A
partir de esta parte 7ma. de LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA, he puesto el titulo del
tema que se trata en cuestión con vistas a no hacer tan monótonas la
presentación del tema que se trata en cada
parte de este libro ya que el mismo lo he dividido en 60 partes aproximadamente.
LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 8)
DIFERENCIA ENTRE TEOSOFÍA Y ESPIRITISMO
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¿Pero no creéis en el Espiritismo?
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Si por “Espiritismo”
os referís a la explicación que dan los Espiritistas de algunos fenómenos
anormales, declaramos decididamente, en este caso, que no. Ellos sostienen que todas esas manifestaciones son producidas
por los “espíritus” de los muertos, sus parientes generalmente, que vuelven a
la tierra, según dicen, para comunicarse con los que han querido o con
aquellos a quienes les une el afecto. Negamos este punto en
absoluto. Afirmamos que los
espíritus de los muertos no pueden volver a la tierra –salvo en casos raros y
excepcionales, de los que hablar más adelante–; ni tampoco se comunican con
los hombres, excepto por medios enteramente subjetivos. Lo que aparece
objetivamente es tan sólo el fantasma del hombre “ex físico”. Pero creemos decididamente en el Espiritismo psíquico, o por decirlo así, “Espiritual”.
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¿Negáis también los fenómenos?
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No, por cierto; salvo
en caso de engaño consciente.
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¿Cómo los explicáis, pues?
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De muchas maneras. No
son las causas de tales manifestaciones tan simples como creen los
Espiritistas. Ante todo, el deus ex machina de
las llamadas “materializaciones” es generalmente el cuerpo astral o “doble”
del médium, o bien de otra persona presente. También es ese cuerpo astral
el productor o fuerza activa en las manifestaciones de escritura sobre
pizarras, como las de “Davenport”.
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Decís “generalmente”. ¿Qué es lo que
produce lo demás entonces?
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Depende de la
naturaleza de las manifestaciones. A veces
los restos astrales, las cáscaras (shells) kamalóquicas de las personalidades
que fueron; y otras, los elementales. “Espíritu” es una palabra de
múltiple y lato significado. Ignoro, en realidad, lo que entienden por ese
término los Espiritistas; pero lo que pretenden, según, nuestro entender, es
que los fenómenos físicos son producidos por el Ego que se reencarna,
por la “individualidad” espiritual e inmortal. Rechazamos enteramente
esa hipótesis. La
individualidad consciente de los muertos no puede materializarse, ni abandonar su propia
esfera mental devachánica, para volver al plano de objetividad terrestre.
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Sin embargo, muchas comunicaciones
recibidas de los “espíritus” revelan no sólo inteligencia, sino conocimiento
de hechos ignorados por el médium, y algunas veces hasta hechos que no están conscientemente
presentes en el espíritu del investigador o de cualquiera de los que
componen la reunión.
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Esto no prueba
necesariamente que la inteligencia y el conocimiento que mencionáis
pertenezcan a espíritus o emanen de almas desencarnadas. Ha
habido sonámbulos que componían música, poesía y resolvían problemas matemáticos
durante su período de éxtasis, sin haber tenido nunca conocimientos de música
ni de matemáticas. Otros contestaban inteligentemente a las preguntas que se
les dirigían, y en varios casos hasta hablaban idiomas, como el Hebreo y el
Latín, que desconocían por completo en estado de vigilia, y todo esto
mientras estaban profundamente dormidos. ¿Sostendréis
que esos fenómenos eran producidos por los “espíritus?”
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¿Cómo explicáis esto?
