lunes, 3 de noviembre de 2014

LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA (Parte 6)

LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA

EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su vez.

(Parte 6)

TEÓSOFOS Y MIEMBROS DE LA “SOCIEDAD TEOSÓFICA”
Se refiere lo que antecede, según entiendo, a los miembros del círculo externo; pero ¿cuál es el caso de los que se dedican al estudio esotérico de la Teosofía? ¿Son éstos los verdade-ros teósofos?
No lo son, necesariamente, hasta haber dado pruebas de que pueden ser considerados como tales. Han entrado en el grupo interior y se han comprometido a observar, tan estrictamente como les sea posible, las reglas del círculo oculto. Ésta es una empresa difícil, por cuanto la primera y principal entre las reglas es la renuncia completa de la propia personalidad, es decir: que un miembro que se ha comprometido ha de convertirse en un perfecto altruista, no pensar en mismo jamás, y olvidar su propia vanidad y orgullo en bien de sus semejantes, además del de sus hermanos en el círculo esotérico. Si quiere sacar provecho de las instrucciones esotéricas, ha de ser su vida de abstinencia en todas las cosas, de abnegación y de estricta moralidad, cumpliendo con su deber respecto de todos los hombres.
Los pocos Teósofos verdaderos que cuenta la Sociedad Teosófica se encuentran entre esos miembros. No quiere decir esto que fuera de la S. T. y del grupo interior no existan Teósofos; los hay, y en mayor número de lo que se cree en general; muchos más, seguramente, que entre los miembros del círculo externo de la Sociedad Teosófica.
En este caso, ¿qué ventaja ofrece el pertenecer a la llamada Sociedad Teosófica? ¿En dónde está el estí-mulo, cuál es el móvil para ello?
Ninguno, excepto la ventaja de obtener instrucciones esotéricas, las doctrinas puras y verdaderas de la “Religión de la Sabiduría”; y, si se cumple realmente el programa, gozar del gran apoyo del auxilio mutuo y de la simpatía. La unión es la fuerza; la armonía y los esfuerzos simultáneos bien dirigidos hacen milagros. Éste ha sido el secreto de todas las asociaciones y comunidades, desde que existe la humanidad.
Pero ¿por qué no ha de poder un hombre de inteligencia bien equili-brada y de propósito sincero, de indomable energía y perseverancia, llegar a ser Ocultista y hasta Adepto, trabajando solo?
Puede conseguirlo, pero existen diez mil probabilidades contra una de que fallará en su empresa. Una razón hay entre muchas otras, y es que no se encuentran en nuestros días libros sobre Ocultismo o Teúrgia que revelen los secretos de la Alquimia o de la Teosofía de la Edad Media, en lenguaje vulgar. Todos son simbólicos o parabólicos; y como ha sido perdida la clave en Occidente, hace muchos siglos, ¿cómo puede nadie conocer el significado exacto de lo que lee o de lo que estudia? Éste es el peligro mayor, peligro que conduce a la magia negra inconsciente o al mediumnismo más irremediable. El que no tenga a un Iniciado por maestro, hará bien en abandonar este peligroso estudio. Mirad en torno de vosotros y observad. Mientras las dos terceras partes de la sociedad civilizada ridiculiza la mera posibilidad de que pueda haber algo en Teosofía, Ocultismo, Espiritismo o en la Kábala, la otra tercera parte está compuesta de los elementos más heterogéneos y, opuestos posibles. Algunos creen en lo místico y hasta en lo sobrenatural (!), pero cada uno cree a su manera. Otros se lanzan sin auxilio alguno al estudio de la Kábala, del Psiquismo y Mesmerismo, Espiritismo, u otra forma cual quiera del Misticismo. Resultado: no hay dos hombres que piensen igualmente, ni que se hallen de acuerdo respecto de cualquiera de los principios ocultos fundamentales, aunque muchos son los que reivindican y pretenden poseer la última palabra del saber, y quisieran hacer creer a los profanos en esas materias que son adeptos perfectos, No hay tan sólo carencia de un conocimiento exacto y científico del Ocultismo accesible en el Occidente, ni siquiera del de la verdadera astrología (la única rama del Ocultismo que posee en sus enseñanzas exotéricas un sistema y leyes definidas), sino que ni uno solo tiene la menor idea de lo que el verdadero Ocultismo significa. Limitan algunos la antigua Sabiduría a la Kábala y al Zohar judío, que cada cual interpreta a su modo según la letra muerta de los métodos Rabínicos. Otros consideran a Swedenborg o a Boehme como la última expresión de la más elevada sabiduría, mientras otros, por fin, ven en el mesmerismo el gran secreto de la antigua magia. Todos éstos, SIN EXCEPCIÓN, cuando tratan de llevar sus teorías a la práctica, caen rápidamente, efecto de su ignorancia, en la magia negra. ¡Felices aquellos que se libran del peligro, careciendo como carecen de experiencia y criterio que puedan guiarlos para distinguir lo real de lo falso!
