que aprender la
diferencia que existe entre lo que es “irracional” negativa o pasivamente,
porque no está diferenciado, y lo que es irracional por ser demasiado activo
y positivo. El hombre es una correlación de poderes espirituales, tanto
como una correlación de fuerzas químicas y físicas, llamados a funcionar por
lo que llamamos “principios”.
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Mucho he leído sobre este asunto, y
me parece que las nociones de los antiguos filósofos diferían mucho de las de
los kabalistas de la Edad Media, si bien concuerdan en algunos puntos.
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La diferencia más
substancial entre ellos y nosotros es la que sigue: mientras nosotros creemos, con los neoplatónicos y las doctrinas
orientales, que jamás el Espíritu (Âtma) desciende hipostáticamente en el hombre viviente, sino
que sólo da su resplandor más o menos intenso al hombre interno (el compuesto psíquico y espiritual
de los principios astrales), los kabalistas
sostienen que el espíritu humano, separándose del Océano de luz y del
Espíritu Universal penetra en el alma del hombre, donde permanece, durante la
vida prisionero en la cápsula astral. Aún sostienen lo mismo todos los
kabalistas cristianos, porque no son capaces de romper por completo con sus
doctrinas antropomórficas y bíblicas.
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¿Y qué decís vosotros?
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Decimos que sólo
admitimos la presencia de la irradiación del Espíritu (o Âtma) en la cápsula
astral; y tan sólo en lo que concierne a ese resplandor espiritual. Decimos
que el hombre y el alma han de
conquistar su inmortalidad por medio de la ascensión hacia la unidad; con la
cual, si logran el éxito, quedarán unidas al fin, y en la que son finalmente absorbidas,
por decirlo así. La individualización
del hombre después de la muerte depende del espíritu, no de su alma y cuerpo.
Aunque la palabra “personalidad”, en el sentido en que se entiende
usualmente, es un absurdo si se aplica literalmente a nuestra esencia
inmortal, sin embargo esta última es, como Ego nuestro individual, una entidad
distinta, inmortal y eterna, per se. Sólo en el caso de tratarse de magos
negros o de criminales cuya redención no es posible, criminales que así lo
han sido durante una larga serie de vidas, el hilo brillante que une el espíritu
al alma personal desde el momento del nacimiento de la criatura, es
violentamente roto, y la entidad desencarnada se encuentra divorciada del
alma personal, siendo esta última aniquilada, sin dejar en la primera la más
leve impresión o rastro de sí misma. Si esta unión entre el manas inferior, o
personal, y el Ego individual que se reencarna no ha sido efectuada durante
la vida, entonces tócale al primero la suerte de los animales inferiores, que
gradualmente se disuelven en el éter y cuya personalidad es aniquilada; pero
aun entonces es el Ego un ser individual. En tal caso sólo pierde un estado
devachánico (después de esa vida especial,
y en este caso, por cierto, inútil) como personalidad idealizada, y se reencarna
casi inmediatamente, después de haber disfrutado por corto espacio de tiempo de
su liberación como espíritu planetario.
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Declara “Isis sin Velo” que esos
espíritus planetarios o Ángeles, “los dioses de los paganos o los Arcángeles
de los cristianos”, jamás serán hombres de nuestro planeta.
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Perfectamente. Pero no
“estos” de que ahora tratábamos, sino algunas clases de Espíritus Planetarios
más elevados, los cuales no serán jamás hombres en este planeta, porque son
Espíritus libertados de un mundo primitivo anterior, y como tales, no pueden volver
a ser hombres en esta Tierra. Sin embargo, todos éstos vivirán de nuevo en el
próximo y mucho más elevado Mahâmanvantara, después de que esta “Gran Edad” y
su “pralaya bráhmico” (un pequeño período de 16 cifras de años, poco más o
menos) hayan pasado. Pues
sabréis, sin duda, que la filosofía oriental nos enseña que la humanidad se compone
de tales “Espíritus”, prisioneros en cuerpos humanos. La diferencia existente
entre los animales y los hombres consiste en que los primeros están animados potencialmente
por los “principios”; y los segundos lo están actualmente (Véase Doctrina
Secreta, vol. II (Comentarios) ¿Entendéis
ahora la diferencia?
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Sí; pero esta especialización ha
sido en todas las edades el gran obstáculo de los
metafísicos.