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Afirmamos que, siendo
la chispa divina en el hombre una e idéntica en su esencia con el Espíritu
Universal, nuestro “Yo espiritual” es prácticamente omnisciente; pero que por
los impedimentos de la materia no debe manifestar su saber. Cuanto más
desaparezcan esos impedimentos; en otras palabras, CUANTO MÁS SE PARALICE EL CUERPO FÍSICO
POR LO QUE TOCA A SU ACTIVIDAD Y CONCIENCIA PROPIAS E INDEPENDIENTES, como en estados
de sueño profundo, PROFUNDO ÉXTASIS, o también de enfermedad, más
perfectamente podrá manifestarse el Yo interior en este plano. Tal es nuestra
explicación acerca de esos fenómenos de un orden elevado verdaderamente asombroso,
en los que se muestra una inteligencia y un saber innegables. En cuanto a
las manifestaciones de orden inferior, como los fenómenos físicos, las
vulgaridades y charlas del consabido “espíritu”, necesitaríamos (para explicar tan
solo nuestras más importantes doctrinas, con respecto a este punto) más tiempo y espacio
del que podemos por ahora dedicar al asunto. No es nuestro deseo intervenir
en las creencias de los Espiritistas, como tampoco en las demás creencias El
onus probandi debe recaer en los que creen en los “espíritus”; y
actualmente los directores y los más inteligentes e instruidos entre los
espiritistas, si bien convencidos aún de que las manifestaciones de orden más
elevado tienen por causa las almas desencarnadas, son los primeros en
confesar que no todos los fenómenos son producidos por espíritus. Llegarán
gradualmente a reconocer la verdad entera; pero, mientras tanto, no tenemos
el derecho ni el deseo de convertirlos a nuestras opiniones, tanto menos
cuanto que, en los casos de manifestaciones puramente psíquicas y
espirituales, creemos en la comunicación mutua del espíritu del hombre
viviente con el de las personalidades desencarnadas”. (Decimos que en tales
casos no son los espíritus de los muertos los que descienden a la tierra,
sino los espíritus de los vivos los que ascienden a la región de las Almas
Espirituales puras. En realidad no existe ni el ascenso ni el descenso, sino
un cambio de estado o condición para el médium. Al paralizarse o entrar en
“trance” el cuerpo de éste último, el
Ego espiritual se liberta de sus trabas y se encuentra en el mismo
plano de conciencia que los espíritus desencarnados.) De aquí que si hay alguna atracción
espiritual entre éstos y aquel Ego, se pueden entonces comunicar, como
sucede a menudo durante el sueño. La
diferencia entre una naturaleza mediumnística y otra no sensitiva es la
siguiente: El espíritu del médium,
en libertad, tiene facultad y facilidad para influir en los órganos pasivos
de su cuerpo físico aletargado, haciéndole actuar, hablar y escribir a
voluntad. El Ego puede hacerle
repetir, como un eco, en el lenguaje humano cuyo Ego no tenga una libre
correspondencia, durante el sueño de su cuerpo, con aquellos que ha amado y
perdido, sin embargo, por razón de lo positivo y no receptivo de su envoltura
física y de su cerebro, ningún recuerdo le queda cuando se despierta,
salvo a veces alguna idea oscura de un sueño muy vago.
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¿Es decir, que rechazáis la
filosofía del espiritismo in toto?
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Si por “filosofía”
entendéis sus mal definidas e informes teorías, la rechazamos, en efecto. Mas
en realidad no poseen filosofía alguna. Sus mejores, más
intelectuales y ardientes defensores así lo dicen. Nadie negará ni podrá
negar, excepto algún materialista ciego de la escuela de Huxley, su fundamental
e incontestable verdad, es decir, que los fenómenos se
manifiesten por los médiums, dirigidos por fuerzas invisibles e inteligentes.