¿Hemos de entender con esto que el grupo interior de la S. T. recibe sus enseñanzas de los verdaderos iniciados o maestros en la sabidu-ría esotérica?
No directamente. La presencia personal de esos maestros no es necesaria. Basta con que den sus instrucciones a algunos de los que han estudiado bajo su dirección durante años, y que han consagrado la vida entera a su servicio. Pueden entonces éstos, a su vez, transmitir a los que no tuvieron esa oportunidad, la ciencia recibida. Es preferible una parte de las verdaderas ciencias, a una masa de conocimientos no digeridos y mal interpretados. Una onza de oro vale más que una tonelada de polvo.
Pero ¿qué medios tenemos para averiguar si la onza es de oro verdadero, o una falsificación?
Se conoce un árbol por sus frutos, un sistema por sus resultados. Cuando nos prueben nuestros adversarios que algún estudiante solitario del Ocultismo, a través de las edades, se ha convertido en un Santo Adepto como Ammonio Saccas, en un Plotino, en un Teurgista como Jámblico, o bien ha llevado a cabo hechos como los que se atribuyen a Saint Germain, sin maestro alguno para dirigirlo, y todo ello sin ser un médium, un iluso o un charlatán. Entonces confesaremos nuestro error. Pero hasta que no llegue ese caso, prefieren los Teósofos atenerse a la ley natural, probada y conocida, de la Ciencia Sagrada tradicional. Hay místicos que han hecho grandes descubrimientos en química y ciencias físicas, penetrando casi en los dominios de la Alquimia y el Ocultismo; otros, que sólo a la luz de su  genio han vuelto a descubrir parte, si no el todo de los alfabetos perdidos de la “Lengua del Misterio”, y son, por consiguiente, capaces de leer correctamente los escritos hebreos; otros, por fin, que, siendo clarividentes, han podido entrever pasajeros resplandores de los secretos de la Naturaleza; mas todos éstos son especialistas. El uno es un inventor teórico; el otro un hebraísta, es decir, Kabalista sectario; el tercero, un Swedenborg moderno, que niega todo aquello que esté fuera de su ciencia o religión particular. Ninguno de ellos puede vanagloriarse de haber producido un beneficio universal o nacional, ni siquiera tampoco un beneficio para sí mismo. Exceptuando a algunos curanderos de aquellos que el Real Colegio de Médicos y Cirujanos tacharían de charlatanes, ninguno ha ayudado con su ciencia a la Humanidad, ni siquiera a algunas de aquellas personas que lo rodeaban. ¿Dónde están los Caldeos de la antigüedad, los hombres que realizaban maravillosas curaciones, “no por medio de encantos o hechizos, sino por el de los simples?” ¿Dónde un Apolonio de Tyana que sanaba a los enfermos y despertaba a los muertos, bajo cualquier clima y circuns-tancia? Conocemos a algunos especialistas en Europa de lo primero; pero ninguno capaz de lo segundo, excepto en Asia, donde el secreto del yogui, “vivir en la muerte”, se conserva aún.
¿Es el objeto de la Teosofía crear semejantes Adeptos sanadores?
Los objetos de la Teosofía son varios; pero los más importantes de todos son aquellos que pueden contribuir al alivio del sufrimiento humano bajo cualquier forma, tanto moral como física; y consideramos la primera mucho más importante que la segunda. Tiene la Teosofía que inculcar la ética y purificar el alma, si quiere aliviar al cuerpo físico, cuyas dolencias, salvo en casos accidentales, son heredi-tarias. No es estudiando el Ocultismo con miras egoístas por la satisfacción de la ambición personal, el orgullo o la vanidad, como se llegará jamás a alcanzar el verdadero fin propuesto, de aliviar a la humanidad que sufre. Ni tampoco estudiando solo una rama de la filosofía esotérica es como llegará nadie a ser Ocultista, SI NO ESTUDIÁNDOLAS TODAS, aunque no las posea perfectamente.
¿No se ayuda, por lo tanto, a alcan-zar ese importantísimo objeto más que a los que estudian las ciencias esotéricas?
De ningún modo. Todo miembro del círculo externo tiene derecho a la instrucción general, si la desea; pero pocos quieren convertirse en lo que se llama “miembros activos” y la mayor parte prefieren ser los ZÁNGANOS DE LA TEOSOFÍA. Sépase bien que se estimulan, en la Sociedad Teosófica las investigaciones privadas, con tal que no traspasen el límite que separa lo exotérico de lo esotérico, la magia ciega de la consciente.


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