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Así es. Todo el
esoterismo de la filosofía Buddhista está basado sobre esta doctrina
misteriosa, comprendida por tan pocas personas y tan completamente falseada
por muchos de los más profundos eruditos modernos. Hasta los metafísicos
tienden a confundir el efecto con la causa. Un Ego que ha ganado su vida
inmortal como espíritu, seguirá siendo el mismo yo interno en todo el curso
de sus renacimientos en la Tierra; pero esto no quiere decir necesariamente
que haya de seguir siendo el Sr. Smith o Brown que era en la Tierra, y que de
lo contrario pierda su individualidad. Por consiguiente, el alma astral y el
cuerpo terrestre del hombre pueden en el oscuro más allá ser absorbidos en el
Océano cósmico de los elementos sublimados; el hombre llega a dejar de sentir
su último ego personal (si no ha merecido elevarse más) y seguir aún el Ego divino, siendo
la misma entidad inalterable, si bien aquella experiencia terrestre de su
emanación puede quedar totalmente borrada en el momento de separarse del
indigno vehículo.
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Si el “espíritu” o la porción divina
del alma es de toda eternidad preexistente como ser determinado, según
Orígenes, Sinesio y otros filósofos semicristianos y semiplatónicos
enseñaron; y si es la misma alma, metafísicamente objetiva y nada más, ¿cómo
puede ser de otra manera más que eterna? ¿Y qué importa en tal caso que un
hombre lleve una vida pura o animal si, haga lo que
quiera, nunca puede perder su individualidad?
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Esa doctrina, conforme
acabáis de exponerla, es tan perniciosa en sus consecuencias como lo es la
reparación de las faltas por medio de la intervención de un delegado. Si este
último dogma, junto con la falsa idea de que todos somos inmortales, hubiese
sido demostrado al mundo bajo su verdadero aspecto, su propagación hubiese mejorado
a la humanidad.
Permitidme que os
vuelva a repetir que Pitágoras, Platón, Timeo de Locres y la antigua Escuela
Alejandrina derivaban el alma del hombre (o sus “principios” y atributos más elevados), del Alma Universal
del mundo, siendo esta última, según sus enseñanzas, Aether (Pater–Zeus). Ninguno de esos “principios”, por
lo tanto, puede ser la esencia pura, sin mezcla, del Monas Pitagórico o de nuestro Âtmâ–Buddhi; porque el Anima Mundi sólo es
el efecto, la emanación subjetiva, o mejor dicho, la radiación del Monas. El
espíritu humano (la individualidad), el Ego espiritual que se reencarna, y Buddhi, el alma espiritual,
son preexistentes. Pero mientras el primero existe como entidad distinta, o
individualización, el alma existe como aliento que preexiste y es parte
inconsciente de un todo inteligente.
Ambos fueron formados
en su origen del Océano Eterno de Luz. Pero, según se expresaron los
filósofos del fuego (los
teósofos de la Edad Media), hay en el fuego un espíritu visible y otro invisible.
Establecían una diferencia entre el ánima bruta y el ánima divina. Empédocles
creyó firmemente que todos los hombres y animales poseían dos almas; y vemos
que Aristóteles llama a una el alma que raciocina, (νουζ), y a la otra el alma animal, (ψυχη). Según esos filósofos,
el alma que raciocina viene dentro del Alma universal, y la otra, de fuera.
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¿Llamaríais materia al alma, es
decir, al alma humana que piensa, o sea lo que llamáis ego?
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Materia no, pero substancia
sí, seguramente; ni
tampoco rehuiremos la palabra “materia”, siempre que venga unida al adjetivo
primordial. Decimos que esta materia es coeterna con el Espíritu y que no
es nuestra materia visible, tangible y divisible, sino su sublimación
extrema. El Puro Espíritu no es sino un cambio del no espíritu o el
Todo absoluto. A menos de admitir que el hombre ha sido evolucionado de este Espíritu–Materia primordial, y representa una escala
regular progresiva de “principios”
desde la meta espíritu hasta la materia más grosera, ¿cómo podremos jamás
considerar como inmortal al hombre interno y a la vez considerarlo
como entidad espiritual y hombre mortal?
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¿Por qué, entonces, no creéis en
Dios como tal entidad?
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Porque lo que es
infinito e incondicionado no puede tener forma alguna ni puede existir como
ser, al menos en ninguna filosofía oriental digna de este nombre. Una “entidad”
es inmortal, mas sólo en su última esencia, no en su forma individual. En el
último punto de su ciclo es absorbida en su naturaleza primordial, y se
vuelve espíritu mando pierde su nombre de entidad.