Respecto a su filosofía, permitidme que os lea lo que dice el inteligente
editor del Light (la Luz), el defensor más ardiente e ilustrado con
que cuentan los espiritistas. He aquí lo que escribe “M. A. Oxon” uno de los
muy contados Espiritistas filosóficos, tocante a su falta de
organización y ciego fanatismo:
“Merece considerarse este punto seriamente, pues la importancia
y gravedad del momento es vital. Poseemos una experiencia y un conocimiento,
fuera de los cuales todo otro conocimiento resulta comparativamente
insignificante. El espiritista común se irrita si cualquiera se atreve a impugnar
su indudable conocimiento del futuro y su absoluta certeza respecto a la vida
venidera. Mientras otros hombres han unido sus débiles manos, que tantean en
el sombrío y secreto futuro, él marcha audazmente como quien posee un mapa y
no duda del camino. Cuando a otros les ha bastado una piadosa aspiración o se
han contentado con una f e hereditaria, él se jacta de saber lo que los otros
sólo creen y alardea de que con sus vastos conocimientos puede suplir lo
deficiente de las creencias, que hoy agonizan, basadas tan solo en la
esperanza. Es arrogante en sus procedimientos respecto a las esperanzas más
caras y predilectas del hombre. Parece decir:
“Esperáis en aquello que yo puedo demostrar. Habéis aceptado una creencia
tradicional en todo aquello que puedo probar experimentalmente conforme al
más estricto método científico. Van decayendo las antiguas creencias;
separaos de ellas, pues contienen
tanto error como verdad. Sólo construyendo sobre la base de hecho demostrado
es cómo puede el edificio poseer la solidez y la estabilidad necesarias.
Todos los antiguos cultos se derrumban. Huid de ellos para que no os aplasten
cogiéndoos en su caída. “Cuando se encuentra uno cara a cara con una persona
semejante, ¿qué resulta? Una cosa muy curiosa y poco agradable. Tan seguro
está del terreno que pisa, que no se toma la molestia de asegurarse de la interpretación
de los demás sobre sus hechos. La sabiduría de los siglos se ha cuidado de
dar la explicación de lo que con razón considera como probado; pero él no
dedica tiempo alguno a su estudio. Tampoco está completamente de acuerdo con
sus hermanos espiritistas. Es aquello de la historia de la vieja Escocesa que
junto con su marido formaba una “iglesia”. Tenían ciertas llaves exclusivas
para el Cielo, o mejor dicho, ella las guardaba, pues “no tenía mucha confianza
en Diego”. Lo mismo sucede con las sectas Espiritistas, divididas y subdivididas hasta lo infinito,
y cuyos individuos no están muy seguros unos
de otros”. Además, la experiencia colectiva de la humanidad es unánime
en que la unión es la fuerza y la desunión el origen de la debilidad y de los
fracasos. Un puñado de hombres, instruidos y disciplinados, se convierte en
un ejército, y cada hombre vale por cien indisciplinados que le hagan frente.
En cada departamento del trabajo humano, la organización es sinónima de
éxito, de economía de tiempo y fatiga, de beneficio y desarrollo. La falta de
método, de plan; el trabajo inconstante, la energía vacilante y el esfuerzo
indisciplinado conducen al completo fracaso. La voz de los siglos atestigua
la verdad. ¿Acepta el espiritista el fallo y
obra en consecuencia? No, ciertamente. Se
rebela contra la organización. Cada uno es ley para sí mismo, y espina para
sus vecinos” (Light, junio 22, 1889).
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Según tenía entendido, la Sociedad
Teosófica fue fundada en su origen para matar el espiritismo y la creencia en
la individualidad futura del hombre.
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Estáis equivocados. Todas nuestras creencias están basadas en esa
individualidad inmortal; pero, como tantos otros, confundís la personalidad con la individualidad. Los psicólogos
occidentales no parecen haber establecido distinción alguna entre ambas, y es
precisamente esa diferencia la que da la clave para la inteligencia de la
filosofía Oriental, y la causa fundamental de la divergencia que existe entre
las doctrinas Teosófica y Espiritista. A trueque de cargar con mayor
hostilidad hacia nosotros si cabe, por parte de algunos Espiritistas, debo
declarar aquí que la Teosofía es el verdadero y puro Espiritismo, mientras
que la imitación moderna de este nombre, como lo practican hoy las masas,
es sencillamente un materialismo trascendental.
