sábado, 15 de noviembre de 2014

LA ORACIÓN VULGAR DESTRUYE LA CONFIANZA EN SI MISMO

LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA

EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su vez.

(Parte 18)

LA ORACIÓN VULGAR DESTRUYE LA CONFIANZA
EN SI MISMO
¿Pero no rezó el mismo Cristo y no nos recomendó que orásemos?
Así consta; pero aquellas “oraciones” pertenecen precisamente a esa especie de comunión que acabamos de mencionar, con el “padre en Secreto” de cada cual. De otro modo, identificando a Jesús con la deidad universal, sería demasiado lógica y absurda la conclusión inevitable de que Él, “el mismo Dios”, se oró a sí mismo, separando la voluntad de ese Dios de la suya propia.
Un argumento más opondré, muy usado por algunos Cristianos. Dicen: “Siéntome incapaz de vencer mis pasiones y debilidades con mis propias fuerzas. Pero cuando rezo a Jesucristo, siento
que me da fuerzas y que con su ayuda soy capaz de vencer”.
No es extraño. Si el “Cristo Jesús” es Dios e independiente y separado del que reza, es claro que todo es y debe ser posible a “un Dios todopoderoso”. Mas entonces ¿en donde está el mérito o la justicia de semejante triunfo? ¿Por qué se ha de recompensar al seudovencedor tratándose de lo que tan sólo le han costado unas cuantas oraciones?
¿Daríais vosotros, aunque simples mortales, un día entero de salario a un jornalero vuestro, si ejecutaseis casi todo el trabajo en su lugar, mientras aquél, sentado debajo de un
árbol os suplicase hacerlo? La idea de pasarse uno la vida entera en una ociosidad moral, mientras otro, sea Dios u hombre, carga con los trabajos y deberes más duros, nos subleva en alto grado, pues es muy degradante para la dignidad humana.
Puede ser, y, sin embargo, la creencia en un Salvador personal, que nos ayuda y fortalece en las luchas de la vida, es la idea fundamental del Cristianismo moderno. Y no cabe duda que, subjetivamente, tal creencia es eficaz; es decir, que los que creen se sienten auxiliados y fortalecidos.

Tampoco hay duda respecto a que algunos pacientes de los llamados “Sabios Cristianos y Mentales” (los famosos “negadores”) (Secta de sanadores, que negando la existencia de todo lo que no sea espíritu, el cual no puede ni sufrir ni estar enfermo, pretenden curar todas las enfermedades, con tal que el paciente tenga fe en lo que niega no puede tener existencia. Una nueva forma de hipnotismo.) a veces se curan; ni a que el hipnotismo y la sugestión, la psicología aplicada y hasta la mediumnidad, producen los mismos resultados tan a menudo, si no más. Sólo consideráis, para dar fuerza a vuestro argumento,  los éxitos. ¿Cómo explicáis los fracasos, diez veces más numerosos? ¿No pretenderéis con  seguridad decir que es desconocido el fracaso entre los Cristianos fanáticos, aun con toda su fe ciega?
Pero ¿cómo podéis explicarme los casos seguidos de pleno éxito? ¿Dónde busca el Teósofo el poder y la fuerza necesaria para dominar sus pasiones y su egoísmo?
En su Yo Superior, el espíritu divino o el Dios que en él está, en su Karma. ¿Por cuánto tiempo aún habremos de repetir una y otra vez que se conoce el árbol por su fruto,
la naturaleza de la causa por sus efectos? Nos habláis del dominio de las pasiones y de la conversión al bien, por y con la ayuda de Dios o de Cristo. Nosotros preguntamos: ¿dónde halláis más gente pura y virtuosa, que se abstenga más del pecado y del crimen? ¿En la Cristiandad o en el Buddhismo? ¿En países Cristianos o en naciones paganas? Ahí está la estadística para contestaros, corroborando nuestros asertos. Según el censo último en Ceylan y la India, en el cuadro comparativo de crímenes cometidos por Cristianos, 16 Secta de sanadores, que negando la existencia de todo lo que no sea espíritu, el cual no puede ni sufrir ni estar enfermo, pretenden curar todas las enfermedades, con tal que el paciente tenga fe en lo que niega no puede tener existencia. Una nueva forma de hipnotismo.
Musulmanes, Indos, Eurasianos, Buddhistas, etc., sobre dos millones de habitantes tomados al azar, y abarcando los delitos de varios años, los cometidos por Cristianos están en proporción de 15 a 4 respecto a los llevados a cabo por la población Buddhista. Ningún orientalista, ningún historiador de mediana fama o viajero por países Buddhistas, desde el Obispo Bigandet y el Abate Huc, hasta Sir William Hunter, y todo empleado sincero de la India, dejará de conceder la palma de la virtud a los Buddhistas sobre los Cristianos. Los primeros, sin embargo, no creen en Dios ni en recompensa futura alguna fuera de este mundo (al menos la verdadera secta Buddhista Siamesa). Ni los sacerdotes ni los seglares rezan. ¡Rezar! ¿A quién o a qué?, exclamarían sorprendidos si de esto se les hablase.
En tal caso, ¿son verdaderos Ateos?
Sin duda alguna, pero también son los hombres que más aman la virtud y que mejor la practican en el mundo. El Buddhismo dice: “Respeta las religiones de los demás y
consérvate fiel a la tuya”; pero el Cristianismo eclesiástico, considerando a todos los dioses de las demás naciones como diablos, quisiera condenar a la perdición eterna a toda persona no Cristiana.
¿No hace el clero Buddhista otro tanto?
Jamás. Respetan demasiado el sabio precepto del Dhammapada, pues saben que “si cualquier hombre, sea o no instruido, se considera tan superior que desprecie a los
demás, se parece a un ciego llevando una luz (ciego él, quiere alumbrar a los otros)”.


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