Su inmortalidad como
forma está limitada únicamente a su ciclo, de vida o al Mahâmanvantara; después
de lo cual es una e idéntica con el espíritu Universal, y no ya una entidad
separada. En cuanto al alma personal (lo que entendemos como la chispa de
conciencia que conserva en el Ego Espiritual la idea del “yo” personal de la
última encarnación), subsiste como recuerdo distinto, separado únicamente durante el
período devachánico; después del cual es agregada a la serie de otras
innumerables encarnaciones del Ego, como el recuerdo en nuestra memoria de un
día en una serie de días, al cabo de un año. ¿Limitaréis a condiciones finitas la
infinitud que reclamáis para vuestro Dios? Únicamente aquello que está
indisolublemente cimentado por Âtma (es decir, Buddhi–Manas) es
inmortal. El alma del hombre
(esto es, de la
personalidad), per se no es inmortal, ni eterna, ni divina.
Dice el Zohar: “El alma, cuando
es enviada a esta Tierra, se reviste de un hábito terrenal para preservarse
aquí abajo; y del mismo modo recibe arriba una brillante vestidura que la
hace capaz de mirar sin daño en el espejo cuya luz procede del
Señor de la Luz”. Además, el Zohar enseña que
el alma no puede alcanzar la mansión de la gloria hasta haber recibido el
“ósculo santo” o reunión del alma con la substancia de la que emanara (el
espíritu). Todas las almas son duales
y son un principio femenino, mientras que el espíritu es masculino. Encarcelado en el
cuerpo, el hombre es una trinidad, a no ser que su corrupción sea tan grande,
que cause su divorcio con el espíritu. “Desgraciada
el alma que prefiera el himeneo sensual, con su cuerpo terrestre a su divino
esposo (el espíritu)”dice un texto de una obra hermética, el Libro de
las Claves. ¡Ay de ella, en efecto,
porque ningún recuerdo de aquella personalidad quedará registrado en la
imperecedera memoria del Ego!
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¿Y cómo aquello que si no ha sido dado
por Dios al hombre, según vuestra propia confesión, es de idéntica substancia
que lo divino, puede dejar de ser inmortal?
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Cada átomo y parte de
materia, así como de substancia, es imperecedero en su esencia, mas no
en su conciencia individual. La inmortalidad sólo es la propia
conciencia no interrumpida, y difícilmente puede la conciencia personal durar
más tiempo que la personalidad misma. Esta conciencia, como ya os dije,
sobrevive tan sólo durante el
período devachánico,
después del cual es reabsorbida en la conciencia individual primero y
en la universal después.
Preguntad a vuestros
teólogos por qué han alterado tan profundamente las escrituras judaicas. Leed
la Biblia, si queréis tener una buena prueba de que especialmente los
escritores del Pentateuco
y del Génesis jamás consideraron a nephesh, el soplo con
que Dios dotó a Adán (Gén. cap. II, 7), como alma inmortal. He aquí algunos ejemplos: –”Y Dios creó… a cada nephesh (vida), que se mueve” (Gén. I, 21), refiriéndose a los
animales; y dice el Génesis
(II, 7): “Y el hombre se volvió un Nephesh” (alma viviente), lo que demuestra que la palabra nephesh
se aplicaba indiferentemente tanto al hombre inmortal como al animal
mortal. “Y seguramente os pediré
la sangre de vuestro nepheshim (vidas);
lo pediré a cada animal y al hombre” (Gén. IX, 5. “Huye por tu nephesh” (Gén. XIX, 17). “No le matemos”, dice la versión
inglesa (XXXVII, 21). “No matemos a su nephesh”, dice
el texto Hebraico. “Nephesh
por nephesh”, dice el Levítico. “Aquel que mate a cualquier hombre será
seguramente muerto”; literalmente, “Aquel
que mate al nephesh de un
hombre” (Lev. XXIV, 17). “Y el que mata a un animal (nephesh)
tiene que pagarlo… Animal por animal”, en vez del texto que dice: “nephesh por nephesh”. ¿Cómo podría el hombre
matar lo que es inmortal? Y esto también explica por qué los saduceos negaban la
inmortalidad del alma; como también prueba que, muy probablemente, los judíos
mosaicos (los no iniciados al menos) jamás creyeron en la supervivencia del
alma.
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