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Sírvase explicar más claramente su
idea.
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Lo que quiero decir es
que, si bien nuestras doctrinas insisten en la
identidad del espíritu y la materia, y aunque decimos que el espíritu es materia potencial, y la materia,
simplemente, el espíritu cristalizado (por ejemplo, como el hielo es vapor
solidificado); sin embargo, como la condición original y eterna de todo no
es espíritu, Sino META–ESPIRITU, por
decirlo así (la materia visible y sólida es simplemente su manifestación
periódica), sostenemos que el término espíritu puede únicamente aplicarse
a la verdadera individualidad.
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Pero ¿cuál es la distinción entre
esa “verdadera individualidad” y el “Yo o Ego” del que todos tenemos conciencia?
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Antes de poder
contestaros, hemos de discurrir acerca de lo que entendéis por “Yo o Ego”. Distinguimos entre el
hecho sencillo de propia conciencia, el sentimiento sencillo de que “Yo soy
Yo”, y el pensamiento complejo de que “Soy el Sr. Smith” o la Sra. Brown”. Creyendo como
creemos, en una serie de nacimientos para el mismo Ego, o reencarnación, esa distinción es el
eje fundamental de la idea entera. Veis que “Mr. Smith”. En realidad, significa
una larga serie de experiencias diarias, unidas todas por la continuación de
la memoria, formando lo que Mr. Smith llama “El yo”. Pero ninguna de esas “experiencias”
son realmente el “Yo” o el “Ego”, ni producen a “Mr. Smith” la sensación de ser él
mismo, pues olvida la mayor parte de sus experiencias diarias, y producen EL
SENTIMIENTO DE EGOIDAD en él, únicamente mientras duran. Nosotros los
Teósofos distinguimos, por lo tanto, entre ese conjunto de
“experiencias”, que llamamos la falsa
personalidad (por ser tan fugaz y finita), y aquel elemento del hombre al que el sentimiento del “Yo
soy yo” es debido. Es este “Yo soy yo” la verdadera individualidad
para nosotros: y, sostenemos que este “Ego” o individualidad
representa como el actor en las tablas, muchos papeles en la escena de la
vida.(Véase más adelante “acerca
de la Individualidad y la Personalidad)“.
Consideramos cada nueva vida del
mismo Ego en la tierra como una representación distinta en el
escenario de un teatro. Aparece el actor o “Ego” una noche como “Macbeth”, la
siguiente como “Shylock”, la tercera como “Romeo”, la cuarta como “Hamlet” o
“Rey Lear”, y así sucesivamente. Hasta que ha recorrido el cielo completo de
encarnaciones. El Ego empieza su peregrinación de vida en papeles muy
secundarios como el de un espectro, un “Ariel” o un “Duende”; representa
luego un papel de comparsa; es un soldado, un criado, un corista: luego
asciende a “papeles hablados”, desempeña papeles principales alternando
con otros insignificantes hasta que por fin se despide de la escena
como “Próspero”, el mago.
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Entiendo. Decís que aquel verdadero
Ego no puede volver a la tierra inmediatamente después de la muerte. Sin
embargo, seguramente, ¿queda el actor en libertad de volver, si quiere, a la
escena donde tuvieron lugar sus actos anteriores, si es que ha conservado el
sentido de su individualidad?
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Lo negamos simplemente, porque semejante regreso a la tierra sería
incompatible con un estado cualquiera de felicidad y bienaventuranza sin
mezcla después de la muerte, conforme estoy dispuesto a probar. Creemos que el hombre
sufre tantas inmerecidas penas y miserias durante su vida, por culpa de los
demás con que está relacionado, o a causa del ambiente que lo rodea, que
seguramente tiene derecho a un descanso y una tranquilidad perfectos, si no a
la felicidad, antes de volver a cargar de nuevo con el peso de la vida. Sin
embargo, podremos discutir este punto al detalle, más adelante.
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