LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y
RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA
SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su
vez.
(Parte 6)
TEÓSOFOS Y MIEMBROS DE LA “SOCIEDAD TEOSÓFICA”
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Se refiere lo que antecede, según
entiendo, a los miembros del círculo externo; pero ¿cuál es el caso de los
que se dedican al estudio esotérico de la Teosofía? ¿Son éstos los verdade-ros teósofos?
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No lo son,
necesariamente, hasta haber dado pruebas de que pueden ser considerados como
tales. Han entrado en el grupo interior y se han comprometido a observar, tan
estrictamente como les sea posible, las reglas del círculo oculto. Ésta es
una empresa difícil, por cuanto la primera y principal entre las reglas
es la renuncia completa de la propia personalidad, es decir: que un miembro
que se ha comprometido ha de
convertirse en un perfecto altruista, no pensar en sí mismo jamás, y
olvidar su propia vanidad y orgullo en bien de sus semejantes, además del de sus
hermanos en el círculo esotérico. Si quiere sacar provecho de las instrucciones
esotéricas, ha de ser su vida de abstinencia en todas las cosas, de
abnegación y de estricta moralidad, cumpliendo con su deber respecto de
todos los hombres.
Los pocos Teósofos
verdaderos que cuenta la Sociedad Teosófica se encuentran entre esos
miembros. No quiere decir esto que fuera de la S. T. y del grupo interior
no existan Teósofos; los hay, y en mayor número de lo que se cree en general;
muchos más, seguramente, que entre los miembros del círculo externo de la
Sociedad Teosófica.
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En este caso, ¿qué ventaja ofrece el
pertenecer a la llamada Sociedad Teosófica? ¿En dónde está el estí-mulo, cuál
es el móvil para ello?
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Ninguno, excepto la ventaja de obtener instrucciones esotéricas,
las doctrinas puras y verdaderas de la “Religión de la Sabiduría”; y, si se
cumple realmente el programa, gozar del gran apoyo del auxilio mutuo y de la
simpatía. La unión es la fuerza; la armonía y los esfuerzos simultáneos bien
dirigidos hacen milagros. Éste ha sido el secreto de todas las asociaciones y
comunidades, desde que existe la humanidad.
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Pero ¿por qué no ha de poder un
hombre de inteligencia bien equili-brada y de propósito sincero, de indomable
energía y perseverancia, llegar a ser Ocultista y hasta Adepto, trabajando
solo?
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Puede conseguirlo,
pero existen diez mil probabilidades contra una de que fallará en su empresa.
Una razón hay entre muchas otras, y es que no se encuentran en
nuestros días libros sobre Ocultismo o Teúrgia que revelen los
secretos de la Alquimia o de la Teosofía de la Edad Media, en lenguaje
vulgar. Todos son simbólicos o parabólicos; y como ha sido perdida
la clave en Occidente, hace muchos siglos, ¿cómo puede nadie conocer el
significado exacto de lo que lee o de lo que estudia? Éste es el peligro
mayor, peligro que conduce a
la magia negra inconsciente o al mediumnismo más irremediable. El que no tenga a un
Iniciado por maestro, hará bien en abandonar este peligroso estudio. Mirad en torno de
vosotros y observad. Mientras las dos terceras partes de la sociedad
civilizada ridiculiza la mera posibilidad de que pueda haber algo en
Teosofía, Ocultismo, Espiritismo o en la Kábala, la otra tercera parte está
compuesta de los elementos más heterogéneos y, opuestos posibles. Algunos
creen en lo místico y hasta en lo sobrenatural (!), pero cada uno cree a
su manera. Otros se lanzan sin auxilio alguno al estudio de la Kábala, del
Psiquismo y Mesmerismo, Espiritismo, u otra forma cual quiera del Misticismo.
Resultado: no hay dos hombres que piensen igualmente, ni que se hallen
de acuerdo respecto de cualquiera de los principios ocultos fundamentales,
aunque muchos son los que reivindican y pretenden poseer la última palabra
del saber, y quisieran hacer creer a los profanos en esas materias que
son adeptos perfectos, No hay tan sólo carencia de un conocimiento
exacto y científico del Ocultismo accesible en el Occidente, ni siquiera del
de la verdadera astrología (la única rama del Ocultismo que posee en sus
enseñanzas exotéricas un sistema y leyes definidas), sino que ni
uno solo tiene la menor idea de lo que el verdadero Ocultismo significa.
Limitan algunos la antigua Sabiduría a la Kábala y al Zohar judío, que cada
cual interpreta a su modo según la letra muerta de los métodos Rabínicos.
Otros consideran a Swedenborg o a Boehme como la última expresión de la
más elevada sabiduría, mientras otros, por fin, ven en el mesmerismo el
gran secreto de la antigua magia. Todos éstos, SIN EXCEPCIÓN, cuando
tratan de llevar sus teorías a la práctica, caen rápidamente, efecto de su
ignorancia, en la magia negra. ¡Felices aquellos que se libran del
peligro, careciendo como carecen de experiencia y criterio que puedan
guiarlos para distinguir lo real de lo falso!
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¿Hemos de entender con esto que el
grupo interior de la S. T. recibe sus enseñanzas de los verdaderos iniciados
o maestros en la sabidu-ría esotérica?
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No directamente. La presencia personal
de esos maestros no es necesaria. Basta con que den sus instrucciones a
algunos de los que han estudiado bajo su dirección durante años, y que han
consagrado la vida entera a su servicio. Pueden entonces éstos, a su vez,
transmitir a los que no tuvieron esa oportunidad, la ciencia recibida. Es
preferible una parte de las verdaderas ciencias, a una masa de conocimientos
no digeridos y mal interpretados. Una onza de oro vale más que una
tonelada de polvo.
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Pero ¿qué medios tenemos para
averiguar si la onza es de oro verdadero, o una falsificación?
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Se conoce un árbol por
sus frutos, un sistema por sus resultados. Cuando nos prueben nuestros
adversarios que algún estudiante solitario del Ocultismo, a través de las
edades, se ha convertido en un Santo Adepto como Ammonio Saccas, en un
Plotino, en un Teurgista como Jámblico, o bien ha llevado a cabo hechos como
los que se atribuyen a Saint Germain, sin maestro alguno para dirigirlo, y
todo ello sin ser un médium, un iluso o un charlatán. Entonces confesaremos
nuestro error. Pero hasta que no llegue ese caso, prefieren los Teósofos
atenerse a la ley natural, probada y conocida, de la Ciencia Sagrada
tradicional. Hay místicos que han hecho grandes descubrimientos en química
y ciencias físicas, penetrando casi en los dominios de la Alquimia y el
Ocultismo; otros, que sólo a la luz de su
genio han vuelto a descubrir parte, si no el todo de los alfabetos
perdidos de la “Lengua del Misterio”, y son, por consiguiente, capaces de
leer correctamente los escritos hebreos; otros, por fin, que, siendo
clarividentes, han podido entrever pasajeros resplandores de los secretos
de la Naturaleza; mas todos éstos son especialistas. El uno es un inventor
teórico; el otro un hebraísta, es decir, Kabalista sectario; el tercero, un
Swedenborg moderno, que niega todo aquello que esté fuera de su ciencia o
religión particular. Ninguno de ellos puede vanagloriarse de haber
producido un beneficio universal o nacional, ni siquiera tampoco un beneficio
para sí mismo. Exceptuando a algunos curanderos de aquellos que el Real
Colegio de Médicos y Cirujanos tacharían de charlatanes, ninguno ha ayudado
con su ciencia a la Humanidad, ni siquiera a algunas de aquellas personas que
lo rodeaban. ¿Dónde están los Caldeos de la antigüedad, los hombres que
realizaban maravillosas curaciones, “no por medio de encantos o hechizos,
sino por el de los simples?” ¿Dónde un Apolonio de Tyana que sanaba a los
enfermos y despertaba a los muertos, bajo cualquier clima y circuns-tancia?
Conocemos a algunos especialistas en Europa de lo primero; pero
ninguno capaz de lo segundo, excepto en Asia, donde el secreto del yogui,
“vivir en la muerte”, se conserva aún.
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¿Es el objeto de la Teosofía crear
semejantes Adeptos sanadores?
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Los objetos de la Teosofía son
varios; pero los más importantes de todos son aquellos que pueden
contribuir al alivio del sufrimiento humano bajo cualquier forma, tanto moral como
física; y consideramos la
primera mucho más importante que la segunda. Tiene la Teosofía que inculcar la ética
y purificar el alma, si quiere aliviar al cuerpo físico, cuyas dolencias, salvo
en casos accidentales, son heredi-tarias. No es estudiando el Ocultismo con
miras egoístas por la satisfacción de la ambición personal, el orgullo o la
vanidad, como se llegará jamás
a alcanzar el verdadero fin propuesto, de aliviar a la humanidad que sufre. Ni tampoco estudiando
solo una rama de la filosofía esotérica es como llegará nadie a ser
Ocultista, SI NO ESTUDIÁNDOLAS
TODAS, aunque no las posea perfectamente.
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¿No se ayuda, por lo tanto, a alcan-zar
ese importantísimo objeto más que a los que estudian las ciencias esotéricas?
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De ningún modo. Todo
miembro del círculo externo tiene derecho a la instrucción general, si la
desea; pero pocos quieren convertirse en lo que se llama “miembros
activos” y la mayor parte prefieren ser los ZÁNGANOS DE LA TEOSOFÍA. Sépase
bien que se estimulan, en la Sociedad Teosófica las investigaciones
privadas, con tal que no traspasen el límite que separa lo exotérico de lo
esotérico, la magia ciega de la consciente.
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